Disclaimer. Naruto es propiedad de Masashi K.
Daimyo. Señor feudal, general militar propietario de tierras en el Japón medieval.
Tal vez
Huir de lo que antes llamaría como algo parecido a un hogar no es cosa que hubiera querido, pero la circunstancia de que su ex-nuevo daimyo lo prefería a él más muerto que vivo lo ameritaba…
–¡Ah, maldición! –. Le dolían los pies. Olía a perro muerto. Tenía tantas ganas de comer un trozo de carne que fuera del tamaño de su propio cuerpo. Y el sueño parecía vencerlo haciendo que sus párpados cerraran cada tanto –¿Qué más puede pasar dattebayo? –. Dijo enojado con su situación persecutoria y mortal.
Como si Kami-sama lo hubiera escuchado, cascos de caballos se escucharon estruendosos en vibraciones para sus desequilibrados oídos. Después de unos segundos, sin que él pudiera considerar siquiera correr, lo rodearon con su corcel de uno en uno.
–Detente ahí y no hagas nada extraño–. Dijo uno de los hombres, de cabello blanco y dientes filosos cual delfín rosado.
–Ja, vayanse al demonio ¡Puedo vencerlos a todos ustedes sin problemas!– Levantó su dedo índice al señalarlos. Trataba de ser intimidante, aunque para su mala suerte su aspecto maltrecho no ayudó en nada. –Así que será mejor que se olviden de mí y de ese viejo Hiruzen que me quiere con un filo en la panza y otro en el cuello.
–¿De qué está hablando muchacho?– Cuestionó el mayor del grupo.
–Parece ser que está escapando del clan vecino.
–Ya veo, tiene sentido –. Concluyó al fin el mismo hombre mayor, Yamato.
–¿Tienes problemas, hombre? –Rió uno con cresta y de ojos suspicaces.
–¿Qué? –. Devolvió el rubio, gruñendo como zorro rabioso. –¡Claro que no! A menos que ustedes se metan conmigo. Entonces ahí sí tenemos problemas.
–Creo que aún no se ha dado cuenta que somos de otro señor –. Susurró alguien.
–Oye chico, tranquilo. Nosotros no estamos en tu busca, somos de otro feudo por si no te has percatado. –
El rubio exhaló el aire que no sabía que tenía contenido. Se permitió relajar el cuerpo, empero hacerlo hizo que cayera al suelo pastoso con sus posaderas débiles.
–Si estás escapando de tu señor, puedes refugiarte con el nuestro. Él acepta a personas sin clan, por supuesto, siempre que muestres fidelidad y optes por un trabajo productivo.
–Es bastante benevolente–. Interrumpió Suigetsu.
Apenas el de mejillas marcadas comenzaba a confiar en que esos vasallos y sus palabras no planteaban alguna mentira, la risa estridente de un joven que después sabría se llamaba Kiba lo detuvo.
–¿Benevolente?– Carcajeó otra vez sin control. –Es el más aterrador de todos los daimyo que existen, eso tenlo por seguro.
El oji azul de veinticuatro años calló y arqueó su ceja.
–No le hagas caso. –Habló Yamato, al parecer el más sensato además del de ojos somnolientos. –En los últimos años se ha… Ablandado un poco. Siempre y cuando no hagas algo estúpido, te aceptará como uno de los suyos.
Los demás asintieron al tiempo, dándole la razón.
–Mm…– Todos lo vieron hacer gestos raros. Supuestamente meditando minucioso la propuesta. Inmediatamente, después de un par de minutos, pudieron apreciar una enorme sonrisa que pronto conocerían era una indudable característica suya. –¡Muy bien, acepto dattebayo!
–Eso fue muy rápido.
–Creí que tendríamos que tomarlo por la fuerza.
–¿Qué?
–Nada, nada. Y dinos, ¿cuál es tu nombre?
Él, como buen conversador, se volvió en el trayecto al territorio del clan -al que próximamente pertenecía- amigo de los samurais que de una forma u otra lo habían salvado de la muerte. Le ofrecieron un caballo, pues se denotaba lo agotado que estaba. Él aceptó de inmediato nuevamente. También le cazaron un enorme pedazo de carne de jabalí y ello hizo llorar al mismísimo fugitivo.
Todos rieron con él. Contaron sus historias cuando acamparon en la noche alrededor de una improvisada fogata. En definitiva los soldados se hicieron confidentes, aunque muy locos. Precisamente como él. Exceptuando al problemático y tedioso de Shikamaru -quien aún así le agradaba-, y al aburrido y ancestral de Yamato -de quien no tenía mucho que decir-.
Después de dos noches, al mediodía llegaron al gran feudo del dichoso clan el cual, por cierto, ninguno había querido mencionar su nombre.
–¿En serio su líder es tan aterrador como dicen? –. Preguntó con travesura.
–¡Lo es, créeme!– Respondió Chouji, con fingido terror.
Un par de horas después llegaron al palacio, y los guardias únicamente dejaron pasar a Yamato y Suigetsu como sus escoltas. Recorrieron los amplios y numerosos pasillos; espacios principales eran tan enormes como su jardín; bella arquitectura y adornos artísticos inundaban cada rincón del hogar del daimyo de todo aquel que pisaba sus dominios.
Nuestro blondo lucía maravillado, nunca en los tres diferentes clanes de los que perteneció había visto un palacio tan… ¡Asombroso! ¡Imponente! El líder debía ser muy influyente y rico. Pensó.
En cuanto llegaron a los aposentos del Todo Pudiente del territorio feudal, una puerta corrediza de papel era el único obstáculo para apreciar a su nuevo señor. Yamato llamó con suavidad y firmeza.
–Mi señor, estamos de vuelta. Y con un nuevo hombre sin hogar que busca pertenecer a usted.
–Si, eh, lo que dijo él-. Escapó de la imprudente bocaza del de piel bronceada.
–Cállate–. Susurró Suigetsu, con precaución.
A través de la puerta de papel se vio su silueta grande y legítima, la silueta del hombre que de repente quiso maximizar con sus propios sentidos al insolente que abrió la boca cuando él no lo pidió. Y en cuanto abrió la puerta, la expresión del sin hogar cambió por completo.
–¡Tú!– Sus zafiros se tornaron como el mar profundo, más irritados que nunca. –¿Qué haces tú a…? ¿Yo que ha…? – Viró hacia sus escoltas. –¿Por qué no me dijeron que su señor era el idiota-criminal-sanguinario de Sasuke Uchiha?
–Si te lo decíamos, no hubieras querido siquiera considerar pertenecer a él. Estábamos seguros, todos reaccionan así–. Mencionó Yamato cansado y un poco sorprendido al notar que ambos se conocían.
Y que se miraban con ojos de asesinos.
–¡Claro que no querría! ¡Estar a las órdenes de un maldito como el Teme sería mucho peor que recibir el castigo capital! Es un idiota que no le importa matar si es que cree tener razón de hacerlo. Maldito. Infeliz. Despiadado.
Sasuke siguió aparentemente imperturbable. Escuchando cada palabra insultante. Obviando el odio de ese hombre cuya experiencia y edad eran las mismas que las de él.
–No lo conoces realmente– continuó el de rizos blanquecinos–. Son aspectos de su pasado que casualmente han estado rumoreando en su contra para desprestigiarle como líder respetable del clan Uchiha y...
El Uchiha lo cayó levantando su mano. Todavía mirando al rubio, dijo:
–Si no quieres colaborar, ni pertenecer a mi reino, no tengo más remedio que tenerte como prisionero.
Sus palabras frías causaron furia en el susodicho.
–¿¡Crees que dejaré que me encierres, Teme!?
–¿Entonces qué propones? ¿Matarme para conseguir tu libertad?
–No. Ni creas que soy como tú. Tengo mis principios.– Lo señaló con el dedo, determinado y contundente– ¡Tú y yo, en una pelea! ¡Ya verás, te pondré la cara contra la tierra y me dejarás ir, sí o sí!
El Uchiha rió seco.
-Hazlo si puedes perdedor. Es más, si me vences, te cederé mis tierras. Pero si yo te dejo la cara contra el suelo, tú tendrás que unirte a mí y serme fiel hasta el final de nuestros días.
–¡Nunca!– Rugió.
–Entonces espero no pierdas–. Le dió la espalda y concluyó con una orden–, en una semana será el duelo. Encierrenlo.
-¡Espera te dije que no, tú, bastardo! ¡Basta sueltenme ustedes dos!
Pataleó y vociferó de todo. Tuvo que golpear a ambos, por lo que otros guardias que aguardaban allí e incluso sus nuevos amigos lo retuvieron de sus miembros, convenciendole de no resistirse y de perdonarlos; pues sólo seguían órdenes pero que pronto lo soltarían y seguirían siendo amigos.
Lo dejaron en una celda llena de paja e impregnada de la cálida luz del medio día que parecía salida de un cuento de hadas ya que se encontraba debajo del palacio. Parecía en realidad un cobertizo convertido en prisión, con rejas delgadas de hierro oxidado pero que aún conservaban su solidez.
–¡Bastardos! ¡Cuando salga de aquí les cortaré a todos su…!
–Hombre, confía en nosotros y en Sasuke-sama, verás que estarás bien. Sólo te está poniendo a prueba.
–¡No me importa dattebayo! ¡Saquenme de aquí ahora!
–Sé paciente.
–Recuerda que ya somos compañeros.
–Y amigos.
–Tómalo con calma, y ya podrás ir en misiones con nosotros. Nos la pasaremos muy bien.
–¡Ni loco el idiota de su señor me pondrá de misiones! Moriré si es mi último deseo.
–Bah, ya se te pasará.
–¡Nos vemos dentro de siete días!
–¡Cuídate!
–Je, algo me dice que te la pasarás increíble aquí– Se mofó Shikamaru, haciendo reír a los demás al conocer el por qué lo decía. Salieron del lugar, mientras que el preso continuaba gritando.
Dos personas que también estaban encerradas en otras celdas, intentaron calmarlo como pudieron.
–Ellos tienen razón. Estarás muy bien aquí. Me atrevería a decir que es el mejor recinto que tiene este lugar.
–El mejor.
Ambos sonrieron cómplices y el ojiazul se tornó curioso.
–¿Ustedes también están aquí por ese tirano del Teme?
–Em, supongo, diría que sí, pero…
–Realmente ya estamos perdonados, solo que permaneceremos algunos días más aquí, para, bueno, aprovechar el servicio.
El Uzumaki quedó aún más confundido, pero nuevamente lo invadió la ira al recordar al causante de sus problemas actuales.
–Pues yo no estaré aquí para siempre. Y tampoco me uniré al criminal que tienen como daimyo. ¿Escucharon? ¡Soy Naruto Uzumaki! ¡Y no me tendrán ni un día más aquí!
Los hombres lo miraron como si estuviese loco. Y de pronto, una voz femenina respondió a sus gritos:
–Si, escuché perfectamente Naruto-kun –. El mencionado se sobresaltó, literalmente, brincó de la sorpresa que sin quererlo ni un poco se golpeó la corona de su cabeza con el techo. Sobó el daño, con un puchero en la boca. La mujer de quien pertenecía la melodiosa voz se acercó a su jaula lentamente, cual panda rojo.
–Tú…
–Disculpame–. Dijo apenada por lo que ocasionó –Buenas tardes, me llamo Hinata.
–Eh, hola –. La miró detalladamente, de arriba hacia abajo. La cascada de su azulado cabello escurría por sus caderas apenas visibles por el kimono lila marcado con camelias blancas. Su rostro virgen y lechoso conjugaba son las perlas marmoleadas por largas pestañas tan seductoras como aus rojos labios. Era muy bonita –, yo soy…
–Naruto Uzumaki, lo sé– rió.
–Eh, sí bueno, claro que lo sabes– se rascó la nuca cohibido de repente, recordando que hace unos segundos lo había gritando.
–Mi… Mi nombre es Hinata. Nunca te había visto, ¿eres de otro señor?– Se acuclilló llegado a su nivel pues él estaba sentado.
–No, ya no. Soy guerrero sin dueño ahora–. Se carcajeó denotando un tipo de orgullo que solo alguien con sus vivencias tendría.
–Entiendo. ¿Y por qué te trajeron aquí?– preguntó con una expresión extraña que destilaba entre curiosidad e incluso un deje de preocupación.
–Bueno… –Le explicó como pudo, las palabras poco ordenadas son su especialidad. Aun así logró hacer que la mujer tuviera una inferencia de su situación–. Y aquí estoy.
–Estás… ¿Estás seguro que estarás bien como vasallo de Sasuke-sama?
–¡Por supuesto que no! Por eso – exclamó decidido– lo venceré. Le daré una paliza en la pelea que él mismo se buscó.
–Pero… Es muy fuerte– el Uzumaki notó su seriedad, pensó que se debía al terror que le provocaba aquel personaje que funge como su gobernador. Por lo que se dispuso a tranquilizarla con su seguridad y carisma.
–También yo lo soy ¡Te lo aseguro!– Se levantó de golpe, poniendo sus manos en las caderas. La muchacha lo miró absorta aún en cuclillas. –Lograré mi libertad. Sin retractarme o huir. – Sus ojos brillaban, y el corazón de ella latía expectante. –Y de paso, le quitaré su reinado de maldad.
La mujer sonrió con ternura.
–¿Re-Reinado de maldad?
–Claro dattebayo.
–No sé si pudiera considerarlo así– con una delgada luna en sus labios, miró hacia atrás, para los dos hombres encerrados quienes correspondieron con una sonrisa chueca, soportando una risa ahogada por la situación que estaba pasando la pobre fémina–. Ya pasa la hora de la comida, ¿tienes hambre?
La manera tan maternal con la que lo dijo, hizo que se le calentara el pecho.
–¡Si!
–Te traeré algo de comer, espera– se inclinó ante él con un respeto poco practicado hacia los reos y se dirigió hacia los hombres que detrás de las rejas le hablaron con cariño y simpatía.
Hablaron levemente. Uno de ellos mencionó que hace dos días le dolía el ojo. La mujer inquieta, lo hizo acercarse y por una abertura extendió sus manos blancas y tocó el rostro del hombre -que inmediatamente se sonrojó-, observando el dichoso apéndice afectado.
–Llamaré al curandero.
El otro hombre la llamó "Hinata-sama", que ella reprendió para que finalmente él la nombrara como "Hinata-san". Preguntó si era posible gustar de un paseo con ella algún día, obteniendo una respuesta afirmativa.
Después de treinta minutos, Hinata volvió con siervos y tazones de arroz, sardinas y algas tan calientes como las ganas de los varones de comer. Y cuando lo probó, tuvo la seguridad de que había sido ella quien se los hizo especialmente al notar el sabor tan delicioso como la atención que recibía de la bella mujer.
Las ropas de Hinata se arrastraban levemente por la tierra, su seda era tan hermosa que parecía fina y lujosa, pero no lo era. La dama era muy atenta y al parecer cada que podía confortaba y acompañaba a los presos mandados ahí por el horrible de Sasuke Uchiha.
Al cruzar por la mente de Naruto ese pensamiento, temió que si ese monstruo se enteraba de que una bondadosa y dulce mujer les estaba cuidando con todo el amor del mundo: Derramaría sangre, eso seguro.
Pero al menos por ahora el modus operandi de la mujer: De dar comida de calidad, cobertores y distracciones como libros, papel y tinta sin que nadie se atreviera a reclamar nada, yacía por bastante tiempo.
Al día siguiente, únicamente los visitó por la tarde y la noche ya que alguien más -probablemente mandado por ella- les había traído el desayuno. Ella lamentaba no poder estar para ellos todo el tiempo porque tenía obligaciones que cumplir. Los tres, incluyendolo, decían que no importaba. Que no se preocupara demasiado por ellos.
Aunque Naruto realmente deseaba más de su cálida presencia.
Así se repitió en los demás días, los saludaba por la tarde y los despedía tiernamente por las noches. Esperando que estuvieran frescos bajo la luz radiante y sin frío en la gélida oscuridad.
A su vez, tenían la oportunidad de charlar sobre sus vidas. El clan de ella se había disuelto por las guerras, por lo que tuvo que vivir en un pueblo sin dominio. Para que años después los hombres de su actual señor feudal asediaran el lugar y los obligaran a pertenecer al clan Uchiha, pues necesitaban gente con la cual crecerían su reinado. Al principio fue frustrante y desastroso para ella, pero después de un tiempo todo mejoró, tanto el trato de Sasuke hacia sus súbditos como su relación con ellos.
Él le contó acerca de que durante toda su vida tuvo que pertenecer a diferentes daimyo. Ya haya sido gracias a malentendidos en contra suya o por derrotas inminentes contra el clan. Le mencionó que nunca había tenido algo que pudiera llamar verdadero hogar. Era un guerrero errante sin rumbo y a disposición del siguiente señor que se le cruzara. Aquello entristeció profundamente a la peliazul.
–Lo lamento. Has tenido que pasar muchas cosas difíciles Naruto-kun.
–No es nada, estoy bien. ¡En serio!– Mintió.– Soy de acero, soporto las olas más grandes que se me atraviesan.
–¿Se-Seguro?
Al verla decaída, el Uzumaki tomó sus pequeñas manos entre las rejas y las acunó en las suyas. Sorprendiendola.
–Seguro-ttebayo.
Podía asegurar… que conforme pasaban los días veía con más esplendor la esencia de Hinata. Le gustaba. Tenía frescura, timidez pero también la seguridad de toda una mujer. Era maternal y amable. Bondadosa. Ejemplar. Había escuchado a sus compañeros de cárcel que ella se la pasaba ayudando a la gente de su clan. Si no estaba cuidando a los niños sin progenitores, estaba haciendo las cosechas de los ancianos o enviando demandas de la gente a la Corte real. O algo así había entendido.
Hinata es… Es alguien buena y… Que valía la pena conocer de cerca. Hermosa de verdad, no sólo por fuera sino también por dentro.
¿Ella tendría a alguien en su vida que se percatara de ello?
Si no lo tenía… ¿Podría ofrecerle el privilegio de acercarse a él?, pensó Naruto sin buscar o querer.
–¿Siempre deseaste pelear en batalla?– Cuestionó curiosa.
–No realmente– Hizo una mueca pensativa y añadió:–Me gusta la adrenalina y la alianza entre compañeros. La confianza. Normalmente cuando peleo, hiero. Hago lo imposible por no asesinar a la gente. – Su mirada azulina se turbó. – Todas las vidas cuentan, todas tienen sueños y a alguien que llore por ellos. No quiero terminar con eso. Sería un maldito si lo hiciera.
Hinata entendió por completo su sentir. Y lo compadeció. Ser humano y máquina de conquista al mismo tiempo era un aspecto muy difícil de lidiar. Un peso muy grande para hombros tan idealistas y de buen corazón como él.
Encerrado ahí, con las breves pero apasionantes visitas de Hinata, lo hicieron reflexionar sobre su futuro, sobre lo que seguiría cuando acabara con el Teme de Sasuke.
–Quizá u-uno, o dos ¡o cientos!– Le embelesaba ver ese brillo resplandecer en sus ojos lavanda. No podía dejar de verla. – Deseo, pero la verdad debo decir que tengo a varios niños sin padres que cuidar. Son como mis hijos. Así que y-ya tengo.– La mirada de ella se perdía, y la atención del rubio también. –¿Tú deseas?
–¿Cómo? –La de blanca piel se rió por la evidente distracción de él quien se avergonzó de inmediato.
–¿Deseas tener una familia?
Tal vez… Iniciaría su propia vida sin un daimyo al cual obedecer ni pertenecer. O ayudando a personas por ahí, indefensas. O teniendo una familia. O una esposa.
–Si.
Cuando le ganara a Sasuke-Teme, probablemente…
Al último día antes de la esperada pelea, la mujer expresó la desazón por su bienestar. Dijo que por favor se cuidara. Que no quería que hubiera daño alguno.
Naruto le aseguró que no le pasaría nada. Y tampoco a su señor porque él no era un criminal malhechor que mataba a sangre fría, que tenía sus valores.
Fue entonces que ella se mordió el labio inferior. Seguidamente le cuestionó algo que parecía haberle estado carcomiendo la mente desde un inicio.
–¿En serio crees que sea tan malvado?
–¡Claro! No sólo por los rumores que circulan por todos los feudos que se ven amenazados por su empoderamiento, sino porque yo lo vi una vez, cuando era samurai del daimyo Sabaku. – Hinata no sé esperó algo así, por lo que prestó suma atención–. El señor Sabaku y el viejo Hiruzen se aliaron contra el feudo del señor A. Luchamos casi lado a lado, pero realmente nunca nos encontramos hasta la batalla final, donde lo vi matar a sangre fría al general de A que había perdido ante él y suplicado clemencia. –A ambos jóvenes de la misma edad se les opacó la vista con pesadez. –Es sádico. No sé si lo sabías, pero en cuanto comenzó su propio reinado escuché que a menudo mataba a quien se le opusiera o quien lo traicionara, fuera hombre de batallón o no. Dejando a las mujeres viudas y a bebés bastardos.
El rostro de la mujer se transformó en uno compungido y apenado. Naruto entendió su malestar al creer que se debía a los actos barbáricos que había hecho su líder y autoridad. No quería verla llorar por las tragedias que ocasionó en su momento el tirano de su señor.
Entonces entrelazó sus dedos bronceados con los de ella pálidos, virando de reojo a los hombres que aún estaban en ese lugar y que lo miraron con mala cara sin razón aparente.
Volvió su mirada azulina a ella.
–Oye, no lo dije para que te sintieras mal.
–Lo sé–. Se sonrojó con lágrimas sin salir de sus cuencas y retiró su mano lentamente de la suya. –Ciertamente, nuestro señor al principio era muy salvaje y nada indulgente o compasivo por las vidas humanas que osaban ir contra suya o contra algún vasallo suyo. –Mencionó con tristeza que contagió a los tres varones del lugar. –Pero creo que… Pu-Puedo decir que ha cambiado. Y para bien.
A Naruto no le convenció lo último que dijo con tono esperanzador.
–Creo que estás siendo muy condescendiente con ese tipo. –Bufó quedo–. Después de todo, eres de las personas que rescatan lo mínimo bueno de alguien sin remedio.
Ella miró al suelo, y se sonrojó a más no poder.
–Puede ser– y sus perlas se alegraron –. Pero tú también eres así –. El rubio enmudeció, sin tener argumentos contra eso. La dama le dio la espalda, con su rostro aún volteado en su dirección. –Cuidate mañana Naruto-kun.
–Si. Lo haré, Hinata.
Ella se rió por la informalidad descarada y los dos hombres gruñeron por tal atrevimiento del bobo de mejillas marcadas.
–¿Sabes? N-No estaría mal tenerte aquí. Eres una valerosa persona y de buen corazón. Este reino necesita a más personas como tú. Y yo también necesitaré a alguien como tú cerca.
El corazón de Naruto latió fuerte por sus dulces palabras aún cuando ella ya se había ido. Durante el resto del día y la noche pensó con detenimiento su declaración. Sin duda, sería bueno echar raíces alrededor de gente tan amistosa que había conocido allí -sin contar al demonio de Sasuke-.
Tal vez al tomar su libertad, podría formar un hogar. Una familia. Una esposa.
Si. Una esposa. Porque no se podían tener hijos sin antes tener una esposa. Sin antes amar a alguien. Alguien destinado a tu ser. Si eso pensaba. Alguien que valiera la pena. Tal vez…
Posiblemente…
Hinata fuera la mujer de su destino. Tal vez ella llegaría a enamorarse de alguien como él. Tal vez le daría la oportunidad de convertirse en el hombre de su vida.
Esperaba ser suficiente para ella.
¿Por qué? Porque se había enamorado de ella. En tan poco tiempo y con pequeños detalles había enganchado su corazón al de ella.
Estaba prendado de su atrayente personalidad cariñosa y empática.
Su toque delicado lo hacía estremecer por dentro. Su mirada que escudriña lo hacía sentir un niño. El que fuera cohibida no quitaba el carácter firme que esperaba a ser descubierto en cuanto la hicieran mermar. Sus labios rosados como pétalos de cerezo hacían que apartara la mirada de ellos, pues era pecado cuando ella tenía percepción pura e inocente hacia él.
Ojalá tuviera la chance de cortejar a esa única mujer.
Era el día.
Vio a Hinata sentada en un lugar sobresaliente de tierra con otras personas como algunos miembros de la Corte, damas de honor, subordinados y samurais como sus amigos que lo Saluda an a lo lejos; rodeada de algunos cuantos que la llenaban de atenciones y halagos. Al parecer sí que era una persona muy querida entre los habitantes del clan, sin duda gracias a su genuina filantropía. O así creyó el rubio.
Ella lo vió también y le regaló una sonrisa confortable.
Seguro está preocupada, pensó.
En un instante apareció Sasuke saliendo de las puertas del Palacio Uchiha acompañado de siervos y subordinados. Solemne, como si fuera a pasar un día de campo siquiera y no a pelear con un contrincante simétrico a su poder de batalla.
Eso irritó al Uzumaki.
–¿Listo para que te derrote?
–Listo– Dijo con una sonrisa socarrona el llamado criminal.
–¡Como que me llamo Naruto Uzumaki!
–Y cómo te llamaré Dobe cuando me sirvas hasta la muerte.
Se notaba a leguas que el hombre le divertía sacar de sus casillas al de ojos-zafiro.
Gruñó y el azabache se mofó. Era de cierta manera increible que tuviera un carisma tan oscuro y sádico.
En el cuadrado de la pelea, se pusieron los rivales ante los ojos de los espectadores.
Cuando la pelea comenzó, estaban al mismo nivel y ello lo notaron los presentes con una enorme expectativa. Claro que la capacidad del rubio no sonsacó a Sasuke, pues ya lo había visto pelear contra los hombres de A en la batalla de las Ciénegas.
Era fuerte. Lo sabía. Por eso lo quería en sus tropas.
Un hombre como él no se hallaba fácilmente.
Sudaron y lograron herirse con apenas leves toques del filo del arma contraria, provocándose rasguños de poca profundidad. Ante la atenta y ansiosa Hinata que sabía que ninguno moriría. Pero igualmente temía que se hicieran daño.
Naruto la veía de reojo de vez en cuando.
Sasuke le decía que no se distrajera que terminaría atravesado por su katana.
Era difícil. Varios susurraban con temor que Uzumaki podría ganarle. Algunos otros que en su mayoría eran alumnos jóvenes de batallón confiaban plenamente en que el Uchiha lo vencería.
Fue entonces que Naruto, en el segundo en que Sasuke giró su vista fija hacia donde estaba la gente sentada en la tierra sobresaliente, lo tiró al suelo pateando el lateral de su rodilla y con su arma golpeó la suya en un ángulo que ascendió al cielo.
En el suelo, el Uchiha lo miró con cautela, hiperventilando. Su katana desde el cielo se clavó en la tierra, sin que el daimyo pudiera defenderse. Naruto sonrió abiertamente y viró hacia donde estaba la mujer con quien soñaba un futuro. Ella correspondió con la delgada luna en los labios y sus cejas curvadas hacia abajo.
Pero el rubio había celebrado antes de tiempo y ello le permitió a Sasuke tumbarlo en el pasto cuando golpeó sus piernas. Naruto estuvo a punto de contestar sin embargo Sasuke destinó el arma en su garganta. Ganando así la pelea.
–No vences hasta tener completamente arrinconado y al borde de la muerte a tu contrincante–. Retiró su katana. El rubio respiró agitado. –Como mi guerrero debes tener en mente eso siempre.
Naruto shockeado y frustrado tuvo que darle la razón con una mirada de molestia.
Sasuke ofreció la mano para levantarlo y el rubio no tuvo de otra que tomarla. Sin duda no pasó desapercibido el detalle. Un tirano nunca le ofrecería apoyo al perdedor. Es más lo hubiera humillado, era la oportunidad perfecta para someterlo a él.
Sasuke, después de ponerlo en pie, le dió la espalda. Caminó hacia donde lo esperaban los siervos y sus subordinados, quienes lo alabaron jubilosos mientras seca an el sudor y la sangre.
Naruto al verlo tuvo un sentimiento extraño. Hinata tenía algo de razón sobre él. No era tan malo. En definitiva había cambiado a como fue en el pasado. En su día el de ojos ónix no hubiera tenido piedad de él.
¿Qué pasó durante todo ese tiempo que lo transformó en alguien mejor?
Fue entonces que la miró. Estaba tranquila con una delgada sonrisa. Se acercó a ella con el corazón impaciente empero con paso calmo.
En cuanto la tuvo enfrente, percibió que tenía un trapo el cual seguidamente ella utilizaría para limpiar delicadamente el sudor y la sangre desde su torso para arriba.
Naruto se sintió aliviado. Olvidó el coraje de haber perdido y se centró en su roce tan confortante.
–Perdí.
Hinata asintió.
–¿Pero estás bien?
–Bueno, ¡unos rasguños no son nada!
–No me refería a eso–, la miró sin entender. –¿Estás bien con pertenecer a Sasuke-sama?– preguntó con cautela, escudriñando su alma.
–Mm bueno… –, rascó su nuca, nervioso, y rió levemente:– No es como que tuviera otro lugar a donde ir. –Hinata y sus ojos se notaron alegres– ¡Además! Si ese Teme no es tan malo como dices, entonces será bueno tenerlo cerca. Y si actúa como tirano, yo lo estaré vigilando y lo pondré en su lugar, y… –La risa de la mujer se detuvo al escuchar sus siguientes palabras:– Estarás tú aquí, eso es algo bueno.
Se sonrojó el hombre. La mujer lo tomó maternal de la mejilla.
–Me alegra escucharlo.
De manera inconsciente Naruto tocó también su mejilla con el pulgar. Ella se sobresaltó pero no lo quitó.
Uno de los siervos que la acompañaba sí que soltó con expresión de horror hacia el atrevido hombre.
–Oiga, ¡¿es que acaso no tiene el mínimo escrúpulo?! ¡Suéltela si no quiere nuevamente estar contra la espada en la garganta!
Naruto carraspeó. La soltó y le dió su espacio
–Relájese viejo.
Hinata rió.
Después notaron cómo el señor Uchiha con subordinados por detrás, se acercaba poniéndose la capa señorial hasta donde ambos se encontraban.
Miró a Naruto luego a la chica y otra vez a Naruto.
–Haremos un festín en honor del nuevo integrante de mi ejército–, Naruto arqueó una ceja y puso una mueca odiosa –y también como nuevo integrante de la familia Uchiha.
Aquello sorprendió al oji azul. Y a Hinata la hizo sonreír discreta.
Sasuke se retiró sin antes echarles una última mirada junto con los demás que habían presenciado el combate.
Naruto y Hinata se quedaron ahí.
–Familia.
–Ya lo eres Naruto-kun. Desde ahora en adelante, el clan Uchiha siempre responderá por ti. Así como tú por el clan.
Él, confundido, miró al suelo. Ni siquiera sus anteriores daimyoes habían hecho énfasis en algo como eso.
–Yo no creí…
Hinata le lanzó una mirada comprensiva. Le tomó sus bronceadas y grandes manos con las suyas y dijo.
–Somos familia ahora.
Y Naruto no pudo estar más feliz. Realmente… No tuvo la oportunidad de llamar a algo o a alguien familia. Y se sentía tan bien que, aún siendo demasiado pronto y sorpresivo, podía comenzar la así.
En la noche, reunidos en el salón más grande del Palacio; generales, subordinados, consejeros y sorprendentemente también algunos campesinos o comerciantes del clan, bebían y presenciaban música, historias y bellas mujeres que danzaban al compás del shamisen o que acompañaban la embriaguez de los hombres.
Naruto estaba sentado con sus nuevos amigos, soldados fieles a las órdenes del general y de su señor: Shikamaru, Shino, Suigetsu, Chouji, Kiba, Yamato y los prisioneros Jiraya y Kotetsu. Hablaban de cosas sin sentido y triviales, comenzando de nuevo el acto de conocerse.
Notó que Hinata también estaba en el festín, rodeada de algunas damas y hombres mayormente campesinos. Era indudablemente querida y respetada por su bondad y por ello seguramente la consideraban en ese tipo de eventos, y también había podido asistir al combate y también pudo visitar y atender a los reos.
Ella se encontró con su mirada y lo saludó con la cabeza.
Naruto sonrió como bobo.
Ella tenía un jūnihitoe muy hermoso. De color verde esmeralda, largo como pavoreal y las capas que cubrían sus curvas la hacían ver como una princesa. Su cabellera rodaba por su espalda con adornos florales que daban ganas de quitarselos lentamente.
Era realmente bella.
Y anhelaba que se convirtiese en su esposa.
El líder del clan estaba en una zona más alta con concejales y generales. Incluso un par de comerciantes y campesinos que lo ovacionaban y halagaban sin parar.
Paró la música, advirtiendo la llegada de la lujosa y abundante cena.
Entonces Sasuke habló.
–Esto en honor y alegría de tener a uno de los guerreros más fuertes e impacientes que he visto yo en mi vida. –El aludido gruñó y los presentes rieron. –Y por uno de los más charlatanes pero más leales de corazón que tanto mi señora ha querido llenar en nuestro clan y en nuestra familia. –alzó su plato de sake, los demás también– ¡Uzumaki Naruto!
Naruto apenado e irritado escuchó las palabras de Sasuke. Y luego el secuencial llamado de todos los presentes nombrandolo.
Observó a Sasuke con algo parecido al reconocimiento a su superior conjunto con una salvaje pero sana rivalidad notada en sus ojos azules contra ónix.
Luego miró a sus amigos que comenzaron a atosigar su espacio con gran alegría.
Finalmente miró a la bella mujer de la cual podría decir, era su destinado, ¡aunque le dijeran romántico y soñador!. Ella, sonrojada por beber algo de sake, lo observó, feliz y también jubilosa.
Ah, tal vez ya la amaba.
Todo estaba siendo perfecto. Como un sueño. ¡Ese momento era apenas el inicio de su nueva vida, de sus nuevas y próximas raíces, de su nueva familia, de su nuevo enamoramiento!
–¿Qué más puede pasar dattebayo?– Preguntó al aire.
Y como si Kami-sama lo hubiera escuchado, las siguientes ovaciones de parte de sus amigos lo dejaron helado.
–¡Viva Naruto Uzumaki!– gritaron –¡Vivan nuestro señor y señora Uchiha! –Notó como Hinata y Sasuke se vieron a lo lejos. Complices. Felices con gestos gentiles y cariñosos– ¡¡Vivan Sasuke-sama y Hinata-sama!!
