Disclaimer: Los personajes de Shingeki No Kyojin son propiedad de Hajime Isayama.

Adaptación de la obra original Hana Yori Dango de Yōko Kamio.


Jardín de Meteoros

Desde los primeros segundos de vida terrenal, el animal más feroz y grande domina a las demás bestias por su enorme poder. Es así como se establece la ley de la selva, al final, todos seremos devorados por el pez más gordo.

l. Declaración de guerra

No ha sido nada fácil. Para Mikasa Ackerman dejar su antigua escuela fue una de las decisiones que más le costó tomar. Se sentía como un extraterrestre perdido en una galaxia desconocida, por más que quisiera no lograba encajar, como si el hecho de ser asiática, una de las razas casi extintas en un universo racista no fuera suficiente. Estaba rodeada de niños mimados que ante el primer capricho sus padres le compraban medio continente. En momentos así era cuando resentía a sus padres por haberla obligado a ingresar a la escuela Fritz, la cual era la más prestigiosa del país y donde solo las familias más reconocidas podían inscribir a sus hijos. Mikasa había ganado una beca gracias a sus excepcionales calificaciones. Sus padres eran los más contentos mientras que ella tenía sus dudas ya que el cambio significaba dejar a su amiga Sasha y a su clase atrás. Sabía lo importante que era el futuro aun siendo una adolescente, además considerando los problemas económicos de su familia en cierta parte la motivaban a querer salir a delante.

Y ahí estaba, aferrada a una escoba de madera para ayudar con el ornato de su escuela. Sabía que este tipo de actividades le daban buena reputación a su desempeño escolar.

―¡Mikasa!

Se escuchó entre la gente, una joven de cabello oscuro amarrado en dos coletas avanzó a paso rápido hasta encontrarse con la aludida, quien ya casi acababa de barrer.

―Mina, debes ser más cuidadosa o te puedes caer.

―Lo sé, perdón. ―Juntó sus manos como signo de disculpa―. Pero tenía prisa, quería llegar a tiempo para que fuéramos a la siguiente clase juntas.

Mikasa estaba por responder, pero un inesperado grito de dolor llamó la atención de todos los presentes en el sector del patio. Giró su cabeza para buscar el origen y a unos cuantos pasos visualizó a un muchacho que no conocía, este había sido lanzado contra la pared.

―¡Son ellos! ―exclamaron unas chicas con emoción.

―Vaya, los F4 nuevamente están causando problemas ―susurra Mina mientras observa la escena.

Frente al accidentado, cuatro adolescentes de gran tamaño permanecían de pie ante él con desafío. Conocidos como los F4 por pertenecer a las familias más ricas del país y por sobre todo, ser los más guapos de toda la escuela. «Bastardos ricachones», los llamaba Mikasa.

Ningún ser humano en Fritz los desconoce, son quienes dominan y toman las decisiones, tanto así que ni los mismos maestros tienen autoridad sobre ellos. Razón por la cual todo el mundo les sigue.

Cualquiera que se atreviera a desafiarlos se volvía no tan solo un enemigo de los F4, sino de toda la escuela.

―P-por favor, perdónenme…se los suplico…

El estudiante a duras penas podía soltar palabras, pero sabía lo que se vendría si no pedía misericordia.

Jean Kirstein era el más alto de los cuatro y el líder, con cabello castaño claro y un corte muy peculiar que lo hacía tener su propio estilo.

―¿Oyeron eso, chicos? ―preguntó a sus amigos con voz burlesca.

Los tres se miraron entre ellos con sonrisas en sus rostros.

―Hoy estás de suerte ya que me encuentro de buen humor. ―Se llevó la mano al pecho fingiendo sentir lástima―. Además, luces patético, no hay nada más que hacer por ti.

La mano de Mikasa poco a poco iba ejerciendo fuerza contra el escobillón que sujetaba. Tenía enormes deseos de ir y darles su merecido, pero ella era consciente de lo que eso significaba, debía resistir. «Dos años, que pasen pronto esos dos años», añoraba en lo que apretaba el palo de madera. Tenía que mantener un bajo perfil hasta que acabara su época escolar. No saldría nada bueno en que una becada decidiera pelearse con el pez gordo de la escuela.

Tragó su orgullo y miró hacia un costado, con dificultad.

Jean anunció la retirada para luego ser seguido por sus amigos, los cuatro parecían desfilar entre todas las personas como si se trataran de actores de cine.

―Miren esto. ―Jean avanzó un poco más rápido para saltar sobre el bote de basura en el que Mikasa había echado la tierra, provocando que este cayera brutalmente al piso.

Todo el trabajo que realizó la joven durante el receso fue en vano. La tierra se había desparramado otra vez.

Detrás del líder, pasó encima del tarro Connie Springer, el mujeriego y más parlanchín del grupo, luego le siguió Armin Arlert, un chico con un coeficiente intelectual increíblemente alto, aunque en ocasiones como estas parecía perder su talento. Ackerman estaba a punto de romper la escoba a causa de la desconsiderada jugarreta.

―Mi-Mikasa…tranquila. ―Mina intentaba calmar a su amiga al percibir que estaba siendo poseída por el demonio. Incluso habría jurado ver cómo salía humo de la cabeza de Ackerman.

Finalmente, el último de los F4 avanzó a un paso más calmado, Eren Yeager. El joven se detuvo frente al basurero para recogerlo, dejándolo de pie antes de seguir avanzando. Tal acción hizo que Mikasa recuperara el control de su cuerpo nuevamente.

¿Acaso él era diferente?

Eren no parecía ir siempre a la par con el resto de sus amigos, a diferencia de ellos, él siempre permanecía en silencio, rara vez sonreía y no interactuaba mucho con las personas en la escuela más allá de su grupo. Mientras se alejaba, Mikasa lo vio irse dubitativa. No terminaba de entender cómo es que un chico así se relacionaba con Kirstein y los demás.

En ese momento un agradable recuerdo nubló su visión. La imagen de él tocando el violín cerca del jardín, fue ahí cuando lo vio por primera vez. Aquel momento en que su corazón se estrechó al escuchar esa melodía triste. Él permanecía de ojos cerrados como si entregara su cuerpo y alma ante un concierto privado. Mikasa sintió como si le hablara a ella a través de las notas musicales.

Fue algo que definitivamente le hubiera gustado escuchar otra vez.

―¿Mikasa? ―Mina la saca de su trance.

La joven de ojos rasgados sacude su cabeza para despertar de ese sueño en pleno día.

―Ya es tiempo de ir a clases.

Ackerman asiente con una sonrisa. Es verdad, no había tiempo para pensar ese tipo de cosas, debía dar su máximo esfuerzo durante los dos años restantes que le quedaban y conseguir un buen futuro para ella.

Esa era su única prioridad.

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Había sido un día agotador, lleno de tareas acumuladas y exámenes agendados. En lo que el cielo se decoraba con leves tonos anaranjados, los alumnos de Fritz iban abandonando las aulas poco a poco. Entre toda la multitud, Mikasa también estaba lista para dejar el establecimiento no sin antes ser detenida por Mina, quien la tomó tiernamente por el brazo.

―Hoy me enteré de que abrieron una nueva pastelería a dos calles de la escuela, sería genial ir juntas, ¿verdad?

―Oh, yo…―Pensó en su bolsillo―…bueno, no lo sé.

―¡Vamos! ―Se soltó amablemente de su brazo―. Yo te invito, eres mi amiga después de todo.

Mina avanzó unos pasos más adelante con una gran sonrisa, era una chica muy amable. Se giró hacia su amiga y le mostró el folleto que tenía de la pastelería.

―¡Cuidado! ―gritó Mikasa.

Antes que pudiera percatarse, Mina dio un paso en falso hasta atrás sin tener consciencia de que seguían las escaleras, su pie fue bajando al vacío hasta que todo su cuerpo lo acompañó. Iba cayendo escalón por escalón mientras permanecía sentada al revés.

Llegó hasta el suelo algo aturdida y Mikasa corrió hacia ella para ayudarla.

―¡Mina!

Cuando Ackerman bajó la escalera lo único que pudo pensar es en la seguridad de su amiga, se acercó a ella y la intentó levantar. No obstante, cuando eso sucedió logró darse cuenta de que ella no era la única persona que permanecía en el piso.

El pie izquierdo de Mina yacía sobre la cara de Jean Kirstein, que al parecer había sido víctima de todo lo ocurrido y se encontraba abajo de ella. La chica accidentada se dio cuenta y en cuestión de segundos movió inmediatamente su pierna, sudando frío.

―¡Jean! ―Armin y el resto de los F4 se acercaron a él― ¿Te encuentras bien?

Saliendo de su estado atarantado, Jean sacudió la cabeza y observó a la culpable.

―¡Claro que no estoy bien! ―se levantó con dificultad para sacudir su costosa ropa.

Mina llevó las uñas a su boca, comenzó a mordisquearlas, su sentencia de muerte estaba por salir. Podía ver la suela de su zapato marcada en la frente del chico más popular de la escuela.

―Lo Si-si-sien-to…―tartamudeaba con lágrimas en los ojos.

―¿Qué dices? ―preguntó Jean alzando una ceja.

―¡Lo siento! ―Mina hizo constantes reverencias―. Imploro tu perdón, fue un accidente yo no quise.

Una sonrisa socarrona se dibujó en el aún rojo y lastimado rostro del líder de los F4. Pegó una mirada hacia atrás para divisar a sus amigos, estos se miraron entre ellos y sonrieron.

―Si las disculpas lo solucionaran todo, ¿para qué existen las leyes?

―¿Hah? ―fue lo único que Mina pudo soltar, estaba pálida.

Mikasa frunció el ceño.

―No digas más, supongo ya sabes lo que sucederá de ahora en adelante. ―concluyó Kirstein con venganza en sus ojos.

Una música fúnebre sonaba en la mente de Mina, quien deseaba ser tragada por la tierra en ese preciso momento. Estaba acabada.

―Oye, ya se disculpó contigo.

Mikasa se armó de valentía para interponerse entre su amiga y el líder de los F4. Abrió ambos brazos en señal de protección.

―Miren nada más, una demostración barata de amigos de clase media.

Diciendo esto último, Jean le da la espalda y empieza a marcharse.

Nuevamente, aquel ser oscuro que se guardaba dentro de Ackerman luchaba por salir. Apretó los dientes y se dijo a sí misma que aguantara, pero la cólera era demasiada. Se escuchó cómo de forma leve Mikasa tronó los huesos de su mano cuando la empuñó, lo que llamó la atención de los F4.

―¡Alto ahí, puercoespín! ―gritó hacia él―. Me estás irritando.

―¿Puercoespín? ―Jean repitió el insulto, sin entender la referencia.

Connie soltó una carcajada por lo bajo.

―Estoy harta de ustedes, pero especialmente de ti. ―Apuntó a su alargada cara con el dedo índice―. Te crees el todopoderoso y señor, pero no eres capaz de ganar ni un solo peso por tu cuenta.

Un silencio cortante como una daga hizo a Mikasa darse cuenta de lo que acababa de hacer. «Oh no», fue lo único que su mente dibujó.

Vio su vida correr por sus ojos. Efectivamente sus palabras no le habían gustado nada al heredero de los Kirstein.

Sin embargo, para su sorpresa no recibió ninguna respuesta ni mucho menos algún tipo de reacción violenta. Todo lo contrario, los cuatro decidieron ignorar lo ocurrido y marcharse.

Mina comenzó a llorar mientras que Mikasa se replanteaba a sí misma, si había estado bien el hecho de reaccionar y alzar su voz.

Algo le decía que terminaría arrepintiéndose por eso.

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Fue una noche pesada para Mikasa donde no pudo conciliar el sueño, sabía que estaba completamente acabada.

Y lo estaba.

A la mañana siguiente lo primero que hizo fue abrir su casillero, movió la pequeña puerta de forma temblorosa para encontrarse con lo que temía.

La conocida tarjeta roja, aquella que simbolizaba la guerra y la destrucción para cualquier estudiante de Fritz. Si esta se encontraba en tu casillero, ya no había nada más que hacer y la recomendación más amable que podían darte era dejar la escuela. La joven se quedó unos segundos observándola, había roto la promesa que se hizo a sí misma. Ya no volvería a pasar desapercibida nunca más.

Miró hacia atrás, Mina permanecía de pie, ella también había sido testigo de aquella tarjeta que convertía a su amiga enemiga de los F4.

―Mina…

Quien había sido su compañera durante el primer periodo en el que entró a la escuela Fritz, no le respondió. Agarró su bolso y salió corriendo despavorida.

―Vaya, aquí se termina la barata amistad de plebeyos.

De la nada, apareció Jean junto a los F4. Ackerman se quedó en silencio, parecía choqueada tras haber visto a su amiga marcharse.

―Yo le doy una semana ―añade Connie con diversión― ¿Cuánto le das tú, Eren?

―No es asunto mío ―responde con la mirada perdida.

―Pues sí siento un poco de pena por ella…―susurra Armin.

Poco a poco se alejan y todas las voces que están a su alrededor se vuelven eco. «No puede ser, esto no puede estar pasando» pensó con pesar. La noche caería sobre ella, y no literalmente.

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Al ingresar a su salón, todos sus compañeros la esperaban con huevos en la mano, uno tras otro comenzaron a caer sobre su cara, cabello y uniforme. Las risas adornaban el ambiente, todos parecían disfrutar la humillación que Ackerman estaba sintiendo.

―¡Lárgate de la escuela! ―gritó una compañera―. No queremos gente vulgar aquí.

Decidió ignorar el bombardeo y buscó su escritorio con la mirada, mueble que no se encontraba por ninguna parte.

―¿Buscas algo? ―Uno de sus atacantes se interpone con un tono jocoso en su voz.

Todos empezaron a reír, era evidente que no encontraría su escritorio en ese salón. A su costado, Mina enterraba su cabeza en un libro, parecía no querer relacionarse con ella nunca más.

Las risas se detuvieron por un segundo al ver que el maestro había ingresado al salón. El hombre de edad observó el escenario y suspiró con pesar.

―Ve a buscar un escritorio a otro salón, Ackerman. ―Fue su vaga respuesta.

Una vez más el poder de los F4 triunfaba, nadie podía con ellos, ni un profesor de tiempo completo.

Enrabiada salió a buscar el pupitre faltante, aunque se preguntaba si primero era mejor quitarse todo el huevo de encima. Se sentía tan molesta que lo único que deseaba era gritar. Decidió saltarse la clase y emprender camino a la escalera de incendios que conectaba con el jardín. Apoyó ambas manos sobre la baranda y respiró profundo.

―¡Los maldigo, bastardos ricachones! ―gritó a todo pulmón―. ¡Que les den a todos por el culo!

Carraspeó luego de agotar sus cuerdas vocales, se sentía pésimo, pero por nada en el mundo lloraría, no iba a permitirlo.

―Tienes algo en el pelo.

Estaba tan ofuscada que no supo notar la presencia de Eren, quien permanecía pacíficamente sentado unos escalones más abajo.

―E-eren Yeager…

― ¿Es huevo podrido? ―preguntó él con curiosidad―. ¿Es acaso un nuevo tratamiento para el cabello?

― ¿¡Qué!? ―exclamó Mikasa―. ¡N-no seas tonto!, si estoy así es por su culpa. Todos mis compañeros me han tirado huevos.

Eren se quedó observándola por un par de segundos para luego estallar en una pequeña risa.

―Entonces los bastardos ricachones somos nosotros. ―Eren cubrió su boca con la mano para evitar reír tanto―. Eres muy graciosa.

Mikasa intentó responder de inmediato, pero no le salía el aire, verlo reír de alguna forma la tranquilizaba. Por un instante olvidó todo lo que había ocurrido. Sin embargo, seguía sin entender cómo alguien de los F4 podía ser tan agradable.

―Tu pareces diferente a los otros F4. ―confesó ella.

Muy en el fondo, ella quería leer sus pensamientos.

―No lograrás sacarme ninguna información, es inútil. Lo mejor que puedes hacer es cambiarte de escuela, lo más pronto posible.

«¡M-me ha leído la mente!», pensó sorprendida.

―Tú no lo entiendes. ―dijo ella―. Para alguien que no lo tiene todo, esta es la única salida para poder tener un buen futuro y una vida digna. No puedo irme, mi familia me necesita y…

―No me interesa tu vida personal. Solo digo lo que pienso. ―Eren la interrumpe en seco.

Mikasa se quedó en blanco, no esperaba para nada esa respuesta. Por un instante creyó que él era diferente, pero entendía que por algún motivo tenía que llevarse tan bien con alguien como Kirstein. Dio media vuelta y se fue sin decir nada, se sentía muy ofendida y sacada de onda.

Regresó a su salón y se encontró con la sorpresa de que su escritorio ya estaba de regreso.

―Lo habían escondido en el gimnasio.

Una voz conocida apareció a sus espaldas.

―Mina…

―Yo…lo siento tanto, Mikasa. ―Sus ojos se llenaron de lágrimas―. Tú me defendiste y yo fui una cobarde, te dejé sola.

Era inevitable que Ackerman se sintiera decepcionada, aunque podía entenderla. Ella hubiera deseado mantenerse al margen de todo también, pero sus principios simplemente ganaron ante todo. Observó las manos de Mina, estaban sucias con tierra y tinta, pareciera que estuvo toda la tarde buscando y limpiando su pupitre. Eso la hizo sentir muy feliz.

―Deberías irte. ―Le sonrió con motivación―. Yo estaré bien, soy una maleza y será imposible arrancarme ni con el tirón más fuerte.

―Pero Mikasa…―Mina insistió, aún con los ojos húmedos.

―Vete ya, alguien puede vernos.

―Está bien, lo siento de veras―dijo Mina antes de partir.

Mikasa la vio marchar y desvió la mirada hacia su escritorio, este tenía un montón de garabatos y uno que otro insulto escrito por algún compañero. Estaban borrosos, a pesar de que Mina intentó limpiarlos, parecía ser tinta permanente.

―No pienso rendirme, solo me tengo a mi misma de ahora en adelante ―dijo Mikasa mientras apretaba sus puños.

El día había terminado, dejó su pupitre nuevamente en su lugar y se fue caminando por los pasillos con su bolso en mano. Sentía una abismal tensión en sus hombros, ser enemiga de los F4 no iba a traer nada positivo para ella.

Terminaba por bajar las escaleras, cuando tan solo le quedaban tres escalones, cinco chicos aparecieron frente a ella. Estos no parecían tener buenas intenciones, se mantenían inmóviles con las manos en los bolsillos y miradas maliciosas.

―Así te queríamos ver, becada. ―uno de ellos hizo tronar los huesos de sus manos.

―Desafiar a los F4 fue un grave error, ahora podremos hacer lo que queramos contigo…ya que no le interesas a nadie ―agregó el otro con depravación.

Mikasa retrocedió dos escalones, estaba acorralada por cinco chicos con instintos cazadores. No podía permitir que la tocaran de ninguna manera. Frunció el ceño y cerró sus puños.

―¡Atrévanse!

Con un movimiento rápido y ágil adornó la cara de uno de ellos con un potente puñetazo que lo hizo caer al suelo. Agradecía haber tomado clases de Boxeo y defensa personal cuando era más pequeña.

Sin entender lo que acababa de pasar, el resto intenta atraparla, pero ella solo les respondió con golpes. Aprovechándose de que todos quedaron en el piso comenzó a correr a toda velocidad para alejarse de ahí.

―A-atrápenla…

Logró llegar hasta el jardín con la poca energía que le quedaba, sin embargo, pudo sentir los pasos que venían tras de ella. Estaba agotada, a punto de alcanzar su límite. Había estado corriendo por demasiado tiempo. Pero no podía detenerse ahí, tenía que seguir avanzando. Sacó las pocas fuerzas que le quedaban para mover sus piernas, mas no era suficiente. Al perder la concentración terminó tropezándose con una baldosa mal puesta y cayó al suelo, situación que los matones aprovecharon para agarrarla.

―¡Suéltenme! ―gritó ella, desesperada.

Intentó soltarse nuevamente, pero eran cinco chicos que la tenían inmovilizada sin dejar de lado que estaba a su límite. La muchacha, con respiración agitada y mirada caída, se preguntó a sí misma si ese era su fin.

―¡Déjenla ir!

Dentro del poco discernimiento que le quedaba, Mikasa pudo diferenciar aquella voz que exigía su libertad.

Giró su cabeza con dificultad hacia el costado, era él.

―E-Eren Yeager…―balbuceó con pocas fuerzas.

―¡Es Yeager! ―exclamó uno de los matones.

―¿Acaso no me escucharon? ―se acercó a ellos para tomar a uno de la camisa―. ¡Que la dejen ir!

Asustados, salieron corriendo como los cobardes que eran. Eren ayudó a Ackerman a que se pusiera de pie para luego ayudarla a recoger sus cosas.

―Yo…―Los ojos de Mikasa se humedecieron―…gracias, por lo de ahora.

No podía imaginarse qué hubiera ocurrido si Eren no llegaba a su rescate.

Yaeger asintió y emprendió camino hacia otro lugar.

―No me malentiendas, solo detesto este tipo de cosas ―aclaró antes de desaparecer entre los árboles.

Todo era realmente confuso para Mikasa, horas atrás había sido muy grosero con ella y solo hace un instante no dudó en involucrarse en un problema que no le incumbía para salvarle.

«No me interesa tu vida personal, solo digo lo que pienso», las palabras de Eren se repetían como eco en su cabeza. Nada concordaba.

― ¿Qué clase de persona será? ―pregunto a la nada, sabía que no recibiría respuesta.

Sacudió su ropa y secó las pequeñas lágrimas que seguían adornando sus ojos, tuvo mucho miedo. Ya encontraría el momento para agradecer de forma óptima lo que había hecho Eren por ella. De momento, tenía que ser fuerte y enfrentar lo que sea. No iba a decaer ni a rendirse. Si no peleaba, jamás ganaría.

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Caía el viernes en el calendario y el desayuno se servía a temprana hora en la casa de los Ackerman. Mikasa devoró un plato de arroz tan rápido que pudo atragantarse, necesitaba reunir las suficientes energías para un agotador día en la escuela Fritz. Su familia se quedó atónita ante la perturbadora escena.

―Hermana, vas demasiado rápido, te ahogarás por glotona.

Levi Ackerman era su hermano menor, tan solo tenían dos años de diferencia. Este siempre mantenía un semblante fúnebre en su cara, sin importar el contexto.

―Tu hermano tiene razón, así jamás atraerás a ningún heredero de tu escuela. ―Shizuka, su madre, le arrancó el plato de las manos.

―Egso no me impogta ―responde apenas con la boca llena.

―Puerco ―murmuró Levi tan despacio que tan solo Mikasa lo escuchó, ganándose una patada por debajo de la mesa―. ¡Ouch!

Tras terminar su desayuno nutritivo, la hija de los Ackerman se levantó rápido, tomó su bolso y corrió hasta la puerta.

―¡Ya me voy!

Su familia se quedó en silencio, al fin y al cabo, nada parecía haber cambiado en ella.

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Mikasa ingresó a la escuela con convicción y llamas en sus ojos, tenía una mirada tan intimidante que nadie quería hacer contacto visual con ella. Estaba preparada para enfrentar lo que sea y no dejarse molestar por nadie. Cuando llegó al pasillo principal se le quedaron viendo, uno de sus compañeros sacó un huevo de su bolsillo y lo lanzó hacia ella con rapidez.

―Eso no volverá a funcionar…―dijo con aires de triunfo al sacar una espátula.

Sus reflejos eran excepcionales, logró detener el huevo captando la atención de todos los presentes.

―La comida no se desperdicia, ¿Qué tal una pelota? ―Sacó una de su bolso y la lanzó con todas sus fuerzas contra su atacante.

Se escuchó como un cristal se partía en mil pedazos.

―¡Mi reloj nuevo! ―exclamó el matón mientras observaba su muñeca, desesperado―. Me lo han regalado mis padres, estoy muerto.

―¡Te jodes! ―Mikasa le mostró su dedo cordial.

Luego del primer triunfo del día, corrió con sed de venganza hasta la sala donde se encontraban los F4. Había sido el momento que más esperó durante la noche anterior.

Los cuatro chicos se encontraban de pie frente a la puerta de su salón. Armin logró divisar cómo Mikasa se acercaba a paso rápido y con mirada determinante, tocando el hombro de su amigo para advertirle.

―¡Kirstein! ―exclamó ella para llamar su atención.

Jean ni siquiera alcanzó a voltearse por completo, Mikasa ya se encontraba en los aires preparando su pierna derecha para dar una patada como nunca la había dado en su vida. El zapato de la muchacha quedó pegado a la alargada cara del líder de los F4, causando que este cayera al suelo como un muñeco de trapo.

Todos los presentes, incluidos sus amigos quedaron boquiabiertos ante lo que acababa de pasar.

―¡Esta es mi declaración de guerra! ―Mikasa señaló a los F4, pero manteniendo los ojos en Kirstein―. Desde hoy en adelante, les aviso que pelearé hasta el final.

Luego de decir aquellas palabras, se dio media vuelta para retirarse con gloria.

―Eso fue increíble ―balbuceó Connie mientras aplaudía a velocidad pausada.

―¿Estás bien, Jean? ―Armin se agachó con compasión para comprobar el estado de su amigo.

Eren solo sonrió, esa chica realmente parecía especial.

Kirstein aún no salía de su trance, un montón de estrellas giraran sobre su cabeza. Sus amigos de toda la vida intentaron reanimarlo de varias formas, hasta que, pasados cinco minutos, pudo ejecutar su primera palabra con dificultad.

―He-hermana…

Continuará...


¡Hola!

Muchas gracias a todos los que se han dado el tiempo de leer, ha pasado un buen tiempo desde que publiqué mi último fic aquí y si bien esta vez es diferente, ya que es una adaptación, igualmente me siento muy feliz de estar de regreso. Es posible que muchos ya conozcan esta historia, pues es bastante famosa, sin embargo me gustaría aclarar de antemano que habrán muchas cosas que serán modificadas, obviamente no especificaré cuales, pero será por el bien de la historia.

Y bueno, estaré muy agradecida de leer sus comentarios.

Me despido, nos leemos pronto.

Kaya.