Hello! Aquí Isita presente, demostrando que no estaba de vaga porqueeeeee... ¡me surgió otro cumple y debía esforzarme en un one-shot todo pornoso! Sí, leyeron bien, pornoso; no va a haber mucha trama por aquí.

No tengo mucho que decir por esta nota la verdad, sólo que esta cosita está ambientada antes de la graduación de los reclutas; o sea, antes de que salieran los diez mejores y toda esas cosas, jsjs. A pesar que no quedé demasiado satisfecha con varias líneas (desventajas de no estar acostumbrada a escribir y perfeccionar algo tan largo), espero y les guste mucho, como siempre, y, si así resulta, me lo hagan saber con sus votos y comentarios que tanto adoro 333.

Dedicatoria: Con todo el amor y adoración que puede caber en mi alma para mi mejor amiga, mi senpai, mi waifu, boku no kyojin, el Sherlock de mi John y la Chika de mi Riko; el más leal paño de lágrimas que, por lejos, alguien podría desear, y la mujer más importante y especial en mi vida —aparte de mi madre— que está cumpliendo años por estas fechas.

Kisisss!

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Cuando el reloj del comedor marcó la una y treinta y seis de la madrugada, Annie, evidentemente alcoholizada, estiró su cuerpo e hincó la rodilla en el suelo —con cuidado de no apoyarla sobre la botella— y atrapó los labios de Armin es un candente beso. Igual o más sorprendido que el resto de reclutas de aquel círculo, este se ruborizó hasta la raíz del cabello y correspondió a duras penas el gesto, encogiéndose como un pollito a causa de los nervios.

—¡Bueno, bueno! Ya estuvo —dijo Connie, tomando a la chica de la cabeza para separarla del pobre rubio y devolverla a su lugar. Acto seguido, envolvió su mano alrededor de la botella en el centro y la hizo girar a la derecha—. ¡Apa!

En cuanto esta se detuvo, los reunidos ahogaron una exclamación.

—Mis huevos —repuso Eren al instante, observando con asco como un extremo de la botella apuntaba hacia él, mientras que el otro se fijó en Jean. Al parecer, le tocaría beber —más— por no cumplir.

—Están como una cabra si piensan que voy a besar a este bastardo —gruñó el otro, contemplándolo igual de asqueado.

Eren frunció el ceño.

—Digo lo mismo; están locos. No voy a besarte, cara de caballo.

—Claro. No vaya a ser que se te arme la tienda de campaña, mariquita —dijo Jean, curvando los labios en una burlesca sonrisa.

—A ver, a ver. Ya está, ya está —intervino Connie otra vez, extendiendo una botella de tequila—. Dejen de ladrarse y...

—¿Qué has dicho, imbécil? —le interrumpió Eren, comenzando a molestarse. ¿Pero quién se creía esa yegua?—. Mira, en primer lugar, no me gustan las pollas. Y en segundo lugar, si le bateara a ese lado, créeme que me fijaría antes en Shadis que en ti. ¡Es más!, seguro que al que se le levanta si me besa es a ti. Quién sabe, a lo mejor Mikasa te ha despechado tantas veces que has perdido la ilusión en las mujeres.

Tras decir esas palabras, Eren observó complacido como Jean arrugaba las cejas casi hasta volverlas una sola —bajo la atenta y entretenida mirada de los demás—, observándolo con signos de un visible encabronamiento.

—Pues tal vez si se me levanta es por esa cara de niña que tienes, que pareces una muñeca con esos ojos tan saltones, marica —le devolvió este ácidamente—. ¿Quién me dice a mí que no estás largando todo ese monólogo para evitar besarme y soñar conmigo después? Admite que te pongo de una vez.

—¿Pero a quién le pondría una cara tan fea, Jean? Tanto alcohol te está afectando —aseguró él, formando otra mueca de asco.

—Entonces, si eres tan valiente, te reto a que me des un beso sin inmutarte —soltó Jean de golpe, sorprendiendo a los oyentes.

—¿Qué? —inquirió Eren, parpadeando con confusión—. Pero si dijis-

—¿Qué estoy oyendo~? ¿Qué es~? —canturreó el otro, fingiendo limpiarse la oreja derecha—. ¡Oh, es una gallina! —exclamó antes de empezar a cocorear, agitando los codos como si fuese una.

Absolutamente molesto, y ofendido de escuchar las carcajadas de la mayoría, Eren maldijo a Jean una y mil veces en su interior, contemplándolo con odio. No obstante, una breve fracción de segundos después, descruzó los pies y se arrodilló para gatear hacia este con el objetivo de cerrarle la boca.

Al verlo, las risas de los chicos se detuvieron y Jean borró su sonrisa, inclinando la cabeza hacia él para hacer posible el beso; beso que consiguió que todos en el lugar contuvieran la respiración.

«Toma esa, cara de caballo», pensó Eren sumamente complacido cuando sus labios se juntaron; aunque tal vez sí que se había inmutado un poquito, porque no veía otra justificación para que su corazón se agitara y su rostro se sintiese caliente.

Meh, el alcohol.


Ahora, casi dos horas después, las botellas de tequila bebidas en aquella tonta y espontánea reunión de adolescentes se hallaban vacías y dispersas de cualquier forma en el suelo del desolado comedor; desolado a excepción de Bertholdt, quien dormía en una de sus posiciones raras, completamente tirado y con un muy rendido Armin acurrucado contra su estómago. Bueno, quien decía a excepción de Bertholdt y Armin, también decía a excepción del par borracho y acalorado que discutía tras una de las mesas.

—Que te digo que sí he besado antes —reafirmó Jean, molesto de que Eren no creyera su mentira.

—Ajá, sí, claro.

Recargando la cabeza en una de las patas de la mesa, este esbozó una sonrisa socarrona en su dirección; esos gestos siempre lo sacaban de quicio.

—¿No querrás confirmar que no he besado a nadie para estar en tu misma situación, suicida? —inquirió él segundos después, siendo quien sonreía burlón esta vez.

—¡C-Claro que no! —repuso rápidamente Eren, con un evidente sonrojo en sus morenas mejillas—. Yo sí que he besado.

—Mentiroso. ¿A quién?

—Eso a ti no te importa.

—Estoy más que seguro de que tu primer beso fue conmigo —aseguró Jean, sonriendo nuevamente socarrón. Molestar a Eren era su pasión.

—¿Y no serás tú el que quiere asegurarse de ello porque tu primer beso sí que fue conmigo? —cuestionó este, frunciendo el ceño.

—¡Por supuesto que no! —exclamó él indignado. Que tenía razón, pero eso no se lo iba a decir—. Yo beso como los dioses, y te lo puedo demostrar en cualquier momento.

—¿Ah, sí? ¿Me vas a besar de verdad o cómo? —lo provocó el otro en un tono muy jocoso que removió su rabia.

—Si así lo quieres —afirmó Jean con total seriedad.

Y tras tomar una profunda bocanada de aire, tiró de la camiseta del chico y lo besó sin pensar.

Sus bocas se enredaron en un torpe e inexperto contacto que animó el ambiente de inmediato, haciéndolo olvidarse de que no estaban solos en el comedor y que era Eren Jaeger a quien estaba besando, a su rival idiota. Sin embargo, cuando este mismo rival pareció tomar más confianza e intensificó el gesto, aproximándose más contra su persona, él pareció olvidar quién era para sostenerlo de la nuca e invadir su cavidad bucal con la lengua, bebiendo los suspiros que soltaba.

Posteriormente, un Jean más emocionado que antes procedió a recostar a Eren en el suelo; en un intento de sutileza para no romper la magia de un posible cabezazo. Tras ello, tomó un poco de distancia y contempló de cerca el rostro del chico, admirando como sus pupilas resplandecían dilatadas —no sabía si por el alcohol en la sangre o por otra cosa—, sus labios húmedos y entreabiertos, y sus mejillas arreboladas en un tono fresita. La vista encandiló por completo sus sentidos y el apelativo «lindo» comenzó a clavarse en su cerebro a través de millones de puntiagudas flechas imaginarias.

«¡No, Jean, no! Es Eren, el suicida; no es lindo, es suicida y ya», se regañó mentalmente; sin embargo, aquel pensamiento quedó en el olvido cuando el susodicho se removió en el suelo y tiró de su camisa, obligándolo a inclinarse para juntar sus labios una vez más.

Los labios de Eren eran una cosa esponjosa, casi gruesa, que llamaban a ser mordidos y maltratados hasta quedar por completo hinchados. Y Jean no se hizo de rogar para cumplir lo que aclamaban, deleitándose con la lengua ajena moviéndose al compás de la suya en una danza nada delicada; más bien, en una danza llena de pasión y fiereza.

—A-Ah... Jean... —jadeó Eren, interponiendo una milimétrica lejanía entre sus bocas para tomar aire.

Aun así, Jean no le dio tregua y atacó su cuello, arrancándole adorables suspiros a medida que succionaba y besaba porciones de su piel. No molesto con ello, el chico llevó las manos a su nuca y arqueó la cabeza, otrogándole mayor libertad para que él pudiese continuar abusando de aquel caramelo.

A continuación, tomó el borde de la camiseta de Eren y alzó esta hacia arriba, descubriéndole el abdomen que, pese a su delgadez, lucía exquisitamente los frutos del entrenamiento casi diario.

—¡Oye! —chilló este, volviéndose a cubrir.

—¿Qué? —inquirió él, observando sus ruborizadas orejas.

Desviando la mirada, Eren juntó los labios en una línea recta, ante lo que Jean respondió esbozando una sonrisa de satisfacción y descubriéndolo una vez más; dejando a la vista la erección en sus pezones. El chico sujetó el borde de la camiseta con sus dientes y le observó con timidez.

Al verlo así, tan en bandeja de plata y totalmente a su disposición, Jean tragó saliva y sintió cómo sus mejillas comenzaban a arder. Mierda, ¿desde cuándo aquel bastardo era tan atractivo? Fuese por lo que fuese, esa noche le daría como cajón que no cierra y nadie lo detendría.

Sobresaltándose, Eren jadeó cuando Jean se deshizo de sus zapatos y jaló sus pantalones hasta sacárselos, dejándolo sólo en el par de calzones negros que guardaban su pomposo trasero. Luego de ponerse más duro de lo que ya se encontraba, él lo tomó del brazo y le hizo tomar lugar en su regazo; con ambos pies a un lado. Acto seguido trazó el contorno de sus piernas con la largura de sus dedos, notando los cómico que eran sus vellos; cortos, escasos y encaracolados. No obstante, Eren no se quedaba atrás, colaborando al desabrocharle los primeros botones del chaleco y la camisa para dejarle parte del pecho al descubierto.

Entre atrevidos toques, los labios de ambos volvieron encontrarse, pero esta vez con más calma; dando chance para probarse mutuamente. Juntando sus cuerpos, Jean rodeó la cintura del chico sobre sus piernas con los brazos y se frotó contra este, disfrutando de la calidez ajena hasta que Eren decidió ponerle fin al beso para descender los labios a su cuello. Ya en el lugar, estos trazaron un camino de minúsculos besos que le trajeron ciertas cosquillas mezcladas con complacencia.

—¿Se siente bien? —susurró Eren contra la piel de la zona, dejando un beso húmedo en esta.

—Creo que se siente mejor esto —dijo él antes de buscar nuevamente sus labios, ahogándose otra vez en lo caliente y adictivo de su aliento mientras deslizaba la mano por sus calzones para alcanzar la piel de su trasero. Cuando sus dedos palparon la estrecha entrada entre aquel par de nalgas, permitiéndole a Jean acariciar los pliegues de alrededor, el chico gimoteó contra su boca y se estremeció—. Mierda, me muero por follarte —admitió al separarse, sintiendo su erección punzarle dolorosamente dentro del pantalón. Eren sólo le observó con las mejillas aún más acaloradas y los labios brillantes.

Joder.

Quitándoselo de encima, Jean se puso de pie y lo incitó a hacer lo mismo para, seguidamemte, estamparlo de frente contra la mesa, obligándolo a darle la espalda y... otras cosas. Ahora, más animado y con una sonrisa llena de perversión perfilándole los labios, alzó una de sus manos y sin detenerse a pensarlo la estampó contra la aún cubierta nalga derecha de Eren.

—¡Ah!

Él mordió su labio inferior al escuchar semejante y provocativa exclamación, recreando en su imaginación la cantidad de veces que esa voz podría gritar su nombre mientras gemía de placer. Paso seguido, zafó sus pantalones y liberó la engordada verga que llenaría aquel agujero, la cual incluso lucía sonrosada.

—Prepárate, suicida, porque ahora sí que tendrás razones para ir gritando por ahí.

Luego de largar aquello con completa emoción, Jean posó la mirada directamente en la retaguardia de Eren. Después acercó sus manos para deslizarle los calzones hasta los tobillos y dejarla a la vista, carnosita y apetecible.

Su compañero sólo recargó la mejilla en la mesa y le miró por el rabillo de uno de sus ojos, los cuales estaban llenos de inocencia alcoholizada.

—Pues aquí me tienes, cara de caballo —musitó con la voz ligeramente enronquecida, llevándose las manos al trasero para separar sus nalgas y mejorarle la vista.

—Carajo —maldijo él, liberando un gruñido antes de sujetarlo por las caderas con una de sus manos, mientras que la otra la utilizó para escupir y frotar su miembro.

Luego de otro poco de saliva en la entrada de Eren, alineó su erección en esta y aferró sus manos a la cintura del chico, alojándose en su calor con algo de desesperación. Sin embargo, nada más adentrarse apenas un par de centímetros, este se retorció y emitió un grito de dolor que consiguió revolcar su corazón, sobresaltándolo.

—¡Mierda, mierda, mierda! ¡Duele, duele! ¡Sácalo! —exigió Eren en un agonizante lloriqueo, rasguñando parte de la mesa entre lágrimas.

—Jo-Joder... —masculló Jean, sintiendo sus piernas temblar—. ¿Es necesario? Se supone que te acostumbres... —añadió, forzándose más dentro de este.

—¡No, Jean, no! ¡Aaarrgh! —gritó el chico sollozante, estremeciendo los dedos de los pies mientras manchaba de babas y lágrimas la superficie de madera y él se metía por completo—. D-Duele...

Atrapándole las manos para inmovilizárarselas tras la espalda, Jean sonrió con socarronería y le dijo para provocarlo:

—Serás llorica.

Una ola de placer se había apoderado de él desde hacía rato; el interior de Eren resultó ser extremadamente cálido y agradable, entumeciendo sus sentido de una forma muy gloriosa. No iba a parar sólo porque este se pusiera a lloriquear, así que nada más necesitaría un poco de sus habituales burlas para evitarlo.

—¡No soy ningún llorica! ¡No es mi culpa que la tengas como la de un caballo, cara de caballo!

Y en cuanto el otro chilló de aquella manera, mirándolo con una pizca de ofensa dentro del dolor que reflejaba su expresión, Jean supo que había cumplido su cometido.

—Mi-Mierda... —gruñó, inclinándose hacia adelante al tiempo que liberaba las manos de Eren para recargarse en la espalda de este, la cual aún se mantenía cubierta por la camiseta—. No me aprietes así o me será difícil contenerme... Me quedaré quieto hasta que te acostumbres, ¿está bien?

Deteniendo el silencioso llanto, el chico lo contempló de reojo y asintió; sin embargo, cuando Jean vio el espectáculo que eran sus ojos verdes, relucientes tras las lágrimas, y su carita toda sonrojada, algo en él explotó.

Dedicándose a besuquear sus hombros, esperó pacientemente a que pasasen dos o tres minutos, y al notar que Eren parecía hallarse menos adolorido y lloroso, lo tomó como que ya se había acostumbrado a él y se separó, activando sus alarmas. A continuación, lo sostuvo de las caderas y extrajo una porción de su pedazo de carne para proceder a embestir con ganas.

—¡Aaah, Jean! ¡Aún duele! —gimió Eren, tensando su cuerpo.

—Maldición... Relájate —ordenó Jean, apretando los dientes y empujando contra el chico.

Este, no obstante, continuó quejándose un par de veces más; pero cuando su interior pareció acoplarse por completo a su miembro, comenzó a estimularlo con armoniosos gemidos de placer, sacudiéndose de gusto y colaborando al mover las caderas.

—¡Ah, ah! ¡Jean, sí, sí! ¡Más, ah!

Gruñendo complacido, Jean tomó una de las piernas de Eren para elevarla y voltearlo de costado, pudiendo llegar más profundo mientras este gritaba que «ahí» sin pudor, lo cual lo volvía loco. No esperaba que metérsela al bastardo suicida, lejos del placer que le provocaba escucharlo gritar por él, se sintiera tan, pero tan bien.

Finalmente lo volteó para dejarlo boca arriba y el chico hizo retumbar sus oídos con un último alarido de placer; su semilla disparándose sobre su propio estómago, ante lo que Jean, con la respiración agitada y las piernas temblorosas, lo llenó con la suya.

Durante los siguientes minutos el par se mantuvo quieto, inundando el ambiente con los acalorados jadeos y el olor a sexo. Eren, pareciendo en verdad agotado, lo miró con el reluciente rastro de la saliva en el mentón y el de las lágrimas bajo sus ojos, recorriéndolo después desde su rostro hasta el lugar en donde ambos seguían unidos. Jean alzó las cejas.

—¿Y si la sacas ya? —propuso el chico.

Sin poner pega alguna, él asintió y salió de su interior, dejando que un rastro de semen entremezclado con sangre saliera de este. Al ver aquello, su rostro se deformó en una mueca de remordimiento.

—¿Te dolió mucho? —preguntó preocupado, mirando inquisitivamente al otro.

Eren bufó y comenzó a luchar para levantarse de la mesa. Ligeramente arrepentido, Jean no dudó en ayudarlo, decidiéndose por sujetarlo por la espalda y bajo las rodillas para cargarlo.

—No, idiota; sólo me metiste tu cola de caballo, por supuesto que estoy bien —respondió sarcásticamente Eren, sosteniéndose de su cuello pese a que su acción parecía avergonzarlo.

—Lo siento por haber sido tan brusco.

—Bueno, por ahora sólo ayúdame a vestirme —ordenó, pataleando.

—Voy, pero estate quieto.

—No me des órdenes.

Rodando los ojos, Jean refunfuñó y se dispuso a vestirlo, dejándolo nuevamente sobre la mesa para alcanzarle la ropa. Posteriormente se dieron cuenta de que en el lugar sólo quedaba Bertholdt en una posición diferente.

Uy...


Al día siguiente, Eren despertó en su cama, como era habitual; como era habitual cuando un desgarrador dolor no le atravesaba el trasero y la columna y le hacía querer morirse. La cabeza le daba vueltas y la jaqueca parecía querer matarlo lenta y torturosamente. Observó su cuerpo, sudado y con la ropa puesta de cualquier forma, y a su mente llegaron uno tras otros los flashbacks de la madrugada pasada tras pasarse con el alcohol.

No recordaba mucho más que el cara de caballo follándolo contra la mesa, pero eso fue más que suficiente para que su rostro adquiriera altos niveles de calor y él quisiera arrancarse los cabellos a tirones.

¡Había tenido sexo con Jean! ¡¿En qué estaba pensando?!

Bueno, ahí el punto: No estaba pensando.

Durante el desayuno Eren notó con horror como todos los presentes mantenían los ojos posados en él, observándolo entre risitas llenas de burlas y susurros, y —una vez más— quiso morirse. Por sobretodo, también estaba Armin, quien lo contemplaba con la cara roja a cada rato antes de rehuírle la mirada; y Mikasa, que parecía invadir el entorno con su aura asesina hacia Jean, al cual por cierto no tuvo agallas de mirar. Maldición. Y lo peor de todo era que no se atrevía a preguntar, manteniéndose concentrado en la comida mañanera y haciéndose el de oídos sordos.

Con las ojeras llegándole al suelo, los dolores y el arrollador cansancio, el entrenamiento resultó ser verdaderamente torturoso para Eren, casi insoportable. Con cada movimiento que hacía los ojitos se le deshacían en pequeñas y apenas visibles lágrimas.

Por Armin, luego descubrió que anoche alguien los había oído a Jean y a él antes de esparcir el chisme por ahí, aunque ese alguien no había sido el único; pues, al estar su querido amigo en el mismo lugar mientras ellos hacían... en fin, eso, conllevaba consecuencias y traumas para el chico.

Menudo día.


Más tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse tras el horizonte y los reclutas aprovechaban para darse un baño, Eren se vio en la urgente necesidad de tomar un respiro fuera de ojos ajenos, escaqueándose del cuartel para refugiarse un rato en los alrededores del exterior.

Observando cómo el cielo se tornaba naranja y los diferentes tipos de aves volaban hacia sus nidos, él dejó caer su adolorido cuerpo sobre el maltratado y casi inexistente pasto de la zona, largando un liberador suspiro al sentirse en paz y tranquilidad. Cerró los ojos y centró su consciencia en respirar pausadamente para dejar ir toda la vergüenza que había estado acumulando ese día; además, estar pendiente de esquivar dos ojos marrones claros que se mantenían sobre ti durante horas era, de alguna manera, desgastante.

Fue entonces cuando, mientras mantenía la mirada cubierta y se hallaba concentrado en la calidez del atardecer, notó el apenas audible sonido de otro cuerpo dejándose caer sobre la hierba a su lado. Alarmado, abrió los ojos al instante y volteó a ver a su izquierda, dando conque Jean le observaba tranquilamente.

Ahogando un gritito de sorpresa al tiempo que su rostro se ruborizaba, Eren se enderezó para quedar sentado igual que este, dejando la vista fija en el suelo para evitar mirarlo y enrojecer más. Carajo, no estaba preparado para ese enfrentamiento tan repentino.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó en voz baja.

Jean tardó algunos segundos en responder, y no de la forma esperada.

—Pues ni que este árbol tuviera tu nombre puesto —dijo, desviando la vista hacia al árbol que les otorgaba un poco de sombra y se ubicaba tras ellos.

Él frunció el ceño y bufó. ¿Era en serio?

—Ja, ja. Mira como me río.

Ante su sarcasmo, Jean formó una mueca y alzó la mirada hacia el cielo. Eren le observó de reojo.

—Bueno, ahora en serio. Tenemos que hablar.

Intentando disimular su tensión, él parpadeó confundido. ¿"Tenemos que hablar"? Vaya frase más original.

—Si tú lo dices... —murmuró fingiendo desinterés, comenzando a arrancar algunos hierbajos que se encontraban bajo sus muslos.

No obstante, Jean lo tomó de sorpresa al sostenerlo repentinamente del mentón; obligando a que sus rostros quedasen el uno frente al otro. Eren se sonrojó hasta las orejas, avergonzado de aquella cercanía.

Como si no hubiesen hecho cosas peores.

—Sabes muy bien que esto te esperaba tarde o temprano. Llevas evitándome todo el día, bastardo —gruñó el otro, observándolo con seriedad.

Preguntándose desde cuándo aquel idiota era valiente, él tragó saliva y, apartándolo de un empujón en el pecho, exclamó:

—¡No sé de qué me hablas!

—¡Claro que lo sabes! No seas cobarde, suicida —Jean hizo el amago de volver agarrarlo, pero Eren le asestó un codazo en la quijada que por poco le saca un par de muelas. Ni que fuera él el capitán Levi—. ¡Joder, imbécil! ¡Ten más cuidado!

—¡Pues déjame en paz!

El chico, sin embargo, no hizo caso; logrando atrapar nuevamente su rostro para dejarlo en shock de un beso nada delicado que calmó la patética defensiva de Eren debido al bochorno de la situación. Al final había resultado ser peor que una chica.

—¿Aún quieres hablar? —musitó él contra los labios ajenos en cuanto el contacto acabó, mirándolo a los ojos.

—Podemos dejarlo para más tarde... —respondió Jean.

Sintiéndose increíblemente más relajado, como por arte de magia, Eren esbozó una dulce y tímida sonrisa antes de volver a unirlos en otro beso; pero, esta vez en uno mucho más lento y apasionado, el cual despidió al sol y a las aves ese día.

Tal vez ambos rivales aprenderían que la presencia del contrario no era tan insoportable estando sobrios, y que podían disfrutarla mucho más de lo que pensaban. Ahora, se dijo Eren, pudiera ser que estuviese un poquito jodido; pues más adelante Jean bien podría tomar ventaja en las discusiones con esos besos que cambiaban su ánimo en menos de un segundo.

Puta vida.

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By: IsitaJaeger;

14 de mayo, 2021.