Las personas son seres extraños, la manera en que se desenvuelven dentro de una sociedad es algo digno de estudiar y cuestionarse, todo aquello que construyeron en conjunto tomando en cuenta lo que consideran correcto, incorrecto, inmoral; irónicamente es lo mismo que les tortura día con día, siempre escondiéndose bajo falsas personalidades que eran aceptadas por los demás, pero que generalmente eran todo lo contrario a cómo eran en realidad.

Era algo que todos sabían en el fondo, sin embargo se negaban a admitir en voz alta. Siempre las personas tendían a buscar recibir la menor atención posible en sí mismos, temerosos de que se volvían el centro de atención por mucho tiempo; sus más oscuros secretos saldrían a la luz, por lo tanto esas personas eran las que más señalaban defectos ajenos, compartían escandalosos rumores sobre alguien más para alejar la atención de ellos mismos.

La cuestión con los chismes, es que su efecto es efímero, será como un buen vino que todos parecerán necesitar con desesperación; sedientos de escuchar algo interesante y compartirlo con los demás, sin importar el daño que éste podría ocasionar, pero sólo perduraría un corto tiempo, después, se olvidarían por completo de ese rumor o dejará de parecer tan asombroso y se buscará reemplazarlo por otro.

Así bien, también existían los casos en los que se negaban a perdonar errores del pasado o recuerdos que revivían en sus memorias justo cuando parecía que había sido olvidado por completo.

Tal era el hecho de que en años, no había vuelto a escuchar la historia del cómo él había estado a punto de atravesar el cuello de la Reina de Arendelle con su espada, sin embargo aquella fiesta los había reunido nuevamente y de pronto, todos empezaron a conversar a sus espaldas respecto aquel evento.

Había pasado mucho desde la última vez que había escuchado de ella, pocas cosas interesantes habían ocurrido en Arendelle desde que la Reina sorprendió a todos cuando anunció su compromiso con uno de los Príncipes de Nordlige y posteriormente se casó con él.

Para él, el tiempo también había pasado y al igual que la Reina Elsa; se había casado con la hija del Conde de Verzeihen un par de años atrás. Aquellos compromisos habían cumplido parte de su cometido: desviar la atención, forzar que la nevada en medio de Julio provocada por la Reina de Arendelle (Y lo ocurrido en ella) quedase olvidada.

Pero el destino se había encargado de reunirlos otra vez, burlándose en sus caras, haciéndolos enfrentarse a una situación en la cual ninguno sabía cómo actuar, estaban al tanto de que cualquier acción, palabra o movimiento que realizaran daría pie a toda clase de habladurías.

En algún momento de su estadía en aquel reino, deslizó un sobre bajo la puerta de la habitación de huéspedes que le había sido asignada a la Reina de Arendelle, se había asegurado de que nadie estuviese lo suficientemente cerca como para percatarse de aquel acto, puesto que era algo que las retorcidas mentes podrían malinterpretar con facilidad, un rumor de tal índole no tardaría demasiado en esparcirse por todo el lugar y podría traerles problemas a ambos.

Mildred; su esposa podría entenderlo después de que él le explicase la situación, sin embargo desconocía el cómo reaccionaría el marido de la Reina Elsa en caso de que aquella situación se saliera de control.

Así bien, tras dejar esa carta no hizo el más mínimo intento por acercarse a ella, mientras que la Reina tan sólo se dedicó a mirarle a la distancia, enfocando su vista en cualquier otra cosa cuando se percataba que había sido descubierta por el pelirrojo.

Las cosas transcurrieron de esa manera hasta el momento en que nuevamente coincidieron en el muelle, cuando ambos se preparaban para partir a sus respectivos destinos.

— ¿Esa carta fue una manera sutil de informarme que sabía cuál era mi habitación? — Cuestionó la rubia de pronto, sorprendiendo al pelirrojo al escuchar su voz.

—No volvería a atentar contra su vida, si es acaso eso lo que piensa — Respondió Hans, la rubia asintió levemente con la cabeza —. Lo que escribí en esa carta es completamente cierto.

Elsa suspiró.

—Príncipe Hans, tengo experiencia recibiendo correspondencia de su parte y si algo aprendí es que no puedo dar por hecho lo que usted redacta sobre papel — Comentó la mujer —. Tiene usted una impresionante habilidad con las palabras y sabe perfectamente el cómo utilizar ese talento.

—Cometí errores en el pasado…

—Yo también — Lo interrumpió —. Todos hemos hecho cosas cuestionables en algún punto de nuestra vida, algunas de ellas son difíciles de comprender; lo que usted planeaba hacer en Arendelle sigue siendo un completo misterio para mí, si le soy honesta.

—Era un plan no muy bien definido, debo admitir — Mencionó el sureño —, además de que me vi obligado a improvisar dado ciertas…circunstancias — Ella soltó una casi imperceptible carcajada — ¿Qué le resulta gracioso?

—Quizá esa pequeña…sorpresa — Se refirió de esa manera a sus poderes —, no hubiese sido un problema si alguien no hubiera decidido proponerle matrimonio a mi hermana de forma tan precipitada, no entiendo su plan, porque incluso antes de que congelase Arendelle usted ya estaba actuando de manera poco discreta.

—Durante los años en que intercambiamos correspondencia jamás me pareció percibir interés de su parte — Dijo Hans.

—Fueron años de correspondencia, ni siquiera hubiese recibido una segunda carta de mi parte si no me interesase conversar con usted o conocerle — Dijo ella —. Pensé que usted era un hombre amable, sin mencionar que mostraba interés hacia mi persona y no tanto hacía el hecho de que era la primera en la línea de sucesión al trono.

—Jamás escribiste algo al respecto.

—Alteza, tengo entendido que no es bien visto que una mujer sea quien de él primer paso, sin embargo, puedo decir que usted tampoco preguntó — Le recordó Elsa —, pero honestamente, pensé que habíamos forjado una buena amistad por medio de cartas, mas es evidente que malinterpreté aquello puesto que usted no dudo ni un segundo en asesinarme.

—Estaba desesperado y era… un idiota.

—Estamos de acuerdo en algo — Puso los ojos en blanco —. Debo admitir que aunque me avergüenza, si me decepcionó que no se acercase a mí durante mi coronación, después de todo, la invitación que envié a las Islas del Sur iba dirigida específicamente a usted, esperaba poder conocer a alguien que alguna vez consideré un amigo.

—Pudo haberme mencionado el motivo por el cuál usted se mostraba tan distante y poco interesada en el romance — Reclamó Hans.

—Me alegra no haber confesado mis poderes en alguna de esas cartas — Habló ella —. Pensé hacerlo en varias ocasiones — Admitió, sorprendiéndole —, pero temía que algún indiscreto decidiese leer correspondencia ajena, pensé que si alguna vez nos conocíamos en persona podría confesárselo — Hans quedó sin palabras, no sabiendo cómo reaccionar a aquello —, pero como se lo dije, me alegro de no haberlo hecho, sé que en aquel entonces más que comprensión o apoyo hubiese recibido manipulación de su parte.

Él no fue capaz de defenderse de aquella afirmación.

—Claramente ambos teníamos percepciones erróneas del otro — Agregó Elsa —. Mas le agradezco el que se haya acercado a mi hermana y no a mí, sin duda muchas cosas habrían sido distintas, no sé exactamente que hubiese sucedido, pero al menos…ya no tengo que mantener en secreto mis poderes; sin mencionar que ya los tengo bajo control, mi relación con mi hermana volvió a ser buena, me di la oportunidad de convivir con personas, hacer cosas que ya había olvidado que se sentía hacer…lloré la primera vez que sostuve una flor entre mis manos — Compartió aquella información con el Príncipe — y la cuestión es, que no sé si de no ser por usted yo seguiría siendo tan infeliz como solía serlo, así que, le agradezco el hecho de que usted haya sido tan imprudente, impulsivo e idiota.

—Intente decapitarla…

—Y gracias a que Anna lo impidió consiguió liberarse de un cruel destino al cuál yo la había condenado accidentalmente — Agregó —. Sólo quiero decirle que, en caso de que su carta haya sido completamente honesta, no le guardo rencor alguno; claro que no puedo decir lo mismo sobre Anna.

—Desearía que fuera posible recuperar nuestra amistad.

—Lo considero imposible, no tengo intenciones de arriesgarme a cometer el mismo error dos veces — Rechazó la oferta —. Le deseo lo mejor Príncipe Hans, además creo que debo felicitarlo; tengo entendido que su esposa se encuentra en cinta, enhorabuena, será usted un buen padre.

Hans rió.

—No piensa eso realmente.

—La cortesía me exige decirlo — Justificó Elsa.

—Descuide, tampoco creo poder ser capaz de serlo — Admitió él —. Mildred es dulce, una buena persona, tan sólo me gustaría poder tener la confianza, amistad, en fin, algo similar a lo que nosotros…

—Lamento escuchar eso — Impidió que terminase de hablar.

— ¿Y qué hay de su matrimonio? ¿Algún motivo por el cual su marido no se haya presentado? — Cuestionó.

—Anders ha tenido que quedarse en Arendelle para atender asuntos que me es imposible compartirle — Respondió Elsa —. Somos buenos amigos; eso es algo difícil de encontrar en la corte ¿No lo cree así, Hans?

No tuvo oportunidad de responder, puesto a que alguien le informó a la Reina de Arendelle que su barco se encontraba listo para zarpar.

—Supongo que este es el adiós — Dijo ella.

Quiso desearle un buen viaje o volver a pedirle perdón, pedirle que reconsiderase el intentar nuevamente el ser amigos, pero ella se alejó para subir a su navío.

Terminando de esa manera, la que posiblemente había sido su última conversación personal que tendrían entre ellos.

Hans se lamentó no haber deslizado un sobre debajo de su puerta a tiempo, se odió por no haber sido paciente y luchado por obtener el amor de una joven con quien tan bien se había entendido.

Por años una joven Princesa Elsa había respondido a cada una de sus cartas, confesándole alguna vez que él era su único confidente, liberándose poco a poco de las formalidades y dado pie a chistes y bromas que ahora quedaron en el olvido, quemadas junto al papel en dónde fueron escritas.

El Hans de aquella época se creía tan inteligente que irónicamente pasaba por alto demasiados detalles y había perdido a la que posiblemente sería la mujer más interesante, asombrosa y hermosa que alguna vez había conocido.