Advertencias:

Top! Harry Potter

Bottom! Draco Malfoy

Young! Harry Potter

Older! Draco Malfoy

Universo Alterno

Sinopsis: Desde que Draco Malfoy encontró a Harry Potter desordenando su habitación ha quedado encantado con su aspecto y personalidad angelical. A partir de ese momento pasan el tiempo juntos cada vez que Draco tiene su periodo de vacaciones, pero eventualmente ambos crecen y toman caminos diferentes terminando por distanciarse cada vez más; Harry nota este hecho y determina que no perderá a Draco por nada del mundo, así que le propone matrimonio «Cuando me gradúe del colegio nos casaremos», después de aquella promesa terminan por distanciarse por completo, situación que siempre pone triste a Draco. No obstante, cinco años más tarde, el nuevo Harry aparece para hacer realidad su promesa.


Antes de iniciar la historia quiero cortarles como surgió está idea:

Cómo ya muchas sabrán, soy fiel fan de Kanda Neko, creadora de mangas del género Yaoi. Kanda tiene un manga titulado «Mayonaka no Oyatsu», dónde precisamente se maneja esta temática (El seme, término utilizado en el yaoi, es menor que el uke). Desde hace algún tiempo, leyendo nuevamente el manga me pregunté qué pasaría si en los lugares de los protagonistas se encontraran Harry y Draco, pensando un poco más en ello y haciendo una serie de modificaciones al argumento inicial esto fue lo que resultó.

Espero lo disfruten.


Cuando Draco volvió de su segundo año de curso en Hogwarts, no esperaba ver a un pequeño torbellino arrollando todo a su paso, desordenando su sagrado santuario, su habitación.

— ¡PAPÁAAAAAA! —gritó horrorizado, mientras observaba al pequeño engendro tomar sus figuras de jugadores de Quidditch profesionales con sus regordetas y torpes manos.

Un elfo doméstico apareció junto al rubio e hizo una reverencia.

— El amo Lucius me ha enviado para preguntar qué ocurre, joven amo Draco.

Draco estaba furibundo. Sus mejillas extremadamente rojas e hinchadas lo delataban.

— ¿Qué es eso? —cuestionó señalando al pequeño.

— ¿Qué cosa, joven amo Draco? —respondió el elfo curioso.

— ¡Esa cosa, esa que está jugando con mis cosas! —exclamó desesperado.

— Es el amo Harry Potter, joven amo Draco—respondió el elfo retorciendo sus manitas.

— ¿Harry Potter? —exclamó fúrico.

— Io —escuchó un infantil balbuceo, giró a ver al pequeño monstruo, quién había dejado su actividad anterior para acercarse a Draco; el pequeño tenía la mano derecha firmemente colocada en el pecho, donde yacía una pequeña snitch dorada bordada cuidadosamente en su peto azul; el niño lo miraba fijamente con sus bonitos y brillantes ojos verdes.

― ¿Qué? —cuestionó Draco desconcertado.

— Io, Hai —respondió el pequeño dándose un ligero golpecito en el pecho.

— ¡Oh, por Merlín! —gimió Draco derrotado; si, era un pequeño trol, pero era un trol bastante adorable.

— Mi nombre es Draco Malfoy —se presentó levantando el mentón con orgullo.

El pequeño sonrió provocando que sus mejillas se inflaran, ofreció su pequeña mano; Draco lo observó por varios segundos hasta que comprendió.

¡Oh, no, no! Él no se iba a hacer amigo del pequeño trol de jardín. Estaba firmemente dignado a no hacerlo, pero...

— ¿Daco? —balbuceó acongojado, sus ojitos verdes comenzaron a llenarse de lágrimas.

¡Por Salazar, estoy perdido! , pensó en el instante en que cayó rendido ante un pequeño que seguramente ni siquiera cumplía los tres años de edad. Pero era inevitable, era un pequeño y adorable trol de hermosos ojos verdes. Y la forma en que dijo su nombre... Simplemente lo adoró. Y no pudo dejar de hacerlo por el resto de su vida.


Harry Potter era el hijo de James Potter y Lily Evans. Ambos, muy amigos de su padrastro Sirius Black.

¿Padrastro? Se preguntarán. Así es, Sirius Black era el padrastro de Draco.

Lucius Malfoy alguna vez estuvo casado con Narcissa Black, la madre biológica de Draco, pero un lamentable accidente la había separado de su familia cuando el pequeño Draco apenas tenía cinco años. Todos la recordaban como una mujer hermosa, distinguida e independiente; ella era adorada.

Y Draco... El pequeño Draco sufrió mucho. Le costó muchísimo esfuerzo asimilar que su madre ya no estaría y que sólo serían él y su padre a partir de ese momento.

Así, pasaron un par de años en los que en efecto, únicamente fueron él y su padre; eso por supuesto hasta que llegó Sirius Black.

Claro, Lucius Malfoy en algún momento iba a rehacer su vida. La ventaja en su caso es que podía hacerlo con quién él deseara, pues ya no estaba obligado a engendrar un heredero, ya lo había hecho con Narcissa.

Volvió a ver a Sirius en una fiesta de ex compañeros del colegio a la que le había invitado su amigo Severus, quién al estar soltero no había querido asistir solo y como Lucius era su mejor amigo tuvo que aceptar.

Cuando se reencontraron fue consciente de que el enamoramiento pasajero que creyó haber sepultado hace años continuaba tan latente y abrasador como en sus días de escuela. Si, se había enlazado con Narcissa y la quiso y respetó como todo esposo sangre pura está obligado a hacer. Pero sólo fue parte de su deber como heredero de la familia Malfoy, no porque él lo deseara.

Tiempo después, cuando la vida le dio una segunda oportunidad, no dudó en aprovecharla. Y fue así como terminó conquistando el corazón del primo de su difunta esposa.

Para entonces Draco ya tenía ocho años de edad, así que le fue más fácil comprender que su padre sentía por Sirius algo parecido a lo que alguna vez sintió por su madre y que de ahora en adelante nuevamente serían tres.

Ahora, con trece años de edad, comprendía mejor lo que significaba que su padre sentía; era más claro para él que Lucius estaba enamorado de Sirius, eso que los adultos decían debías sentir para querer estar el resto de la vida con otra persona.

Cómo Sirius era muy amigo de los Potter, era lógico que en algún momento los iba a llevar a la mansión. Sólo que extrañamente en cinco años no lo había hecho y cuando lo hizo fue justo el momento en que Draco comenzó sus vacaciones de fin de curso.

James y Lily Potter se encontraban en el despacho de Sirius conversando cuando su pequeño hijo se escapó y comenzó a rondar en la mansión. De desordenar un lugar fue a otro y otro hasta que llegó a la habitación de Draco. Al ver las bonitas figuras de los jugadores de Quidditch pulcramente acomodadas sobre el escritorio, los estandartes de la casa de Slytherin y el equipo de Puddlemere United, la escoba de Quidditch y otros juguetes se emocionó tanto que no tardó en arrasar con todo el lugar. Mientras tanto, su padre y él habían llegado de la Estación Gringotts y Draco deseaba tomar una siesta antes del almuerzo por lo que había subido directamente a su habitación encontrándose con tal sorpresa.

Así como había sido criado Draco; consentido y mimado, lo más lógico es que una vez el elfo le explicara de donde salió el niño lo terminaría por echar de su alcoba y seguramente habría tomado esa merecida siesta que tanto ansiaba, pero su vocecita tierna, su adorable aspecto y su agradable personalidad ayudaron a que nada de eso ocurriera, por el contrario, lo adoró, Harry era un bebé encantador.

Así que lo tomó de la mano y lo llevó al centro de la habitación, allí se sentaron a jugar por un rato con las figuras de acción, fingiendo que volaban por los aires y jugaban en el mundial de Quidditch. Después, cuando se aburrieron, salieron al jardín y comenzaron a correr persiguiéndose por la gran extensión del terreno. Al fin cansados, se sentaron en el pasto. Draco comenzó a explicarle el nombre de las plantas y flores del jardín, mientras Harry extendía las manos y trataba de apropiarse de algunas. Y cada vez que lo hacía el rubio detenía su explicación para recordarle que no era apropiado maltratarlas y mutilarlas.

La manera en que sonreía cada vez que Draco fruncía el ceño y le explicaba que lo que estaba haciendo estaba mal o cuando le daba palmaditas en la cabeza por haberse portado bien reconfortaba el corazón del rubio. Un sentimiento que hace mucho no experimentaba.

— Draco no ha dejado ir ni por un segundo al pequeño Harry desde que llegó —mencionó Sirius a sus amigos, los cuatro adultos observaban la interacción de los menores desde lejos.

Harry refunfuñaba cada vez que Draco alejaba sus manitas de las flores, pero obedecía y el rubio le sonreía alagándolo por ser un niño tan obediente. Entonces Harry volvía a reír y la explicación continuaba.

— ¡Draco! —llamó su padre—. ¡Los Potter ya tienen que irse!

El rubio resopló fastidiado.

— ¡Pues que se vayan! —exclamó intentando hacerse el desentendido.

Lucius cerró los ojos breves segundos para no explotar de furia frente a los amigos de su pareja.

— Déjalo, hablaré con él —dijo Sirius con una sonrisa. Caminó hasta los niños y se tiró en el pasto como ellos.

«¿A qué están jugando? —cuestionó el mayor.

Draco atrajo a Harry y lo envolvió con sus brazos. Entrecerró los ojos, era obvio que estaba disgustado.

— Sé que quieres llevarte a Harry —Sirius soltó una carcajada.

— ¡Siento decirles que se lo ha apropiado! —gritó hacia los adultos.

— No es un juguete —resopló Lucius.

Los padres de Harry también comenzaron a reír.

— Draco podría venir con nosotros —manifestó Lily. Lucius negó.

— Mi hijo acaba de volver de Hogwarts, no permitiré que se vaya nuevamente.

— O ustedes pueden quedarse unos días aquí —sugirió Black.

James y Lily se miraron por unos segundos, determinando cuál sería la mejor opción.

— Claro, creo que unos días en convivencia con Lucius Malfoy no nos vendría mal.

Lucius gruñó.

Y entonces, el resto de los días de vacaciones Draco y Harry la pasaron haciendo todo juntos. El rubio siempre estaba listo para enseñar a Harry todo lo que consideraba propio para un niño de tres años, le ayudaba a comer, le ayudó a la señora Potter a bañarlo, jugaron todos los juegos que se les ocurrieron y durmieron juntos. Prácticamente se convirtieron en hermanos.

Por eso, cuando fue momento de despedirse Harry lloró amargamente y aclamó por Draco por varios días.

Para Draco tampoco fue fácil. Desde días previos al inicio del curso, se sentía triste y afligido. No quería dejar a Harry, para él habría sido perfecto tener la oportunidad de llevarlo consigo al colegio, pero eso no estaba permitido.

Y así, el primer momento de separación llegó.


Después del primer encuentro, Draco ansiaba las vacaciones para poder volver a ver a Harry. Y Harry no se mostraba menos emocionado que él.

A pesar de su corta edad, Harry sabía perfectamente que Draco asistía al colegio y que por eso no podía estar todo el tiempo con él, así que siempre le preguntaba a su madre y a su padre cuánto faltaba para ver a Draco nuevamente.

Cuando cumplió cinco años, sus padres le regalaron un calendario mágico dónde indicaba cuántos días faltaban antes de que Draco volviera a la mansión. Y conforme el número de días iba disminuyendo Harry se encontraba más y más ansioso, tratando de preparar dulces, juguetes y cualquier cosa que creía le podría gustar a Draco.

Así pasaron cinco años.

Draco se graduó de Hogwarts con honores y Harry comenzó con sus estudios elementales de control de magia.

Draco recordaba vagamente su fiesta de graduación. Cómo todo en los Malfoy, la fiesta había sido ostentosa. Pero había algo que no podía olvidar, el momento en que reveló sus planes a futuro, un momento emocionante sin duda, pero también el momento que cambió drásticamente su relación con Harry.


El día comenzó muy bien.

Draco despertó a las siete de la mañana como siempre lo había hecho desde que ingresó al colegio. Se dio el tiempo para tomar un baño caliente y se vistió pulcramente con una túnica verde albahaca que su padre le había enviado días antes. Se observó en el espejo y asintió a gusto con su apariencia.

― ¡Caray, Draco! ¿Estás muy ansioso por salir de aquí? ―cuestionó Blaise Zabini, uno de sus compañeros de habitación.

Draco lo miró y se encogió de hombros.

― Aunque sea el último día no hay que perder los hábitos.

― Por supuesto, voy a tomar una ducha ―respondió tomando una toalla―. A ver si puedes despertar a Theo ―agregó señalando hacia las cortinas recorridas que cubrían la cama de su otro compañero.

― Theo no está ―Blaise se detuvo―. Cuando entré a tomar mi baño él iba rumbo a la biblioteca.

Blaise hizo cara de asco y caminó hacia la cama de Theo, recorrió las cortinas constatando que efectivamente no estaba allí.

― Si que se toman en serio lo de no perder los hábitos.

Una vez Blaise se fue, Draco concentró su atención en su equipaje para asegurarse que no olvidaba algo. Una vez satisfecho tomó sus cosas y salió con rumbo al expreso.

El viaje de vuelta a Londres fue tranquilo, sus amigos conversaban animadamente mientras él se concentraba únicamente en mirar por la ventana. Ciertamente estaba muy feliz de haber terminado satisfactoriamente el colegio, pero aun así no podía evitar pensar que la adultez estaba llegando a su vida.

Una vez en Londres se despidió de sus amigos, prometiéndose que se escribirían de vez en cuando. Después buscó a su familia, sonrió al verlos, pero sus ojos se iluminaron al ver que no sólo estaba Lucius y Sirius, Harry los acompañaba.

― ¡Harry! ―gritó feliz al ver al pequeño de seis años correr en su dirección.

Lo atrapó en el camino envolviéndolo en un fuerte abrazo y plantó un sonoro beso en su mejilla.

― Draco, te extrañé mucho ―dijo el pequeño ocultando su rostro en el cuello del rubio. Draco acarició su espaldita.

― Yo también te extrañé mi pequeño ángel ―dijo con cariño.

Estuvieron largo rato en la estación, esperando a que Harry se dignara a despegarse de Draco, pero al no lograrlo decidieron que se aparecerían así, esperando que los dos niños no se unieran en el proceso.

― ¡SORPRESA! ―Draco escuchó al aparecer en el vestíbulo principal de la mansión, una gran multitud de personas sonreían en su dirección y sobre ellos había un enorme cartelón que decía «¡Felicidades, Draco!» encantado para que las letras brillaran.

― No tenían que hacerlo ―dijo a sus padres.

― Sólo te puedes graduar una vez de Hogwarts ―dijo Sirius guiñándole un ojo.

― ¡Felicidades, hijo! ―exclamó Lucius acercándose a Draco para darle un abrazo, hizo una mueca cuando tuvo que rodear también a Harry en el proceso.

Draco se disculpó con su padre por eso, pero Lucius negó, sabía que el niño Potter tenía una fijación muy fuerte con Draco.

― Harry, será mejor que dejes un momento a Draco ―la madre de Harry se acercó y tomó a su pequeño del torso intentando alejarlo del rubio―. Vamos Harry, Draco tiene que hablar con los invitados y no podrá hacerlo si estás pegado a él todo el tiempo.

― No me quiero separar de Draco ―respondió el niño mostrando al fin el rostro.

― Harry, ¿qué te parece si invitamos a Draco para que pase la noche en el Valle de Godric? ―está vez era James haciendo su intento.

― ¿Irás con nosotros? ―Draco asintió con una sonrisa―. ¿Y dormiremos juntos?

― Por supuesto ―respondió el rubio.

Sólo así Lily pudo tomar al niño.

Draco se paseó por el gran salón saludando y agradeciendo las felicitaciones. Muchos de los rostros de los presentes eran totalmente desconocidos para él, pero como buen Malfoy supo comportarse con diplomacia. Después de al fin hablar con todos los invitados, su padre lo llamó para que diera un pequeño discurso, una costumbre en las celebraciones de graduación; esencialmente dicho discurso se daba para agradecer el apoyo durante los años de estudio y revelar los planes a futuro.

― Gracias a todos por estar aquí, realmente fue una grata sorpresa ―comenzó―. Estoy muy agradecido con mis padres por haber organizado esta celebración a pesar de que les escribí en varias ocasiones en mis cartas que no deseaba una fiesta ―todos comenzaron a reír―. No obstante, estoy mucho más agradecido con ellos por el apoyo que me brindaron durante estos siete años. También, estoy muy orgulloso de mi padre, porque a pesar de que deseaba enviarme a Durmstrang decidió cumplir el deseo de mi madre y fui enviado a Hogwarts. Significa mucho para mí. Por último, pero no por eso menos importantes, quiero agradecer a mis amigos y sobre todo a Harry porque ha sido la luz de mi vida desde el primer momento que lo conocí.

Los invitados comenzaron a aplaudir emocionados por las palabras tan emotivas.

Draco se aclaró la garganta antes de continuar.

― Después del extenso agradecimiento quiero finalizar mi discurso revelando mis planes a futuro. Lo medité bastante y conversé con mis padres al respecto antes de tomar la decisión de mudarme a Francia para estudiar leyes.

Las brujas y magos presentes aplaudieron y comenzaron a acercarse para felicitarlo.

Mientras tanto, Lily y James Potter corrían tras su hijo, quien al ser más veloz logró llegar a la chimenea y atravesar antes de que lo alcanzaran.

― Fue a casa, estoy segura ―dijo Lily echando polvos a la chimenea para alcanzarlo.

― Harry, cariño, ¿Dónde estás? ―cuestionó Lily una vez llegaron a su casa en Valle de Godric.

— ¡Odio Francia! —refunfuñó el niño. Ambos padres suspiraron tranquilos al ver que su hijo se encontraba a salvo.

Por su parte, Harry no podía comprender que Draco lo abandonara para irse a Francia. Por supuesto, él era muy joven para ir con Draco, ni siquiera había recibido su carta de Hogwarts, pero aun así sintió mucha tristeza. Él había creído que después de Hogwarts Draco estaría con él para siempre. Y ya no tendría que esperar las vacaciones para verlo.

— Harry —su padre se acercó a él y le pasó un brazo por los hombros—, Draco ya es un chico grande que tiene que comenzar a tomar responsabilidades de adulto.

— ¡Odio a los adultos! ¡Te odio a ti! ¡Odio a Draco! —gritó enfurecido y corrió a su habitación.

James se disculpó al ver que Draco se encontraba en el vestíbulo, había viajado hasta Valle de Godric con la intención de hablar con Harry una vez pudo deshacerse de la muchedumbre y hacerle comprender que sin importar dónde estuviera siempre serían los mejores amigos.

— No se preocupe, señor Potter —dijo Draco sonriéndole con amabilidad—. Sé que es difícil para Harry y también sé que no me odia, lo dijo porque está triste.

— Aun así, no pudiste evitar sentirte triste —dijo Lily comprensiva—. Ven, toma un poco de té y después intenta hablar con Harry. Ambos necesitan relajarse.

Aceptó, pero tomó su té lo más rápido que pudo, la verdad es que no quería dejar esperando a Harry, necesitaba hablar con él.

Se dirigió a la habitación y tocó la puerta un par de veces para no irrumpir sin autorización, pero al no recibir respuesta entró cautelosamente.

Harry estaba recostado en su cama leyendo una de esas revistas muggles que llamaba cómic.

— ¿Sigues molesto conmigo? —cuestionó mientras se sentaba al lado del menor.

Harry hizo a un lado la revista.

— No estoy molesto —respondió haciendo una carita adorable—. Bueno, hace rato lo estaba, pero no contigo, estaba molesto conmigo por no ser mayor para poder ir contigo.

Draco sonrió.

— No estés triste, no me iré para siempre, tampoco te estoy abandonando, esto tengo que hacerlo, cuando tú cumplas mi edad también tendrás que tomar una decisión similar—y besó la cabellera azabache, su ángel era tan adorable; los gestos que hacía el pequeño moreno, junto con sus brillantes ojos verdes y su carita inocente lo hacían ver sumamente tierno—. ¡Eres tan adorable! —gimió y lo abrazó con fuerza.

Harry sonrió y correspondió al abrazo.

— ¿Vendrás a visitarme en vacaciones? —dijo esperanzado.

— Por supuesto, siempre que venga a Inglaterra mi tiempo será para ti —respondió sonriendo alegre.

Pero Draco no volvió.

Tal vez estuvo mal mentirle a Harry y decirle que volvería en vacaciones. Pero no quería verlo llorar de nuevo. Era lógico, Draco ya no era un niño, sus aspiraciones comenzaron a cambiar, las ambiciones infantiles se había disipado y ahora no quedaban más que metas profesionales.

De nuevo, pasaron otros cinco años. Draco cumplió veintidós años y Harry estaba por cumplir los doce. El rubio había dejado de ser un niño por completo y Harry estaba en la edad floreciente de su niñez. Y aunque el rubio estaba avergonzado por haber abandonado al menor a pesar de su promesa e intentó por todos los medios posibles no enfrentar la realidad, el destino se empeñó en unirlos nuevamente.

Apenas había pasado un mes desde que Draco volvió de Francia, inmediatamente fue contratado como el subsecretario del Ministro. indudablemente un excelente puesto, dijo su padre. Así como fue contratado, también buscó un departamento en Londres, con la intención de convertirse en un hombre totalmente independiente.

Una tarde, antes de salir del ministerio, recibió una nota por parte de su padre, en ella lo invitaba a cenar. Como tenía mucho tiempo que no convivía formalmente con sus padres, decidió aceptar. Así que saliendo del ministerio fue directamente a Wiltshire.

La cena fue muy divertida y reconfortante, definitivamente necesitaba pasar tiempo con su familia. Conversando, riendo y bebiendo vino élfico en grandes cantidades terminó por quedarse dormido. Y al día siguiente, cuando despertó, lo primero que vio fueron unos brillantes ojos verdes tras unas enormes y anticuadas gafas redondas.

― ¿Harry? ―cuestionó parpadeando repetidas veces.

― Bebe esto ―el niño le acercó a la boca un vial, Draco bebió sin cuestionar, el sabor semi amargo le indicó que se trataba de una poción contra la resaca.

― Gracias ―susurró cerrando los ojos y relajándose esperando para que la poción hiciera efecto.

― Has estado evitándome ―escuchó después de varios minutos, incluso estaba a punto de volver a quedarse dormido ante el silencio prolongado.

― Yo…

― Lo has hecho, pero no estoy molesto. Sirius me explicó porque no podías dejar Francia.

― ¿Desde cuándo lo llamas Sirius? ―cuestionó abriendo los ojos para mirar al niño.

― Desde hace un año o dos, realmente no lo recuerdo bien ―respondió encogiéndose de hombros.

― ¿Y mi padre ahora es Lucius? ―Harry hizo una mueca y negó con la cabeza, Draco sonrió.

― ¡Eres tan lindo! ―dijo sin poder evitar acercarse y abrazar al menor.

― ¡No soy lindo, Draco! ―se quejó―. Los hombres no podemos ser lindo.

― Pero tú eres muy lindo ―sentenció besando la mejilla del menor, cuando se separó para observar su rostro se dio cuenta que el niño estaba sumamente sonrojado―. ¿Te sientes mal? ―preguntó preocupado.

Harry negó repetidas veces con la cabeza y se alejó dando dos pasos hacia atrás.

― Vamos a desayunar, nuestros padres nos esperan ―y salió de la habitación dejando completamente confundido al rubio.

Como Harry estaba de vacaciones, pasaron algunos días juntos. En esos días Draco notó que Harry se comportaba extraño. Cada vez que Draco se acercaba demasiado lo empujaba, cuando quería alimentarlo el niño le gruñía y cuando le había invitado a dormir con él el otro le había gritado que ya no era un niño pequeño que necesitaba dormir con otra persona. Eso provocó que Draco comenzara a sentirse triste, era obvio que Harry ya no lo quería y todo era por su propia culpa, era el único que había influido para que Harry se distanciara.

Pero su perspectiva cambió cuando Harry llegó sorpresivamente a su departamento.

― ¡Harry! ¿Cómo llegaste aquí? ―exclamó sorprendido, lo hizo pasar y lo llevó a la sala―. ¿Tus padres saben que estás aquí?

El niño negó.

― Voy a llamarlos para…

― No lo hagas por favor ―pidió, Draco se detuvo.

Harry resopló.

― ¿Acaso huiste de casa? ―preguntó mucho más preocupado.

― No lo hice. Sólo vine porque necesito preguntarte algo antes de volver a Hogwarts, Draco recordó en ese momento que al siguiente día sería primero de septiembre y se sintió estúpido por ni siquiera tener presente ese dato. Entonces decidió que dejaría que Harry hablara y le dijera lo que sea que lo había hecho viajar desde tan lejos.

― Está bien, dime qué sucede.

— ¿Draco, te casarías conmigo? —dijo apoyando una rodilla en el suelo y levantando un adorable anillo de plástico que brillaba de múltiples colores.

¡Oh, por Merlín! Este niño. En ocasiones simplemente no podía comprender qué pasaba por la cabeza de Harry.

— ¿De dónde has sacado este hermoso anillo? —dijo entre risas.

Harry frunció el ceño y se puso de pie.

— ¿Por qué te ríes? ¡No estoy bromeando! —exclamó con firmeza—. Mi propuesta es bastante genuina. Volveré a hacerlo —dijo moviéndose con intención de arrodillarse nuevamente, pero Draco lo detuvo.

— No tienes que hacerlo nuevamente, he oído tu pregunta y ya veo que estás hablando bastante en serio —dijo en modo serio, aunque por dentro estaba riéndose por la tan adorable e inesperada propuesta.

— ¿Entonces cuál es tu respuesta? —dijo ofreciendo su anillo.

— Vamos a hacer una cosa… ―respondió indeciso.

— Vas a rechazarme —dijo el niño conteniendo el llanto, su cara se arrugó dándole un aspecto de elfo doméstico viejo.

Draco se apresuró a negar con la cabeza.

— No, no. Lo que iba a decir es que acepto —y ofreció su dedo anular para que Harry colocara el anillo, por supuesto Harry lo hizo gustoso—. Pero no podemos casarnos ahora.

— ¿Por qué no? —cuestionó Harry ladeando la cabeza.

— Eres demasiado joven, existe una ley que prohíbe que niños de doce años celebren un matrimonio.

Harry frunció los labios.

— ¿Entonces cuándo podremos casarnos? —preguntó realmente interesado en la respuesta.

A Draco se le hizo fácil responder:

— Cuando cumplas diecisiete —para eso faltaban cinco años, en ese tiempo Harry fácilmente comprendería que había preguntado algo absurdo e incluso tal vez lo habría olvidado.

— Eso será cuando me gradúe de Hogwarts.

— Exactamente —respondió con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

Harry también sonrió y sus hermosos ojos verdes brillaron más intensamente.

— ¡Oh, Harry, eres tan lindo! —exclamó emocionado—. ¡Nunca crezcas por favor! —agregó besando las mejillas del niño y proporcionándole un apretado abrazo.

― Al contrario ―dijo separándose―. Creceré mucho, mientras tanto no volveremos a vernos ―Draco quedó desconcertado. ¿Por qué su pequeño Harry querría dejar de verlo? ―. Me he dado cuenta que mientras tenga este aspecto no me tomarás en serio, así que esperaremos a que crezca y cuando me gradúe del colegio nos casaremos.


Y tal como Harry lo prometió, no volvieron a verse por otros cinco largos años. Tal parecía que el número cinco era una constante en sus vidas.

Ahora, Draco era un importante abogado del ministerio, muchos rumoraban que incluso se convertiría en el siguiente ministro y Harry, bueno, por las pocas cartas que le había enviado, Draco sabía que el niño quería convertirse en un jugador profesional de Quidditch, pero nada más. Fuera de eso no había manifestado haber enviado solicitud para algún equipo en específico o algún detalle que pudiera darle indicios de lo que el pequeño Potter estaba planeando.

― Draco, qué bueno que llegaste ―Lily, la madre de Harry, lo abrazó y besó cariñosamente.

― No podía faltar a su fiesta de graduación.

La bruja sonrió.

― Te va a encantar Harry, ha cambiado tanto, ya lo verás ―Draco asintió preguntándose cuál sería ese cambio del que hablaba la señora Potter. No podía imaginar a Harry más que como lo recordaba, pequeño y adorable, sonriendo con sus brillantes ojos verdes enfocados en él―. Voy a llamarlo para que venga a saludarte.

Y antes de que Draco pudiera decir algo la mujer se alejó. Dejó escapar un fuerte suspiro, ya que Harry llegaría en cualquier momento, decidió que permanecería en su lugar, esperando a que el pequeño apareciera.

Unos susurros entre los asistentes a la reunión llamaron su atención, haciendo que fijara la mirada en la entrada al salón. Casi se le cae la quijada al ver al hombre que iba entrando y que caminaba directamente hacia él. Ese pequeño, su Harry, el adorable bebé de hermosos y grandes ojos verdes no estaba allí, en su lugar se encontraba un joven alto y atractivo.

— Draco —dijo una vez llegó hasta donde él se encontraba—. ¿Me has extrañado?

— ¿Quién eres? —cuestionó queriendo evadir la realidad.

El hombre moreno sonrió, su sonrisa fue tan... Deslumbrante. Parecía un modelo de aquellas revistas que sus compañeras solían leer.

— Soy Harry —dijo colocando la palma de su mano sobre el pecho.