Acto I.
Se encontraban los tres hermanos en la sala de la mansión Moriarty, William con el periódico en mano, Lewis sirviendo el té y Albert observando hacia la ventana, casi ausente.
Eran pocos los momentos tranquilos en los que los tres convivían en la misma habitación, y como era de esperarse, había un motivo detrás para que las tres partes que conformaban al amo del crimen, se reunieran.
— Esta vez la desaparición reportada es de un joven noble de 22 años, sin embargo, no hay noticia alguna de ello en el periódico — comentó Albert degustando su té, mientras William confirmaba en su lectura, lo antes mencionado.
— Puede ser que la familia haya pagado para evitar el escándalo — aseveró Lewis.
— No me sorprendería, el joven de la familia Myers tiene una cierta "reputación". Probablemente quieren asegurar que no se haya fugado nuevamente. El mes pasado tuvo un accidente en su carruaje mientras salía de una fumadera de opio con una prostituta — agregó Albert.
— ¿Un accidente? — indagó William.
— Sí, al parecer nada letal, pero sí perdió la sangre suficiente para dejarlo en cama algunas semanas.
— ¿Tienes algo en mente, hermano?
— Recuerdo que una de las victimas anteriores había tenido una cirugía un mes antes.
— La segunda víctima, Emily Stone, 19 años, no proviene ni de la nobleza ni de una familia adinerada. Sin embargo, le hicieron una bronquitomía de la cual logró recuperarse con éxito. Un par de semanas después, desapareció — leyó Lewis uno de los informes que tenían.
— ¿Cómo consiguió el dinero para la operación? — inquirió Albert interesado.
— El informe dice que su patrón se encargó de brindarle el apoyo.
— Es inusual. Hasta donde sabemos Lord Sullivan no es del tipo que le agrade demasiado participar en la caridad.
— Probablemente sea un soborno.
— Eso suena más probable.
— ¿Las otras víctimas tuvieron accidentes o intervenciones quirúrgicas? — intervino una vez más William.
— Johan Miller, accidente mientras cazaba; Oliver Eaton, cayó por una pendiente; Mía Smith, extirpación de tiroides; Owen Hamilton, trepanación; Danielle Maxwell fractura. Todas tuvieron algún accidente o intervención reciente. En ese punto, la única persona diferente fue su primera víctima.
— ¿Quién fue?
— Sophie Grey, ningún accidente o cirugía reciente.
William observó la foto de Sophie, una dama hermosa, de profundos ojos castaños rojizos, cabello rubio ensortijado y con una cicatriz pequeña entildando sus labios de corazón. Algo no muy notorio a simple vista, pero sin duda, proveía su rostro de un fuerte carácter.
— ¿Y antes? ¿Algo relevante?
— Tuvo un accidente en caballo, pero eso ocurrió hace casi 13 años.
La mirada del amo del crimen se ensombreció, no quería decir lo que había notado, sabía lo que sucedería de hacerlo. Básicamente era abrir la caja de Pandora, pero tampoco podía ocultar la información si planeaban a sacar al nuevo Barba azul de las calles.
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Mientras tanto, en un departamento londinense, se encontraba el detective asesor más famoso de Inglaterra, discutiendo con su compañero de cuarto el caso más reciente en el que se involucrarían. No lo sabía, pero estaban teniendo exactamente la misma conversación que en la mansión Moriarty.
— ¿Qué está buscando precisamente? De una enfermedad a un accidente hay una gran diferencia — aseveró John, mientras Sherlock seguía fumando tranquilamente— Si se trata de identificar sospechosos, podríamos pensar en el hospital, sin embargo, todas estas personas fueron atendidas por médicos familiares y hospitales variados según el informe de Yard.
Watson hablaba sin parar, tratando de analizar por sí mismo y de brindarle al detective, toda la información posible.
— Cicatrices — meditó Sherlock en voz alta con la fotografía de Sophie Grey en mano, soltando el humo del cigarrillo con parsimonia — Todos los accidentes e intervenciones dejan cicatrices, incluso después de décadas.
— ¿Cicatrices? Pero, Sherlock, todas las personas tienen alguna cicatriz en su cuerpo, ¿por qué estas personas serían diferentes?
— Edad casadera, salvo por la segunda víctima, todos, hijos de nobles o de familias económicamente acomodadas, con cicatrices prominentes, sin distinción de sexo— enlistó el detective el patrón del criminal.
John notó que el detective no había respondido su anterior pregunta, por lo cual, supuso, la respuesta era obvia. Cuando lo analizó, dio con ella: todos los humanos poseen cicatrices, pero no todas las cicatrices le eran atractivas al criminal.
— En el periódico se refieren a él como "el nuevo Barba azul"
Sherlock sonrió para sus adentros. Si bien, el caso no era lo más atractivo del mundo para él, había algo que le hacía colar una sonrisa a su semblante.
— ¿Sherlock?
Le llamó John al ver esa sonrisa. Es decir, hablaban de un caso de asesinatos, violaciones, necrofilia y presumible canibalismo. Le era extraño ver una sonrisa ante algo de esa índole.
— No es nada — refutó con desinterés, tratando de ocultar su sonrisa.
Después de todo, lo recordaba vagamente, pero en su mente estaba grabada la imagen de una persona que coincidía con los requisitos de Barba azul y ese alguien, era su llave para que ese caso adquiriera un atractivo más allá del dinero. Era cuestión de tiempo para que se encontrara con él.
— Sherlock, si lo que Barba azul busca, son víctimas con cicatrices ¿no sería mejor para él, enfocarse en personas de clase trabajadora y clase baja? — caviló el rubio — Son más propensos a accidentes y, por lo tanto, a cicatrices.
— No. Lo intentó con Emily Stone, pero, por alguna razón no fue lo suficientemente buena para él. Según la información que me trajo Wiggins, las familias afectadas han tenido problemas con la ley y han salido impunes, por supuesto, no hay informe sobre eso en Yard.
— Acaso tú… ¿Crees que sea el amo del crimen?
— No — dijo con certeza — Este asesino pretende ocultarse en la sombra del amo del crimen. Ya que ese modus operandi, fue a partir de la tercera víctima. Además, el amo del crimen no trabaja así — el de hebras ónix liberó una sonrisa tan amplia como la del gato Cheshire— Pero es probable que este criminal lo haga salir.
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— No — dijo William con firmeza.
— Quizá sea la forma más rápida de atraparlo — aseguró Lewis.
— Y también, la forma más riesgosa. No quiero poner tu vida en la línea, así, además…
— Hermano, nosotros hemos hecho cosas riesgosas desde el inicio, nuestra vida está en primera línea desde entonces. Tú mismo te usaste de carnada en un secuestro. Esto es algo que solo yo puedo hacer. Además, si ese sujeto quiere ocultarse en la sombra de James Moriarty, es James Moriarty quien debe sacarlo a la luz.
William se sintió sin argumentos, aunque sí los tenía, su mirada se entristeció un poco. Lewis tenía razón. Lo habían pactado, todos eran James Moriarty, el amo del crimen. Incluso si él quería seguir manteniendo a Lewis lo más inmaculado posible, sabía que no podía. No debía imponerle su voluntad e ignorarlo. Tenía razón.
Debía ceder y permitir que su hermanito fuera la carnada para minimizar el daño a civiles, pero más aún, debía diseñar un plan que lo permitiera y que, por supuesto, minimizara todos los riesgos.
— De acuerdo — dijo con pesadez William, poniéndose de pie para retirarse — Debo pensar en un plan. Con todo lo que hemos averiguado hasta ahora, definitivamente, Sherlock Holmes se involucrará en este caso.
— No podemos permitir que relacionen a la casa Moriarty con el deceso de ese criminal ¿Pueden hacerlo, William, Lewis? — presionó la mirada esmeralda de Albert.
— Lo haremos — aseguró William antes de salir de la habitación.
El sabor de la incertidumbre no era su predilecto, sin embargo, si iba a arriesgar así a Lewis, lo haría con las mejores manos posibles: las suyas y las de Sherlock Holmes.
Buen día, hoy les traigo esta historia.
Probablemente no será muy larga, no obstante, espero sea de su agrado y compartan su opinión de ella conmigo.
