Los personajes no me pertenecen. Son de autoría de Masahi Kishimoto.
Capítulo I. Comienzo.
La mujer se estiró como hacen los gatos acostados. Se revolvió en la cama deseando quedarse en ella todo el día, junto a él. Solo junto a él.
Pero el hombre ya comenzaba a levantarse y no la había mirado ni una sola vez desde que se pusiera en pie, cosa que a ella no le agradó en lo absoluto. Además, la expresión de su rostro delataba que era presa de una gran contradicción interna. Cuando tenía esa expresión en aquel rostro duro, pero dolorosamente hermoso, sabía que no debía interrumpir.
Siempre había sido así. Tanto le amaba como le temía en el fondo.
En ese momento sintió golpes en la puerta y supuso que serían los criados para servir al señor del castillo. Ya comenzaba el día y ella debía levantarse a atender los muchos asuntos que requería llevar la dirección del lugar. No estaba casada con él, pero todos sabían que era la persona que compartía el lecho del señor y absolutamente nadie osaba a faltarle el respeto por miedo a despertar la furia de lord Uchiha.
- Hoy se celebrará el torneo en los dominios de los Hyuuga y asistiremos invitados por el señor –oyó su voz fría, pero que amaba sentir contra su cuello por las noches. Definitivamente añoraba cada cosa de ese hombre afilado como una espada, poseedor de una belleza que helaba y que hacía suspirar a las criadas. Sabía que se enredaba con más de alguna mujer, pero ella era la señora y eso le bastaba para aferrarse a un pequeño atisbo de dignidad.
Aún así, sentía miedo. Asintió a sus palabras y decidió no responder porque él ya estaba listo para salir.
Se quedó mirando el vacío que dejó su partida y suspiró. Tenía miedo de que alguna vez llegase otra mujer a su vida. Había escuchado conversaciones de vasallos de su lord en la que afirmaban que debía casarse y en el fondo mantenía la secreta esperanza de que fuera ella la elegida para ocupar el lugar, pero en los tres años de relación que mantenían jamás había dado muestras de que fuera a concretarse.
A pesar de que lord Uchiha se había encaprichado con ella al punto de matar a su esposo de aquel momento.
Ella amó con sinceridad a sir Kiba. En ocasiones cuando su frío señor se quedaba durmiendo con alguna de las criadas ella recordaba la felicidad de aquellos tiempos, cuando era una señora legítima, feliz y deseosa de vivir una vida entera con su esposo. Hasta llegaba a preguntarse si hubiesen tenido hijos y cómo hubiesen sido éstos. "Amables como él", pensaba cerrando los ojos. Y todo eso fue trastocado cuando conoció a Sasuke Uchiha y éste decidió que ella sería para él.
Al principio se negó de forma sincera, pero aquel hombre fue implacable y aprovechándose de la buena voluntad de lord Kiba pudo entablar estrecha amistad con él en la misma medida que iba fraguando los acercamientos a ella.
"Os amo, lady Ino" solía decirle cuando estaban a solas, y ella rehuía de él con el corazón acelerado, las mejillas encendidas y las ansias de escapar de su permanente persecución silenciosa. Tal vez si le hubiese dicho a su señor, tal vez si le hubiese aconsejado que no se fiara de ese hombre de negra mirada y de belleza dolorosa. Solo tal vez seguiría siendo una mujer respetable.
Pero todo aquello se trastocó cuando descubrió que su mirada lo buscaba sin poder evitarlo, que rogaba por algún encuentro a solas, lo cual no tardó en suceder. Y comprendió que sería imposible no amar a ese hombre al cual ninguna mujer podía negarse y que su cuerpo lo reclamaba inexorablemente. Estando en brazos de su esposo sólo podía pensar en el cuerpo de ese otro.
Lloró de verdad cuando sir Kiba murió durante una partida de caza, porque recordaba el amor que alguna vez los unió, el respeto que siempre profirió por ella a sabiendas que no todas las esposas corrieron con la misma suerte. Por respeto a él, aquella noche no aceptó la presencia del Uchiha en sus habitaciones, pero sabía que ya no había forma de volver atrás y que le pertenecía por entero.
En aquel momento no podía saber que lo tendría, pero que también sería presa de la incertidumbre.
"No tengo forma de huir".
Se comenzaba a atisbar el invierno aquel día. Estaba gris y la brisa helada golpeaba sus rostros, pero aún así era agradable cabalgar aquella mañana puesto que el torneo prometía ser un gran acontecimiento.
Pero las razones de sir Uchiha iban más allá de participar en las justas. Sabía que lord Hyuuga tenía una hija y pretendía conocerla y confirmar o desestimar los rumores acerca de ella: que era poseedora de una gran belleza. Pero no era eso lo que le importaba realmente, ya que lo que realmente deseaba era conocer los dominios del señor.
Debieron cabalgar toda la mañana para llegar a los extensos dominios de los Hyuuga, en donde ya reinaba un gran ajetreo, puesto que desde diversos rincones del reino habían asistido a participar en el torneo.
En aquel momento pensó en lady Ino, en sus enormes ojos azules y la calidez de su cuerpo. Ciertamente amaba a esa mujer, a su manera silenciosa, fría e implacable.
Una voz profunda y grave lo sacó de su ensimismamiento, era el señor del aquel enorme castillo.
- Bienvenido sea lord Uchiha, espero que disfrute del torneo.
El interpelado le respondió con una leve inclinación de cabeza que no dejó traslucir en momento alguno sumisión. Resultó lo contrario, con aquel gesto reafirmó una soberbia mal disimulada, detalle que no pasó por alto para el líder de familia.
- Gracias por vuestra invitación lord Hiashi. No dudo de que disfrutaré estar aquí –contestó con su dura sonrisa sin apartar sus ojos negros de los traslúcidos del otro. El señor se despidió de él ya que eran muchos los caballeros a los que debía recibir.
El Uchiha lo miró perderse entre el gentío, los caballos y el ruido y la confusión que reinaban en el lugar. No dejaba de sonreír, pero era una sonrisa que rayaba lo frío. Con un gesto le indicó a los hombres que buscasen al Paladín para registrar sus nombres en la competición del torneo.
- Lady Hinata, vos seréis coronada como la reina del amor y la belleza. Tenéis un brillo mágico en la mirada –dijo la criada mientras cepillaba su largo cabello. La joven sonrió en silencio y no respondió, porque no le importaba mayormente. Sobre todo porque sus primas estaban de visita y las consideraba muy bellas, así como estaba enterada de que hijas de caballeros ilustres acudirían aquel día.
No le importaba, sólo le interesaba la opinión que el caballero Uzumaki tendría de ella. Éste era un joven lord que vivía hacía años en el castillo debido a la muerte de sus padres. Lord Hiashi se había hecho cargo de su educación de caballero y lo trataba como a un hijo más.
En aquellos años de convivencia su relación mutó: al principio eran unos niños que se miraban con desconfianza, hasta comenzar a considerarse hermanos. Pero una vez entrada a la adolescencia surgió entre ellos un sentimiento distinto, ya se buscaban la mirada con otra intención. Lady Hinata intentó poner una barrera a lo que comenzaba a embargarla, pero comprendió que no existía un retorno. Lo amaba.
Lo añoraba cuando bordaba con sus hermanas o durante sus oraciones. A veces se escabullía al patio para verlo entrenar con su espada, pero siempre intentando pasar desapercibida.
Suspiró. La criada le trenzaba el largo cabello y le arreglaba una corona de trenza más pequeña la cual adornaba con pequeñas flores blancas. "A juego con sus ojos, mi lady" le había dicho ella y no tuvo más remedio que aceptar con una sonrisa. Se observó en el espejo y se descubrió bella, lo cual la hizo sonrojar pensando en la mirada amable de lord Naruto. Con él en mente se dirigió al patio central en dónde se celebrarían las justas de aquel día.
Esperaba verlo.
Ansiaba verlo.
- Decidme quién es ella –ordenó el lord Uchiha señalando a una mujer vestida de terciopelo color rojo oscuro y trenza coronada de flores. La había visto entre mucha gente, y no había podido apartar la mirada de aquella mujer que parecía casi una aparición. Resultó demasiado hermosa la visión de aquella límpida mirada y aquella expresión etérea.
Como si no fuera de aquel mundo.
- Es la hija del señor, lady Hinata. Una hembra preciosa. –replicó el criado de forma insolente, sin apartar la mirada de la mujer. No pudo notar el gesto que cruzó la cara de su señor.
Le había impactado lady Hinata. Como ninguna mujer había logrado impactarle antes, porque ella parecía relucir entre el mar de gente, a pesar de que la acompañaban otras mujeres. Pero ninguna como ella, porque ninguna tenía esa aura etérea, como si no fuera realmente parte de aquel mundo gris.
Y ella jamás le había dirigido una mirada. De hecho notó como sus ojos se desviaban a un hombre que se encontraba cerca de su padre, un hombre de mirada sincera y amable. "Tal vez es su prometido", pensó con amargura, sintiendo que una parte de él se tensaba ante la suposición. Pero no, se dijo, algo delataba que ella era doncella, lo sabía con sólo mirarla y esa percepción se la entregaba los años de experiencia enredándose con mujeres.
Presentía aquello o tal vez lo deseó con todas sus fuerzas en aquel momento. Pero una cosa tenía clara: una mujer así no era de este mundo.
- Aquel lord no os ha quitado la vista de encima, hermana -le dijo lady Hanabi sin mirar directamente al señor. Un escalofrío recorrió la espalda de lady Hinata, y desvió la vista hacia el lugar que señalaba su hermana.
Primero distinguió los ojos más oscuros que había visto en su vida. Pero aquella apreciación no se limitaba al color negro del iris. No. Era la oscuridad que permitían transmitir, como si su alma se estuviera mostrando por entera a través de su mirada. Una alarma se activó en alguna parte de su cerebro, y aunque intentó apartar la vista de aquel hombre que jamás había visto antes, no fue capaz. Una especie de temor y fascinación en conjunto la obligaron a seguir observándolo. Y de pronto contempló toda su fisionomía.
Era hermoso. De una forma dolorosa, podía sentir que aquel era un hombre que conseguía todo lo deseado. Pero era una belleza dura y cruel la que le coronaba, una que podría acabar a una mujer como ella. Con cualquiera en realidad.
Sintió que jamás debería tenerlo cerca.
- He de reconocer que debe ser el hombre más atractivo del torneo. Su armadura es la más brillante y su corcel el más agradable a la vista –dijo la hermana menor sin emoción, como si sólo se determinara a señalar un hecho en concreto. Su rostro estaba impasible, como siempre.
- No comparto vuestra opinión, hermana –respondió ella retirando al fin sus ojos de ella. Los fijó en el campo donde comenzarían a librarse las batallas. Suspiró entonces, no le agradaban aquellas demostraciones de crueldad y dureza, pero para su padre habría resultado un agravio extremo. Sobre todo luego de la conversación mantenida hacía algunos días en donde le había planteado que ya estaba en edad de casarse y que había ya comenzado la búsqueda de posibles candidatos.
De hecho aquel torneo había sido planificado para tal efecto. Por una parte él demostraría el alcance de su riqueza y por otro lado conocería a los caballeros que podrían ser dignos esposos de su hija mayor y heredera. Se sentía impactada ante la perspectiva de ser mostrada como mercadería, pero como hija y heredera su misión era obedecer.
Sin embargo…
Sin embargo sentía su felicidad al alcance de la mano, pero infinitamente lejos. Porque aunque amase con todas sus fuerzas a lord Naruto, su padre jamás consentiría en aquella unión. Lo sabía, sin necesidad de que lo dijera. En su desesperación había pensado en entregarse a él, en exigirle que la amara, que escaparan lejos de los territorios de su padre, pero él era un caballero en toda regla. No tan sólo eso, a pesar de saber que se amaban profundamente, él jamás accedería a su deshonra. No podría traicionar al hombre que era como un padre.
Si tan sólo…
Una exclamación ahogada del público la sacó de su ensimismamiento. Notó que algunas personas se habían levantado de su asiento y que observaban impactados hacia el campo de batalla.
El motivo de tal expectación era aquel hombre que la había estado observando. Otro escalofrío recorrió su espina dorsal. Otra vez esa mirada clavada en ella, como queriendo traspasar hasta su última fortaleza. Esa vez se obligó a bajar la vista, observando sus manos como si fuera lo más interesante de aquel lugar.
Al alzar sus ojos ya se había retirado del campo, para tomar lugar junto a los otros caballeros.
- Ese hombre justa como no había visto hacerlo antes. Es duro, certero, y hasta cruel - comentó una de sus primas, lady Ileana, sin dirigirse a nadie en particular. Ella ni la miró ni quiso asentir a sus palabras. Por alguna razón aquel hombre no terminaba de gustarle, como si hubiese reconocido algún tipo de oscuridad en su ser, reflejada en su mirada. Y la forma en la que la veía, como si ella no fuera una mujer normal, como si la estuviera retando a demostrarle quién era, le molestaba.
Jamás se acercaría a él.
- Y por lo que sé, es un hombre que aún no se casa y que es dueño de una de las mayores fortunas del reino –respondió otra de sus muchas primas. Esta vez lady Hinata la observó en silencio, sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda. Todas ellas eran conscientes del motivo de la realización del torneo, una vitrina para mostrarla y para conocer posibles esposos y futuros herederos del clan Hyuuga.
No.
Algo le decía que su padre no consentiría un matrimonio con aquel hombre.
- Pero vive con una mujer, sin estar casados. De hecho se rumorea que pudo ser el causante de la muerte del esposo de aquella mujer, que dicho sea de paso es considerada muy bella. Se dicen muchas cosas en realidad, es un hombre extraño por decirlo de alguna forma.
- ¿Cómo sabéis tanto? –Espetó lady Hanabi hacia esa prima que parecía conocer demasiado bien la realidad de aquel hombre.- Me parece que sabes demasiado y no son detalles relevantes. Por lo demás, no es el único hombre interesante en este torneo. Son varios los caballeros dignos de estar aquí.
- Sabéis que son detalles importantes –respondió la aludida a la defensiva desviando la mirada hacia la heredera del clan Hyuuga. Hinata observaba tozuda la pista de torneo, no queriendo opinar al respecto. Ya se sentía demasiado mortificada y ahora lo estaba aún más con aquella conversación que no le interesaba en lo absoluto. Hasta se había puesto pálida. Si hubiese podido, estaría en sus aposentos. Leyendo.
O con Naruto en los establos.
- Dudo que padre quiera a ese hombre para mi hermana, Ileana –reflexionó lady Hanabi, mirando fijamente a su prima. Sabía que estaba incomodando a su hermana y deseaba que el foco de la conversación cambiara de una vez por todas, pero algo le hizo suponer que tanta verborrea tendría que ver con otra cosa. Tal vez a su prima le gustaba aquel caballero. –Seguramente querrá a un lord en toda regla, y según lo que vos misma contáis, no lo es en absoluto. Tendrá muchas posesiones y riquezas, pero vive en el escándalo y nuestra familia ha estado por encima de esas situaciones por muchas generaciones. Si alguien va a llevarse a mi hermana, será un hombre de honor.
Hinata le dedicó una sonrisa. Hanabi tenía una personalidad flemática, pero sabía que podía contar con ella. Por lo demás, el tema del honor era trascendental tanto para ella, como su padre. Se aferraban a siglos de tradiciones, y evidentemente la opinión de ellos era que aquel lord no estaba a la altura. Porque no lo estaba, bastaba verlo.
Habían transcurrido las horas y el sol amenazaba con desaparecer del horizonte. Lady Hinata había soportado estoica prácticamente todo el día, soportó ver las justas, soportó miradas: algunas tímidas y otras francamente escandalosas. Pero lo peor fue soportar ver a lord Uchiha batirse a duelo con lord Naruto y ver cómo le ganaba de forma inapelable. Y hasta de manera espectacular según la opinión de varias de sus primas.
Pero ya se libraría la última justa y podría descansar. Tendría que verlo nuevamente en el campo de batalla, mas sería la última vez en la vida que lo vería, se juró. Aunque pensar en que su padre probablemente ya estaría considerando posibles candidatos a ser su esposo y señor, algo le decía que no él.
En el fondo, rogaba para que no fuera así.
Vio como se subía al caballo y su escudero le entregaba la lanza de combate. Sus movimientos eran seguros, como si hubiera nacido para la batalla, como si nadie más que él pudiese ser de aquella forma. Se sabía un hombre irresistible, con esa aura que provocaba que todos se fijaran en él. Había notado como la mayoría de las mujeres no le sacaba la vista de encima, y no de forma decorosa precisamente.
El duelo comenzó. Hinata notó como los músculos del hermoso caballo negro de Lord Uchiha se tensaban ante el esfuerzo. Vio como el hombre tomaba la posición de ataque, pero un momento después de su adversario. Sin darse cuenta quedó sin aliento en el mismo momento en que un escalofrío recorrió su espina dorsal.
La lanza traspasó el hombro del adversario, por lo que el caballero cayó a tierra exclamando su dolor. Varios escuderos entraron al campo de batalla para socorrerlo y sacarlo del lugar. Lady Hinata quiso ir a auxiliarlo, pero su hermana negó con la cabeza mientras le sostenía del brazo. Sería visto como impropio, porque además el vencedor del torneo debía coronar a la Reina y eso sería una falta de respeto a una tradición de la cual se remontaba hace muchos años.
Ella asintió suspirando. Miró hacia donde estaba su padre, y notó que estaba inquieto por el suceso.
El escudero le entregó una rudimentaria corona de rosas rojas. Lord Uchiha la recibió sin mirarlo siquiera y se encaminó al estrado de las damas. Sabía que ella no pudo – o no quiso - elaborarse un buen concepto de él, porque en las pocas ocasiones en que sus ojos se cruzaron no mantuvo la mirada. Y no por la vergüenza sutil de las doncellas, si no porque no lo deseaba en realidad. Sabía que quizá hasta lo detestaba, porque a aquella mujer que no era de este mundo podía leerla con toda claridad.
Ella era como sus ojos. Límpidos. Etéreos.
Pero a él no le importaba. Las mujeres nunca podían olvidarse de él. De alguna forma u otra dejaba huella, una indeleble que ni el paso del tiempo podía borrar.
Hinata lo supo. Él se acercó hasta quedar frente a ella y acercó la corona hasta sus manos. Ella dudó un segundo, la tentadora idea de no recibir la corona, o de recibirla y lanzarla a sus pies, la sedujo. Pero no lo haría porque sería una afrenta en toda regla y no podía permitirse los escándalos. Se puso de pie y recibió la corona de sus manos, y sintió como fugazmente sus dedos rozaban su piel.
- Sois la Reina del amor y la belleza, lady Hyuuga.
Se dio la media vuelta y se retiró del lugar luego de inclinar la cabeza ante Lord Hyuuga. Aquello provocó la conmoción de todos los presentes en el lugar, porque la afrenta era evidente: nadie podía retirarse hasta que el señor lo hubiese ordenado. Hinata volteó hacia su padre, el cual se veía tranquilo, dueño siempre de una dignidad que había nacido con él.
Hiashi se levantó tranquilamente y ordenó silencio. Cuando todos lo hubieran observado, les invitó a degustar una cena de despedida. Todos comenzaron a caminar hacia el salón principal, y Hinata se quedó contemplando el campo de torneo, mientras sus primas e hijas de familias principales la dejaban sola, conversando en grupos, hablando tal vez de los caballeros que lucharon, de la belleza de los hombres y de aquel largo día. Tal vez.
Miró sus manos, estaban ensangrentadas por las espinas de la corona.
Alzó la mirada, pero aquel hombre estaba fuera de su alcance.
