Solo lo salvó de caerse, vestido con un maldito traje a medida, cabello oliendo a sol y una pequeña cintura de avispa.

Oh, la jodida cintura. Nunca antes había sentido o mirado a otro hombre así, de esa manera, de una manera tran frágil como un diamante. Quería cuidarlo aunque sabía que definitivamente no se rompería. Y los centímetros, ¿Eso era un talle noventa y cinco?, Probablemente, tan pequeño. Casi todo su ante brazo rodeaba su delicada curva con una facilidad incendiaria. Lo sostuvo más tiempo del necesario, como cuando iba a las tiendas y ya había decidido que comprar. El inspector Katou definitivamente era porcelana empolvada en la estantería de algún dueño ignorante. Estaba ahí, en el mercado de pulgas, desapercibido y lejos de su casa en la galería de arte, distante de su título de patrimonio de la humanidad.

—Cuidado.— Susurró en un tono que no creía que pudiera llegar más bajo. Y la realización del escalofrío que causó debajo de su brazo le brindo la adrenalina vertiginosa de un auto a 180 kilómetros por hora.

Hace solo dos minutos hubiera sido apartado por un Haru normal, fastidiado y sobre todo sobrio. Ahora era gelatina entre sus muy dispuestas manos, resistiendo a la tentación de aprovechar la oportunidad única de llevarse el ítem ultra raro sin usar la Black card.

—Estas ebrio.

—No Daisuke, el alcohol no me embriaga tanto.

Oh, pero definitivamente Daisuke estaba dispuesto a poner límites antes de que su capricho de niño rico lo llevará a tomar lo que quería. Si, lo llevaría a casa tomado de su exquisita cintura fina y lo dejaría en su lecho acostado preciosamente antes de admirar la obra en extraño silencio e irse con un incómodo bulto en sus pantalones.

—¿Te gusta?— Escuchó preguntar en un tono que el Haru de ayer no hubiese usado ni en sus sueños más calientes, de esos en los que eyacula furiosamente y aún así no es suficiente. Dulce, miel y primavera en las cuerdas vocales de su objeto de devoción por ya dos largos años, miel ardiente con vodka de una fiesta de unos miles de dólares ofrecida por el gran Kambe, en honor al fin de año y el festejo necesario con toda la oficina de crimenes modernos.

—Fue un buen servicio, tal como lo pagué.
Ciertamente la cena y los tragos fueron maravillosos, aunque las fiestas en Berlín se ponían más interesantes que un simple karaoke 5 estrellas en Tokio.

—Definitivamente no es lo que estaba preguntando y no siempre disfrutas de lo que pagas, ¿Verdad?

Ojos fundidos en un champán embriagador se dirigieron a la mano en su cintura. Lo evidente flotó en el aire y aún así no le hizo ni un rasguño al ego, porque si, estaba afianzando el agarre a la cintura como se aferra a un delicioso puro cubano, intoxicandose lentamente de forma muy consciente. Después de todo nunca intentó ocultar el hecho de que tenía una capacidad visual superior para descubrir joyas en bruto y apreciar la belleza a su alrededor. Tenía el ojo entrenado solo para elegir lo mejor, y así apareció su mayor fantasía sexual en forma de hombre. Claro, millonario desde la cuna y abierto a un mundo que no le decía "no", poco le importo el género. Pero eso no quitó la sorpresa inicial de que alguien, en un momento aleatorio de la vida le volteara todo el plan de juego ¿Cómo se seduce a un hombre? ¿Cómo abrirle esas hermosas y kilométricas piernas a alguien que definitivamente no se vende? No estaba en ningún manual, y nunca lo había experimentado antes. Con las damas siempre era abrir la billetera, o guiñar un ojo y la estaba abriendo las sábanas de la cama en algún hotel de renombre.

—Siempre puedes apartarte y caerte al asfalto.— Replicó con fingida indiferencia.

—Tu maldito gin caro no me embriagó pero si me soltó la lengua, deberías aprovecharlo.

Fue una confesión hecha a medias mientras (sin apartar el brazo de su socio) se fue digiriendo hacia el Bentley estacionado perfectamente en la puerta del karaoke. El inspector simplemente frenó en la puerta trasera del auto y se quedó mirando en la ventanilla el reflejo de los ojos oceánicos de Daisuke por lo que pareció una eternidad, esperando algo distante. El millonario, resignandose a qué pronto acabaría el descarado disfrute del contacto no tan casual, abrió la puerta aguardando a que su amigo de boca floja auto declarado "no borracho" se acostara en los dos asientos traseros y se durmiera.

Nunca había hecho una conjetura tan errónea, comprobado cuando su camisa de seda fue tirada hacia adelante con una brusquedad premeditada y dentro del auto sobre ni más ni menos que el oh-jodido-caliente Katou Haru.

—No sabes seducir a un hombre ¿Cierto?

Ahora la voz era incluso más baja mientras el mayor se aflojaba la corbata con una calma digna de un vídeo erótico mientras entreabria los labios y los humedecía de una forma casi pornográfica.

—Haru.— Súplica o sentencia, él no lo supo, solo quería saber dónde poner las manos, como recuperar la voz o dejar de ver esas preciosas clavículas, como controlar la situación, como mentir y demostrar cómo sacado de la manga que realmente podía seducir a cualquier género.

—Si hubiera sido otro, le hubieras arrojado una transferencia bancaria de varios ceros y hubieras terminado la transacción en cualquier hotel de París.

La risa después de una declaración detalladamente acertada fue caramelo. Resbaló por su oído y se metió a su cerebro, de allí definitivamente se dirigió hacia su pene con rapidez ultrasónica. Tragó saliva, y esperó que su ansiedad no sea notada, ni un mínimo gesto, pero tener las piernas abiertas a sus costados, pareciendo no tener fin, mientras miraba el torso debajo suyo iluminado por las luces neon de los locales que se filtraban por la ventana no hacía nada fácil. De repente el juego no era suyo, y había alcanzado una dificultad casi legendaria. Perdió cuando su mayor definitivamente acarició su manzana de Adán con el dorso de la mano con una suavidad de terciopelo mientras acrecentaba su sonrisa.

—Creo que fue un Martes, cuando me miraste de más.— Daisuke lo vio sentarse, tan tan cerca y acercando sus labios húmedos hacia su oreja. Se sintió atento, alerta, con todos los nervios presionados a la vez, con el vértigo en el estómago y el corazón en la garganta. Se sentía una gacela apresada por un león. —El año pasado, eso seguro. Y después algún otro día simplemente presionabas mí hombro más de lo usual cuando observábamos el monitor de la computadora. Pero no lo notabas, ni siquiera sabías que tus gestos eran algo más, tan inocente, ay, tan ignorante.

—No creo que "ignorante" sea una palabra ade-

—Pobre Dai, mirando y mirando el artículo que no se vende.

El puchero detrás de su burla le dio un aire jovial tan corrompible que tuvo que apretar los puños a sus costados y contenerse de estrangular su garganta y follarselo ahí mismo.

—Haru.— Repitió, omitiendo una súplica, absteniendose de soltar algún apodo cariñoso.

—Que sucede bebé, ¿Quieres jugar y no puedes? ¿Eres un caballero ahora? ¿No sabes ver el precio? ¿Tienes miedo?

Daisuke cerró los ojos, y el control se disipó por todos sus poros, abandonado a su suerte, con los sentidos abarrotados de Haru, Haru, Haru. Primavera transtornada, un repentino verano arrasador quemando sus entrañas y arañando la sangre de su pene pulsante. Un pequeño demonio pasaba los brazos por sus hombros, la tela de su traje sonando delicadamente contra la seda de su camisa de seda. Veneno arrastrándose por sus fosas nasales, oliendo a lavanda y llenando todo el auto con su fragancia. El aura corrompida de su compañero obligándolo a firmar un pacto con el diablo.

—Que quieres, te daré lo que quieras, pero por favor...

—"Por favor"— Repitió mientras aprovechando la posición y la amplitud del maldito auto se subió a las piernas del multimillonario, sintiendo la dura presión de su entrepierna en el trasero. —Mendigas tan bonito primor.

Oh Dios, estaba en el infierno. Si el maldito era un simple oficial obsesionado con su trabajo, oliendo horrible en casos especialmente jodidos cuando no se bañaba y se quedaba en la oficina hasta las tantas, era un hombre con su saco horrible y un ceño fruncido 24/7 aunque le estuviese hablando amistosamente ¿Cómo carajo se volvió una máquina de sensualidad tan magistralmente calibrada? ¿De dónde y cuando aprendió a tenerlo en la palma de su mano?

—Quiero pensar que este es mi puente.— Sentencia Haru mientras le da un ligero beso a su cuello, que resuena casi hasta adorable en el silencio del Bentley, la suavidad de una pluma rozando justo punto sensible. —Y estás ahí, esperando a que te ayude a no caer.

Daisuke se estremece como un adolescente en plena pubertad y siente que va a descargar toda su furia allí mismo. Necesita meter su alma dentro de Haru y hacerlo un desastre, precisa en ese mismo instante partirle las cuerdas vocales a gemidos y quebrar sus huesos a embestidas. Lo quiere, lo quiere tan mal, y le duele tan en el alma que lo abraza, lo siente frágil y precioso, lo adora con todo su ser, se aferra, llora en silencio con una ansiedad casi dócil. Que pida, ¿Quiere una mansión en Dubai? ¿Necesita que le compre la Torre Eiffel, el Empire State? Y si después de eso decide que un anillo en su dedo anular no queda mal, se lo da, de oro rosa, con jade, zafiros, lo mejor para él. No importa qué, su nombre, su fortuna, el corazón que suspira en cada latido su nombre, se lo da todo, se queda en la calle, lo ruega en respiros, pero lo tiene. Lo quiere, lo tiene. No importa tiempo, costo y ego, si no está a su lado muere, su corazón se va y arrastra su pene en el proceso. Este deseo, está pasión nunca antes sentida transformándose en denso sudor, es droga, es droga exclusiva, nosciva y alucinante. Lo tiene prendado, atado a su meñique y no podría fascinarlo más, como una perra se arrastra queriendo más, más por favor.

Y su cintura, su maldita cintura de avispa se aleja, su calor no existe, y el auto ya no huele tanto a lavanda como creía. Haru está, pero su fuego ya no se encuentra en el auto, aunque lo ve jadear y sufrir, con los pantalones estallandole por las costuras en el frente. Es grande, tal vez jugoso lo que se esconde dentro y por todos los santos, si antes quería meterle todo su ser en su pequeño agujero precioso, ahora duda. Quizá quiera saborear a Haru en su boca antes, sentir el dulce en su lengua, darle vueltas como a un caramelo, anhela todo el terciopelo rozando su nariz, ver más allá de la franja blanca porcelana que está sobre la cinturilla de su pantalón, maldita prenda que abraza sus piernas de una forma ilegal. Kambe lo quiere todo, y cuando es todo, es todo, incluso abrir las piernas, gemir cómo puta, deformar su estoico rostro de la forma que a su amante le plazca. Katou brilla, toda la noche fue una farola atrayendo a las moscas, miradas y miradas sobre él, toneladas de atención. Y él lucía tan indiferente, en un pedestal tan alto que ni todas sus cuentas en el extranjero podrían apilarse e igualarlo. Hoy su belleza alcanzaba un nivel demencial, divino. Y Dios, cuando no está en un traje está en un corazón de puro oro macizo, y sigue brillando, y a Daisuke ya no le alcanzan los suficientes lentes de sol como para evitar quedarse ciego. Sabe que las demás personas también lo ven, sienten su bondad llegando a sus almas, evangelizandolos y haciendo que se arrodillen a sus pies. Quiere ser Ícaro e ir hacía él, quemarse hasta hacerse cenizas que se adhieran a su piel y quedarse en sus poros por siempre, ser el primero, el único, ganarle a todos los buitres que amenazan su plan de juego.

Pero ya no estaba, su amor platónico trepaba al asiento delantero, la parte del acompañante, y miraba al joven con picardía y una tranquilidad casi robada de su propia personalidad. Y la confusión extracorporeal le hizo pensar que casi nada de esto sucedió ¿Tal vez era solo su imaginación? ¿Que pasaba si el borracho era él?, Oh, un juego tan decepcionante.

—Me duele.— Su mano tomó su pene con fuerza con un calor se más de cien grados, queriéndose tocar duro, tan duro, mientras su voz estrangulada debió parecerle divertida al objeto de su deseo, porque el bastardo sonrió tan satisfecho, de manera tan denigrante. Todo su cuerpo se estremeció horrorosamente mientras la realización de que simplemente disfrutó la humillación rompió su mente en fragmentos plancenteros, fluyendo en sintonía con una motivación tan irreal. Miró a su socio a los ojos: cielo nocturno contra oro fundido, viéndose reflejado en esos irises: tan necesitado, deseoso y dispuesto.

—Lo siento, pero esto— Haru se corrió el cabello hacia atrás antes de proceder a abrocharse el cinturón de seguridad. —No se vende.

La exhalación después de eso dejo un silencio cargado, tan denso como el plomo. Frustrado, hirviendo y en llamas, se bajó del auto. La realización de que había perdido llegó segundos después cuando se subió al asiento del conductor y simplemente comenzó a manejar, tenso y exhausto como si hubiese jodido al inspector de una forma animal (y en su mente vaya que lo hizo). Y joder si fue una victoria aplastante, más fuerte que un Brasil 1 - Alemania 7 en un mundial. Mientras que Haru solo cargaba una erección, Daisuke cargaba un infierno, su piel hipersensible contra el traje, el cierre del pantalón cosquilleando su falo tan rico, sintiéndose tan mojado y humillado, tan ansioso y emocionado. Cómo perdió, con el corazón latiéndole dos compases más rápido, su cerebro lleno de Haru, Haru, Haru, tan feliz de que se meta bajó su alma, tan contento de sentirse tan humano por este hombre a su lado. Mañana le llevaría chocolates, iría a la oficina y lo vería arrodillado ante las fichas de los casos imaginándose otras cosas, una boca sobre su polla llorosa, chupando como un profesional de una forma tan devota. Pero las prioridades eran otras, pensar en la confusión de sentirse tan vivo, tan arrastrado por el suelo, masturbarse después, en sus sábanas de satén, delante del enorme ventanal de su mansión, sintiendo frío, rogando a Haru.

—Hubieras...¿Dejado que te jodiera?— La pregunta fue hecha casi con voz de niño, oh tan inseguro como un cachorrito perdido.

—Pensaba otra cosa, pero si lo querías tanto...

"POR FAVOR" pensó su mente imaginándose ahí debajo tan vulnerable y moldeable como plastilina, acero fundido entre sus manos. Vio sus uñas arañar el volante, pensando tan rápido que no podía captar algunas de las escenas, con esas uñas en la espalda de Haru, dibujándole arte, agradeciéndole tan educadamente como podría ser, siendo el millonario niño bueno de Katou, y que bien lo haría por él, tan decidido y aplicado.

Pero había perdido, desde el inicio no era dueño del juego, no tenía nada comprado, y entonces nada sucedió, y tendría que ir a la oficina planteando un plan de ataque para poder siquiera rozar el hombro Haru, intentando actuar casual cuando miraran la maldita pantalla del monitor en una rutina asfixiante que se sentiría tan incorrecta. Por ahora, como el preludio de una tormenta, la puerta del humilde departamento del inspector anunciaba el fin. El mayor se lamió con calma los labios color frambuesa de un rojo pecado, y atando correctamente su corbata con unas manos de dedos delicados y largos, tan varoniles, se inclino hacia el millonario. El beso en su mejilla duró menos de lo que quisiera, siendo demasiado casto, tan íntimo y puro que rivalizaba con toda la escena anterior en la parte trasera del automóvil. La puerta del auto se cerró, no sin antes ver al inspector agachado por la ventanilla que con gusto y diligente Daisuke abrió.

—Cariño, tal vez la próxima.— Lo vió palmeando el frente de sus pantalones, casi con dolor, un arrepentimiento grande, pero una lucha tan decidida encendiendo sus ojos dorados, su marca distintiva: La terquedad resolutiva y arrasadora. —Lucha por ello.

Vió su precioso culo, tan turgente, duro y delicado, coronado de su preciosa cintura de avispa que comenzó todo este jodido lío en primer lugar.

¿Y quién reía ahora? Jo, definitivamente Haru arrojándolo del puente, siendo tan hermoso, inteligente, seductor, humano y audaz.

Y no se vende.

Quería un Haru modo perra que encierre en su juego a Kambe y lo demonice al punto en que lo haga suplicar jaja, creo que me pasé de verga pero me gustó igual. Es shitpost del momento. Escrito hoy, publicado hoy, si la santa iglesia lo permite.

¿Que le pareció? No hice que tuvieran sexo porque...el plan era calentarle los pantalones y ya, ¿Mágico no?

Adiós ¡