I. Encuentro.

Necesito aclarar que ya no siento absolutamente nada por Naruto ni siquiera el más mínimo sentimiento de amor o algo parecido, tal vez un simple cariño de amigos que el tiempo logró forjar. No puedo definir con exactitud el momento preciso en que eso me sucedió, quizá fue el instante en que me dí cuenta o acepté lo mucho que ama a Sakura. Tal vez cuando lo ví marcharse a entrenar y de esa forma cumplir una promesa que a ella le hizo. Yo nunca estuve en su mente. Tampoco nunca pude darle a entender o decirle lo que sentía, básicamente porque me faltó el coraje o la oportunidad... Ahora lo agradezco profundamente, a veces sonrío algo avergonzada al recordar ese sentimiento tan infantil y ridículo...

En resumidas cuentas, pude ser libre de esas ataduras, y así me sentí por un breve período de tiempo como alguien sin penas o alegrías, lo que para algunos constituye la verdadera felicidad.

Eso, hasta que volví a verlo...

Fue en aquella misión, cuando nos asignaron de acompañantes del grupo número 7. Sabía que no vería al Sasuke de tiempo atrás, por motivos obvios. Algo en mí, una especie de presentimiento me tenía totalmente inquieta, sabía que era una misión de alto riesgo en la cual inclusive nos enfrentábamos a la muerte. Tal vez podríamos fallar y simplemente perderlo para siempre.

Y lo vi.

No puedo explicar ahora, aún después de tanto tiempo lo que me pasó por la mente y el cuerpo cuando volví a verlo, cuando me hallé frente a frente con su mirada... Era tan solitaria, había tanto dolor en ella que tuve que bajar mis ojos para no sentirme de verdad muy mal. Su cara, dios, no se iba de mi mente, lo ocupaba todo. Apenas pude darme cuenta de lo que me sucedía, fue tan rápido, tan precipitado que me vi casi en el fondo del abismo.

Luego, su voz. Estaba realmente perdida, no dije nada, todo en mi interior bullía, no pude abrir la boca.

Regresó a la aldea. Más taciturno que nunca, más alejado de todos, más frío y ensimismado, su reintegro fue duro y largo, aunque nunca mostró gran interés por ello. Eso provocó la alegría de sus fans quienes no dejaban de rondarlo y buscarlo a pesar de que jamás se dignó a mirarlas. Sakura era la única chica que podía estar cerca de él, dado que era su compañera. Mis ganas de estar en su lugar me carcomían los huesos, me hacían sentir angustiada y cansada de todo. Me iba deprimiendo cada vez más... A veces por casualidad me encontraba a su grupo en alguno que otro bar de Konoha, Sakura peligrosamente cerca de él. A veces cruzábamos un "hola" frío y volvía a fijar su atención en su cerveza, olvidándose de todo lo demás. A veces tuve ganas de gritar todo lo que sentía, pero mi miedo, me vencía.

Me deprimía. Un mal presentimiento estaba en el aire. Todo se precipitó cuesta abajo un viernes por la noche. Me enteré del romance más perturbador de la Villa, ya que Sakura había por fin logrado sus objetivos al estar a punto de convertirse en la próxima señora Uchiha. Para desolación de la mayoría de las chicas de Konoha, yo simplemente me sentía muerta en vida, literalmente acabada. Porque lo que sentía por él era totalmente distinto al capricho que sentí alguna vez por Naruto. Era algo que no podía explicar con exactitud. Era algo que me arrastraba, que era mayor a mí, que podía acabarme en cualquier momento o lugar. Me bastaba verlo para sentir que algo dentro de mí se exaltaba, que algo cambiaba... Que algo le pertenecía. El sentimiento era avasallador porque tenía la plena convicción de que me encontraba frente a algo grande.

Iba a rearmar su clan con ella. Y yo lo amaba en secreto. Iba a casarse, unirse a otra, despertar todos los días con ella, mientras pensando todas esas cosas me consumía. Los veía juntos, ella le podía sonreír, tomar de la mano, estar con él a todas horas, dormir a su lado. Yo lo sabía, lo podía notar al ver la cara de resplandor de felicidad de Sakura. Fue en ese tiempo, entre todo eso, que descubrí una hermosa cascada en los alrededores de la aldea y comencé a frecuentarla de noche. Necesitaba desesperadamente estar sola, sentirme sola, morirme un poco sola. Sólo un poco, porque yo seguía viva apenas, aunque respiraba aún.

La cascada aquella tenía la particularidad de relajarme y distraerme, olvidando a ratos mis inestables sentimientos. Aquel lugar del bosque me parecía tan bellísimo, tan solitario cómo yo misma, que no dudaba en darme baños nocturnos que me hacían olvidar, por lo menos algunos momentos, todo lo que pasaba. Y de esa forma no pensar en lo que viniera a futuro.

En uno de esos baños, distinguí una figura oculta entre los árboles. Inmediatamente me puse en alerta, sin salirme del agua, lista para atacar a lo que fuese, aunque la situación no fuera ventajosa para mí. Me oculté más en el agua, dejando sólo mis ojos afuera, con todos mis sentidos en alerta, la piel erizada por el frío contacto del líquido y mi agitación. Era raro, pero por alguna razón no era miedo lo que me impulsaba a actuar así, sino una especie de adrenalina y emoción.

Me encontré primero con los ojos obscuros, con ese sino de tristeza y soledad que me observaban con una leve curiosidad y más que nada lejanía. Alejándome un poco de la orilla sentí una profunda vergüenza de la situación. Era evidente que estaba desnuda, mi ropa caía algo desordenada en la orilla izquierda.

Comprendí que lo notó al mirarla y luego desviar su vista a mí con una expresión indefinible. Pensé en ese momento que se iría pronto ya que imaginaba que no le interesaría estar cerca de mí. Pero me equivoqué. Se comenzó a sacar la ropa sin ningún tipo de aviso, con la intención de entrar al agua.

- ¿Q-qué haces?- le pregunté tapándome instintivamente el cuerpo y alejándome todavía más.

Se zambulló y tardó en salir.

- ¿Qué crees? Disfruto de un chapuzón nocturno al igual que tú- apenas me miró al responderme con su rostro frío e inexpresivo. Aparté mi vista sintiéndome algo angustiada sin saber la razón.- ¿Acaso no puedo?

- No es eso y sabes muy bien a lo que me refiero...- respondí sintiéndome enrojecer. Temí volver a tartamudear como en mi infancia como si fuera todavía aquella niña asustada de todo y de todos. Creía que ya no era así, pero al saberlo tan lejos, varios temores volvieron a reaparecer.

- ¿Y qué es? No te voy a hacer nada- me dijo con apatía, esta vez mirándome directamente a los ojos, con un brillo extraño en su mirada que no había tenido oportunidad de apreciar antes. Estaba casi hipnotizada- no soy un acosador o algo.

Se acercó un poco y yo retrocedí incómoda, me estaba fastidiando, era lo obvio. La sola idea de imaginar que estábamos desnudos en el mismo sitio hacía que se me secara la boca y se me nublara el juicio. Quise salir, pero eso hubiera significado que me viera completamente desnuda. No me quedaba más remedio que quedarme donde estaba, a alguna distancia prudente soportando la situación.

- ¿Qué te diría tu novia si te viera así? ¿Por qué te has desnudado?- intenté que mi tono sonara molesto, pero sólo logré hablarle de forma baja, casi ahogada.

- Que pregunta más tonta, ¿cómo me iba a ir luego todo mojado?- el tono irónico de sus palabras logró enfadarme. Me dí la vuelta rápidamente, para luego sonreír como una boba. Me parecía que ese no era el Sasuke que se veía en el pueblo.- Además – lo oí continuar como si nada- Sakura no tiene forma de saberlo ¿verdad?

Me quedé callada unos segundos.

- No soy chismosa- al oír el nombre de su novia, me sentí profundamente triste y decaída, pero logré de alguna forma no demostrarlo. De verdad, en ese momento, quise salir corriendo y olvidarme de todo aquello. Me iba dañando de forma increíble y una voz, una voz cuerda dentro de mí, me pedía que me detuviese.

- No me lo pareces- dijo nadando un poco, casi llegando a la orilla contraria a donde estaba yo. Lo miré de reojo y aparté la cara zambulléndome. A esas alturas sentía ya algo de frío y quería salir pronto del agua. Suspiré resignada, por lo menos, en forma extraña lo tenía junto a mí. Sabía a tan poco, pero a la vez, tanto.

- ¿Te vas a ir luego?

- No, no me voy a ir luego ¿por qué?- me respondió con esas una de esas sonrisitas suyas que me parecen absolutamente maliciosas, pero que me gustan de todas formas. Era evidente porqué se lo preguntaba, ambos lo sabíamos, y no tenía ganas de oír sus burlas.

- No te viene el papel de tonto- murmuré cansada ya de tanto estar en el agua. De tanto sentir que el corazón se me saldría del pecho. - Por favor date la vuelta que voy a salir.

Me miró fijamente por unos momentos, en los cuales creí que me volvería loca por su forma de hacerlo.

- ¿Y qué harás si no me doy la vuelta?

Me hizo parpadear con su tono juguetón que nunca antes creí oír en él. Se me pasaron varias cosas por la mente, desde si estaba borracho a algunas otras especulaciones, pero su rostro sereno y frío de siempre me hizo desestimar cualquier idea, era el de siempre. Me lo quedé mirando mucho rato, hasta que la expresión de su cara me dio a entender que esperaba una respuesta.

- Me vas a ver desnuda y no creo que te guste.

Sonrió ocultando el rostro.

- No creo que me desagrade mucho... - me observó con una sonrisa muy extraña, a lo que respondí con una mirada furibunda antes de nadar a la orilla. Lo vi de reojo, me estaba viendo, pero luego se dio la vuelta.

Salí apenas, mirándolo todo el tiempo fijamente para que no se diera la vuelta porque me moría de vergüenza y las mejillas se me llenaban de calor de sólo imaginarlo observándome. Más que mal es hombre, quien puede desear a alguien a quien no ama.

Pero sabía que nunca sentiría ese tipo de cosas por mí.

- Adiós Uchiha-san.

- No fastidies - replicó molesto cerrando los ojos en un gesto que se asemejó a un berrinche infantil- llámame Sasuke... Hinata.

- Eso lo dejo para tu novia. Y espero que no vuelvas a bañarte de esa forma cerca de mí, deberían golpearte.

Se rió con la boca cerrada mientras se deslizaba silenciosamente por el agua sin quitar sus ojos de mí. Corría un viento helado que me hizo sentir un ligero escalofrío... O tal vez era a causa de su mirada quemante.

- Eso me gustaría verlo, ¿por qué no me diste una paliza en el agua?

Porque estaba aterrada de acercarme a tu cuerpo desnudo, idiota.

- Porque no tenía ganas.

II. Esclava del deseo.

En lo sucesivo no volví a mirarlo porque cada vez enrojecía de forma notoria e infantil que supuse me delataría en algún momento. Bajaba la mirada, apartaba el rostro, trataba de olvidarme de aquella noche. En algunas ocasiones presencié sus encuentros amorosos, por alguna fatal casualidad. Claramente era ella la enamorada en esa relación y cada vez me preguntaba porqué estaba con ella. Inercia, costumbre, desidia, debían ser varias las opciones, porque me negaba a creer que eso fuera amor. No estaba totalmente segura si era intuición, tal vez mis propios sentimientos me impedían ver con claridad las cosas, pero me negaba a creer que fuera amor. Era sólo ver su cara para comprobarlo.

Los días se me hacían pesados.

Me sentía fastidiada por todo, una terrible apatía parecía apoderarse de mí, mi humor se iba de mis manos. A veces Kiba llegaba gritándome para que saliéramos, que nos distrajéramos de todo y así me pusiera un tanto más rosada. No sé a qué se refería con eso específicamente, pero accedía por el enorme sentimiento de gratitud y amistad que me unía a él. En ocasiones terminaba bebiendo más de la cuenta, riéndome de sus bromas, olvidando apenas un instante lo que me sucedía. Esa noche me citó en el bar de Yoshio. Dijo que trataría de persuadir a Shino para que nos hiciera compañía, ya que rara vez lo hacía y por algún motivo Kiba quería tenerlo con nosotros. Estaba acostumbrada a sus raras ocurrencias, así que no pregunté mucho más.

Llegué temprano, no estaba por lo que pedí una cerveza sentándome en la barra. Eché una ojeada al local, miré de forma distraída a la gente que estaba reunida, hasta que me encontré con su cara junto a la de algunos compañeros, pero sin Sakura. Me dí la vuelta de forma tan rápida que creí me caería de la silla, pero sólo fue el vértigo. No atinaba a moverme, apenas podía respirar de la impresión y ni siquiera miré a la persona que trajo mi pedido. Nunca me había sentido tan nerviosa antes y él era la razón de eso. Estaba molesta conmigo misma, por permitirme llegar a ese extremo. Decidí que no me iría, supuestamente Kiba iba a llegar.

Kiba no llegaba. Suspiré cansada cuando se me acercó un tipo con la clara intención de ligar conmigo, por lo que le rechacé sin mirarlo. Pero era muy insistente, se quedó a mi lado y se acercó mucho a mi cuerpo. Esa intromisión tan desafortunada me hizo olvidar cualquier otra cosa.

- Vamos preciosa, si estás solita aquí ¿no?

- Espero a alguien -le dije con una sonrisa fingida sólo para molestarlo y así de esa forma me dejara en paz. En vez de eso, se sentó a mi lado, observándome de forma lasciva lo que me hizo sentir excesivamente molesta.

Puso una de sus manos en mi hombro, como si fuéramos conocidos de toda la vida

- Eres muy linda.

- ¿Podrías por favor dejarme en paz? - cerré los ojos sintiendo que un dolor de cabeza comenzaba a embargarme, probablemente el tipo era la causa de eso. O quizá la música tan alta. Podría ser también que me enfermaba sentir de nuevo que amaba sin ser correspondida.

¿Por qué el tipo era tan imbécil?

Salí furiosa odiando al sujeto, a Kiba que nunca apareció, a todo el mundo. El idiota salió tras de mí, estaba al parecer algo ebrio. Comenzó a seguirme por algunas calles, y en una de ellas me lanzó contra una pared con tal fuerza que me dejó demasiado asombrada. Tanto así que no pude reaccionar cuando se acercó a mí, con su cara totalmente repulsiva que sólo destilaba una sensación de asquerosa lujuria.

Temblé por algún motivo, no sé si de miedo, soy kunoichi y he hecho frente a cosas aún peores. Pero había bebido, me pesaba el cuerpo de manera inexplicable, apenas podía mantenerme en un precario equilibrio hasta que caí pesadamente al suelo. Todo me pesaba, ni siquiera podía mantener los ojos abiertos como si me agobiara una inmensa somnolencia. Pude oírlo reír como una hiena asquerosa.

- Tranquilita, no te voy a hacer nada malo. Seguro que te gusta- noté como me besaba el cuello y su mano se paseaba libremente por mi entrepierna. Sentí asco y náuseas, me sentí impotente porque no podía siquiera gritar o defenderme, estaba segura que algo me había hecho. Deseé como nunca pedir auxilio de alguien, pero estaba absolutamente a su merced. Sentía el efecto de algún narcótico en mi cuerpo, sentía que la cabeza me daba vueltas y que en cualquier instante, uno pequeño, caería y ya no sabría más de mí. Pensar en eso me hizo gemir de terror.

No sé cuántos minutos pasaron de esa terrible tortura, de verdad me imaginé lo peor, pero en el momento en que lo daba todo por perdido, algo lo levantó de su sitio y lo lanzó a varios metros de ahí. Yo no podía moverme o hacer alguna cosa porque estaba mareada, seguía tirada como algún trapo, con mis extremidades lánguidas y desvanecidas. Ni reaccioné cuando alguien me tomó de un brazo para sentarme de manera brusca.

- Serás idiota -aliviada de forma inexplicable oí la voz de Sasuke. Estaba sumamente molesto y dudaba acerca de dejarme tirada en el lugar o seguir a mi lado. Como pude me agarré a su brazo con fuerza, temerosa de que me sucediera lo mismo si se iba. Le dejé una marca por lo fuerte que le tomé.- Idiota, ¿por qué tendría que preocuparme de una idiota?

- Me muero... - susurré sintiéndome totalmente agotada.

- Será mejor que te calles- dijo a la vez que me tomaba en brazos para comenzar a andar. Al poco tramo me quedé profundamente dormida.

Desperté un rato más tarde en una habitación en penumbras que me era completamente desconocida. Paseé mis ojos con el Byakugan activado para poder reconocerla un poco, me pareció un cuarto agradable, masculino porque tenía lo justo y lo necesario, todo en orden. En ese momento volví a sentirme mareada, con muchas ganas de vomitar y se abrió la puerta. La luz me hizo cerrar instintivamente los ojos, por lo que me recosté sintiendo el peso del mundo sobre mi cuerpo. Sasuke fue quien entró y se acercó a mí, para pasear una de sus manos por mi frente.

- ¿Cómo pudiste caer en algo tan idiota?

- Gracias, Sasuke.

Suspiró con fastidio y me lanzó un paño frío en la cara, gritándome que me lo pusiera en la frente y no lo molestara ya más. Que mucho había hecho con ayudarme salvándome de una situación que debería avergonzarme. Lo oí todo el tiempo en silencio.

- ¿Qué me pasó?- logré preguntar una vez que se hubo callado.

- El tipo puso algo en tu vaso, es lo más evidente y no te diste ni cuenta, kunoichi- me respondió con esa ironía suya que me gustaba y me molestaba en la misma medida, aunque esa vez me sonó a superioridad. Era evidente que me consideraba una imbécil, la peor de todas las imbéciles del mundo. Oculté la cabeza bajo la almohada sintiendo como me ahogaba en mi fiebre y en el infernal calor que hacía.- Caíste en algo evidente.

Sí, había caído totalmente, en sus ojos.

- Lo... siento ¿vale? Ya me voy para no molestarte más -hice el ridículo al intentar levantarme, porque caí de rodillas al suelo. No sabía por qué me comportaba así ante él, con Naruto todo fue tan distinto, por eso la situación me superaba. Me miró con rabia y me tomó del brazo otra vez para ponerme de pie.

- Quédate quieta, te dije que no me molestes -se alejó de mí rápidamente- no te haré nada.

- No dejaría que lo hicieras.

- Vale, pero por lo menos recuerda que te salvé el día.

- ¿Acostumbras a salvar la vida de todo el mundo?

Parpadeó apoyándose en la puerta. Se cruzó de brazos, quedándose en silencio probablemente sorprendido con mi actitud. Quería que se quedara ahí mirándome como él sabía hacerlo nada más, a mi lado, cerca. Lo necesitaba de verdad, eso me estaba superando y tarde o temprano mis sentimientos se harían notorios. Era la primera vez que me sentía de esa forma. Querer ser valiente más que con él, conmigo misma.

- Sólo a personas incautas como tú.

Al diablo.

- Tienes razón en eso... -dije sin poder ocultar mi tristeza, sabía que nunca podría llegar a él, que nunca me miraría de otra forma que no fuera como una compañera ninja. Eso me frustraba mucho más que sus palabras.

- Lo que me faltaba, alguien muy deprimida que no se acepta a sí misma -dijo con evidente apatía. Era obvio que no le agradaba para nada la situación. Debía olvidarme de todo eso que me estaba acabando. Debía... Logré ponerme de pie esta vez sin caer o tambalearme.

Fui en su dirección, diciéndole adiós por lo bajo.

- No va a ser asunto mío si te sucede lo mismo -me dijo interponiendo un brazo, así de esa forma no pude avanzar más.

- No te preocupes, yo... -sentí vértigo, pero esta vez por mis ganas de poder confesárselo. Sobre todo por la forma en que me miraba, no podía definirlo, podían ser varias cosas.

Una sola pregunta. No pude evitarlo, me estaba muriendo por dentro.

- No es de tu incumbencia.

- Lo es...

Me arrepentí demasiado tarde de mi interrogante, con eso me había declarado prácticamente. Tenía razón, no era mi asunto saber si amaba o no a su novia. Lo peor fue la forma en que miró en esa ocasión, con ese brillo extraño que había visto hacía varias noches en la cascada, que me hacía sentir tan débil y pequeña.

Por alguna razón, decidí continuar. Era humillante, pero... Era tan sincero.

- Me... gustas, sé que no lo debo decir, no estoy en posición de hacerlo...- sentí un nudo en mi garganta de desesperación.

- Ya te dije, no estoy obligado a responder eso- comenzó a acercarse a mí lentamente lo que me hizo retroceder hasta quedar pegada contra la pared. Chocó su nariz contra la mía, estaba consciente de que jugaba, de que se burlaba, de que aprovechaba la situación para fastidiarme. Pero no lo evité ni rechacé cuando besó la superficie de mis labios con una aterradora suavidad. Me echó un poco la cabeza hacia atrás, agarrándomela con ambas manos. Algo no encajaba.

- Déjame, no lo he dicho para que... me hagas esto.

Se alejó de mí y volvió a la puerta con aire ausente.

- Lo siento, pero voy a casarme con Sakura, los motivos no te deben importar. Si la quiero o no, tampoco es asunto tuyo.

Fue como haber recibido un golpe en pleno rostro. Como autómata me fui a la puerta sin despedirme. Noté de pronto como me daba en la cara el aire frío de la noche y con eso desperté de mi trance. Quise llorar, pero finalmente no lo hice porque tal vez me quedaba un poco de amor propio. No sé cómo llegué a mi departamento, no sé cuánto me demoré. No sé si saludé a alguien, tan sólo me enteré que llegué a mi cuarto y caí al suelo abrazándome a mí misma. Con mi frente toqué el suelo y me quedé dormida en esa posición.

III. Resistiendo.

Kiba llegó corriendo a mi lado con cara de profunda felicidad. Farfulló algo que no pude entender completamente ya que Akamaru ladraba al mismo tiempo, aunque pude reconocer el nombre de mi hermana entre todo aquel ridículo griterío. Probablemente estaban bien, sin discusiones ya que su noviazgo era algo complicado, pero yo no tenía los ánimos suficientes como para oír de la felicidad de otros. Mi actitud había cambiado mucho, verdaderamente apestaba y varios me lo hacían notar preguntándome que ocurría. Yo únicamente necesitaba estar sola y nadie parecía entender ese punto.

- Argh, ahí viene el idiota de Naruto. Pobre diablo, no se puede el cuerpo desde que supo que su amada se casa con ese otro imbécil.

Me miró buscando aprobación a su comentario, y yo sólo pude quedarme callada observando a Naruto que se dirigía a nosotros a paso lento. Al llegar nos saludó apenas, con la evidente aflicción marcada en su cara. Obviamente sabíamos de su calvario. El mismo que el mío.

- ¿Qué tal Naruto?

- ¿Qué crees Kiba idiota?

- Hey, sólo intento ser amable contigo. Deberías estarme agradecido ¿no crees, bakka?

Por respuesta frunció el ceño ignorándolo, fijando sus ojos en mí, los que estaban algo llorosos y patéticos. Se había perdido un poco de aquel brillo que alguna vez me fascinó. Sentí pena, me pregunté si yo me vería de esa forma, sin brillo, sin ganas, como un envase vacío y desecho. Concluí que sí, que lucía peor que todo lo anterior. Naruto me pidió que lo acompañara a cierto lugar porque debía hablarme, cosa que me sorprendió ya que era la primera vez que quería tratar algo conmigo en particular. Akamaru comenzó a ladrar por un gato que se cruzó cerca y nuestro rubio compañero me hizo una seña para que lo siguiera. Me despedí rápidamente de Kiba.

Fuimos al Ichiraku lo que no me sorprendió para nada. Pronto estuvimos sentados frente al encargado de la tienda quien recibió la orden de servirnos dos tazones de ramen. Una vez que los trajo, me quedé observando la sopa sin ganas de tocarla. Naruto comía con avidez la suya, evidentemente disfrutándola a cabalidad, y por lo menos en ese momento él no se veía mal. Lo seguí observando mientras devoraba la comida, preguntándome el motivo de todo aquello.

Pensé que hubiera sido mejor haberme quedado en la cama todo el día.

- ¿Qué pasó anoche con Sasuke?- preguntó como si nada, sin apartar sus ojos del ramen que con tanto deleite comía. No pudo notar el intenso ardor que se apoderaba de mi cara, al recordar la escena vivida.

Bajé la vista deseando desaparecer y él lo notó volviéndose a mí. Inspeccionó mi actitud e imagino que de todas formas pudo notar como mi rostro estaba enrojecido. Aquello era más que una respuesta, lo supe por esa sonrisita burlona que se le dibujó en el rostro.

- He observado mucho este último tiempo, no he podido evitar notarlo- se acercó mucho a mí entornando los ojos lo que le dio una extraña expresión. Impulsivamente me acerqué a él por lo que quedamos prácticamente pegados, tanto que pude percibir el olor a ramen que emanaba de su boca.- Vi que te llevaba a su departamento.

Era por eso, obviamente no creí a Naruto tan observador como para darse cuenta por mí de lo que sentía. Tan sólo fue testigo de ese hecho específico. Me alejé incómoda, apartando la mirada. Él nunca estuvo atento a mí y menos lo estaría en aquel período en el que sufría casi lo mismo que yo. De alguna forma, dentro de todo ese torbellino en el que mi vida se había convertido, sentí alivio de que nadie más lo supiera.

- No es lo que crees... De verdad que te has equivocado.

Me bastaba con que lo supiera Sasuke. Me bastaba sólo eso para estar tan absolutamente mortificada.

- No te pongas así, Hinata-chan -replicó con un tonito irónico que era de lo más detestable dada la situación. Me arrepentí de haberlo acompañado, era obvio que no podía ser nada bueno desde un principio. Pero últimamente cometía error tras error. Me tropezaba cientos de veces con la misma piedra y volvía a transitar por el mismo camino erróneo una y otra vez.

- Tuve un problema y me ayudó, estaba en serio muy mal. – no tenía intenciones de entrar en más detalles, porque hasta eso me hubiese delatado. Intuí que si le explicaba algo más parecería culpable de algo, pero no sabía de qué.

- ¿Por qué ese sonrojo entonces?

Porque soy muy tímida, ¿no se ve?

- Tengo calor- respondí por lo bajo poniéndome de pie para salir sin despedirme.

Alguien pasó a mi lado y me empujó en su trayecto por lo que terminé en el suelo. Me quedé sentada sin importarme las miradas de la gente, de burla o de preocupación o simplemente risa. No tenía ganas de ponerme de pie o comenzar a andar porque me sentía detenida, desorientada, sin rumbo fijo. Decidí que no tenía ganas de seguir ahí tampoco y tomé rumbo en dirección a la cascada. Estuve toda la tarde y cuando ya anochecía decidí pasar ahí la noche.

Me sentí muy cómoda bajo un gran árbol, me acurruqué junto al tronco sintiendo como poco a poco me iba ganando el sueño. Hasta que sentí el crujir de algunas hojas secas que estaban muy cerca de mí. No me moví ni me puse en guardia, a esas horas todo me daba lo mismo, absolutamente todo. Sentí los pasos cada vez más cerca y me eché en el suelo boca arriba.

Vi su cara sobre la mía, pero lejos. Sus pies al lado de mi cabeza, casi presionándola.

- Eres tú quién se busca los problemas.

- No molestes- dije en un susurro juntando todas mis fuerzas para cerrar los ojos y apartarlo de esa forma de mi pensamiento. Qué tonta, como si hubiese poder suficiente en la tierra para hacer algo así. Sasuke podía transitar por horas en mi mente, trazar distintos recorridos sin querer salir de mí, burlándose siempre.

- ¿No te das un chapuzón conmigo? –preguntó sin siquiera imaginar lo que pasaba por mi cabeza.

- ¿Por qué no vas a pedírselo a tu novia?

No me respondió lo que me pareció lo mejor. Se alejó de mí para acercarse a la orilla, yo me dí la vuelta en el momento en que se sentaba mirando al cielo. Me lo quedé contemplando mucho tiempo, perdida también en mi mente, tratando de analizar esa situación ¿por qué estaba ahí? ¿Acaso como yo, le gustaba sentir esa paz y tranquilidad? Tuve que cerrar los ojos para dejar de verlo, pasándome una mano por las caderas trataba de ocultar mi nerviosismo. Sentía que mi ansiedad se podría oler, hasta ver porque desde hacía algún tiempo me había vuelto alguien sumamente evidente.

Sentí una urgencia increíble.

Estaba al borde de un abismo.

- Sasuke...

Un hilo de voz que pudo oír.

- ¿Qué quieres?

No tenía nada que perder. No tenía nada.

- Tan sólo una... una vez.

Dio vuelta la cabeza parpadeando sorprendido.

- Haz el amor conmigo una sola vez. Una única oportunidad, no pido más, sin compromisos de ningún tipo. Nunca te molestaré de nuevo- jamás antes me había detestado tanto, jamás antes había cedido así a mis impulsos, no era yo, era una desconocida que se adueñaba de mis actos y me controlaba. Era extraño, era aterrador, era...

Su rostro permanecía impasible, quizá hasta más frío y lejano. Si se podía.

- ¿De qué hablas?

- ¿Qué no es evidente? -repliqué con rabia a punto de perder mi compostura- Quiero acos... acostarme contigo.

Hubiera llorado. De cierta forma me traicionaba. Me sentía atrapada en una invisible telaraña.

- No te pregunto eso, lo sé. Te olvidas de que me voy a casar y no tengo intenciones de estar con alguna otra mujer.

- No soy atractiva...

- No es eso, idiota. Se trata de compromisos, de respetarlos ¿entiendes? No quiero volver a oír lo mismo – replicó de manera insultante, evitando mi mirada, con un gesto de desprecio cubriéndole el rostro.

Se puso de pie y se largó corriendo. Yo me quedé ahí varias horas despierta, sintiéndome hipnotizada por el canto del agua y el viento refrescante que me recorría el cuerpo y hacía bailar a las hojas de los árboles.

Después pensé que podría haber sido un árbol magnífico.

IV. Tan sólo una vez.

Esa mañana quería morirme de forma bastante literal. Me quedé en la cama sin otra entretención que observar el techo pensando o tratando de no pensar en nada, aunque aquella escena volviese a mí de manera constante. Luego de un tiempo de hacer nada observando las paredes, me decidí a ordenar la casa creyendo que de esa forma mi mente podría distraerse. Además había decidido no salir a la calle, porque de tan sólo pensar que lo podía ver junto a ella, me mortificaba de forma increíble, me ocasionaba una presión en el pecho y me sentía acabada ante el mero pensamiento.

Después de terminar -no estaba tan mal como yo creía- decidí darme un baño. Por alguna razón el agua siempre logra calmarme o aliviarme ya que es mi elemento por naturaleza. Pero en ese momento creía que absolutamente nada me haría olvidar el dolor y la humillación, que nada nunca me podría sacar de la cabeza el tono furioso y nauseabundo de sus palabras. Era simplemente algo que ya me había consumido. Su rostro que me miraba casi con asco... Era algo que hubiera dado la vida por olvidar.

Estuve mucho tiempo, lloré un poco y luego me dije que no lo iba a permitir, que ya había mordido el polvo de la humillación y por alguna vez debía pensar en mí. Por lo menos eso sentía mientras el agua tibia recorría cada parte de mi cuerpo y me iba sumiendo en una especie de delicioso sopor.

Al salir, todo me dió vueltas.

Sentado en mi sillón estaba él, jugueteando nerviosamente con sus manos entrelazadas.

Me quedé helada, petrificada más bien porque de todas mis increíbles fantasías, esa jamás se me pasó por la mente, y mi mente luchaba por procesar la información que aparecía ante mis ojos. Que estaba en mi sala mirándome de esa forma tan extraña que poco tiempo antes había notado. Temí despertar de alguna clase de sueño, de alguna alucinación, pero él se movió incómodo ante mi perplejidad.

- ¿Qué haces aquí?- pude preguntar después de superar un poco mi sorpresa.

- Soy un maldito ninja ¿no? No deberías sorprenderte tanto.

- Seas ninja o no, no tienes... -su mirada me desnudaba, esta vez de forma totalmente evidente y eso me desconcentraba por completo- No tienes ningún derecho a entrar así a mi departamento- pude finalizar con esfuerzo. Cada acto requería de una increíble fuerza, porque estaba en una batalla perdida de antemano.

Sonrió desviando la mirada mientras yo me apretaba la toalla al cuerpo en un mecánico gesto de protección. Pero era inútil, porque de entre todos los millones de seres humanos del planeta, él era el único capaz de desnudarme ante su sola mirada, ante una sola palabra. Ante un solo gesto.

- No te pases -me respondió levantándose para ir junto a mí, sin apartar sus ojos de los míos. De verdad me iba hacer perder la cabeza, me sentía en alguna especie de sueño irreal, en un cuadro surrealista, tan extraño y retorcido. Pasó por mi lado, sin rozarme a pesar de lo cerca, en dirección a mi cocina. Antes de entrar me preguntó si quería un café a lo que yo respondí asintiendo solo con la cabeza de forma inconsciente, porque por dentro mi mente bullía en desesperados pensamientos. Me quedé parada en medio de la sala, mirando fijamente el sofá donde segundos antes había estado él, cuando todo se me hizo claro de golpe. Nunca antes me había latido el corazón con tanta rapidez ni me había sentido tan asustada.

Todo se detuvo en ese momento. Ya que comprendí que hasta mi vida y mis sueños, todo dependía... De él.

- No te quites la toalla, ¿vale? Al menos por ahora, así que siéntate -me gritó desde la cocina y eso me hizo reaccionar. Obedecí sin replicar, sin pensar muy bien en nada, mi mente era un hervidero que apenas podía hilar algunas cuántas ideas. Sabía el motivo de su "visita" y eso absolutamente me intranquilizaba de forma casi enfermiza. Mi cuerpo comenzaba a humedecer, la boca se me comenzaba a secar...

Tragué saliva cuando lo vi aparecer con dos tazones de café en las manos. Puso uno en las mías y sin decirme nada se sentó frente a mí de forma pesada, mirando su taza. Ninguno dijo alguna palabra, la tensión en el ambiente era tan absolutamente palpable, tan visible que me descontrolaba, a pesar de que estaba inmovilizada por fuera. Mi mente era una la caldera de laguna fábrica enorme. Decidí llevarme a los labios el café que estaba amargo, pero me supo bien. Tal vez no lo pude apreciar bien porque un solo pensamiento era dueño de mis actos. Una sonrisa nerviosa se escapó a mis labios cuando se levantó y vino a mi lado. Me quitó el tazón y nuevamente lo acepté sin replicar. No me atrevía a mirarlo, no me atrevía a delatar todo lo que sentía en esos instantes, me dominaba, la situación, su mirada, su cercanía...

- Estuve pensando en lo que me dijiste.

- Sa-Sasuke yo...

- Cállate -dijo en un murmullo al acercar su rostro al mío, su nariz y la mía juntas, yo perdiéndome en esos ojos que me arrastraban a un abismo tan negro como ellos. Estaba perdida, estaba extraviada en la cálida intimidad que se creaba con su cercanía.- Dijiste que era una sola vez ¿no? Ya no puedes retractarte.

Traté de alejarme, de apartar el cuerpo, pero me agarró con firmeza la cara, casi haciéndome daño. Notó la aflicción en mi mirada, y aflojó la presión sin soltarme, obligándome a mirarlo. De cierta forma sentí que me hacía enfrentar a mis propias palabras, a mis propios impulsos que nos habían llevado a los dos a aquella situación.

- Sí, una sola vez -susurré rendida, definitivamente me había rendido a eso que me dominaba tan bien. A eso que podría acabarme, pero de lo que no podía ya escapar aunque me lo hubiese pedido- Tampoco se lo diré a nadie... Yo...

- Lo sé, lo sé muy bien y por eso lo voy a hacer.

- Sí... -respondí apenas, sintiendo que todo mi cuerpo era presa de un nerviosismo que hacía mucho tiempo no sentía. Me sentí tonta, aletargada, ida, pero él continuaba ahí con esa mirada que podía atravesarme más que cualquier arma...

Me besó en la superficie de los labios primero, para luego desviar sus labios a la comisura de mi boca ligeramente entreabierta. Mis latidos podrían haberse oído a millas, mi cuerpo temblaba ligeramente cada vez que sus manos me tocaban. Sasuke actuaba de una forma que jamás imaginé, que nunca esperé.

Hizo que me pusiera de pie con la clara intención de llevarme a la habitación. Al parecer ya había recorrido mi departamento porque sabía muy bien dónde estaba, lo que me hizo agradecer internamente el haber ordenado todo. Me tomó de la mano y comenzamos a andar silenciosos, esa vez sin vernos. Nunca antes me había parecido tan largo el simple trayecto de la sala a mi cuarto, ese que todos los días recorría sin pensarlo siquiera, sólo que esa vez... Esa vez quedaría grabado en mí, cada segundo, cada minuto, ese trayecto tomada de su mano... Todo.

Antes de entrar a mi alcoba, dudé. Una sola vez ¿bastaría? ¿Qué sucedería después conmigo, con mi alma? Con mi vida... Me parecía tan poco, pero sabía que no podía pedirle más. Sabía que no tenía derecho a pedirle nada, no sabía por qué lo hacía y eso era lo que más me carcomía los huesos. Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas, pero los cerré con fuerza mordiéndome los labios.

- ¿Qué pasa ahora?

- N-Nada, por favor sigue.

Sonrió por lo bajo mientras pasaba una de sus manos por mis muslos, de forma experta, como si conociera mi cuerpo de mucho antes. Gemí de forma involuntaria, muy suavemente, lo que provocó una maliciosa sonrisa en su rostro. Sabía cómo tocarme, como besarme, aquello era para mí una especie de tortura. Pronto estuvimos en la cama, él aplastándome con su cuerpo, tratando de quitarme la toalla que tenía yo agarrada con todas mis fuerzas.

- Hinata...

- ¿Qué?

- Si no me dejas quitarte la maldita toalla no puedo hacerte nada.

Asentí dando vuelta el rostro porque sabía que estaba sonrojada. Volvió a besarme, esta vez de una forma más brusca, mucho más invasiva porque sus manos se paseaban con total libertad por mi piel desnuda. Poco a poco, a raíz de sus caricias fui dejando de lado el nerviosismo y me atreví a acariciar su espalda bajo la polera, que pronto quité con su ayuda. Pegó su torso para de esa forma sentir mis senos desnudos. Mi alma desnuda. Mi vida a su alcance.

Al notar su excitación, su deseo, sus ansias, sentí mi entrepierna cada vez más húmeda. Sasuke se dio cuenta cuando su mano llegó hasta mi sitio y lo acarició con una suavidad que no me esperaba. Por instinto me encargué de quitarle el pantalón con algo de desesperación, ante lo cual volvió a ayudarme para que lo hiciera rápido, porque en cuanto ya no lo tuvo se pegó a mi cuerpo, encajando en mis caderas. Gemí cerrando mis ojos con enorme deleite, a la vez que su boca lamía mis senos. Mis manos ya eran libres, tocaban su cuerpo con libertad y desenvoltura.

- Hinata...

- ¿Qué?

- Tienes que abrir un poco más las piernas.

- Claro...

- Te comportas como una virgen -susurró sobre mi boca. Ubicó su cuerpo, su miembro estaba pegado a mi clítoris, eso era una tortura aún mayor ya que no entraba en mí. Me desesperaba en la misma medida que me excitaba. Me provocaba, me hacía su esclava y de cierta forma me hacía sentir que yo era muy débil respecto a él, que él era el único dueño de todo ese momento y que haría de mí todo lo que pudiese desear. Por eso, cuando su boca volvió a mis senos, lo empujé un poco y me tapé con los brazos. Me miró con rabia.

Pensé que se iría, que me gritaría alguna cosa, como por ejemplo lo idiota que yo era y que no lo molestara más. Pero pasó su vista por mi cuerpo con una indefinible mirada y continuó bajando hasta llegar a mi entrepierna. No tuve tiempo de juntarlas, cuando su lengua me acarició. Ahogué un grito porque uno de sus dedos estaba ahí, moviéndose con lentitud y libertad.

- Te gusta ¿eh? Y yo no pensé que fueras tan...

- ¿Tan qué? – pude preguntar apenas, después de un gemido que no pude reprimir.

- ¿Cómo decirlo? -metió aún más su lengua haciéndome gemir de auténtico placer. Su tono ronco de excitación era un narcótico para mis oídos. No dejaba de saborearme, de tomarlo todo de mí sin poder negarle nada, de arrebatarme la consciencia.- Eres tan deliciosamente estrecha.

Mi piel se erizó con ese comentario, de satisfacción y deseo. No podía creer que era yo quién estuviese avivando su propia excitación, que fuese mi cuerpo el que sus manos estuviesen recorriendo. La urgencia, las ganas de que me poseyera, de sentirlo adentro y el peso de su cuerpo eran más fuertes que mí misma. Él lo sabía, podía sentirlo, pero quería seguir en ese juego casi despiadado.

- ¿Lo has probado?

- ¿Qué cosa?

- Tu sabor -me respondió con paciencia antes de por fin subir por mi cuerpo. Quedamos frente a frente, mirándonos a los ojos, con la respiración agitada, hasta que sin aviso chocó su boca contra la mía. Sentí el sabor de mi misma, lo que era extraño, pero no desagradable. Suspiré rendida, preguntándome cuando acabaría eso, hasta qué límite me quería llevar, pero en eso percibí que abría mis piernas para luego penetrarme con fuerza, aunque lentamente. Clavé mis uñas en su espalda cuando sus embestidas se hicieron cada vez más rápidas y seguidas, más profundas. Lo agradecí en silencio, respondiendo con mis caderas, las que levantaba a cada penetración. Eso le gustaba, lo pude notar.

Hicimos el amor varias veces, no tengo idea de cuantas, sólo sé que fueron largas horas de placer, porque ya obscurecía cuando miré por la ventana en el preciso instante en que se levantaba desnudo para salir de la habitación. No sé a dónde habrá ido, yo me quedé en la cama, recostada de lado semitapada con la sábana, sintiéndome cansada y feliz, sin poder quitarme las horas anteriores de encima. Sentí también una especie de sopor que creí me dejaría dormida, pero volvió al cuarto momentos más tarde y despabilé. Verlo desnudo me hizo enrojecer como si nunca lo hubiera visto antes por lo que me tapé con las sábanas.

Le hizo gracia e intentó destaparme. Pero no se lo permití.

- Se hizo muy tarde... -prendió un cigarrillo. Me quedó mirando de modo raro con la cabeza ladeada como si viera algo que yo no podía adivinar, como si tuviese un secreto indescifrable entre sus manos. Su insistencia hizo que me revolviera en la cama sintiendo de pronto una inmensa tristeza y desolación, porque nunca más me miraría así, nunca lo tendría cerca de nuevo. Lo que había sentido en esas horas anteriores, no se repetiría. Él lo olvidaría, volvería a su lado con ella, a su vida y yo... No me atrevía a pensarlo, la convicción de que era la última vez me hizo volver a la pesada realidad de su ausencia.

Asentí sin mirarlo, comenzaba a vestirse.

- Hinata.

- ¿Sí?

Aspiró de su cigarrillo.

- Nada, adiós.

De pronto, todo se volvió muy frío al cerrarse la puerta tras él.

V. Final.

Todo eso sucedió hace algunas semanas y de una forma u otra no he vuelto a verlo o a saber de él. En este tiempo he tenido algunas misiones largas, cansadoras, las que me quitan las fuerzas y las ganas de pensar en lo que sucedió en mi habitación. Pero apenas me acuesto, en esa cama que compartimos, todas esas imágenes acuden a mi cabeza. No he querido llorar. Conservo algo de orgullo que en realidad no me sirve de nada, porque siempre vuelvo al mismo punto, al de la partida, en el que me encontraba tan sola en un principio. No me sirve de nada este orgullo completamente inútil cuando estoy a la deriva y los pensamientos vienen a mí de manera implacable, provocando una presión en mi pecho que me es difícil ignorar. Simplemente me estoy torturando con todo esto, pero no puedo dejarlo porque no tengo la fuerza suficiente para olvidarlo todo, para ser libre como me gustaría. A veces creo que gusto con torturarme, cuando por las noches me quedo en las penumbras esperando alguna cosa, que no sé con certeza o que no quiero analizar en profundidad. ¿Acaso sigo creyendo que vendrá algún día? ¿Por qué las esperanzas pueden ser tan dañinas? No encuentro la respuesta, no existe en realidad y de eso me doy cuenta cuando las noches se siguen y él no aparece por mi habitación.

Me lo pregunto mucho aun así. Me lo cuestiono todo, parezco la sombra de algún pasado glorioso, las ruinas de algo grande que de seguro no volverá. Como si hubiera sido y hoy sólo fuera un recuerdo. Me es extraño pensar en todo aquello. Es terrible estar sola en estos momentos en que tanto... tanto quisiera ya no sentir ni saber, ser sólo una niña inconsciente de si misma, de su dolor y su frustración. Pero sigo en entre estas cuatro paredes que me acusan en estos instantes. Todo conlleva al doloroso recuerdo y es cuando me gustaría ser simplemente un ave, una hoja en el viento... A veces despierto en mitad de la noche, confusa, pensando si todo fue real o lo imaginé alguna vez. La penumbra está ahí, y compruebo que es verdad, que en algún momento sentí su cuerpo junto al mío.

Por una sucesión de hechos ocasionados por Kiba me encuentro de nuevo en el Ichiraku, esta vez junto a Sakura que habla animadamente con Naruto, y aunque sienta que me desmoralizo, tampoco pude evitarlo. Mi compañero luce feliz al estar junto a ella, la tristeza parece haberse esfumado por completo como por arte de alguna magia oculta en los verdes ojos de jade. No puedo evitar observarlos arrobada, maravillada de cierta forma, porque me es imposible concebir que Sakura no se dé cuenta de lo que le provoca. Es tan dolorosamente evidente que en ocasiones debo apartar la vista, pretender que mi atención está fija en alguna otra cosa, lo que me molesta y me entristece en la misma medida. La risa de ella puede llegar a ser muy dolorosa en ocasiones, sobre todo cuando el nombre de Sasuke está presente en sus labios y se cuela en mi cuerpo, porque no hay barrera que lo evite. Los ojos se me humedecen, el corazón se me acelera, mis manos sudan de manera imperceptible. No sé si es una mezcla de culpa, de remordimiento, o si es en definitiva este deseo que no se logra consumir. Me siento incómoda, pero por alguna razón no me decido a salir corriendo de este lugar.

Siento que toman mi hombro con suavidad.

- ¿Qué? -logro preguntar, costándome focalizar mi atención en la mirada que está muy fija sobre mí. Por un instante me sumo en la profundidad de esa mirada, que nuevamente brilla con toda su fuerza y vida. Pareciera que nunca hubiese amado ya esos ojos, porque era así de desquiciante lo que me sucedía.

- Te estaba hablando de algo. ¿Qué sucede?

Desvío la mirada hacia Sakura quien me observa con evidente curiosidad. Por un momento sentí la tentación de confesarlo todo, de pedir perdón, pero a la vez de gritarle al mundo -y a ella- que me gustaría volver a ese momento preciso, varias tardes atrás cuando no sabía que cavaría mi propia tumba. ¿Pero qué podía hacer? Si digo que no me arrepiento, luego sonrío con amargura y me repito mil veces lo idiota que soy, tal como solía llamarme y como seguramente me define bien.

¿Qué sucede? ¿Podré algún día contártelo todo sin miedo, decirte que en realidad quiero que estés aquí? Pido la oportunidad para ser sincera.

- Lo siento -respondo débilmente poniendo toda mi atención en el tazón de ramen que no he querido tocar y que seguramente ya estará frío. Desearía que apartaran la mirada de mí, que se olvidaran que estoy presente y que como yo, me sintieran como una sombra.

- ¿En qué pensabas Hinata-chan? -pregunta Naruto con una sonrisita molesta, porque sé que entraña algo más. Estoy casi segura que lo sabe todo o que puede intuirlo por lo menos, que de alguna forma me tiene a su merced. Es casi como un juego de las torturas, las que no acaban y de las que no huiremos. Esta vez estoy en completa desventaja, debido a mi apatía por todo últimamente.

Sé por qué lo preguntas, no hace falta que me mortifiques.

- En nada especial -respondo cortante, con el tono de voz evidentemente molesto lo que no puedo ocultar. Él sólo sonríe de aquella forma suya y continúa platicando con Sakura, aunque puedo notar como dirige algunas miradas significativas hacia mí. ¿Qué quiere decirme? ¿Qué sabe algo que yo no sé y que por eso es superior a mí?

Suspiro. Deseo escapar, eso es todo.

- Debo irme.

- ¿Cuándo regresa Sasuke, Sakura-chan?

Me detengo como impulsada por una fuerza superior a mí, ruego en mi interior no ser completamente evidente, porque me muero de ganas de oír aquella respuesta. El tiempo se estaba haciendo eterno y pesado.

- Me dijo antes de partir que este lunes -sonríe de forma encantadora, menos para mí porque me duele. Volverá para ella, para estar a su lado, pero no se acercará ni siquiera para preguntar cómo estoy. Eso lo sé, pero aun así me quedo un momento más con una sonrisa por máscara dispuesta a soportar todo esto. Por unas míseras palabras que me devuelven la sensación de los latidos acelerados, del sonrojo que me supera.

Si me vieras, ¿qué dirías? Probablemente sonreirías con malicia y me insultarías. Ahora que el tiempo sigue pasando, siento que hasta eso sería reconfortante escuchar. Cualquier cosa que provenga de tus labios.

Y una palabra lo ocupa todo. Tu nombre.

Otra vez, estoy detenida.

No sé cómo he llegado a este punto. Este desorden se asemeja un poco a lo que sucede en mi interior, todo lo que siento se exterioriza y se confunde con el ambiente, con la noche. Debe ser porque acabo de verlos juntos al pasar fuera de un local de juerga, bullicioso y asqueroso. No pensé que me impactaría de esa forma, luego de lo que sucedió entre nosotros, no imaginé que acabaría llorando en uno de los incontables callejones de Konoha como si fuera una niña perdida. Hubiera continuado en ese sitio sin importarme nada más que sentir una estúpida auto compasión hasta que llegó la lluvia y me calmó por un instante. Me hubiera quedado en ese callejón, hasta que recordé que seguía dolorosamente viva y comencé a andar, porque todo me pareció inútil, no lograría nada. Él en aquella ocasión no aparecería de la obscuridad a tomarme y presumir de héroe. Ya no.

He tenido sueños húmedos en los cuales es el protagonista, mas al despertar me hallo de cara con esta realidad asfixiante. Quiero con mi alma repetir la experiencia, pero su adiós frío me dice que eso no será así. Daría la vida, pero no encuentro la fuerza capaz para volver a buscarlo, por varias cosas. La principal es el miedo, terror de oír su rechazo inexorable, de saber que nunca habrá una oportunidad para mí. Me siento detenida en mi sitio, sin hallar el camino por el cual andar. Ningún camino me llevará a ti.

Soy obsesiva, lo noté cuándo su imagen se hizo tan recurrente en todas partes. Me siento cansada, muy cansada.

La puerta cerrada se antoja a la misma despedida inmisericorde suya. ¿Tanto querías marcharte? Si cierro los ojos, la puerta vuelve a cerrarse, aumentando el frío de invierno que se comienza a sentir en todos los rincones de mi casa. Ni siquiera estas sábanas pueden ahuyentar a este fantasma que no deja de atormentarme y me adormece. Esta noche me gustaría dormir, no soñar porque de seguro hasta en ese sitio estarás tú, sino que sumirme en un sopor que me impida ver imágenes en sueños.

Porque a pesar de que se fue, se empeña en atormentarme todavía. Y eso no lo sabe, ya que ahora está junto a ella, en todo momento ella. No puedo odiar como me gustaría, no puedo maldecir como pide mi alma, no puedo ya soportar todo esto. Es mi culpa, yo me precipité por mis propios pasos a este abismo que asfixia y asusta, que duele cada vez que aspiro el aire.

Basta, me digo, basta ya de todo esto. ¿Qué sucede? Puedo oír sus murmullos, puedo apreciar la forma en que lo mira, con esos ojos enamorados que para mí son un tormento del que no quiero huir. Basta. Porque no sé si escapar ahora que me lo encuentro doblando una esquina cualquiera que se parece tanto a otras, pero que ha tenido la ocasión de juntarnos y despejar la mañana. Las palabras se ahogan en mi garganta y no logran traspasar mis labios, ya que siento que lloraré si le miro a los ojos. Basta, no quiero sentirme derrotada y frágil como ahora. Basta.

- Buenos días.

- Buenos días -saco fuerzas de alguna parte para responderle, todavía sin mirar a sus ojos. Siento que sí lo hago, no podré evitar la tentación de arrojarme a sus brazos y rogarle que me tome otra vez. La sensación es pesada, se siente sobre mis hombros como un profundo desaliento. Esto me parece irreal, porque de pasar a compartir la misma cama, estábamos tratándonos con una cortesía irrisoria y cínica en una esquina, con la gente pasando sin cesar por nuestro lado, sin darse cuenta de que ese pequeño e insignificante encuentro me iba a torturar por semanas.

Me decido y doy el primer paso, me despido con una falsa y patética sonrisa de valentía que no engaña a nadie. Por dentro, algo se va desmoronando.

Pero no cuento con que tome mi brazo con una inesperada delicadeza y me detenga en el acto por ello. Sin embargo, no le doy la cara y sigo mirando al frente. No quiero mirarlo. No, no quiero observar su rostro y pensar que luego se irá a otro lado, feliz por haber jugado un rato. Eres tan juguetón Sasuke, tal vez nadie más lo sepa, pero yo lo sé muy bien.

- Estás huyendo. Detesto que la gente haga ese tipo de cosas.

Me sorprenden sus palabras, porque no alcanzo a comprenderlas en este momento. Finalmente me suelta y de pronto el miedo irracional de ya no verlo me carcome. Las ganas de arrojarme a su pecho se me hacen infinitas, lucho desesperadamente por pensar en alguna otra cosa, en acordarme de alguna de las tantas bromas de Kiba, de algún recuerdo feliz, pero todo intento es en vano porque está aquí en definitiva.

Hoy debo juntarme con mis compañeros de equipo y ya se me hace un poco tarde, ese pensamiento me despierta, me hace aterrizar en mi realidad. Lo digo en un murmullo y mis pies me obedecen finalmente y escapo. Soy libre. ¿A qué precio? Soy un cúmulo contradictorio, un ser que se mueve al filo de una espada que no mata.

"Estás huyendo", mientras corro sin fijarme muy bien en mi dirección o sin saber muy bien si el camino es el indicado, en mi mente da vueltas. "Estás huyendo" mi mente se turba y ya no sabe pensar en otra cosa. Huyo, sí, huyo de los recuerdos, de la habitación, de aquel día, pero me cuesta mucho ¿sabes? No hay un camino que lo vuelva todo más fácil, ya no hay una ruta para seguir ni para andar. Todo se decidió para mí, me quedaré en silencio y seguiré corriendo por las calles de la aldea que me van alejando un poco más de ti. Estaba asustada mientras veía tu rostro, atemorizada de lo que pudieras decirme, pero volvimos a lo mismo: a nada. Sigo corriendo, porque el viento que azota mi cara impide que llore como deseo hacerlo. Basta.

¿Estoy huyendo? Es la única opción que me dejas. ¿Qué esperas, que me siente a contemplar tu teatro con ella?

¿Sakura está llorando? ¿Naruto la tiene abrazada, sin que ella se niegue o intente alejarlo? ¿Qué es lo que sucede? Tengo ganas de preguntar, aunque algo me intriga todavía más; Sasuke no está por ningún sitio y esa observación se hace insoportable, ¿por qué no está con ella? ¿Por qué está Naruto y no tú? ¿Por qué de pronto siento que las rodillas no podrán con el peso de mi cuerpo y que en cualquier momento caeré y que nada me levantará? Sus lágrimas siguen, y siento que en parte son por mi culpa. Algo que me aterra. Sigo sin moverme, estancada como una estatua inútil e inservible, temerosa de que me vea y se intensifique su dolor. ¿Por qué estoy segura de ello? Trato de convencerme que es una de las tantas discusiones por las que pasan las parejas.

Sola nuevamente, sin las miradas que me acusan y me hacen sentir miserable, me encuentro junto a la cascada. Corre un viento cálido muy agradable, como el que anticipa la lluvia. La tarde se antoja grandiosa con sus nubes melancólicas, y la imagen de Sakura me sigue golpeando los ojos. No existe la fórmula en estos momentos de alejarla de mí y me recuesto en el pasto analizando todo lo que ha pasado en días anteriores. Me cuesta hilar adecuadamente las ideas, porque en este último tiempo la razón no es precisamente mi fuerte.

Sakura acompañada de Naruto. Sakura cada día un poco más en silencio, un tanto más pálida. Sakura con la mirada estrellada en el suelo... ¿Por qué hay cosas importantes que pasan desapercibidas de esa forma?

Siento pasos y sé a quién pertenecen, lo sé muy bien, me resuenan en la mente y el alma a cada instante. Lo sé. No, por favor, susurro implorante, las esperanzas a veces parecen ideas suicidas. No, cierro los ojos y me llevo las manos a la cara, como si de esa forma pudiera ocultar mi presencia. Me siento tan niña de pronto, llena de pensamientos mágicos.

- Buenos días.

- Buen día, Hinata.

Siento ganas de irme y ganas de lanzarme sobre él, pero ese miedo profundo en mí me impide actuar. Si sigo a su lado voy a terminar hiriéndome más. Sólo puedo cerrar mis ojos mientras él enciende un cigarro. Creo que va a llover o tal vez, quiero que llueva para que se largue corriendo y no tener que soportar el tenerlo a mi lado, pero no tenerlo para mí.

- Lo he pensado mucho...

¡Detente! No quiero oírlo, no podré soportar que me digas algo que ya sé ¿Por qué crees que huyo? ¿Hasta qué punto sádico quieres llegar? ¿Cuál es el plan esta vez?

Me doy la vuelta para levantarme, algo me pide que me marche y me olvide de todos mis sueños sin sentido. Pero otra parte me exige que me quede, que escuche todo lo que tenga que decirme, sea bueno o me aniquile. Intento correr, en realidad avanzo un poco hasta que caigo al suelo, porque se ha lanzado en mi persecución y le siento entonces sobre mi cuerpo por su poca calculada acción.

- ¿A dónde crees que vas?

Sonríe, y creo que lo detesto en realidad ahora. Me revuelvo para darle a entender que no quiero jugar ni caer en alguna trampa que me hunda todavía más. Porque a pesar de todo no he perdido la cordura, necesito descansar, dejándote los recuerdos. No es imposible ¿verdad? ¿Por qué no me dices nada? ¿Por qué tus manos...?

- ¿Nunca te preguntaste el porqué de tantas coincidencias?

Parpadeo de la sorpresa con mi cuerpo echado un poco hacia atrás. Algo se resiste a creer. Acerca una mano a mi rostro para acariciarla con... ternura. Creo que voy a llorar, es mi límite, su ternura me empuja. Pero no tengo ganas de que me vea haciéndolo, estoy cansada.

- ¿De qué hablas?

Sonríe maliciosamente esta vez.

- Tonta, mil veces tonta -aparto su mano bruscamente, se está burlando, eso me dice mi lado racional, ese que creía muerto y que ahora luchaba desesperadamente por volver- ¿prefieres que te engañe, que te diga que no te he buscado como un imbécil?

Maldición, te amo más de lo que me gustaría reconocer.

Me parece mentira todo esto. De verdad, porque me abraza ahora y me da suaves besos en las clavículas en un gesto tan íntimo que me hace estremecer. Sigo pensando las cosas que me ha dicho, sigo pensando que esta imagen es demasiado irreal. Abrazados. Juntos. Solos en el mundo. Que debía hacerlo por respeto a ella, pero que la situación se volvía insostenible y que en gran parte era mi culpa por haber despertado el deseo en él, que se vio reflejado en mí, que al igual que yo, se sintió solo entre un mar de gente. Eso me dice a la vez que acaricia mi espalda, pasando sus manos bajo mi ropa, como si ello bastara para justificar esto.

- ¿Y Sakura? -mi angustia se refleja en mi rostro, me oprime el pecho, necesito pensar en frío, pero francamente se me hace imposible.

Su mirada se enturbia, pero no deja de acariciarme y mis ansias por pedirle que no deje de hacerlo se tornan evidentes. Las piezas comienzan a encajar, como si esto fuera un puzzle sin apenas sentido. Pasa sus labios, acariciando la comisura del lado derecho de mi boca. Ha decidido molestarme con su misterio y silencio.

- Todo se fue al diablo. Comprendí lo equivocado que estaba. También suelo cometer errores, aunque nadie lo crea.

- ¡¿Crees que eso es una explicación?! -la furia me va ganando, sobretodo porque su rostro se nota tan tranquilo, y yo, tan desquiciada por lo que está sucediendo. ¿Es esto real? ¿De verdad me acaricia y me besa, me tiene bajo su cuerpo? La ira se va diluyendo y no sé en qué momento mis lágrimas aterrizan en su hombro y mi cuerpo se sacude en incontrolables sollozos. Qué espectáculo deplorable doy, me siento culpable, una basura. Escoria, Sakura no se va de mi mente. Oh, Sasuke ¿qué es lo que has hecho de mí, hasta el punto en el que ni yo misma puedo reconocerme? Debería odiarte por todo esto, por volver mi vida una especie de collage absurdo, pero por más que lo intente, por más que me diga que me vas a empujar al desastre absoluto, no puedo más que estremecerme bajo tu tacto.

- Es la única que tengo y espero que te baste por ahora. Eso se acabó, porque tú... Demonios, no me hagas explicarlo ahora.

Paro de llorar. Su mano levanta mi rostro tomando mi mentón y me obliga a mirarlo. Me reflejo en sus ojos y descubro algo que me vence más que los tortuosos días anteriores.

No puedo evitar sentirme intranquila, alguien llora ¿y yo? Voy a decir algo, intento negarme. No me costará alejarme, o eso pienso hasta que descubro que no quiero hacerlo. La sensación de esta abrumadora sinceridad me hace estremecer. Siento que la lluvia ha comenzado a caer de manera tenue, muy suave.

Se pone de pie y extiende su mano hacia mí, invitándome a que la tome. Dudo y lucho conmigo misma, pero me venzo y gano al mismo tiempo. La estrecho con nerviosismo y comenzamos a andar. Me sigo preguntando, ¿es esto verdad? ¿Cómo miraré a la gente a la cara, es esto lo correcto? De pronto, veo que me observa y sonríe de manera indescifrable.

Está tranquilo y me quedo asombrada por la revelación que se muestra ante mí. Así que le gustan los juegos, así que todo este tiempo... Me buscaba desde hace mucho.

No sé qué hora es…

Hemos vuelto a mi habitación y vuelvo a sentir este delicioso cansancio que siempre querré experimentar después de haberlo sentido dentro de mí. Me dedico con calma a mirarlo mientras duerme tranquilo, con mi mano agarrada y atrapada en la suya, lo que me parece un gesto sumamente protector. Ya está obscuro y afuera llueve a cántaros, pero puedo distinguir el hermoso contorno de su rostro, que tiene una expresión distinta, más... Feliz, algo que nunca había notado con anterioridad. No sé, sus ojos siempre guardaban algo de aquella soledad perenne que me atraía sin que estuviera muy consciente de ello. Pero ya no está, porque sigo contemplando su rostro y se encuentra en calma, perdido en quizá qué sueños. Sigo sintiendo la lluvia, y cierro los ojos suspirando.

Me tiene firme, tal vez no quiere que me vaya, está reteniéndome, porque no sabe qué hace mucho tiempo que me ha hecho presa. Por eso me tiene bajo su cuerpo. Y yo jamás quiero irme de su lado, nunca. No importan las cosas que vengan, con tal de que siempre tome mi mano.

Y mientras observo su rostro sereno, me sumerjo en un sueño adornado de lluvia.

Fin.