A medida que el invierno avanzaba hasta su término, las conversaciones en el Pequeño Palacio se centraban cada vez más en la fiesta del rey y la reina en el Gran Palacio, un momento en que se esperaba que los Grisha (más específicamente los invocadores) dieran una demostración de sus poderes para entretener a los reyes y a los nobles, perdí la cuenta de cuantas conversaciones sobre quién presentaría y por qué debería agregarse o quitarse tal cosa para hacerlo aún más impresionante.
- No se te ocurra llamarlo "presentación" – me advirtió Genya cuando se lo comenté -. El Darkling no lo soporta. La fiesta de invierno a sus ojos sólo es una enorme pérdida de tiempo Grisha.
Él tenía un punto, después de todo eran los Grisha los que conformaban en segundo ejército, y durante estos días los talleres Materialki trabajaban día y noche las órdenes que llegaban del palacio, ropas, joyas, fuegos artificiales, llegaban de todo tipo de peticiones y aún de noche las luces de los talleres permanecían encendidas. Los Invocadores por otro lado, pasaban horas y horas en los pabellones de piedras perfeccionando sus "demostraciones". Era un ir y venir superfluo, si considerábamos que durante más de cien años Ravka había estado en guerra, sin embargo, era difícil no dejarse embargar con el ánimo festivo, y ni hablar de verme atrapada en las conversaciones sobre telas, bailes, flores y joyas.
Baghra era una de las que no estaba para nada entusiasmada con la idea, perdía la paciencia conmigo con más facilidad. A la menor pérdida de concentración me golpeaba con su bastón y preguntaba en tono burlesco, ¿Soñando con bailar con tu estúpido príncipe?
La ignoraba, o al menos lo intentaba, pero no le faltaba razón, desde que el Darkling se había esfumado (Genya me dijo que se había dirigido al norte) a pesar de mis mejores esfuerzos, seguía pensando en él. Sabía por las palabras de otros Grisha que era muy probable que se viera obligado a concurrir a la fiesta de invierno, pero nadie estaba seguro. Una y otra vez intenté hablarle a Genya sobre el beso, pero no conseguía que las palabras dejaran mis labios, como si decirlo es voz alta me expusiera a una realidad que no quería considerar: que yo realmente no era especial, y que no le importaba.
No seas ridícula, me decía intentando concentrarme. Genya te dirá lo que ya temes, que no significó nada. Probablemente se ha besado con un montón de chicas Grisha, ¿qué tienes tú de especial habiendo mujeres tan hermosas como Genya y Zoya? Sácalo de tu mente, Alina. Aún si mis conjeturas eran ciertas, no quería saberlo, prefería guardar nuestro encuentro como un secreto, a pesar de que estuviera carcomiéndome por dentro.
Notaba la decepción de Baghra, pero la suya no era nada comparada con la que sentía conmigo. Mis limitaciones se estaban volviendo obvias, el Darkling quería destruir el Abismo, pero yo simplemente no era lo suficientemente fuerte para hacerlo. No estaba a la altura de la tarea, y dolía, aunque parte de mí sentía que el dolor no era tanto por la sombra y las esperanzas de Ravka, me encontré a mi misma avergonzada de que me importara mucho más decepcionar al Darkling.
Cuando el día de la fiesta de invierno llegó, fui excusada de asistir a todas mis clases, pero había una a la que quería acudir de igual manera. Estaba demasiado ansiosa, demasiado distraída, y también nerviosa, la posibilidad de que el Darkling arribara al Pequeño Palacio no ayudaba, así que fui a ver a Botkin evitando el salón abovedado y pasando inadvertida hasta las salas de entrenamiento junto a las caballerizas.
Botkin al principio se mostró un poco reacio, pero accedió y me hizo calentar y entrenar usando mis reflejos, sin ellos, seguía siendo importante contra él, pero los guantes me daban una pequeña ventaja para defenderme, aún así, cuando la lección terminó Botkin admitió que había estado reteniendo sus golpes.
- No debo golpear a una chica cuando va a una fiesta, ya veremos mañana.
Solté un gemido lastimero al darme cuenta de que mi rendimiento en el combate tampoco había mejorado gran cosa.
Tomé la cena en el salón abovedado, las conversaciones fluían aún más entusiasmadas que antes así que escaparme a mi habitación rápidamente no fue del todo difícil, anhelaba usar mi bañera romana. El banya podría ser divertido, y estaba segura de que más de alguno de mis compañeros preferirían calmar su energía allí antes de la presentación, pero yo ya había tenido años de baños comunales en el ejército, y la privacidad era una novedad exquisita para mí.
Me di un baño largo y lujoso, con el agua muy caliente para que no se enfriara tan rápido, al salir me senté al lado de la ventana para secar mi cabello y ver la noche caer en el lago, cuando la noche cayera todas las lámparas del largo sendero entre los palacios serían encendidas, los nobles llegarían en sus lujosos coches y dentro de nada comenzaría la función. Unos meses antes, habría temido cada segundo de una noche como esta, me habría sentido desplazada, disfrazada, incapaz de encajar, y, sin embargo, no estaba tan aturdida como lo esperaba, seguía estando nerviosa, sí, pero parecía que la noche incluso podría ser… divertida.
Miré el pequeño reloj en la repisa, una sirvienta tenía que entregarme mi nueva kefta para la presentación, echa de seda en lugar de lana, pero si no llegaba pronto probablemente tendría que utilizar la misma que ocupaba a diario, Genya estaría horrorizada. Me reí ante ese último pensamiento cuando un golpe sonó en la puerta, era precisamente ella, su alta figura estaba envuelta en seda de color crema con bordados de oro, sus cabellos rojos estaban bellamente apilados en un moño alto para mostrar los enormes diamantes colgando de sus orejas y el grácil colgante de su cuello.
- ¿Entonces? – dijo y dio una vuelta para que pudiera examinar todos los ángulos.
- Criminal – le dije con una sonrisa – absolutamente injusto.
- La palabra que buscas es extraordinaria – me corrigió admirándose a si misma en el pequeño espejo sobre mi lavabo.
- Un poco de humildad te luciría igual de bien.
- Permíteme dudarlo – entonces dirigió su mirada a mí y notó la túnica alzando una ceja - ¿Por qué no estás vestida?
- Mi kefta aún no ha llegado.
- Bueno, no me extraña, los Fabricadores han estado abrumados con las peticiones de la reina, llegará en cualquier momento, siéntate mientras, te arreglaré el cabello mientras esperamos.
Intenté contener la emoción apretando los labios, había estado esperando que se ofreciera a arreglarme el cabello, pero no había querido preguntar, ya parecía tener un montón de trabajo sólo con la reina.
- ¿Qué hay de la reina? – pregunté entonces mientras se preparaba para trabajar.
- Su alteza – noté como puso los ojos en blanco – ha decidido que no tiene ganas de asistir al baile esta noche. Una treta por supuesto, ha planeado esto demasiado tiempo como para que fuera a perdérselo en realidad. Lo que le interesa es que sus damas hagan un escándalo para sentirse incluso más importante, no me sorprendería que incluyera a una o dos nobles también. Le encanta la atención.
- Ya me parecía extraño que tuvieras algo de tiempo.
- Pues sí, ¿estás nerviosa?
- Un poco, tal vez.
- Bueno, hay unos pocos cientos de nobles ansiosos por verte por primera vez.
- Eso ayuda – ironicé con una mueca.
- Por nada – dijo a su vez dando un par de tirones a mi cabello para moldearlo – deberías estar acostumbrada a ser admirada.
- Bueno, no lo estoy.
- Mmm… si se pone muy mal para ti, dame una señal, me levantaré sobre la mesa del banquete, me subiré la falda y haré un pequeño baile. Te aseguró que nadie te mirará en un rato con eso.
Me reí al imaginarlo y sentí como mis músculos se relajaban un tanto, controlé mi respiración hasta estar lo suficientemente segura de que podría sonar casual para preguntarle:
- ¿Ha llegado el Darkling?
- Oh, sí. Creo que llegó ayer, vi su carruaje fuera del palacio.
Mi corazón se hundió un poco, había llegado, pero no había venido a verme.
- Imagino que está muy ocupado – agregó Genya.
- Por supuesto, es una fiesta importante.
Vi una mirada de comprensión a través del espejito que sostenía en mi mano para seguir el peinado que me estaba haciendo.
- Todas lo sentimos, sabes.
- ¿El qué?
- La atracción. Pero él no es como nosotras Alina, su poder, el cómo luce a su edad, bueno, hay que estar ciega o loca para no notarlo.
- ¿Él alguna vez…? Quiero decir, ¿Tú…?
- ¿No, no, nunca! – una sonrisa maliciosa se extendió por sus labios – pero lo haría.
- ¿En serio?
- Siempre y cuando mi corazón no se involucrara – dijo esas palabras mirándome, sus ojos encontrando los míos en el espejo.
- Claro que no – asentí dando un encogimiento de hombros que esperé pareciera indiferente - ¿Davis asistirá a la fiesta?
Sentí como Genya me dio un tirón.
- ¡Ouch!
- No le gustan las fiestas – suspiró – acabo de pasar por los talleres para que pudiera obtener un vistazo de lo que se está perdiendo, pero apenas me miró.
- Lo dudo – intenté consolarla - ¿cómo alguien podría ignorarte?
Genya enrolló una pieza final de mi cabello dentro de su lugar y lo aseguró con una horquilla dorada y se alejó un poco para que pudiera apreciar su obra. Había apilado la mitad de mi cabello en un elaborado nudo, el resto caía en cascada por mis hombros en ondas brillantes. Sonreí y le di un rápido abrazo por miedo a arrugar su kefta.
- ¡Gracias! Eres espectacular.
- Y que poco me sirve – se quejó.
¿Cómo es que alguien como Genya se había enamorado tanto de alguien tan serio, callado y aparentemente ajeno a la belleza humana? ¿Tal vez había sido esa la razón, que no la notaba como los demás?
Un golpe en la puerta nos interrumpió, prácticamente corrí a abrir y sentí una oleada de alivio cuando vi a dos sirvientas paradas en la puerta sosteniendo grandes cajas, con la conversación y el peinado había olvidado lo preocupada que estaba sobre la llegada de mi kefta, tomé la caja más grande y le quité la tapa apoyándola sobre la cama.
Genya chilló, yo abrí los ojos muy grandes. Cuando no me moví en unos segundos, ella se acercó a la caja y sacó su contenido por mí, metros de seda negra ondularon en sus manos. Las mangas y el escote tenían un delicado bordado dorado y brillaba con diminutas cuentas de azabache.
- Negro – murmuró Genya.
Su color.
- ¡Mira! – jadeó señalando algo.
El escote del vestido tenía atado una cinta de terciopelo negro, y de ella colgaba un pequeño talismán de oro: el sol en eclipse, el símbolo del Darkling.
Mordí mi labio insegura de como sentirme al respecto, por una parte, me sentía apartada por él desde lo ocurrido en el lago, pero por otra parte el había escogido estos colores para mí, y no sólo eso, había añadido su símbolo para que yo lo portara. No tenía mucho tiempo para pensarlo, tenía que usar algo para ir al baile de todas maneras, así que caminé detrás del biombo ante la mirada atenta de Genya y me deslicé dentro de la nueva kefta. La seda negra se sentía fría en mi piel mientras luchaba con los pequeños botones. Cuando emergí, Genya esbozó una sonrisa radiante.
- Sabía que te quedaría bien el negro – me tomó del brazo con fuera - ¡vamos!
- Aún no me he puesto zapatos – protesté pero ella tiraba ya de mí.
- ¡Sólo vamos!
Me llevó por el pasillo y abrió una puerta de golpe, sin tocar. Zoya chilló dentro, estaba parada en el medio de ¿su habitación? Usando una kefta de azul media noche, tenía una brocha en la mano.
- ¡Discúlpanos! – anunció Genya sin sentirlo en absoluto – necesitamos usar estos aposentos, ¡órdenes del Darkling!
Los azules ojos de Zoya se entrecerraron, pero antes de que pudiera articular una palabra me miró por primera vez, toda la sangre se drenó de su rostro al notar el negro.
- ¡Fuera! – mandó Genya.
Zoya cerró la boca, y para mi sorpresa dejó la habitación sin decir palabra, Genya cerró la puerta detrás de ella.
- ¿Qué estás haciendo? – pregunté entonces, aún sorprendida.
- Es importante que te veas en un espejo apropiado y no esa franja de vidrio en tu peinadora – dijo – pero por sobre todo quería ver el rostro de esa perra al verte usar el color del Darkling.
- Eso fue bastante maravilloso – admití sin poder contener mi sonrisa.
- ¿Verdad que sí? – preguntó soñadoramente.
Me volví al espejo, pero Genya me agarró y me sentó en la peinadora de Zoya, en cuanto estuve sentada comenzó a rebuscar en los cajones.
- ¡Genya! ¿Qué crees que haces?
- Sólo espera… ¡lo tengo! Sabía que se oscurecía las pestañas – Genya sacó un pequeño tarrito de antimonio negro del cajón de Zoya - ¿Puedes invocar un poco de luz para que pueda trabajar?
Intenté ser paciente mientras llamaba a un resplandor cálido y agradable que pudiera ayudarla a ver mejor, aunque a pesar de la luz me hacía ver arriba, abajo, a la izquierda, derecha, abajo otra vez.
- ¡Perfecto! – dijo al terminar – Y bueno… luces bastante tentadora.
Le arrebaté el espejo y tuve que sonreír, ya no quedaban rastros de la triste chica enfermiza de mejillas ahuecadas y hombros huesudos, en su lugar se alzaba una Grisha de ojos brillantes y cabello ondulante del color del bronce, la seda negra se aferraba a mi nueva forma, más curva, cambiando y deslizándose como sombras cosidas. Mis ojos lucían oscuros y felinos.
- ¡Ahora la joyería! – gritó Genya, y regresamos casi corriendo a mi habitación, pasando a una Zoya enfurruñada en el pasillo.
- ¿Han terminado? – espetó.
- Por el momento – le contesté una sonrisa alegre, Genya solo bufó.
Abrimos las otras cajas sobre la cama, una contenía zapatillas de seda dorada, otra unas relucientes pulseras y pendientes de oro, y la más pequeña un manguito de piel gruesa. Cuando estuve lista me examiné en el pequeño espejo que poseía, me sentía exótica y misteriosa, el símbolo del Darkling brillaba sobre mi cuello. Sonreí al reflejo de Genya detrás de mí, pero ella tenía una expresión preocupada.
- ¿Qué sucede? – pregunté volteando a verla.
- No es nada, te ves hermosa. De verdad. Es sólo… - su sonrisa tembló mientras extendía una mano y levantaba el pequeño talismán de oro – Alina, el Darkling no nos nota a la mayoría de nosotras, somos momentos, instantes que olvidará en su larga vida. Sólo… quiero que tengas cuidado.
- ¿De qué? – pregunté con cautela.
- De hombres poderosos – su voz parecía quebrada cuando lo dijo.
- Genya – pregunté entonces, armándome de valor - ¿qué sucedió entre el rey y tú?
Ella miró las puntas de sus zapatillas de satén como si fueran extremadamente interesantes – El rey siempre consigue lo que quiere de muchas sirvientas – se encogió de hombros levantando la mirada – por lo menos yo obtuve unas cuantas joyas a cambio.
- Genya… no lo dices en serio.
- No. No lo hago – jugueteó con uno de sus pendientes brillantes – la peor parte es que todo el mundo lo sabe.
- Ellos no importan – puse mi brazo a su alrededor – eres más valiosa que todos ellos juntos.
- Oh, eso lo sé – me mostró una pobre imitación de su sonrisa confiada.
- El Darkling debió haberte protegido, debió haber hecho algo…
- Lo ha hecho, Alina. Más de lo que sabes, pero por ahora es básicamente tan esclavo de los caprichos del rey como el resto de nosotros.
- ¿Por ahora?
- Mientras la sombra siga dividiendo Ravka – me dio un rápido apretón – no desperdiciemos esta noche con cosas sombrías y depresivas. Vamos. ¡Necesito desesperadamente un trago de champán!
Tras esa declaración caminó tranquilamente a la puerta, quería decirle más, quería preguntarle sobre lo que había mencionado, también quería golpear la cabeza del rey con un martillo. Pero tenía razón, ya habría tiempo para preocuparse mañana.
