Haikyuu no me pertenece, solo escribo por diversión y sin fines de lucro .

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Girasoles de menta y chocolate amargo:

Morir de amor era una forma quizá teatral y trágica de llegar al final, sin embargo no estaba muy alejado de la realidad, la enfermedad del enamoramiento no correspondido, mejor conocida como " Hanahaki" era tan hermosa como mortal. Muchos sucumbían ante su doloroso florecimiento, el amor no correspondido tomaba una esencia nueva cuando se llegaba a morir por ello.

En un mundo de Alfas, Betas y Omegas, solo era una tragedia cruel de un destino deseoso de burlarse más de sus desafortunados hijos vástagos. Los omegas eran los principales afectados con sus trágicas consecuencias, morían presos de enredaderas nacientes en flor, sentimientos que nunca llegaron y se ataron a sus cuerpos en botones sangrientos, buscando la luz del sol para florecer ya arrastrando todo a su paso, una raíz putrefacta en vividos colores de un corazón herido y magullado.

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La luz diurna que se colaba por la ventana le hizo abrir los ojos, el leve calorcito que se arremolinaba en su rostro era agradable, sus cabellos naranjinos se mecieron con la suave brisa que se coló sin vergüenza por la ventana abierta, caricias matutinas en calor que llenaban la habitación con un agradable aroma a sol, y eso, pese a que sus ojos se encontraban hinchados y rojizos aun con rastros de lágrimas le hizo reír con suavidad, una risa patosa, entorpecida por el sueño pero que era sincera y la primera que brotaba de sus labios desde la noche anterior, cuando se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión, una que podría salvarlo o llevarlo al borde del abismo.

¿A qué olía el sol? Shoyo pensó para sus adentros que el sol eran notas de calor, hogar y calma o quizá era una mezcla del aroma a café matutino y el chocolate que preparaba su madre para él o su hermana en la niñez, podría ser tantas cosas incapaces de explicar que al pensar en esto llegó a la conclusión de que ese famoso "Aroma a sol" No era más que la esencia de los recuerdos.

Recuerdos que en esos momentos le hacían añorar esos tiempos donde no debía preocuparse por nada, donde el olor a chocolate amargo y menta ni siquiera pensaba en aparecer en su vida.

Se removió inquieto entre las mantas, dándose cuenta de que la mañana había pasado en un abrir y cerrar de ojos, las clases de la universidad estarían su apogeo y él no estaba ni siquiera cerca de la estación de autobuses, supo entonces que haberse desvelado no había sido la mejor de las ideas. Al levantarse, se da cuenta de que hay un espacio formado por las mantas, los recuerdos de la noche anterior se instalan en su cabeza y su piel arde en ascuas del incendio que fue provocado en él, sus mejillas se sonrojan y sus manos tocan el espacio vacío con la esperanza de que siga caliente, sin embargo lo único que encuentra es una frialdad irreparable, era la nada, tan distinto y ajeno al sudor y los fluidos que se habían mezclado, las feromonas de Kageyama revoloteaban inundando su sistema respiratorio más esto era único que quedaba de él, una esencia sin cuerpo pues la soledad era lo único que le acompañaba en el departamento.

¿Hacía cuanto que Kageyama se había marchado?

Se lo pregunta y un dolor ya conocido le recorre el pecho en miles de descargas que le cortan la respiración, su cuerpo se contrae en un espasmo y Shoyo no hace más que mirar como de sus labios antes risueños ahora brota una tos violenta, manchas escarlatas tiñen la cama pero no es solo eso lo que le hace retroceder con la sentencia de lo que ya sabía pero que cada vez era mucho más real, los pétalos amarillos brillaban con alegría, sin ser consciente de la sangre que los decoraba, retrocedió un par de pasos, la desilusión tiñe su mirada y el aroma del chocolate mentolado se hace cada vez más necesario para su sistema, entiende que es lo que sucede y se coloca los pantalones apresuradamente, donde incluso cree que la esperanza aún no se ha extinguido en su totalidad, aún no puede ser cierto ¿Verdad? El dolor recorre su corazón en un maremoto sobrenatural, mordió su labio inferior con fuerza y no sabe si es la sangre de una nueva herida lo que saborea o la que ya estaba ahí.

Necesitaba saber si todavía podía florecer para él una pequeña esperanza, aunque su interior le decía a gritos que solo estaba dando brazadas de ahogado quería intentarlo. El área de su cuello arde al rojo vivo, como si un hierro ardiente estuviese quemando su piel en cicatrices inexistentes, no era la marca de enlace, ni siquiera había podido pensar en ello, su amor era tan patéticamente de cama que ni siquiera había algo que los uniese, una mordida era lejana y lastimera. Un pobre omega aferrándose a un amor sin fruto, regocijándose en migajas que solo le daban una felicidad momentánea.

Un sonido electrónico irrumpe en la estancia, ajeno a las arcadas de las que es preso el de cabellos otoñales. Sus manos temblorosas buscan con desesperación el teléfono móvil, y al encontrarlo lo toma, se le escurre entre los dedos hasta el suelo al igual que lo haría la mantequilla derretida y mientras se agacha para recogerlo se siente la persona más patética del mundo ¿Es así como se debe de sentir estar enamorado? Se lo pregunta y se responde con un "No" rotundo, el sabor amargo de virutas chocolatosas inunda su sistema y reprime un sollozo involuntario, el llamado hacia alguien que sabe nunca llegará. Toma el aparato nuevamente y ve como en la pantalla se ilumina en letras anunciando un nuevo mensaje. Shoyo siente que el alma le regresa al cuerpo por breves momentos, el dolor en su pecho parece disminuir y la esperanza sale a flote nuevamente, el brillo se instaló en su mirada, alimentando el pensamiento de que quizá todo su dolor fuese recompensado de una manera hermosa.

Con el miedo y la ilusión mezclados en algo incierto abre el mensaje, encontrándose con palabras que hacen saltar el magullado corazón del sol hecho persona.

—Necesito verte.—

Respira intentando calmar sus latidos acelerados, mismo de los que no sabe si es por euforia o dolor lo que siente. Al mayor de los Hinata no le importa que sean solo dos palabras secas como las hojas del otoño, para él son bocanadas de aire fresco.

Envía una respuesta cargada de emoticones y emojis, la emoción le ha embriagado cegando sus sentidos, ya no tiene espasmos que le hacen doblarse y los pétalos ensangrentados ya no escapan de su boca. Todo cambiaría ¿Verdad?

Era una mentira que esperaba con toda su alma se volviese real.

Decide darse una ducha rápida pese a que ya estaba a medio vestir, al entrar a la ducha reconoce el leve aroma a que ha dejado Natsu el día anterior al venir de visita. Mientras el agua helada caía por su cuerpo las preguntas volvían a nacer en su mente, estaban en un mundo donde cada quien tenía una esencia única y era esa misma la que los conectaba. Había escuchado hablar de los destinados y como sus aromas parecían entonar una melodía perfecta entre ambos.

La Calidez estaba presente en los Hinata, pero, había una fragancia que le enloquecía los sentidos y le hacía perder el norte completamente, sus mejillas se enrojecen pese al agua fría que cae por su rostro, recuerda ese intensa amargura que entró a su vida y su cuerpo se estremece con fuerza, necesitaba verlo cuanto antes, quizá sea por el celo que se aproxima o por el hanahaki que le alerta de una posible cura en el próximo encuentro, pero se apresura, sale de la ducha esparciendo gotas de agua por donde pasa mientras seca su cabello en una mata de mechones húmedos, vistiéndose con rapidez y cerrando la puerta del departamento de un portazo mientras en su lengua se asienta el sabor conocido pero nunca antes probado,

O no de la forma en la que su cuerpo lo necesita.

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Su madre olía a chocolate caliente,

Natsu olía a nueces y miel.

Y él, a azúcar tostada.

¿El azúcar no era lo mejor para endulzar los corazones amargos?

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Llega y el ambiente del parque le agobia un poco, el sol golpea su rostro mucho más directo y ya no es la agradable caricia de la mañana, el calor lo abraza y provoca que el sudor se acumule en su nuca, rizando un poco los cabellos del área, era para su disgusto tal vez demasiado denso. Shoyo busca una sombra y la encuentra bajo un árbol de clase desconocida, se acerca y al sentarse cierra los ojos, quizá ha llegado muy temprano donde ahora le toca esperar. Respira profundo, no capta ese aroma que le altera y suspira frustrado, la inquietud comienza a hacerse presente en la manera en que mueve sus dedos con premura, jugueteando entre ellos en un afán de calmarse.

Era increíble pensar como un solo mensaje de cortas palabras había logrado cambiar por completo su estado no solamente de ánimo sino físico también. Ese era el poder que Kageyama tenía sobre él, pasaba de cero a cien en un instante y no había puntos medios, en su vida de caos quizá los ojos con vestigios a mar de Tobio eran la calma antes de la tormenta.

Se siente feliz, borracho de emoción lo que lo hace saltar de su sitio en cuanto el cabello oscuro de Kageyama resalta entre los colores vivos del parque, su corazón late con prisa en revoloteos de colibrí queriendo salir de su jaula. La felicidad bulle y corre con una sonrisa blanca netamente pura hacia el causante de la misma.

Un aroma extraño llega, el viento golpea los coloridos tulipanes y estos se mueven divertidos, ajenos a la marea que pronto hundirá a una estrella.

¿Kageyama?—Pregunta con duda cuando el frío azul le atraviesa, siente que el alma se le corta y la respiración pronto comienza a faltarle. Hizo recuento de las miradas que habían sido dedicadas a él, pero nuca una tan helada como esa, parecía incluso que las miradas cargadas de intensidad entre sabanas eran solo fantasías absurdas, pero habían sucedido, las huellas rojizas en su piel demostraban que eso había ocurrido en realidad.

Hinata se percata de la esencia que pronto le azota, logrando que frunciera el ceño, algo no anda bien y lo sabe, el chocolate amargo envuelto en menta tiene matices impropios, trazos leves como acuarela diluyéndose en agua, algo conocido pero que no lograba descifrar, era la esencia delicada de los duraznos con toques de frescura, algo refrescante, no eran de Kageyama pero yacían en su cuerpo de una forma sutil.

Su Omega interno tembló de miedo, intentando anticipar lo que vendría y fallando rotundamente en el intento.

—No vengas a buscarme—Suelta la cruda verdad de golpe, palabras directas al punto que descolocan al más bajo. Mira a Hinata desde arriba, con lo que parece ser enojo y aburrimiento, no hay ni un ápice de cariño en sus ojos cosa que el de hebras naranja nota.

Shoyo no entiende que es lo que pasa, el frío recorre su espalda y el sudor comienza a bajar por ella de manera desagradable, siente su boca secarse con demasiada rapidez y las palabras no emergen. Por primera vez se ha quedado completamente mudo.

Los segundos pasan, el mundo sigue su curso sin tomarle importancia que en medio del jardín de tulipanes un corazón se está rompiendo. Shoyo avanza un paso y Kageyama retrocede con irritación. Éste se lleva una mano al hombro, hundiéndola dentro del cuello de la camiseta y expresando un chasquido de disgusto con la lengua al palpar algo delicado brotar de su piel, algo que no debería estar allí y por más que trate de evitarlo no queda en sus manos. Por otro lado Shoyo no entiende nada en absoluto, su mente intenta procesar lo que está sucediendo. Donde la noche anterior le resulta lejana, pero era real incluso estaba seguro de que en sus sabanas aún quedaba el aroma a girasoles dulces mezclado en armonía con la menta y la amargura de un chocolate perfecto.

—No puedo seguir con esto, no cuando ya causas más molestias que placeres. —Vuelve a hablar sin dejar de mirar los ojos avellanas, al alejar la mano de su hombro entre ella se encuentran pequeños girasoles, el aroma de la flores florecen con frescura y junto a las mismas un penetrante aroma a azúcar tostada que le empalagaba el paladar, mismo que toleraba solo cuando podía hundirse entre la palidez de las piernas contrarias por un par de horas para saciar su sed, después de todo era un alfa y lo había dejado en claro, nunca había salido de sus labios alguna palabra de amor, ni dulces caricias, si Hinata se había montado una película era cuestión de él, o eso era netamente lo que pensaba.

—¡Pero Tobio! — Su mano se extiende al ver como las flores caen al suelo, radiantes pero cargadas de tristeza, con fiereza muerde su labio y reprime una tos con la mano izquierda, la sangre mancha la clara piel de su palma y la limpia en el pantalón, si Kageyama se ha dado cuenta de ello no parece demostrarlo. — Es una broma ¿Verdad? —

La pregunta queda en el aire y uno de los dos suspira con frustración, estaba tomando demasiado tiempo, si la culpa llega a su cuerpo no lo deja ver, solo puede notar como los ojos color avellana se cristalizan mas no cae ninguna lagrima de ellos, la incomodidad en su hombro se hacía más fuerte, los pétalos cosquilleaban contra su piel, en un principio le habían parecido sutiles, pero poco a poco se fueron extendiendo, el penetrante aroma le despertaba en las noches y le hacía dar vueltas la cabeza para ir a buscar creador de dichas flores, pero ya estaba cansado de ello y más ahora que había un aroma más atrayente, un sabor frutal mucho más dulce sin ahogarlo, un sabor de alguien mucho más refrescante.

—No, te lo digo directo porque de otra manera no lo entenderías, no quiero saber nada de ti. —

Shoyo siente como su cuerpo se desgarra, la energía abandona todo su cuerpo sin poder procesar, su sistema se sobresatura y balbucea palabras parecidas a "¿Por qué?" y sus derivados, el enojo se hace presente, en un arrebato de tristeza y enojo sus manos toman el cuello de la camiseta contraria, arrugando la tela entre sus manos, sus dientes se aprietan con fuerza ante un sorprendido Kageyama. — ¿¡Cómo dices eso!? ¿¡Cómo dices eso cuando tú y yo- -

—¿Cuándo tú y yo qué? Solo era sexo sin compromiso, y lo sabías Hinata— Escupió con desagrado, interrumpiendo y tomando las muñecas del contrario para alejarlas de si, siente los huesos que creyó frágiles, no podía compararse a su fuerza, si apretaba un poco más podría quebrar las muñecas sin problema alguno ¿Lo haría? No. Soltó el agarre por cortos momentos, si lo hacía se llevaría a escalas mayores, solo sería una pérdida de tiempo cuando ya tenía a alguien esperando en casa.

Mientras sus pensamientos divagan en torno a una cabellera plateada, siente como su mejilla punza y arde de un momento a otro, el dolor se extiende por todo el costado de la zona golpeada mientras un rosa brillante comienza a hacerse presente, su rostro, ligeramente ladeado observa con cierto asombro al joven frente a él, mismo que estaba aún en posición de haber lanzado el golpe a puño limpio, las mejillas se habían escapado sin permiso y podía ver como rondaban por sus mejillas. Un "¿Qué?" Atónito escapa de sus labios.

—¡No me jodas! —El grito de Hinata rompe la breve calma que ocasiona su golpe. Frustrado, adolorido no solo corporalmente sino hecho trizas desde lo más profundo de su ser. — ¡Creí que me amabas! —

Se miente a sí mismo, porque sabe que él nunca lo hizo, pero prefiere ser ciego a ver la verdad, lo dice en un intento desesperado a que refuten sus palabras y todo aquello no sea más que una pesadilla incierta.

Pero tal refutación nunca llega, en su lugar Kageyama reacciona por instinto, sus manos toman los hombros impropios con tal vez demasiada rudeza. Escucha el sonido seco que se produce al impactar el cuerpo de Shoyo contra el tronco árbol, sus manos le hacen daño al más pequeño, lo sabe por el pequeño gemido adolorido que él emite mas no afloja el agarre, vuelve a empotrarlo contra la dura corteza del árbol, las flores en su espalda y hombro florecen dolorosamente cuando Hinata tose, la sangre mancha las camisetas de ambos y los pétalos apelmazados en el viscoso fluido caen al suelo, sabe que no necesita ser tan rudo pero sus sentidos se nublan, sus labios se acercan a los ajenos mas no lo besa, sus miradas se funden de manera desconocida, no hay pasión, no hay éxtasis, en su lugar hay agonía y aburrimiento en cada una de ellas.

—¿Cuándo te lo dije? —Preguntó con sorna, helando el cuerpo del sol mismo, apagando un astro y comenzando a dejarlo sin vida.

—Yo.. —Balbuceo, buscando de manera desesperada algún recuerdo vago donde palabras amorosas fueran susurradas a su oído, pero por más que buscaba no pudo encontrar tan siquiera un retazo entorpecido por el sueño, no había, no podía tener pruebas de algo que nunca había existido. —Por favor…Kageyama —

Ruega sin fuerzas, su cuerpo arde y duele, su castillo construido sobre arena se desploma contra la marea cruel y fría, Kageyama lo suelta y él cae sentado al suelo, sin poder levantarse por más que lo intente, sus piernas se sienten entumecidas como si estuviesen hechas de concreto.

—Yo nunca te amé, Shoyo, no es mi culpa que te enamoraras de algo inexistente. —Aquel rey se coloca de cuclillas, sin arrodillarse ante el pobre peón desechado frente a él; palabras crueles sin anestésico brotan con verdad incesante, acaricia una de sus mejillas con dulzura helada antes de levantarse y darle la espalda sin esperar respuesta alguna. Ha dejado en claro lo que desea y tal cual tirano no escucha ninguna petición ni le importa que la sangre se derrame por su culpa.

La mirada nublada por lágrimas cristalizadas enmarca la espalda del más alto, alejándose mientras el sol encandila su visión y la espalda que antes arañaba con satisfacción se vuelve un manchón borroso indistinguible. Solloza, su cuerpo se contrae en un espasmo seguido de otro y otro, sus pulmones y pecho arden con fiereza y la voz se le extingue pese a que quiere gritar, convulsiona en una arcada que da rienda suelta al vómito escarlata, enredaderas de tallo verde comienzan a crecer en su cuerpo por donde las venas deberían tomar su camino, flores de girasol brotan en aroma dulzón mientras la agonía lo carcome, quiere parar de toser y pese a que una de sus manos se presiona con fuerza contra sus labios, las flores siguen manando como un grifo abierto. El aire comienza a faltarle, todo lo que puede distinguir es el aroma a chocolate y menta ferviente en sus recuerdos. Sus dedos arañan su garganta dejando hilos rojizos brillantes en dolor, desesperado en buscar algo de oxigeno pese a saber que de todas manera moriría en ese preciso momento, lastima más su cuerpo, rompiendo la piel, la sangre no solamente sale ahora por su boca sino allí donde la carne ha sido rasgada. Shoyo grita en silencio, la presión del dolor rompe los pequeños vasos capilares de sus ojos y se inyecta en mortal tinte rojo. Pronto su cuerpo es cubierto de hermosas flores, se contrae en un nuevo espasmo, saborea su propio sabor a azúcar tostada y sabe que ya es el final. Hace lo posible por recostar su cuerpo al tronco del árbol, inhalando con profundidad el oxígeno que nunca llega, la vista comienza a teñirse de manchas negras mientras su cerebro agoniza.

Y así como una vez llegó el dolor, la calma toca su puerta y hace acto de presencia, el cielo parece increíblemente azul y el dolor parece nunca haber existido, de sus labios dejan de brotar flores ensangrentadas y aquello le permite sonreír con paz al ser liberado de su sufrimiento. Una risa muda escapa de él mientras sus ojos se cierran con lentitud, su corazón deja de latir y su cuerpo se apaga sin el menor atisbo de duda.

Su piel ya no existe, allí donde una vez hubo un amor desesperado ahora yace una pila petalos de girasoles desparramados como una pila de hojas de otoño.

El viento mece los tulipanes y alborota los pétalos amarillos impropios de ellos, aquellos que no estaban manchados de muerte se esparcen libremente por el cielo azul, vagan sin ataduras fundiéndose con las nubes y yendo a parar a algún lugar incierto.

Un único girasol florece en búsqueda del sol, sin embargo su esencia no es la que debería.

Era un girasol creado a base de menta y chocolate amargo.

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Agradecimientos especiales a:

Laura, que soportó mi spam respecto a este OneShot mientras fangirleabamos sobre Ensemble Stars y la que me suministró los datos necesarios porque realmente no sé mucho del Omegaverse.

Rosse, mi partner preciosa que me animo a escribir y a regañarme cuando dudaba de mi misma.

Las quiero un mundo a ambas.

Espero que les gustara y disfrutaran de la lectura,

Con cariño; Sunny.

A Little sunflower.