applied.

Infinito


I.

A veces Kasumi se pregunta cómo una persona tan enorme como Gojō Satoru puede seguir ocupando más y más espacio.

Quizás es una masa supermasiva en constante expansión y nadie se da cuenta, o es acaso su mente lo que es gigante e infinita, igual que toda esa fuerza increíble que desborda de su interior, esa fuerza que siente que la absorbe y la transforma en una entidad con luz propia, aunque sean tan escasos sus golpes de suerte al tener la dicha de intercambiar con él.

A veces se pregunta si la sustancia que lo nutre algún día desbordará como un río, del que en ocasiones se vislumbra el ruido que lleva cuando le suena en la voz, líquida, erosionada.

A veces Miwa se pregunta por qué le retumba tanto Satoru Gojō en el pecho, por qué le dan ganas de bailar y saltar de alegría cuando lo ve incluso a la distancia, cierra los ojos y aún vislumbra el instante efímero cuando recibió un presente de su parte, cuando le permitió tomarse una selfie a lado suyo, como si le diese permiso de asomar la nariz en algo grandioso y demasiado tentador como para no atesorarlo por completo.

A veces Miwa se pregunta, aunque ya no sabe qué es lo que pregunta, porque cuando mira a Satoru Gojō se le olvida hasta como es su propia voz y Mechamaru le dice que mejor pare ya de suspirar por aquel insufrible porque le está contagiando su locura.


II.

No es que a Gojō no le guste la gente, sucede que a veces le aburre.

Le aburrían Itadori y Nobara cuando no tenían nombres ni sabía de sus costumbres ni se recortaban sus sombras en el suelo ni lo graciosos y divertidos que podían llegar a ser, pero se acostumbró a ellos tanto como a el olor de las albóndigas que Fushiguro aprendió de Jūji (el olor a la cebolla recién picada para la receta heredada de quién sabe quién, Itadori asegura haber aprendido por si mismo debido a su soledad y a que eran bien fáciles de preparar, pero uno nunca sabe) a su mirada fría y al extraño contraste que causa su amabilidad para con otros, y a sus pies descalzos haciendo eco por el corredor.

Lo cierto es que a Gojō Satoru no le gusta la gente sin nombre, ni los espacios vacíos que se ocupan sin aviso, pero no puede resistirse demasiado tiempo, empujado por el presente aunque intente quedarse congelado por fuera mientras por dentro hierve por experimentar la emoción que le causa sacar a relucir potenciales ocultos. Necesita estabilidad, necesita sentir que el mundo no cambia, no gira tan rápido para poder escaparse cuando se consume por dentro en la vorágine de desastres y fastidiosas maldiciones que a veces le ahogan un poco. No es que a Satoru no le guste la gente, solo que a veces no le gustan las novedades ni tener que abrirse de pronto porque se agota y se siente débil, como si se retirara la banda de los ojos.

El problema es que a Gojō en realidad le gusta Miwa Kasumi, no le gustaba antes pero ahora si que le gusta. Y no se acostumbra a esos sentimientos aunque ella sea un libro abierto y pueda apreciar como le vibra el cuerpo cuando apenas se le acerca, y sepa con exactitud cuántos minutos puede permanecer mirándolo desde la lejanía cuando sus asuntos lo conducen al campus de Kioto, aunque sepa que se ríe con un encantador arrebol en sus mejillas y que tiene una nariz demasiado estrecha.

Le gusta como le gusta la miel y la manzana en grandes cantidades en su curry. Dulce. Agradable. Tal como ella.


III.

Miwa es sensible a los cambios, al aleteo sutil de la mariposa que augura tornados. Es una mera sensación al principio, un pequeño guijarro en el pecho. Una sonrisa de frente menos, unas manos delgadas inquietas que no la atrapan, que ni siquiera reposan sobre la mesa rozando sus dedos como en sus fantasías. Es como si el voltaje hubiese bajado de a poco y las luces se volviesen mortecinas llevándose la diversión, las sonrisas y la energía a otro sitio.

Kasumi es sensible a los cambios pero también es buena sobreponiéndose a ellos. Cuando no lo hace, también es buena ignorándolos hasta que parecen inevitables. Miwa siente frío, pero se convence que es normal, que así debe ser, que su dormitorio no es cómodo y que la presión que ejerce sobre si misma por mejorar algún día rendirá sus frutos. Se convence de que es una fase y que dentro de poco Mai y Momo dejarán de gastarle bromas y reírse de ella, que Mechamaru no seguirá sacado de onda porque le regaló baterías AA pensando que le agradarían. Y pasa como todas las cosas, que el tiempo mejora, pero las luces no vuelven.

Miwa ahora tiene el estómago lleno de piedras que no le permiten pensar ni escribir ni maquinar como economizará este mes. Espera que toquen la puerta, que le pidan permiso, espera que alguien ría demasiado alto, que le interrumpa, que se pasee demasiado cerca, que le abrace sin pedirlo, que le anime sin pedir nada a cambio.

A veces Miwa se pregunta cómo una persona tan enorme como Gojō Satoru no deja de crecer y llenar todos los espacios.

Se pregunta si es un agujero negro y todos lo notan menos ella, ignorante del peligro que corre de ser tragada por él si se acerca demasiado. Se pregunta qué es lo que sucede en su interior, si acaso Miwa no tiene nada valioso, si no existe o no es materia suficiente para ser absorbida tan siquiera un poco, si no hay forma en que si tiende su mano, ésta se fundirá dentro de la piel de Gojō Satoru y sólo entonces, no pueda deshacerse de ella o no le quede más remedio que quererla.

Kasumi resopla. Es tan frustrante.


IV.

A Miwa Kasumi le gusta el halito fresco que transmite el paisaje boscoso frente a ella. Disfruta el aroma que el viento trae sobre su cara y se desliza por su cuerpo; la chaqueta deportiva arremolinada en torno a la cintura los días en que su entrenamiento es más duro de lo que su cuerpo puede tolerar, aún así no se resigna a ser la inútil Miwa. Les demostrará a todos y a ella misma que puede lograr ser fuerte a su manera.

Los ciclos se abren y cierran. El día, la noche. Tokio, Kioto. El despertar temprano por amenazas que solo el puede controlar, su ecuanimidad de regreso al soso dormitorio. Gojō mira por la ventana la formación organizada de la arquitectura antigua que compone los cimientos de la escuela hermana. Se pone melancólico en el momento en que el cielo se pone añil como el mar al anochecer, siempre es parte del proceso de recordar. La vida es como su álbum favorito a través de las pistas numeradas, la intro ya pasado hace tiempo. Gojō piensa que justo ahora suena la pieza más interesante de la producción, tan compleja y tan simple a la vez, una buena letra, el ritmo vertiginoso.

Sus ojos pueden ver incluso sonidos. Pero esta vez se permite apreciarlo más de cerca.

—¿Qué hay allá afuera que te pone tan taciturna Miwa Kasumi?

—El vacío —confiesa.

La cara de incredulidad de Miwa es demasiado graciosa. Hace aspavientos y le brota la sonrisa con el registro necesario de bochorno, observando a su ídolo reír evidenciando la tomadura de pelo hacia ella. Las primeras luces en los edificios vecinos se encienden; poco a poco el acero, el concreto y el cristal se tiñen del aura artificial como si fuese una ola que se devuelve al punto en que ha nacido después de tocar la orilla, los reflejos de la iluminación en las pupilas de Miwa fijas en él, oscuras igual que las tormentas que se esperan a finales de estación.

—No tenía idea de que fueses tan sentimental. Eso no es una debilidad.

Satoru Gojō susurra al notar que no cambia la expresión. Sus labios forman las palabras casi imperceptibles, pero Miwa las escucha como si fueran hechas de agua de lluvia y se deslizaran hasta ella. Sus manos hacen un lento movimiento en el que Miwa queda atrapada. La mano izquierda, blanca y suave reposa en la base de su nuca, las puntas erizadas de su cabello por la cercanía de sus dedos. La mano derecha tantea sobre el corazón y Kasumi contiene la respiración hasta que duele.

—Hay más en ti de lo que tú misma logras ver. Solo es cuestión de quitarte la venda de los ojos.

—¿Usted lo cree, sensei? —es tanta la emoción que Miwa siente que podría volar.

Entonces lo hace sin más.

Se quita la banda. Mostrándole entonces el infinito a través del par de galaxias traslúcidas de su mirada. La rodea con los brazos y deja que sus manos frías se impregnen del calor que irradia Miwa. Se inclina y besa su mandíbula y en un gesto de osadía besa sus labios, sintiendo sus dudas disolverse cuando se abren para recibirlo.

Miwa es absorbida por esa fuerza gravitacional semejante a la de decenas de miles de millones de soles. Suspendida en el vacío interminable de su boca. Y piensa que podría dejarse caer en el horizonte de eventos una y otra vez. Repitiendo el momento por la eternidad.


V.

A veces Miwa Kasumi se pregunta cómo una persona tan enorme como Gojō Satoru puede seguir ocupando más y más espacio.

Asegura que de seguir en continua expansión ya no le cabrá en el pecho y algún día reventará esparciendo su cariño por él por todos lados. Gojō pone los ojos en blanco y responde que es una imagen asquerosa. Miwa no dice que prefiere quedarse ciega con su sonrisa o morir aplastada con sus abrazos o carbonizada con sus dedos hundidos en la piel. Es sensible pero no cursi.

A Gojō Satoru no le gustaba Miwa, pero ahora sí que le gusta. Pero hay montones de cosas que le gustan de sus gestos, cómo cuando aprieta la boca y asiente con seriedad cada que el anciano Gakuganji o Utahime le encomiendan alguna tarea, o los pequeños saltos que da cuando algo la emociona y lo contagia, o cuando ladea la cabeza y tira los hombros hacia abajo como si se derritiera cuando algo se le hace tierno. Pero lo que más le gusta es cuando Miwa lo ve a él y sus ojos empequeñecen porque la sonrisa y sus mejillas sonrojadas no le caben en la cara. Y sabe que también le pasa igual.


...

¡El horror! Me costó demasiado terminar este shot porque no me decidía si reciclar algunos elementos que había desechado anteriormente, pero bueno, decidí no dejarlos morir.

Amo este ship.

Okey espero que les haya gustado. Espero no haber cometido muchos errores, y si es así, sepan disculparlos.

De antemano agradezco lectura y tomatazos, digo, comentarios.

baybay (L)