Hola! Tenía pensado que este fic fuera parte de un proyecto más grande, en el que ya estoy trabajando. Está todo ambientado en el universo de la película Amor y Monstruos, que está en Netflix. Me gustaría saber qué opinan!

Saludos, y disfruten!

-reddpapaver97


-Debemos ducharnos juntos si queremos ahorrar agua. -Senkuu explicó, sin mirar a Kohaku, quien se había quedado helada, mirándolo con incredulidad mientras él continuaba caminando entre los árboles, como si hubiese dicho algo de lo más normal posible.

Era lo lógico. En los años en que lo había conocido siempre había sido así. La escasez de agua era real y era realmente la única forma que tenían de ducharse durante el fin del mundo.

Aun así.

Era Senkuu, y si bien confiaba en él más que en nadie para sobrevivir, su estómago aún se sentía extraño cada vez que la miraba más de lo necesario o la tocaba ocasionalmente, tanto para darle su apoyo como para detener sus pasos cuando escuchaba a algún depredador cerca.

Habían estado cerca de un año vagando juntos, dirigiéndose hacia "La Montaña", donde se rumoreaba que vivía el grupo más grande de personas sobrevivientes a la fauna mutante que hacía cuatro años atacaba al planeta. Sin embargo, Kohaku conocía a Senkuu desde su etapa escolar, donde habían sido amigos y compañeros antes de la primera radiación, y había dejado de saber de él hasta que se lo encontró por casualidad mientras corría de una gran avispa que había acabado con todo el equipo de reabastecimiento de su colonia, viviendo escondido en un antiguo bus escolar.

Kohaku había llegado a perturbar la paz de Senkuu cuando tuvieron que escapar juntos y observar cómo destrozaban su refugio, que también era su laboratorio, donde se encontraba desarrollando armas biológicas para contrarrestar la radiación y vacunas para los humanos. Debido a esto, se había sentido culpable y decidió acompañarlo en su viaje a La Montaña, sirviéndole de protección contra los mortíferos animales y también de abastecimiento por su aguda visión y conocimiento de los hábitats de la nueva flora y fauna.

Habían pasado por muchas situaciones de vida o muerte a la fecha, y sin embargo, jamás tuvieron que compartir una ducha: durante toda su travesía se habían bañado en aguas casi gélidas y por separado. Encontrar una casa con agua caliente y sin animales extraños era algo casi inimaginable, pero ahí estaban, a pasos de volver luego de recolectar algunas bayas para alimentarse y pasar la noche allí.

La casa había sido abandonada tal y como estaba. Parecía que sus dueños la dejaron en apuros, porque aún estaba equipada con toallas, algo de ropa, artículos de aseo, electrodomésticos y la cocina completa. También tenían un galón de gas con medio vacío que les podía servir.

Y si bien la promesa de una comida caliente y ropa limpia sonaba demasiado bien, Kohaku aún seguía dándole vueltas a la idea de la ducha compartida, pensando en maneras de evitarla o bien imaginándose su cuerpo pegado al de Senkuu de esa manera.

No había un punto intermedio, realmente.

-Creo que deberíamos ducharnos ahora, o nos pasaremos de frío más tarde. -Senkuu comentó, haciendo un inventario de las cosas que tenían mientras ella afilaba sus cuchillas parsimoniosamente, ambos sentados en el suelo de la sala de estar.

Los hombros de Kohaku se tensaron y sus labios se pusieron en una línea, provocando que el peliverde soltara una carcajada.

-Tranquila. No me atrevería a hacerle nada a una leona como tú.

-¡No soy una leona! -exclamó Kohaku, soltando sus armas y cruzándose de brazos.

-Además, tú sabes qué pienso con respecto a todas estas mierdas. -Senkuu complementó, poniéndose de pie y esperándola, mientras una sardónica sonrisa se formaba en su rostro.

-Está bien, pero que sea rápido. -la joven accedió, quitándose la chaqueta y tirándola al sofá.


Senkuu observó detenidamente a Kohaku mientras caminaba hacia el baño, empujando la puerta delante de ella, y se cuestionó si todo esto de bañarse juntos sería una buena idea.

Porque al principio sonaba sumamente lógico, pero ahora estaba comenzando a aterrarle.

Tras años de ignorar tales urgencias y contentándose con su soledad, Senkuu se había visto a sí mismo mirando a la leona más de lo necesario, a veces perdiendo la concentración en medio camino, lo que atentaba tanto con sus principios como con su propia vida.

Debía admitir que cuando apareció en su escondite de improvisto, hace unos meses atrás, más que molesto con ella por provocar la destrucción de su hogar y sus experimentos, estaba feliz de encontrar a alguien de su antigua vida. Más aún cuando se trataba de Kohaku, la mejor artista marcial en todo Japón, y también su amiga por varios años.

A fin de cuentas, nada podía ser peor que encontrarse con Tsukasa y sus aliados, de quien llevaba escapando unos años.

Era algo irónico cómo habían pasado de la situación en que él le enseñaba sobre ciencia a la actualidad, donde ella le enseñaba a sobrevivir a la intemperie a la vez que lo acompañaba al refugio de La Montaña, como una especie de "paga" por haber destrozado su trabajo. Le sorprendió descubrir que tenía una paciencia casi inagotable, y había llegado a temer que solo fuera porque sentía que estaba en deuda con él.

Sin embargo, lo que menos quería era eso. Sacarlo de su zona de confort parecía algo mucho más interesante al momento que encontrar una forma de liberar a lo que quedaba de la humanidad encerrado en soledad. Conocer gente con la que compartir su conocimiento y de las que aprender sonaba como una idea mucho mejor.

Le estaba muy agradecido por todo, y Senkuu no supo en qué momento ese sentimiento comenzó a transformarse en algo más. Pronto, podía recordar con lujo y detalle el momento en que la conoció; sobre todo cuando le dijo -tras unos minutos del primer evento- que estaba "embelesada" por él, y comenzó a preguntarse qué habría pasado si no la hubiese rechazado tan abiertamente.

Senkuu recolectó las toallas, el jabón, el shampoo y la ropa limpia que pudo encontrar mientras esperaba a que Kohaku se preparara y entrara a la ducha, intentando ocupar su mente en algo distinto al por qué ducharse con ella no era una grandísima idea.

Kohaku realmente le atraía. Le gustaba. La quería. Quería seguir viajando con ella: verla disparar, cazar y proteger con pasión. Pero también quería ver su reacción de falsa molestia cuando la llamaba por su apodo y su sonrisa cada vez que él aprendía algo nuevo o se salvaban fortuitamente de una situación complicada.

El peliverde comenzó a quitarse la ropa de manera automática, dejándola sobre la pila de ropa de la leona. Tenían prendida solo la lámpara de gas en el suelo del baño por lo que estaban casi a oscuras, lo que impedía ver más de lo estrictamente necesario.

Kohaku dio el agua cuando él entró, y dio un pequeño brinco al sentirla helada. Rio nerviosa en su lugar antes de colocarle bajo el agua, dejando que esta mojara su cabello por completo.

¿Qué pasaba por su cabeza? ¿Por qué había propuesto esta idea? Solo escucharla y ver su cabello bajo la ducha fue suficiente para hacerlo sentir con náuseas y la piel de gallina. Senkuu se quedó sumamente quieto mientras ella se lavaba, esperando que la sensación se desvaneciera con el tiempo y haciendo oídos sordos y ojos ciegos a cualquier estímulo.

Repasar la tabla periódica nunca le había parecido una idea tan entretenida.

-Estoy lista. -Senkuu despertó de su trance autoinducido, adelantándose para quedar bajo la ducha con los ojos cerrados mientras ella salía.

Todo iba más que bien: comenzó a pasar la barra de jabón por su cuerpo rápidamente luego de lavarse el cabello y en unos minutos ya estaba listo. Sin embargo, Senkuu tenía una pésima suerte, y cuando estaba por cortar el agua dio un paso en falso y se resbaló.

Si Kohaku no hubiese entrado nuevamente a ducha para detener su caída probablemente habría muerto. ¿Cuántas vidas le debía ya? Senkuu se preguntó cuando logró salir de su estupor.

Pronto, las manos de la leona alrededor de su cintura se sentían sofocantemente bien, al igual que su cuerpo, desnudo, pegado al de él.

-Siempre tan descuidado, Senkuu. Tienes que ver donde pisas. -Kohaku comentó sobre su hombro.

-Lo sé, leona. Lo que menos quiero ahora es morir de manera tan ridícula. -rio él, llevando su mano hacia el brazo de ella para que lo soltara, pero la chica parecía totalmente en contra de esa acción. -¿Qué…?

-Lo siento, Senkuu. -lo interrumpió. -Me quedé pensando. -se disculpó Kohaku, retirando su rostro de su pecho y removiendo los brazos de su cuerpo.

-¿En qué pensabas? -el científico ladeó la cabeza. Su voz sonó profunda y extraña, y detuvo los movimientos de la rubia súbitamente.

El agua estaba cayendo sobre ambos y Senkuu no podía escuchar la respiración de Kohaku, pero sí sentir sus latidos en contra de su piel.

El peliverde se tensó cuando sintió los labios de la chica sobre su pecho, regalándole un tierno y discreto beso, que abrió a múltiples interpretaciones. Inconscientemente, volvió a colocar su mano sobre el brazo de Kohaku, como comunicándole que estaba todo bien, y como respuesta, la leona volvió a besarlo, esta vez lamiendo suavemente el lugar donde lo besó y pegando a propósito su cuerpo al de él.

Senkuu se sintió inmediatamente eufórico, e incapaz de decir algo. Sin embargo, su cuerpo parecía actuar por su cuenta, y colocó ambas manos sobre la cintura de Kohaku, apoyando su cabeza sobre la de ella mientras la sentía subir a su cuello para besarlo allí, tomándose el tiempo para besarlo, acariciarlo y probarlo.

Senkuu sintió su entrepierna calentarse y su miembro comenzar a endurecerse en la medida que asimilaba los besos de Kohaku y la idea de que por cuenta propia estaba repartiéndolos por su cuerpo, en silencio y con suma devoción. El sexo de ella, aún lejos de su alcance, irradiaba también calor, indicándole que no estaba imaginando cosas.

Armándose de valor, el científico movió su cabeza y llevó una mano a la barbilla de Kohaku, para enfrentar su mirada y encontrarse con sus ojos nublados y cargados de deseo.

No necesitaba ninguna explicación. Senkuu sabía que si alguno de ellos decía algo el trance en el que estaban podía romperse, como si se tratara de un hechizo. Parecía algo surreal el verla así, y tenerla pegada a su cuerpo de esa manera, pero no estaba dispuesto a recobrar la lógica.

Cuando la besó en los labios, y Kohaku abrió su boca para que él introdujera su lengua, Senkuu supo que se trataba de algo de lo que no podría recuperarse fácilmente. Sentía como si hubiese llegado a su tan preciado refugio en ella, y que podría contentarse con quedarse allí para siempre. Si bien sabía que era algo fuera de las posibilidades, estaba disfrutando mucho soñar cómo poder continuar haciendo esto por el resto de sus días y conjugarlo con sus usuales ambiciones.

El científico gruñó cuando Kohaku gimió sonoramente una vez que apoyó la espalda en la fría pared de cerámica. Su voz podía ser tan estimulante como su cuerpo, que solo en ese momento Senkuu se detuvo a observar: estaba sonrojada desde el pecho a la cabeza, sus pezones estaban bien definidos, los músculos de su abdomen se movían en la medida que ella respiraba, su sexo se divisaba hinchado y expectante, y sus piernas, largas y completamente tonificadas, eran todos un espectáculo por sí mismos. El científico se sentía sediento por ella y los años en que se había negado este tipo de experiencias solo incrementaban su deseo.

Senkuu volvió a besarla en la boca, mordiéndole los labios antes de introducir su lengua y comenzar a guiar el ritmo de su beso. Le fascinaba lo excitada que estaba Kohaku como para comenzar a atraerlo nuevamente a ella, y sentarse en la barra empotrada de la ducha para rodearlo con sus piernas.

Las manos de Kohaku, que antes se encontraban aferradas a su cintura, ahora habían comenzado a recorrerlo desde el cuello hasta el trasero, enterrándole las uñas cada vez que el beso aumentaba de intensidad.

Senkuu se detuvo súbitamente para cederle a Kohaku el control cuando ella comenzó a estimular su entrepierna con suavidad, tomándose el tiempo de conocer esa parte de su cuerpo y cómo le gustaba que lo tocara. Se separó de la rubia solo para mirarla a los ojos mientras ella se encargaba de él, intrigado por conocer sus gestos y ansioso por perderse en su intensa mirada.

-¿Estoy haciéndolo bien? -la leona murmuró, con la voz aterciopelada pero los ojos mostrándose inocentes.

Senkuu sonrió ampliamente antes de asentir, y lentamente se dedicó a tocarla él también, recorriéndola con las manos con suma suavidad, aún debatiéndose en contra de su razonamiento lógico que le decía que no había tiempo para esto: la ducha estaba corriendo, la noche se acercaba, los depredadores rondaban y necesitaban descansar para partir al día siguiente. Por otro lado, hallaba una satisfacción preocupante en escuchar a Kohaku gemir su nombre cuando el científico frotó su sexo delicadamente y tuvo que morderse los labios para evitar hacer más ruido, y sentía que si no hacía esto ahora, después sería muy tarde.

El peliverde introdujo un dedo dentro de ella cuando encontró su entrada, encontrándola dilatada, caliente y húmeda. Esto provocó que Kohaku se estremeciera notoriamente, y detuviera sus ministraciones.

-¿Está bien esto? -preguntó Senkuu, antes de dirigir su boca al cuello de la leona para morderle el cuello.

-S-sí… Pero nunca había hecho algo así… -la leona respiró pesado.

-Está bien… yo tampoco. -el científico se dirigió a su boca para besarla nuevamente, y con mayor desesperación.

No le importaba nada, en realidad. Si hubiese estado con alguien antes o no era irrelevante. De todas formas, no haría nada que ella no quisiera.

Senkuu sumó otro dedo dentro de ella, mientras hacía presión sobre su clítoris, y comenzó a explorarla suavemente, anotando mentalmente qué acciones tenían un mayor efecto sobre los movimientos de su cuerpo, el latir de su corazón y su respiración. Cuando encontró una secuencia perfecta, continuó con ella fielmente, y en poco tiempo llevó a Kohaku a su orgasmo, que se expresó en una fuerte contractura alrededor de sus dedos, su cuerpo tensándose, y sus piernas temblando involuntariamente.


Ahora entendía Kohaku por qué todos dentro de su colonia estaban obsesionados con el sexo, aunque de todas formas le habría gustado que lo expresaran de manera más privada.

Por años, después de la muerte de gran parte de sus amigos y conocidos, se había negado a experimentar cosas nuevas y que parecían tan burdas como esa, aunque en un principio tuvo varias oportunidades de hacerlo. La detenía también en ese entonces la posibilidad de quedar embarazada, que -aunque casi toda la colonia estuviera con métodos de protección permanente- se había hecho una posibilidad cuando una de las chicas se embarazó y dio a luz en pleno apocalipsis.

Pero el sexo era algo realmente liberador: estar desnuda frente a otra persona, llevándote al placer máximo y haciéndote olvidar hasta donde estabas eran sensaciones difíciles de describir, y que requerían un potente deseo por la otra persona.

Deseo como el que ella sentía por Senkuu.

Las cosas habían escalado muy rápido: ella misma había comenzado con todo a pesar de todo su nerviosismo. Probablemente, si el científico no se hubiese resbalado, jamás se habrían encontrado en la posición en la que estaban actualmente.

Kohaku jamás había besado a alguien como besó a Senkuu y tampoco había experimentado un orgasmo tan fenomenal: su poca paciencia para hacerlo ella misma y el complicado ángulo impedían llegar a los lugares que podía llegar él para desarmarla en segundos. El científico tenía todas las herramientas para tenerla a su merced ahora y ella estaba más que de acuerdo con eso.

La mirada de Senkuu, fija en la de ella y desafiante, parecían invitarla a comérselo completo, y tampoco desobedeció a sus instintos. Porque tan pronto como se recuperó de su orgasmo, Kohaku comenzó a besarlo lentamente, y atraer su cuerpo más al suyo y alinear su sexo, duro y grande, con el de ella.

Senkuu sabía que ella estaba protegida contra embarazos desde que hablaron específicamente de eso tiempo atrás, cuando le contó del bebé que había nacido bajo tierra. Al igual que ella, pensaba que era una crueldad tener si quiera la posibilidad de concebir a un ser humano en plena crisis y cuando no podía darle el tiempo suficiente para criarlo, pero no juzgaba a quienes decidían hacerlo. Era un asunto que se tomaba bastante en serio, y Kohaku le hizo saber que ella también cuando le contó que la había operado con el médico de su colonia.

-¿Estás segura de esto, Kohaku? -el científico interrumpió su corriente de pensamiento, y la aludida lo encontró mirándola con cierta preocupación.

-Al diez billones por ciento. -sonrió ella, imitando su tan típica frase y provocando una suave risa en el peliverde.

Senkuu la miró a los ojos mientras la penetraba, y Kohaku se deleitó con la intimidad del momento. Le hacía saber a cada minuto que era él quien estaba haciéndola sentir tan bien, y estaba tan dilatada que el científico no tuvo mayor problema para hundirse por completo en ella.

No iba a negar que dolió, pero, como si la conociera de toda la vida, Senkuu se tomó su tiempo para besarla en la boca, el cuello, y, por último, estimular sus pechos para distraerla y estimularla a la vez. Una vez lista, Kohaku tiró del cabello mojado de Senkuu y movió sus caderas, incitándolo a él a moverse también.


Tal como si fuera su fiel servidor, Senkuu obedeció: se retiró casi por completo de Kohaku para volver a entrar con más seguridad, y llevó ambas manos a los muslos de ella para sostenerla mientras profundizaba su embestida. Sus ojos no se despegaron de los de la rubia sino en ocasiones puntuales, enfocado en observar cómo ella reaccionaba, y solo cuando pudo establecer un ritmo constante y que los tenía a ambos disfrutando lo más posible volvió a besarla en la boca, imitando con su lengua los movimientos de sus caderas, sofocándola de placer.

Era casi ridículo bien que se sentía. El científico jamás había tenido alguna experiencia de este tipo y, sinceramente, comenzó a considerarla una de las mejores. El muro que había construido para prevenirlo de relaciones de este tipo se había derrumbado y, en lugar de sentirse aterrado, se sentía libre. ¿Cómo podría decirle a Kohaku que no esperaba que este fuera un encuentro único? ¿Cómo hacerle saber que quería más de ella que solo su cuerpo mezclado con el suyo?

Bueno, sería un tema para más adelante. Ahora mismo, lo más sensato era dejarse llevar por los tirones de cabello de la leona y complacerla como lo necesitaba; tanto mordiéndole los labios como acariciando su cuerpo a la vez que entraba y salía de ella.

Kohaku se sentía cada vez más estrecha alrededor de su miembro, indicándole que estaba a pasos de correrse, por lo que Senkuu, quien había estado intentando mantener el ritmo sin eyacular, llevó sus dedos hacia el clítoris de la rubia para estimularlo, a la vez que con su mano libre le levantaba la pierna izquierda para llegar más profundo.

Cuando Kohaku se vino, apretándolo de manera indescriptiblemente exquisita, el científico dio rienda suelta a su cuerpo, moviéndose como lo necesitaba para llegar a su orgasmo, que llegó de manera potente, como un shock eléctrico por su columna vertebral, a la vez que podía sentir claramente cómo llenaba a la leona, quien lo observaba con los ojos entrecerrados y la boca semi abierta.

-Puedo sentirte, Senkuu... -Kohaku comentó, con la voz casi desvanecida.

Senkuu imaginaba que estaba en un estado catártico, porque de otra forma esas palabras la habrían ruborizado hasta los pies. Lo había hecho sonar tan erótico que el científico no pudo evitar besarla de manera desesperada mientras prolongaba su orgasmo, algo incómodo con la idea de que todo esto pudiese terminar ahora.

Pero parecía un acuerdo tácito entre ellos: Kohaku lo acarició suavemente luego de que se corrió dentro de ella, continuó besándolo y, cuando finalmente se separaron, lo guio para quedar bajo el agua de la ducha, que ahora se encontraba helada.

Habían agotado todo el gas. Y si bien la cocina era eléctrica, eso los dejaba sin poder lavar su ropa con agua caliente y sin poder prender la estufa empotrada en la sala de estar.

Pero a Senkuu no le podía importar menos cuando Kohaku lo estaba abrazando, con la cabeza apoyada en su pecho y su cuerpo aún caliente impidiendo que se congelara.

-Debemos partir a primera hora mañana. -comentó Senkuu, una vez que cortaron el agua y estuvieron fuera de la ducha, secándose el cuerpo rápidamente para evitar el frío.

El silencio de la leona, tan inusual anteriormente, lo preocuparon enormemente. Senkuu no tenía idea de qué hacer o decir ahora, porque no sabía qué opinaba ella al respecto. Era algo muy difícil de interpretar con sus acciones posteriores, y mirándola de reojo, solo pudo creer que se encontraba pensando.

Una vez vestido, Senkuu se dirigió a la puerta del baño para salir y continuar haciendo el inventario que había dejado a medias, decidido a distraerse lo antes posible, pero fue detenido por la mano de Kohaku alrededor de su muñeca.

-Quizás… no deberíamos volver a hacer esto. -la leona soltó rápidamente, mostrándose afligida.

De todo lo que pudo haberle dicho, eso era definitivamente lo peor. ¿No lo había pasado bien? ¿No se sentía segura? ¿Acaso solo lo hizo para quitarse las ganas de encima? Senkuu la miró con sorpresa por unos segundos antes de intentar reponerse.

-Ja, ¿por qué querría hacerlo de nuevo? -el científico respondió, e inmediatamente se arrepintió cuando el gesto de la leona cambió de inseguro a triste en menos de un segundo.

¿Qué mierda le pasaba? ¿No podía simplemente preguntarle por qué había decidido eso? ¿Por qué le costaba tanto mostrarse vulnerable, ilógico? Senkuu dio la media vuelta y salió definitivamente del cuarto de baño, sin volver a mirarla durante toda la noche.