IMPORTANTE
Me inspiré en la novela "La reina del sur" (o-o), por lo que notarán cierta semejanza en los primeros capítulos. Sin embargo, a excepción de ese primer concepto, la trama será lógicamente distinta. Espero que la disfruten.
ADVERTENCIA
Temas como abuso, violencia, hombre x hombre, etc, abordarán en este fanfic. Si no es de tu agrado, no lo leas.
DISCLAIMER
Boku no hero academia pertenece a Kohei Horikoshi.
1. Correr
Sonó el teléfono y supo que lo iban a matar. Lo supo con tanta certeza que se quedó inmóvil, el cabello pegado a la cara entre el vapor del agua caliente que goteaba en los azulejos. Se quedó muy quieto, conteniendo el aliento como si la inmovilidad o el silencio pudieran cambiar el curso de lo que ya había ocurrido. Su piel desnuda se erizó como si acabara de reventar el grifo del agua fría. Salió de la bañera, dejando rastros de agua hasta el dormitorio, y miró el pequeño teléfono negro sobre la cama.
Si alguna vez suena es porque estoy muerto, Deku, le había dicho Kacchan con aquel apodo con el que lo había bautizado de niño con intenciones no tan buenas, pero que con el paso de los años se había vuelto un alias amoroso entre ambos. Entonces corre y no pares porque ya no estaré ahí para ayudarte. Volvió a sonar el teléfono. Midoriya sabía que no era necesario contestar para saber que Kacchan había muerto, pero no era fácil aceptar que con una simple llamada su mundo se había desmoronado. Cogió el aparato y contestó.
- Mataron a Katsuki.
Katsuki. No reconoció la voz. Debía ser amigo de Kacchan. Debido a su carácter tan abrasador, no había muchas personas que lo frecuentaran. Pero, aunque no conociera a quien estuviera del otro lado de la línea, para llamarlo a Bakugo por su nombre y estarle confirmando lo que no quería creer, sabía que debía formar parte del círculo de amistad de su novio. Se lo imaginaba escuchando atentamente a las palabras del rubio, reunidos en algún apartado de la urbanización, asintiendo sin quejarse, Harás eso por mí. Le avisarás que huya, porque irán por él también.
- Mataron a Katsuki. Así que corre y no pares, porque ahora van por ti.
Aquellas palabras, ahora más desesperadas, lo sacaron de su trance, y se cortó la comunicación. Entonces entró el pánico. Se dio cuenta que estaba temblando, y que el frío y el miedo le impidieron seguir de pie, por lo que cayó a la cama. Miró a su alrededor, sabiendo que sería la última vez que vería su dormitorio adornado de figuritas de acción que tanto les encantaba a ambos, y que Izuku había ido coleccionando con la intención de volver aquel hogar uno propio y confortable para los dos.
Un hogar que se volvería su tumba si no se daba prisa. Corre y no pares, repitió la voz del rubio en su cabeza. Entonces empezó a correr. Tiró el teléfono para vestirse a toda prisa; una camiseta sencilla, unos jeans y sus excepcionales zapatos rojos. Agarró su bolsa donde metió tembloroso una chaqueta, más ropa y su billetera que aun guardaba una decente cantidad de dinero.
Salió del departamento sin detenerse a poner el seguro, ya que no serviría de nada. Al bajar los escalones y salir a la calle, miró a ambos lados, precavido e inseguro, pendiente como un animal que trataba de localizar a su cazador. Eso era después de todo, una presa a la que matarían de un solo tiro si se echaba a correr cuando ya se encontraba en la mira. Irán allí enseguida, y más te vale que no te encuentren ahí. Cruzó la calle, escurriéndose entre las personas mirando sus celulares o esperando a que el semáforo diese luz verde para cruzar. Temió que una de ellas fuera a sacar un cuchillo y lo apuñalara ahí mismo, cortándole la suerte.
Así que ni se te ocurra dejar de correr, ¿me estas oyendo maldito Deku? Y sí que lo estaba oyendo en ese momento, pero no quería hacerlo. Odiaba lo que escuchaba, y se levantó con el ceño fruncido, los labios apretados y los ojos cristalizados. Basta Kacchan, no quiero seguir escuchando esto, dijo levantándose del colchón desnudo de aquel cuarto con intenciones de irse, pero su novio no se lo permitió, y lo aprisionó, sin rudeza, pero firme, entre sus brazos.
¿Crees me importa si quieres o no? Tu vida dependerá de esto si así lo quiere la suerte. Y si quieres vivir, más te vale memorizarte cada palabra que te estoy diciendo, el peliverde derramó una lágrima, y Katsuki la limpió con delicadeza, suavizando su mirada. ¿Por qué me dices esto Kacchan? ¿Huir de quién? ¿Por qué me hablas de muerte…? Los sollozos le impidieron continuar, y abrazó con fuerza al rubio quien lo abrazó devuelta. De quien sea que vaya a hacerte daño. Sigo vivo aun Deku, aquí estoy y no deseo más que estar contigo. Pero si llega ese momento, debes estar preparado.
Apretó la bolsa contra su pecho como si eso fuera a protegerlo de cualquier ataque que podría saltarle encima. Tenía la ropa mojada pegada a su piel, la cabeza baja, acelerando el paso, escuchando un estruendo en el tímpano, como si alguien estuviera golpeándolo. Quería gritar y llorar por su novio, pero el terror recorriéndole todo el cuerpo era lo único que lo mantenía cumpliendo las órdenes de Kacchan.
Cuanto deseaba volverlo a acunar en sus brazos, ver su rostro tranquilo, descansando a su lado, besarlo con ternura y pensar que solo era una horrible pesadilla de la cual acababa de despertar. Cruzó al otro lado, y pensó si debía seguir por la vereda o aventurarse en el parque que quedaba una cuadra más allá. Decidió tomar un taxi.
- ¿Adonde?
Le dio la dirección y llegó en menos de 10 minutos. Subió al departamento en el tercer piso del edificio. No se detuvo a mirar atrás, y casi cayó al tropezar en los escalones. Sus manos no dejaban de temblar, por lo que sostuvo con más fuerza la bolsa. Desde que había salido del departamento, sentía las miradas amenazantes de todos sobre él, acechándolo. Desconfiaba hasta de los niños que reían y jugaban alegremente, como si alguien fuera a aparecer detrás suyo, utilizando a los niños como distracción. La paranoia causaba que el miedo jugueteara con su mente. Su rostro sudaba, y apenas mantenía una respiración estable entre el esfuerzo por no sollozar y quedarse callado.
Se agachó para sacar la llave escondida en la pequeña maceta junto a la puerta, y la abrió con rapidez, mirando a sus lados nuevamente. A pesar de que no había mucha posibilidad de que hubiera alguien ahí dentro, revisó por si las dudas, sintiéndose inquieto e inseguro. Aquel viejo departamento era como un refugio en caso de emergencias (como esa misma). Izuku solo había ido una vez, y Kacchan siempre evitaba frecuentarlo. Ni siquiera este lugar es seguro. Quien sabe quién me haya visto entrar o salir. Así que procura no tardarte, Deku. Toma lo necesario y huye.
Midoriya se mordió el labio, pero se permitió llorar en silencio; por Kacchan, por él mismo, y porque no lo volvería a ver. No volvería a sentir sus brazos rodearlo con seguridad, escucharlo reír ante cualquier estupidez, sus labios contra los suyos, los susurros cariñosos que compartían en la intimidad, y la sonrisa llena de afecto para él y nadie más. Se adentró al dormitorio donde estaba una el armario café de doble fondo. Lo desmontó y sacó una bolsa donde había 4 cosas: un fajo de billetes, los pasaportes de ambos, un cuaderno diminuto y una pistola Beretta. Kacchan le había enseñado a usar armas como esa poco después de aquella escalofriante charla que resonaba en su cabeza. Comprobó que estaba cargada. Empujó el cargador hacia dentro de la empuñadura, liberó el seguro manual, jaló el carro obturador y lo soltó, escuchando la bala introducirse en la recámara. Solo ahí, armado, se sintió un poco seguro.
Contempló un momento la foto de Kacchan en el pasaporte. Estaba serio y tranquilo, el pelo rubio indomable, los ojos rojos apenas entrecerrados. Verlo solo lo hizo llorar aún más, y pegó la foto a su pecho, murmurando su nombre. Metió todo excepto el pasaporte del rubio en su bolsa, dejándola abierta. Sentía el corazón latirle en los oídos mientras trataba de pensar en un plan. No tenía adonde más ir. Pensó en su adorada amiga de la infancia, Ochako, pero lo máximo que podría hacer al verla era despedirse.
Si se refugiaba con ella, no tardaría en saberlo quien fuera el que lo estuviera siguiendo, y los matarían a lo los padres de Ochako quienes fueron los que lo acogieron cuando quedó huérfano a los 16 años, cuando su madre falleció en un accidente de tránsito. Cuanto la extrañaba. Donde fuera que estuviera, seguro le daría la bienvenida a Kacchan, y así ya no estaría sola. Las 2 personas quienes más le otorgaron a Midoriya esa sensación se seguridad y calidez se habían esfumado en un suspiro que dio la muerte. Y así pronto se iría él, seguramente. Como si aquellos 2 seres a quienes amaba y se encontraban en el más allá hubiesen escuchado su crisis, una imagen se le vino a la cabeza.
All For One.
Su nombre real era Shigaraki, pero se había ganado ese apodo debido a varios motivos que Midoriya jamás comprobó si eran ciertos o no. All For One había sido el jefe de Kacchan antes de que pasara a trabajar para su hijo. Era un sujeto amable, callado con los desconocidos, pero cortés y atento con los amigos y los fieles a su servicio. Y bastante cumplidor y trabajador; era el dueño de varias empresas de telecomunicación y manufactura, posiblemente uno de los hombres más ricos en todo Japón.
Izuku había tratado con él varias veces en las fiestas anuales que organizaba por los logros de sus empresas, y en reuniones más privadas y más seguidas a las que solo invitaba a su gente de confianza y familiares, donde Kacchan siempre estaba incluido. Siempre lo respetó y lo trató bien a Izuku. La primera vez que se conocieron, el peliverde se encontraba bastante tímido, debido a lo intimidado que se sentía por él, pero Shigaraki pasó un buen rato hablando con él para engendrar un nuevo lazo de confianza, para que las siguientes veces que se vieran ambos pudieran reír y disfrutar. Midoriya siempre estuvo agradecido por su afabilidad; notaba el aprecio que le tenía a Kacchan y a él. Era lo más cercano a una figura paterna que tuvo en su vida.
Volvió la vista al cuadernito en su bolsa. Se sentó encima del colchón viejo y lo tomó en sus manos. No lo leas, ni lo mires Deku. Y solamente si no tienes escapatoria, cámbiale el cuaderno a Shigaraki por tu vida. Pues, si eso era lo que valía su vida, él estaba en la obligación de saber lo que valía, y la abrió. Había varios nombres anotados, el de Shigaraki, su hijo Tomura, los amigos y socios de su hijo, y muchos otros que no conocía. Direcciones, números... y pronto se le heló la sangre. ¿Qué demonios llevaba haciendo Kacchan todo este tiempo? No lo leas. Ahora entendía el por qué.
Y entonces, la puerta se abrió.
- Mira a quien tenemos aquí, Shinso.
Izuku tiró el pequeño cuaderno en su bolsa mientras se daba la vuelta espantado. Plantados en la puerta tenía al hijo de All For One, Tomura Shigaraki y su compañero, Shinso Hitoshi. Ambos solían ser amigos de Kacchan, y siempre se hallaban en las reuniones de All For One. Y cuando organizaban sus propias fiestas, Kacchan e Izuku encabezaban la lista de invitados.
Por más de tener una fortuna asegurada, Tomura había un iniciado un pequeño negocio, bajo la ayuda del único mayor a quien le permitía aconsejarlo, su socio Kurogiri. Izuku sabía que su negocio era algo que no se hallaba en el campo de lo legal, y que, de concretarse con éxito un proyecto que había iniciado sin ayuda de su padre, el grupo de Tomura vendría a volverse mucho más peligroso de lo que ya era.
Siempre escuchaba cosas en aquellas fiestas, secretos relatados como anécdotas con el propósito de divertir a sus receptores. Era la única fuente que le permitía a Izuku conocer más sobre el trabajo de Kacchan, de cómo es que conseguía tanto dinero para mantenerlos a ambos y gozar de unos cuantos lujos, puesto que el rubio jamás presentaba ánimos de hablarle de su trabajo.
Izuku no dejaba de tener preguntas y unas cuantas opiniones, pero al final del día, menos deseaba fatigar a su novio que saciar sus dudas. Tomura se había vuelto el segundo jefe de Katsuki cuando dejó de trabajar para AFO, y no fue hasta que ocurrió ese cambio laboral que Kacchan le había dado esa temerosa charla. Ahora Midoriya sabía de quien estaba huyendo. Todo lo que yo te cuente de él, te lo callas Deku.
- ¿Dónde está Kacchan?
Tragó duro, mirando con miedo la sonrisa filosa de Tomura y el rostro cansado de Hitoshi. Shinso era apenas un par de años mayor que él, y era con el que mejor se llevaba de todos los amigos de trabajo de Kacchan. Siempre fue callado, y hasta un poco hostil al inicio, pero ambos lograron abrirse el uno al otro, y al encontrarse, siempre se quedaban juntos charlando. No era que Izuku se llevara mal con Kurogiri, Dabi o Jin Bubaigawara, o como prefería ser llamado, Twice, pero con su amigo de pelo oscuro, siempre tenía asegurado un tiempo ameno.
Para Izuku, comunicarse con Tomura siempre había sido un reto. Nunca distinguía algún rastro amistoso en su ironía y burla cuando hablaban, y a veces lo incomodaba la manera en que lo miraba. Por otro lado, era fácil relacionarse con el pelimorado. Hasta Kacchan lo favorecía, era el que "menos irritante" le parecía de todo el grupo. Midoriya lo miró ahora un tanto suplicante, y creyó notar un destello de arrepentimiento en sus ojos. Los amigos eran amigos hasta que dejaban de serlo.
Tomura Shigaraki se acercó con lentitud a Midoriya, chequeándolo de arriba abajo, con una sonrisa lasciva en su rostro. Shinso, por otro lado, miró (incómodo) a su compañero.
- Kacchan- dijo soltando una risita – siempre me pareció curioso como Bakugo aceptaba ese apodo.
Se plantó frente a Izuku, sacándole una cabeza y media por lo menos. El peliverde notó el arma que llevaba en su cintura.
- ¿Dónde está? – repitió, deseando que su voz no sonara tan chillona. Sus mejillas seguían húmedas, y sus manos igual de temblorosas.
Shigaraki rio, dejando sus manos en su cintura, mientras veía con interés al peliverde.
- Se murió.
Escuchó algo más, ese traidor lo tenía merecido. Sintió una extraña sensación cubriéndole todo el cuerpo, como si alguien tomara el control de sus pensamientos y acciones. Y pronto se escuchó decir,
- Hijo de puta.
Y así como ese algo entró a controlarlo, se evaporó, dejándolo a Midoriya sin esa seguridad y fortaleza con la que insultó al hombre delante suyo. Se arrepintió enseguida, al ver la mirada atenta del de pelo claro. Si antes sus posibilidades de salir vivo de aquella situación eran casi imposibles, ahora se habían vuelto nulas.
- ¿Escuchaste Shinso? Debe ser la mala influencia de Bakugo.
Entonces, el peliverde sintió el puñetazo que le arremetió Tomura en el rostro, haciéndolo caer al suelo. Escupió la sangre que sentía llenársele en la boca.
- Basta de juegos Shigaraki. A lo que venimos. – Habló por primera vez Shinso, adentrándose en el dormitorio.
Shigaraki lo agarró al peliverde del brazo con brusquedad, levantándolo para mirarlo con detenimiento, formulando nuevamente su sonrisa.
- ¿Y cuál es la prisa? Igual va a morir.
Midoriya trató de alejarse de él, empujándolo, y gritando con rabia y angustia que lo suelte, pero él no era Kacchan, no tenía su fuerza ni sus músculos, por lo que era fácil para Shigaraki apresarlo con los suyos. La vista se le nubló debido al llanto, pero no cesó su forcejeo hasta que Shigaraki lo lanzó con fuerza sobre el colchón sin quitarle la vista de encima.
- El pobre Izuku anda de duelo. Y yo lo voy a consolar.
Pero Shinso se le adelantó y sacó su pistola, apuntándolo en la frente al peliverde.
- Era el novio de Bakugo y él fue nuestro amigo. Apártate, que no te salpique. - Y Midoriya sintió en los ojos ametistas de quien solía ser su amigo, una disculpa. Perdóname Izuku, lo imaginó diciendo, pero al menos esto no te dolerá.
Y fue luego que se dio cuenta que Shigaraki estaba apuntando a Shinso.
- O te quitas o te mato a ti también.
Mirando a Shigaraki y a Izuku devuelta, Shinso suspiró y guardó su arma. Miró con tristeza y resignación al ojiverde y se retiró del dormitorio. Midoriya escuchó algo romperse, como si alguien atravesara de un golpe la pared de cartón yeso de la sala. Era Shinso, quien la perforó de un poderoso puño. Midoriya le agradeció mentalmente. El pelimorado estaba atado por los negocios a Tomura, y, aun así, hizo el esfuerzo de ponerle fin a su sufrimiento. Quería abrazarlo, seguramente de haber venido solo le habría concedido uno que otro favor.
Pero no pudo razonar más al tener a Shigaraki encima suyo. Gritó con fuerza, exigiendo que se alejara, el instinto natural de supervivencia saliendo a flote, solo para ser callado por otro y otro golpe más. Se limitó a ver al otro lado de la habitación, puesto que la sonrisa repulsiva de Shigaraki le revolvía el estómago. Sintió como le bajaba de un solo tirón el pantalón con el bóxer, mientras él bajaba el cierre del suyo propio, y le tocaba con violencia el pecho. Sentía su aliento chocar contra su cuello, y subir hasta su oreja.
Las lágrimas le impedían ver con claridad, y rogó a quien sea que lo estuviera escuchando que Shigaraki acabara pronto, y lo matara con la misma rapidez al haber fracasado en su huida. Cerró los ojos, pensando que así el dolor disminuiría. Y mientras Shigaraki arremetía con fuerza en su interior, Midoriya sentía que lo empujaba al borde de la cama. Sintiéndose muerto, dejó caer un brazo a lado de la cama, donde se hallaba la bolsa, y sintió la frialdad de la Beretta.
Y entonces abrió los ojos y trató de no ilusionarse. No podía tener tanta suerte, no con todo lo que le estaba ocurriendo. Su mente rebobinó aquel momento en el que liberó el seguro manual y cargó la pistola. Porque de no haber sido producto de su imaginación, aquella arma de fuego en verdad se encontraba cargada y talvez, solo talvez, esos latidos que retumbaban en sus oídos no tendrían por qué cesar cuando Shigaraki se vaciara en su interior. Por lo que, con la mente fija, empuñó con fuerza la Beretta, y se giró hacia Shigaraki, quien paró de embestirlo para verlo.
Entonces, Midoriya levantó la pistola y le disparó en la cara.
