Holaaa!! pues hace mucho que no publico nada aquí, y decidí traer uno de mis fics viejos que no había tenido oportunidad de colocar aquí.
No es mi estilo, pero la pareja realmente me gusta, o al menos me gustaba cuando era joven (?) ... ahora tengo debilidad y delirio por Sisifo y Sasha a parte de mis ships obvias.
bueno, sin más que agregar, agradezco su atención y lectura. saludos!!!
Divino y prohibido.
Aquél muchacho conocía las características físicas que comprendían a su muy querida amiga, sabía que ella tenía el cabello lila y los ojos verdes, pero nunca se había percatado que esa pequeña cabellera que le colgaba sobre los hombros, había crecido hasta bañarle la espalda muy por debajo de las posaderas, y que además de despedir un aroma similar a las rosas, también parecía hecha de seda; tampoco, Tenma había notado que sus ojos ya no eran tan redondos como antes, ni que las pestañas las tenía tupidas y sutilmente enchinadas, o que las pupilas mostraban toda la pureza de su alma cándida e inocente.
Ahora que por primera vez en su vida notaba esas cualidades, no había podido quitarle la vista de encima; parecía sumido en un extraño y distante mundo que se formaba en el rostro de Sasha.
Sus labios eran pequeños y estaban, con antojo, matizados de un tono rosa palo. No sabía si al moverlos, ella les daba ese efecto, pero contenían una esencia visible a la que él no podía resistirse.
Algo en aquel gesto había cambiado. Tenma ya no podía descubrir a la pequeña niña sonriente de años atrás, su inocencia se veía cubierta por el manto de una mujer dispuesta a asumir todo tipo de responsabilidades, tan valiente como siempre, pero muchas más elegante y dispuesta que nunca.
De la nada las facciones de Sasha dejaron de mostrar alegría. Frunció el ceño y movió los labios más rápido, incluso se atrevió a mostrar los dientes. A él le recordaron aquellas veces en las que defendía a Alone de todos los peligros, pero, en aquel momento, él no se encontraba cerca y estaban muy lejos de encontrarse en una situación como antaño.
—¡Tenma!— La voz le llegó tan clara a los oídos que tuvo que parpadear para abandonar el mundo de ensueños donde se había permitido abrazarla de una forma en que todavía no lo había hecho (ni estaría cerca de hacerlo) jamás. Su voz incluso había dejado de sonar pueril para ser la que ahora regía sobre sus ochenta y ocho caballeros, sin dejar de sonar amable; podía notar que parecía molesta en ese preciso momento, aunque él no lograba entender la razón.
Y suspiró. El modo en que ella exhalaba por la boca lo contagió.
Le pareció encantadora la forma en que bajó la cabeza, se llevó los dedos a la frente y se peinó el flequillo mientras se hacía algunas cuantas ideas acerca del comportamiento de aquel amigo de la infancia. Ninguna de ellas le parecieron lógicas, y con ninguna atinó a comprender su ensimismamiento.
A Tenma ni siquiera le importó. Aquél espectáculo valía millones de veces más la pena, que comer dulces en el comedor del orfanato, o saber que podía romperle la nariz a cualquiera que se atribuyera de bribón
—Creo que no has oído nada de lo que te he dicho—. Murmuró Sasha, pero aunque el sonido era tan bajo como para que algún humano pudiese escucharlo, ahora los oídos de Tenma eran los más ansiosos por saber cualquiera de los secretos que pudiese desprender esa maravillosa boca.
—Claro que sí—. Habló por fin, aunque no podía negar que acababa de mentir, sí con ello lograba atraer de nuevo brillantes esmeraldas. Su cometido dio frutos cuando ella regresó la vista hacia la suya.
—¿Y qué opinas?— Indagó. Tal vez era una prueba, porque él estaba seguro que ella lo sabía, sabía que él no la escuchó...
O tal vez no… tal vez podría engañarla.
Esta vez Sasha dejó la postura elegante para cruzar los brazos sobre el pecho y mirarle como si Tenma hubiese hecho el descubrimiento más grande de la tierra.
El castaño no tenía ni pizca de idea, pero se creía tan inteligente como para engañar unos segundos a la propia Athena.
—Pues…— Los vocablos se apretaban unos contra otros para lograr salir y formar una frase que no lo dejara ni en ridículo, o en un grave aprieto con ella.
—¿Qué?— Sasha no solía ser tan ansiosa, así que eso lo incomodó un poco.
—Es que no sé… Me parece algo lógico, pero…— Se rascó la cabeza para obligar a las palabras a salir de una buena vez. Ni siquiera sabía de qué estaba opinando. A lo mejor estaba firmando su sentencia de muerte, y él ni enterado—. ¿Qué piensas tú?— Extrañamente ella bajó la vista otra vez, al tanto que sus manos se entrelazaron a la altura del vientre y un extraño, pero hermoso tono rojizo se apoderaba de sus mejillas y la vestía aún más hermosa ante los ojos de Tenma.
Ella calló y a él pareció que el mundo se le venía encima, y que el asunto habría merecido cuidado si reaccionaba de ese modo. Lamentó haberse perdido todo el dialogo de ella solamente por descubrirse enamorado (aunque él no lo supiera ni lo imaginara todavía). Se desesperó y mientras miraba hacia todos lados con la esperanza de encontrar a cualquier ente que le contara todos sus secretos, pensaba en algo más que decir: al pobre nada se le ocurrió, y cuando ella levantó la mano para tomar la suya, una descarga eléctrica lo azotó desde el vientre hasta desplazarse por todos los rincones del cuerpo. Sudó frío y sintió que algo revoloteaba en su estómago. Comparó el malestar con lo que sentía cada vez que se tomaban Alone, y ellos dos de la mano y daban vueltas como desquiciados hasta caer finalmente sobre la hierba fresca mientras el mundo entero giraba alrededor.
¿Por qué sentía aquello? No era la primera vez que Sasha tomaba su mano, y aún así… algo ahora era distinto. Él no podía siquiera imaginarlo. Tal vez el respeto al saber su identidad como deidad era lo que lo impulsaba, o tal vez el hecho de saber que Sasha era ahora una persona diferente, una persona inalcanzable.
Se soltó de golpe, quemado por un amor al que aún no le prestaba la atención adecuada. Podría haber vivido o incluso haber matado por tener de nuevo el placer de aquella sensación, pero sabía que dolía y no quería saber al respecto de ella, de momento. Se sentía loco, confundido, y al mismo tiempo, ansioso.
Sasha lo observó sorprendida, callada. Retrajo de nuevo la mano y el sonrojo en su cara fue cambiado por una mueca de dolor que Tenma odió.
—Lo que pasa es que…— Intentó justificarse con cualquier pretexto. Estar herido en el santuario era normal, y aún más para los postulantes como él que estaban en la recta final de su entrenamiento, y sin embargo, el cerebro se le congeló, a él, al chico al que las excusas y palabras eran tan interminables como las estrellas del cielo.
Y aunque para él fuese cosa de locos y de misterios en un laberinto tras otro, para ella la respuesta estaba más que clara: su mirada, sus acciones, su repentino silencio… Todo.
Tragó saliva, y aunque sentía que el corazón se le saldría del pecho y que la respiración se le entrecortaba, encontró la fuerza en su papel de deidad para hablar.
—Puedo entenderlo…— Susurró. Tenma sonrió de un modo que hizo aún más evidente su amor, y eso, lejos de hacerla feliz, produjo en su pecho un dolor mortal al que ella entendió entonces, era el único al que no podría darle una cura.
Los malestares de Kardia eran producto de su misma enfermedad, pero los de ella estaban destinados a serlo debido al amor. Un amor para el que no tenía tiempo, un amor al que no podía dedicarle un solo pensamiento...
Un pequeño bosque había servido para tener un encuentro furtivo para comentar un gran dilema, pero también, para descubrir los secretos del ser humano, y de saltar de la niñez a la edad adulta.
Tenma no dijo nada, pero era evidente que quería probar otra vez la descarga eléctrica de una forma que hasta entonces no había concebido con ella. Sus ojos se mantuvieron fijos en los de Sasha, y las pupilas esmeraldas bajaron una y otra vez hasta los labios sonrosados, regresando devotamente al principio del encanto.
Sasha sonrió, aunque le embriagaba una pena que él aún no conocía.
—No puedo, Tenma—. Respondió—. Perdón… —Su divinidad, su promesa, su valor, la sangre de Aspros y el sufrimiento de Defteros se le imploraban. No podía flaquear, no podía ser aún más humana.
Y fue un alivio que él no entendiera esas palabras o habría sufrido una herida mortal.
Se rió, no supo por qué. Ella copió el sonido de una forma más sutil.
—Debo volver a mi templo— Anunció, aunque hubiera deseado no tener que huir, sabía que de no hacerlo, caería funestamente en las garras del amor.
Tenma asintió.
—Te acompañaré hasta donde pueda—. Ella no respondió. Su corazón la traicionó. Se aferró por un instante a la idea de ser Sasha, no Athena. Colocó la mano sobre las vendas del brazo de su amigo, y devolvió la mirada de una forma apenada, mientras pensaba que podría pedirle a la tierra que se abriera o que a ella se le concediera la habilidad de avestruz.
—Tenma… ¿Puedes…?— Y las cuerdas vocales no dieron para más. Se quedó callada, pero sus brazos se levantaron en una delicada invitación. Para su suerte él no necesitaba ser un sabio para enterarse. Se acercó despacio y colocó el pecho sobre la mejilla de la muchacha, y rodeándola con sus propias manos le regaló un cálido abrazo, uno muy diferente a los de la niñez, uno muy lejano a ser fraterno, y demasiado cercano a ser apasionado.
Gracias por leer!!
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saludos :3
