Antídoto.
Kohaku se paseó por la fiesta de Nanami Ryusui portando un hermoso vestido rojo ajustado a su figura, con escote pronunciado y un gran moño en la cintura.
El moño escondía dos armas, y en su pequeño bolso de mano llevaba varios cuchillos, entre otros dispositivos pequeños que podrían ser de utilidad.
La fiesta de Nanami Ryusui era para jóvenes de preparatoria, aunque Kohaku nunca había asistido a ninguna a pesar de tener diecisiete. Ella fue entrenada toda su vida para ser un arma humana que brindaba sus servicios a quien pagará el precio por ellos.
Era extraño, pero… al ver a tantas personas riendo y bailando, pasando una buena noche, su mente no podía dejar de atormentarla con recuerdos de su hermana, la única persona que le había mostrado amor en toda su existencia.
Se decidió que su hermana no era apta para ser un arma y se la envió de regreso al orfanato de donde las habían sacado a ambas. Desde entonces no había vuelto a saber de ella y era mejor así.
Kohaku ya no se sentía humana, honestamente. Todo en ella estaba diseñado para matar. No tenía personalidad ni pensamiento propio, solo recuerdos lejanos de Ruri leyéndole libros con finales felices, hablándole sobre sus padres, y algunos recuerdos aún más lejanos de aquel orfanato donde aún la consideraban un ser humano, una simple niña feliz.
—Pareces perdida. —La voz de su encargo a matar esa noche la hizo alzar la mirada. Nanami Ryusui estaba frente a ella, con un par de sus amigos detrás—. ¿Vienes con alguien?
Kohaku podría ser solo un arma, pero era un arma humana, y eso incluía entrenamiento en cómo fingir ser una persona completamente normal.
—De hecho, fui invitada por la compañía de modelaje que trabaja con empresas Nanami. —Le enseñó su invitación—. Se supone que debía venir aquí para que mi vestido fuera admirado. —Pasó una mano por su cintura, desviando la atención de Ryusui y sus amigos a su cuerpo bien esculpido.
Bueno… en realidad solo uno de los dos amigos de Ryusui la estaba mirando con tanto descaro como el aludido, porque el otro tenía sus ojos rojos fijos en su rostro.
Kohaku miró con confusión al chico de ojos escarlata, que aparte tenía un extraño cabello blanco-verdoso y en vez de llevar un traje usaba una bata de laboratorio.
¿Por qué… la estaba mirando tanto? ¿Acaso sospechaba de sus intenciones? ¿Sabían que era una asesina?
—Kohaku… —El chico de ojos escarlata hizo a un lado a Ryusui y a su otro amigo de cabello negro con la mitad teñida de blanco—. ¿No me recuerdas? —La miró muy seriamente.
Ella abrió mucho los ojos.
¿Acaso se conocían?
Había conocido a muchos niños durante los años de entrenamiento. ¿Él era uno de ellos? Pero ¿por qué no lo recordaba para nada?
—Lo siento… —Negó con la cabeza—. ¿Nos conocemos?
Él sonrió ladinamente.
—Bueno, no me sorprende que no me recuerdes… Éramos muy pequeños en ese entonces. Ahora eres toda una leona adulta ¿eh?
Al escuchar ese apodo, "leona", Kohaku recordó instantáneamente quién era este chico.
—Senku…
Fue como si volviera a ser una niña por un instante, una pequeña de cinco años que se negaba a soltar la mano del niño más inteligente del orfanato, siguiéndolo a todas partes mientras él intentaba aprender más de ciencia y ella lo defendía de quienes lo molestaban por eso.
Él sonrió al ser reconocido, pero entonces dos gruesas lágrimas se deslizaron por las mejillas de Kohaku y Senku se preocupó de inmediato, quiso acercarse a ella, pero Kohaku recobró la compostura y salió corriendo al balcón que estaba cerca de ellos.
Se apoyó contra el barandal, sintiendo su corazón latir desenfrenado en su pecho.
¿Cuánto hace que no se sentía así? ¿Cuánto hace que no se sentía… humana?
De repente oyó pasos detrás de ella y notó de reojo que era Senku.
Senku… una persona de su pasado. Alguien que la conoció cuando aún cuando ella podía reír y sonreír sinceramente.
Nunca esperó encontrar a alguien así en una misión como esta.
Él caminó hasta acabar directamente detrás de ella… y entonces clavó una jeringa en su cuello.
A una velocidad increíble, Kohaku se volteó y colocó un cuchillo en su garganta, conteniéndose de matarlo solo porque quería saber qué demonios hizo con ella.
—El veneno te matará en veinte minutos sino te doy el antídoto antes —dijo él con una sonrisa despreocupada.
—Dámela ahora o te cortaré la garganta —amenazó con calma, de forma robótica.
Él sonrió suavemente.
—Así que en verdad eres la asesina que enviaron para matar a Ryusui, ¿eh? —Bufó, retrocediendo un paso y hurgando en su oído con el meñique—. Hubiera usado el veneno que mata al instante de no ser porque solías ser esa molesta leona que se negaba a soltar mi mano en el orfanato… Debes agradecer que soy tan considerado. —Rió entre dientes y sacó un pequeño frasco con un líquido rosa—. Esta es la cura. Mátame y acabará destrozada en el suelo. En cambio, si me dices quién te envió, y dónde puedo encontrarlo, te la daré.
—Mi vida es desechable —masculló sin ninguna emoción—. Mátame y alguien más vendrá en mi lugar.
—Actúas tan indiferente y misteriosa… y sin embargo aún veo los rastros de las lágrimas en tus mejillas. —Extendió una mano hacia su rostro, pero ella se apartó, estirando más el brazo para seguir apuntando a su cuello, aunque su mirada de repente se había vuelto dudosa y casi… vulnerable—. Eres todo un enigma diez billones por ciento interesante, Kohaku. Sería muy cruel matarte. —Quitó la tapa del frasco—. Aunque, por otro lado… ser cruel es mi trabajo. —Rió burlonamente y se bebió el antídoto.
Kohaku no lo pensó dos veces y soltó el cuchillo para jalar su bata de laboratorio con una mano y besarlo, usando su otra mano para bajar su cabeza y forzándolo a abrir la boca con su lengua y labios para así intentar beber el antídoto directamente de su boca antes de que sea tarde.
Todo lo que logró fue que el gimiera, sorprendido, y que llevara sus manos a su cintura mientras le correspondía el beso.
Ella se apartó frustrada cuando se dio cuenta de que todo lo que podía sentir en su boca era sabor a jarabe de fresa.
Él se carcajeó como si el estar amenazando mutuamente sus vidas fuera lo más gracioso del mundo.
—Tranquila, tranquila. Eso realmente no era el antídoto, y la verdad es que no te inyecté nada mortal. —Sonrió con algo parecido a la tristeza—. Iba a hacerlo, tanto yo como Gen y Ryusui nos acercamos a ti con el propósito de matarte de una forma u otra. No me importaba que fueras una amiga de mi infancia… o eso pensé hasta que te vi llorar. —Suspiró—. Sé que vienes de la mejor "escuela" de asesinos de Tokio. Allí los deshumanizan, los convierten en armas sin emociones… pero tú aún conservas humanidad, ¿no es cierto? —Se le acercó hasta estar solo a un par de centímetros de distancia—. La Kohaku que conocí sigue ahí en alguna parte… ¿no es así?
Ella lo miró fijamente, con tristeza, con dudas… antes de sacar su arma y apuntar a su cabeza, recordando su entrenamiento y quien… o más bien qué se supone que era ella.
—No. Yo solo soy un arma enviada a cumplir una misión. —Colocó el silenciador y apuntó directo a su sien—. Y no dejaré que te metas.
—Imaginé que dirías eso. —Sonrió diabólicamente—. Por suerte, el suero hará efecto… ya.
Justo después de que dijera eso, Kohaku sintió su visión comenzar a ponerse borrosa, sus piernas debilitarse y un gran mareo.
Cayó desmayada directo a los brazos de Senku.
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Más tarde esa noche, Senku dejó a Kohaku recostada en su habitación en la mansión Nanami, bajo la atenta mirada de Gen y Ryusui.
—No me imaginaba que esta sería la forma en la que nos libraríamos de la mejor asesina de Tokio… —murmuró Gen con una sonrisa divertida por todo lo que había pasado esa noche.
—La verdad no me fío de lo que quieres hacer, Senku. —Ryusui sonrió burlón—. Creo que sería mejor matarla —propuso solo para molestar a su amigo.
—Le tocan un solo cabello y yo mismo hundiré el imperio Nanami. —Los miró de forma amenazante—. Y saben que puedo hacerlo.
—Tranquilo, solo jugaba. —Ryusui rió escandalosamente—. Es muy intrigante verte tan interesado en una mujer. En mi asesina, no menos. ¿Piensas darnos una explicación o debemos adivinar?
—Amiga de la infancia, de mis primeros años en el orfanato —contestó sin ganas—. Recuerdo muy vívidamente mis primeros años de vida, y casi desde que sé caminar ella estuvo tomando mi mano, caminando junto a mí todo el tiempo… —Se pasó una mano por el rostro—. No confío en ella, no dudo que quiera apuñalarme apenas despierte, pero no puedo matarla. No dejaré que la maten y tampoco dejaré que vuelva con los hijos de puta que la arrastraron a esta vida. —Encogió los hombros, sentándose en una silla junto a la cama—. Ella será mi responsabilidad, no dejaré que mate a nadie de los nuestros, y si me mata me aseguraré de llevarme su vida junto a la mía.
Ryusui y Gen intercambiaron una mirada.
—Muy bien —dijo Ryusui finalmente—. Entonces confiaré en ti. ¡Te deseo suerte con tu mujercita! —Se dio la vuelta, chasqueando los dedos sobre su cabeza, y se marchó de allí.
Gen sonrió al ver a Senku mirar de una forma bastante suave para él a la chica que había querido asesinarlos. Esto podría salir terriblemente mal o terriblemente bien… Y para Gen, valía la pena intentarlo.
Decidió no decir nada y se marchó, dejándolos solos.
Apenas sus amigos se fueron, Senku suspiró y tomó la mano de Kohaku, recordando la época en la que ella le sonreía de forma radiante y hermosa, siguiéndolo a todas partes, negándose a soltarlo fuera a donde fuera.
Recordó que ella no parecía recordarlo al principio, cuando se encontraron esa noche, pero entiendo sus ojos, por un momento, se iluminaron como si aún fuera esa niña pequeña persiguiéndolo… y entonces sus lágrimas terminaron de convencerlo de que no sería capaz de vivir consigo mismo si dejara que algo le pasara a esta chica.
Aunque bueno… no había estado esperando el beso.
Rió por lo bajo.
Qué extraño… ¿Era muy ridículo de su parte enamorarse por un beso dado porque ella pensaba que se iba a morir si no bebía el antídoto de su boca?
Años y años huyendo de las relaciones amorosas y ahora llegaba su primera amiga en el mundo a provocar segregaciones masivas de dopamina en su hipotálamo con solo su forma de mirarlo, un par de lágrimas, unos recuerdos felices y un beso robado desesperado.
Sí, era ridículo.
Probablemente se le pasaría en unos días, pero por el momento seguiría intentando encontrar en esa asesina a su Kohaku.
Estaba diez billones por ciento seguro de que ella seguía allí, en alguna parte.
Fin.
Holaaaaaaaaaaaaaa :D
Esto se me ocurrió de la nada bien random y dije: vamos a escribirlo, por qué no? XD
Ojalá que les haya gustado aunque sé que estuvo rarito :P
Se les ama!~
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaa!
