N/A: Sacado del vagón de los recuerdos y cosas que no posteé aquí mientras voy terminando con otras actualizaciones que tengo pendientes. Para algo de contexto, esto va en lo que sería la línea del Maximum Impact2.

N/A2: Disculpen que sea medio fluff PERO ES QUE SOY UN ROMANTICO

N/A3: EDIT porque soy un animal y postee la version que no era aksjdks ahora si, enjoy!

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Billy jugueteaba con una pequeña y delgada rama con los dedos, luego de haberla recogido del banco en el alejado parque al que había ido aquella tarde. El atardecer se sucedió bastante temprano para él, dejando en claro cuan avanzado estaba el invierno. El aire se sentía seco, muy distinto al de Inglaterra, donde llovía bastante y en invierno era peor porque aquella agua nieve que caía siempre helaba hasta los huesos. La rama en sus manos era apenas flexible, por lo que podía doblarla ligeramente sin romperla aunque estuviera ya muy seca.

Dio un profundo suspiro, pero la pesadez que sentía en su pecho no escapaba hacia afuera junto con el aire y solo podía sentirse cada vez peor. Tal vez South Town y todo lo que significaba para él le estaba haciendo daño, como si drenara su energía con cada minuto que permaneciera allí, como si cada paso que hubiera dado por aquellas calles fuera un error. Recordó entonces la invitación que perturbó su calma esa mañana en casa de Lilly, lo que realmente lo obligó a volver, movido por la rabia que le provocaba saber que existían personas que ahora se creían los dueños de la ciudad.

La rama se quebró en sus dedos.

Quizás de solo pensar en los otros sindicatos que se habían alzado sobre las ruinas de Howard Connection la dobló con demasiada fuerza, y ahora tenía un extremo en cada mano. Era casi simbólico como parecía ilustrar a la perfección su situación, un extremo era su vida con Geese y el otro su vida sin él, por supuesto el quiebre era precisamente su muerte. Agachó un poco más la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta, cerrando los ojos con fuerza para no llorar. Ya había pasado casi una década, no podía ser que aún doliera tanto, pero la herida simplemente no acababa de sanar. Levantó la cabeza mientras se frotaba ligeramente los ojos, Geese lo habría regañado por mostrar tanta debilidad.

— ¿Te has dejado el cabello largo?

Billy volteó a verlo rápidamente, sobresaltado porque no lo había escuchado acercarse. La expresión sorprendida en el rostro de Yamazaki lo hizo sonreír apenas.

— Algo así…no se ve tan mal, ¿no?

— No, claro que no —Yamazaki rió entre dientes e hizo un gesto ondeante con la mano, restándole importancia antes de sentarse a su lado.

Billy suspiró, relajado de que al fin llegara, un poco más entusiasmado porque él se había dado cuenta de que se veía diferente ya que jamás habría esperado algo así de su parte. Se acomodó de lado para verlo, cayendo en cuenta del tiempo que había pasado. Su avión había arribado el día anterior y antes que ver a sus antiguos compañeros guardaespaldas, de algún modo casi mágico que solo un par de amantes clandestinos puede comprender, había logrado llamarlo y quedar con él en aquel parque alejado de todo. Claro que habría sido un poco más sencillo darle la dirección del hotel en el que estaba, pero quería jugar un poco con él haciéndose el interesante si es que se propiciaba lo evidente.

Yamazaki se veía igual a lo que recordaba, con su cabello de dos colores peinado hacía atrás y su ropa oscura, incluso con ese abrigo blanco sobre los hombros que le había llegado a gustar bastante. Lo observó maravillado mientras buscaba algo en sus bolsillos, posiblemente cigarrillos y un encendedor. Aceptó más que encantado cuando le tendió la cajetilla, tomando uno sin pensar

demasiado en el hecho de que no había fumado desde que vivía con Lilly. Se ahogó con el humo, sintiendo como le quemaba la garganta y hacía lagrimear sus ojos.

Era mejor lloriquear por algo de humo que por un luto de no acabar.

— No lo dijiste pero puedo apostar a que vienes por el torneo —exhaló algo de humo en su dirección para molestarlo.

— ¡Sí! —Frunció el ceño de solo recordar las cosas que había oído, quitándose el cigarrillo de la boca tras darle una calada— ¿Es cierta toda esa basura de las nuevas bandas? Me dio tanta rabia cuando me enteré, no puedo creer que existan imbéciles que se piensan que son dueños de la ciudad y-

— Ya cállate, si sabes tanto no preguntes —levantó el brazo y le dio un ligero golpe en la boca para que se callara—. Si, toda esa mierda es cierta, pero ahora hay un par de Terry Bogards que andan de jefes de la ciudad y joden cualquier cosa que quieras hacer, a mí me han frustrado un par de negocios.

Con seguridad hablaba de los gemelos que ahora se creían los reyes que pretendían traer paz a South Town, si había escuchado de eso incluso cuando estaba en Inglaterra. Seguramente iba a cruzarse con ellos en el torneo e iba a darles su merecido sin duda. Ya que lo había mencionado, supuso que también iba a encontrarse con Terry, de quien realmente no había sabido nada más desde la última vez que lo vio en el último piso de la torre con el barandal hecho trizas frente a él. Lejos de enojarse, su ánimo decayó nuevamente.

— Y pues, ¿has visto a Terry? ¿Cómo está ese?

— Gordo —Billy se ahogó nuevamente con su cigarrillo al reírse tan de repente, haciéndolo reír también—. De veras que lo está y pues, anda con un mocoso que parece sigue en el instituto, no sé —apartó la vista, poniéndose más serio antes de continuar—, creo que es el hijo de Geese.

Billy tragó saliva, sintiendo una especie de puñalada en el pecho, no podía creerlo. ¿Acaso Rock era tan estúpido como para ser amigo del asesino de su padre? Bajó la cabeza, mirando como el cigarrillo en sus dedos se consumía lentamente antes de dejarlo caer al suelo, pensando en que posiblemente podía ser su culpa. Si, Rock no le había agradado nunca, habiéndose sentido un tanto celoso de él cuando nació, porque lo suplantó en su lugar de favorito con Geese. Le dio algo de pena recordar lo tonto que había sido, pero aún era muy joven y que se lo arrebataran le aterrorizaba, pero por suerte el entusiasmo de Geese por su primogénito no duró. Si se hubiera comportado de forma más madura cuando él murió, en lugar de recluirse en su miseria, podría haberse hecho cargo de Rock en vez de permitir que se fuera con Terry. Seguro a Lilly le habría gustado tener una especie de hermanito menor.

La simple idea de encontrarse con Rock después de tantos años le producía una sensación extraña que mezclaba culpa y rabia, podía imaginarse regañándolo por ser tan imbécil aunque no le correspondiera en lo más mínimo. No se hacía una idea de cómo debía lucir el muchacho, pero lo reconocería al ver esos ojos rojos suyos, incluso creyó que sería igual de guapo que Geese. Suspiró amargamente, comenzaba a pensar que había sido un error terrible volver.

Yamazaki observó a Billy en silencio, no habría imaginado que hablarle del muchacho le afectara tanto, o simplemente habría provocado esa reacción tan deprimente tras haber nombrado a Geese, no estaba del todo seguro. Arrojó su cigarrillo tras darle la última calada, fastidiado de que su primer encuentro luego de tantos años fuera tan lastimoso. Quiso abrir la boca para decirle que parara de ser tan llorón pero ese impulso insensible fue detenido por el recuerdo de haber sufrido exactamente lo mismo hacía ya bastante tiempo. La situación parecía ponerse cada vez más deprimente, pero en vez de dejar que lo afectara demasiado, se dio un golpecito en la frente como para detener una cadena de pensamientos que lo distraerían por algún rato. Se acercó apenas a Billy y pasó el brazo tras sus hombros para darle el apoyo que necesitaba, sin mirarlo para darle algo de privacidad por si no lograba contener el llanto. No podía dejarlo sufrir solo, y aunque ya hubieran pasado años de la muerte de Geese, el consuelo silencioso que le brindaba tal vez y le hacía bien.

Ya era de noche en cuanto decidieron irse de ese parque al cual, por un acuerdo implícito que no hizo falta discutir, no volverían nunca más.

Billy se notaba de mejor humor, como si tanto árbol sin hojas a su alrededor le hubiera hecho mal y el concreto de los edificios del centro por el cual habían ya dado unas cuantas vueltas le devolviera la energía perdida. Hablaba demasiado: de Inglaterra, la gente aburrida que allí había, las mañanas

soleadas siempre tan buenas para lavar ropa y por supuesto, de su hermana. Yamazaki escuchó a medias cada cosa que le hubiera dicho, enfocándose más en su acento odioso que en lo que decía. Como no lo había escuchado en años la exageración en algunos sonidos y la forma que pasaba de

otros en algunas silabas, era algo realmente encantador de oír aunque en otra época le hubiera fastidiado tanto como para darle un golpe para que se callara.

Estaban demasiado tranquilos el uno con el otro, casi parecía de mentira, como si no fuera él. No quería darle muchas vueltas al asunto por lo que acabó por pensar que lo que los mantenía de tan buen humor eran los años de separación que hubo en esa extraña relación que tenían. Billy se calló un instante, recordando de repente que le había dicho a todo mundo que se volvía a Inglaterra excepto a él. Supuso que habría sido normal que estuviera molesto, incluso habría puesto la mejilla para que le diera un puñetazo de castigo por haberse borrado así como si nada.

— Fue bastante raro que no estuvieras por aquí —dijo de la nada—, casi parecía un mal chiste que te hubieras esfumado, realmente ni valía la pena quedarme tanto aquí. Ya sabes que ni siquiera me gusta esta ciudad.

— Y-Yo…lo lamento.

— Deja, estoy diciendo estupideces —se frotó las sienes con la yema de los dedos, un tanto perturbado—, creo que me vendría bien un trago y ya.

— Pues ya que lo mencionas…tengo algunas cervezas en el apartamento donde me estoy quedando.

— Eso estaría bien.

A la mierda el plan de jugar a hacerse el interesante. No podía resistirse a proponerle entre líneas que pasara la noche con él, mucho menos ahora que le sonreía ampliamente.

La habitación estaba mucho más cálida que el exterior, a pesar de que la ventana estuviera ligeramente abierta como para que circulara el aire y lo que respiraran no fuera simplemente humo de cigarrillos. Casi parecía una escena de película, un romance tranquilo que se manifiesta de una forma tan sencilla que solo implica estar sentados juntos con la espalda contra la pared. Definitivamente parecía haber algo malo, ninguno estaba acostumbrado a semejante calma, pero la torpeza que entrega el alcohol solucionó el asunto tras un rato.

Las latas vacías de cervezas se amontonaron en el suelo y cuando una a medio acabar cayó sobre ellas, produjo un sonido metálico ahogado por el contenido. Claro que a pesar de que al día siguiente habría una mancha de cerveza que limpiar en el suelo, en ese momento no pareció tan importante. Un entrecortado gemido de Billy perturbó apenas el silencio, estremeciéndose cuando las frías manos de Yamazaki tocaron su piel luego de que le hubiera quitado su siempre presente chaqueta y la camiseta que traía bajo la misma. Todo volvía a ser como antes, aunque de forma lenta como si con cada movimiento se intentara compensar un año separados. De cualquier manera, se sentía bien.

Billy frunció el ceño apenas en cuanto el mayor lo empujó para recostarlo y rodeó su cuello con los brazos, haciéndolo sonreír. Aunque su sonrisa en un momento le pareció extraña porque tenía cierto aire melancólico, no se puso a pensar demasiado en ello, mucho menos cuando estaba tan mareado por tanto alcohol en su organismo. Lo besó torpemente, como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo, temblando un poco a causa de los nervios.

— Estaría mintiendo si no dijera que te extrañé —Yamazaki habló apenas en un susurro que lo hizo estremecer una vez que se separaron ligeramente.

— T-También te extrañé, no hay nadie como tú en Inglaterra… —respondió con cierto temblor en su voz, delatando cuan ansioso estaba al intentar besarlo nuevamente pero él giró la cabeza ligeramente para evitarlo. Yamazaki se notaba molesto, manteniéndose unos segundos que parecieron eternos con la vista sobre el espacio vacío a un lado, preocupándolo un poco. Abrió la boca para decir algo pero su voz se perdió en un fuerte jadeo al sentir sus dientes sobre su cuello.

Yamazaki no dijo nada más.

El silencio era una tortura, y a pesar de que se viera perturbado por sus propios gemidos y jadeos no era algo que podría soportar por mucho tiempo. No necesitaba que le dijera que abriera las piernas o se relajara, pero quería oírlo, hacía años que quería oírlo. Ciertamente no había nadie como él en Inglaterra, y aunque tal vez por el ligero aturdimiento producto del alcohol hubiera creído que decirle algo así habría pasado por romántico, ahora comprendía que no debería haber dicho nada.

Arremetía contra su cuerpo con la fuerza y torpeza suficientes para hacerlo lloriquear, hundiendo las uñas en su cadera para lastimar su piel y marcarlo otra vez como suyo, aunque se hubiera escapado por prácticamente una década para andar por ahí como si no tuviera dueño. Se había resistido al impulso de exigirle una explicación, a estallar por la rabia que le producía la idea de que buscara a alguien más en vez de volver con él. La voz de Billy se hacía eco en la habitación y en su mente, escucharlo así luego de tanto tiempo lo enloqueció pues le hizo pensar en cuántas veces se habría abierto de piernas para que alguien más lo hiciera gemir de esa forma. ¿Por qué le importaba tanto? ¿Será que solo un par de cervezas habían hecho estragos con él?

Ambos acabaron un poco después, y entre jadeos buscaron la boca del otro para besarse con la intensidad que conocían tan bien. Parecía que todo podría volver a ser como antes, cuando no existía ningún tipo de delicadeza ni extraños sentimientos tan dolorosos. Billy abrazó a Yamazaki con fuerza, temeroso de que fuera a levantarse y abandonarlo, a pesar de que algo así no le habría resultado raro proviniendo de él. De todas formas el mayor logró soltarse, pero no para irse sino para recostarse a su lado en el estrecho e incómodo catre de hotel barato, acercándolo más contra él de un tirón.

— No intenté buscarte en nadie más, porque sabría que no te encontraría.

— E-Eso suena a… ¿a algo que diría un enamorado, tal vez?

— Si sabes tanto… no preguntes.

Billy se acurrucó contra su pecho sin poder dejar de sonreír, quedándose en silencio. Por más que buscara y buscara, no habría encontrado jamás a alguien que se confesara de una forma tan peculiar como lo acababa de hacer Yamazaki.