Capítulo 1
Abriendo sus pesados párpados lentamente sintió el brillo matinal molestar sus susceptibles orbes color jade.
—Sa….. -Aquel monosílabo no dejaba de rondarle por la cabeza, la cual sentía que estaba a punto de estallarle. Ni siquiera podía articular de manera correcta una palabra, por más que lo intentaba, solo un débil hilo de voz era lo que lograba arduamente salir de sus labios resecos. —Sa..ra -Intentó -una vez más- por instinto expulsar aquella palabra que tenía encerrada.
La imagen que percibía de su alrededor era borrosa, intentando enfocar hizo un esfuerzo más abrupto por descifrar donde estaba. Audiblemente algún gemido de dolor se le escapó cuando terminó de abrir sus ojos, respiró profundamente intentando calmarse ante la repentina idea de desubicación. Tan pronto como su vista se fue lentamente aclarando, logró divisar una habitación de paredes pulcras, quizás podría ser algún tipo de hospital aldeano.
La primera cara con la que se topó fue la de una mujer de aproximadamente cuarenta años, su cabello ligeramente grisáceo reflejaba el pasar de los años, su rostro que aún no presentaba arrugas notables, pero daba señales de la madurez características en personas de su edad —Por fin, te has levantado. —Su voz era delicada ya que intentaba no perturbar a la joven. No hubo respuesta.
—Debes sentirte algo incómoda, por lo que veo. Mi nombre es Yamada Nanako, y soy quien ha estado cuidando de ti, así que no tienes por que asustarte. —Esperaba que con sus cálidas palabras lograra tranquilizar el semblante algo asustadizo de la joven. Otra vez no obtuvo ninguna respuesta de su parte, solo otra mirada de extrañeza.
Tranquilamente la mayor se puso de pie y caminó hasta la mesa que se encontraba de lado a la camilla, sobre ella reposaba una bandeja con diferentes utensilios médicos, alargó su mano hasta encontrar un termómetro y se lo colocó debajo del brazo para comprobar que todo estuviera correctamente. —¿Puedes decirme que edad tienes, por favor? —Su paciente parecía no captar ninguna de sus preguntas, o en su defecto, si lo hacía la estaba ignorando olímpicamente.
—Si te hace sentirte más en confianza puedes llamarme Nana-san. Me gustaría que fuéramos amigas, realmente eres muy bella ¿Alguna vez te lo habían dicho? —Seguía estática y sin pronunciar algo. Los esfuerzos por amigarse se tornaban en vano.
Inesperadamente se llevó sus brazos rápidamente hacia arriba para sostener su cabeza con una clara muestra de dolor acompañada con una sonoro gemido que llegó a los oídos de Nanako, quien corrió a auxiliar a la joven paciente de cabellos rosados
—Tranquila, estarás bien. —Claramente se trataba de algún dolor postraumático que la estaba acechando así que intentaba fervientemente tranquilizarle en lo que meditaba si era prudente administrarle un analgésico que redujera su tormento.
Las punzadas de dolor eran cada vez mas fuertes dentro de ella, no podía contener los gritos de dolor a la par que un escalofrió recorrió su espina dorsal mientras trataba de recordar la respuesta a todas esas preguntas que rápidamente se asentaron en ella, no podía razonar claramente -por más que lo intentara- simplemente era como si todo estuviera en blanco, como si nunca hubiese sido nadie y no encontrara respuesta alguna, porque así de sencillo no la había. Únicamente se hallaba consciente era de esa palabra que se situaba involuntariamente en sus pensamientos, y que luchaba arduamente por salir, sin embargo, le provocaba dolor -por razones que desconocía- haciéndola prisionera de una frustración desencadenada del hecho de no poder responderse a si misma sus propias incógnitas.
Tres silabas, seis letras ¿Qué tanto significaban para ella?
En un último intento por sonorizar su -posiblemente- único recuerdo, tragó una bocanada de aire para contener el dolor, de esa manera sus gemidos de fueron apagándose progresivamente, logrando darle la valentía suficiente para adueñarse de su voz.
—Sa..ra..da…
Otro día en la academia ninja se hacia presente, la joven azabache de once años se encontraba sentada en las butacas directamente frente al instructor de su clase, aquel shinobi rango jounin perteneciente al clan famoso por utilizar a los kikaichu como arma de batalla, Aburame Shino. Con un énfasis mezclado con una sutil emoción, aquel que había fungido como su tutor de clases sostenía una bandana ninja en la mano izquierda indicándoles que pronto sería el examen de graduación.
Las reacciones de los estudiantes -algunos bastantes cercanos a Uchiha Sarada- fueron recalcadamente variadas. Nara Shikadai portaba una cara de fastidio bastante usual en él, la menor del Clan Akimichi solo se preocupaba por saber si susodicho examen haría efecto alguno sobre su peso ya que llevaba algunas semanas trantando de reducirlo al mayor estado posible; sentado junto a ellos el pálido Yamanaka Inojin cuestionaba a sus anteriores intentando descubrir si tenían o no la intención de presentar aquella prueba que lo convertiría formalmente en shinobis de rango Genin.
Por otro lado, Uzumaki Boruto, y su amigo Mitsuki, a la par que escuchaban al instructor -especialmente el rubio- clamaban que sería algo así como pan comido para ellos, tal declaración no paso desapercibida para la joven Uchiha. Ella conocía desde sus días de infancia a Boruto y, por consiguiente, estaba mas que al tanto de su personalidad algo engreída, cosa que lograba cabrearla mas de lo que le gustaba aceptar.
No lo entiendo, ¿Y que si eventualmente aprobamos este examen? ¿Por qué están intentando llegar a ser ninjas? ¿Y que si te vuelves un ninja? ¿Qué demonios significa ser un ninja? Ninja esto… ninja el otro… Realmente apesta. —Tales eran las palabras que cruzaban en la cabeza infantil de la azabache, simplemente no llegaba a comprender porque todos estaban tan ilusionados con convertirse en algo que los definiría con un rango, dentro de su experiencia ser un ninja no traía nada bueno.
Las clases estaban ya finalizadas y las abarrotadas calles de Konoha la molestaron un poco -o quizás era una forma de desquitar el mal día que cargaba de antemano- haciendo que todo su paseo con Chocho se resumiera en ella caminando despistadamente, mientras la morena se quejaba.
—No puedo creerlo. —Fue la morena, la primera en hablar.
—¿Qué pasa? —Eran amigas bastante cercanas desde la infancia, por lo que Sarada dejó sus propios pensamientos para prestarle atención.
—Primero tengo que enfrentarme a mi madre en casa, y ahora que tengo que entrenar todos los días para el examen. Ya sabes que no me importan muchos los entrenamientos ¿Y si mejor vamos por algo de Anmitsu? —La joven azabache no se inquietó ante su propuesta, a Chocho le encantaba fanfarronear.
—Probablemente sería mejor que asistieras al entrenamiento…
Justo en ese instante los ojos de la morena se abrieron de par en par cuando divisó la figura de su madre, Akimichi Kauri, al extremo opuesto de la calle donde caminaban, cayó en cuenta de lo que sostenían sus manos y una gran mueca de decepción alojó en sus labios.
—¿Qué demonios, me estas mirando por debajo del hombro ahora? Claro, como eres Sarada del Clan Uchiha quizás todo esto del entrenamiento sea una broma para ti. —Sonaba algo molesta.
—Aunque todo el mundo me repita eso, que soy la hija del último Uchiha. Yo… realmente no lo sé Chocho. Aunque ese no es realmente el problema contigo.
—¿Entonces cuál es?
La ojinegra escucho la chillante voz de Kauri llamando a su pequeña hija con un "Por aquí". Algo en su interior se encogió, aunque lo pensaba a menudo quizás este día se sentía más nostálgica de lo habitual. Ella no conocía ese sentimiento…
—Que al menos tú… pasas tiempo con tu madre… —Parada del otro lado de la calle miraba a Karui alejarse con Choho, ambas morenas iban de regreso a casa.
Nunca la he visto, después de todo, ella se fue cuando yo aún era un bebe.
¿Una madre?
Había seguido su rumbo sin mucho entusiasmo hasta llegar a la Residencia Uchiha, donde vivía con su padre. Miró nuevamente aquel portarretrato que adornaba el centro de la estancia principal y enfoco al rostro níveo de Haruno Sakura, sus cabellos rosados fueron lo que robó mayormente su atención, hacían juego con su perfil patricio que le daba una elegancia nata; su nariz pequeña, y sus largas pestañas terminaban de enmarcarle un rostro puramente bello.
—¿Acaso ella tendrá lentes también? —Preguntó a sí misma.
Uchiha Sasuke se encontraba en su despacho ordenando un montón de pergaminos aburridos que requerían ser leídos por él. Jamás llego a imaginarse que sus días como poderoso shinobi -único usuario actual de los Legendarios Sharingan y Rinnegan- se vieran reducidos a esporádicas misiones que -de vez en cuando- se le asignaban cuando era estrictamente requerido. Su principal labor era descifrar los pergaminos que recolectaba el escuadrón ANBU a cargo de seguir los rastros de Kaguya. Si bien intentaba deslindarse que cualquier responsabilidad en el mundo ninja, básicamente le era imposible, ya que para asegurar la seguridad de la aldea de Konoha era necesario el uso de sus técnicas oculares, por eso, se encargaba personalmente de los pergaminos en la comodidad de su hogar, y cuando se le asignaba ir a alguna misión, iba más obligado que por voluntad propia. Se levantó de su silla, y se encaminó fuera de la vivienda, quizás observar un rato el cielo antes de seguir con el trabajo lo calmara ante el repentino acecho de recuerdos que -según su experiencia- prefería mejor olvidar.
El avivado verde primaveral de césped hacia un gran contraste con el claro azul del cielo, últimamente les crispaba los nervios esta estación del año en específico, cuando los arboles de las flores de cerezo comenzaban a brotar indicando su pronto florecimiento, un montón de sentimientos se le anidaban muy dentro del pecho moliendo con fuerza la poca estabilidad que se había construido con mucho esfuerzo a lo largo de los años. Su principal propósito para estar bien era su hija; no permitiría que nada le pasara mientras el estuviese con vida, anteriormente había fallado dos veces protegiendo lo que amaba, pero, en esta ocasión no se daría por vencido.
Giro lentamente al observar a la pequeña azabache de lentes que había salido para encontrarse con él, su rostro aún tenía las característica propias de una infante y lo miraba directamente son el ceño fruncido. —¿Acaso mama usa lentes? —Sarada ya no soportaba ser presa de la curiosidad un segundo más, ahora estaba decidida a enfrentar a su padre.
—Hmp- —Aquel monosílabo tan típico de él se le escapo, Sarada logró recordar cuanto odiaba que su padre fuera tan cortante siempre, y que exclusivamente lo fuera aún más cuando la plática iba dirigida a indagar más sobre su madre. —No creo, supongo. —¿Con aquella respuesta pretendía llenar su ignorancia? Comenzó a sentirse cada vez más enojada, volvió a fruncir el ceño y se quedó algunos momentos sin decir nada, trataba de entender a Sasuke.
—¿Supones? —Le inquirió —Te casaste con ella y simplemente ¿supones? —El rostro del pelinegro había quedado estático ante la contestación de su primogénita.
—Bueno, de joven no pasé mucho tiempo con Sakura. Y tampoco ahora. -Era ese tono carente de emociones, como si realmente no le importara en lo absoluto, lo que hacia que Uchiha Sarada se sintiera impotente y en lugar de llenar sus dudas, estas cada vez se hacían más grandes hasta alcanzar niveles estratosféricos.
—Padre… —El mayor buscó la mirada de su hija anteponiendo que quizás ella volvería a preguntarle otra cosa, por lo que le devolvió un gesto con el que le hacía saber que le estaba prestando toda la atención —¿Realmente eres su esposo? —De todo lo que el Uchiha había previsto que su hija pudiera preguntarle jamás se le ocurrió que dudara de su unión a Sakura.
—¿De qué se trata todo esto? Actúas muy extraña el día de hoy. —Intentaba contenerse lo mejor posible para lidiar con Sarada, era evidente que su pregunta lo había ofendido.
—Lo que realmente es extraño es tu relación con mamá. Y mas que extraño me parece un eufemismo, para ser honesta.
Aquello había terminado por colmarle la paciencia, para él había sido natural suponer que cuando Sarada tuviera una edad suficiente haría preguntas al notar la ausencia de su progenitora, pero se calmaba recordándose que lidiaría con ello cuando el momento llegase. Sin embargo, el momento había llegado y encontraba ridículo todo aquello, incluso ofensivo. En un arranque de enfado antes la interrogativa de la menor, sintió como en su brazo izquierdo las descargas eléctricas recorriendo hasta sus dedos, inconscientemente había comenzado a acumular chakra y por consiguiente a convertirlo en electricidad haciendo visible su distintivo Chidori, técnica heredara del Sexto Hokage; sus orbes se tiñeron con el color del escarlata anunciado la activación del Sharingan, estampó su golpe contra el suelo provocando que el susodicho comenzara a agrietarse.
La expresión que pintaba el rostro de Sasuke se suavizó un poco cuando se percató que Sarada lucia algo desanimada después de tal escena, miraba hacia el piso agrietado y aunque intentara disimularlo, podía avistar como se contenía las lagrimas esperando no llorar por enfadar a su padre. El azabache se sintió mal y se agachó un poco hasta llegar a la altura de su hija. —Disculpa por haberte levantado la voz… —Ante dicha declaración la primera gota helada de llanto recorrió la mejilla de Sarada.
Uchiha Sasuke, nunca había sido muy bueno con las palabras, incluso en el pasado estas le habían causado muchos problemas por tomar decisiones precipitadas, únicamente fundamentadas en odio y venganza resultante de la manipulación a la que se había visto sometido. Definitivamente Sarada aún era muy pequeña cuando él se había visto en la necesidad de ocuparse sólo de ella, su experiencia al relacionarse no solo era limitada con niños, era limitada en muchos aspectos con todo su círculo -únicamente excluiría al equipo siete- por eso, cuando había recibido la primicia de que sería padre, confió plenamente en que Sakura estaría ahí con el para instruirlo lo mejor posible, ella era mejor que él en todos los aspectos como madre.
Pero eso no duró demasiado…
Ella ya no estaba con ellos ahora…
—Sarada… Mamá está trabajando en una misión importante lejos de aquí. Volverá cuando termine. —Aún con algunas lágrimas expresando su tristeza levantó un poco su rostro y miró a su padre, sabía que él era algo frío y no hablaba más de la cuenta, pero justo ahora intentaba dar su mejor esfuerzo para consolarla y eso le alegraba un poco. —Estoy seguro de que nuestros sentimientos están conectados, por eso sé que ella está bien.
Cerró sus ojos por varios instantes, desactivando así su técnica ocular. Se odiaba a sí mismo de muchas formas, pero la que mayormente le afligía era el tener que mentirle a su querida hija, pero simplemente el no hallaba la manera correcta de decirle que jamás volvería, que jamás regresaría con ellos porque sencillamente ella ya no existía en este mundo. Era un completo cobarde, y sabía que quizás para cuando llegara el momento donde juntara la voluntad suficiente para serle sincero, Sarada lo odiaría y en ese momento terminaría por perder todo lo que le importaba en la vida.
—¿Cómo estas tan seguro? —Un brillo apareció en los ojos de la jovencita, el mismo con el cual le imploraba una respuesta concreta que le hiciera creer que realmente estaba unido a Haruno Sakura, que ambos eran sus padres, y que, cuando ella regresara lograrían ser la familia con la que tanto soñaba.
Sasuke no hallaba que decirle, simplemente se quedó meditando la respuesta. De pronto la grieta resultante de su impacto comenzó a extenderse ante los ojos de ambos, presenciando segundos después como su residencia se venía hacia abajo, quedando únicamente los escombros de lo que alguna vez fue conocido por el vecindario como la Residencia Uchiha.
Muchas gracias por leer este primer capítulo, espero que me den sus opiniones si así lo desean!
