N/A ¡Hola! Les presento un nuevo fic. En esta ocasión es acerca de la vida de un personaje del cual se sabe muy poco, y me parece de los más importantes de la saga por su determinación y lealtad. Por ese motivo me pareció interesante crear mi versión de su historia. ¡Espero que lo disfruten!

Este fic ha sido beteado por Adrimazofeifa.


Disclaimer: Todos los personajes, escenarios y hechizos contenidos en esta historia pertenecen a J. K. Rowling. El resto es producto de mi imaginación.


Este fic participa en el reto #52: "Séptimo aniversario" del Foro "Hogwarts a través de los años".


Condiciones elegidas: Nivel Intermedio. Categoría: Etapas de vida.


[1]

—Amo Alastor —un elfo se acercó al escritorio en donde el más joven de los Moody se encontraba dibujando. El niño ni siquiera se volvió a mirar—. Amo Alastor —el elfo insistió atreviéndose a darle unos suaves empujones en el hombro— la cena está servida y sus padres lo esperan— informó.

Fue la noticia de que sus padres habían vuelto a la mansión lo que lo hizo reaccionar: esa visita sólo podía significar que habían logrado algún avance en el frenético intento de la comunidad mágica europea por neutralizar a los seguidores de Gellert Grindelwald, un peligroso mago oscuro que atemorizaba en ese momento a todo el continente. Cada vez que los señores Moody llegaban a la casa, complacían a Alastor con sus anécdotas de enfrentamientos con magos tenebrosos. Debido a su ocupación como aurores y la guerra que se vivía en el mundo mágico, durante los últimos cinco años, habían sido escasas las ocasiones en que se quedaban más de una noche.

—¿Hay alguien más con ellos? —preguntó esperanzado. A la corta edad de once años, ya se había acostumbrado a la visita de los más importantes miembros del Ministerio de Magia Británico y realmente ansiaba una noche en familia.

—No, amo. Me pidieron que le informara que estarán aquí todo el fin de semana. —respondió el elfo.

—Gracias, Lorik. Enseguida bajo —el elfo se inclinó y con un chasquido desapareció.

Alastor bajó corriendo las escaleras y entró deprisa en el salón. Sus padres inmediatamente se levantaron de los cómodos sillones y corrieron a abrazarlo. Habían pasado más de dos semanas desde la última vez que habían visto a su hijo y querían aprovechar al máximo los tres días que les había concedido el Ministro Fawley para pasarlo con él, pues no era un fin de semana cualquiera. Ese mismo domingo sería el día en que por primera vez, el joven heredero a la fortuna de la familia Moody, viajaría a Hogwarts. Al día siguiente irían al Callejón Diagon para comprar todo lo que necesitaba y además, acompañar al niño en el momento que el chico ansiaba desde hacía mucho tiempo: la elección de su varita.

Desde los seis años, gracias a la influencia de sus padres, Alastor se había ilusionado con la idea de ser auror; no era de extrañar, con él se sumarían siete generaciones de magos de la familia Moody, que habían elegido esa carrera y forjado el prestigio del apellido.

La cena consistía en un amplio menú preparado por un especialmente emocionado Lorik que amaba cocinar, pero por lo general sólo lo hacía para el pequeño Alastor, quien, debido a la falta de apetito por la ausencia de sus padres, solicitaba platillos simples. Por este motivo, el elfo era feliz cuando sus amos estaban en casa.

Durante la comida, los señores Moody actualizaron al niño en el acontecer de la alta sociedad mágica y el curso que estaba tomando la guerra. Habían apresado e interrogado a algunos fanáticos de Grindelwald, quien seguía aumentando su poder, creando un ejército de magos oscuros e inferi.

—¿Estás listo para mañana? —quiso saber el señor Moody cuando pasaron a la biblioteca. Lorik les había preparado chocolate caliente y se habían sentado frente a la chimenea.

—Sí, padre. ¡Estoy ansioso por recibir mi varita!

—No lo dudo —respondió la señora Moody sonriendo de oreja a oreja. Siempre había tenido una relación más cercana con su madre, esto debido a que su padre acostumbraba tratar con personas de muy alto rango y era demasiado formal, incluso con él.

Sus padres contaron sus experiencias, cuando, muchos años atrás habían acudido al Callejón Diagon para comprar sus varitas, lo que ilusionó aún más al pequeño, si es que eso era posible, con ese evento tan importante en su vida.

A la mañana siguiente, el día empezó más temprano de lo normal en la mansión de los Moody. Por orden de sus amos, Lorik había preparado el desayuno antes de lo acostumbrado para que la familia pudiera tomar la Red Flu hacia el Callejón Diagon y hacer las compras del colegio durante el día.

A las nueve de la mañana, los tres salieron de la chimenea del Caldero Chorreante y mientras se sacudían las cenizas, el tabernero los recibió con cortesía y los acompañó hasta la parte posterior del establecimiento en donde se encontraron con el ya familiar muro de ladrillos que indicaba la entrada al callejón.

El lugar estaba repleto de personas, en su mayoría estudiantes para comprar los materiales del colegio. Alastor fue guiado por sus padres hacia el primer establecimiento, Flourish & Blotts. Solicitaron el paquete de libros de primer año y luego se dirigieron a comprar túnicas nuevas.

A las doce mediodía, ya habían visitado la mitad de las tiendas y solo faltaba Ollivander´s. El corazón del pequeño se aceleró a tal punto que creía que se le iba a salir. La campana de la puerta anunció su llegada; un muchacho de unos treinta años emergió con una sonrisa en su rostro y los invitó a sentarse. Sus padres aceptaron de mala gana y Alastor conocía el motivo. La familia Ollivander había sido una familia sangre pura reconocida por toda Gran Bretaña y era por ese hombre que estaba frente a ellos que la pureza de su sangre se había perdido, por ser su madre una bruja nacida de muggles.

—Necesitaré tomar las medidas —informó Garrick tomando una regla del escritorio—. Por favor, extienda su brazo.

Después de quince minutos, Ollivander se dirigió a las estanterías para luego regresar con varias cajas de varitas. Examinó todas y le ofreció la primera.

—Espino y pluma de cola de fénix —informó.

Alastor la tomó y, apuntando al aire murmuró: "Lumos". La varita emitió una leve chispa que se evaporó al segundo. Garrick negó con la cabeza y le ofreció otra.

—Endrino y fibra de corazón de dragón.

El niño la tomó y repitió el hechizo. Para su sorpresa, una poderosa fuente de luz surgió de la punta. Alegremente, el creador de varitas le entregó la caja y le dijo:

—¡Felicidades, joven Moody! Pocas veces se encuentra la varita con tan pocos intentos. Le agradezco también que haya preferido probar con un hechizo de iluminación en lugar de desordenar mis papeles o peor aún, incendiarlos —agregó en son de broma mientras le guiñaba un ojo.

—¡Muchas gracias, señor Ollivander!

En realidad, el pequeño deseaba abrazarlo de lo emocionado que estaba, pero sabía que debía mantenerse ecuánime para no decepcionar a sus padres. Estaba feliz porque una vez que estuviera en el colegio tendría ocasión de poner en práctica todos los hechizos que tanto había deseado probar hacer con su propia varita.


—Disfruta y aprende, hijo. Iremos a visitarte cuando tengamos la oportunidad. Envía un saludo de nuestra parte al profesor Dumbledore.

—De acuerdo, padre.

—Te extrañaremos mucho. Cuídate —le dijo su madre; ambos volvieron a abrazarlo con orgullo reflejado en sus rostros.

Alastor corrió hacia el tren, lanzó una última mirada a sus padres y entró. Se encontró con una gran cantidad de estudiantes que buscaban un lugar en los compartimentos. No fue hasta el último vagón, que encontró uno que estaba completamente vacío. Apenas estaba sentándose cuando escuchó que la puerta se deslizaba. Un niño demasiado bajo para su edad, preguntó tímidamente.

—¿Puedo sentarme?

—Adelante —respondió él con cortesía.

Nunca había sido muy sociable. Cuando los amigos de su padre los visitaban acompañados de sus hijos, apenas se dirigían la palabra. Los chicos de su edad estaban más interesados en el Quidditch que en la guerra que se llevaba a cabo en Europa, su tema preferido, por lo que siempre terminaban sentados en esquinas opuestas de la habitación, haciendo sus cosas. Es por eso que, la idea de hacer un amigo en su primer día, le hacía ilusión.

—Soy Alastor Moody —se presentó tendiéndole la mano.

—Filius Flitwick —el joven parecía algo nervioso, pero le dio un apretón de manos.

Luego de unos minutos de conversación, se dio cuenta que era una agradable compañía. Filius le explicó que su baja estatura se debía a que era medio elfo, algo por lo que otros niños siempre lo discriminaban. Sin embargo, ahora que iba a Hogwarts, quería que fuera un nuevo inicio. Alastor le describió cómo había sido su vida hasta ese momento, la ausencia de sus padres, la poca sociabilidad con los demás sangre pura y cómo había esperado el momento de subir al tren y empezar una nueva etapa de su vida. A la mitad del camino, los dos niños ya habían entablado una amistad y compartían dulces que una señora con un carrito les había vendido.

—¿En qué casa crees que te seleccionarán? —preguntó Alastor mientras le quitaba el envoltorio a una rana de chocolate.

—Sinceramente, no tengo idea —respondió Filius—. Nunca conocí a mi padre, y mi madre es una elfo, por lo que no asistió a Hogwarts, así que será una sorpresa para mí. ¿Y tú?

—Por muchas generaciones mi familia ha estado en Ravenclaw, así que probablemente yo también asista ahí. Espero que tú también lo hagas.

A Alastor no le había costado trabajo tomarle cariño a Filius, a pesar de ser lo contrario a un sangre pura, sabía que sus padres no estarían en desacuerdo con su amistad.

—¿A qué se dedican tus padres? —preguntó su nuevo amigo después de un rato.

—Ambos son aurores y por esa es la razón casi nunca están en casa, pues están combatiendo a Grindelwald y es muy arriesgado estar viajando todos los días.

La noticia de que los señores Moody eran aurores le había sorprendido a Filius pues tenía la boca abierta y sus ojos denotaban una creciente emoción.

—¿Aurores? Increíble, ¿crees que pueda conocerlos algún día?

—¡Claro!

Flitwick sacó varios recortes de su maleta y se los tendió. Alastor observó atónito decenas de noticias de los movimientos de Grindelwald. Quizá era coincidencia pero a su nuevo amigo también le fascinaba todo lo relacionado con la guerra. Hablaron de esto durante mucho tiempo hasta que de repente la puerta del compartimiento se abrió. Un joven varios años mayor que ellos, entró y con un tono autoritario les ordenó:

—Deben colocarse sus túnicas, llegaremos en treinta minutos.

Acto seguido cerró la puerta y continuó hacia la siguiente.

—¡Es increíble, estamos cerca de conocer el castillo! —Filius se había levantado de inmediato y rápidamente había sacado su túnica—. ¿Lo has visto alguna vez? ¡Dicen que es asombroso!

—Sólo en imágenes, en la biblioteca de mi casa hay varios libros que narran la historia del colegio.

Ambos jóvenes se cambiaron rápidamente y se volvieron a sentar. Acabaron los bocadillos que quedaban y esperaron ansiosos a que el tren se detuviera. Una vez que llegaron, todos los estudiantes salieron en fila hacia la estación de Hogsmeade. Un anciano estaba gritando:

—Los de primer año, acérquense por favor. ¡Los de primer año!

Alastor miró a su alrededor y observó a un centenar de estudiantes que se dirigían a los carruajes. Entonces recordó lo que le había contado su madre una vez: "Los de primer año, siempre llegan al castillo navegando en el Lago Negro". Así que eso era lo que harían.

—Me llamo Ogg —se presentó el hombre—. Soy el guardabosques y guardián de las llaves y terrenos del colegio. Hoy los guiaré por el Lago Negro hasta el castillo, en donde la profesora McGonagall los espera para la ceremonia de selección.

Alastor sintió como los nervios incrementaban en su interior. Había oído hablar de esa profesora: era muy estricta, según le habían dicho; además, era animaga.

Alastor y Filius se sentaron en la parte delantera de uno de los botes y se prepararon para avanzar. Una vez estuvieron todos acomodados, Ogg dio un ligero golpe con la varita a su bote, y simultáneamente, todos empezaron a moverse en la misma dirección y con la misma velocidad.

—¡La magia es increíble! —declaró un niño, posiblemente hijo de muggles, unos botes a su derecha. Él no podía estar más de acuerdo. A pesar de haber vivido toda su vida rodeado de ella, en ese lugar la magia se respiraba en el aire.

—Estén atentos —anunció Ogg—. Al doblar esta esquina, tendrán la primera impresión de Hogwarts.

Todos murmuraron al unísono un "oooohhhhhh". Un enorme castillo se alzaba imponente ante sus ojos, centenares de ventanas con luces se apreciaban y daban al castillo un aspecto acogedor. Alastor pensó que sin ellas, el lugar parecería tenebroso. Ogg reía por lo bajo; era evidente que la reacción de los nuevos estudiantes al ver el colegio le generaba risa.

Diez minutos después llegaron a tierra firme. El guardabosques les ordenó que lo siguieran por un sendero que se dirigía al castillo. Cuando ya estaban cerca, Alastor observó a una joven bruja esperándolos en la entrada. Era realmente muy bonita, aunque tenía una expresión severa en su rostro.

—Muchas gracias Ogg —inclinó levemente la cabeza hacia el anciano y se giró para verlos de frente—. Bienvenidos al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería —la bruja les hizo una seña para que la siguieran por un gran lobby con una amplia escalera. Caminaron por unos minutos hasta que se detuvo frente a una majestuosa puerta de madera—. En el momento en que atraviesen estas paredes, formarán parte del colegio. La ceremonia de selección se llevará a cabo con el mayor orden posible. Los iré llamando, se sentarán en el taburete, y esperarán a que el Sombrero Seleccionador tome su decisión. ¿Quedó claro?

Todos asintieron provocando una sonrisa de satisfacción en la cara de la profesora. A continuación, la puerta se abrió y Alastor presenció el mayor espectáculo de su vida. Un enorme salón se alzaba frente a ellos, centenares de candelas flotaban bajo el techo que simulaba el paisaje que habían observado afuera. Los estudiantes estaban distribuidos en cuatro grandes mesas, una para cada casa, supuso, y los profesores se encontraban al fondo. Observó al director; ya era mayor y se veía débil, pero según había escuchado, era un mago muy poderoso.

La profesora McGonagall se detuvo al llegar a la pequeña escalera para subir a la mesa de los docentes donde había un sombrero raído y, en apariencia, viejo y usado encima de un pequeño taburete. La profesora se colocó al lado y desenrolló un pergamino que llevaba en la mano.

—¡La ceremonia de selección da comienzo! —anunció. El silencio repentino dio una idea al joven mago de la expectación que generaba esa actividad en cada inicio de curso.

La profesora fue llamando a cada uno de los estudiantes. Al cabo de un rato, llegó el turno de su nuevo amigo. Filius se acercó a la profesora, observó temeroso la mesa de los profesores y finalmente se sentó. McGonagall puso el sombrero en su cabeza y el niño cerró los ojos. El sombrero pareció dudar un momento hasta que gritó: "¡Ravenclaw!". Alastor dejó escapar un suspiro; si todo salía como creía, ambos estarían en la misma casa.

Otra docena de estudiantes fueron seleccionados antes de que la profesora McGonagall dijera:

—Moody, Alastor.

Sin mirar atrás, se dirigió al taburete y se sentó. Cuando la bruja le colocó el sombrero, cerró los ojos, muchos de los estudiantes previamente seleccionados lo habían hecho, posiblemente debido a los nervios.. Inmediatamente sintió como si alguien se hubiera introducido en su mente. Escuchó una voz en su cabeza que le susurró:

—Ah, otro Moody. Podrías ser Ravenclaw como tus antepasados, o Gryffindor, tienes un aire de grandeza y valentía —Alastor tembló, seguramente el sombrero se refería a su interés por la guerra. Pero él realmente deseaba estar con su nuevo amigo y representar la casa de sus padres—. Bien, tomé mi decisión. ¡Ravenclaw!

De inmediato, Alastor supo que esto último se había escuchado en todo el salón pues los estudiantes de su nueva casa y familia en Hogwarts, le vitoreaban. Entre ellos divisó a Filius quien difícilmente se veía entre los demás alumnos. Echando un vistazo a las demás mesas, observó que en la de Gryffindor, había un joven muy alto, con una cabellera abundante que aplaudía alegremente también. Le sorprendió, ya que según tenía entendido, la rivalidad entre las casas era tanta que ni siquiera aplaudían a los recién seleccionados.

Al final de la ceremonia, estaba rodeado de nuevos compañeros: a su lado estaba Filius, al otro una joven llamada Myrtle Warren, y al frente estaban Olive Hornby y Eugenia Jenkins.

Había estado tan pendiente en cómo los estudiantes iban siendo seleccionados, que no había tenido oportunidad de examinar a los profesores. Sólo reconocía a tres de ellos: Minerva Mcgonagall, el director Armando Dippet, y quien estaba sentado a su izquierda, Albus Dumbledore. Se decía que este último era de los mejores magos de Gran Bretaña. Debido a eso, le habían ofrecido varias veces el puesto de Ministro de Magia pero se había conformado con ser profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. También se había rumoreado que era el único mago que sería capaz de enfrentarse a Grindelwald y vencerlo o al menos darle pelea. Alastor estaba ansioso por presenciar sus clases pues sabía que para hacer realidad su sueño de ser auror, uno de los principales requisitos era obtener una buena calificación en Defensa contra las Artes Oscuras. Además, sus padres tenían cierta amistad con él pues habían compartido algunas clases con él y decían que era un gran mago.

La cena no fue muy diferente a lo que ya estaba acostumbrado. La comida de los elfos siempre era muy rica y en Hogwarts no era la excepción. Una vez terminada la cena, los prefectos los guiaron hasta la Sala común de Ravenclaw. Usualmente, para entrar a las salas de las casas, se debía decir una contraseña secreta, pero en la de Ravenclaw había que responder a un acertijo emitido por la aldaba de bronce en forma de águila que cuidaba la puerta de entrada. Uno de los prefectos respondió la pregunta fácilmente y todos entraron a la Sala Común.

Era una impresionante sala circular con una alfombra azul y techo abovedado pintado con estrellas. En el centro de la estancia, había una imponente estatua de mármol blanco de la fundadora Rowena Ravenclaw, luciendo la famosa diadema perdida en su cabeza. Observó a Filius quien, admiraba cada parte de la escultura. Al fondo de 3Las habitaciones se compartían con otros cuatro estudiantes de primer año, entre los cuales, para satisfacción de Alastor, se encontraba su nuevo amigo.

El joven Moody estaba ansioso por que empezaran las lecciones. Sabía que en las del lunes les enseñarían hechizos sencillos que creía ya dominar, al menos en la teoría, pero que le ayudarían a mantenerse ocupado para que el tiempo pasara más rápido y por fin llegara el martes, cuando a primera hora, tendría la primera clase con el profesor Dumbledore.


Había pasado la mitad del curso de aquel primer año en Hogwarts, tanto él como Filius habían aprobado con buenas calificaciones los exámenes de mitad de semestre y ahora los estudiantes se preparaban para volver a casa para las vacaciones de Navidad. Sin embargo, ellos dos habían decidido permanecer en el colegio. Alastor, debido a que si regresaba, la mansión estaría vacía y Filius porque su madre debía trabajar y no podía cuidar de él. Además, ambos habían unido sus investigaciones y querían seguir recolectando información sobre la guerra. Otros pocos estudiantes también se quedarían por distintos motivos.

Sus padres lo habían visitado hacía un par de meses y él había aprovechado para presentarles a su nuevo amigo. Como esperaba, ellos no se mostraron disconformes con él y fueron bastante tolerantes con que no fuera sangre pura. Flitwick por su parte se había entusiasmado mucho y durante una hora los bombardeó con sus preguntas.

—¿No crees que Hornby se ha pasado esta vez? —la pregunta de Filius le tomó por sorpresa. Nadie se atrevía a discutir ese tema en público, quizá por eso, su amigo había decidido esperar a las vacaciones de Navidad, cuando había pocos alumnos, para decírselo.

Olive Hornby se había empeñado en molestar tanto a Myrtle Warren por su aspecto desaliñado y sus grandes gafas, a tal punto que eran escasas las ocasiones en que la pobre Myrtle se presentaba a clases. Moody estaba de acuerdo con su amigo. Durante la última clase del día antes de que partieran a casa, Olive había colocado un escreguto de cola explosiva en la poción de Myrtle. Cuando esta última empezó a revolver los ingredientes, el animal, incómodo por los constantes golpes de la cuchara, había hecho explotar su cola, provocando que la poción le cayera en todo el rostro a la joven bruja que desconsolada, había huído a la enfermería.

—Sí, dicen que la piel estaba toda quemada y no podía colocarse las gafas correctamente. Observó a su amigo quien de había quedado con los ojos muy abiertos a unos estudiantes que entraban al Gran Comedor.

—Mira —dijo Filius de improviso señalando con la cabeza al grupo de Slytherin que en aquel momento estaban cuchicheaban y se sentaban a la mesa—, el que está en el centro es Tom Ryddle. No sabía que se quedarían en el colegio estos días, espero que no nos hagan pasar un mal rato— al ver su confusión le explicó—. Según los rumores, él y sus seguidores están más interesados de la cuenta en las artes oscuras y las experimentan con los hijos de muggles.

Alastor se fijó en la dirección en que su amigo decía y, sorprendido, se dio cuenta que reconocía a varios de los alumnos que conformaban el grupo. Esos magos eran con los que en algún momento, sus padres habían intentado que entablara amistad.

—Los conozco —comentó—, o al menos a algunos de ellos. El de largo cabello casi blanco es el heredero de los Malfoy, creo que su nombre es Abraxas. También está el hijo de un renombrado matrimonio francés, los Lestrange. Me sorprende que sus padres les permitan ese tipo de compañías. Ryddle no es sangre pura, y su reputación no es muy buena que digamos.

—Quizás no lo sepan, o simplemente consideran que Ryddle es buena influencia para sus hijos y hacen la vista gorda al hecho de que no sea de clase alta. De todos modos, será mejor que los vigilemos de cerca y si vemos algo sospechoso, informaremos al director.


—¿Crees que puedas visitarme durante las vacaciones? —Alastor le entregó un pergamino a su amigo, en el, estaba la dirección de su mansión y cómo debía presentarse ante Lorik.

—Seguramente; mi madre querrá que me distraiga un poco y unos días en tu casa con la posibilidad de acceder a tus libros, serán motivos suficientes para convencerla.

—Eso espero, ya me acostumbré a tener compañía, la idea de volver a estar solo por todas las vacaciones no es muy alentadora.

Diciendo esto, le tendió la mano y se dirigió al lugar en donde sus padres lo esperaban ansiosos de noticias sobre su año escolar.