JJK y sus personajes no me pertenecen, son obra de Gege Akutami. Sólo escribo por diversión.
Quería escribir algo soft porque siempre ando con porquerías, así que acá les dejo el capítulo completo.
Gojo Satoru inspiró aire profunda, disimuladamente. Luego, lo exhaló silenciosamente vaciando sus pulmones intentando no producir ningún sonido que delatara la impaciencia y el nerviosismo que no quería sentir y que aumentaba segundo a segundo, que no deseaba se exteriorizara y que intentaba suprimir a la fuerza poniendo la mente en blanco sin demasiado éxito en el proceso.
Aún así, sus puños cerrados fuertemente sobre sus muslos y su quijada rígida probablemente lo delataban cuando su respiración no lo hacía...siempre y cuando la persona que lo viese en esos momentos fuese un observador perspicaz…
...por lo que podía quedarse tranquilo.
Yuuji nunca había sido uno, precisamente.
— Ah, ¿tengo que abrirlo ahora?
Uno de los puños se abrió, los largos dedos temblando en un tic nervioso mientras Satoru se despeinaba un poco más, una sonrisa nerviosa apareciendo en la comisura de sus labios.
"No lo hace adrede, no lo hace adrede, no está torturándome…"
— Es la idea, Yuuji. Sí.
— Oh.
Sucedieron varias cosas a la vez en una fracción de segundo y quizás producto de la ansiedad, Satoru pudo captarlas al instante; la primera había sido una especie de entendimiento y conclusión apresuradas fundiéndose en el cerebro de Yuuji. Luego, la segunda conclusión - que vaya a saber Dios, cuál había sido - lo había puesto tan o más nervioso que Satoru y, a diferencia suya, a Yuuji sí que se le notaba. Había dejado de respirar momentáneamente, luego se había puesto pálido y posteriormente, rojo virando a un color similar al morado.
Y entre ambos sentados uno frente al otro de una manera que simulaba ser casual, se hallaba la caja en cuestión.
La caja, el regalo. El regalo.
Si Yuuji carecía de sutileza, Satoru perdía cualquier tipo de inteligencia cuando se hallaba a su lado, de eso ya estaba absolutamente seguro luego de la confirmación que acababa de hacer. ¡Un regalo, cómo va a decirle que…!
¿...que aquello era un regalo?
En un momento de impulsividad inspiradora, Satoru había hecho conclusiones más apresuradas, violentas y terminantes que Yuuji y había decidido comprar aquello en un arrebato del que no se había creído capaz jamás. Las razones habían sido obvias incluso cuando lo analizó con la cabeza fría, horas después. Días después, de hecho. Desde donde lo mirase, tenía sentido y era la consecuencia más esperada después de meses y meses y meses de…
El cerebro de Satoru dejó de funcionar del todo en el momento en el que Yuuji tomó la pequeña caja frente a él. Como era pequeña y compacta, la elevó con una sola mano frente a su rostro y el mayor lo vio frunciendo el ceño...casi como si estuviese analizando de qué podía tratarse aquello.
Dios amparara a Yuuji, que pese a tener casi 20 años aún seguía siendo tan ingenuo e inocente como cuando Satoru lo había conocido, hacía ya cinco años atrás.
Al final, Yuuji resopló sonoramente y pareció juntar coraje, aún con el ceño fruncido. Sus dedos tomaron la parte superior de la pequeña caja forrada en terciopelo oscuro y con parsimonia levantó la cubierta, la cual produjo un pequeño clic que resonó incluso dentro del cerebro de Satoru.
Silencio.
Insoportable.
— ¿Yuuji?
El aludido alzó las cejas, sorprendido por el llamado. Parpadeó varias veces aún con la caja ante sus ojos desviando la mirada del contenido de la misma hacia Satoru, sentado y con el torso inclinado hacia delante casi como si estuviese a punto de saltar sobre Yuuji.
— ¿Eh? Ah, lo siento...me distraje.
Satoru parpadeó bajo la venda oscura y fue su turno para resoplar; sin poder soportarlo un segundo más, sus dedos jalaron de la tela y sus ojos al fin miraron directamente a Yuuji ya sin poder fingir una tranquilidad que hacía días no sentía.
— ¿Y bien?
— ¿Y bien, qué?
No podía ser cierto.
— Yuuji...qué...qué te parece.— como si aún fuese necesario dar a entender que se trataba de la maldita caja, Satoru hizo un ademán con el mentón señalándola.
De nuevo, los ojos de Yuuji se desviaron de Satoru hacia la caja, acercándosela más al rostro.
— ¿Te refieres al anillo? Es hermoso. Mucho.— agregó ante el silencio del otro.— ¿Qué?
Satoru sonrió, soltando el aire que había estado reteniendo. Conocía a Yuuji hacía tanto tiempo, ¿y aún así no había comprendido todavía que si no era directo el otro no captaba absolutamente nada incluso cuando las cosas eran obvias para cualquiera?
— ¿De qué te ríes? Qué dije ahora.
— No, no...no me río.— sus acciones lo contradecían, la risa volviéndose más sonora.— Me alegra mucho que te parezca lindo, Yuuji. Pero no me refería a eso, precisamente.
— Ah...oh…¿eh? ¿A qué, entonces?
— Yuuji...me refiero al significado del anillo, no al anillo en sí.
¿Era posible que...que no se diera cuenta...tan…?
Yuuji escuchó sus palabras observándolo con concentración absoluta; luego, volvió a ver la caja y algo en su mirada cambió a ojos de Satoru. Conteniendo la respiración y dando un paso más producto de los nervios y la impaciencia, el mayor tomó la caja delicadamente y sacó el anillo de su interior. Acto seguido y con la misma parsimonia que había utilizado Yuuji para abrir la caja, Satoru tomó la mano de Yuuji que había quedado suspendida en el aire y deslizó suavemente el anillo en su dedo anular, calzando perfectamente.
— Es de oro, ¿verdad?
— Oro macizo, sí.
Yuuji abrió y cerró los dedos elevando la mano frente a sus ojos, admirando el anillo mientras Satoru moría en su interior.
— ¿Y la piedra? ¿Es un rubí?
— No, un diamante rojo.
— Ah.
— Es...más o menos lo mismo.
— Me imagino.
— Sí.
— Satoru.
— Dime.— el aludido dejó de respirar cuando Yuuji al fin bajó la mano y lo observó con el ceño fruncido.
— ¿Cuánto dinero gastaste en este anillo? Tiene pinta de...costoso. Muy costoso.
Satoru rodó los ojos y resopló, incorporándose; rodeó la mesa ratona para llegar hasta Yuuji pero aún así terminó chocándose el borde de la misma con la rodilla al descender hasta su altura, apoyando las manos en las rodillas del otro.
— Yuuji, no importa cuánto cuesta el anillo. Es una baratija, eso no es lo importante.
— Pero…
— Dime por favor que has entendido lo que significa el anillo.
La culpa obviamente había sido de Satoru. En el instante en el que había decidido proponerle matrimonio, tendría que haber sido consciente de que, como mínimo, iba a necesitar de un discurso directo y contundente para que Yuuji estuviese previamente encaminado antes de visualizar el anillo. En cambio, sin embargo, entre los nervios y una que otra circunstancia imprevista, se lo había dado inventando una excusa ridícula y sin fundamentos que hubiese hecho sospechar hasta al más despistado. Por supuesto, no había sido el caso de Yuuji y el temor de que no se hubiese dado cuenta que era un anillo de compromiso y que se lo había encasquetado en el dedo pertinente justamente por eso crecía y crecía y…
— ¿Que me estás pidiendo casamiento y no te animaste a hacerlo directamente? Sí, esa parte sí la entendí.
Satoru percibió una especie de zumbido en los oídos mientras sus párpados se inmovilizaban, los ojos clavados sobre el rostro de Yuuji desde su posición más baja. Probablemente Yuuji pensaba que estaba sufriendo una especie de embolia cerebral por la expresión de su rostro y no estaba demasiado lejos de la realidad.
Lo había subestimado y, como siempre, lo había sorprendido.
— Yuuji…¿entonces?
— Entonces qué. Satoru, ¿estás bien? Porque…
— ¡¿Es un sí o un no?!
Yuuji abrió aún más los ojos sorprendido por el exabrupto del otro; aún así, se recompuso rápidamente y una sonrisa asomó y se ensanchó desde sus comisuras al tiempo que una mano acariciaba los cabellos blancos, riendo.
— Satoru, es un sí. Claro que es un sí, ¿cómo podrías pensar que…?¿Satoru?
El menor lo llamó un tanto inseguro y su voz se fue apagando conforme su tono se volvía inseguro, la mano deteniendo la caricia sobre su cabeza. En el momento en el que Satoru había oído el "sí" su mente se había detenido completamente por primera vez en mucho, mucho tiempo. Aún con las manos sobre las rodillas de Yuuji, descendió la cabeza y enterró el rostro en los muslos ajenos, sobrepasado. Los segundos pasaron y Yuuji pareció comprender el momento de conmoción, las caricias reiniciandose y ahora también abarcando su espalda.
— No necesito ningún papel, ni ceremonias ni anillos, pero...me hace muy feliz.— la voz de Yuuji había sido suave desde un principio pero al final de la frase terminó quebrándose.—Te amo, tonto. ¿Cómo podrías haber pensado que después de todo...podría decirte que no?
— Ya, déjalo.— su voz sonó amortiguada porque aún no había quitado la cara de las piernas de Yuuji, todavía sintiendo el fastidioso ardor en los ojos.
— No, no voy a dejarlo.
Al fin, Satoru suspiró y con valor renovado levantó el rostro hacia Yuuji; por supuesto y a diferencia suya, no tenía ningún reparo en mostrar abiertamente sus sentimientos, en exponerse a él. Si bien Yuuji era la persona en la que más confiaba y en quien últimamente había comenzado a apoyarse más que nunca, Satoru todavía no había perdido ese temor a la exposición de sus sentimientos, al miedo de ser herido otra vez sólo por eso.
Sin embargo, estaba aprendiendo a abrirse nuevamente.
Estiró una mano y con los dedos secó el camino de lágrimas que Yuuji aún mantenía sobre sus mejillas. Luego, tomó impulso e incorporándose parcialmente, alcanzó los labios de Yuuji con los suyos en un beso suave, sus frentes apoyadas una con la otra.
— Tus labios saben salados por tus lágrimas, Yuuji. No llores más por mí, ¿quieres?
— Los tuyos están peor.
— Eso es mentira, yo no lloré.
— Ajá. ¿Entonces?
— ¿Qué?
Yuuji suspiró, rodeando a Satoru con los brazos y atrayéndolo hacia él. Al final, Satoru quedó recostado sobre Yuuji, su cuerpo sobre su torso y entre sus piernas en una posición anómala por la diferencia de alturas.
— Es muy costoso, ¿no? Si la piedra esta se llega a romper cuando dé algún puñetazo, yo…
— Yuuji, es un anillo de compromiso. Luego te compro otro menos llamativo.
— No me has respondido.
— Si te hace sentir mejor...la piedra esa tiene garantía, así que si lo destruyes está cubierto.
— Bien.
Satoru rió cuando Yuuji suspiró aliviado. Para Satoru, dar aquel paso le había costado horrores si bien había comprado el anillo en un impulso divino. Para Yuuji...bueno, para él era algo natural, obvio.
— Para el próximo anillo elegiré una piedra un poco más común así no te sientes tan mal. Un diamante común y corriente creo que estaría bien.
— Común y corriente.
— Sí. ¿O quieres otro con ésta piedra? Podría…
— ¡No, Satoru, déjalo ahí!
Pequeño dato de color (?): El diamante rojo es la gema más rara y costosa del mundo, hay menos de treinta ejemplares y por quilate está valuado en 1 millón de dólares, jajajan't. Y no, no es el rubí, esa es otra gema preciosa.
Los diamantes suelen simbolizar la voluntad de triunfar, la perfección y la entereza. Eso significa Yuuji para Satoru.
