En este relato Armin no obtuvo poderes de titán en el combate de Shiganshina y así no tendrá que morir en unos años. Pero los otros sucesos como la muerte de Erwin Smith o la subida al sótano de Grisha Yeager se quedan sin cambios.


Una lluvia tremenda caía desde un cielo gris sin parar. Mikasa ya estaba totalmente mojada, pero ni siquiera lo sentía. Tampoco sentía un frío o una sangre que le cubría ambas manos y la mayor parte de su ropa. Todos los sentimientos no existían en este momento, aparte de solo uno. La desesperación.
− Eren, respira... − repetía la azabache aun sabiendo que ya no la escuchaba − Eren, por favor...
El joven muchacho yacía en la tierra sin moverse con una herida profunda en su pecho. Un charco de sangre se extendía debajo de él, tiñendo la grasa en rojo y manchando a Mikasa quien estaba sentando junto a Eren inclinada a él.
− Aguanta... Por favor, no me dejes así... − las lágrimas de la chica se mezclaban con la lluvia.
− La brigada de Harvie parece estar totalmente destruida.
Mikasa seguía mirando a su amigo ignorando por completo unas voces distantes.
− Mira, hay sobreviviente − las voces se acercaron, pero la azabache ni siquiera dio la vuelta. Solo al sentir un leve toque de las manos en sus hombros giró la cabeza y al fin vio a Levi.
− Mikasa, está muerto − le dijo el moreno en una voz pálida.
− Tiene habilidades de recuperación − meneó la cabeza la chica aún negando a aceptar la verdad horrenda − puede curarse.
− Hasta estas habilidades tienen límites − contradijo el capitán quitando las manos de sus hombros.
− ¡No! − exclamó la azabache con desesperación meneando la cabeza de nuevo − No puede ser así.
− ¡Eren! − un grito histérico de Hange resonó en el aire lluvioso mientras ella se lanzó hacia ellos − ¡Eren, no! ¡No! ¡Teníamos tanto trabajo que hacer! − su ojo sano lo estaba mirando al joven muerto con una locura salvaje mientras sacudía el cadáver. Si antes una débil esperanza de que fuera posible salvar a su amigo aún vivía en Mikasa, ahora mirando a la comandante la azabache comprendió con un horror creciente que Eren estaba definitivamente muerto. De inmediato tuvo la sensación como si su propio cuerpo se rompiera en mil pedazos. ¡No! ¡Esto no tenía que ocurrir! Mikasa miró de nuevo a Eren ahora tan pálido y quieto, después le echó un vistazo a Levi como si estuviera preguntándole si todo esto le pasaba en realidad. El moreno guardaba el silencio, pero su mirada, ahora llena de comprensión, era incluso peor que los gritos desgarradores de Hange. − No hay más sobrevivientes, tenemos que irnos − dijo el capitán dirigiéndose a la azabache, aunque no estaba seguro que Mikasa lo entendiera en este momento. Esta chica destrozada era como su propio reflejo hace ya muchos años. Aquel día, cuando Levi acabó su primer combate perdiendo a dos amigos y siendo como Mikasa el único sobreviviente, también estaba lloviendo. Estos recuerdos ya eran imborrables, inscritos para siempre en su mente. La muerte, la sangre, la lluvia. Ahora la otra persona estaba reviviendo esta pesadilla.
− No podemos dejarlo aquí − dijo la comandante refiriéndose a Eren − Necesito su cuerpo.
Al escuchar aquello Mikasa sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Quiso decirle a Hange que ni se le ocurriera tocar a su amigo, pero la comandante ya levantó al joven y empezó a llevarlo hacia una carreta no dejándole a la azabache otra opción a menos que seguirles.
− Tú también vas en la carreta − le ordenó Hange − no tenemos más caballos.
Mikasa no respondió nada. Casi no recordaba un camino hasta una estancia donde la legión de Reconocimiento vivía fuera de los muros. Solo miraba el pálido rostro de Eren entendiendo que ya no estaba mientras la lluvia fría no dejaba de caer en ningún momento.

− Han venido − las voces de nuevo le parecían a la azabache muy lejanos. De repente sintió que alguien la sacudía rompiendo el trance en que se encontraba.
− Oye, tú − la mirada dura de la comandante estaba clavada en Mikasa − a mi despacho ahora.
La chica bajó de la carreta y le siguió a Hange sin responder.
− Déjale cambiarse al menos − la voz de Levi se escuchó detrás mientras caminaban por un pasillo de la estancia.
− No − le cortó la comandante con un tono de acero − He dicho que vaya conmigo ahora.
Cuando los tres entraron en un pequeño cuarto donde Hange solía trabajar, la comandante cerró la puerta de golpe.
− Siéntate − le ordenó a Mikasa. La chica obedeció, aunque sus superiores siguieron permaneciendo de pie.
− Quiero saber todo qué pasó con tu grupo − requirió Hange mirando fijamente a la azabache. Ya no quedaba nada de su despreocupación de siempre, ahora ante todo era la comandante en la guerra, estricta y severa para tomar decisiones vitales.
− Los titanes aparecieron de la nada − empezó a contar Mikasa mirando en un suelo − Fueron muchísimos y su ataque era imprevisto. Mataron enseguid de nuestro grupo incluso a Harvie.
− ¿Cómo lograron matar a Eren?
− Se convirtió en el titán, pero no pudo contrarrestar tantos enemigos. Antes de que comieran su cuerpo titánico logré rescatar su cuerpo humano usando el equipo tridimensional, pero recibimos un golpe de otro titán − la azabache tuvo que hacer una pausa para respirar hondo y poder continuar su relato de una manera impasible cumpliendo un protocolo militar − Perdí el equilibrio y nos caímos. Eren cayó a unas piedras destrozándose el pecho.
− ¿Y tú no caíste? − entornó el ojo Hange.
− Use el equipo tridimensional antes de caer.
− ¿En qué lo aplicaste? − una incredulidad apareció en la voz de la comandante − No había ningún árbol en este sitio.
− Lo apliqué en los titanes.
− ¿Qué pasó después?
− Les maté.
− ¿A todos?
− Sí.
− ¿Cuántos estaban vivos cuando tú te quedaste sola? − una mirada intensa de Hange estaba clavada en Mikasa, pero la chica ni siquiera lo notaba aún prestando más atención a algún punto en el suelo que a su superior.
− No lo sé, muchos.
− ¿Y cómo lograste matarles a todos? − insistió la comandante, a quien no bastaban las respuestas cortas de la azabache.
− No lo sé.
− ¿Tenías una estrategia? ¿Organizaste alguna trampa?
− No. Solo les mataba uno por uno, eso creo. En realidad no lo recuerdo con claridad.
− ¿Por qué estás mintiendo?
− ¿Qué? − la mirada de Mikasa se volvió confundida cuando al fin la alzó a su superior. La última se acercó y ahora observaba a la azabache desde arriba, hasta la estaba devorando con su ojo sano. − ¿Cómo piensas − siseó Hange − que puedo creer que tú sola mataste, según nuestros cálculos, a más de cincuenta titanes en una estepa? Que tú sobreviviste y Eren, quien tenía los poderes de titán, no.
− Pero así fue − la azabache no sabía qué más podía añadir, estaba completamente perdida ante tal acusación.
− ¿En qué momento nos traicionaste? − continuó la comandante con una furia poco disminuida en su voz.
− Yo no he hecho tal cosa − replicó Mikasa, pero a pesar de que era pura verdad, su voz no sonaba muy firme haciendo que el rostro de Hange se retorciera de la rabia.
− Sí, claro, no has hecho nada. ¿Tengo que interrogarte de otra manera para que me empieces a contestar?
Los ojos de la azabache se llenaron de horror, ya que enseguida entendió que no tenía ninguna prueba de su inocencia. Ya sentía una ola de desesperación creciente dentro de sí cuando una voz fría del capitán intervino de brusquedad en la conversación.
− Ya basta, Hange. Ella no ha hecho nada de lo que tú dices.
Este último comentario de Levi le hizo a la comandante dejar de presionar a Mikasa y venir al otro lado del despacho donde se encontraba el moreno.
− Piénsalo mejor − ahora la mirada de Hange se clavó en el capitán − Ella es la única quien sobrevivió en el combate en que nadie podía sobrevivir. Es imposible.
− Sí que es posible. Para ella sí − contradijo firmemente Levi.
− Si ella es tan fuerte como dices, ¿por qué demonios no ha protegido a Eren? Siempre decía que quería protegerle. ¿Por qué no le salvó?
Las palabras crueles de la comandante resonaban en la mente de la azabache como un trueno haciendo que sus ojos de nuevo se inundaran de lágrimas. Hange tenía razón, Mikasa no salvó a Eren. Tuvo que salvarle y no lo hizo. Tuvo que morir ella en vez de él. Incluso no le parecía convincente la siguiente respuesta del capitán:
− Es imposible salvar a todos.
− ¡No me digas que le crees! − la voz de la comandante mostraba todo su enojo mientras el moreno al contrario permanecía muy tranquilo.
− No es que le crea, sé de que Mikasa está hablando.
− ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¿De dónde lo puedes saber?
− De mi propia experiencia − aclaró Levi con calma − Además no estoy tan afectado como tú y puedo pensar más claro.
− ¡Yo no estoy afectada! − espetó Hange con furia sintiendo en el fondo que tal vez el capitán tuviera razón acerca de su estado.
− Lo es, mírate a ti, Hange − la voz del moreno se volvió afilada − Parece que lo único que te importa ahora es que no puedes continuar con tus experimentos y estás buscando responsables para soltar tu rabia.
− Puede que lleves razón en que estoy furiosa, pero ¿no te parece extraño lo que Mikasa está diciendo? − no se rendía la comandante.
− Para nada. Mikasa ha sobrevivido porque es Ackerman. Es normal que no recuerde muchos detalles de lo que pasó, esto no significa que lo ha inventado. Yo mismo estaba en una situación similar cuando sobreviví en mi primer combate y los demás no − ahora la voz del capitán era un veneno puro mientras miraba a Hange con un leve desprecio − A Erwin ni se le ocurrió pensar en traiciones y otra mierda que tú has dicho. ¿No sabías de esta situación? Tú ya estabas en la legión. Ah, por supuesto, no te dieron un informe, ya que eras nadie.
El discurso fue como un balde con agua fría caída encima a la comandante quien desvió la mirada sin decir nada.
− Comandante Hange − un soldado se asomó en la puerta después de un fuerte golpeteo − La brigada de Zac acaba de llegar.
− Ve, te esperan − le sugirió Levi a su superior − Solo no te olvides de pedir disculpas más tarde.
Hange no respondió nada, solo le echó el último vistazo al moreno y salió de prisa de la habitación.
Mikasa todavía estaba sentando sin moverse y miraba sus manos aún cubiertas de sangre. Las lágrimas que acabaron de correr por su rostro ya casi se cesaron. Aunque permanecía muy quieta, Levi sabía a la perfección cómo en realidad se sentía. No podía disminuir su dolor o consolarla, ya que solo el tiempo tenía que curar estas heridas. En un rato el moreno abrió uno de los numerosos armarios del despacho y extrajo una botella.
− Toma − se acercó a la azabache y le dio una copa con un líquido.
Mikasa no le contestó nada, ni siquiera preguntó qué era tomándolo todo con un solo trago y después se enfocó al capitán. − Gracias por entenderme − su voz estaba opaca igual que sus ojos y la expresión del rostro. Parecía una sombra de sí misma.
− De nada − Levi la miró con compasión − Siento mucho lo de Eren.
− Aún no puedo creerlo − la azabache desvió la mirada al escuchar su propia voz quebrarse − Parece que solo es una pesadilla o mi malinterpretación.
− Si quieres hablar, estoy dispuesto a escucharte − añadió el moreno en voz suave.
− No lo sé − Mikasa meneó la cabeza − las palabras no tienen mucho sentido. Es solo que... − sintió que de nuevo estaba a punto de llorar y se apresuró a aspirar profundamente el aire para prevenirlo − Es solo que me duele. Pero gracias − la chica miró al capitán de nuevo.
− Esto te pasará con el tiempo.
− ¿Se olvidará?
− No, nunca. Pero en adelante no vas sentir este dolor − la voz de Levi estaba tan calmante que la azabache casi le creía.
− ¿Puedo tomar más? − Mikasa aún no sentía ningún efecto de primera copa. Tal vez estuviera demasiado afectada, ya que la segunda tampoco le dio un alivio. − Parece que no funciona − concluyó la azabache con un triste suspiro.
− Ya veo. Ve a cambiarte.
− De acuerdo − Mikasa se levantó lentamente y se dirigió hacia la puerta con una sorpresa dándose cuenta de que le era difícil moverse como si sus propias piernas estuvieran hechas de plomo. No sabía si esto debía a que se había equivocado sobre el efecto del líquido o estaba cansada hasta la muerte. De todos modos, su propio estado poco le importaba.
− Espera − le llamó Levi al notar el tambaleo de la azabache − Te acompaño.
Mikasa automáticamente tomó al moreno por el brazo y los dos salieron del despacho. Al principio esta precaución no le parecía necesaria a la azabache, solo no quería debatir, pero su opinión cambió en cuanto empezaron a subir una escalera. Una habitación que Mikasa compartía con Sasha estaba en una segunda planta, así que había pocos escalones que la azabache tenía que pasar. En su rutina diaria ni siquiera los notaba, pero ahora, cuando su cuerpo se portaba como si ya no le perteneciera, cada escalón era difícil.
Al fin llegaron a una puerta del dormitorio y Mikasa soltó el brazo de Levi notando una mancha que había dejado en su camisa con su mano.
− Lo siento − dijo la azabache en voz débil mirando esta huella de color rojo sucio que se contrastaba con una tela blanca.
− No pasa nada − le dijo el moreno muy suave − descansa.
Mikasa asintió con la cabeza cerrando la puerta tras sí. De nuevo estaba en un trance. Sus manos sabían hacer su trabajo con la ropa, pero su mente se volaba muy lejos. Por suerte, un cuarto de baño se encontraba en la misma planta, pero aun así la azabache tuvo que agarrarse a una pared para llegar hasta allí. El agua fría limpió la sangre reseca de la piel de Mikasa, pero no podía quitarle el dolor infinito que sentía con cada célula de su cuerpo como si fuera algo físico. Nada podía quitarle este dolor. Cuando Mikasa regresó a su habitación vacía, ya que Sasha aún estaba ausente, se metió en una cama pensando que no podría dormir en toda la noche. Pero pasó todo lo contrario y se cayó en un sueño casi al instante.

Aunque Levi le dijo que todo al fin le pasaría, Mikasa no creía que esto le sucediera pronto. El día cambiaba otro día no trayendo consigo ningún alivio. Al principio la azabache estaba desesperada, se hacía preguntas a sí misma y lloraba silenciosamente por las noches tratando de no despertar a Sasha. Pero ni pensamientos, ni lágrimas no podían traerle a Eren de vuelta. Así que después de un mes Mikasa dejó de llorar por completo quedándose con solo una sensación de culpa por lo que había pasado.
Siempre lo sabía. Sabía que Eren moriría. Vivía con este presentimiento durante años mirando como su amigo se metía en problemas sin importar si podía resolverlos o no. Él siempre iba adelante y ella siempre le seguía. Tenía que estar más preparada para salvar a Eren. Aunque siempre le protegía, no le dejaba la sensación que tarde o temprano le iba a perder, solo esperaba que no sucediera pronto. Y aun así desesperadamente deseaba prevenirlo aplicando todos sus poderes desde el día en que había conocido a su amigo y se había despertado como Ackerman. La azabache hasta creía que sus habilidades habían aparecido en ella para que nadie dañara a Eren. 10 años pasaron en un parpadeo. Ahora Mikasa tenía 19 y como no recordaba su niñez podría decir que estuvo con Eren casi toda su vida. Tal vez si hubiera empeñado más, su amigo ahora estaría vivo dándole un pilar. Ahora después de su muerte a la azabache no le quedó nada. No sabía para qué más vivir, ya que nunca buscó otros sentidos en esta vida aparte de proteger a un chico a quien amaba durante toda su vida sin esperanza de que él algún día le contestara. Ni siquiera necesitaba que este amor fuera mutuo, solo quería estar con Eren, seguirle a dondequiera y prolongar su vida. Era lo único que antes le interesaba a Mikasa, ahora, cuando Eren no estaba, no quería nada. Ni vengarse de él matando a los titanes y siguiendo su propio ejemplo, ni explorar el mundo como Armin. Nada de nada. Como si ella también hubiera muerto. Mientras tanto, formalmente estaba viva, hacía cosas diarias, se entrenaba, participaba en misiones de la legión de Reconocimiento. Existía.
Aumentó la cantidad de sus entrenamientos. No era necesario, pero igual no sabía qué más podía hacer. Cada vez era difícil empezar, como si su cuerpo estuviera dormido y no quisiera despertarse. Pero poco a poco con cada movimiento aparecían su ligereza y agilidad de antes y al final, cuando todos músculos ya le dolían a Mikasa, se sentía un poco viva. Además al conseguir este grado de agotamiento lograba a dormirse rápido no teniendo ninguna capacidad de pensar. Había una cosa más que le hacía a la azabache sentirse viva: el combate, pero solo cuando estaba al borde de la muerte. Primera vez esto ocurrió por casualidad cuando Mikasa no estaba bastante concentrada y dejó que titanes le rodearan. Su posición era difícil, hasta se preparó mentalmente por lo peor cuando descubrió con una sorpresa que en el último momento su cuerpo de Ackerman hizo todo el trabajo por ella. Cuando miró alrededor y vio una docena de titanes muertos, lo sintió. El triunfo, la victoria de la muerte. Al menos su subconsciente no quería que ella muriera, mientras su mente estaba en blanco. Esto le dio esperanza a la azabache. Pero en situaciones ordinarias, cuando todo estaba bajo su control, aún no sentía nada. Poco a poco empezó a arriesgar a propósito queriendo saborear de nuevo esta adrenalina. No les mataba a titanes en cuanto podía, al contrario les permitía acercarse para después despedazarles en un movimiento fugaz. Solo así seguía creyendo que todavía estaba viva. Por la misma razón Mikasa nunca pensó en un suicidio sabiendo que los poderes de Ackerman siempre la iban a empujar hacia la vida.

Este nuevo estilo de combate no pasó desapercibido por los superiores de la azabache, pero no le dijeron nada. Al menos hasta un combate cuando Mikasa infringió una orden directa. De todos modos, no fue una misión ordinaria de la legión. Tenían que revisar una actitud extraña de titanes en una zona no muy lejos de su estancia afuera. Según informes, todo el lugar ya tenía que estar repleto de gigantes, pero en cuanto los soldados vinieron, no había nada ni nadie alrededor, así que llegaron a un bosque cercano para explorar el sitio desde arriba. En la altura de brazos de árboles gigantes se veían llanuras salvajes e intactas extendiéndose hasta el horizonte sin ninguna señal de amenaza.
Greta Adler, una chica joven recién ingresada a la legión suspiró con alivio. Aún se sentía muy insegura cuando tenía que abandonar las murallas. Dejando de contemplar la naturaleza en todo su esplendor, Greta se giró para trasladarse al siguiente árbol cuando vio a un hombre desconocido en el otro brazo más arriba. Por un momento se quedó congelada solo mirándolo. Después cuando entendió lo que este iba a hacer, quiso gritar, pero fue demasiado tarde. Un sonido de disparo atravesó el bosque y la chica se cayó muerta.
"Dispérsense" − ordenó Levi enseguida.
De una profundidad del bosque aparecieron más hombres. Todos ellos tenían un equipo parecido a tridimensional. Aunque no eran muchos, llevaban unas pistolas lo que les daba una ventaja enorme contra la legión con sus armas diseñados para los titanes que implicaba estar cerca del enemigo. A pesar de esto, la situación no fue irremediable, dado que los rivales no se movían tan rápido como los militares de la legión. Hasta existía una pequeña posibilidad de la victoria si conseguían matar a cada uno de enemigos tomándolos por sorpresa.
Había dos hombres que se distinguían bruscamente de los demás. No trataban de matarles a los miembros de la legión, al contrario se quedan un poco atrás observando. Estaban vestidos totalmente en blanco excepto una parte de sus capas que tenía un escudo bordado en sí, mientras otros de su grupo, aparentemente sus sirvientes, llevaban uniforma de color esmeralda. Uno de estos hombres era rubio, alto y delgado, el otro era castaño y más bajo. Fue imposible notar más detalles, dado que se encontraban lejos. Aunque estos dos no participaban directamente en el combate, no había duda de que ellos estaban detrás de todo. Por eso Hange ordenó capturarles a "los blancos" vivos. O al menos a uno de ellos. No fue fácil, ya que estaban bien protegidos por su guardia, pero a Mikasa no le costó mucho atravesar todas las líneas de defensa y acercarse a los objetivos haciéndoles retroceder al bosque. El castaño desapareció casi de inmediato, al contrario el rubio permanecía lejos, pero no se escondía. Incluso al notar que Mikasa se arrojó en su dirección él no abandonó un brazo de árbol donde estaba, solo dio un pequeño salto atrás. La azabache se posó en el brazo y miró a su rival sopesando sus oportunidades. Él tenía rasgos muy finas, no había duda de que pertenecía a una familia noble. Sus ojos tenían color azul, pero tan claro que era posible confundirlo con el blanco. Si no fuera por la mirada fría de estos ojos llenos de crueldad, Mikasa podría decir que el hombre era bonito. En este momento se oyó la orden de Levi:
− Regresen.
Solo un movimiento fijo y rápido separaba a la azabache de la captura de este tipo enfrente de ella. Él ni siquiera tenía armas consigo, solo el equipo de transmisión y miraba fijamente a Mikasa esperando lo que ella iba a hacer. Un movimiento y la misión estaría cumplida. Un movimiento y la muerte de Greta no sería en vano. Aunque estuviera contra la orden.
La azabache no vaciló más y se lanzó hacia su rival. Notó de reojo una sonrisa burlona formándose en el rostro del rubio antes de que pasara algo, que no tuvo ninguna explicación válida para Mikasa, ya que en el último momento todo se volvió negro y silencioso.
Solo más tarde entendió que había perdido la conciencia. Lo primero que Mikasa vio cuando logró enfocar la vista era el rostro de Levi y ramos de árboles más arriba. La imagen todavía fluía un poco enfrente de los ojos de la azabache pero logró notar que el capitán la miraba con preocupación. Al parecer Levi notó que volvía en sí, ya que su expresión cambió. Le sonrió, muy tierno y suave, de una manera que Mikasa nunca había visto en él. "No puede sonreírme así", pensó la azabache, "no es real". Mientras tanto, la imagen empezó a ennegrecer de nuevo y en un segundo Mikasa ya volvió a estar inconsciente.

Cuando se despertó por segunda vez, estaba en su cuarto de la estancia. Esta vez la imagen que veían sus ojos era clara y el mundo no daba vueltas, pero la azabache esperó unos segundos más comprobando que la negrura no regresaba.
− ¿Has despertado? − escuchó un tono preocupado de Armin y giró la cabeza hacia su amigo. Aparte de ellos dos en el dormitorio no estaba nadie.
− Sí − respondió la azabache en una voz que a ella misma le pareció ajena. Se sentó en una cama analizando su estado, al parecer todo estaba bien. ¿Qué demonios había ocurrido en el bosque?
− ¿Qué ha pasado?
− Parece que este rubio a quien hemos tratado de capturar tiene un don especial. Nadie pudo acercarse a él. Todos quienes lo han intentado para ayudarte dicen que han sentido un fuerte dolor de cabeza y mareos.
− Ya veo − suspiró Mikasa. Esto explicaba una pérdida de conciencia tan de repente.
− ¿No has sentido nada parecido cuando estabas cerca?
La azabache meditó un par de segundos analizando lo que recordaba.
− Ahora que lo pienso, me encontré cerca porque él me lo permitió. Jugaba conmigo. Como ves, en mi caso su don también funciona perfectamente.
− Veo − la voz de Armin se volvió seria − Casi has muerto.
− ¿Qué? − Mikasa no podía entender cómo era posible morir de un solo desmayo.
− Caíste del árbol − explicó el rubio − si capitán Levi no hubiera conseguido detenerte al vuelo, ya estarías muerta.
− ¿Levi?
− Sí, te logró en el último momento. Casi habíais muerto los dos.
− Maldición... − Mikasa cerró los ojos y apoyó su cabeza contra la pared.
¿Su visión de Levi sería un recuerdo? ¿Podría ser verdad? La azabache revivió la imagen en su mente. No, más bien parecía a su delirio, ya que era completamente improbable que fuera real. Aunque el capitán hubiera estado alegre de que Mikasa estuviera viva, nunca le habría sonreído tan tierno. Entonces, ¿por qué ella vio esta escena? ¿Por qué pensó en él? ¿Acaso su mente lo inventó porque Levi era la única persona quien le había comprendido este día horrible cuando había perdido a Eren?
− Mikasa − la voz de Armin entretejió en su flujo de pensamientos − ¿sabes que esta vez es diferente? − ¿El qué? − la azabache abrió los ojos y miró a su amigo.
− Has infringido la orden, vas a tener problemas. Aunque antes hagan la vista gorda a tu comportamiento, esta vez has cruzado la raya.
− Sean cuales sean estos problemas voy a enfrentarlos − Mikasa solamente se encogió de hombros. Al fin y al cabo ¿qué le podrían hacer? ¿Arresto militar? Ya había pasado por esto hace dos años para decir con seguridad que de verdad no era nada grave. ¿Tribunal? Era poco probable, dado que el caso como este no valía la pena.
− No puedes siempre irte de rositas − no cedía el rubio.
− Armin, ya te he entendido − replicó la azabache con tranquilidad − Mejor dime, a quien hemos perdido hoy.
− A Emma y Greta − la mirada de Armin se oscureció − Fritz está herido, pero espero que sobreviva.
− Tenemos suerte, esperaba algo peor − al no escuchar nombres de Jan, Sasha y Connie Mikasa sintió un alivio.
− No creo que sea una suerte. Más bien parece que nuestros enemigos se contenían.
− ¿A qué te refieres?
− Tenían más oportunidades de matarnos que en realidad usaron.
− ¿Has discutido esto con Hange?
− Aún no... − Armin se calló al escuchar un rechinido de una puerta abriéndose. "Justo a tiempo", pensó la azabache al girar la cabeza y ver a Levi entrar.
− ¿Cómo tú te sientes? − le preguntó el capitán cerrando la puerta tras sí. Su voz estaba fría, distante.
"Bienvenida al mundo real" − un pensamiento fugaz voló por la mente de Mikasa. Era absolutamente imposible que este hombre le sonriera con ternura. ¿Pero por qué rayos lo seguía analizando? En su posición tenía que pensar en su castigo en vez de su delirio. ¿Habría golpeado la cabeza al caer?
− Estoy bien − contestó Mikasa en la misma manera oficial.
− En cuanto sientas que estás recuperada por completo, tenemos que hablar − el rostro de Levi era neutral, pero la azabache intuyó que se refería a estos problemas que le había pronosticado Armin.
− Entendido.
Al escuchar la respuesta el moreno se dio la vuelta para irse.
− ¿Yo no me he despertado antes en ningún momento? − Mikasa sentía que definitivamente estaba mal de la cabeza si se atrevió a preguntar tal cosa. Pero aun así necesitaba saberlo.
− No − dijo el capitán al salir sin siquiera mirar a la azabache.
Hizo una pequeña pausa antes de responder. ¿O solo a Mikasa le pareció así? La azabache sacudió la cabeza con fuerza para dejar de pensar en el asunto.
− ¿De qué viene esto? − le preguntó Armin.
− No lo sé − contestó su amiga con sinceridad por fin levantándose de la cama.

No tenía sentido suspender la conversación oficial, así que después de unas pequeñas arreglas Mikasa se dirigió al despacho de Hange, sabiendo que iba a encontrar a sus dos superiores allí.
− Adelante − escuchó la voz de la comandante como respuesta a su toque a la puerta.
Mikasa entró en el despacho aún no creyendo que le podía suceder algo grave. Se paró en el centro mirando primero a Levi que se encontraba enfrente de un escritorio, después a Hange en un rincón detrás.
− Mikasa Ackerman − empezó el capitán − estás excluida de la legión de Reconocimiento.