Capítulo 1
Fitzwilliam Darcy miraba distraídamente por la ventana del carruaje. Al lado de él viajaba su querida hermana en silencio intentando poner atención a lo que Caroline Bingley le decía. Este era el segundo día de viaje y Caroline se las había arreglado para subirse al carruaje de ellos y acompañarlos hasta que llegaran a la siguiente posada en donde pasarían la noche. En una jornada y media más de viaje llegaría finalmente a Pemberley.
El señor Darcy no había vuelto a ser el mismo desde su fatídica propuesta de matrimonio a Elizabeth Bennet. Él había estado tan seguro de que ella lo aceptaría, que la atracción que ella sentía por él era tan profunda como la que él sentía por ella. Pero todo no había sido más que una ilusión. Ella no sólamente no lo amaba sino que lo detestaba.
Desde la perspectiva que el paso de los meses le había dado, podía reconocer que no había hecho nada por ganarse su cariño y admiración. Desde que él conoció a Elizabeth Bennet se había comportado como un canalla con ella. A la atracción inicial que había sentido por ella, había respondido con un insulto en voz alta y en medio de una asamblea llena de gente. Más tarde, y en cada una de sus interacciones, él había ocultado su admiración y la había disfrazado de indiferencia.
Hoy sabía que había dejado escapar la oportunidad de unir su vida a una mujer maravillosa, junto a la que sabía hubiera sido inmensamente feliz. Pero su maldito orgullo lo había nublado y no le había permitido ver que una mujer como Elizabeth jamás hubiera aceptado a un hombre arrogante que no la respetara, por más rico y poderoso que fuera.
El señor Darcy había pasado meses reflexionando sobre el tema. Las primeras semanas se había comprado ropa nueva y se había vestido más elegante que nunca para asistir a todos los eventos sociales a donde lo habían invitado. Él deseaba encontrar a una mujer sofisticada, guapa, elegante hija de una familia importante para casarse con ella y publicarlo en todos los periódicos para que Elizabeth pudiera ver que él no la necesitaba, y que su rechazo no había tenido ningún efecto en él. Después de varias veladas navegando entre salones y salas de baile se dio cuenta de que ninguna mujer podría superar a la que había perdido.
En ese momento pasó a la segunda etapa, en donde se sumergió en una profunda tristeza. No era poco habitual que pasara la noche despierto y bebiendo más de la cuenta. Sólo reaccionó cuando vio lo preocupada que estaba Georgiana al verlo tan mal.
En la tercera etapa fue cuando reaccionó. Cuando pudo analizar cada una de sus interacciones con Elizabeth y no pudo sentir más que vergüenza por su comportamiento. Con vergüenza recordaba la carta que le había escrito, en donde lleno de arrogancia le había aclarado las dos acusaciones que ella le había hecho. Él no la culpaba por haber creído en George Wickham. Sabía que era un hombre manipulador y después de como se había comportado en Hertfordshire no era difícil pensar que él era un hombre cruel y despiadado.
Hoy se consideraba una mejor persona y todo gracias a Elizabeth. Desde ahora en adelante intentaría ser un hombre más humilde, y sobre todo menos severo a la hora de catalogar a otros. Sabía que era importante poder conocer mejor a alguien antes de juzgarlo. Lamentablemente, Elizabeth jamás tendría la posibilidad de conocer a este nuevo señor Darcy, pero él creía que a ella tampoco le importaba. Elizabeth siempre estaría en su recuerdo, él aún la amaba, incluso más que antes. Pero sabía muy bien que luego debería buscar una esposa para producir el heredero que su propiedad necesitaba.
- Señor Darcy, no sabe lo feliz que me hace saber que pasaremos dos semanas en Pemberley. Sé que se lo he dicho en más de una ocasión durante nuestro viaje, pero es que estoy tan contenta. Además, tendremos la posibilidad de afianzar aún más nuestra amistad, mi querida señorita Darcy - dijo Caroline mientras miraba coquetamente al hombre más guapo y rico de todos sus conocidos. Ella tenía la esperanza que en esta visita a Pemberley, por fin el señor Darcy se diera cuenta de que ella era la mujer perfecta para transformarse en la nueva señora Darcy, patrona de Pemberley.
- Claro que sí, señorita Bingley - fue lo único que Georgiana pudo decir. A ella no le agradaba mucho Caroline, era demasiado evidente que no tenía ningún interés en ella y que sólo la utilizaba para poder estar cerca de su hermano. Ella no se había atrevido a decirle nada al señor Darcy, pero cuando supo que el señor Bingley y sus hermanas pasarían unas semanas en Pemberley, había estado a punto de decirle que ella iría a pasar unas vacaciones con su tía, la condesa. Pero después de ver lo triste y mal que él había estado hasta hace no muy poco tiempo, ella decidió no dejarlo solo. Georgiana sabía que el señor Bingley con su simpatía y buen carácter ayudaría a su hermano a recuperar algo de su espíritu. Ella no sabía lo que le había pasado pero presentía que detrás de todo había alguna mujer. Una muy tonta por cierto, porque qué mujer en su sano juicio no querría estar con un hombre honorable, rico y tan guapo como su hermano.
- Georgiana, señorita Bingley, creo que nos estamos acercando a la penúltima parada de nuestro viaje. En dos días más, y antes del anochecer deberíamos estar llegando a Pemberley - dijo el señor Darcy al ver lo incómoda que se sentía su hermana después de escuchar los halagos y conversaciones frívolas de la señorita Bingley por más de tres horas.
- Ha sido tan maravilloso viajar con ustedes, que les voy a rogar que me permitan acompañarlos mañana - dijo Caroline mirando al señor Darcy con una sonrisa cómplice. Ella estaba segura que él estaba igual de emocionado que ella al saber que pasarían más tiempo juntos.
El señor Darcy se sintió horrorizado con la sola idea de pasar otro día encerrado en el carruaje con la señorita Bingley. - Lo siento, señorita Bingley, pero mañana me debo levantar al alba. Mi capataz me dijo que debía discutir unos asuntos urgentes conmigo. Por eso cabalgaré el resto del viaje. Si llego un día antes a Pemberley, podré resolver todo lo que tengo pendiente para estar libre cuando ustedes lleguen - Era verdad que él tenía cosas que hacer, pero lo había usado como excusa para huir de Caroline. Lo sentía por Georgiana y la señora Annesley pero él no podía soportar otro viaje con esa mujer tan cerca de él. Sentía particular pena al pensar que si las cosas hubieran sido distintas, en esos momentos tendría a Elizabeth a su lado y sería el hombre más feliz del mundo.
Al día siguiente, se levantó de madrugada, comió algo y partió con su caballo rumbo a Pemberley.
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Durante la mañana Elizabeth había ido a Pemberley. La noche anterior una de las sirvientas de la posada les había dicho que la familia se encontraba de viaje, por lo que ella accedió a acompañar a sus tíos Gardiner a visitar la propiedad del señor Darcy al día siguiente. Después de desayunar partieron rumbo a Pemberley que estaba a no más de cinco millas del pueblo de Lambton, donde ellos se estaban alojando.
Elizabeth quedó impresionada con la belleza del paisaje y de la elegante mansión. Ella sabía que el señor Darcy era un hombre rico, pero jamás pensó que fuera así de rico.
Una vez pasado la primera impresión, su tío solicitó permiso para ver la casa y la ama de llaves accedió a darles un tour por los salones que estaban abiertos para el público. La señora Reynolds no sólo les contó sobre la historia de la casa y la familia, sino también sobre el actual patrón, el señor Darcy y su hermana. Ella habló maravillas de él, destacó especialmente su amabilidad, inteligencia y por sobre todo, lo responsable que era y cómo se ocupaba diligentemente de la finca y todos sus inquilinos.
- Está la biblioteca abierta al público - preguntó Elizabeth tímidamente.
- Lo siento, señorita. Pero la biblioteca no forma parte de los salones en exhibición. El señor Darcy es muy cauteloso con sus espacios personales. La biblioteca desde que era muy pequeñito, ha sido uno de sus lugares favoritos de la casa. Sólo la familia y sus amigos más cercanos tienen acceso a ella - La señora Reynolds sabía muy bien que su patrón no deseaba miradas intrusas en sus espacios más íntimos.
- Entiendo, no hay problema - Elizabeth estaba feliz con todo lo que había visto. Además los jardines y el parque adyacente se veían maravillosos. Después de recorrer todas las dependencias del lugar habían vuelto a la posada a la hora del almuerzo.
Después de comer, su tío y tía le preguntaron si deseaba acompañarlos a visitar a una vieja amiga de la señora Gardiner que los había invitado a tomar el té. Elizabeth se excusó diciendo que aprovecharía el tiempo para escribirle a Jane y a su padre para contarle todos los lugares hermosos que había conocido. - Pásenlo bien con sus amigos, y por favor no se preocupen por mí. Ya saben que puedo entretenerme sola. -
- Está bien, Lizzie. Pero si sales a caminar, no te alejes mucho. Estos bosques son inmensos y es fácil perderse en ellos - dijo la señora Gardiners a su sobrina.
Elizabeth besó a su tío y a su tía, y les dijo que no se preocuparan por ella. Sus tíos se fueron y Elizabeth se sentó a escribir en un pequeño escritorio que había en el saloncito de sus habitaciones. Intentó escribir pero no pudo, los ojos se le cerraban solos porque estaba muy cansada, la noche anterior había dormido muy poco pensando en su visita a Pemberley.
Ella no se arrepentía de haber rechazado al señor Darcy, o al menos era lo que se decía a sí misma todo el tiempo. La verdad era que desde el primer momento en que lo vio se sintió atraída hacia él. Era el hombre más guapo que conocía, además era inteligente y honorable. Elizabeth se arrepentía de haberlo acusado basada en las mentiras del señor Wickham, ese hombre despreciable que la había manipulado y en el que ella había creído ciegamente motivada por la ira que el desprecio del señor Darcy le provocaba.
Después de intentar por unos minutos escribir, decidió tenderse en su cama por unos minutos para descansar. No se dio cuenta de cómo se quedó profundamente dormida por casi dos horas. Una vez más soñó con el señor Darcy declarándole su amor ferviente y absoluta admiración. Esta vez no dijo nada de su familia ni de sus conexiones, sólo se limitó a decirle que la amaba. En su sueño ella lo aceptaba y se casaban. Más tarde, estaban en Pemberley, él le mostraba la biblioteca y le decía que podía leer todos los libros que quisiera. Además, recorría el jardín juntos y él cortaba unas cuantas flores y se las regalaba. Finalmente la besaba y justo en ese momento ella despertó.
- No sé que voy a hacer con estos sueños. Por qué este hombre siempre se aparece para atormentarme. Lo que me faltaba, ahora voy a soñar con él y con Pemberley. Menos mal que no pude ver la biblioteca - dijo Elizabeth resignada. Después de lavarse la cara y peinarse, decidió salir a dar una vuelta para poder despejarse un poco.
Sin darse cuenta y después de caminar por un poco más de una hora se encontró en el sendero que colindaba con el bosque que rodeaba Pemberley. Desde allí se veía el pequeño lago que rodeaba la hermosa mansión. Estaba bastante lejos del lugar por lo que no había ningún peligro que nadie la descubriera fisgoneando. Se sentó en una piedra y se quedó por unos minutos contemplando todo el paisaje. No pudo evitar pensar qué habría pasado si no hubiesen habido tantos malos entendidos entre ellos. Tal vez hoy ella sería la patrona de todo lo que observaba a la distancia. Pero ella sabía en el fondo que jamás podrían haber sido felices juntos. Ella no podría vivir al lado de un hombre tan arrogante y altivo, y él jamás podría haber aceptado totalmente a su familia.
- Creo que es mejor que me olvide de todo esto, es mejor así. Adiós Pemberley - se dijo Elizabeth con resignación. Cuando comenzó a caminar de vuelta se dio cuenta de que una tormenta se avecinaba. El tiempo en Derbyshire solía ser bastante impredecible. Sin darse cuenta se vio cubierta por un aguacero terrible y por un viento muy fuerte. Todo eso hizo que se oscureciera mucho. Ella corrió para buscar refugio entre los árboles. Sin darse cuenta su pie se enredó entre unas piedras del camino, perdió el balance y se cayó. Desafortunadamente, al caer se golpeó la cabeza y quedó inconsciente, en medio del camino y bajo la lluvia.
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El señor Darcy había estado cabalgando por casi dos días. Había disfrutado mucho de la soledad, le había servido para reflexionar y tomar algunas decisiones. Había decidido que finalmente hablaría con Bingley y le contaría sobre su intervención en su asunto con Jane Bennet. Le pediría disculpas y le diría que sin importar lo que decidiera, él como su amigo lo apoyaría en todo. Además había decidido quedarse por el resto del año en Pemberley. Él sabía que Georgiana estaría feliz con la idea de no tener que ir a Londres.
Estaba tan absorto en su pensamiento que no se dio cuenta de la tormenta que venía. Cuando la lluvia y el viento comenzaron, ya no tenía tiempo para buscar refugio en la posada en Lambton por lo que decidió seguir rumbo a Pemberley.
Iba cabalgando cuando de repente su caballo se asustó y se detuvo abruptamente. Un jinete más inexperto hubiera perdido el control de las riendas y hubiera caído secamente al suelo. Después de calmar a su caballo, desmontó para ver qué era lo que había asustado al animal. Al acercarse se dio cuenta de que era una mujer herida. La tomó en sus brazos y la llevó hasta un pequeño refugio que se formaba entre el follaje de los árboles.
- Señorita, despierte. Se siente bien, ¿qué le pasó? - preguntaba el señor Darcy afligido. No sabía qué hacer, si ir en busca de ayuda y dejar a la mujer sola. O protegerla y esperar que pasara la lluvia para buscar ayuda. Ella estaba absolutamente empapada y al parecer herida.
Decidió quitarle el gorro que llevaba para examinarle la cabeza y ver si tenía alguna herida. La mujer tenía parte de su cabello sobre su cara, y además estaba un poco embarrada. El señor Darcy decidió limpiarle la cara para ver si no estaba herida. Sacó el pañuelo que llevaba en su abrigo, lo humedeció en la lluvia y comenzó a limpiarle la cara.
- ¡SEÑORITA BENNET! Elizabeth, por favor reacciona. ¿Qué hace aquí, señorita Bennet? No, Dios por favor. No me puedes castigar así. Elizabeth, mi amor ¿qué te pasa? - El señor Darcy estaba desesperado. No sabía qué hacer o qué decir. Cómo había llegado ella hasta allí. Si la vida había decidido castigarlo por su arrogancia, lo estaba haciendo de una forma muy cruel.
Elizabeth sentía un pequeño dolor de cabeza, había intentado abrir los ojos y no lo había logrado. Sentía mucho frío además, pero ahora sentía que estaba en los brazos de alguien que la llamaba. Una vez que logró recuperar algo del conocimiento se dio cuenta de que estaba en los brazos del señor Darcy que tenía su cabeza hundida en su pelo y parecía estar rezando.
Ella despertó creyendo que estaba soñando, que estaba en la cama de la posada aún dormida. - Señor Darcy, estoy bien. Me duele un poco la cabeza pero estoy bien. -
- ¡Elizabeth! Gracias Dios. - Fue lo único que el señor Darcy atinó a decir, mientras abrazaba fuertemente a la mujer que amaba. Estaba tan feliz que no reparó que estaba transgrediendo más de una regla social.
Elizabeth estaba muy emocionada y decidió responder de la misma manera. Ella estaba en medio de un sueño que le permitiría hacer y decir todo lo que no se atrevería a hacer despierta. - Señor Darcy, estoy tan feliz de estar con usted. Me encanta que me abrace así de fuerte, se siente maravilloso. No puedo decirle que me arrepiento de haberlo rechazado, pero sí puedo decirle que he pasado incontables horas pensando en usted y soñando con usted. Imaginando cómo sería estar en sus brazos y sentir sus besos. -
El señor Darcy pensaba que precisamente todo esto era un sueño. Aunque sus sueños jamás habían sido tan dulces y reales. Él inmediatamente miró a Elizabeth y vio como ella le devolvía la mirada con la misma intensidad. - Elizabeth, mi dulce y amada Elizabeth - Sin pensarlo más, comenzó a besarla en los labios. En un principio suavemente y al ver como ella buscaba su boca con igual fervor, siguió besándola como jamás antes había besado a nadie en su vida.
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Gracias a todos los que leen y dejan sus comentarios. Esta es mi primera historia en español, espero que les guste. Es una historia breve de tan sólo quince capítulos, publicaré diariamente o más tardar cada dos días.
Perdonen si hay algunos errores, pero escribo y publico. Una vez terminada la historia la pienso editar. Si comienzo a editar mientras escribo no avanzo nada porque cambio de opinión a cada rato.
¡Saludos a todos y nos vemos mañana!
Yo
