Capítulo I: Un viernes cualquiera.
Esa mañana Travis despertó con la respiración agitada y las piernas temblando, volviendo a la conciencia de repente. Otro sueño erótico. Otro sueño erótico dónde Sally Face era protagonista. El de esta vez había sido más picante de lo usual, logrando que por primera vez en mucho tiempo, Travis Phelps despertara con sus pantalones de pijama húmedos.
Todavía con la respiración irregular, se movió hacia el baño de su habitación, enfadado con las reacciones de su propio cuerpo. Lavo los pantalones y su ropa interior con agua helada y los colgó en una silla alejada de la puerta del cuarto, dónde no se pudiera ver a simple vista. Con ropa interior limpia, volvió a meterse entres sus suaves sábanas, ya frías por el tiempo que estuvo fuera de ellas. Miro la hora en su despertador, para darse vuelta mirando a la pared y adormecerse un poco más.
La alarma sonó 40 minutos más tarde. Travis suspiro pesadamente y la apagó. El invierno era de lo peor en Norkwell y la reciente lluvia que había aparecido no dejaban ganas de levantarse. Pero si faltaba a la escuela, significaba pasar más tiempo con su padre. Ese simple pensamiento lo hizo levantarse de un salto, vestirse rápidamente para evitar el frío y bajar hacia la primera planta. La chimenea recién encendida lo esperaba. Allí fue el rubio, quejándose de dejar su adorada y calentita cama.
- Buen dia, hijo-
La voz del ministro inundó la sala. Profunda y seca, casi hacia eco. Le extendía una taza con chocolate caliente. Parecía haberse levantando de buen humor.
- Buen dia, padre- respondió el rubio, tomando la taza que le era ofrecida, con recelo.
Los Phelps observaron la chimenea arder, uno al lado del otro. Pero ninguno dijo nada hasta que las tazas se vaciaron. Estaban juntos por la necesidad de calor, no porque lo disfrutarán.
- Hoy es viernes, padre- menciono Travis, ya con su mochila, listo para huir en caso de necesitarlo.
- Lo se, Travis. Se en que día vivo- respondió el ministro con algo de molestia.
- Los viernes no vuelvo a casa, padre.
Kenneth Phelps miro a su hijo como si tuviera sus manos manchadas de sangre virgen. Sus ojos brillaban como buscado algo que lo delatara.
- ¿Y puedo saber a dónde irás este viernes, hijo?
- Dónde siempre padre- Travis tomo con fuerza las manijas de su mochila. Golpeó la punta de sus zapatillas para asegurarse de que estuvieran bien puestas. Seguro lo necesitaba.- Con Sally Fisher, y quizás con sus amigos, a pasar la tarde.
- ¿Y la noche?
- Así es padre.
- ... ¿Serán solo tu y esa chica Fisher?
- No, padre. Sus amigos estarán ahí. No estaremos solo en ningún momento.
Todos los viernes eran la misma historia, siempre tenía que aclararle a su padre dónde iba y porque no iba a volver esa noche. No es como si llevará casi dos años así. Y claro, tuvo que dejar que su padre creyera que Sal era una chica. Así lo único que preocupara al ministro fuera las relaciones extramatrimoniales.
- Bien- sentenció el Phelps mayor- Pórtate bien hijo. Dios lo ve todo.
- Por supuesto padre-
Dicho esto salió tranquilamente de la cocina, para luego correr como un loco hacia la puerta de salida. No podía dejar que su padre se retractará. No le daría la oportunidad. Dejo de correr casi dos cuadras lejos de la iglesia que era su hogar. Se detuvo un momento para recuperar su aliento y siguió su rumbo.
Desde aquel incidente en los baños, hace mas de tres años, Sally Face no le había dado tiempo fuera. Intentaba por todos los medios involucrar a Travis en actividades, salidas, incluso grupos, para que se abriera más a la gente. Hace dos años, dejo de intentar hacerlo socializar con otras personas y Sal se conformo con que pasaran tiempo los dos. Solos. En su casa. Hasta tarde. E incluso, de noche. Los viernes eran esos días que lograban darle fuerzas a Travis para seguir adelante. Cada semana nueva implicaba un nuevo viernes, dónde estaría con el peliazul todo el maldito día.
Llegando al instituto, ya en los casilleros, logro verlo. No solo a Sal, sino también a sus amigos. Charlaban animadamente entre los cuatro, sin notar la presencia del rubio a un par de metros. Travis rodo los ojos cuando vio que el de las coletas había traído falda, un día más. Pasaba sus rodillas, era a cuadros negros y rojos y encima llevaba jeans con roturas abajo de la falda. Pero eso no dejaba de lado que era una prenda femenina. Al igual que la remera sin mangas que completaba su look. Se concentro en su casillero, pero no podía evitar escuchar alguna que otra cosas.
- ¿Entonces, vamos a ir?- preguntó Ash, bastante emocionada.
Larry suspiro, dejando salir algo de humo del cigarrillo que consumía.
- Lo siento, bombón. Mister Fisher estará ocupado con su noviecito hoy. No nos acompañará y sabes que sin el, no salgo.
- ¿Que?- la castaña miro confundida al de las coletas- ¿Novio? Esperen, creo que me salte una temporada de esta novela.
- Es Travis, tonta.- rio Todd.- Los viernes Sally nos abandona por el hijo de Dios, Travis Phelps.
- Llevo haciéndolo casi dos años, Ash- mencionó el de la prótesis, como si fuera algo sumamente obvio.
- ... ¿Ah sí? No lo sabía.
Los muchachos del grupo soltaron una carcajada suave, burlándose de la perdida de su amiga. Travis, mientras tanto, dejo de fingir que buscaba algo en su mochila y se dirigió a su primera clase, casi 20 minutos antes de que está empezará.
Una vez en su asiento, abrió su cuaderno para repasar lo que tenía del día. Los minutos pasaban y los alumnos entraron de a poco, algunos bostezando y otros insultando al sistema por hacerlos ir a la escuela en un día tan frío. El profesor llegó desbordando energía y la clase empezó. Realmente el rubio esperaba que Sally se apareciera en la puerta del aula, al menos para saludarlo, pero al ver entrar al profesor, esas esperanzas se desvanecieron.
Las clases pasaron de forma monótona y la hora del almuerzo llegó. Cómo cada viernes, Sally Face tomaba su charola con su almuerzo, compartía unas palabras con su grupo de amigos y tomaba asiento al lado de Travis, en la mesa más alejada del comedor, dónde nadie más se sentaba.
- Buen dia, reverendo.-saludo alegremente el de coletas, sentandose bien cerca del rubio, quien escupió un poco de lo que estaba tomando.
- Cállate id-, tonto.
Sally rió mientras se desabrochaba la correa más baja para poder mover su prótesis para comer. Los almuerzos juntos eran bastantes tranquilos. Travis era de pocas palabras y Sally siempre andaba con cuidado de no molestar al rubio. Prefería estar en silencio, pero a su lado, que insistir y asustarlo.
- Oye- comenzó el rubio, llamando la atención de su acompañante- Podré pasar la noche.
- ¡¿En serio?!- al peliazul le brillaron los ojos.
- Vaya, ¿Y esa emoción? ¿Tienes planes para mí Fisher?
- Eh- Sal recordó la molestia de sus amigos de no poder salir en grupo ese viernes, pero no sabía si la idea que se le había ocurrido era una buena- Eso significa que veremos pelis hasta tarde. Genial.
Travis sospecho. Usualmente no diría nada, pero tendría que hacer como si no hubiera escuchado conversaciónes ajenas.
- Si tenías otros planes, puedes decirlo. No me enojarme.
Oh, claro que se iba a enojar. Y quizás no volviera a dirigirle la palabra a Sal por toda la siguiente semana. Talvez incluso lloraría un poco y armaría un pequeño berrinche contra el de coletas, solo para ver cómo este se desesperaba.
- Claro que no tengo planes, tonto. Los viernes estoy para ti, lo sabes- Sal golpeó el brazo ajeno con cariño, como señal de ánimo.
- Si, si, lo sé. Pero, si por casualidades de la vida, tus amigos te habían incluído en un plan, al cual no puedes asistir por estar conmigo, teniendo ellos que cancelar el plan, sabes que y-
La suave carcajada de Sally lo hizo detenerse. Este tosió un poco quizás por reírse mientras estaba comiendo, así que tomo un poco de agua con su confiable pajilla.
- Hombre, al menos disimula- artículo el de la prótesis, todavía riéndose.
- ¿Fu-fui muy obvio?
La consistente risa del contrario se aseguró que había quedado expuesto. Siguió comiendo de su charola, esperando que el otro se tranquilice. Una mano en su hombro, después de un par de segundos, llamo su atención.
- Escucha, Travis. Si, los chicos había planeado ir a un bar. Si, me tomaron en cuenta. Y si, olvidaron que este día lo paso contigo. Pero por nada del mundo voy a obligarte a ir a dónde no quieres o dejarte en espera. No es el fin del mundo.- Travis sonrió, seguramente Sally también sonreía debajo de la mascara- Excepto para Larry, para el cualquier cosa es el fin del mundo.
- ¿Volvieron a pelear, por mi causa?
- Algo así. Son celos, aunque el dice que solo se preocupa por mi- Sally tomo un trago de agua antes de continuar- A veces le molesta que pase tiempo contigo. No solo porque no estoy pasándola con el, sino porque eres tú.
Está vez fue el rubio quien rio. Llevaban muchísimo tiempo con el mismo problema y Johsonn no daba el brazo a torcer. Le molestaba la simple existencia de Travis, y saber que pasaban tiempo en casa del de coletas, a solas, le hacía hervir la sangre. Más de una vez hablo sobre acoso e incluso sobre abuso, para persuadir a Sally de seguir pasando tiempo con el. Pocas veces lo había enfrentado, pero después de acusarlo deliberadamente de querer abusar de Sal, Travis no pudo seguir escondiendo que había escuchado la conversación y lo enfrentó. La discusión termino en la preceptoria, con ambos siendo curados por una enfermera y con una suspensión de unos pocos días. Todavía tenía pesadillas con aquella charchara del castaño.
- ¿Hay algo en especial que quieras jugar hoy? ¿O prefieres que vayamos a otro lugar antes de ir a casa?- Sally Face lo miro expectante.
- ¿Tienes algún lugar en mente?
- Mm, no realmente. No me apetece ir al bosque, no traje un abrigo tan grande.
- Ya veo-
Phelps observo la fina campera negra que caía por los hombros del más bajo, dejando expuesta bastante piel. Si Sally fuera una chica, tal como su padre creía, seguramente le hubieran llamado la atención por "distraer a los muchachos".
La vibración de su teléfono hizo que el rubio diera un pequeño saltito en su asiento. Tomo el celular mientras le decía a Sal que se callara, debido a que había soltado una sonora risa.
El mensaje era de su padre. Raro, casi nunca se comunicaba con el vía móvil, y si lo hacía, era una llamada. Tenían que ser cosas importantes para que Kenneth Phelps se dignara a tocar esa cosa del diablo.
Padre;
Hijo, ya que vas a pasar la tarde y la noche con la señorita Fisher, porque no vienen a cenar?. Siento una falta de respeto de mi parte el no conocerla todavía. Espero recibir una respuesta afirmativa.
Travis tembló en su lugar. Y Sally lo noto. Con toda la confianza del mundo, tomo el celular ajeno y leyó el mensaje. Después de uno segundo lo dejo sobre la mesa, en silencio. Travis lo miro nervioso. Vio a Sal amarrarse la correa suelta y arreglar su charola para que al moverla no cayera nada. El rubio casi entro en pánico.
- Sal, y-
- ¿Quieres que lleve vestido?
Unos minutos después, el ministro Phelps recibió un mensaje.
Travis;
Estaremos allí a las ocho, padre.
