Hola lectores. Volvemos con otro fic. Esta vez es un AU, su autora es nuestra admirada y prolífica Sedgie (creadora de tantos hits dentro de este mundo swanqueen) En esta historia vamos a transportarnos al mundo rural, nuestras heroínas vivirán su encuentro y su enamoramientos en un mundo campestre rodeado de naturaleza y caballos. Espero que os guste tanto como otros fics de Sedgie. Se titula Rode Love.

Sinopsis: Regina es una cantante de éxito, acostumbrada al brillo y a las lentejuelas, típicos del mundo del espectáculo, pero tiene que retirarse una temporada debido a un suceso externo a su carrera. Su hermana le consigue una estancia en un rancho, donde Emma cría caballos con fines terapéuticos. Acoge en su rancho a gente que necesita ayuda, y Regina se convertirá en una más en su mundo.

Brillo y lentejuelas

El gentío se encontraba en estado de locura: gritos a pleno pulmón, la luz de los proyectores iban de un lado al otro del escenario, el confeti daba vueltas por encima de su cabeza, aplastándose a veces sobre su rostro, pegándose por culpa del sudor. Estaba exhausta, pero feliz: hacía aquello que amaba, vivía su pasión. Pocos podían decir lo mismo. Tenía suerte, era consciente de ello.

Sujetaba firmemente el micrófono, que por culpa del sudor cada poco se le resbalaba. Profirió las últimas notas de su balada antes de hacer una señal con la mano y dar su más bella sonrisa al público, sus fans. No era su mayor concierto, ni siquiera el más prestigioso, pero esas pequeñas salas no le quitaban ni un ápice de su carisma.

Y cuando bajó del escenario y se adentró en los bastidores, un sentimiento de bienestar y serenidad aderezaba su fatiga. En suma, estaba agotada, pero feliz.

–¡Otro magnífico concierto, hermanita!

–Gracias, Lena. Vuelvo a mi camerino.

–Te sigo.

Una cabellera pelirroja era lo que Regina Mills siempre veía al bajar del escenario. Era como un paso obligado, una tradición post-concierto. Lena Mills estaba siempre ahí para tranquilizar a su hermana, cumplimentarla o incluso hacerle sus primeras críticas.

Regina se recostó en el sofá de cuero suspirándose ruidosamente.

–Estoy KO

–Otra hermosa actuación esta noche. Toma

Lena le lanzó una pequeña botella de agua que recogió al vuelo.

–Gracias. ¿Qué son todas esas flores?

–Tus fans que tenían los brazos llenos de ellas a la entrada.

Regina se levantó y, tras haber bebido un buche de agua, se dirigió hacia todas las flores, que llenaba el camerino de sus aromas afrutados.

–Son magníficas

Su atención se dirigió hacia un enorme ramo de rosas rojo escarlata con una única rosa blanca en su centro. Aspiró el olor casi transcendental del ramo antes de buscar la tarjeta, que encontró bajo la forma de un corazón rosa pálido. La abrió y desorbitó los ojos de repente.

–¿Gina? ¿Algún problema?

–Es…Es otra vez…Él

Extendió la tarjeta hacia su hermana que la cogió y la abrió ‹Has estado perfecta esta noche, como siempre. Hasta pronto› leyó ella

–Mierda…

–¿Dijiste que eran de fans antes del concierto?

–Yo…Sí, sí, han dejado sus ramos y otros regalos…

–Entonces, ¿lo has visto?

–No, no, yo…No lo sé, había unas veinte personas…No presté atención…

–…

–Hey…Escucha, no toques nada más. Él…Quizás haya dejado huellas en la tarjeta, en algún lado.

–Hay que tener cojones para venir aquí y traerme un ramo, ¿crees de verdad que habrá hecho tal tontería?

–No lo sé, basta con una vez

Regina se masajeó las sienes.

–Ya hace tres semanas…Y esto empeora. Nunca ha estado tan cerca como ahora…

–No te pondrá un dedo encima. Sobre todo porque yo no te abandono un solo minuto. No por nada me he mudado a tu casa.

–Esto no puede durar más.

–Tu apartamento está bajo vigilancia, he contratado a los mejores agentes de seguridad del país. Tienes un rastreador en tu bolso, y llegaríamos al límite si tenemos que implantarte uno bajo la piel.

–Lo sé, pero… A pesar de todo eso…Presiento que se acerca, inexorablemente. Como una tempestad que no puedes impedir que se acerque. Te golpea con toda la fuerza y no puedes sino sufrirla.

–Regina, estás segura conmigo. Tienes a todo un equipo a tu alrededor que no está ahí sino por ti.

–Lo sé…

–Ese…Cabrón piensa que le perteneces, que tenéis una relación especial. ¿Qué es lo que dijo aquel poli? ¿Que era un perverso psicópata? En serio, ¿a qué esperas para reaccionar? ¿Que ocurra una tragedia?

–¿Qué quieres que haga? ¿Que abandone mi carrera? ¿Todo por lo que he luchado estos últimos años? He trabajado duro para estar donde estoy hoy. No voy a dejarlo todo por ese enfermo.

–…

Lena resopló y volvió a echarse en el sofá.

–Tengo un mal presentimiento…

–Mientras, deshazte de ese ramo…Y pon los otros en el coche.

Lena se puso manos a la obra, dejando a Gina con sus pensamientos. Sola, se quedó mirando algunos ramos, bombones y peluches, dados por los fans. Jamás habría imaginado generar tantos sentimientos y emociones contradictorios. Había sufrido los tormentos de Internet con su lote de celos, de odio, pero también su pasión sin límite…De verdad, sin límite, como lo prueba ese hombre que la perseguía desde hacía ya tres semanas. Todo había pasado tan rápido…

Todo había comenzado con una sencilla rosa roja con una extraña tarjeta, pero anodina a los ojos de Regina. Las cosas se volvieron más serias cuando recibió, en su casa, las primeras cartas. Al principio, sencillas palabras sin peligro, sin consecuencias, después tiradas inflamadas pasando por párrafos que detallaban sentimientos, desencadenando pasiones. Hasta detallar trechos de la vida de Regina como lo que desayunaba, su ritual de yoga de las mañanas, o incluso la marca de su perfume…Detalles inquietantes que alertaron a Regina y la empujaron a hablar de ello con su hermana, su confidente, su manager. Esta última se tomó la amenaza en serio y avisó a la policía. Había contratado a guardaespaldas, había invertido en alarmas y en un sistema de seguridad de alta tecnología. Incluso había comprado un par de Dobermans para que se pasearan por la villa de su hermana. El último recurso fue mudarse con ella y dormir en la habitación contigua.

Desde ese momento, Regina intentaba vivir lo mejor que podía entre la paranoia de su hermana y la angustia de cruzarse a su acosador en la esquina de una calle o en los alrededores de un concierto. Los medios de comunicación habían presentado al acosador como un maniaco psicópata con un lado perverso, un ‹stalker› como se los llamaba, que pensaba que tenía una relación privilegiada con Regina, que pensaba que cada canción le estaba destinada, que cada mirada a la cámara era un guiño para él, que cada entrevista en la tele o en las revistas estaba plagada de señales para él.

Ella no salía a hacer la compra, ya no salía para cosas inútiles. Lena intentaba limitar los riesgos lo máximo posible, tenía miedo por su hermana.

Si se contentara con grandes ramos de rosas, todo iría bien. Pero Lena tenía el presentimiento de que todo irá de mal en peor…Y tenía razón.


Una semana había pasado desde el concierto y el inmenso ramo de rosas. Para Regina, los sucesos ya habían pasado y acabados. Pero Lena estaba en constante vigilancia. Pero esta vez, las cosas habían cambiado y ellas lo comprendieron al abrir la puerta de la casa una noche tras una comida con su casa de discos.

–¡Te digo que está loco por ti!

–No digas tonterías…

–Venga ya, ¿no has visto cómo te comía con la mirada…? El pobre…Si supiera…

–Lo sabe.

–¿Qué? ¿En serio? Pero…¿Cómo?

–Cuando te sorprenden coqueteando con la maquilladora en los camerinos…–sonrió Regina

–¿QUÉ? Pero…¿Cuándo? No, espera: ¿Regina Mills coquetea con una maquilladora en el camerino? Pero, ¿desde cuándo?

–No era nada…Ella se me insinuó ligeramente y me dije…¿Por qué no?

–¿Por qué no? Te conocía más prudente con tus conquistas…Ya sabes, las revistas de cotilleos, y todo eso…

–Se dejaba querer…

–Eres incorregible…Y no te conocía tan escrupulosa con la mercancía: entonces, te atraes más las mujeres…Interesante.

–Me siento atraída…Por quien es visualmente interesante. Y esa maquilladora bajita lo era, indudablemente. Pero no hicimos nada, solo algunas caricias y castos besos, nada más.

–Oh, qué pena…

–Quiero decir: no hubo tiempo de hacer nada más, porque, precisamente, Jeff llegó.

Lena estalló en risas antes de girar la llave en la cerradura y abrir la puerta. Su risa se paró en seco cuando vio el vestíbulo de la entrada.

–Mierda…

–¿Lena?

–No entres…

–¿Qué ocurre?

–Han entrado en casa…

–¿Qué?

Como prueba, Lena se apartó ligeramente y Regina pudo ver sus muebles tirados, sus cosas en el suelo, la vajilla rota.

–Dios mío…

–¡Sal de aquí, vuelve al coche!

–Pero…Lena…

–¡AL COCHE!– gritó Lena más de miedo que de otra cosa –Rápido, por favor.

Regina no contrarió a su hermana y la obedeció. Volvió a la Berlina de su hermana y miró de lejos cómo llamaba a alguien, seguramente la policía. Su corazón latía frenéticamente: él había entrado. ¿Cómo lo había hecho? Las mejores alarmas del país, la tecnología punta…¿Todo en vano?

Salió de sus pensamientos cuando su hermana tocó en el cristal.

–Hey, ¿todo bien?

Regina abrió la puerta

–¿Cómo está todo?

–Un caos

–¿Crees que ha sido él?

–¿Quién otro? La policía está de camino, ellos constatarán los desperfectos.

–Espero que no haya robado nada…

–No vamos a entrar. Podríamos destruir pistas importantes.

Regina frunció el ceño

–No conocía ese lado sabueso tuyo

–Soy fan de CSI

Regina soltó una pequeña risa antes de escuchar las sirenas de la policía acercándose. Y tras la investigación de los detectives, Regina y Lena fueron invitadas a dormir en otro lado, pero no contaban con la testarudez de Regina.

–¡De eso ni hablar!

–Regina, por favor…

–Han hurgado en todo. No hay ninguna huella de ese hombre…Voy a comprobarlo por mí misma.

–Regina…

–Es mi casa. No voy a permitir que me meta el miedo en el cuerpo y me eche de ella.

–…

Tras esas palabras, Regina entró en su casa, pero en pocos segundos, sus certezas y su aplomo se perdieron como arena en el viento. A veces, ciertas personas se sentían violadas en su intimidad cuando se producía un allanamiento. No era lo que sentía Regina. No, lo que sentía era la cólera, la impotencia y una vulnerabilidad que pensaba que no tenía desde hacía mucho.

–Gina, ¿estás bien? ¿Estás segura de que no quieres ir a un hotel?

–No

Y sin embargo, Regina debería haber aceptado la invitación de su hermana.

–Parece que no falta nada, ¿no? ¿Las joyas?

–Están todas…

–¿Quieres mi opinión? Este clase de tipos son más de los de olisquear las bragas que de apoderarse de los diamantes.

–Eres asquerosa

–Asquerosa, quizás, pero sabes que tengo razón. Es un pervertido. Mira más bien si no falta alguna prenda íntima.

–…

–Me pregunto cómo ha podido pasar las barreras de seguridad: entre los perros, los guardias, los videos y las alarmas…Me van a tener que devolver el dinero…

–Es astuto…

–Es horripilante.


Esa noche fue agitada para Regina. Lena había insistido en dormir con ella. Lo hacía a veces, y desde que eran pequeñas. Cuando abrió los ojos, sabía que su hermana estaba a su lado. Y, efectivamente, Lena no se había movido un milímetro, hundida en una novela.

–¿Ya estás despierta?

–Hm…

–Tú no has dormido mucho, no me mientas, lo sé.

Regina se enderezó y suspiró: sí, era inútil mentirle, de todas maneras sus ojeras la delataban.

–Tengo hambre.

–Esperaba a que te despertaras para bajar y hacer algo de comer

–¿Pretendes seguirme a todos lados?

–Siempre que pueda, sí

–…

–Como hermana mayor, me debo a tu protección

–Si ese enfermo decide secuestrarme o matarme, hay pocas probabilidades de que puedas hacer algo.

–Qué gran optimista eres, estoy conmovida. ¡Venga, muévete!

Lena salió de la habitación, seguida de cerca por su hermana. En la cocina, Regina intentaba salir del coma con una taza caliente de café, servida por Lena.

–¡Venga, recomponte! Tienes una sesión de fotos hoy.

–Ah, sí…

–¿Regina?

–¿Hm?

Lena observó a su hermana y suspiró

–No, nada. Voy a prepararme, date prisa.

Regina tecleó en el teléfono y respondió a los mensajes de preocupación de su agente, Sidney Glass. Después, ella miró sus emails, y vio, efectivamente, la confirmación de su ida a una sesión de fotos dentro de una hora. Hizo una mueca y miró por la ventana y vio los edificios, las tiendas. Entonces suspiró: esa vida ella la había deseado, había trabajado para conseguirla…Era la primera vez que se enfrentaba a un individuo como ese. Había visto historias de acosadores…Pero nunca había imaginado que estas cosas le pasasen a ella.

Algunos dirían que se trataba de los gajes del oficio, la notoriedad, el éxito. Otros dirían que sencillamente era para dar que hablar. Regina no había pedido nada, solo quería hacer lo que le gustaba: cantar. Había comenzado de pequeña, en su habitación, con un cepillo como micrófono. Después en el cuarto de baño, delante del espejo. Las cosas se habían vuelto más serias cuando se metió en el coro del colegio, después había pasado el casting para una comedia musical del instituto. En Bachillerato había participado en una especie de busca talentos y había ganado por lo alto. La facultad puso sus pies un poco en tierra: se preocupó mucho más de sus estudios, sus padres habían insistido: haría todo lo que quisiera siempre que obtuviera una carrera. Y es lo que hizo. Obtuvo su título de profesora y comenzó incluso a enseñar en una escuela primaria. Evidentemente, la mayor parte de su pedagogía giró alrededor del canto, de la música, de los sonidos…

Pero un día, su hermana la inscribió sin decirle nada en una popular emisión. Aunque ansiosa, aceptó sin ambición, sin intención particular. Ella cantó ‹Respect› de Aretha Franklin, y vivió su mejor momento. En ese instante, poco le importaba ganar o no…En ese instante, vivía uno de sus sueños que se concretizó semanas más tarde al ganar el programa, obteniendo un contrato con una gran discográfica y sacando un disco que entró directamente en el Top10. A continuación las cosas se encadenaron y tres años más tarde, Regina ya estaba en el top de las listas americanas. Su hermana se convirtió en su mánager y su agente, en su amigo. Su celebridad también conllevó ciertas desventajas: una vida privada inexistente, paparazzis en cada esquina, fans, a veces agresivos e intrusivos.

–¿Regina?

–¿Hm?

–¿Está preparada?

–Sí, por supuesto. Lo siento.

Regina se colocó sobre el sofá de cuero burdeos, los proyectores casi la cegaban y se concentró en seguir las instrucciones del fotógrafo. Pero sus pensamientos estaban en otro lado. Quizás no lo mostró, pero ese intruso comenzaba de verdad a arruinarle la vida.

Tras una hora de sesión, su hermana se unió a ella para recordarle que, esa misma noche, tenían que asistir a una gala benéfica. Y aunque el entusiasmo de Regina era poco visible en su rostro, había una causa que ella quería por encima de todo, y era la causa de los niños.

–La ventaja es que ya estás peinada y maquillada. Solo te queda ponerte el vestido.

–No, no, nada de vestido.

–¿Piensas ir desnuda? Puede causar un escándalo, ¿no crees?

–No, idiota. Esmoquin.

–Hm…Eso es muy gay.

–No estoy de humor para ponerme un vestido.

–Además podría estar tu stalker.

–Para con eso…

–Podría estar en la velada…

–Lo sé.

–¿Quieres que ordene un servicio de guardaespaldas un poco más eficaz?

–Si digo que no, ¿me escucharás?

–Por supuesto que no– sonrió Lena

–Es lo que pensaba–suspiró Regina –Entonces, deja que al menos me vista como quiero.

–Bien, jefa. Por cierto, ¿sabes que tienes que hacer una actuación durante la gala?

–¿Cuántas? ¿Tres canciones, es eso?

–Exacto. Te he hecho una lista.

–¿Composiciones personales o versiones?

–Las dos. Dos composiciones, una versión.

Regina miró la lista y frunció el ceño

–Una de Whitney Houston, ¿te parece divertido?

–Bah, ¿qué? Sería irónico, ¿no?

–Tienes un humor demasiado negro para mí…

–Al contrario, es súper romántico: eres acosada y salvada por un guardaespaldas guapo y fuerte. Os enamoráis, PERO es un amor imposible e improbable, tú, la estrella y él, un anónimo…

–Calla, eres patética

–Oh, por favor. Hay con certeza un hombre, o una mujer, aquí en este bajo mundo que pueda satisfacer a una mujer como tú.

–¿Una mujer como yo? ¿Qué quieres decir?

–Una mujer distinguida, elegante, pero completamente loca cuando se trata de amor

–¿Desde cuándo soy una loca en amores?

Lena la miró y suspiró

–Sí, bueno, tienes razón, eres un coñazo que te cagas en materia de amor

–Gracias–respondió irónicamente la bella morena

–Es verdad…Mira las cosas de cara: tu currículo amoroso es caótico

–No se puede brillar en todo–sonrió Regina –Y prefiero de largo ocuparme de mi carrera antes que de mi vida sentimental. Como mánager, deberías apoyarme en eso.

–Pero como hermana, me gustaría que encontraras a alguien, más allá de polvos de una noche o de romances intempestivos solo para las revistas del corazón del tres al cuarto.

–Es mi elección

Lena se encogió de hombros y resopló antes de empujar a su hermana hacia la gran sala de recepción donde se levantaba un enorme elefante dorado.

–Todo muy simple, eh…–ironizó Regina

–Todos conocemos como es Gold: llamar la atención y dejar huella.

–Sí, bueno, recauda fondos para los niños desfavorecidos de África…Y coloca un inmenso elefante dorado en medio de personas que probablemente no saben dónde se encuentra Costa de Marfil. Y además es un gran topicazo un elefante para representar África…¿En serio?

–Olvídalo. Haz tu trabajo, es todo lo que se te pide.

–Sí, ese es el caso, Lena, no hago sino lo que se me pide.

–Venga, cascarrabias, a la pista.

Y es lo que hizo Regina: hizo lo que se esperaba de ella: sonrió, estrechó manos, hizo reverencias a los grandes que dejarían amablemente miles de dólares para limpiar sus consciencias. Regina ya había hecho algunos viajes para estar en contacto con la gente a la que ella sustentaba donando una parte de las entradas de los conciertos a asociaciones benéficas.

–Hey, ¿estás lista? Te toca brillar en el escenario.

Regina tomó aire y subió al palco que hacía las funciones de escenario. Entonó sus dos primeros éxitos, los más conocidos, e hizo que esa gente elegante y poco habituada a esa música moviera la pelvis.

Después vino Whitney Houston y su ‹Nothing› tan intenso. Si hubiera sabido que sería su última canción, habría dado todo, se habría entregado al 1000% en cada nota, en cada entonación. No pasó sino un minuto desde la primera nota, solo un parpadeo, un breve instante en que cerró los ojos para deleitarse en la nota que cantaba, y de repente…

Detonaciones…

Como…¿Decenas de petardos? No, un ruido más sordo, más lento…Abrió los ojos y chispas centellearon delante de sus ojos, en la asistencia. Se quedó parada y no comprendió nada de inmediato. Unos hombres, todos de negro, acababan de irrumpir, blandiendo armas. Regina estaba allí, en el escenario, apretando el micrófono, cuando, de repente, sintió que tiraban de ella hacia atrás. Cayó de culo antes de sentir dos manos agarrarla por los hombros. Cuando giró la cabeza, vio a su hermana, su rostro tenso de miedo.

–¡Regina, escóndete!

–Es…¿Crees que es él?

Lena lanzó una ojeada hacia la muchedumbre que gritaba y se agitaba mientras que tres hombres encapuchados intentaban romper el inmenso elefante que servía de hucha gigante.

–No, creo que simplemente son ladrones que quieren el bote de la noche…

–¿Soy yo o los servicios de seguridad de esta ciudad son de verdad una mierda?

Lena soltó una risa nerviosa antes de arrastrar a su hermana detrás de la inmensa cortina del escenario.

–Escóndete aquí, ya vuelvo

–¿Dónde vas?

–Ya vuelvo, no tengas miedo. Voy a buscar nuestras cosas. No me da la gana de que se queden con nuestras cosas.

–¡No! ¡A la mierda nuestros bolsos! ¡LENA!

Pero la bella pelirroja ya había desaparecido y Regina se quedó apoyada contra la pared, escuchando los gritos de la gente, algunos disparos que resonaban por aquí y por allá, cuando de repente la cortina se elevó. Regina se esperaba ver a su hermana, pero en su lugar, una silueta apareció, el rostro escondido tras una máscara blanca.

Ella no emitió ningún sonido. Ningún grito salió de su boca. Ni siquiera cuando el hombre se acercó a ella y la tomó del brazo. La apretó fuertemente contra él, hasta sentir su aliente sobre su mejilla.

–Suélteme…Piedad.

El hombre inclinó su cabeza hacia un lado, como si intentara comprender antes de arrastrarla de detrás de la cortina. En ese momento, Regina vio el pánico apoderarse de la sala: gente gritando, otros corriendo en todos los sentidos, algunos en posición fetal en el suelo, rezando para que todo parara.

Después ella sintió la mano del hombre sobre su cabeza, forzándola a ponerse de rodillas. Él la empujó entonces bajo el estrado. No comprendía nada, estaba completamente desconcertada cuando, de repente, el hombre colocó el dedo índice debajo de su máscara, a la altura de la boca, como indicándole que mantuviera silencio. Ella se quedó estática, asustada, asintiendo en silencio. Fue en ese momento en que vio la rosa roja que él llevaba en su chaqueta negra. Su corazón se saltó un latido: ¿era él? ¿El hombre que la acosaba? ¿Acaba de ponerla a salvo?

No tuvo tiempo de hacerse más preguntas, ya que el hombre desapareció, dejándola sola bajo el estrado durante lagos minutos. Cuando escuchó a su hermana llamarla, gritó finalmente algo.

–¡LENA! ¡Estoy aquí!

La bella pelirroja apareció bajo el estrado.

–¿Qué carajos haces ahí?

–Yo…Me han…Me he…

–Sí, tienes razón, estamos mejor aquí. Están locos, han roto el elefante a balazos. Creo que han acabado…

De repente, se escucharon las sirenas de la policía. Las cosas estaban lejos de estar acabadas. Un enfrentamiento iba a tener lugar y las cosas se iban a poner más peligrosas. ¿Qué había peor que hombres armados que se encontraban atrapados como ratas? Regina, Lena y los otros se habían convertido en potenciales rehenes. Tenían que pasar desapercibidos.

Pero las cosas tomaron una dirección más rápida, más violenta. Los policías llevaron a cabo el asalto y tras muchos disparos, llegó la calma. Una calma mórbida que hizo nacer lloros, gemidos…

–¿Ha…Ha acabado? ¿Crees?–dijo Lena

–Yo…No lo sé

Lena elevó despacio la cortina y vio que la policía invadía la sala.

–Ha acabado. Ven.

Nada más salir, una mujer policía las recibió

–Señoras, ¿todo bien? ¿No tienen nada?

–Por Dios, pero, ¿qué ha pasado?

–Ladrones. Querían evidentemente el dinero. Han sido neutralizados.

Regina notó que uno de los ladrones estaba en el suelo, cubierto de sangre. Se estremeció. Y de repente, observó algo que le llamó la atención.

–¿Tienen…Tienen todos cubiertos el rostro de esa manera?

Señaló el rostro de un ladrón, cubierto por una capucha negra que le escondía la cara hasta los ojos y sobre la que había dibujada una macabra sonrisa de dientes acerados.

–Sí, todos, ¿por qué?

Entonces recordó el rostro y la máscara blanca que la había puesto a salvo. Tembló: ¿acaso esa alma caritativa sería su acosador? ¿Sería posible que aquel que le estaba arruinando la vida fuera su salvador?

–Gina, ¿algún problema?

–No, no, nada…

¿Debía comentarlo? ¿Debía decírselo a su hermana? ¿A esa policía? ¿Qué cambiaría?

–Yo…Me gustaría volver a casa… Por favor, Lena, vámonos

–¿Podemos?–preguntó la bella pelirroja

–Vamos a tomarles declaración, y serán libres.

–¿Están…Están todos muertos?

–Uno solo. Otro ha sido detenido y el último consiguió huir, pero solo es cuestión de tiempo.

–Ok…Hagamos…Hagamos eso y volvamos a casa.

Lena estrechó a su hermana entre sus brazos, pero esta última no tenía en mente sino esa máscara blanca inmaculada que le decía que se mantuviera en silencio. ¿Y si las cosas hubieran empeorado fuera, y si él hubiera decidido, en ese momento preciso, pasar a cosas serias? ¿Si en lugar de protegerla escondiéndola bajo el estrado, lo hubiera secuestrado para satisfacer sus fantasías?

Pero, ¿qué era lo más estremecedor? ¿Que su acosador la protegiera? ¿O que quisiera matarla? Para ser sinceros, la estimaba tanto que quería protegerla, que no le pasara nada…Pero, ¿por qué? ¿Por qué querer mantenerla viva? Quizás para que se mantuviera intacta…Intacta para él.

–Regina, ¿todo bien?

La bella morena salió de sus pensamientos. Habían regresado al apartamento de la bella morena, y aunque estaba aún bajo el shock, habían decidido volver al apartamento. Regina había retomado su vida y los días habían pasado desde el incidente de la velada benéfica.

–¿Te encuentras bien? ¿Regina? Escucha, sé que hace cuatro días y…

–Lena, escucha…

–Oh, mierda, no puede ser verdad…

–¿Qué?

Lena lanzó el correo sobre la mesa baja, pero mantuvo en la mano una carta.

–No puede ser verdad…

–¿Qué es?

Lena abrió la carta en la que había dibujado una rosa cubierta de lentejuelas doradas. La leyó y se dispuso a romperla, pero se detuvo y miró a su hermana.

–¿Qué pasó en la gala?

–¿De qué hablas?

Le pasó la carta a Regina, esta la cogió y la leyó.

–Yo…

–¿Te da las gracias por haber confiado en él? Pero, ¿de qué habla?

–Yo…No es nada…

–Regina, ¿lo has visto? ¿Lo viste esa noche?

–…

Lena se acercó a ella y la agarró por los hombros.

–Regina, cuéntame. ¿Es por eso que no estás bien desde ese día?

–Yo…Él…

–¿Te ha tocado? ¿Te ha hecho algo? ¿Viste su cara?

–No, no. Él…No hizo nada. Solo me…Me puso a salvo–suspiró como si un enrome peso hubiera salido de sus hombros –Me colocó bajo el estrado.

–¿Viste su rostro?

–No, llevaba una máscara blanca. Al comienzo, creí…Creí que era uno de los asaltantes, pero…

–…Pero ellos llevaban capuchas negras. Regina, debiste habérmelo contado a mí, y a la poli.

–…No era nada. Ni siquiera estuvo agresivo.

–Pero, ¡y si lo hubiera estado!–se enervó Lena –Yo…Yo estaba allí, era el caos en esa sala. Habría podido…Habría podido aprovecharse de eso, arrastrarte bajo ese maldito estrado y…Quién sabe lo que podría haber pasado.

–No estuvo agresivo, no quería…

–Stop, Regina, stop–dijo Lena alzando la mano delante de su hermana –No quiero seguir escuchando.

Las hermanas Mills no se enfadaban a menudo, es más, no solían estarlo durante mucho tiempo. Pero ahora se trataba de la seguridad de su hermana. Y aunque Lena Mills sabía que su enfado estaba a la altura del amor que sentía por su hermana, también era verdad que no estaba por ello menos inquieta.

Y Regina lo sabía. No en vano se había convertido en su mánager, protegiéndola a su manera de ese mundo de tiburones como la bella pelirroja le gustaba decir. Jamás estaban enfadadas durante mucho tiempo. Pero esta vez, Lena se aseguraría de ello.


Regina había recibido un enigmático mensaje de su agente invitándola a presentarse en su despacho al día siguiente. Evidentemente, no había sospechado nada y se había presentado en la agencia sin ningún mal pensamiento. Pero cuando empujó las dobles puertas del despacho de Glass, se quedó parada al ver a su hermana sentada a su lado.

Ella sonrió frunciendo el ceño

–¿Reunión en la cumbre? No entendí eso.

–Regina, nos preocupamos por ti, por tu seguridad, tu vida. Estos últimos días han sido algo movidos–abrió la boca para responder, pero Sidney elevó la mano para detenerla –Sé qué vas a decir, pero esto ha durado demasiado. Y las cosas se agravan día tras día. La policía ha sido prevenida, la seguridad ha sido ineficaz. Lena me ha dicho lo de la velada benéfica– Regina suspiró y miró atravesadamente a su hermana –No la mires así, tiene razón. Podría haber sido mucho peor. Si él estaba dentro es porque formaba parte de los invitados, o trabajaba para el hotel…En todo caso, el cerco se estrecha, pero ya no podemos permitirnos poner tu vida en peligro. He tomado una decisión.

–¿Una decisión?

–Te vas a retirar de la vida mediática por un tiempo

–¿Perdón? Pero…

–No es negociable

–No puedes hacer esto. ¡Aún tengo conciertos, entrevistas, programas en la tele!

–Ya he avisado a todo el mundo, son conscientes del peligro y aceptan atrasar las entrevistas. En cuanto a los conciertos, no está demás suspenderlos, teniendo en cuenta que en el último entró en contacto contigo por medio de las rosas…Rozas el peligro en cada salida pública, Regina, y aunque seas famosa, eso no impide el peligro, todo lo contrario.

–¡Sacarme de la vida mediática no alejará el peligro!

–No, pero más vale prevenir. Y además, has trabajado mucho estos últimos meses, te mereces descansar.

–¿Descansar? ¡Pero esto es una broma!

–Regina, cálmate–dijo Lena

–¡Oh, tú, cállate! Has metido tus zarpas en esto.

–Es por tu bien, Regina. ¡Escucha al menos lo que te proponemos!

–¿Proponerme? ¿Cómo es eso? ¿Esconderme durante días, semanas dónde? ¡En lo más profundo de Maine!

–Bueno, siendo sinceros, hablamos más bien de Vermont

Regina lo miró

–¿Perdón?

–Tengo una amiga que vive en Vermont. Tiene un rancho bastante aislado. Sería un lugar ideal para retirarte algún tiempo.

–Espera, estoy alucinando. Tú…¿No me digas que ya lo tienes todo previsto?

–No quiero ponerte una pistola en el pecho, pero…Tampoco te dejo elección. Si no aceptas…

–¿Qué? Piensas romper nuestro contrato– soltó Regina riendo. Pero perdió su sonrisa cuando vio la expresión grave de su agente –Espera, estás de broma, ¿no?

–En realidad no. Lo que ves como una obligación no es sino una manera de cuidarte.

–…

–Sé que te enfadarás, pero…¡Regina, por Dios! Un tipo te acosa, se acerca a ti…Deberías tener miedo.

–Si tengo miedo, él gana.

–Entonces, deja que tengamos miedo en tu lugar, y ser prudentes por ti. Te lo ruego. Tómate algunos días para ti, para descansar…Eso no te hará mal ninguno.

–…

Sidney se levantó y rodeó su mesa para colocarse frente a Regina.

–Confía en mí. Y volverás cuando todo haya acabado, o al menos cuando todo se haya calmado.

–Viendo el éxito de los polis en la investigación, ¡no creo que vuelva al escenario!

–Tendremos la consciencia más tranquila si sabemos que, por tu parte, no temes nada.

–¿Cómo estar segura de eso? Ese hombre está en todos lados, lo sabe todo. ¿Quién te dice que no me seguirá a donde me quieras mandar?

–Porque yo seré el único, junto con Lena, que sabrá donde te encuentras. Nos marcharemos en plena noche.

Regina rió nerviosa.

–En serio, parece que sacáis en secreto a un jefe de estado.

–Algo parecido.

Regina sabía que estaba entre la espada y la pared, que no tenía elección. Se dejó caer en la silla, y suspiró

–¿Vermont, entonces?

Glass sonrió.

–Mi amiga tiene allí un rancho. Ella ya está avisada de tu llegada, pero no conoce toda la situación.

–¿Qué le has dicho?

–He sido evasivo: necesitas calma y mantenerte poco visible. Prefiero que hables tú misma con ella.

–Genial…¿No me digas que es la típica tejana con botas camperas, polvo en la cara y un sombrero cowboy?

Glass estalló en carcajadas.

–Ya lo verás, pero algo me dice que os llevaréis bien. Tiene un temperamento fuerte, como tú

–Súper, todo lo que me encanta: estar apartada de todo y todo el mundo con una testaruda como yo. ¿Cuándo nos vamos?

–Lo antes posible.

Regina cerró brevemente los ojos. ¿En qué follón la había metido su agente? ¿Realmente era todo por su bien o era todo un montaje para hacerle perder un poco más la cabeza? Cuando regresó a su casa con su hermana, la discusión giró sobre todo sobre qué coger para ese retiro.

–Espera, estamos en junio…En Vermont, ¿hace frío o no?

–No más que en nueva York, supongo

–Oh, entonces…Algo para calentar el culo. En el rancho, en el que imaginamos polvo, incluso lodo… Se privilegian los vaqueros y las botas…

–Lena, eres cansina. Con suerte no será sino cuestión de días

–Cuenta más bien con semanas en mi opinión. Aunque vamos a hacer de todo para atrapar a ese cabrón.

–…

–Hey, seguro que hay sitios peores que Vermont. Y además es un rancho, puede ser simpático.

–Dice eso, pero ni tú misma pondrías los pies allí.

–Me habría gustado acompañarte, pero…

–Sería sospechoso, lo sé. Sidney me ha dicho que me ha sacado billete de avión y me ha conseguido un taxi para llegar. Estoy tranquila al saber que al menos hay una ciudad cerca.

–Ves, no estarás tan al margen de la civilización. ¡Y a lo mejor, el rancho está genial!

–Eres muy entusiasta para ser franca. Confiesa, ¡ya sabes cómo es!

–Confieso. Y está lejos de ser lo que piensas

–¡Cuenta!

–¡Ah, no, sorpresa!

–Ya…

–Venga, acaba tu maleta, partes al amanecer.


Y como lo había prometido Sidney, Regina estaba lista para partir en el primer tren del día. Eran apenas las seis de la mañana cuando su hermana le dio un último abrazo y le dio un beso suplicándole que la llamara en cuando llegara.

Felizmente para Regina, no había nadie en el vagón y pudo relajarse un poco. La idea de que su acosador haya cogido el mismo tren se le pasó por la mente, pero la alejó rápido para concentrarse en el retiro forzado. Vio el paisaje desfilar antes de quedarse dormida una hora. No se despertó sino cuando el tren ralentizó al llegar a la estación de Newport. Sacó su inmensa maleta de ruedas y rezó para que el taxi estuviera a tiempo. Solo deseaba una cosa: dormir en una cama.

Felizmente para ella, el chófer la esperaba en el andén con un letrero que decía ‹Gina M.› La bella morena sonrió, el anonimato había sido tenido en cuenta, incluso en Vermont.

–Soy yo

–Buenos días, señorita Mills. Deje que coja su maleta.

–Un placer, estoy agotada. Dígame…¿nos queda mucho camino aún?

El chófer comprobó la dirección en el GPS.

–Nos queda unas dos horas.

–Dios mío…

–No me ofenderé si se queda dormida durante el camino, ya sabe–sonrió él

–Gracias

Subieron en el coche y emprendieron el camino, y menos de 30 minutos después, Regina se quedó profundamente dormida. Solo se despertó cuando el chófer la movió suavemente por el hombro.

–¿Señorita Mills? Señorita Mills, hemos llegado.

Ella abrió con esfuerzo los ojos, el cuello dolorido debido a la mala posición. Se estiró y se dio cuenta de que el sol ya estaba bien bajo en el cielo, ofreciendo tonos azulados al paisaje, apenas visible, iluminado apenas por unas farolas en el sendero.

Regina se enderezó y abrió la ventanilla, pasó su cabeza hacia fuera y divisó un arco de madera, como el de los ranchos tejanos, en el que estaba escrito en letras doradas ‹Bienvenido a Storybrooke›

–¿Storybrooke?–se asombró la joven

–Asombroso, ¿eh? Algunos tienen humor…–dijo el chófer mientras conducía hacia un enorme edificio que Regina distinguió a penas en la penumbra.

Cuando el coche se detuvo delante de la entrada, el chófer se dio prisa en bajar y rodear el coche para abrirle la puerta a la mujer. Ella salió y tomó aire, era fresco y…No percibió el olor yodado característico de las ciudades costeras, como Santa Bárbara, donde ella vivía.

–¿Quiere ayuda con su equipaje?

–No será necesario, gracias.

En ese momento, la puerta se abrió y una joven apareció, todo sonrisas.

–¡Ah, aquí está! ¡Nos preguntábamos cuándo llegaría!

Regina no supo qué decir: cansada, desconcertada, solo deseaba una cosa, meterse en una cama y dormir días y días.

–¡Venga!– la joven cogió una de las maletas e hizo una mueca –¿Qué ha metido aquí dentro? ¿Piedras?

Regina se abstuvo de todo comentario maleducado, para no rebajar a la gente que dormía en plena naturaleza, del polvo y animales salvajes, seguramente. Esbozó una tímida sonrisa educada antes de coger la segunda maleta, igual de pesada, y seguir a la joven, no sin antes darle las gracias al chófer.

Cuando entró en el rancho, se sorprendió de cara: la madera, la piedra aparente, una inmensa chimenea en medio del salón, rodeada de sofás en ángulo sobre los que había dispuestas mantas y cojines estofados. Un poco más lejos, una ancha mesa de madera rodeada de bancos, igual de macizos. Por encima, una lámpara de araña circular de madera donde se veían falsas velas. Un poco kitch, pensó Regina, pero tenía su encanto. Algunos cuadros aquí y allá, figuritas que daban al conjunto un aire atípico, pero también terriblemente cliché.

–Entonces…¡Bienvenida!–dijo la joven con una enrome sonrisa.

–Señorita…Swan, ¿supongo?–preguntó Regina tendiéndole la mano

–¿Yo? ¡Oh, no, yo me llamo Ruby! Trabajo con Emma–le cogió la mano y se la estrechó con vigor –Encantada

–Oh…Ok

–Imagino que en Los Ángeles tienen pocas ocasiones de visitar un rancho, y mucho menos en Vermont–dijo ella

El tono guasón no gustó a Regina, pero se reservó, no quería molestar a sus anfitrionas desde su llegada.

–Yo…En efecto. Pero es muy bonito.

–Oh, aún no ha visto el exterior. Son unas tremendas vistas. Es más, pensamos que llegaría mucho antes.

–Sí, lo siento, pero el vuelo se retrasó…Debía haber avisado.

–No, ningún problema. ¡Si tiene hambre, hemos hecho pasta!

–Oh, le confieso que preferiría descansar

–¡Oh, por supuesto! Sígame, le voy a enseñar su habitación.

Regina siguió a la hermosa morena y pudo darse cuenta de lo grande que era la casa de dos plantas.

–Tenemos tres habitaciones y dos cuartos de baño. El salón y el comedor, como ha podido ver, y una cocina americana.

–Es una hermosa casa.

–¡Sí, estamos bastante orgullosas!–sonrió Ruby –Esta es su habitación.

–Gra…Gracias. Dejo las maletas y bajo.

–Tómese su tiempo, Emma no volverá pronto. Está cuidando de una de las yeguas

–Nada grave, ¿espero?

–Pronto va a dar a luz.

–Oh…

–Emma siempre se estresa durante ese período. Y Starlight es una de sus primeras yeguas, eso cuenta.

–Sí, me lo imagino.

–Venga, dejo que se instale.

–Gracias.

Y cuando Regina entró en su habitación, se sorprendió al encontrarse una estancia espaciosa, ciertamente luminosa debido al inmenso ventanal que daba hacia el terreno. Un balcón aseguraría algunos momentos agradables a Regina durante el día. Una enorme cama de baldaquino, toda de madera, presidía la estancia, al igual que un hermoso tocador, una cómoda y un armario que sería más que suficiente para albergar el contenido de sus dos grandes maletas.

Una puerta adyacente daba a un cuarto de baño, modesto, con una ducha a la italiana en piedra, un lavabo y un inmenso espejo, y la taza. Definitivamente no había sido mal alojada e imaginaba que era un trato de favor por parte de la señorita Swan que debía conocer su identidad.

Pero poco importaba, de momento, todo lo que necesitaba era una cama. Se dejó caer literalmente en ella emitiendo un largo suspiro de satisfacción y se quedó mirando el techo. Su teléfono vibró entonces y leyó el mensaje que acababa de recibir de su hermana.

Entonces, ¿cómo fue el viaje?–Cansada para tener que escribir, Regina prefirió teclear el número y tras un toque, su hermana descolgó –Cuenta.

–Ha sido…Matador.

–¿Cómo es eso allí?

–Te confieso que no he visto gran cosa. Ya era casi de noche cuando llegue. Solo sé que el rancho se llama Storybrooke.

–¿Storybrooke? ¡Qué gracioso! ¿Y los dueños del sitio?

–Solo he visto a una, bueno, creo.

–¿Cómo es?

–Ciertamente llena de clichés sobre mí como yo sobre ella–ironizó Regina

–¿Y la otra?

–Aún no la he visto. Está con una yegua que va a parir, si he comprendido bien.

–Oh, joder…No es broma eso–rió Lena

–Está claro.

–Y entonces, ¿es tan inhóspito como imaginábamos? Quiero decir…Es Vermont, ¿no?–rio Lena

–Bueno…–Regina pasó su mirada por la habitación –Estoy agradablemente sorprendida. Es muy espacioso y acogedor.

–Bien…Cuento contigo para que hagas fotos y, evidentemente para que me hagas una recapitulación de tus apasionantes días cada noche.

Regina sonrió

–Evidentemente

–Bien, por nuestro lado, te tenemos al corriente del avance de la investigación. Sabiendo que ahí estás segura, estaremos más serenos y eficaces.

–Si tú lo dices

–Te prometo sacarte de ahí muy rápido, aguanta.

–No te preocupes, todo irá bien

–Te dejo. ¡Cuéntame todo!

–Prometido–sonrió Regina –Hasta pronto

Colgó y suspiró antes de abrir su bolso y deshacer las maletas para colocar todo en la cómoda y armario. Después bajó y mientras estaba en lo alto de la escaleras, la puerta de entrada se abrió y distinguió una voz femenina, ciertamente la de la señorita Swan.

–Joder, Starlight está pariendo…

–¿Hm? ¿No va bien?–dijo Ruby mientras ponía la mesa

–Podría ir mejor…¡Voy a tener que llamar a Jones, mierda!–gruñó la joven. Después ella vio la mesa, puesta para tres, y desorbitó los ojos –¡Mierda! ¿Ha llegado?

–¿Quién?

–¡Adivina! Joder, me había olvidado que era hoy.

–No te preocupes, no se ha enfadado–sonrió Ruby

–¿Cómo…Cómo es?

–¿Cómo? ¿Físicamente, quieres decir?–rio la bella morena

–¡Nooo! ¿No es del tipo demasiado…Urbanita?

Regina frunció el ceño, divertida, pero se quedó en silencio y curiosa por lo que su anfitriona podría pensar de ella.

–Es guay, de verdad. En todo caso, lo parece.

–Super..Solo faltaría que fuera una estirada, tipo la gente pija de Beverly Hills.

–Es rica, eso seguro, estirada, no lo creo…No, de verdad, parece guay.

–Sí, espera a ver la cara que pone cuando huela el heno de buena mañana–ironizó Emma –Sin hacer mención de su perfume de alta gama que va a apestar mi rancho…Va a marchitar mis flores y espantará a mis caballos.

Ruby estalló en una carcajada mientras que Regina puso una mueca de disgusto: se dio cuenta de que esa joven mujer tenía tantos preconceptos como ella, cada una sobre la vida de la otra.

–Dale una oportunidad. Y además no estará sino una temporada, ¿no?

–Sí, no comprendí muy bien lo que me dijo Sidney, pero grosso modo, tiene problemas y a él le gustaría que ella se mantenga un tiempo alejada… Como si yo no tuviera ya bastante con los animales y los niños. El brillo y las lentejuelas frente al polvo y al heno…Nos vamos a divertir.

Regina puso mala cara, pero no se movió, demasiado curiosa por conocer la opinión bastante rotunda de su anfitriona. Puso la oreja y siguió escuchando la conversación.

–Espero que seas más amable y sociable cuando baje. En serio, ¿haces el papel de zorra del campo por qué razón? ¿De verdad tienes ganas de que confirme sus prejuicios sobre los cowboys?

–Mejor cowgirl–rectificó Emma –Y me importa poco saber si tiene prejuicios sobre nosotros. Estaría mal si lo hiciera, ¿no? Quiero decir: la estamos acogiendo.

–Aparentas algo que no eres. En serio, sé amable, ¿ok?

Emma le sonrió y suspiró

–Estoy vacilando. La acogeré con los brazos abiertos

Tras esas palabras, Regina decidió cortar con su curiosidad y bajó las escaleras haciendo bastante ruido para que sus anfitrionas pudieran escucharla, y evitar así una situación incómoda.

Cuando ella se giró para mirar frente a frente a las dos mujeres, y su mirada se cruzó con la de una bella rubia, se quedó paralizada durante un cuarto de segundo. Emma no se quedó a la zaga cuando se giró hacia Regina, desorbitó los ojos y se quedó de repente muda.

–Señorita…Swan, ¿supongo? Regina

La bella morena tendió la mano y Emma tardó unos segundos antes de estrechársela.

–Encantada. Bienvenida a Stroybrooke.

–Gracias por acogerme. Sé que es una contrariedad tener una boca más que alimentar, intentaré no ser una carga para usted.

–Sidney me ha dicho poco sobre las razones por las que está aquí. No voy a sacar mi curiosidad, pero…

–…Se lo explicaré todo, prometido.

–¡Bien! Mientras: ¡A la mesa!–dijo Ruby, sintiendo la tensión en el aire.

Las tres mujeres se sentaron cuando Ruby puso una enorme ensalada César casera en la mesa.

–Entonces…Señorita Mills, ¿por qué una mujer que vive en Los Ángeles viene a perderse en mitad de Vermont?

–Emma…–gruñó Ruby por la falta de tacto de su amiga.

–Bah, ¿qué?

Regina alzó la mano, señal de que no le molestaba.

–Yo…He sido acosada por un stalker bastante, bastante invasivo. Mi hermana y mi agente, Sidney, piensan que aquí estaría a salvo mientras ellos llevan a cabo la investigación– y ante la mirada interrogadora de sus dos interlocutoras, Regina añadió –¿Qué?

–¿Ha…sido acosada? ¿Un ex demasiado invasivo o…?

Regina las miró, pasando su mirada de una a otra.

–¿No…No saben quién soy?

–¿Quién es? ¿No es…Regina Mills?

–No tienen idea de quién soy–concluyó ella

–¿Y? ¿Es grave?–rio Emma

–No, en absoluto…Sin darme ínfulas, no pensaba que hubiera alguien que no supiera quién soy.

Ruby y Emma intercambiaron una mirada.

–Euh…Lo siento…

–No, no, no pasa nada. Yo…Soy cantante. He vendido bastantes discos…

–Oh…Ok. Eso lo explica todo. Aquí no escuchamos mucha música. En fin, escuchamos los grupos locales.

–Oh, ya veo…

–Peeeeero estaríamos encantados de escucharla, ¿no, Emma?

–Oh, no se esfuerce–sonrió Regina

Emma la miró y sonrió débilmente

–No estoy cerrada…

Intercambiaron una mirada y una débil sonrisa antes de continuar comiendo. Y al final de la comida, mientras que Ruby quitaba la mesa, Emma hizo su papel de propietaria

–Tenemos algunas hectáreas de terreno. Mañana lo veremos.

–¿Vive de su rancho?

–Lo intento, y marcha más o menos bien. Y usted, la música entonces…¿Va bien también?

Regina rio y sacudió ligeramente la cabeza.

–Va bastante bien…

–Hasta el punto de que los acosadores la siguen…El precio de la gloria

–Se puede decir así

–Pero…Ese tipo…¿Está segura de que no va a aparecerse aquí? ¿También estamos en peligro?

–No, hemos tomado medida. Y si me mantengo discreta sobre mi estancia, no hay ninguna razón para que nadie se entere de que estoy aquí.

–Entonces, si comprendo bien, va a tener que esconderse aquí…Felizmente, hay cosas que hacer.

–¿Ah sí?

–Ya lo verá mañana. Supongo que está cansada. Vamos a dejar que descanse.

–Gracias–Regina se levantó de la mesa e hizo un ligero movimiento de mano –Buenas noches.

–Buenas noches, hasta mañana.

Y cuando se cruzó con Ruby que salía de la cocina, también se despidió de ella y subió a su habitación. Ruby se unió a Emma en el salón.

–Entonces, ¿qué piensas?

–¿Qué quieres que te diga?

–¿Francamente? Pues que físicamente sé que es completamente tu tipo: una hermosa morena exuberante.

–¿Acaso te estás describiendo a ti misma?–ironizó Emma –Porque tú sabes que eres completamente mi tipo.

Ruby se acercó a ella y le dio un beso en la frente.

–Oh, lo sé. Pero no has respondido a mi pregunta…¿Entonces?

–Para. Es un gran cantante–ironizó Emma –Una estrella y una cowgirl…Parece una peli romántica del mediodía…

–Hey, a veces no están mal los romances sin pretensiones. La vida no es siempre un capítulo perfecto. Derrapamos, nos bloqueamos…Pero aprendemos.

–¿Desde cuándo te has vuelto tan moralizadora, eh?

–¿Hace cuánto que tú no te tiras una cana al aire?

–¿A qué viene esa pregunta? ¿Y eso qué te importa?

–¿Qué que me importa? Pienso, ante todo, en tu bienestar de mujer.

–Ocúpate de tu culo…–ironizó Emma

–Ya… Mientras, vas a tener que ser la canguro de una star…Nada mal como ocupación.

Emma rio y se levantó antes de estirarse.

–Ya…Nada mal