Dissclaimer: Star Wars es propiedad de Disney/Lucasfilm.

Este fic esta basado en esta idea de "reylo prompts": Rey/Ben compra un pato.

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Rey perdía la cabeza por las cosas adorables y blanditas, así que cuatro meses después de haber cuidado por un tiempo a Beebee, el corgi de sus amigos, la necesidad de tener su propia bola de pelo y amor se hizo imposible de controlar. Sabía que Ben se opondría, tenía una estricta norma de "no animales en casa", ¡hasta estaba escrito en el contrato de alquiler de la habitación! Beebee fue una excepción, un favor, pero en cuanto vio a esas bolitas amarillas en la tienda no pudo resistirse.

Debió haberlo hecho.

Para su sorpresa Ben no hizo ningún comentario, tan solo se la quedó mirando desde el asiento del copiloto con la cara más estoica que le había visto en la vida (y eso era decir mucho), respirando pausadamente.

–Sé lo que vas a decir, pero…

–Me parece bien.

Rey le miró boquiabierta, sin creerse lo que acaba de oír.

–¿De verdad? ¿Estás seguro?

–Seguro. Estoy deseando ver cuánto tardas en arrepentirte.

Rey resopló, procediendo a ignorarlo y a hacerle un puchero a su nueva amiga.

–No voy a arrepentirme.

Estaba segura de que Ben planearía algo para hacer parecer malévola a la pata y salirse con la suya, echarle en cara que tenía razón, pero sorprendentemente, se lo tomó muy bien, no puso ni una pega, la ayudó a acondicionar el piso y trataba con cordialidad al ave, como si fuese una compañera de piso más. Eso solo hizo que la verdad fuese más dolorosa: tenía razón, se arrepentía de su decisión. Odiaba a Lemmon.

Todo empezó el fin de semana que se levantó y no escuchó el gracioso andar de patas planas que la seguía a todas partes, toda la preocupación y miedo a que Ben se hubiese deshecho de ella se evaporó cuando vio a su compañero aparecer por el pasillo, seguido diligentemente por un punto torpe y amarillo graznando felizmente.

Ella era su mamá, Ben ni siquiera la quería en casa realmente, pero Lemmon había decidido traicionarla tras dos semanas de convivencia.

Esto no habría sido más que una pequeña pelea entre madre y pata si su emplumado bebé hubiese entrado en razón, pero en lugar de eso la pata había decidido clavarle el pico por la espalda. Rey no entendía qué había pasado, hasta ese fatídico jueves por la noche, en el que Ben decidió poner un documental en lugar de su habitual programa de cocina porque "no creo que a Lemmon le guste ver cómo hornean a sus familiares" y la pata había respondido batiendo las alas y acomodándose en su regazo.

El ave la miró desafiante desde su posición privilegiada, mientras ella boqueaba intentando asimilar y ordenar un puzzle que desconocía hasta ese mismo momento, juntando las palabras de Ben, el cuadro ante sus ojos y todas las escenas que había visto a lo largo de esos dos meses: la pata siguiendo a Ben aunque ya no era una cría, durmiendo en su almohada, las plumas mojadas después de que Ben se duchase…

Lemmon intentaba robarle a su Ben. ¡A Ben! No "su Ben", "su" como "su compañero de piso", no "su" como si fuesen algo. No lo eran. Aún no...

Rey tomó una decisión, dos podían jugar a ese juego y no iba a dejar que un animal que ella había acogido en su hogar se saliese con la suya, empezó a acercarse a Ben más de lo que solía hacerlo, un roce aquí, una sonrisa por allá, ¿espacio personal? ¿Qué es eso? Pero la pata jugaba mejor, cagando en su ropa o sus pies y haciéndola tropezar más de tres veces en el mismo día. Quería matarla, deshacerse de ella y quedarse con el macho humano.

No lo aguantaba más, miraba aterrorizada cada esquina y soñaba con picos que la mordían los pies (¿eran realmente sueños?), con matrimonios interespecie y Ben incubando unos preciosos huevos dorados. Le había robado el sueño y el tiempo de calidad con su ama... ¡buen amigo y compañero de piso! No le robaría la paz mental, antes prefería perder la poca dignidad que le quedaba frente a Ben.


–Rey, ¿dónde está Lemmon?

–Yo, hmmm, se la he dado al vecino del primero. Se la ha llevado a su granja. ¡Una de verdad! No esa granja. Pasa los fines de semana aquí para ver a su hija, pero tiene una pequeña granja en un pueblo cercano. Ha prometido traernos huevos…

Ben estaba frente a ella con los brazos cruzados y el ceño fruncido, la miraba fijamente y la hacía sentir tan pequeña que estuvo a punto de disculparse con él por haberse llevado a Lemmon lejos de él cuando parecía que en realidad sí que apreciaba al animal, de confesar que todo había sido un acto de maldad porque estaba celosa de una pata.

¡Oh dios mío, celosa de una PATA! ¡¿Qué estaba mal con ella?!

Pero todo arrepentimiento y deseo de confesión murió cuando Ben descruzó los brazos y la envolvió en un abrazo. Empezó a decirle palabras de aliento, que el pato era demasiado complicado y sucio para tener en un piso, que tenía que dejar que ella sola se diese cuenta, y que lo sentía mucho. Rey no, ella no lo sentía en absoluto, perdida como estaba en su calor y su aroma a madera, dulces y graves palabras acariciando sus oídos, haciéndola temblar.

Ben se separó y ya le echaba de menos, queriendo cerrar de nuevo la distancia que los separaba, resistiendo el impulso solo porque seguía tocándola. Era demasiado, sus ojos castaños, tan intensos, habitualmente pegados al suelo o la pared, rehuyéndola, incapaz de mantener el contacto por más de diez segundos, estaban fijos en ella, y sus grandes manos descansaban en sus hombros, el pulgar rozando suavemente su clavícula. Casi se quedó sin aliento cuando una de sus manos le acarició la mejilla.

–¿Estás bien?

–Sí, estoy bien.

Estoy mejor que bien.

Rey le dedicó un breve pensamiento a Lemmon, no había sido una mala pata, quizá había sido solo una convivencia difícil y no se merecía su odio, sino algo de su cariño, a fin de cuentas sin ella no estaría en esta situación, perdida en el mar de la atención de Ben.

Estaba agradecida con ella, concluyó.

Pero solo por si acaso…

–Ben.

–¿Sí?

Movió los dedos que reposaban en su cuello, animándola a continuar

–La próxima vez yo te espero el coche.

–De acuerdo.

Nunca olvidaría ese momento, la risa de Ben golpeándole el pecho, ambas manos sujetando su rostro y el pequeño beso que dejó en su frente antes de dar media vuelta y desaparecer por el pasillo, dejándola en la cocina con el corazón en la garganta y la sangre hirviendo en sus mejillas.

Estaba demasiado bien.


N/A:

El título viene de una cancioncilla que solía cantar de pequeña "El pollito Crispín, amarillo limón, se le ha roto el piquito, por ser muy glotón", que no tiene importancia, pero me apetecía decirlo.

No sé qué es esto, pero es. Ahí lo dejo.

Debería estar estudiando y estoy en proceso de coger un resfriado, lo que puede explicar este extraño one-shot.

Está publicado también en Ao3 (Kate_Hoshina) y en inglés en un hilo de twitter (HoshinaKate).

Muchas gracias por leer, espero que os haya gustado, yo por lo menos me he reído mucho escribiéndolo, pero yo me río sola con cualquier sandez que pienso así que mi opinión no cuenta, sentíos libres de decirme la vuestra.