Hola! Este es mi primer proyecto en Fanfiction (también lo encontraréis en AO3) y tengo bastantes ganas de subirlo. Pretendo mejorar como escritora en los próximos meses gracias a historias como esta, así que paciencia conmigo, que llegaré a un buen punto en algún momento.
Antes de nada daros la bienvenida a un fanfic que espero que sea muy largo, pero que aún así espero que se disfruten, por lo que voy a dar un par de premisas antes de que empecéis a leer:
-Se van a mezclar cosas de las pelis y de los libros en algunos momentos, ya que creo que en ciertos aspectos (que no en todos) alguno de los dos medios cerró o cambio puntos de la saga para mejor. Además, me he leído y visto las pelis tantas veces que ya no sé distinguir casi lo que es un canon de libro y otro de la peli XD
-La escena eliminada de Draco lanzándole la varita a Harry es canon en esta historia, porque me parece que tiene sentido con el Draco que yo voy a presentar.
-Harry volverá a Hogwarts, porque para mí Harry siendo un auror no tiene sentido. Lo único que él parecía disfrutar era ser profesor, así que perdonadme, pero verle como acaba en una carrera que lo único que hace es lanzarle una y otra vez el trauma de sus padres y su propia infancia no me parece lo que el pobre Harry se merece después de todo lo que luchó.
-Si en algún momento añado algo en el canon que no esté segura de si lo es o no, trataré de avisar en las notas de arriba, así como los trigger warnings que vea necesarios según vaya avanzando la lectura.

Este fanfic se va a meter mucho en cambiar el epílogo, porque seamos sinceros: ¿Albus Severus? ¿Ron y Hermione juntos?
Voy a explicar lo segundo, porque creo que es importante para la historia: no va a haber hate en Ron Weasley porque no considero que sea un mal amigo o personaje, pero si es verdad que nunca me ha pegado con Hermione por el hecho de que es Ron es una persona que necesita sentirse único y apreciado en una relación en la que él pueda brillar de vez en cuando, y personajes como Hermione no creo que sean los más adecuados para él, ya que con lo genio y lógica que es Hermione a veces no creo que sea realmente compatible con Ron, que necesita más atención y cariño. ¡Pero no por eso Ron está mal! Simplemente no los veo como una pareja que fuera a suceder en la vida real de buena manera.
No sé si Harry acabará con Ginny, porque en mi cabeza puede ir de dos maneras: o Harry y Ginny se dan cuenta de que se entienden muy bien y pueden ser ellos mismos sin la presión del mundo exterior, o la guerra les separa tanto en cuestión de sus necesidades que no encajarían. Y de verdad espero que sea la primera, porque en el libro no me parecen una mal pareja.

Dicho todo esto (y espero que no se me haya olvidado nada) espero que disfrutéis el primer capitulo!

P.D: El capítulo es corto, pero es más introductorio en la historia que otra cosa!

...

Lo primero que Draco notó, fue el silencio. Cortante y frío, pero a la vez tan deseado. Él había esperado, casi anticipado ese silencio desde que los aurores habían dejado claro que iban a capturar a todos los que portaban la Marca Tenebrosa.

Desde su casa gris había observado las primeras redadas a antiguos aliados sin moverse del gran sofá, con la varita en la mesa detrás de él y la chimenea dando un calor artificial sobre su fría y derrotada alma. Él se había prometido que estaría allí hasta que vinieran a por él, no importaba cuanto había implorado su madre que la siguiera a ella hacia Francia, a un país donde nadie le escupiría por la calle ni la insultaría tras lo sucedido. Pero Draco se había negado. Y se había quedado en aquella casa llena de recuerdos y gritos, esperando su momento. Y aunque la casa estaba vacía, ni un solo ser vivo a la vista, Draco no dejaba de oír la dulce voz quebradiza que le acompañaba en ese gran salón.

Los gritos de ella rogando por su ayuda mientras su tía cortaba salvajemente en su piel aquellas palabras malditas que tantas veces la había llamado. "Sangresucia". Era irónico, como el simple pensamiento de esa palabra hacía que sus intestinos se contrajesen, como sus manos temblaban y sus ojos se nublaban recordando el dolor que había ayudado a soportar. Un dolor que él jamás admitiría en voz alta. No, el prefería estar ahí, mirando las llamas titilar mientras los gritos seguían sucediéndose en su cabeza, como un eterno recuerdo de sus errores.

Los aurores no se molestaron en llamar a la puerta, pero si se mostraron al menos algo avergonzados cuando vieron el estado en el que estaban los miembros de la familia Malfoy. Lucius estaba totalmente inconsciente a los pies de la puerta, atado y amordazado de manera mágica, casi como un regalo de bienvenida. De Narcissa ya se habían ocupado, cuando su hermana la había llevado de la mano hasta la celda, prometiéndola ayuda. Y Draco, allí, contemplando las llamas en un salón destrozado, con cristales aun brillando en el suelo. Kingsley fue el primero en acercarse y mirarle a los ojos. Algo vio en sus ojos que le hizo guardar su varita y tender la mano al joven.

-Solo serán unos días señor Malfoy. – Esa fue la primera frase que alguien le había dicho en días, y le dejó tan confuso como cualquier otra. ¿Unos días? ¿No para siempre?

...

La celda donde le dejaron era de las más bajas en aquella torre, de las de menor seguridad, y eso confundió al joven heredero aún más que el trato cordial de los aurores al traerle. Todos ellos le habían tratado con amabilidad, le habían cogido la varita con educación y su viaje hasta Azkaban había sido todo lo placentero que podría haber sido. Su padre por el contrario, al igual que al resto de mortífagos detenidos, los habían tratado con rudeza, incluso en momentos algo sardónicos y crueles. Él había sido mortífago como ellos, todo el mundo lo sabía, ¿por qué le trataban tan bien si al resto no lo hacían? Su respuesta no tardaría en llegar.

Los días en la torre pasaban lentos, sobre todo para él, que no hacía más que cavilar en todos los errores que había cometido en su vida, todos empezando en un hombre: su padre. Él había sido su mundo, el hombre a idolatrar, la figura a la que Draco más admiraba. Recto, educado, frío y aunque a veces manipulador, siempre había tendido a las necesidades del joven niño que le seguía. Había escuchado todas sus palabras con algo parecido a la reverencia y todo lo que él le había dicho, el niño le había creído. Su madre siempre se había mantenido impasiva ante ese vocabulario, palabras y acciones que el patriarca tomaba con la sociedad no mágica y muggle, nunca queriendo contradecirle, siempre la esposa que la habían enseñado a ser, a pesar de que su propia hermana hubiese estado entre esos insultados por su marido.

Draco jamás habría sospechado que su padre mentía hasta llegar al colegio, y allí, ya fue tarde para cambiar de idea.

Todos sus amigos habían sido criados bajo las mismas ideas, y el resto de compañeros, bueno, no se podía esperar mucho de traidores de sangre y sangresucias. Pero como en muchas veces a lo largo de su niñez y adolescencia, ella había sido el primer choque.

Hermione Granger. La sangresucia amiga de Potter.

Su padre siempre le había dicho que ellos eran una raza superior, cuya inteligencia, capacidad y forma de ser los hacía destacar en todo, y que Draco, siendo un paragón de su raza, tenía que ser el primero en sus clases. Pero ella, una niñata de 11 años que ni siquiera tenía ni idea de que era bruja hasta hacía unos meses atrás, había sido la uno en todas las clases (menos en Pociones por supuesto, pero con los años eso Draco se dio cuenta, no se debía a su inferioridad, sino al favoritismo de Snape por los suyos). Una niña que, según las creencias de su padre, solo era buena para gastar aire a su alrededor, los había vapuleado a todos con su ingenio y su mente. Daba igual cuantas veces él la insultara por su sangre, o Parkinson se riera de su físico, Granger seguía siendo la uno en todas las asignaturas por las que pasaba. Eso le había enfurecido, pero no tanto como a su padre, que solo de pensar en aquella niña temblaba de la ira al ver como había superado a su hijo en todo.

Años y años habían pasado, y poco a poco, como la pintura de un porche abandonado, vio como la crianza y las ideas sangrepura de su padre iban descascarillándose hasta llegar a ese primer día en el que había tomado la Marca. El día en el que Draco descubrió lo que realmente movía a la mayoría de los mortífagos: el miedo y la ira. Draco había visto como su padre temblaba bajo las miradas de aquel ser agresivo y cruel, y por primera vez, rodeado de gente con sus mismas ideas, se dio cuenta de lo que eran: radicales, terroristas y supremacistas que no eran capaces de aceptar que su modo de vida estaba equivocado.

Pero ya era tarde para él. Draco ya estaba hasta el cuello en aquel movimiento y con ahora tristeza, vio como aquel sueño que tanto había perseguido, se convertía en la más terrible de las pesadillas. Y él lo había intentado remediar a su manera, a escondidas, siempre entre susurros, como aquel día en la mansión, deseando no estar allí, volver a ser aquel niño de 11 años que soñaba con hacer que su padre se sintiese orgulloso.

El único momento en el que Draco se sintió orgulloso de ser quien era, fue cuando Potter revivió, y en un momento de coraje, que meses después se preguntó cómo había salido de él, le lanzó su varita y corrió al auxilio del colegio que tanto había adorado de pequeño, a salvar a esos alumnos que él mismo había torturado meses atrás. Esos niños de no más de 11 años, que como él, habían visto su sueño hacerse pedazos, perdiendo su inocencia y su forma tan maravillosa de ver el mundo.

Y lo había conseguido, el terror había cesado y ahora ese mundo tendría que empezar de las cenizas de una guerra. Pero para gente como él, eso no era motivo de felicidad como para otros. Sentía alivio sí, pero su visión había sido destrozada, la imagen que su padre había pintado nada más que un fragmento de su imaginación rota, y ahora estaba en una celda, dándose cuenta de la gran cantidad de errores que había cometido.

Los días se sucedieron de manera lenta en la mente del joven mago, que apenas podía hacer algo más que mirar a las paredes grises y pensar. Al ser un prisionero de nivel bajo, los dementores no aparecían a verle, y los que le traían la comida, eran magos que apenas le dirigían la palabra. Draco tampoco se molestó en hablar con ellos, pero por los cuchicheos en los pasillos, supo que su padre y muchos mortífagos peligrosos estaban siendo custodiados en los niveles más superiores, donde los dementores apenas les dejaban descansar entre rondas. Una parte de él quiso preguntar por el hombre al que había admirado tanto, pero otra parte, mucho más oscura y cruel, se regocijaba en el sufrimiento de su padre, recordando los llantos y lágrimas de los nacidos de muggles y muggles que su padre había matado y torturado. Después de esa conversación que casi no parecía ni un accidente frente a su celda, la mente de Draco se volvió aún más nublada, y apenas registraba la comida enfrente de su mirada.

La espera no fue mucha después de aquello, pero antes incluso de ello, supo que algo sucedía en los niveles superiores. Oyó los gritos de los que algún día él llamó compañeros al irse, nunca para regresar, y una parte de él temía que su destino fuera el mismo. Pero algo curioso sucedía, que él jamás habría esperado: las celdas nunca estaban vacías. Porque no habían terminado de llevarse a uno, que había nuevos antiguos aliados llegando. Incluso algunos sin la Marca Tenebrosa en el brazo.

Fue durante una de sus cavilaciones, cuando Kingsley volvió a aparecer, con tres aurores a su lado.

-Señor Malfoy, es hora. – Draco no dijo nada, pues de nada serviría. Solo esperaba que si existía una justicia, no permitieran que su madre viera como acababan con su vida.

...

El tribunal estaba lleno hasta reventar, con una docena de periodistas esperando para tomar fotos cuando se les permitiera, además de lo que parecía ser un centenar de estudiantes de Hogwarts en los asientos, que habían sido extendido por magia. La Primera Ministra en funciones, una mujer que él no reconocía, fue la que comenzó con la sesión.

Leyeron los cargos, uno a uno, mientras los presentes asentían y Draco se hundía más y más en la desesperación de sus errores. Ya no podía hacer nada, ya era tarde para arreglar todos eso. Y entonces, su defensa se levantó.

Hubo un clamor entre la prensa, cuando la joven Hermione Granger se levantó al ser nombrada y se colocaba a pocos pasos de Draco, que la miraba sin comprender. ¿Sería ella su yugo? ¿Cómo era posible que la permitieran ser su defensa? Era una broma, una cruel broma, que la joven que le hizo replantearse todas sus ideas fuera la que ayudara al pueblo a colgarle por sus pecados. Pero ella ni le miró una sola vez, y con una rapidez y férrea mirada, comenzó a defenderle.

Draco no podía negarle algo: tenía labia. Había comenzado llamando a Harry Potter, que había explicado que él les había dejado escapar de las garras de los mortífagos, que no le había identificado cuando podría haberlo hecho, que le había lanzado la varita aun cuando su vida había estado en peligro al hacerlo. El cómo estaba bajando la varita cuando se suponía que tendría que estar matando a su director. Y al acabar, Hermione mandó llamar a Ron Weasley, que aunque no parecía especialmente contento por estar en la situación, corroboró todo lo anterior con voz hosca.

Con esos dos testimonios, Draco sabía que no moriría, pero Granger no parecía satisfecha con salvarle la vida, sino que hizo llamar a quien menos se esperaba el exmortífago.

-Llamo al estrado al siguiente testigo: Samantha Green. – Ante eso, Draco levantó el rostro por primera vez desde que había comenzado su defensa. Miró a Granger con nerviosismo… ¿Qué estaba intentando?

La niña era tan pequeña que al principio ni la vio llegar al estrado. Pequeña, con una mata de pelo rubio casi blanquecino y ojos negros, ataviada con lo que solo podía ser un vestido muggle, la niña parecía la imagen misma de la timidez. La leve sonrisa de conejo y las miles de pecas no ayudaban a cambiar esa imagen.

Hermione se acercó a ella, y con una sonrisa amable, comenzó a preguntarla.

-¿Cómo te llamas?-

-Samantha Aileen Green.-

-¿Cuántos años tienes?-

-12 años.-

-Atendiste a Hogwarts el años pasado, ¿no es así?-

-Si, fue mi primer año.-

-¿Cuál es tu estatus de sangre?-

-Soy una nacida de muggles. Mis padres no son mágicos.-

-¿Puedes describir las sesiones de tortura con la maldición Crucio que fueron infligidas por los profesores y ciertos alumnos de Hogwarts por favor?-

La prensa reaccionó como Draco esperaba, con horror, ante la idea de que niños de tan solo 11 años habían tenido que sufrir ese tipo de maldiciones. Solo cuando se calmaron un poco, la niña comenzó a hablar de nuevo.

-Empezaron a los pocos días de comenzar la escuela. Las sufríamos todos los alumnos que no fuéramos sangrepuras o Slytherin. Los hermanos Carrow solían llevarlas a cabo en las clases durante horas para demostrar, y los prefectos de la casa Slytherin las usaban como castigo.-

-¿Quién era el prefecto de Slytherin que más las llevaba a cabo?-

-Draco Malfoy.-

El alboroto en la sala fue tal y como él esperaba. Los periodistas sacaban fotos de su rostro aparentemente indiferente, los miembros del jurado y de la audiencia chillaban improperios, excepto, y Draco los vio entonces más claramente, la larga fila de niños de Hogwarts que habían estado el año pasado. Todos ellos eran alumnos que Draco conocía bien, pues había sido él quien había llevado a cabo sus torturas.

Todo había comenzado cuando los Carrow habían decidido que la mejor manera de enseñar las Artes Oscuras era haciendo que los alumnos más mayores se lo hiciesen a los más pequeños. No había importado estatus de sangre o casa, aunque la mayoría habían sido nacidos de muggle, como la pequeña Samantha. Primer año, hija de muggles y Hufflepuff, casi había sido de las primeras después de gente como Ginny Weasley o Neville Longbottom.

Draco había observado como aquella niña entraba en la clase en la que iban a mostrarles las imperdonables, y la bilis le subió por el estómago. Él estaba en clase con los Ravenclaw, y aunque alguno habría salido en defensa de la niña (Terry, Morag y Lisa ya habían sido expulsados de la clase por ese mismo motivo) las torturas que estaban recibiendo los alumnos por ese tipo de conductas los habían dejado congelados en el asiento sin valentía para hablar. Draco sabía que no debía levantarse y decir nada, porque una palabra de su boca en defensa de la niña y no habría pasado ni un solo día hasta que alguien encontrara su cuerpo en la sala común. Este año sobre todo Draco no se sentía con ganas de hablar con nadie de su casa, ya que los únicos más listos que no apoyaban la causa habían salido volando a otros países, y el resto de los presentes eran los más dispuestos a traicionarle por un simple reconocimiento del Lord Oscuro.

Así que no dijo nada, pero tampoco pudo quedarse indiferente.

Sus cavilaciones se vieron suspendidas gracias a la Ministra, a la que Granger había llamado antes Ministra Jones, que hacía sonar el mazo contra la tarima con fuerza. Los periodistas fueron parando sus plumas y el resto de personas fueron poco a poco calmándose, aunque no sin antes fulminar con la mirada al joven Malfoy, que miraba alterado a la niña. Granger, a pesar de la conmoción y los golpes, se había mantenido serena y esperó al silencio para volver a preguntar a la niña, con voz tranquila y deliberadamente conciliadora.

-Por favor, Samantha, describe la primera tortura a la que fuiste sometida.-

La niña suspiró un poco, como preparándose para una historia larga, y Draco se fijó en el gesto que hacía con la nariz, arrugándola un poco mientras se concentraba.

-Fue a las pocas semanas de empezar Hogwarts. Me sacaron de mi clase de Pociones para una demostración, pero cuando me sacaron le dijeron al Profesor Slughorn que el director quería verme. Me llevaron al aula de los alumnos de séptimo y cuando me dijeron que iban a hacer yo no lo entendía, pero unos cuantos alumnos trataron de pararlo. Les echaron de clase y los llevaron al aula de castigo. Entonces el profesor se giró hacia mí y gritó un maleficio. Me desmayé y cuando abrí los ojos todo había acabado.-

Granger parecía que miraba a la audiencia antes de girarse de nuevo a la niña.

-¿Qué maldición gritó el profesor Amycus?-

-Crucio.-

Ahora el rostro de la gente mostraba una aparente confusión, incluso la ministra se mostraba extrañada ante lo que estaba diciendo la pequeña. Era imposible lo que decía, pero Draco miró a Granger y luego a la niña.

-Samantha, explícanos cuantas veces te sucedió ese desmayo por favor.-

-Cada vez que tenía castigo y en las clases en las que estaba Draco Malfoy.-

-Gracias Samantha. Puedes volver a sentarte en tu sitio.-

Mientras dejaban a la niña volver a su asiento, Granger se giró por primera vez para mirar a Draco Malfoy. El chico la miraba con intensidad, tratando de preguntarle con los ojos que estaba tratando de hacer, pero la chica no dijo nada, solo esbozó una pequeña media sonrisa.

Los alumnos se fueron sucediendo, primero alumnos de primero, de segundo y por último de tercero. Nadie hablaba en la sala, nadie pensaba ni siquiera en interrumpir a esos niños. Los únicos a los que los perfectos podían castigar. El resto de alumnos habían pasado por manos de otras personas y en otros momentos en los que Draco poco podía hacer. Todos ellos explicaron lo mismo: llegaba el castigo y se desmayaban, pero cuando volvían a su ser, solo se encontraban cansados y suponían que era lo normal. Ninguno preguntó a nadie, demasiado aterrorizados de la respuesta, pero todos dijeron el mismo nombre ante el culpable de los castigos impuestos:

-Draco Malfoy.-

Al acabar todas las interrogaciones de estudiantes, los presentes se encontraban patidifusos, pero antes de que nadie pudiese siquiera alzar la voz para preguntar, Granger volvió a hablar.

-Se me ha prohibido testificar en presente en este Tribunal, pero le di mi memoria de lo sucedido durante la tortura por parte de Bellatrix Lestrange hacia mi persona a la Ministra Jones, que leerá la transcripción en este momento.- La ministra asintió, antes de comenzar a leer.

Al principio se oyó el silencio, pero poco a poco Draco notó el ambiente de miedo y de tristeza que invadía a la gente al oír la descripción de la escena, el dolor que se explicaba, la locura que parecía aquella tortura. Hasta que llegó al punto que más parecía interesarle al jurado:

-Y entonces cuando se había sucedido más de dos horas de Cruciatus ininterrumpidos, la Señorita Granger relajó en parte su postura y dejó de chillar y de retorcerse. Fue entonces cuando la señora Lestrange comenzó a impacientarse y a tallar la palabra "Sangresucia" en el antebrazo de la señorita Granger, que a pesar del dolor, parecía aún lúcida.-

El resto del estrado esperaba con ansiedad la siguiente parte de la historia, la ministra miró a Granger y preguntó lo que muchos se estaban cuestionando.

-¿Cómo sobrevivió a tanto tiempo de ese tipo de tortura? Nadie sobrevive tantas horas seguidas a la maldición Cruciatus sin perder la cabeza.- Granger se giró y miró a Draco a los ojos, y él supo lo que iba a suceder en ese momento.

-Llamo al estrado al acusado.-

La gente murmullaba mientras los aurores depositaban a un Draco lleno de cadenas en el estrado, asegurándose de que no se pudiese mover antes de apartarse con rapidez.

-Solicito un permiso para el uso de Veritaserum al tratarse de un mortífago de calibre 3.- Draco no sabía que significaba nada calibre de mosrtífagos, solo comprendió la palabra Veritaserum. No podía ser posible, era ilegal usar esa sustancia en los juicios mágicos…

-Aprobada.-

La sorpresa se dibujó en las facciones del mago, pero nadie parecía indignado ni extrañado por el uso de aquella poción en esa sala. Y mientras la ayudante de la ministra se ausentaba para coger el bote guardado bajo llave, Draco comprendió lo que había estado pasando en Azkaban. Habían obligado a todos los mortífagos capturados a dar nombres, localizaciones e información sobre sus compinches a base de usar la poción de la verdad. Era increíblemente astuto, y cruel. Draco se preguntó quién lo había ideado mientras las gotas se resbalaban por su boca. Notó el embotellamiento de su cabeza, y supo que fuera lo que fuera que le preguntaran, no sería capaz de mentir.

Por la mirada que Granger le echaba, estaba contando con ello.

-Nombre completo.-

-Draco Lucius Malfoy.-

-Día de nacimiento.-

-5 de Junio de 1980.-

-¿Fuiste marcado con la Marca Tenebrosa?-

-Si.-

Las respuestas salían de su boca antes incluso de haberlas podido pensar, y el joven quiso morderse la lengua y arrancársela para evitar la humillación que podían inflingirle con esa poción en su sistema.

-¿Tuviste algo que ver con los episodios de desmayos de los niños anteriormente interrogados?-

-Si.-

-¿Cómo?-

-Fui yo el que los llevó a aquel estado.-

-Explica por qué y cómo lo hiciste.-

Draco miró a la chica, que parecía estar llegando al culmen de su interrogatorio. Estaba planeado todo eso. Y Draco no pudo más que decir la verdad.

-Antes de que les golpeara la maldición Cruciatus les lancé un Imperio no verbal y obligué a sus mentes a dormir. Luego ordené que sus cuerpos gritaran y se movieran como si estuviesen bajo los efectos de un gran dolor.-

El silencio podría cortarse con un cuchillo, pero la joven bruja siguió adelante.

-¿Llegaste a lanzar el Cruciatus realmente a algún alumno de los anteriores?-

-No.-

-¿Por qué no?-

Draco la miró, tratando de contenerse, pero al final, no pudo evitarlo y mientras su boca abría, las primeras lágrimas empezaron a descender por sus ojos grises. Lágrimas de frustración, de impotencia ante todos esos actos. Lágrimas de reconocimiento sobre sus acciones que habían llevado a la guerra.

-Porque no se merecían lo que pasaba. Solo eran niños y yo podía ayudarles de esa manera. No podía negarme o los habrían llevado a otra persona y mi negación habría sido mi muerte asegurada.-

La gente murmuraba, pero Granger, implacable, no dejó que eso la parara de sus preguntas.

-¿Por qué te hiciste Mortífago?-

-Era eso o mi madre.-

-Elabora esa respuesta.-

Draco se enfadaba por momentos. ¿Qué pretendía esa chica? ¿Desnudar sus intenciones ante un público para humillarle? Pero por mucho que odiara, la pócima le hizo responder.

-Los mortífagos tenían a mi madre. Era una opción sencilla, o me hacía de los suyos y obedecía, o matarían a mis padres. Mi padre estaba en la cárcel y mi madre presa en su propia casa por ellos. No me quedó otra opción más que hacerlo, aunque no me gustara.-

-¿Te arrepientes de tus acciones como mortífago?-

-Pasaré mi vida arrepintiéndome de las acciones que me llevaron a ese camino, incluido mi nacimiento. Así que si, me arrepiento.- Sus mejillas se tiñeron de rojo ante aquella confesión. Granger no necesitaba saber toda esa información.

La ministra silenció el barullo de gente a su alrededor, pero Granger aún parecía tener arsenal para más.

-¿Sigues pensando que somos inferiores Malfoy?. La rabia de esa frase, la forma en que lo dijo y la mirada retadora de la muchacha, le hizo saber a Draco muchas cosas: esa pregunta no era del juicio, era personal.

El joven trató de hacerla entender con una mirada todo lo que la respuesta no iba a ser capaz de darle. Pero no supo si aquello sirvió de mucho ante la mirada avellana de ella.

-No.-

...

No le dejaron estar presente para lo que quedaba de deliberación, y le llevaron a lo que solo podía ser una celda de reclusión que había sido construida en el último momento. Las paredes aún seguían sin pintar y la silla era de un mero plástico que crujía con cada movimiento. El chico se limpió las lágrimas y se serenó en los primeros diez minutos, pero para cuando habían pasado los treinta y nadie volvía a sacarle, empezó a preguntarse si no lo estaban haciendo para torturarle.

Al final, tras otro espacio de tiempo que parecía alargarse para torturarle, los dos aurores le volvieron a llevar a la sala, donde la ministra le miraba con seriedad. Tras unos minutos de silencio, fue ella la que habló en un principio.

-Este jurado te considera inocente de los cargos, ya que tus heroicas acciones presentadas ante este juzgado demuestran que no fuiste más que un niño guiado por los deseos de sus padres, y que a pesar de ello, ayudaste a quien pudiste.- Draco se quedó sin aire ante aquellas palabras, pero la ministra no había terminado.

-Aun así, y debido a lo sucedido con tu familia, se ha declarado tu mansión como pago a los damnificados por parte de tu padre, así como todas las propiedades que los Malfoy poseen. Al morir tu padre el pasado viernes, ahora eres Lord Malfoy y la fortuna es tuya, así como el título y el asiento que tu padre se labró en este juzgado, que se ha decidido permitirte acceder siempre y cuando en el periodo de tres años demuestres a este tribunal que de verdad eres un miembro restaurado de la sociedad. Tras mucha deliberación, el asiento que por sangre te debe la familia Black tras la muerte del último heredero, de nombre Sirius Orión Black, será transferido a una de las víctimas damnificadas de Bellatrix Lestrange nacida Black, que será el nuevo cabeza de la familia. Por lo que cualquier propiedad o derecho sobre esa familia que podrías poseer te es destituido. Dicha persona aún debe hacer una decisión sobre la naturaleza de tu estatus en esa familia…-

-No será echado de la familia Black su señoría. Estará bajo mi protección.-

La voz sonó alta y clara, y aunque Draco no se había molestado en mirar al estrado antes, miró con perplejidad como Hermione Granger (ahora Black supuso Draco), se encontraba en el asiento perteneciente a una de las familias más puras de Inglaterra. Draco no pudo más que sonreír de medio lado. Alta, con mirada orgullosa y aquel peinado electrificado que tanta fama le había ganado, Granger parecía una joven heredera tanto como él un perrito bueno. Pero Draco no pudo negarlo: El poder le sentaba demasiado bien a esa bruja.

Tras los anuncios de la ministra sobre lo que haría para devolver a la sociedad (incluido acabar su educación mágica y pasar el verano bajo supervisión) se le dejó salir sin grilletes a la calle.

Después de dejarle cambiarse a la ropa que tenía en Azkaban (la misma con la que le habían capturado después de la huida en la batalla, no se había llegado a cambiar desde ese momento) los aurores le dejaron irse con una sonrisa, algunos con demasiada reverencia después de lo que había sucedido en el juicio. En la salida del Ministerio, Andrómeda Tonks le esperaba. Nunca había conocido a la hermana de su madre, pero viéndola de cerca, nadie podía negar el parecido que tenía con su tía Bella, y hasta cierto punto, con su propia madre. La mujer le miró con amabilidad, y algo en él no pudo más que relajarse un poco. Sabía que no todo iba a ser fácil a partir de ese momento, que iba a tener unos días largos y seguramente muchas explicaciones que dar a mucha gente (así como disculpas a cierta chica que le había salvado la vida), pero Draco supo que después de lo sucedido en el juicio, no tanta gente le odiaría. Y eso, aunque fuera un pequeño consuelo, para su mente en ese momento era muchísimo.

Andrómeda era una mujer de las que había que tener de amigo mejor que de enemigo, y Draco lo supo en los primeros minutos de conocerla. Perspicaz y astuta como solo un Slytherin podía serlo, pero con una vena de rebeldía que aún se reflejaba en su mirada, a pesar de haber perdido tanto en esa guerra. Draco se disculpó por lo sucedido con su prima, pero Andrómeda le cortó antes de terminar la frase.

-Tu no la mataste muchacho. Ella sabía por lo que luchaba y yo sé a quien tengo que culpar de su muerte.-

Y con eso habían viajado hasta su casa. Acostumbrado como estaba a grandes mansiones vacías y frías, la pequeña casa le pareció acogedora. No era la casa en la que habían residido durante la guerra, ni la casa en la que su prima se había criado, sino una pequeña cabaña a las afueras de un pueblo que las dos hermanas habían comprado para vivir juntas en su vejez. Draco no conocía la historia de la casa, solo que ese hogar se había comprado muchos años antes de que su madre y sus tías se separasen.

Era acogedora, con cuatro habitaciones pequeñas y un solo baño, un salón- comedor lleno de tapetes blancos que la hacía parecer más antigua, y un bebé que sonreía todo el rato. Apenas tenía cuatro meses, pero el pequeño Teddy ya poseía las habilidades de su madre, y parecía encontrar divertido el cambiar de pelo a cada hora, para confusión de Draco, que jamás había visto un metamorfomago en su familia. Sabía que los Black habían tenido esa habilidad, pero solo se manifestaba en los menos brillantes de los Black, aquellos a los que se consideraban "impuros" así que en su vida, siempre lo había visto como algo malo. Diez minutos con el bebé le habían hecho replantearse esa noción.

Nada más llegar Andrómeda lo llevó a lo que iba a ser su habitación durante el verano y le había dejado ducharse tranquilamente. Y estando allí, bajo el grifo de agua, Draco se preguntó si su mundo iba a cambiar mucho en lo que quedaba de verano, y si en realidad, ese cambio no sería algo bueno.

...

Espero que vayáis disfrutando la historia, ¡Nos reviewamos!