Holi, espero que estén bien.

Amo este shipp, Hotchniss es vida, es amor, es que mi corazoncito se estruje de emoción, y ahora que he vuelto a leer y escribir FanFics, no he podido dejarlos por fuera.

Es una historia corta de unos cuatro capítulos, ya está terminada, subiré el resto muy prontito, así que disfruten su lectura.


París, la ciudad del amor.

Para Emily Prentiss, la cuidad del destierro.

Desterrada, derrotada, olvidada, así se sentía, muerta, así estaba a ojos de todos los que ella amaba.

Cuatro meses, dos semanas y cinco días, llevaba fingiendo su muerte, sin contacto con todo lo que una vez fue parte de su vida, y seguiría así, sin saber por cuánto tiempo más, solo que hasta Ian Doyle, su más oscura pesadilla, estuviese muerto.

¿Llegaría ese momento alguna vez?

No podía saberlo, y la incertidumbre de lo que pasaría con su vida le daba terror, una terrible ansiedad, y ya no tenía unas que morder, y también, pese a su medicación tras la larga operación y las heridas de su batalla, había bebido bastante alcohol, y se había acabado.

Primero fue un jarrón, lo estrelló con fuerza contra la pared, y un gemido lastimero escapó de sus labios, el esfuerzo tensó su abdomen, y con ello, la extensa cicatriz que le cruzaba en medio. Poco le importó, la ira, la desesperación, la ansiedad, era más lacerante en su corazón, que las heridas de su piel. Volteó la mesa, tiró las copas, toda una preciosa estantería de sus libros favoritos... Tiró todo, hasta cansarse, hasta que un fuerte y liberador sollozo escapó de su garganta.

Lloró, como jamás lo había hecho antes, en su soledad, abrió cada una de sus heridas, dejando que entrara un poco de luz, y con ello, la calma volvía a regresar. Se fue directo a su habitación, el único sitio en todo el apartamento que no había sido destrozado. Siguió hasta al baño, llenó la tina, llenándola de sales aromáticas, un líquido espumante y se sumergió en el agua por más de una hora.

Meditó, se consoló, y metió cada uno de sus sentimientos en una cajita con llave en el fondo de su mente. Debía controlarse, o para cuando volviese su salud mental se vería seriamente comprometida. Una amarga carcajada escapó de su boca, porque sabía la fórmula perfecta para sobrevivir a aquella situación, porque lo había hecho antes, cuando le tocó vivir junto a Ian Doyle, cuando le tocó dejar ser Emily Prentiss y convertirse en Lauren Reynolds.

—Emily Prentiss está muerta —musitó para sí misma, saliendo de la tina.

Se envolvió pronto en par de toallas, una para su cuerpo y la otra para su cabello negro. Se cubrió la piel en lociones hidratantes, también las recetadas por su médico para las cicatrices resultantes, el trébol en su pecho, y la de su estómago.

Dentro de su armario consiguió la vestimenta perfecta. Tacones negros, unas medias de red, y un vestido de cuero negro ceñido a su figura, hecho a su absoluta medida, cubría perfectamente cada una de sus cicatrices, dándole el poder de borrar su oscuro pasado. No dejó de ser irremediablemente sexy, el escote dejaba a la vista el valle de sus generosos pechos, y el largo terminaba justo donde su trasero perdía su nombre. Tantos años de entrenamiento le habían otorgado una espléndida figura.

Se maquilló poco, pero contundente, primero colocó unos lentes de contacto dándole un tono verdoso a su oscura mirada. Siguió con un delineado negro que simulaba una sensual mirada de gata, aunque sus pestañas eran largas decidió extenderlas mucho más, aumentando su erótico efecto. Recogió todo su cabello negro en un rodete, y lo cubrió con una malla antes de calzarse una peluca rosa, con flequillo, de corte bob a la altura de su mandíbula.

—A veces debemos cambiar de piel, de pensamientos, e incluso, de identidad, para poder sobrevivir en un mundo lleno de monstruos —susurró para sí.

Finalizó su sesión de maquillaje colando en sus labios el tono carmesí y sonrió con satisfacción a la imagen que se materializaba en su espejo.

—Je m'appelle Camille Dupont —Peinó su flequillo, con un plan surcando en su mente —et je vais profiter de ma liberté dans le noir d'une nuit parisienne.

Mi nombre es Camille Dupont. Y voy a disfrutar mi libertad en la oscuridad de una noche parisina.


El bar estaba a pocos metros de su edificio, se dirigió a él a pie, y sin cubrirse con nada más. Llamó la atención, más de lo que había deseado, puesto que incluso algunas mujeres le miraban con lascivia, pero la verdad, poco le importó, Camille Dupont no tenía vergüenza. Repartió sonrisas mientras se encaminaba a la barra donde ocupó un sitio y pidió una copa de Bourbon.

Una vez tuvo la copa la bebió de un solo sorbo, quemó su estómago, pero lo calmó con una copa más que tomó con más calma. Del escote de su vestido sacó un único cigarrillo, al que el camarero le encendió con prisa.

Entre caladas y sorbos, se relajó por completo, olvidando donde estaba, incluida las razones, solo disfrutaba de la noche, del estimulante jazz que resonaba en el sitio, y su soledad entre tantas personas. Admiró su alrededor, hasta que algo hizo que su corazón saltase en su pecho, acelerado.

Más bien, no era un algo, era un alguien.

Con la mirada más abatida que había visto jamás en aquellos ojos chocolates.

También, era la primera vez que observaba sus mejillas cubiertas de barba.

Entre sus dedos, gruesos y varoniles, llevaba un vaso relleno con whisky, al que tomó un sorbo sumido en lo más profundos de su pensamientos.

Estaba demasiado sorprendida mirándolo, no podía siquiera cerrar su boca. Se veía irresistiblemente guapo, sin el traje que siempre acostumbraba a llevar, el cabello un poco más largo, lo único que no cambiaba era la absoluta seriedad en sus facciones.

Parpadeó, creyéndose que estaba equivicada, quizá el encierro, o su añoranza le estaba pasando factura... Pero no, el levantó la mirada, sus ojos se clavaron en ella como dagas, y no quedó ninguna duda.

Aaron Hotchner estaba en París, frente a ella..., O mejor dicho, frente a Camille Dupont.