Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Thomas Astruc. Obra sin fines de lucro.

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Como si todas las vidas no fueran suficientes

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One!Shot
Regalo de cumpleaños para Alexa Sánchez.

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Las batallas contra los villanos en París eran, ahora, un eslabón perdido. Y aunque su mente las había olvidado, sí que conservaba recuerdos que el diario de ella había resguardado. Algunos otros registros en prensa y televisión también ayudaron, pero, en general, el único recuerdo que le había robado el alma era ella. Siempre ella.

Lo pensó mientras, con un suspiro, dejaba ir los nervios que empezaban a carcomerlo. Miró el reloj y notó que ya había pasado al menos un cuarto de hora sin que la azabache saliera de ahí. Se oía el resonar de sus zapatos sobre el piso y su respiración agitada. Se mordió los labios, la presión en su pecho era cada vez mayor. Sentía el corazón latirle en las sienes, pero, a la vez, el alma rebosante, expectante. Ella no decía palabra y tuvo miedo de que estuviera desmayada. Tocó de nuevo a la puerta, con suavidad, pero no hubo respuesta. No quería exasperarla más, no quería ponerla más nerviosa de lo que ya había estado cuando entró. Suspiró de nuevo. Apretó los puños.

—Lo siento si has atrasado tu sesión de fotos por mí hoy —la escuchó decir con voz apagada y el alma le volvió al cuerpo.

—Pero, ¡qué dices! —Frunció apenas el ceño y se colocó frente a la puerta, chocando su frente contra la madera. Pegó su palma derecha abierta, en un desesperante intento de entrar y abrazarla—. Podría cancelar toda mi carrera si me lo pides.

Otra vez hubo silencio.

Adrien, quien momentos antes había estado bastante relajado, listo para una importante sesión de fotografías, arrastró los dedos por la superficie blanca y los dobló hasta hacerlos puños. Otra vez parecía que el aire no llegaba bien a sus pulmones y ya no se trataba de él, sino de ella. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué ese tono tan apagado? ¿Por qué ese tiempo mudo?

Abrió los ojos hasta que casi salen de sus cuencas cuando la escuchó tirar de la cadena y dejar ir el agua. Se separó al instante de la entrada del cuarto de baño y retrocedió un par de pasos.

Los latidos desenfrenados de su corazón.

Marinette abrió la manilla como si de una tortura se tratase y cada segundo que pasaba, el alma de su novio se escapaba por trozos. Un movimiento más, un chillido de las bisagras, un centímetro más abierto de aquella puerta.

Los latidos de ambos.

La vio por fin, con su semblante en shock y los ojos inundados en lágrimas. Tan hermosa como toda la vida, pero tan enigmática como pocas veces. Como esa vez.

—A-Adrien… —la voz se le cortó, presa de los nervios. Las manos le temblaban.

El aludido tragó duro y, haciendo acopio del valor que le quedaba, caminó directo hacia ella. La abrazó de repente, asombrándola y estrechando su cuerpo como si la cercanía no fuera suficiente. Aspiró su aroma dulce y apenas se dio cuenta de que también estaba temblando. No dijo una palabra y ella tampoco. La sintió sollozar en su pecho sin soltar los brazos, indefensa, buscando la protección que el agarre de él le estaba brindando. Para Adrien también era una espera incontable.

—Sabes que te amo, Marinette —se hundió entre las hebras azabaches—, como si todas las vidas no fueran suficientes.

«Como si todas las vidas no fueran suficientes», se repitió ella, con una sonrisa.

De alguna manera, las palabras de su novio la habían calmado de forma inesperada, haciendo que dejara de dudar en soltar ya aquello que acababa de descubrir. Que él estaría feliz, estaba segura, solo había necesitado su confirmación.

Era la primera vez de ambos.

Tomó el objeto entre los dedos y se separó del modelo, aunque este tardó un poco en soltarla.

—Adrien Agreste —tomó aire profundamente, con las manos temblorosas y el corazón queriendo salirle del pecho— vas a ser padre.

La confirmación de lo que su vida misma llevaba pidiendo desde hacía cinco años fue como bálsamo para el alma. Se quedó en shock, mirando la prueba que Marinette sostenía entre los dedos. La famosa diseñadora de modas sonreía tan ampliamente, que Adrien juró que iba a iluminarle la existencia el tiempo que le quedara de vida. Sintió que las lágrimas querían venir desde dentro, empujando, pero se quedaron ahí, formándole un nudo en la garganta por la emoción. Lo podía creer, pero aún no dimensionaba.

Él iba a ser padre. El padre de un pequeño ser que la mujer que amaba llevaría en su vientre. Poco a poco, la sonrisa se fue instalando en sus labios, empezando a caer en la realidad. Sabía que no se trataba de un sueño.

—Yo… —balbuceó algo que Marinette no entendió, pero el corazón de ella estaba derretido—. Marinette…

—Seremos padres, en todo caso —continuó ella. Estaba embarazada. Realmente estaba embarazada e iba a ser madre. Sería la madre de ese y de todos los hijos de Adrien, si es que la vida se lo permitía.

—Quiero que te cases conmigo. —Le dijo de la nada, atrayéndola por la cintura y pegándola a él de forma ágil. La muchacha volvió a temblar entre sus brazos. Los alegres y coquetos ojos de Adrien, sumado a su sonrisa galán, le dieron a Marinette un reflejo de Chat Noir, fue algo muy rápido, pero lo vio—. Ya mismo, si fuera posible.

—Pe-pero de qué hablas —sus mejillas rojas, el corazón desbocado, la prueba de embarazo aún entre las manos, la cercanía tan malditamente adictiva de su pareja… ¡Es que la quería volver loca! Tragó duro, incrédula—. Adrien.

—No sé a qué hemos estado esperando todo este tiempo, pero quiero quedarme contigo lo que me resta —pegó su frente a la de ella, mezclando los colores de sus cabellos.

Ella quiso llorar. Esa propuesta de matrimonio era tan rara y repentina, pero tan sincera y clara como agua de manantial. Para qué iba a resistirse, para qué iba a preguntar más, sino tenía deseo más grande que aquel. Asintió rápidamente, volviendo a sonreír y dejando que un par de lágrimas cayesen de sus ojos. Lo tomó por la nuca y ambos se fundieron en un beso profundo, con esa necesidad tan insana de siempre, con las manos recorriendo la espalda, apretando la anatomía, con los labios de aquí allá, los suspiros y el cariño que les desbordada por los poros.

—Te amo, Adrien —le susurró cerquita, intentando recuperar el aliento que el beso le robó. Él estaba igual. Se miraron de manera profunda, diciéndose cosas que solo ellos entenderían en este mundo— como si todas las vidas no fueran suficientes.

Volvieron a besarse.

Y el resto ya no lo tengo que contar.

Suscribe Como si todas las vidas no fueran suficientes | a MLB fanfic.


Joder, si tengo que darle un regalo a mi maravillosa Alexa Sánchez que está de cumpleaños y como estoy estúpida, me puse a escribirlo a las 22:15, así que no me alargo más, que tengo que subirlo antes de las 12. ¡Quiero llegar temprano con el regalo!

Te amo, mi Ale. Gracias por leerme y por tu amistad tan maravillosa.