[Mini-Fic]
Muérdeme Suave
—Sesshōmaru & Rin—
Sabia, poderosa, hermosa e inmortal; Rin Ceulemans no le teme a nada ni a nadie. Es una vampiresa con demasiados años luchando contra medio mundo, como para sentir algo semejante como el miedo. Sin embargo, su tenaz y valiente temperamento se ven contrariados cuando Sesshōmaru Voorhoof llega al castillo que la alberga y le revela un importante secreto de su verdadero origen.
InuYasha © Rumiko Takahashi
Muérdeme Suave –versión Sessrin- © Adilay Fanficker
Nota de aclaración y advertencias:
Esta novela original inició como un Fanfic de Saint Seiya; hace casi un año, lo pasé a una novela original porque las personalidades de los personajes eran muy distintas a las de los "verdaderos" en esta historia. Así que, como seguro ya sabrán, Sesshōmaru y Rin van a tener mucho OOC aquí, una disculpa por eso.
Por favor, no me maten, pero esta esta es una pequeña estrategia para intentar llegar a más lectores y que estos me conozcan también por mis obras originales. En caso de que en la comunidad eso provoque molestias, borraré este "fic", lo prometo.
Espero que les gusten estos capítulos, si desean seguirme en esta novela y conocer de ella hasta el final, les invito a seguirme en mis cuentas de Booknet, FictionPress, Sweek y Wattpad.
Aunque, de cualquier forma no pienso obligar a nadie a leerme en otros sitios, en caso de que esta historia en este fandom sea bienvenida y quieran que siga adaptándola al sessrin, sólo díganmelo y lo haré. :D
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
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1
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En la oscuridad camino hoy y siempre.
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Un muy largo tiempo pudo haber pasado demasiado rápido, pero ella jamás podría olvidar de dónde había venido y cómo había renacido en este mundo oscuro.
Sin importar cuánto poder albergase actualmente en su interior, Rin estaba plenamente consciente de que su propia debilidad se encontraba más allá de la luz solar. Estaba precisamente en esas memorias que, por más que lo intentase, no podía borrar ni evitar sentir que, cada vez que volvían, la convertían nuevamente en aquella niña asustada que suplicaba en silencio por piedad, algo que no se le concedió. Aquellos recuerdos que la devolvían a una época donde Rin, era tan débil como cualquier otra chica humana de su edad, eran su peor enemigo.
Ni siquiera la imagen del más temible demonio podría jamás causarle un temor parecido al que se sometía cuando las pesadillas volvían.
A pesar del tiempo, las imágenes seguían frescas.
Recordaba cada minuto de la noche donde la noble chica poseedora de un carácter pacífico, que muchos a su alrededor criticaron, murió en cuerpo y alma. Y precisamente de esas cenizas, se encontraba de pie, lo que actualmente vendría siendo una imponente vampira que no permitiría que nadie volviese a hacerla sentir de ese modo: débil, inútil.
Sólo en sus momentos de soledad, Rin se permitía revivir la experiencia, en varios inútiles intentos por superarlos. Pero, hasta el momento había fracasado en dejar su pasado atrás completamente. A veces, sencillamente, podía mantener su fachada de mujer dura, y dejar de llorar como una niña ante dichas imágenes. La buena noticia, es que tenía demasiado tiempo para seguirlo intentando.
Afortunadamente, Rin presentía que si no se rendía, ella iba a poder por fin cicatrizar aquellas heridas en su alma y pasar de página como había querido hacer desde que fue convertida en vampira.
Hoy sería la noche en la que lo intentaría otra vez.
Mientras su cuerpo, vestido con un elegante y victoriano vestido oscuro, reposaba sobre una enorme cama matrimonial, en perfecto silencio y con las diminutas velas con sus pequeñas luces, serpenteando su iluminación, Rin cerró sus ojos y se dejó ir.
Se concentró en el abismo, buscando su antiguo hogar.
Pequeño, acogedor, cálido… humano.
Inhaló profundo, escarbando adentro de su cabeza hasta el momento en el que todo comenzó para ella.
Volvió a esa noche…
»¿Papá? —se oyó a sí misma.
De nuevo, la imagen de ella levantándose de la cama por haber escuchado ruido afuera, volvió. La Rin del pasado no tenía idea de lo que sus ojos presenciarían.
«No puede hacerte daño otra vez. Eres más fuerte de lo que él jamás fue».
La Rin del pasado no había imaginado que aquellos ruidos no eran los caballos en el establo haciendo ruido por el fuerte viento, sino porque había diabólicas criaturas adentro, con ellos, devorándolos uno a uno.
¿Por qué rayos no salió corriendo cuando pudo?
¿Por qué se quedó pasmada oyendo cómo de pronto afuera, en el pueblo, estaba pasando algo muy malo para que las personas comenzasen a alborotarse? En un principio, la joven Rin pensó que era un grupo de ladrones, lo que la asustó mucho.
Oyó a los animales gritando, a la gente gritando, y la madera de las casas rompiéndose….
Su padre no estaba en casa, y su madre de pronto la había arrastrado consigo misma, de vuelta al piso de arriba donde estúpidamente pensaron que estarían a salvo.
«Nada de esto puede dañarte» se decía a sí misma mientras más y más imágenes venían a su cabeza, «valor… ten valor».
Apretó sus manos contra su abdomen cuando el desgarrador sonido de la puerta principal de su pequeña casa (viniéndose abajo en pedazos) hizo que su madre gritase aterrada en su oído.
»¡Déjenos! —suplicó ella a las amenazadoras sombras con formas de hombres, que ingresaron a la casa. Aquellos seres, serían lo que Rin pronto conocería como vampiros.
Burlándose de su miedo, tomaron a su madre por el cabello, la tomaron a ella también del mismo modo.
Sobre su cama, Rin inhaló profundo y luego exhaló.
«No podías hacer nada» se permitió llorar un poco.
Tan fuerte como todos los vampiros adentro del castillo donde vivía, sabían que ella era, Rin se dio el permiso de llorar lo que no pudo hacer por haberse quedado hecha piedra en su sitio hasta que a ella también la tomaron de los cabellos y la obligaron a bajar junto a su madre.
«Si los tuvieses enfrente ahora mismo, podrías matarlos sin sudar» se decía, o más bien, eso le decía a su imagen de niña mortal, «¡pero en esos momentos eras una humana! ¡Nada fue culpa tuya!», pero de alguna forma… Rin sentía se sentía responsable, como si el tener mucho poder ahora junto a esas pesadillas, fuese un castigo por no haber muerto junto con sus padres como debió ser.
Castigo por mirar, por no gritar siquiera. Por llorar silenciosamente cuando su madre fue asesinada a sangre fría frente a sus propios ojos.
En el mundo exterior, Rin soltó un gemido lastimero, mientras en el interior de sus párpados, se veía la sangre de su madre correr por el suelo, y la escuchaba dando sus últimos respiros antes de caer de cara contra el piso.
«No es tu culpa… no es tu culpa».
Era increíble, pero de la forma más abrupta y repentina, sus años de inocencia e ingenuidad habían tenido que terminar sí o sí, luego haber probado la muerte misma. Después de haber saboreado su amarga espesura, quemando cada parte de su interior como sangre hirviendo. La joven amable que alguna vez fue, tuvo que quedarse muerta por su propio bien, pero el destino prefirió mantener su cuerpo vivo.
Luego de que su madre fue perforada del pecho, para arrancarle el corazón, Rin fue amarrada y lanzada a una esquina, prometiendo que pronto llegaría su turno.
»El plato fuerte, para el final —había dicho, el que quizás, había sido el líder.
Entre risotadas, aquellos bastardos trajeron bastante pronto, a su padre herido. Después, los otros malnacidos se fueron de la casa y dejaron que el vampiro se quedase con ella y su padre, quien para esos entonces, estaba más muerto que vivo pues apenas se le veía respirando.
Acostada sobre su cama, Rin sentía que la ira la embargaba cada vez que pensaba en la imagen de su padre antes de morir.
Él, que fue tan noble y paternal. Tan amado por su esposa e hija.
¿Cómo dios había permitido tal barbarie?
¿Qué había hecho la gente en el pueblo para merecer tal castigo? ¿Cuál fue su crimen?
Esa noche, Rin había sentido el helado aliento de la parca sobre su nuca, y aun así no pudo emitir medio sonido cuando llegó el turno de su padre de ser usado como alimento. El padre de aquella indefensa chica, fue el último de la familia en morir frente a sus ojos, decapitado por ese sádico ser que se hacía llamar a sí mismo vampiro.
Tomó la cabeza y la arrancó del cuerpo, mostrándole a Rin, entre risotadas, la sangre, la carne y los huesos de la espina dorsal colgando.
¿Qué había hecho ella al presenciar eso?
Nada, se quedó temblando y llorando, paralizada en una esquina, por miedo y el horror, amarrada de pies y manos mientras esa cruel bestia se alimentaba, burlándose, de la cascada de sangre que caía desde la base del cuello del padre de Rin, hasta la boca asquerosa del asesino con filosos colmillos.
Ese monstruo, junto a los otros, también había visitado las otras casas del pueblo. Pero, ni ella ni él; o sus secuaces, se habían dado cuenta de que alguien más había arribado a su celebración de sangre.
No fue hasta que el asesino de la familia de Rin de pronto se encontró sin cabeza, que lo notaron, pues fue rebanada de un solo golpe por una hacha que entró volando desde una ventana, y como un bumerang, cortó a su objetivo y se estrelló contra una de las paredes.
«Si tan solo hubiese llegado antes» pensó todavía dolida por saber que ella había estado viendo cómo devoraban a sus padres sin siquiera maldecir una sola vez a su torturador, diciéndose a sí misma poco después, que ya no tenía caso seguir pensando en eso.
Lo que pasó, había pasado y no había poder en el mundo que pudiese cambiarlo.
Él llegó atravesando el umbral de la puerta. Vestía elegantemente de negro, y sin pararse a ver el desastre que había en esa casa, fue directamente hasta con Rin.
»Mira nada más. Qué patético —había dicho, poniéndose en cuclillas frente a ella—. ¿Quieres que te mate y te saque de tu miseria? ¿O prefieres vivir eternamente?
Cualquier persona sensata habría preguntado, "¿qué clase de opciones son esas?", o "¿quién diablos eres?". Pero, Rin no fue sensata; más bien, su cerebro se había pagado, y para cuando la voz le volvió a la garganta, sólo pronunció un par de palabras:
»Quiero… vivir.
Él sonrió.
»No esperaba menos.
De vuelta a la realidad, en su propio tiempo, Rin abrió los ojos y se secó las lágrimas con los dorsos de las manos.
¿Lo había logrado? Esta vez no había llorado tanto y… no sentía ganas de vomitar.
Tal vez, finalmente, estuviese haciendo buenos progresos.
—Demasiado tarde para arrepentirme —suspiró ante la última imagen de él preguntándole qué quería hacer. Un poco agotada, pasó las manos por su rostro.
Nadie lo sabe con exactitud porque nadie tenía por qué saberlo, pero esa noche, ella no había sido convertida en inmortal del modo tradicional: la famosa mordedura del cuello.
De hecho, ella había sido convertida en vampiro a la edad de 19 años, y su bienvenida fue algo más bien cruel y sádica para, quien fue alguna vez, una modesta florista en el pequeño pueblo que de la noche a la mañana desapareció bajo el fuego.
»Una vez que bebas esto, tú y yo seremos más que una familia. Un lazo que perdurará por toda una eternidad… nos unirá —se le dijo mientras ella temblaba sin poder apartar los ojos de aquel cáliz de oro con una sustancia caliente y roja.
Cuando tomó la decisión de vivir, todo lo que Rin había tenido como su mundo se había deshecho en un parpadeo.
Absolutamente todo su pacífico y monótono universo, se había ido. Su vida entera quedó convertido en cenizas bajo las amenazas monstruosas que él eliminó.
Cuál caballero con armadura brillante, él había aparecido sorpresivamente cuando Rin creyó que vería a sus padres en aquel famoso paraíso eterno en el que creía.
No importaba cuántos años pasasen, aquella imagen jamás se iría ni se deformaría de alguna manera que no fuese para hacer la pesadilla peor, si es que llegaba a ser posible, y casi siempre lo era.
Ojalá esta mañana eso cambiase y pudiese dormir aunque sea un par de horas consecutivas.
Rin, hasta la fecha, no sabía cómo es que él había llegado o por qué se había detenido a rescatarla. Bastante pronto supo que él no era un filántropo sino más bien un comerciante de dolor y muerte.
Él la había salvado.
Él no tenía por qué haber ayudado a la pobre muchachita que se desangraba, herida físicamente, en el piso de su casa, cubierta hasta con su propia orina, sudor y lágrimas. Pero lo hizo.
Él no había tenido ninguna obligación para con la chica humana que moriría antes de que él siquiera pudiese preocuparse por conseguir ropa nueva. ¿Por qué lo había hecho entonces? Cada vez que Rin se lo preguntaba, él solía decirle que no lo fastidiase.
»¿Sigues viva? —preguntó él luego de que aquel ritual de "renacimiento", donde Rin sintió quemarse por dentro, llegase a su conclusión y ella pudiese sentirse más viva que nunca a pesar de que su pulso había desaparecido.
Sin heridas físicas, ella murió y renació, y, sin embargo, su cuerpo estaba mucho mejor que antes. Salvo por las llagas emocionales que sangrarían por muchos años más.
»Ahora ya no eres humana. Felicidades —le acarició la mejilla paternalmente—, bienvenida al mundo de la oscuridad.
Esa sería la primera y última vez que él se mostraría amable con ella.
Aun después de mucho tiempo, como ya se explicó, aquel frívolo vampiro nunca le reveló a Rin el motivo por el cual cazaba a los asesinos de su familia y su pueblo, si es que en verdad ese era su objetivo. Tampoco le explicó por qué no la abandonó luego de haber matado a su objetivo, aunque quizás eso último fue debido a que la salida del sol estaba próxima y tanto él como ella tenían que buscar un sitio donde refugiarse. Tuvieron que usar el viejo y maltratado establo de los caballos.
Sin embargo, Rin se mantuvo bajo su cuidado luego de haberse transformado.
Él se encargó de llevarla a una cama, la que perteneció a sus progenitores; él se ocupó de limpiar el desastre en la casa y, por la noche siguiente, darle sagrada sepultura al padre, a la madre y a básicamente todo el pueblo de Rin, como un último favor a una infeliz muchacha que, ahora, ya no tenía nada más por lo que vivir, salvo un deseo momentáneo por vivir, que de vez en cuando Rin se arrepentía de haber tomado.
Al menos la peor parte de su vida había terminado.
O eso ella pensó.
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…
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¡Gracias por leer!
Como dije, en caso de que esta novela pasada al sessrin no sea bienvenida, la borraré; en caso de que quieran seguirla leyendo bajo este formato, la seguiré publicando. Sea como sea, espero que les haya gustado, saludos y nos estaremos leyendo.
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