Fate no me pertenece, es de sus respectivos autores.
"Solo fue un evento furtivo del padre tiempo el a vernos conocido y aun así no me arrepiento."
Un reino, al cual la desgracia lo azoraba en las lejanías, un rey se alzaba en lo alto con su espada en mano y una mirada fija en lo que antes era un enorme campo de batalla.
Era aquella una de las luchas más encarnecidas que había tenido desde que comenzó su vida como monarca de Bretaña. Aquel rey sucumbido ante su Calibur, era ruin y tenebroso. Bajo su mando, los caballeros que no lo respetaban por merecerse el puesto, si no por miedo a que fueran asesinados con sus propias manos. Mismo rey tirano debía saldar cuentas con el monarca de Bretaña, no podía violar los derechos de su pueblo e incluso llevarlos a la ruina sin que Calibur, la espada dorada de la victoria, cortara con un tajo limpio el pecho descubierto sin peto del soberbio monarca.
- Aun no puedo creer que rompieras a Calibur. Era de tu padre y solamente la partiste en dos –alego el mago consejero que caminaba o mas bien trotaba como yegua molesta enfrente de su acompañante- era la espada de la selección y aun así no te importo.
La aludida solamente se encogió de los hombros y solo observo la espalda del peliblanco enfrente de ella- es una espada decorativa, era de esperarse que en algún momento se rompería.
Por un descuido y error propio, el monarca de Bretaña, cuando dio el ultimo corte a su rival, no se fijó y Calibur termino chocando contra duros escombros, desapareciendo como una estela brillante delante de sus ojos.
- Ahora no dices nada, pero cuando te deje sola vas a llorar por tu espada- sentencio y continuo su andar- esperaba un poco más de ti, Arturia Pendragon.
Ese era su nombre, el nombre del rey de los caballeros: Arturia Pendragon que en ese entonces solo llevaba un blanco vestido revestido de metal.
En un principio, las palabras de Merlín, el mago más poderoso de su época, serian terminales e incluso logran hacerla llorar; pero ella ya iba dejando poco a poco esos sentimientos humanos que solo le estorbaban en la batalla.
Lo único que quedaba de esa chica pueblerina era su amor eterno por cuidar de su caballo e incluso de los demás como si de su vida dependiera de ello.
- No creo tener esa habilidad a estas alturas -pronuncio la monarca tras realizar una mueca con sus labios- era una espada mas que nada decorativa, ¿pensabas que iba a durar toda la vida?
El mago solo refunfuño y se subió a su caballo- vámonos -al mirarla con desdén, espoleo al caballo para que empezara su andar.
Arturia lo miro y lo sigue al subirse a su propio caballo. De una manera interesante, le parecía que la actitud de Merlín era la misma que la de su hermano Kay cuando este era castigado a limpiar los establos cuando lo castigaban por culpa de la rubia. Merlín incluso fruncia el ceño como el: infantil y como si quisiera reclamarle por sus actos mas no podía en un intento de guardar la compostura.
El mago era amable con ella, a veces era un casanova sin remedio y le gastaba bromas cuando tenia la oportunidad; pero sabia guardar su lugar en el campo de batalla y no era impertinente cuando algún civil o incluso un caballero estuviera cerca.
Oh, pero cuando estaban a solas ya veces al lado de algunos caballeros de la mesa redonda, este le hacia la vida cuadritos por tantas bromas y acciones irreverentes. A veces, por no decir siempre, no se sabia en realidad quien era el menor, ella o el.
- ¿A dónde vamos? -pregunto la rubia, aguantaba bien la risa que le provocaba que el que el gran mago fuera así de infantil.
- A conseguirte una nueva espada- contesto e incluso si solo fuera leve el reflejo de su mirada, se observaba como fruncia el ceño.
El rey de bretaña asintió calmadamente con la cabeza. Confiaba plenamente en Merlín y sabía que, de encontrar otra espada, esta seria perfecta para ella, así que lo siguió sin chistar.
Ella amaba su espada, le tenia un cariño especial puesto que fue la espada que sentencio su futuro como rey. Con ella había ganado grandes batallas y había probado la amarga derrota. Yendo de pueblo, gracias a su espada, no hubo derrota alguna para el admirado rey como un dragón con forma humano". Era inocente, pura y sin experiencia; eso cambiaria cuando entendió su papel en la lucha: su amado país algún día caería, eso era lo que le mostraban las visiones de Calibur; pero aun así tenia que hacerse fuerte en un intento de que fuera solo ella la que cayera en vez de Bretaña.
A ciencia cierta, Arturia amaba de sobre manera esa espada que había empezado todo para ella. La espada elegida para ella, la espada que alguna vez fue de su padre se había roto en una barbárica lucha contra escombros. Calibur había durado lo suficiente para guiarla por el camino del guerrero, ahora, en su honor, debía seguir adelante ya que su fiel compañero había caído por ella en la batalla. Era momento de avanzar y conseguir otra espada o al menos era lo que ella intentaba convencerse mientras caminaba.
Dozmary pool
Situado en Bodmin Moor, en Cornwall, a unos 16 kilómetros de la costa del mar, se alzaba de forma elegante el Dozmary pool. Su lago, enorme y de cristales aguas era lo que un guerrero necesitaba para calmar sus fieras emociones después de largas batallas; el frio, pero acogedor aire acariciaba su cabello y de forma inconsciente soltó una leve sonrisa.
- "Suave brisa y un caballo, es el ambiente perfecto para cabalgar" – pensó la ojiverde al admirar el amplio paisaje que les brindaba el lago.
- Sígueme sin el caballo -comento Merlín cuando se bajó del caballo y lo amarro en un árbol cercano.
Arturia hizo lo que le pidió, imitando su acción lo siguió por detrás. Aun así, aunque no entendiera de donde sacarían una espada, le parecía encantador aquellos arboles que los rodeaban, daban la impresión de que abrazaban y protegían al lago celosamente.
Caminaron sin un fin aparente por aquel bosque cundo a la lejanía se asomaba el lago.
- Tienes que prometerme algo -hablo Merlín que detuvo su andar y se dio la media vuelta para ver a la gobernante- me vas a dejar hablar a mi, nada decir tonterías o alguna impertinencia.
- ¿Te parezco la clase de persona que haría algo así?
- Solo estoy previniendo y quedate atrás de mí.
Al dar su ultima palabra, el gran mago se giro al lago y con un carraspeo de su garganta se adentro a sus orillas.
- Es un placer verte de nuevo, bella mujer -la voz del peliblanco era coqueta y amigable- ¿crees poderme ayudar esta vez?
Ante las palabras del mago, del lago se escucho un gorgoteo y sacudiendo sus aguas emergió de las profundidades una mujer que veía escéptica a quien la había llamado.
- Eres inoportuno, mago, ¿Qué necesitas? -hablo estoica la recién llegada.
- Vamos, ¿sigues enojada por la ultima vez? -aunque Merlín intentara hablarle carismáticamente a la mujer flotando en el lago, esta solo rodo los ojos con desdén.
- Si, lo estoy -sentencio.
Pendragon solamente veía la espalda de su compañero, cuando escucho esa voz fastidiada que no intentaba ocultar el desagrado que le tenia al peliblanco, su curiosidad creció. Sabía que Merlín no tenía buena fama con las mujeres, pero ninguna le había hablado de esa manera.
Así que, apelando a sus ganas de ver a la propietaria de esa voz, rodeo al mago para encontrarse frente a frente con aquella mujer.
Cuando la vio, abrió los ojos sorprendida. No había visto a nadie igual a ella en ningún momento de su vida. Aquella mujer de larga y sedosa cabellera blanquecina, de grandes ojos cual rubí, vestía un vestido azul ártico que resaltaba con su nívea piel y facciones perfectamente esculpidas por los dioses.
El rey de los caballeros, pestañeo un par de veces, no daba crédito a lo que sus ojos vislumbraban.
- Tu si que no sabes hacer caso… -gruño el peliblanco que negaba con la cabeza.
- "Es hermosa…" -pensó en sus adentros la rubia que seguía anonadada por aquella presencia femenina.
- ¿Es el rey Arturo? -pregunto confusa la mujer al analizar bien de pies a cabeza a la aludida- no se porque pensé que era mas alto y mas… -al fijarse bien en su cara, no pudo evitar fruncir el ceño- ¿masculino?
- ¡S-Soy mujer! -agrego la ojiverde nerviosa y ya cuando se dio cuenta de su error, su único mecanismo fue taparse la boca con ambas manos.
- ¡Arturia! -reclamo el mago- se supone que nadie sabe de eso, ¿Qué te pasa?
La nombrada negó velozmente con la cabeza. No sabia que le había pasado. Desde que saco la espada de la piedra, ella ocultaba su sexo a sus súbditos e incluso a sus fieles caballeros de la mesa redonda que inclusive, si descubrían su identidad, estos solo callaban por lealtad a su rey. ¿Qué había provocado que le dijera a la dama su identidad? Solo fue un instinto estúpido, un desliz de su parte cuando quedo hipnotizada por esos ojos rojos.
- Ahora entiendo -la peliblanca soltó una leve sonrisa al notar que incluso el rey de Bretaña podía mostrar una faceta infantil- ¿Qué puedo hacer por usted, mi querido rey? -pregunto afable.
- Yo…
- Ella necesita un pequeño favor y -sin dejarlo terminar, la mirada asesina de la desconocida lo hizo callar en un dos por tres- yo no digo nada pues…
- Perfecto -con un carraspeo la albina continuo- dígame mi rey, ¿en que le puede servir esta humilde sirvienta?
- Este… -la monarca sacudió su cabeza para recomponer su cordura- Merlín dijo que podía darme una espada. Calibur, mi antigua espada cayo en batalla y necesito una para defender a mi gente.
- Entiendo su petición, mi rey – la mujer asintió con la cabeza y al juntar sus manos y separarlas lentamente, una espada brillante apareció entre sus manos- yo, Viviane, la dama del lago, le ofrezco a Excalibur, la espada de la victoria.
Arturia vio la espada que le ofrecían, de alguna manera era parecida a Calibur, aunque esta se notaba a leguas que el material que la componía era formidable para la batalla.
- Con esta espada, su fuerza crecerá -con cada palabra, la dama iba avanzando sobre el agua para llegar a la orilla- su funda, Avalon, lo hará invencible durante la batalla. Una espada digna de un solitario y diligente rey.
- Entiendo –Arturia asintió extendió sus manos cuando la dama estuvo lo suficientemente cerca para entregársela- es el fin de una etapa -musito cuando en sus manos tuvo a Avalon que guardaba en su interior a Excalibur.
Un brillo cálido y abrumador rodeo a la monarca. Era la misma espada aceptándola como su legitima dueña. La rubia, decidida saco la espada de su funda y dio unos cuantos tajos al aire cuando la dama del lago se hizo a un lado. Era precisa pero pesada; fuerte y poderosa; emana una fuerte magia que, en ese momento, Arturia entendía que solo ella podía sacar su verdadero potencial.
- ¿Qué opina, mi rey? -la albina se veía un tanto emocionada al ver las pequeñas sonrisas de la aludida cuando blandía esa espada sagrada.
- Es perfecta -recito en una ultima sonrisa antes de guardar su nueva espada en Avalon- le agradezco mucho sus atenciones, dama del lago -con una mano en su pecho, se inclino en signo de respeto ante ella- prometo que pagare con creces el favor que ha hecho por mí.
- No le muestres tanto respeto, porque se pondrá insoportable -musito Merlín cuando se acercó a la Pendragon- será mejor irnos, debemos volver al castillo, ya deben de estar preocupados por nosotros.
- Temo que no es momento para que el rey se vaya aun -argumento la doncella marina que con una seriedad en su mirada detuvo al mago en su andar- puedes retirarte tu, gran mago, que tu ocupación aquí termino desde que la trajiste ante mi.
- Oh no -Merlín se iba a poner estricto en ese sentido, no iba a dejar a Arturia con una vieja loca que podría acabar con su noble inocencia- temo decírtelo, pero no me iré sin el rey. ¿Sabes lo que me hará Lancelot cuando sepa que la perdí de vista? ¡Me podría matar!
Bueno, a decir verdad, no le importaba lo que le fuera hacer la dama del lago a Arturia, más bien temía por lo que los caballeros de la mesa redonda pudieran hacerle a el por llegar sin su rey.
- Debo tener una plática sobre Excalibur con su majestad -agrego la mujer en severa voz- dile a Lancelot que ella esta conmigo y que no tiene de que preocuparse -antes de que si quiera Merlín pudiera argumentar algo en su contra, la albina movió un pequeño túmulo de agua y mojo con eso al mago- vete, antes de que yo misma congele esa agua que cayo sobre ti para convertirte en un cubo de hielo.
El mago miro a su majestad y esta con un suspiro asintió, dándole el permiso a retirarse como lo había indicado la monarca de los lagos. Sin dar tregua, se dio la media vuelta para salir huyendo de la escena. ¿Desde cuando su querida alumna se había vuelto así de perversa? Cuando por sus recuerdos andaba la dama, la veía dócil y grácil, ahora parecía la encarnación de un demonio blanco que se enojaba más cuando él se acercaba a ella.
- ¿Qué es de lo que quiere hablar conmigo? -pregunto Arturia después de que la dama del lago por fin dejara de ver a Merlín que huía como un coyote asustado.
- Creo que seria mejor si tomamos asiento -con una actitud erguida y sonriendo, camino hacia el final de la orilla.
Con cuidado, la mujer tomo asiento en un tronco vacío que descansaba en la orilla del lago. Parecía calmada ya que el "indeseable", como ella le decía, se fue y con suerte no volvería.
- Ven, toma asiento a mi lado -la voz de la albina sonaba diferente. No era la voz reverente que escucho hace unos minutos, será una confiada y un tanto agradable- ¿temes a algo, mi rey? -comento con cierta burla, incitando al monarca.
La rubia pestañeo un poco y con la pequeña gracia que le causo el comentario, sujetando a Avalon se acerco a Viviane para sentarse al lado de ella.
- No le temo a nada, señorita -el comentario perspicaz de la monarca fue tomado por la dama con una risita inocente- ¿dije algo para que causara risa?
- Temo que mi rey es el que no sabe su verdadero potencial -con un asentimiento de su cabeza y al retener su risa- ¿estas consciente de los efectos de Excalibur? -pregunto dudosa, puesto que la rubia no parecía interesada en lo que podía hacer esa espada por ella.
- Fue muy especifica, dudo necesitar algún curso hacia eso. Soy bastante diestra con la espada- agrego sin darle mucha importancia.
- Mi rey -al negar con la cabeza suavemente continuo- la espada lo hará invencible, curara sus heridas y también detendrá el envejecimiento -hablo pausadamente, esperando a que la Pendragon respondiera con, aunque sea un poco de exasperación.
- Entonces… ¿Me quedare con este cuerpo? ¿con esta edad? -al preguntar, la albina le contesto asintiendo- entiendo… Si es el precio que debo de pagar por Bretaña, entonces hare lo que sea que tenga que hacer.
La dama la veía perpleja, sin entender de donde venia tanto altruismo- ¿No tienes miedo? Si te separas de Excalibur y eres lastimada de muerte, ese será tu fin.
- Si tengo que caer, lo hare sola y no con los demás peleando por mi -afirmo con un asentir de su cabeza, miraba el lago con el orgullo de un león- no me daré por vencida. Ese sueño que me mostro Calibur se hará realidad así tenga que dar mi ultimo suspiro a cambio.
Viviane, observo detenidamente a la monarca. Sabia por las visiones que Merlín le había confesado estando borracho, que el había visto como su rey caía en la desesperación en el campo de batalla tras perderlo todo con la revolución que hizo uno de sus caballeros; la rubia perdió toda esperanza e incluso anhelo volver el tiempo atrás y arreglar las cosas.
Tenia una idea de que el rey de Bretaña buscaría escusas para no cumplir con su deber o se vería desesperado cuando se le encomendó Excalibur; pero su sorpresa fue el ver esa mirada orgullosa y decidida de ella, aun conservaba la esperanza de que salvaría a su natalidad. No lo hacia por ella, lo hacia por aquellos que aun confiaban en ella, no quería decepcionarlos.
- "Interesante" -Pensó en sus adentros cuando una pequeña sonrisa calmada salió de sus labios.
Sin previo aviso y decidida a lo que podían provocar sus acciones, la dama del lago pico la mejilla de Arturia provocando que esta despabilara e incluso saltara sobre su asiento.
- ¿P-Porque hiciste eso? -tartamudeo, un acto no digno de alguien en su posición- E-explicate.
La dama del lago soltó una sonora carcajada al ver esa exasperada reacción. Si lo hizo fue porque Arturia seguía siendo una chiquilla de quince años. Necesitaba relajarse si quería salvar a todos como tanto proclamaba.
- Te estaré apoyando -dijo la albina con una genuina sonrisa que incluso en el tenue brillo del lago, esta era la que mas brillaba- quiero el final de la historia de Arturia Pendragon.
- ¿A-A que viene todo eso? -pregunto, a decir verdad, un poco alterada.
- A que ahora soy fan de las aventuras del Rey Arturo -dijo soñadora y alzo su pulgar en alto- si puedo estar contigo, sé que no tendré días aburridos. ¿Has pensado en vestirte con algo de azul? Eso resaltaría sus bellos ojos verdes, mi rey~
- ¿Q-que sandeces está diciendo? -avergonzada a mas no poder, Arturia desvió la mirada en búsqueda de algo o alguien que la salvara de esa inquisición.
La dama del lago reía, Pendragon solo musitaba cosas que ni ella entendía. Se sentía mas que apenada, vulnerable y débil ante esa bella sonrisa que desde un inicio le había llamado la atención.
Solo por un día, el gran Rey de Bretaña perdió su primera batalla cuando cedió su cordura a Viviane.
- Tiempo después-
"¿Compatibles? Dudo que esa sea la palabra que nos definía"
- ¿Dónde esta?
- ¡Encuentren al rey!
- No es posible que se nos pierda, ¡encuéntrenlo!
Ante la furia de los guardias, el proclamado rey de Bretaña se escondía de ellos. No era común de ella escaparse del trono de forma fortuita; cumplía su deber siempre que era pertinente sin renegaciones, si tenia que estar despierta desde el alba y acostarse hasta mas allá del ocaso, entonces lo haría. Solo que ese día se había levantado con un especial animo de ser algo "rebelde" y de irse con su caballo a escondidas de su guardia de honor o de cualquier integrante del castillo.
Habiéndose quitado su fiel armadura y sus ropas de caballería, se fue solo portando un pantalón bombacho negro y una ropilla blanca casi beige. Era el camuflaje perfecto para perderse un par de horas, los que la vieran llegarían a pensar que solo era un joven de granja gracias a sus ropas sucias y desarregladas, jamás pensarían que es el mismísimo rey de los caballeros quien se dirigía a un bosque en busca de paz.
- Gracias por venir conmigo, Eliot –sonriendo, la rubia acaricio el hocico de su caballo y este relincho gustoso.
Arturia mantuvo esa suave sonrisa cuando tiro de las riendas de su caballo hasta encontrar donde sentarse. Y aquel destino se los llevaría hacia los adentros del bosque donde encontró un tronco a la deriva del bosque.
El viento era su amigo en aquel entonces, era embriagador el olor de las flores y las hojas de los arboles: el ambiente reclamaba que cerrera los ojos y durmiera un poco.
-Es malo decirlo; pero no puedo descansa al aire libre… -musito el Rey con un suspiro.
Alzo la mirada y vio aquel color marmoleado de ese día; el tinte rojizo y anaranjado del cielo que bailaban con el paisaje que anhelada proteger con cada célula de su cuerpo. El bosque la abrazaba, la cuidaba y ella debía responder apropiadamente.
- No sabia que el rey de los caballeros se escapaba de sus sirvientes –hablo una peculiar y un tanto aguda voz.
La rubia, curiosa volteo a ver de quien se tratará y se levantó de inmediato del tronco.
- ¿D-Dama del lago? –tartamudeo de forma inconsciente, sacudió velozmente la cabeza, esa no era la actitud que un monarca debía de mostrar a una mujer y mucho menos a alguien del calibre de la albina- disculpe mi manera de actuar –respetuosa se inclino con suavidad.
- No tiene de que disculparse, mi rey –la mujer contuvo sus ganas de reír cuando la vio actuar de esa manera.
Debía admitirlo, ver al famoso monarca de Bretaña ponerse nerviosa le parecía bastante entretenido y deseaba causarle mas ese tipo de emociones.
- ¿Qué…? ¿Qué la trae por aquí? –pregunto Pendragon de forma suave, ocultando que se sentía alterada por la presencia de la mujer.
- Escuche el rumor de que el rey Arturo se había escapado de su elegante castillo –a paso lento, contorneándose delicadamente hasta alcanzar a la joven rubia- ¿Qué provoco que el rey de los caballeros escapase y se refugiara en el bosque?
Pendragon solo se quedó mirando la forma en la que la dama del lago caminaba: simplemente hipnotizador. El movimiento encantador y paulatino de sus caderas tenia cual polilla a la luz a Arturia; cuando ella movió su larga cabellera albina con una sacudida de su mano, puso en jaque a la aturdida.
- ¿Mi rey? –la voz de la mujer la hizo salirse de sus divagaciones.
Estando tan cerca de ella, inminentemente sus mejillas se tornaron sonrosadas gracias a la impresión que esta le provocaba.
Dio un paso hacia atrás por inercia y esto le causo cierta gracia a la dama del lago.
- L-Lo lamento… Me fui un poco –comento la rubia en un intento de reponerse.
- ¿Se fue? Eso es nuevo –riendo suavemente- ¿ahora contestara mi pregunta?
- ¿S-Su pregunta? –la miro sentarse y esta la invito a imitar su acción al palmear el tronco- ¿Cómo me encontró…?
- No es justo que cambie la conversación de esa manera, mi rey –la aludida se respingo y al sentirse regañada se sentó al lado de la albina- pero si tengo que respondes para que usted haga lo mismo, entonces lo haré –con una risita divertida, continuo- les pregunte a unas pequeñas hadas que la vieron pasar por ahí. Y contestando a esa cara preocupada, no le dije a nadie donde se encontraba –su acompañante suspiro aliviada- ahora, usted conteste a mi pregunta.
- Bueno…- tuvo que desviar la mirada para poder contestar propiamente – ni yo entiendo que fue lo que provoco que me alejara del castillo de forma fortuita –agrego con un cierto de aire nostálgico- algo me llamo hasta este lugar, supongo que quería…
- ¿Sentirse libre? – terminó de decir Viviane.
El rey río sin ánimo e incluso se encogió de los hombros – supongo que sería la palabra correcta – miró al cielo y suspiro- este es el camino que escogí y no debería irme, así como si nada, como si me cansaría de mis obligaciones. Ser un rey es lo que escogí, pero aun así me fui.
-Mi rey – la dama del lago, con un cierto tono de preocupación, llamó a la monarca y está giro su cabeza paulatinamente para mirarla, pronunciando un "¿uhm? "en el proceso – no tiene porqué presionarse para cumplir las expectativa que tienen los demás en usted. Haga lo que a usted le parezca.
La rubia pestañeo un par de veces sin entender bien que decía la dama. A su manera de ver, su pueblo le exigía porque era su obligación defenderlo sin importar si quiera su sexo. El reino quería un rey y sus caballeros un líder, ella les dio lo que pedían solo sin contarles que es mujer.
Era su consumado deber salvarlos de aquel posible y trágico futuro que una vez Merlín por error le mostro. Ella haría que su pueblo viera la luz, sin importar que en el proceso perdiera su humanidad.
- No entiendo a qué se refiere…
- Pienso que es noble que quiera salvar a Bretaña –comento la albina con un toque de seriedad en su voz- ¿Cuándo habrá tiempo para que el rey se proteja a si mismo?
- Mi deber es protegerlos, no tengo otra misión –declaro la rubia con severidad. Su mirada férrica delataba que su determinación es clara- nací para proteger y servir, no tengo otro objetivo en mi vida.
- ¿Y qué paso con la Arturia Pendragon que disfrutaba de cabalgar todos los días? ¿de la que disfrutaba pelear con su hermano con espadas de madera mientras crecía?
- Esa persona, era un yo que disfruto su vida como campirana –pronuncio y con un pesado suspiro, frunció el ceño al sentirse cuestionada- dama del lago, aquel fue mi pasado que me formo, pero mi destino ahora es servir completamente a mi pueblo. Los sentimientos que en antaño pase, se fueron, un rey sin emociones es el que debe gobernar.
- ¿Por qué? –pregunto sin mostrar afección por el tono amenazador del rey- ¿Por qué no pensar en usted antes que los demás?
- Es mi deber –repitió su mítico mantra- si muestro emoción, si no soy un rey justo, ¿entonces para que existo? –la monarca se levantó del tronco, mostrando su decisión y al sentirse juzgada.
- Estoy en desacuerdo con usted, mi rey –declaro la dama al imitar la acción de su acompañante.
- Temo decirle, pero…
- No piense en decirme que no me compete –alzo la un poco la voz, haciéndola callar- le di a Excalibur y es mi deber procurar de su usuario. Debe de haber una manera de equilibrar su vida con la de su vida de rey.
- No… No se puede –decreto en un gruñido- me he entregado completamente a mi reino. No tengo tiempo para nada más.
- ¿Entonces escapo de su castillo solo porque sí? ¿no me va a decir que lo hizo solo por hacerlo? –reclamo, sus ojos rubí ardían con cierta molestia.
No le parecía justo, no lo era. Tener a una niña como su gobernante y hacerla olvidar incluso de sus sentimientos era inhumano. Si bien, al principio le había parecido impresionante la dedicación de Pendragon por su pueblo y cuando la conoció se quedó admirada tanto por eso como por lo linda que le parecía; pero al investigar e incluso hablar con ella ese día, se dio cuenta el dolor que ha estado callando el rey de los caballeros.
- ¿Por qué no quererse? ¿Por qué luchar por un pueblo que algún día te traicionara? –cuestiono la dama del lago exasperada- ¿tiene que vivir de esa manera? ¡No es justo!
La mujer continúo declamando sus palabras, quería hacer que la joven entrara en razón. No le pedía que dejara su reinado, solo quería que se empezara a querer a valorarse a sí misma.
- Yo… -la rubia soltó un pequeño gruñido, apretó sus puños de la impotencia de sentirse regañada- no lo sé…
- ¿Cómo que no lo sabe? Usted es el rey, si quiere puede darse un tiempo o mostrar sus emociones –la albina al notar que la ojiazul bajo la mirada, busco e incluso alzo la voz para que esta la mirara- es algo que no quiere escuchar, pero debe hacerlo. Al menos levante la cabeza y dígame porque hace esto, dígame su razón.
Ella seguía y seguía insistiendo. Daba su charla del amor propio y de lo importante que era incluso el respetarse a sí mismo.
Arturia Pendragon no lo entendía, no sabía porque a la dama del lago le importaba tanto su vida, no es que hayan sido cercanas, solo la había visto una vez y fue cuando le dio su espada.
¿Qué no podía al menos dejarla con lo único que le tenía? Había renunciado a su humanidad por el bien de su país, solo eso conocía. Era el camino que el destino tenia para ella.
- ¿Por qué…?
- ¡No lo sé! –grito desesperada, cerrando los ojos de la frustración- ¡No lo sé…! –la albina la miro fijamente, sorprendida de lo que vislumbraban sus ojos- no sé qué hacer, si no es ser el rey perfecto, entonces no sé qué más puedo hacer. Fui entrenada para esto aun incluso si en antaño no me contaron de quien era hija, de alguna manera sabía que estaba destinada a esto, yo-yo… -tartamudeo como pocas veces en su vida, paso su mano por su mejilla cuando sintió algo húmedo pasar por esta- ¿q-que es esto?
- Mi rey…
Viviane, conmovida toco la mano que tenía el rey sobre su mejilla. Su mano era fría y se erizo al contacto, pero aun así mantuvo su mano ahí. Quería de alguna manera brindarle el apoyo, aunque sea un poco.
Arturia lloraba frustrada, temblaba y gimoteaba de lo frustrada que estaba. No sabía cómo expresar esas negativas emociones y en ese momento de debilidad, frente a la dama del lago, se soltó a llorar como una pequeña niña que buscaba cariño.
- Discúlpeme por hacerla sufrir así –agrego Viviane cuando entre sus brazos tomo al sollozante monarca- déjelo ir, suelte todo… -dijo de forma pausada, acariciando en el proceso la espalda de la joven.
Mientras una lloraba, la otra escuchaba atentamente los gimoteos. Incluso cuando la rubia quiso alejarse, la albina la tomo con más fuerza e impidiéndolo hacerlo. Hasta el caballo relincho, confundido de ver a su dueña así.
La única manera de abrazar a un rey es solo si: te ganas su confianza, que seas una concubina o la más lógica, ser la pareja del rey. Solo que a Viviane no le importaba en lo más mínimo las formalidades en ese momento. A sus ojos, Arturia Pendragon no era un rey invencible e insensible, era una joven llorando desconsolablemente que necesitaba un tacto cariñoso.
- "¿Por qué las cosas tienen que ser así?" –pensó la mujer que seguía sosteniendo a su rey.
Si, la vida no era justa. Hicieron que una inocente jovencita no tuviera incluso la voluntad de decidir cuando era pertinente llorar, le enseñaron que aquello era una debilidad y solo se mostraba frustrada cuando tenía que hacerlo.
Si bien, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que comenzó a llorar, de lo único que podía estar segura era que poco a poco ese llanto comenzaba a cesar, aun incluso la inquietud que se había apoderado de ella iba disminuyendo al escuchar el latir del corazón de la albina. Se sentía… Bien, era una tranquilidad que solo había experimentado cuando era una niña y de alguna manera eso le gustaba.
- Mi rey… -la rubia que descansaba en sus brazos después de tan tortuosa labor, alzo levemente la mirada del hombro que la resguardaba- lo lamento… Se que mis palabras fueron duras, no me malinterprete, no me arrepiento de aquello, es solo que…
- Nada… -musito Pendragon que al cerrar unos segundos los ojos y negar con la cabeza- no tiene nada de que arrepentirse, Dama del lago.
- Pero…
El rey volvió a negar y con una sonrisa amarga, aparto a la mujer, quedando a solo unos centímetros de ella se animó a hablar.
- Solo dio su opinión y yo respondí de una forma agresiva. Soy yo la que debe disculparse –dio un paso hacia atrás para poder dar una leve reverencia con su cabeza- no es que en realidad haya dicho algo malo. Temo que, si alguien te dice que toda tu vida has hecho una cosa mal, la reacción normal es que molesten.
- Sigue siendo mi culpa, mi rey –ahora la dama era la que se estaba inclinando con la cabeza- ciertamente, no nos conocemos muy bien y lo que nos une es la espada que yace en el caballo; aunque eso no significa que no quiera preocuparme por su portador.
- Entiendo, no tiene que excusarse- hizo un ademan con la mano y observo como el cielo nocturno se comenzaba a apoderar de la noche- está apunto de anochecer, será mejor que se vaya a su casa.
Con aquellas frías palabras, la rubia fue a tomar a su caballo y se subió en él.
La dama del lago soltó una pequeña risita, imperceptible para aquella que se iba. Era de esperarse que se fuera de esa manera. Era su culpa y de nadie más, había tenido ese problema de entrometerse desde que era niña y ahora le cobraba factura con el rey de Bretaña.
Solo debió callar, a fin de cuentas ¿Qué más le importaba si algo le pasaba al rey? Su deber era con la espada, no con el portador. Era lo que intentaba decirse así misma para mitigar la punzada de dolor que le provocaba la indiferencia del rey.
- Deme la mano–la voz suave y un tanto dominante de la joven rubia arriba de su caballo hizo que la albina la observara de manera curiosa- ¿tiene la idea de que la voy a dejar caminar hasta su lago, así como si nada? –lanzo su pregunta con su ceja alzada.
- E-Eh… No, pero –la mujer de ojos rojizos dudo, tenía sus reservas con los caballos; pero al notar la mirada profunda y fuerte del rey de los caballeros, no tuvo de otra más que aceptar y darle su mano.
- Venga –con sus palabras dichas, tiro de ella y la acomodo entre de ella y la cabeza del caballo- la llevare sana y salva.
- No es necesario… -en cuando el caballo comenzó a andar, nerviosa se aferró a la montura- p-puedo ir caminando.
- Como caballero no puedo permitirme dejarla aquí, sola –agrego la rubia, ocultando lo gracioso que le parecía ver a la albina un poco preocupada- vamos.
Se aferro a la rienda del caballo y este continuo su andar como si se divirtiera también.
La dama del lago se notaba asustada, no le agradaba tener que montar un caballo, ella preferiría tener los pies sobre el agua e incluso sobre la tierra de no haber otra opción. Ella miro a su alrededor, aferrándose con fuerza a la montura del caballo hasta que Pendragon tomo su mano izquierda y la hizo tomar la rienda del caballo.
- ¿M-mi rey? –hablo dudosa y la rubia tomo su mano derecha para que también tomara la rienda. Ahora sus manos estaban siendo rodeadas por las de la joven Pendragon- ¿Qué hace…?
- Dijo que debía pensar en mí y curiosamente, amo montar a caballo, así como lo menciono hace rato –agrego sin apartar su vista del camino. La dama la miro y se quedó perpleja a lo serena que se veía bajo la luz de la luna.
- Aun así…
-Temo decirle, que mi decisión por salvar a mi país es indispensable para mí –hablo calmada y decidida- tampoco sé si podre mostrar sentimientos, he forjado mi camino a base del ideal de no mostrarlos.
Cuando sus ojos cruzaron un destello de bondad apareció en los ojos verdes del rey. Eran pocas, por no decir que nulas las veces en las que Arturia Pendragon tenía ese destello particular. Se veía como lo que debería de ser, una joven guerrera que no se daría por vencida pero que no había abandonado su humanidad como Merlín había profetizado.
- Pero si me permite, si pudiera estar con usted e intentar solo por unos minutos, si solo es posible, mostrar algo de emoción fuera del campo de batalla, yo…
La albina la miro sumamente confundida. ¿Qué le estaba pidiendo? De alguna manera quería entenderla, esa petición suave y delicada declamaba que deseaba tener unos momentos en las cuales podía relajarse.
La dama del lago sonrió un tanto enternecida, no esperaba esa petición y mucho menos después de que la situación se había acomodado para que existiera el drama; pero si era lo que su majestad quería, si deseaba mostrar su lado vulnerable entonces ella le haría caso.
- Entiendo –al dejar de ver sus ojos, la mujer puso su mirada en el camino y mantuvo esa sonrisa- en ese caso, estaré esperando a que mi rey quiera estar conmigo y hare lo que este en mis manos para que sean momentos agradables.
- Si usted hace eso, mi deber como caballero es acompañar a mi doncella a donde sea. Hare todo por usted esta bella noche –contesto con una tranquila y serena voz, unos atisbos de emoción salían de vez en cuando al notar como la dama del lago dio un pequeño brinquillo, imaginándose que era por la sorpresa.
Viviane soltó una risita penosa y a decir verdad algo emocionada por esas palabras, mientras que Pendragon dio una temerosa y nerviosa sonrisa, sus mejillas estaban un tanto sonrojadas; pero solo por ese día aceptaría esos sentimientos, ya mañana, frente a su reino seria el mismo rey sin emociones. Por su parte, la dama del lago se dejaba rodear por esa figura imponente que sin quererlo le brindaba comodidad.
-Minutos después-
Dozmary pool
- Agradezco que me trajera, rey –la mujer albina se inclinó en signo de respeto antes de entrar a su acuosa casa.
- Siempre es un placer y parece que a Eliot le agrado su compañía –al señalar al caballo este dio un relinchido de gusto.
No había paso mucho desde que llegaron al lago, desmontaron del caballo y solo faltaba la larga despedida que por más que decían adiós, no parecían querer irse.
- Cabalgar por un bosque con un caballero a tu lado fue muy divertido –agrego la dama del lago que, en su intento de romper su tardada retirada, dio unos cuantos pasos hacia atrás. No quería despedirse, pero tenía que dejar al rey libre para irse a su castillo.
- ¿Cumplí satisfactoriamente mi rol de caballero? –pregunto inocente la rubia.
- Estuvo más que perfecta, mi rey –dándole una sonrisa, la albina se inclinó un poco hacia adelante- Hoy fue un caballero admirable.
- Es un honor, princesa –Arturia coloco su puño izquierdo sobre su pecho y les dio una leve reverencia a ojos cerrados.
- ¿Así que princesa? –agradecía a la noche puesto que era la que cubría sus sonrojadas mejillas. Era lindo que la considerara de esa manera- veo que sabe cómo tratar a una dama, ¿lo hace seguido con alguna de sus cortesanas?
La ojiverde negó suavemente con la cabeza y le brindo una sonrisa un tanto inocente- Solo tengo una persona que recibe mis palabras y es usted.
- V-vaya… -tanta sinceridad era algo que no podía manejar- eso no lo esperaba.
- No debería, temo que un rey con cortesanas es menos activo que uno que solo tiene sus metas en claro –hablo con la verdad y se mantuvo sonriendo- pero ya hablamos mucho de ideales hoy. Vaya a descansar, solo me iré de aquí cuando haya entrado en el lago.
La dama del lago asintió paulatinamente, tanto los comentarios actuales del rey como su bella figura bajo la luna la tenían un tanto retrasada al hablar.
- Esta bien… -musito y con unos pasos hacia atrás fue que se adentró en su casa- ¿nos veremos mañana? –soltó en casi un gritillo.
- Tiene mi palabra –asintió apacible.
- Se que no la romperá, mi rey –ella le correspondió la sonrisa y se adentró en la profundidad del lago.
Arturia solo se fue de ahí, como prometió, cuando la vio entrar en el lago. Se dio la media vuelta para tomar las riendas de Eliot y volver al castillo donde de seguro seguía castigado por Sir. Bedivere. Pero no le importaba, esa felicidad que sentía, ese calor que emanaba de su pecho no la haría frustrarse o sentirse de caída, solo la haría mejorar.
Aquella noche se había vuelto su mas grande secreto del cual ninguna diría nada. De alguna manera, se necesitaban mas de lo que pensaban.
Tiempo después
"Esta vida no era para unirnos, en la otra nos volveremos a ver."
Desde ese día hasta la actualidad, el rey había guiado a su país con mano justa y sin mostrar emoción alguna. Un dragón inmortal en el campo de batalla gracias a fu Excalibur. Solo tomaba lo que necesitaba cuando era momento de hacer una conquista e instruía a sus caballeros para que no intentaran saquear más de la cuenta.
Bretaña tenia un rey justo y los caballeros un líder, así era como lo había soñado, como debía de ser.
Aun si los demás pensaban que un rey sin emociones no era lo idóneo, ella solo decía que eran los gajes de reinar: "así es la vida de un rey solitario".
Incluso para mantener su identidad tuvo que casarse con Guinevere, una doncella hija del rey Leodegrande, un matrimonio político con la finalidad de lograr la apariencia externa de un "reinado" en Gran Bretaña. Su boda había durado siete días enteros, era el evento del año.
La ahora reina de Bretaña no veía diferencia entre el sexo masculino o femenino. La educaron, debido a la época, de una manera en la cual el matrimonio entre un rey y una reina no era mas que meramente político, sin amor alguno. Su misión, aun sabiendo que su marido era una mujer, era actuar como una dama propia y delicada.
Particularmente, Arturia le tenía cierta consideración a Guinevere, así como ella se lo tenía, por no decir que la reina admiraba al rey. La valoraba como mujer y sabia que lamentablemente su matrimonio no podía consumarse y era mas que una fachada política, la apoyaba a su manera. Le intentaba mostrar una sonrisa de vez en cuando en esas veces que se topaban en el castillo o se encontraban en la habitación. La animaba a las actividades extracurriculares como bordar o tocar algún instrumento. En su mente, la rubia pensaba que la carga que llevaba Guinevere era mucho más pesada que la suya, puesto que ahora ella debía cargar con los estigmas de una mujer de sociedad alta, no como ella que siendo un "hombre" podía hacer y deshacer lo que quisiera.
Pendragon le daba una probada de lo que había vivido al lado de Viviane. Cosa que, dicho matrimonio causo tal molestia en la dama del lago que incluso los vientos rugían y las aguas se encontraban inquietas. "Estúpido" era la palabra que ella encontró para definir las acciones de Merlín que era el que daba semejantes opiniones. No solo le estaban dando una responsabilidad aun mayor a Arturia, si no que ahora otra persona sabia de la verdad del rey y también la estaban obligando a vivir como una reina solitaria.
Pero, aun si la dama del lago pensaba que ya no tendría tiempo para ella, puesto que antes de eso se veían una o dos veces y en una buena semana, tres veces a la semana: el rey se daba el tiempo para ir a visitarla al lago o en pocas ocasiones, la albina visitaba el castillo con la excusa de ver a su protegido Lancelot y compartía unas cuantas miradas cómplices con el monarca.
El lago, donde platicaban de las cosas mas triviales y tontas, era el momento especial que habían prometido en aquella noche, su secreto donde solo estaban ellas dos a solas. El lugar donde su relación evoluciono aun apoyo mutuo genuino, puro y de verdadera sinceridad. Arturia, en esos momentos genuinos se volvía una joven que reía y disfrutaba de cabalgar con la temerosa dama del lago.
Poco a poco, ya no era un solo "debo verla" ya era un "¿Cómo estará?" o un "¡Quiero verla!". El corazón latía con fuerza y de forma cálida cuando se sonreían, incluso cuando se miraban tímidas cuando sus dedos se rozaban o sus pies cuando descansaban en el lago.
La vida de Pendragon, a su manera de ver, se había aligerado un poco en presencia de la dama. Aun si comenzaba a ver desertores en su reino, la dama del lago le daba las soluciones, podía hablar con ella de cualquier cosa y sus problemas no eran menores. Así como la dama le llego a contar sobre su vida con Merlín, de cómo fue su estudiante y este la intento conquistar, pero tal fue la repulsión que sintió que mejor corto relación alguna con él.
Siempre que la vida parezca resuelta, algo siempre termina pasando, ¿verdad?
- ¡Apúrese, mi rey! ¡Lancelot tomara ventaja!
La aludida soltó un pesado suspiro al escuchar el grito feroz de uno de sus soldados que ya habían salido de la caballeriza para ir directamente a la entrada del palacio.
¿Por qué perseguían a Lancelot, su fiel amigo? La resolución es sencilla: él se había mantenido una relación ilícita con la reina Guinevere. El pueblo quería su cabeza y la de la reina impura. Solo que para Arturia, no era algo a lo que le debieran de dar tanta importancia. A su manera de ver las cosas, ya tenia una idea de que su esposa le era infiel con su mejor amigo, lo había sospechado cuando veía sus miradas cómplices.
Guinevere era una mujer que solo conocía las responsabilidades de una esposa perfecta, no sabía que se sentía que un hombre la amara con tal fervor como lo hacia Lancelot. Desgraciadamente, las personas al no saber la condición de genero de su rey, la única culpable Guinevere que había enamorado a dos hombres puros y fue condenada a la hora donde Lancelot se alzo y exclamo que no podían matar a la mujer que amaba. El pueblo lo tomo por traidor cuando él había jurado lealtad al rey justo que le había abierto las puertas de su reino y también su cabeza seria pedida.
Ambos traidores debían de ser ahorcador para pagar por sus pecados y el rey era el que debía dar caza del caballero fornicador: pero Arturia tenía otro plan, ella quería encontrar a su mejor amigo y buscar una solución que no llevara a que los dos murieran ahorcados.
Ella nunca reprimió a Lancelot por su insolencia, aunque sabía que debía hacerlo puesto que este le juro lealtad, es más, ni siquiera a su esposa la había castigado, eran los viejos sabios del consejo los que habían tomado esa decisión sin siquiera decírselo.
- Sera mejor irme… -murmuro la ojiverde.
Camino a paso un poco apresurado, tenia todo listo en su caballo y este al esperaba ansioso. No sabia que pasaba, solo tenia la idea de que iba a correr y eso le emocionaba.
- Espera un minuto.
Se detuvo en seco cuando escucho esa tan conocida voz. Al darse la media vuelta se encontró a la dama del lago que se veía mas que molesta, ella ardía de ira.
- Oh hola, ¿Qué puedo hacer por…?
- ¿Por qué van a perseguir a Lancelot? ¿Por qué? -cuestiono hastiada- ¿Por qué se llevó Avalon o por su estupidez?
Claro, era lógica su preocupación, a fin de cuentas, ella había criado al caballero del lago desde que era un bebé, por supuesto que estaba ahí para reclamar.
- No es idea mía -añadió la rubia de forma rápida y suspiro- ¿escuchaste lo que hizo con mi esposa? -la mujer asintió- los viejos sabios me están obligando a ir por él y no solo recuperar la funda de Excalibur, si no de traerlo de regreso.
- ¿Y qué harás cuando lo tengas en tus manos? ¿lo mataran?
El rey negó con la cabeza- solucionare esto de alguna manera, no permitiré que muera mi mejor amigo. Tampoco que mi esposa perezca, logre convencer a los sabios que debíamos tener a los "culpables" para enjuiciaron. Ya veré que hago para sacarlos de aquí.
- Mi rey, eso solo complicara su situación –declaro la albina- ¿no lo entiende? Su reino se viene abajo. Ya muchos han desertado, el pueblo habla de que su rey es demasiado justo y frio.
- Es curiosa la combinación de justo y frio –soltó la rubia con una suave risa amarga- es lo que un rey debe de soportar. De alguna manera hare que esto termine, cuando vuelva, me encargare de lo demás.
La dama del lago presiono con fuerza su puño, le frustraba esa parte de Arturia. Para ella, ni su vida valía más que la de los demás y si alguien se iba, ella no mostraba lo afligida que se sentía, solo asentía y fingía no importarle. Todo aquello le estaba empezando a generar problemas con su reino que tanto amaba y seguía sin entender los sentimientos de los demás.
- ¿Así como lo hizo con Moldred? –regaño y de inmediato el monarca soltó un gruñido- por su descuido, por no darle importancia a Morgana y al idiota de Merlín, termino con un vástago que ha jurado destruirle.
- Es el camino que Moldred se forjo –afirmo al bufar- primero un problema a la vez. Iré por Lancelot y lo hare volver así tenga que hacer lo que tenga que hacer, y después, juntos solucionaremos el problema que es Moldred. Por esa mirada en sus ojos, tengo el presentimiento que hará algo.
Un homúnculo creado cuando Merlín, viendo que Arturia no podría dejar dependencia, la hizo un seudo hombre para que así consumara su matrimonio con su esposa; pero no conto con la astucia de Morgan, su hermana e hija legitima del rey Uther Pendragon, la encanto para así mismo extraer de ella un esperma e insertárselo en su útero para formar así un homúnculo que terminaría siendo el caballero de la traición Moldred.
No era para menos, esos confusos sentimientos por el caballero carmesí Moldred que resulto ser su hijo ¿hija seria lo correcto? Era algo que no sabía explicar bien. Le admiraba como caballero por la fiereza y lealtad que demostraba tanto fuera como dentro del campo de batalla, solo que no se esperaba que Moldred le dijera con tanto entusiasmo que era su hijo y cuando Arturia rechazo su existencia y le negó el "derecho" al trono, estallo en ira y se fue dejando Camelot atrás al jurar que se vengaría.
- Con más razón debe de quedarse mi rey –esa ira de la dama se iba retirando dando paso a la preocupación por el monarca- hable con las hadas del bosque, Moldred está planeando algo, debe quedarse para proteger a su reino.
- Si no puedo proteger a mis amigos cercanos, no puedo proteger a mi reino –afirmo al asentir con la cabeza, se veía decidida- si no puedo traer a Lancelot de regreso, ¿Cómo poder mirar a los demás a la cara?
- Se que él es mi protegido, pero lo traiciono –la albina intentaba convencérsela, pero cada palabra que decía solo hacía que la rubia negara con la cabeza- Sir Gawain tiene razón, el caballero oscuro traiciono al rey y secuestro a la reina, ¿Cómo es que usted lo perdona?
- Porque es mi culpa. Estoy consciente de que los caballeros de la mesa le tienen resentimiento a Lancelot e incluso Sir Galahad, su propio hijo le guarda tal resentimiento que al saber de esto viene de regreso a Camelot para darle caza –agrego en un breve análisis de la gravedad del asunto- si castigara a Lancelot o ha Guinevere no solucionaría nada, un caballero debe hacerse responsable de sus acciones.
- Mi rey… –iba a dialogar más, pero la mano de Arturia sobre su apretado puño la hizo detenerse.
- No lastime sus manos así, le dejara cicatrices- al tomar la mano de la dama, abrió su puño y miro la palma, en efecto, tenía marcas de uñas – como su caballero, no puedo permitir que se lastime de esa manera… -con las yemas de sus dedos, acaricio esas sutiles marcas- Viviane…
- No, no lo haga –la mujer negó suavemente con la cabeza, sabía que cuando el rey usaba esa aterciopelada voz, lograría doblegarla para que cediera en sus intentos- Debe dejar que los guardias vayan por Lancelot, para eso es que los ha entrenado –alejo su mano de las de Arturia para no caer en sus encantos y continuar viéndose firme.
- Si se enfrentan a Lancelot, acabaran muertos en menos de lo que canta un gallo. Él es demasiado fuerte para ellos.
- Son soldados, es su deber morir por su rey –incluso para la dama del lago eso era frio y Arturia solo pudo alzar la ceja dudosa- no me vea así. Usted debe entender que no puede controlar todo eso incluye la culpa que siente ahora.
- Viviane… Es culpa mía que ella viviera una vida llena de desgracia, permití que pisotearan su honor. Me case con ella en calidad de rey, nunca la ame, lo único que podía hacer ella al verse arrinconada e incluye a Lancelot, fue traicionarme –hablo con cierto dolor en su voz.
- Aun así…
- ¿Sabes que pensé cuando me casé? -la dama negó con la cabeza- deseé fervientemente la felicidad de Guinevere. Es uno de mis recuerdos más felices.
- ¿Es el mas feliz? -soltó con cierto recelo la albina.
La rubia negó con la cabeza suavemente y de un paso quedo un poco mas cerca de ella- no, hay otro momento que guardo en mi mente y mi corazón.
- Cu… ¿Cuál es…? -ver esos intensos ojos verdes la volvía cohibida y dócil en un dos por tres.
- Temo que, si se lo cuento, este se vaya de mi memoria -añadió y admiro como los ojos rojos de la dama pedían a gritos que le contara- se lo diré cuando regrese. Esa será mi promesa.
Con esas palabras, el rey se dio la media vuelta para retirarse, sabia que mientras mas se despidiera menor seria y era primordial traer a Lancelot de regreso para arreglar ese asunto; pero antes de irse por completo, una mano tiro de ella, haciéndola mirar atrás y cuando menos se dio cuenta, fue rodeada en la cintura por los brazos la dama del lago.
Se sentía como un abrazo desesperado, uno que anhelaba y le exigía que regresara sana y salva.
- Volveré, se lo prometo -declamo la ojiverde de forma suave- confié en mis palabras, un rey no miente.
- Pero no lee el futuro… -la dama musito y se negaba a dejarla ir- no le haga una promesa a una mujer si no la va a cumplir -su voz entrecortada y algunas lagrimas de sus ojos delataban que iba a llorar desesperadamente.
- Es probable que me gane el infierno por esto… -ante sus tenues palabras, logro separarse un poco de la mujer y antes de que esa le reclamara, deposito un corto beso en la frente de su acompañante.
¿Era apropiado hacer eso? No, definitivamente no lo era ¿necesario? Si y lo haría más de una vez si así lograba que la dama del algo dejara de llorar.
-Tiempo después-
Colina de Camlann
En esa colina, la gran batalla del siglo se había desatado. Varios caballeros cayeron presas de la locura y desesperación del caballero carmesí. Incluso Gawain, el caballero del sol fue asesinado por Moldred gracias a una estocada en una herida vieja que tenia de una pelea con Sir. Lancelot.
La sangre inundaba el aire con su particular aroma férrico, las espadas y lanzas descansaban de forma descarada por el campo al lado de los que alguna vez los empuñaron. Los cuerpos inertes de los rebeldes y de los leales al rey yacían fundidos con el lodo, volviendo a lo que siempre debieron ser: hermanos de armas.
En la loma más alta, una última estocada resonaba como un tajo de aire; Rhomgomyniad, la sagrada lanza de la luz final del rey Arturo había atravesado el corazón del caballero carmesí que en un arrebato arrojo a Excalibur lejos de su dueña.
Las últimas palabras de Moldred fueron escuchadas en el oído de Arturia antes de que alzara la mano ensangrentada e intentara agarrar la cara de su padre, ni eso se le había dejado en sus últimos momentos de vida; pero si caía, el rey también lo haría. Así que, con su última voluntad, logro clavar su espada en su rival y cayo contra el piso cuando la lanza dejo su cuerpo. Ahora el rojo sangre del suelo se volvería uno con el caballero carmesí.
La rubia, inclinada en el suelo vio con pena al homúnculo, toda aquella ira solo impulsada por un deseo estúpido de gobernar solo por creer merecérselo, un verdadero rey se ganaba el trono, no lo esperaba. No la odiaba por la idea que fuera su vástago engendrado de mala fe por Morgan, más bien no la aceptaría como heredera pues porque en verdad no eran más que "gemelas" de particulares y extraños casos mágicos.
Pero, aun en la sombra del futuro amanecer, Arturia admitió muy en el fondo, de que, si la situación hubiera sido diferente, le gustaría volver a pelear al lado de Moldred.
Terminado sus pensamientos, la ojiverde cayo presa de las heridas, jadeaba boca arriba, la visión poco a poco se le fue nublando, el dolor calcinante que sentía iba disminuyéndose hasta perder el sentido nervioso.
- ¡Mi rey!
Aunque el caballero gritaba, ella solo se quedó estática, sin mostrar algo más que ser un saco de papas y un estorbo.
- Lo llevare sano y salvo, se lo juro…
Cuando aquella figura se colocó muy enfrente de ella, distinguió que era Sir. Bedivere que con un ágil movimiento la coloco arriba del caballo cual saco. El dolor había vuelto puesto que la posición era rápida mas no cómoda. Sus piernas colgaban al igual que sus brazos e incluso la cabeza.
Sin perder tiempo, el caballero recién llegado y monto el caballo para correr hasta encontrar ayuda. Sabía que el camino a Camelot eta grande así que tenía que poner la mayor velocidad posible.
Islas santas
-Poco tiempo después-
- Sir. Bedivere, tengo un favor que pedirle…
Ella sabía que era su final, sin su querida Avalon que se había perdido en la búsqueda de Lancelot, su vida terminaría debido a que no se podían curar sus heridas.
Por lo que, sabia aun en sus últimos minutos, pido al caballero que la sentara cerca del lago para proceder a su última voluntad.
- Lo que usted ordene, mi rey –se inclinó frente a su rey, mostrando respeto porque también sabía lo que pasaría.
- Toma a Excalibur y regresala a la dama del lago. Mi tiempo con ella termino y no es justo que la acapare –débil, la vida se escapaba de su cuerpo y poco a poco iba cerrando los ojos, aunque se esforzaba en mantenerlos abiertos para hablar con el caballero- ¿podría hacer eso…?
- Mi rey…-Quería negarse, decirle que la salvaría, pero sería imposible- hare lo que usted me pide –desconsolado, tomo a Excalibur de las manos de su portadora con firmeza- ¿tiene algo más que pedir?
La rubia negó suavemente con la cabeza y soltó una pequeña sonrisa que Bedivere nunca había visto- quiero decir tanto, pero temo que no tengo tiempo… -rio sin ánimos.
- Descanse mi rey, cuando lleguemos a Camelot, tendremos un increíble banquete por la gloria de hoy –intento animarla, pero ella solo asintió paulatinamente- y veremos a todos los caballeros de la mesa redonda, perdonaremos a Lancelot solo si puede beber más que Percival.
- Eso sería gracioso de ver. –la rubia asintió torpemente con la cabeza- anda, ve a hacer lo que te pedí, se te hará tarde…
- Como usted ordene –se tuvo que morder el labio debido a la impotencia de aquel entonces.
Su rey era bueno y justo, no merecía una muerte así; pero el destino así lo había planeado.
-Volveré enseguida.
Las últimas palabras de Bedivere fueron escuchadas y no contestadas por Arturia que ya casi entraba en el sueño eterno. El caballero tomo Excalibur y al subirse a su caballo galopo tan rápido como este se lo permitiera.
Mientras esperaba el fin, un dejo de rencor hacia si misma aparecía en Arturia. Sabía que ella caería por Bretaña, fue lo que le enseño Merlín, pero nunca pensó que sus allegados también lo harían. Se arrepentía de tanto y no había cumplido ni la mitad de sus planes para su país.
Sus errores llevo a su reino a la perdición; pero si existiera una oportunidad de volver el tiempo atrás y corregir sus errores entonces lo haría.
- La fuerza de la tierra me protegerá hasta mis días… Consagrare mi vida a lo que tenga que hacer con tal de remediar mis errores –declamo al mirar el cielo y este por unos instantes se había vuelto dorado, pero volvió a su color usual en unos segundos- ¿es así de fácil? –soltó una amarga risa y miro el lago a su derecha, sonrió agradecida- no todo lo que hice fue malo ¿verdad, Viviane? Siempre te tendré a mi favor.
La luz tocaba tranquilo el agua dándole algunos toques amarillentos y unos verdes de los árboles, se veía nostálgico pues una escena parecida vivió cuando conoció a la dama del lago.
- No cumplí mi promesa- cerro los ojos y pequeñas lagrimas salieron de sus apagados ojos- debí decirte que mi mayor recuerdo fue el día que te conocí. De verdad te ame mucho, más de lo que podría imaginar –riendo apagada le dio un último vistazo al lago- no sentí que fuera un rey o una campirana a tu lado, solo era yo y nadie más. Por todos esos momentos que pase contigo, gracias.
Era la misma ilusión del desvanecimiento el que la obligaba a agrandar su sonrisa cuando pensó que vio a la dama del lago. En su intento de alcanzarla, de darle el ultimo abrazo, alzo su mano para tomarla de la dama. Justo antes de que se "tocaran", el rey de los caballeros dejo de respirar y por consecuencia falleció dejando este mundo pensando en una de las pocas cosas que no se arrepentía: su vida con Viviane.
o-o-o-o-o
- Se ha ido… -murmuro Bedivere al ver la fascia de su rey.
Nunca la había visto tan tranquila en ese pequeño amanecer. Deseaba que su rey hubiera encontrado la paz que tanto anhelaba.
- Ha caído un grande…
- Mi rey –apresurada, consternada, la dama del lago se arrodillo enfrente del inerte monarca- no pude llegar a tiempo, lo lamento –no tenía pena de llorar, mostrar sus sentimientos desgarradores en aquel momento- temo que ya no podremos salir a pasear en Eliot…
Por más que se hubiera preparado mentalmente para ese momento, nada le impedía sentirse tan desolada, como si le quitaran un pedazo enorme de su corazón. Su alma lloraba desgarrada.
- M-Mi rey… -tomo aquella cabeza en sus manos- permítame regresarle su regalo –al acercar la cabeza, beso la frente de la rubia con el mismo afecto que ella hace bastante tiempo- solo espéreme, le juro que nos volveremos a encontrar… Siempre estaré con usted… -con esas palabras dichas, tomo entre brazos al rey y lloro con aun más fuerza.
Nada se la devolvería, solo quedarían del rey justo las memorias que compartieron. Pero lo sabía, lo presentía, no sería hoy o mañana, pero en un futuro y con otras circunstancias se volverían a ver.
"Te encontrare en otra vida, te lo juro. Y solo en ese entonces, podremos ser felices."
-Inicio de la cuarta guerra del santo grial-
PONER FECHA
Iglesia Einzbertn
- Se lo preguntare, ¿Usted es mi maestro? –pregunto una misteriosa figura que recién había salido de un círculo mágico.
La figura de cabellera rubia miro a su alrededor pues no encontró respuesta de quien sería su maestro. Solo había un señor pelinegro con cara de pocos amigos y una albina de ojos tan radiantes como dos rubís.
¿Cabello blanco? ¿Ojos rojos?
- Eres… -hablo pausado el sirviente y observo intrigada a la joven- ¿eres tu…? ¿Viviane?
"Estaré a tu lado, te lo prometo."
¡Hola! Uh… Es mi primer fanfiction de esta pareja… ¿Qué tal quedo? Se bien que no hay relación entre la dama del lago e Iris pues esta última es un homúnculo, pero… ¿Quién dice que no puedo imaginar un mundo donde si haya una relación? xD
La verdad, disfrute mucho hacer esto, fue una cantidad abismal de palabras, pero uff, valió la pena.
Sin más que decir: dudas, criticas o alguna cosa por favor no duden en comentarlo. Sus reviews alimentan la creatividad de cualquier escritor así que regalen, aunque sea un review a cada historia que lean en sus hermosas vidas.
Nos vemos en la siguiente actualización~ n_n
