Disclaimer: Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.
Advertencias: Yaoi (Boy's Love) Uso descarado del OoC EreRi Universo Alterno (UA) Lenguaje vulgar Contenido sexual explícito mención de Mpreg One-shot
N/A: ¡Holi crayolis! ¡Muchísimas gracias por entrar a leer! ¿Cómo están? Espero que estén teniendo un increíble día. Bienvenidxs sean a este one-shot recién hecho. Ya ando con los ánimos elevados, así que tenía muchas ganas de escribir algo bonito, fluffy y un poquito cómico. Es algo muy sencillo, pero de verdad quería compartirlo con ustedes. También es mi forma de agradecerles a todxs por el apoyo maravilloso que me han brindando. ¡Espero que les guste!
Les quiero muchísimo.
Ojo: es un EreRi, o sea, Eren es el seme.
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ENTRA EN MI VIDA.
Único.
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El olor a quemado me hizo soltar una maldición.
Volví la mirada hacia la tostada que todavía yacía dentro el sartén caliente y, con un par de rápidos malabares con la espátula, me apresuré a ponerla sobre un plato.
No era un pésimo cocinero, de hecho estaba bastante orgulloso de mis dotes en la cocina; tenía un buen sazón y mis platillos siempre eran la envidia entre las vecinas durante las reuniones a finales de mes. Raras eran las veces en que la comida se me quemaba, si por algún motivo llegaba a pasar, era causado por alguna distracción.
Como la que tenía frente a mí en esos momentos.
Con un suspiro observé la pobre tostada chamuscada y me rasqué la cabeza, lamentándome en silencio, cuando me di cuenta que era la última rebana de pan que quedaba.
Bueno, al menos las otras habían quedado más o menos decentes. Estaban quemaditas, no tanto, pero tenían algunas manchas oscuras por encima y debajo que no las hacían ver muy deliciosas que digamos.
—Buenos días.
Coloqué un plato con frutas sobre la mesa justo cuando esa conocida voz lleno mis oídos. Leben acababa de bajar por la escaleras, venía despertando recién así que traía todo el cabello rubio alborotado, mientras se rascaba la barriga bajo la ropa y bostezaba ruidosamente.
—Buenos días, bello durmiente —le saludé cuando él se sentó en su silla favorita—. Es raro que te levantes tan tarde.
Leben asintió antes de mirarme con sus profundos y bonitos ojos azules.
—Tuve pesadillas —dijo nada más, prensando un trozo de manzana con el tenedor.
—¿Por qué no veniste a buscarme? Siempre habrá lugar para ti en mi habitación.
—Ya no soy un niño, papá —rezongó sonando ligeramente ofendido—. Puedo lidiar con las pesadillas yo solo.
—Sí, ya lo noté —solté medio sarcástico, elevando una ceja. Leben tenía un par de bolsas oscuras bajo los ojos y parecía no haber descansado lo suficiente.
Leben obvió mi ácido comentario, solamente dándome una mirada que reconocí tan idéntica a la mía. Si bien mi hijo era más parecido a su padre físicamente, por dentro él era todo un Ackerman sin lugar a dudas.
Me reí en voz baja y besé su frente, ganándome un quejido de su parte. Siendo ya un adolescente, Leben se avergonzaba cuando yo actuaba demasiado cariñoso con él. Pero era algo que no podía evitar, para mí Leben siempre sería mi bebé.
—Uuumm, quemadas, justo como me gustan —canturreó cuando dejé un par de tostadas en su plato.
—No seas condescendiente conmigo, mocoso maleducado —le regañé revolviendo su cabello rubio, sentándome a su lado. Leben se quejó, pero pareció más bien una risita divertida.
—Se te quemaron por andar mirando al vecino de nuevo, ¿verdad, papá? —me acusó mientras le ponía mermelada de durazno a la tostada que más decente se veía.
El té que estaba tomando en ese segundo se me subió. Tosí varias veces sintiéndome repentinamente atrapado y tuve que echarme aire con una mano, mientras le miraba tan sorprendido como podía estar en ese momento.
—¿De qué estás hablando? —carraspeé para nada disimulado, no queriendo que él notara el rojo que se había pegado a mis mejillas.
—Ay, pá —suspiró él con una sonrisa sabionda—, sé que nuestro vecino te gusta. Estás loco por él, se nota. Siempre te pones todo torpe cuando estás cerca suyo.
—¡Eso no es cierto! —refuté indignado poniendo la taza de té sobre la mesa.
—Claro que sí —debatió después de morder su tostada—. ¿Recuerdas esa vez en mi fiesta de cumpleaños hace dos años? ¿Cuando te tropezaste sin querer y le tiraste un vaso de jugo sobre la ropa? Papá, te pusiste todo histérico y casi lo desnudaste frente a las vecinas.
El recuerdo me avergonzó y ni siquiera pude contradecirlo. Sentí las mejillas calientes mientras que la tenue risa de mi hijo llenaba mis oídos.
La cosa era que Leben tenía la razón. Mi vecino era increíblemente... guapo y por eso mismo no podía controlarme cuando él andaba alrededor. Si bien yo era un hombre de costumbres, serio y siempre calmado, había algo en él, en su presencia, que me ponía en serios aprietos.
Conocí a Eren Jaeger dos años antes de divorciarme; había llegado para ocupar la vacante de profesor de historia en la pequeña (y única) escuela del pueblo. Paradis no era un lugar grande ni muy interesante, apenas había un cine, un par de supermercados y una feria chiquita para mantenerse entretenidos, así que su llegada causó más furor del esperado. Más temprano que tarde los chismes no tardaron en esparcirse, todas las vecinas hablaban de lo guapo y que amable era el nuevo maestro.
Yo estaba casado aún, por lo que no me interesaba conocerlo ni siquiera para comprobar si era tan guapo como decían. Los cotilleos me parecían absurdos, ¿por qué andaría mirando a otros hombres cuando yo tenía un matrimonio? Creía ser feliz con mi vida, con mi marido, así que nunca se me pasó por la cabeza fisgonear al profesor, ni siquiera sabiendo que éramos vecinos.
Sin embargo durante esa misma semana, hubo una junta en la escuela de Leben a la que debía asistir. Y fue ahí cuando tuve mi primer encuentro con él. Se sintió muy extraño a decir verdad. Fue como un subidón de energía que me recorrió de pies a cabeza, me prendé de Eren Jaeger en ese mismo segundo, de esa belleza que era casi como de otro mundo. De piel morena, preciosos ojos dorados y largo cabello castaño. Tenía una sonrisa de ensueño y una voz tan preciosa que me hipnotizó desde el primer momento.
Nunca esperé sentirme así en presencia de otra persona que no fuera mi marido, pero si lo pensaba con detenimiento incluso creía que nunca tuve esa clase de sentimientos antes, ni siquiera por Erwin.
A partir de ahí me resultó difícil actuar con normalidad cada vez que le veía. Era como si los cables de mi cerebro se cruzaran, creando un cortocircuito en mi mente y yo terminara perdiendo la capacidad de entablar una conversación con él, sin parecer un idiota que no podía siquiera formar una frase coherente.
—No tienes que seguir ocultándolo, papá —dijo Leben comiéndose la granola con yogur a grandes cucharadas—. Está bien si te gusta, ¿sabes? Es más, deberías ir a por él.
—¿Qué?
Mi hijo encogió los hombros mientras se limpiaba la boca con una servilleta desechable, con una lentitud para no creerse.
—Yo sólo digo. Tú estás soltero, él también...
—¿Cómo sabes que está soltero? —cuestioné provocando que Leben pintara una sonrisa que mandó escalofríos por mi espalda.
—Se lo pregunté —respondió nada más quitándome el aliento—. Tenía una tarea para español, ¿te acuerdas? Debía entrevistar a varias personas, así que como me cansé de cuestionar a mis múltiples personalidades, fui y le pregunté a los vecinos, incluido al profe Jaeger.
—Tú, mocoso granuja, qué te he dicho de molestar a los vecinos —lo regañé airado, sin poder creer lo sinvergüenza que era mi hijo.
—Pero si no los molesté, solamente estaba cumpliendo mi tarea —se defendió como si realmente creyera en sus palabras—. Además conseguí información muuuy buena, ¿no quieres escucharla?
Estaba tentado, a decir verdad. Eren y yo éramos vecinos, teníamos un par de años conociéndonos, sin embargo nunca pude entablar una plática con él sin hacer el ridículo, por lo que en realidad no conocía mucho sobre su vida. La curiosidad me engatusó, incluso entrecerré lo ojos y le eché una mirada rápida a mi mocoso, preguntándome internamente si todos los adolescentes eran así o si sólo había algo malo en Leben.
—Me vas a pedir algo a cambio, ¿no es cierto?
—Tal vez un adelanto de mi mesada —respondió con una pizca de duda resonando en su voz—. Quiero invitarle a Agathê un batido después de la escuela.
Troné la lengua, pero igual saqué mi cartera y puse un par de billetes cerca de su plato. Sabía que Leben tenía un flechazo con Agathê, su compañera de clases e hija de su profesora de ciencias, Hange Zoe. Ambos chicos eran buenos amigos, pero era demasiado obvio que mi mocoso estaba interesado de forma romántica en ella.
—¡Bien! —chilló guardándose los billetes en los bolsillos del pijama— Primero, es Alemán pero llegó a Estados Unidos hace un par de años. Su color favorito es el rojo y le gusta la jardinería. Tiene treinta y dos años —dijo y eso creó una sensación de incomodidad en mí. Era más joven que yo por siete años, parecía no mucho pero de verdad lo sentí como una enorme brecha—, está soltero ahora, pero le gustaría casarse y tener una familia. Y, oh, lo más interesante es que le gustan las personas bajitas y con carácter.
Cuando terminó de decir aquello, Leben bebió su jugo de naranja sin quitarme la mirada de encima, como si supiera algo que yo no.
—¿Por qué me miras así? —refunfuñé levantando los platos sucios y llevándolos al fregadero. Encendí la llave, dejando que el agua mojara los trastes, mientras buscaba la esponja y el jabón.
—Ay, papá —suspiró mientras dejaba su vaso vacío cerca de mis manos—, ¿de veras no te das cuenta?
—Ve al grano, Leben —advertí pasándole la esponja al sartén—. Sabes que odio cuando la gente le da demasiadas vueltas a las cosas.
—Tú le gustas.
—¿A quién?
Leben se echó el fleco rubio hacia atrás, como si estuviera cansado de la situación.
—A nuestro vecino, papá.
Le eché una mirada de reojo y casi me carcajeo en su cara. Era bastante estúpido creer que alguien como Eren Jaeger estuviera interesado en mí.
—Te faltan lentes, mocoso ciego.
—Tal vez a ti te falten lentes, papá —rodó los ojos y negó con la cabeza—. Es demasiado obvio que le gustas. Siempre viene a verte usando excusas tontas como regalarte tomates, zanahorias o naranjas —empezó a enumerar levantando los dedos—, oh y no olvidemos que te coquetea abiertamente y casi te desnuda con la mirada.
—¡Leben!
Me acaloré, él se rió.
—Es la verdad, papá. Si no te lo digo es probable que nunca te des cuenta. Le gustas muchísimo, lo traes loco.
Justo entonces, apenas Leben terminaba de pronunciar esa frase, Eren salió por la puerta trasera de su casa. Su jardín posterior que, casualmente, daba frente a mi cocina, era un bonito huerto. Sembraba toda clase de frutas y verduras, incluso su patio principal también tenía un par de flores que, durante la primavera, brotaban dándole un increíble contraste de colores a su casa.
Todas los días, antes de partir hacia su trabajo, Eren solía regar las plantas. Esa mañana en específico había estado trabajando la tierra, preparándose para sembrar algunas semillas. Lo miré durante un gran rato (por eso se quemaron mis tostadas), sólo porque realmente apreciaba la manera en que sus músculos se contraían cada vez que hacia algún movimiento. Ese día él usaba una camiseta sin mangas en color blanco, el sudor provocaba que la tela se le pegara al cuerpo revelando esos pectorales de infarto y ese increíble abdomen marcado. Y como sus brazos quedaban libres, mostraba aquel tatuaje de enredadera que empezaba desde su clavícula y bajaba por su brazo izquierdo hasta llegar al codo.
—Estás babeando, pá —se burló Leben, cortándome los pensamientos, cuando se dio cuenta que no dejaba a ver al vecino.
—No te burles de mí, mocoso creído —farfullé jalando su oreja sin ser demasiado brusco. Leben se quejó, pero luego comenzó a reírse cuando apreté sus costillas buscando ese lugar que siempre le causaba cosquillas—. Voy a enseñarte a respetarme, pequeño granuja.
—Nooo, papá, espera, espera —pedía entre risotadas que invadían la cocina. Leben era un par de centímetros más alto que yo, sin embargo en momentos como esos él todavía me parecía aquel niño que siempre buscaba mi atención—. ¡Me rindo, papá! ¡Me rindooo!
—Oooh, ¿te rindes? —alargué todavía moviendo mis dedos por sus costados— Pues que lástima, porque yo todavía no.
—¡Nooo, papá! —Leben se carcajeó e intentó alejarse, pero tampoco ponía demasiado empeño en eso.
Entonces un carraspeo rompió con el momento. Dejé de reírme, Leben también. Al mismo tiempo ambos volteamos hacia la ventana abierta y nos encontramos con nuestro vecino. Eren estaba sonriendo, se veía enternecido con la escena y por alguna razón eso me avergonzó muchísimo.
—Buenos días —saludó él y nada más con escuchar su voz me faltó el aire. No entendía cómo diantres podía tener esa jodida voz tan profunda—. Una mañana animada, ¿eh?
—¡Buenos días, profesor! Papá estaba torturándome con cosquillas mortales.
Ellos platicaban mientras yo seguía lavando los platos, aunque era más bien una excusa para no mirarlo. Si lo hacía, probablemente terminaría haciendo el ridículo frente a él como era mi jodida costumbre.
Pero, ey, no podían culparme por caer ante semejante especimen de hombre. Menos cuando le gustaba exhibirse de esa manera, con esa ropa humedecida por el sudor, el cabello medio atado en un moño rebelde que dejaba escapar varios mechones y usando esos pantalones que se le ajustaban de manera magnífica, resaltando ese paquete que realmente dejaba muy poco a la imaginación.
Uff, jodido hombre de ensueño.
—... ¿Qué me dices, Levi?
Parpadeé al escuchar su voz. Alcé la mirada para echar un ojo alrededor y me encontré solo en la cocina. Leben había desaparecido en algún momento dejándome a mi suerte.
Ay, ese mocoso descarado.
—¿Qué...? —balbuceé a medias perdido en ese intenso color de ojos. Probablemente se enojaría porque era algo importante y yo no había prestado atención por andar divagando.
Pero contrario a lo que pensé, Eren se rió con ganas. Su risa vibró en mi mente y observé un bonito hoyuelo formado en su mejilla izquierda.
Mierda, amaba los hoyuelos.
—Te pregunte si me dejarías sembrar unas flores en tu patio. Tengo algunas que se verán bonitas cerca de la puerta, además hay unas semillas que...
Eren hablaba y hablaba casi sin parar, si fuera cualquier otra persona probablemente yo hubiera explotado de enojo en cualquier momento, pero con él era tan diferente. Me gustaba escucharlo, me gustaban todas esas sensaciones que se asentaban en mi estómago cuando escuchaba su voz.
—¿Si te gusta la idea?
—Claro... —sólo había escuchado hasta la mitad, pero él podía preguntarme cualquier cosa y mi respuesta probablemente siempre sería un «sí»— ¿Crees que si vayan a crecer? —cuestioné nada más para sonar interesado y seguir oyéndolo hablar de todas esas cosas que no entendía.
—Estoy seguro que sí —respondió con una sonrisa y llevándose un mechón de pelo castaño tras la oreja. Uff, ¿cómo podía verse tan sensual haciendo eso?—. Esta tierra es muy fértil.
—Sí, yo también —respondí embelesado. Cuando caí en cuenta de lo que había dicho me pinté de rojo y lo miré directamente. Eren se rió con las mejillas ligeramente sonrojadas, pero no se veía incómodo—. Di-digo, ¡yo también pienso que lo es! La tierra, por supuesto. Es fértil. La tierra.
Puta madre, Levi. Cierra la boca y deja de cagarla.
—¿Está bien si empiezo mañana? Tengo libre todo el fin de semana —dijo tras una risa, recargando sus brazos sobre el marco de la ventana. Observé lo esculpidos que eran sus bíceps y terminé mordiendo mi labio ante semejante escena—. Así podría terminar el domingo por la tarde.
Intenté no hacerlo, pero cuando él dio un par de golpecitos desinteresados contra la madera, no pude evitar imaginar esos largos y delgados dedos azotándose contra mis nalgas una y otra vez.
Oh Dios, basta, Levi. ¡Suficiente de esos sucios pensamientos!
—Por supuesto. Puedes empezar cuando tú quieras —suspiré mirando sus labios. El inferior era más grueso que el superior y en él se veía jodidamente candente, tanto así que empecé a imaginar cómo se sentiría besarlo.
Eren no podía leer mis pensamientos (gracias Dios), pero estaba seguro que él tenía una idea de lo que pasaba por mi mente. O al menos así lo interpreté cuando, con toda la intención de tentarme, apresó su labio inferior entre sus dientes. Eso fue tan caliente que elevó mis latidos, sentí la respiración agitada y creo que gemí despacito casi sin darme cuenta.
Eren sonrió de medio lado, tomándose la total libertad de recorrer mi cuerpo con la mirada. No dijo nada, pero tampoco necesité escucharlo. Un destello de deseo se apoderó de sus ojos y temblé ante él, sintiendo un conocido cosquilleo centrándose en mi entrepierna.
—Entonces nos vemos mañana, Levi —soltó con voz profunda, desatando una corriente erótica que me envolvió por completo.
No pude contestarle correctamente, no mientras él siguiera mirándome de esa forma. Jadeé quizá un poco más alto de lo que hubiera gustado y Eren disfrutó de mi reacción, la sonrisa que apareció en su rostro me lo dijo.
Ahí, en silencio, con la vorágine de calientes emociones destruyendo mi poca estabilidad, le observé caminar hasta su casa. Entonces, sin rastro alguno de vergüenza, antes de alejarse por completo, él volteó y me dedicó un guiño coqueto que me calentó más de lo pensado.
—¿Y bien? ¿te va a plantar su semilla?
La voz de Leben me cortó el trance pero también me sonrojó por completo. La forma en que había pronunciado esa frase me desconcertó y volteé sin casi sin respiración y colorado sólo para encontrarme a mi hijo ya arreglado para ir a la escuela.
—¡¿Qué?!
—De las verduras —siguió lentamente con un parpadeo inocente, como si yo hubiera malinterpretado sus palabras—. Dijo que quería sembrar algunas semillas en el patio, ¿lo hará?
—Ah, sí —respondí creyendo que había escuchado mal.
—Bien ahí, papá —Leben sonrió y palmeó mi hombro casi como si se sintiera orgulloso de mí—. No sólo le coqueteaste, incluso pasarás el fin de semana a solas con él.
Me tomó un segundo entender el significado de aquella frase. Tan pronto comprendí lo que había dicho dejé de respirar y casi me da alguna clase de ataque.
—Espera, espera —le detuve justo cuando él planeaba ir hacia la puerta. Leben volteó a verme con una sonrisa descarada—: ¿de qué hablas? ¿cómo qué pasaré el fin de semana con él?
Leben abrió la boca, luego la cerró y pareció pensar sus palabras antes de continuar:
—Bueno, este fin de semana me toca con Erwin, ¿no? Así que estarás completamente a solas con Eren —afirmó casi de forma inocente, ocultando una sonrisa divertida—. Ah, ya llegó el autobús. Me voy, pá. Te quiero.
Tras eso, se fue dejándome en silencio, con la cabeza hecha una maraña sin final y apenas entendiendo sus palabras.
Oh.
(...)
—Papá, deja de dar vueltas en el mismo lugar. Te vas a marear y terminarás vomitando. De una vez te aviso que yo no pienso limpiar las cochinadas que hagas, eh —me regañó Leben, mientras terminaba de guardar algunas cosas dentro de la mochila que siempre solía usar cuando se quedaba con su padre.
—No puedes dejarme solo, Leben —le chillé histérico.
Leben rodó los ojos y tomó los audífonos de su móvil que estaban sobre el alféizar, junto a un montón de plantas y cactús en distintas macetas. Eren se las había regalado un tiempo atrás y Leben realmente las apreciaba. Cuidaba de ellas, procuraba que estuvieran en un lugar iluminado y las regaba tal y como Eren se lo había recomendado.
—Estarás bien, papá —me animó con una sonrisa que de verdad parecía sincera.
—Soy torpe cuando estoy con él, ¿recuerdas?
—Sé que podrás hacerlo, pá. Aprovecha esta oportunidad. Él está realmente interesado en ti, le gustas y mucho.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? Ni siquiera se lo has preguntado.
—Puedo hacerlo ahora si quieres.
Como si realmente pretendiera hacerlo, Leben se encaminó hacia su puerta dispuesto a buscar a Eren, quien estaba trabajando en el patio sembrando algunas flores desconocidas para mí. Había llegado muy temprano ese día y realmente no pude quejarme, no cuando su vibrante sonrisa iluminó mi día por completo.
Lo detuve justo a tiempo sosteniendo el cuello de su camiseta. Leben soltó una palabrería sin sentido y rodó los ojos cuando yo le devolví una mala mirada.
—No le vas a preguntar nada, mocoso metiche.
—¿A qué le tienes miedo, papá? —interrogó de pronto guardándose algunos cómics— Tú mereces ser feliz, ¿sabes? Has cuidado de mí todo este tiempo y te lo agradezco, pero tu vida personal está un poco descuidada. Deberías darte una oportunidad —dijo suavemente—. Eren es un buen tipo, es amable, inteligente y bastante atractivo. Lo traes loco, papá, en serio.
—¿Quién te crees? ¿La doctora corazón? —saqué irónico porque no me gustaba hacia donde iba la conversación— Deja de decir tantas tonterías y apresúrate. Erwin llegará en cualquier momento.
Leben me respondió rodando los ojos.
(...)
—Oh, ¿vas a salir, amigo? —preguntó Eren, cuando se encontró con Leben en el patio.
—Sí, hoy me toca con Erwin —respondió haciendo una mueca que hizo reír a Eren—. No me hace mucha ilusión, pero hoy es el cumple de mi hermana y quiere verme ahí.
—¡Vaya! No sabía que tenías una hermana —Eren sonrió un poco perdido.
—Tengo dos en realidad. Catherine cumple seis hoy y Olivia tiene cuatro.
El rostro de Eren mostró sorpresa. Sus cejas se elevaron y entre abrió los labios, como si realmente le costara trabajo creer en las palabras de Leben.
—¿Es difícil ser hermano mayor? —preguntó para aligerar el ambiente.
—Mucho, siempre las tengo pegadas como garrapatas, sobre todo a Olivia. Son buenas niñas, pero a veces es realmente cansado.
—Yo tengo un hermano mayor —confesó Eren con una sonrisa—. En realidad es mi medio hermano. No teníamos una relación tan cercana cuando éramos niños, pero ahora ambos estamos intentando llevarnos bien y recuperar el tiempo perdido —él se pausó un segundo y revolvió el cabello de mi hijo con toda confianza—. Aprovecha cada momento con tus hermanitas, estoy seguro que ellas te quieren mucho.
Leben le sonrió. Sus ojitos azules se iluminaron y chocó el puño con Eren, demostrando esa increíble confianza que habían adoptado en algún momento que pasó desapercibido por mí. Dejé de escuchar la conversación a escondidas y decidí que era momento de salir antes de que se derritiera el hielo del jugo de sandía que había preparado para Eren.
Quizá debí haber esperado un poquito más, porque justo estaba cruzando el umbral de la puerta, Eren decidió que sería buena idea secarse el sudor que le escurría por la frente con el final de su camiseta. Su fantástico abdomen quedó al descubierto y me tomé mi tiempo para contar las divisiones que se formaban ahí. Eran ocho, ocho jodidas abdominales acompañadas de una V de infarto. Me quedé embobado al instante. Lo observé con atención, sin perder detalle alguno de lo bonito que brillaba esa atractiva piel morena bajo el sol.
Y por eso me tropecé con una piedra que apareció de la nada. Sentí la inminente caída, incluso cerré los ojos porque no podía con la vergüenza. Seguramente mi rostro terminaría pegado contra la tierra que Eren había removido recientemente.
Oh Dios, ¿es este mi castigo por fantasear con mi vecino? Pensé, esperando el golpe.
Sin embargo no pasó. En cambio, unos brazos se aferraron alrededor de mi cintura para mantenerme quieto. La jarra de jugo entre mis manos se agitó, su contenido se derramó ligeramente y mojó mis dedos. Pero todo quedó en segundo plano cuando abrí los ojos y me encontré con el rostro de Eren cerca del mío.
Atraído ante su belleza me tomé mi tiempo para observar ese rostro perfecto. Él tenía un lunar sobre el labio superior. Había una cicatriz en su mejilla izquierda y sus ojos no eran completamente dorados; en el derecho una pequeña mancha en un precioso color verde resaltaba, como heterocromía parcial.
—¿Estás bien? —preguntó con los ojos reluciendo en preocupación.
—Uh, sí, lo siento. Me tropecé —balbuceé aturdido ante su cercanía. Eren estaba sudado, lo sentía mojando contra mi piel pero realmente no me pareció desagradable. De hecho, lo encontré jodidamente candente.
Iba a comenzar a fantasear de nuevo, hasta que el sonido de hielo siendo triturado rompió la burbuja. Eren y yo dirigimos la mirada hacia Leben, quien, con una sonrisita medio burlona, masticaba un cubito de hielo.
—Oh, siento haber interrumpido —dijo poniendo el vaso de jugo sobre la mesa que teníamos en el patio. Había estado tan distraído que ni siquiera fui consciente del momento en el que él quitó la jarra de mis manos—. Es sólo que están llamando mucho la atención.
Ni bien terminaba de decir aquello, miré hacia la casa de la señora Karina Braun. Ella fingía estar barriendo la acera pero en realidad no se perdía detalle de la reciente situación. Sobre todo porque Eren todavía seguía sosteniéndome entre sus fuertes brazos con nuestros rostros tan cerca que aquello parecía una escena digna de alguna ridícula película de comedia romántica.
Ay no, ya me veía siendo la comidilla del pueblo por mi caliente e inexistente idilio con el guapo maestro.
Eren se rió coqueto y liberó mi cuerpo después de cerciorarse que pudiera caminar correctamente.
—Perdón, a veces soy muy despistado —solté entre dientes, abochornado por la situación—. Suelo caerme muy seguido cuando no presto atención.
—No te preocupes. No me molesta sostenerte cada vez que te tropieces —dijo pintando una sonrisa coqueta y recibiendo el vaso de jugo que le tendía.
Leben, que en ese preciso momento estaba bebiendo un poco de jugo, liberó algo parecido a una risa y tosió muchas veces seguidas. El líquido se le salió por la nariz en forma chorro y tuvo que presionar una servilleta contra su cara. Me preocupé al instante, pero cuando reparé en que mi hijo estaba sonriendo le lancé una mirada de advertencia.
—¿Estás bien? —preguntó Eren entre preocupado y sorprendido.
—Sí, es que me dieron ganas de estornudar.
La respuesta no lo convenció del todo, pero cuando Leben levantó el pulgar en su dirección Eren le sonrió más tranquilo y procedió a beber un poco de jugo.
—Oh, wooow, está delicioso —admiró entusiasmado y eso provocó una bonita sensación dentro de mi barriga.
—Sí, los jugos que prepara papá son increíbles —alabó Leben con una sonrisa —. Ojalá pudiera decir lo mismo de su pan francés.
Estuve a punto de darle otra silenciosa mirada de atención, pero justo en ese momento un auto llamativo y reluciente se estacionó frente a la casa. Leben suspiró, mientras tomaba su mochila y se la volvía a echar al hombro.
Segundos después, Erwin Smith bajó del carro y se acercó hasta nosotros. Venía enfundado en uno de esos trajes carísimos que le gustaba usar para llamar la atención y que desentonaban del todo con el pequeño y rustico pueblo donde solíamos vivir.
—Buenos días —saludó él, revolviéndole el pelo a Leben, luego cuando reparó en Eren, detuvo momentáneamente su mirada en él—. Gusto en verlo, profesor Jaeger.
Eren le respondió con un vago movimiento de cabeza.
—Qué tal, señor Smith —dijo simplemente antes de volver a poner su atención en mí—. Bueno, Levi —mi nombre escapó de su boca despacio, como si estuviera saboreando letra por letra—, seguiré trabajando para no interrumpir.
—Está bien... —respondí a medias y, cuando se volteó, le eché un ojo a esas nalgas duras que se marcaban en sus pantalones ajustados.
Erwin carraspeó.
—¿Ahora es jardinero también? —preguntó como chiste cuando Eren se alejó. Mi respuesta llegó con una mirada que él supo interpretar— Es un poco joven para ti, ¿no lo crees? —soltó con el ceño medio fruncido. No lo notó, pero Leben puso los ojos en blanco y se alejó hasta el auto para guardar sus cosas en el maletero.
—Erwin, no... —le advertí en un siseo.
—No lo digo de mala forma, Levi. Sólo que no me gustaría que sufrieras, eso es todo.
Casi me carcajeo amargamente en su cara. Casi. No podía creer que tuviera la audacia de decir algo así cuando él me había puesto el cuerno años atrás y me lo ocultó tanto tiempo, hasta que yo mismo lo descubrí.
—Eres la persona menos indicada para decir eso —le recordé aguantándome las ganas de darle un puñetazo en toda la cara.
Erwin levantó los hombros en señal de paz.
—Bien, no diré más. Traeré a Leben el domingo por la tarde-noche, ¿está bien? De todos modos te llamaré para avisarte —asentí nada más sin querer escucharlo más—. Nos vemos después. ¡Me dio gusto saludarlo, profesor Jaeger! —se despidió alzando la voz para que Eren pudiera escucharlo.
Eren bajó la pala y volteó para mover una mano al aire, en una despedida silenciosa.
(...)
Agarré una larga respiración, y exhalé inflando las mejillas, mientras volvía a ensayar el guión dentro de mi mente. Quería invitar a Eren a comer, incluso había preparado hamburguesas porque sabía —gracias a mi chismoso hijo— que ese era su platillo favorito, sin embargo estaba muuuy nervioso.
Sentía que si abría la boca terminaría cagándola, diciendo algún comentario estúpido y sin sentido como siempre que él andaba a mi alrededor. Pero realmente quería invitarlo a comer conmigo como agradecimiento por arreglar mi jardín.
—¿Levi?
Había estado tan absorto en mis pensamientos que, apenas escuché su voz, di un salto en mi lugar al mismo tiempo que mi corazón golpeaba exageradamente contra mi pecho.
—E-ey —le saludé aturdido y espantado. Eren estaba mirándome lleno de curiosidad con su cabeza estaba ligeramente ladeada y una ceja levantada—, ¿su-sucede algo?
—No realmente, sólo quiero enseñarte el avance —respondió con gentileza, llevándose un mechón de cabello tras la oreja, casi como si estuviera avergonzado—. Me gustaría que me dieras tu opinión.
—Oh, sí, claro —respondí ausente, impresionado cuando él, sin siquiera pedirme permiso, sujetó mi mano entre la suya. Incluso se tomó la entera libertad de enredar sus dedos con los míos, como si existiera una enorme confiaza entre los dos.
Pero no pude molestarme, no cuando una sonrisa repleta de felicidad se dibujó en esos labios y sus ojos brillaron como si hubiera una galaxia entera en ellos. Me quedé sin aliento, sintiendo mi corazón latiendo como loco y las mejillas calientes.
Razoné entonces, mientras él me llevaba de la mano hacia el patio, con su mano entre la mía y su cercanía grabándose en lo profundo de mi mente, que Eren me gustaba, me gustaba muchísimo.
No sólo como algo superficial, sí, me gustaba su físico y su rostro, pero también me gustaba lo amable que era; siempre tenía una sonrisa para todos e incluso los niños lo adoraban —a excepción de la pequeña Gaby Braun—. Me gustaba su sentido del humor, su determinación y me gustaban hasta sus defectos.
—¿Te gusta? —preguntó entusiasmado enseñándome lo bonito que se veía el jardín.
Habían muchas flores bajo las ventanas, tenían colores preciosos y probablemente olería increíble. Sin embargo, yo seguía prendado de él, de esa sonrisa soñadora y de la manera en que su rostro se iluminaba ante los rayos del sol.
Pero Eren estaba lejos de mi liga. Siendo joven y con un futuro prometedor, no había forma en que alguien como él se fijara en mí; un divorciado de casi cuarenta años que cargaba con un hijo adolescente a cuestas. Éramos diferentes, había una enorme brecha entre nosotros. Ya era hora de despertar de todas esas fantasías que mi mente se creaba y simplemente aceptar la realidad.
Eren jamás se interesaría en mí.
El pensamiento me destruyó. No lo demostré en mi cara, pero aunque me dolió de verdad solté lentamente su mano, llevándome el recuerdo de su cálido y suave tacto.
Lo mejor era separarme de él, simplemente viéndolo de lejos como estaba tan acostumbrado. Tarde o temprano Eren encontraría a alguien a quien amar, alguien joven con quien formaría una familia y sería feliz por el resto de su vida.
—¿Qué sucede? —preguntó notando el cambio en mi actuar— ¿No te gusta? Puedo cambiarlo si algo no te gusta. Mmm, ¿prefieres las margaritas en lugar de los tulipanes? ¿O no te gustó el color de las bugambilias? Puedo conseguirlas en morado también si lo prefieres.
—No, no. No es eso, el jardín está quedando increíble. Me gusta todo, de verdad. Se ve precioso —respondí intentando mostrar una sonrisa, pero la creciente de sentimientos dentro de mí apenas me permitió dibujar una mueca a medias—. Gracias, me encanta.
El gesto en el rostro de Eren no vaciló.
—Pero te pusiste triste.
Esas palabras me tomaron con la guardia baja. Por lo general la gente tenía problemas para leer mis emociones. No me gustaba mostrar abiertamente mis sentimientos por lo que solía cubrir todo con un gesto vacío. Pero él, él me había leído con tanta facilidad que aquello me hizo tambalear en el interior.
¿Por qué Eren parecía conocerme mejor que nadie?
—No lo estoy. Tal vez es porque tener a Leben lejos me afecta, eso es todo. Debería estar acostumbrado, pero separarme de él siempre me deja un poco incómodo —medio mentí, pidiendo en el interior que Eren se lo tragara.
—Pasan mucho tiempo juntos, ¿no es así? No te preocupes, cuando menos te lo esperes ya lo tendrás a tu lado una vez más —me animó regalándome otra sonrisa que guardé en mi memoria. Intentó volver a tomar mi mano, pero rechacé el contacto fingiendo que me picaba el cuello.
Eren parpadeó, sus orbes se llenaron de un sentimiento que no pude identificar pero al mismo tiempo creó un dolor en mi corazón.
—¿Estás...?
—¿Quieres comer algo? —interrogué antes de escuchar su pregunta— Hice hamburguesas.
Él me regaló una sonrisa pequeña.
—Me encantaría.
(...)
El almuerzo se sintió un poco incómodo. El ambiente era pesado, pese a que él intentaba hacerlo más llevadero con sus pláticas, la verdad era que yo no participaba demasiado. Apenas unos monosílabos escapaban de mi boca y ni siquiera pude disfrutar del sabor de la comida.
—Estuvo realmente delicioso, Levi —dijo con sinceridad—. Cocinas estupendo.
—Gracias, me alegra que te gustara —contesté sin ganas, levantándome y llevando los platos sucios al fregadero.
Tras un suspiro hondo, Eren me siguió con la mirada. No dijo nada, pero sentí sus ojos clavados en mi espalda haciéndome temblar de manera inconsciente. Pretendí no sentirme aplastado ante su silenciosa insistencia y seguí lavando los platos como si eso fuera realmente importante.
—¿Hice algo malo? —soltó de pronto, estando parado a mi lado. Su cercanía me erizó tanto que terminé alejándome unos pasos. Por supuesto que él lo notó, sus ojos reflejaron una ráfaga de tristeza mientras me miraba fijamente.
—Uh, ¿qué? No, no. Claro que no —respondí tartamudeando y caminando hacia atrás cada vez que él se acercaba a mí.
—¿Por qué estás huyendo entonces?
—No... no lo hago.
Como si buscara contradecir mis propias palabras, mi espalda chocó contra la pared. Dejé de respirar tan pronto Eren me acorraló entre la superficie y su cuerpo. Antes de comer, Eren se había aseado un poco así que podía sentir el olor fresco del jabón emanando de su piel, dejándome más atolondrado de lo usual.
—¿Me odias, Levi? —susurró despacio con sus ojos en los míos.
—No-no —balbuceé casi sin poder pensar correctamente. Su mirada era intensa, se iluminaba con un brillo peculiar que me cortaba la respiración y provocaba que mi piernas temblaran ante él.
—Si te beso, ¿me odiarías? —cuestionó esta vez acercando su rostro peligrosamente al mío.
La pregunta me hizo tragar saliva por la fuerza y mi respiración se agitó. Siempre había soñado con besarlo, me preguntaba cómo se sentiría sentir sus labios presionándose contra los míos hasta dejarme sin aliento.
—No, pero...
Ni siquiera me dejó continuar. Eren me besó de forma demandante, empujó su lengua hasta que abrí la boca y lo recibí en mí. Fue húmedo, jodidamente salvaje, su lengua succionó la mía y aquello me llevó a gemir, sintiendo un hormigueo candente que recorrió todo mi cuerpo.
Me perdí por completo. Disfruté del beso y me dejé llevar por las sensaciones, sin importarme nada más. No supe en qué momento él me levantó para acomodarme sobre la encimera. Eren estaba entre mis piernas, sujetándome por la cintura con una mano y la otra jugueteando con la piel de mi nuca.
El contacto no duró mucho, tuvimos que separarnos por la ausencia de oxígeno. Eren me observaba profundamente mientras yo todavía intentaba saber qué acababa de pasar. Todo había sido tan repentino que mi cerebro dejó de funcionar. Parpadeé y toqué mis labios con la punta de mi dedo, al mismo tiempo que mis mejillas enrojecían de sobremanera.
¿Acababa de besar a Eren?
—Mierda, Levi, ¿lo haces a propósito? —jadeó él casi de manera peligrosa. La forma en que su voz salió, profunda, ronca, envió un delicioso escalofrío por mi espalda— Has estado tentándome hasta este punto, ¿esto es lo querías conseguir?
—No, yo no... —balbuceé todavía sin poder pensar correctamente. Sin embargo, él no me dejó reponerme. Me besó otra vez, más salvaje que el anterior.
Me presionaba contra su cuerpo, restregando su erección con la mía hasta tenerme jadeando en pura desesperación. Se sentía tan duro cada ves que daba pequeños embistes en mi entrepierna mientras me besaba continuamente.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero cuando por fin me dio un poco de espacio para respirar, me encontré completamente excitado. El calor que corría por mi cuerpo era intenso, tanto como la mirada que estaba dedicándome en ese momento.
—Me gustas, Levi —susurró de forma sincera, recargando su frente contra la mía. Casi me sentí desfallecer cuando escuché su inesperada confesión—. De verdad, me gustas mucho.
¿Le gustaba? ¿Yo? ¿Cómo era posible que él se sintiera atraído por mí? Me resultaba difícil de creer, sin embargo no había ningún ápice de duda en sus ojos. Eren parecía estar hablando en serio, muy en serio.
Pestañeé largamente, todavía con la respiración agitada y las mejillas coloradas.
—Me... me gustas también —declaré enrojeciendo. Eren se emocionó. Sus bonitos ojos tomaron un brillo precioso y pintó una sonrisa encantadora que me hizo jadear.
Mierda, él era en verdad muy guapo.
—Te quiero —dijo y comenzó a besarme continuamente mientras sostenía mi rostro entre sus cálidas manos—. En serio te quiero, Levi.
Aquello me dejó impresionado. Mi corazón saltó de alegría y de pronto, como alguna clase de idiota, sentí ganas de llorar.
—Te quiero también.
Eren se rió, aunque el sonido pareció más bien suspiro soñador. Volvió a besarme cada vez con más desesperación, como si nunca tuviera suficiente de ello. Besó mis labios, mis mejillas, incluso se tomó la libertad de atacar mi cuello hasta dejarlo con algunas manchitas que serían difíciles de ocultar. Pero no me importó, en ese momento sólo deseaba que él siguiera, que marcara cada parte de mí con sus besos.
El ambiente fue poniéndose cada vez más candente. Jadeaba con fuerza mientras Eren seguía restregándose contra mi entrepierna. Nuestros sexos golpeaban entre ellos y aunque todavía teníamos la ropa puesta la sensación era increíblemente caliente.
El calor le golpeó también. Rompió el beso húmedo sólo para sacarse la playera, revelando ante mis ojos ese cuerpo perfectamente trabajado. La imagen me llevó al límite, olvidé la vergüenza y, llevado por el repentino golpe de valentía, arrastré mis dedos por su pecho delineando sus pectorales, sintiendo sus tetillas, y bajando un poco más hasta encontrarme con esos abdominales duros.
El deseo se avivó en sus ojos mientras un gemido delicioso escapaba de sus labios. El sonido me derritió, había sido tan ronco y profundo. La excitación corrió por mis venas y encendió la mecha, pronto me encontré siendo besado de nuevo por él.
—Quiero hacerte el amor, Levi —murmuró sobre mis labios al mismo tiempo que sus dedos abrían uno a uno los botones de mi camisa. Sólo desabrochó los primeros tres, dejando en libertad parte de mi piel—. ¿Puedo...?
No pude negarme. Le di un vago asentimiento y preferí ocupar mi boca en volver a besarlo. No tenía suficiente de él, tras cada segundo que pasaba sólo podía desearlo más y más.
Eren, por supuesto, no perdió el tiempo. Terminó de quitarme la camisa y, tras encontrarse directamente con mi piel, le escuché soltar alguna expresión en un perfecto alemán. El acento se lo oyó increíble, fue tan tosco y sensual en él que aquello me encendió de verdad.
Llevado por el deseo ataqué sus labios al mismo tiempo que mis manos iban directamente hacia el botón de su pantalón, abriéndolo poco después. Eren se dejó, incluso él mismo bajó la bragueta y se deshizo del pantalón, junto a sus zapatos. El bóxer que usaba era gris, ajustado, el pene hinchado se le marcaba a la perfección y realmente parecía tener un buen tamaño.
Pero no pude seguir observándolo, sin previo aviso Eren me levantó de la encimera y me colocó en la mesa con urgencia. El mantel se movió, oí algunas cosas chocar contra el suelo y poco me importó. Me dediqué a disfrutar de los besos que estaba repartiendo por mi cuello, mordiendo esa sensible zona por momentos. Para entonces yo ya estaba temblando, las sensaciones en mi cuerpo aumentaron cuando Eren me quitó el resto de la ropa, junto a los zapatos.
Estaba desnudo frente a él. Ahí, recostado sobre la mesa, Eren se tomó su tiempo para devorarme con una mirada. Recorrió mi cuerpo con esos ojos oscurecidos mientras sus dedos acariciaban mis muslos, acercándose peligrosamente a mi palpitante erección.
Gemí sin control cuando Eren besó mi vientre y bombeó mi pene. Eran movimientos rápidos y descuidados, pero increíblemente buenos. Deslizaba su mano sobre mi polla, de arriba-abajo, centrándose en mi humedecido y sensible glande.
—Eres tan precioso, bebé —susurró apenas levantando los ojos para encontrarse con mi rostro—. Me encanta todo, todo de ti —dijo y besó una estría que había quedado grabada sobre mi piel después de mi embarazo—. Me traes loco, no sabes cuántas veces soñé con tenerte así.
Yo no pude responderle. Eren todavía estaba me masturbaba, acariciando mis testículos de vez en cuando y dejando muchos besos mojados sobre mi piel. La excitación que me recorría casi me tenía loco, sólo podía gemir y jadear cosas sin sentido. Incluso empeoró cuando él, más osado todavía, se llevó mi pene a la boca y me dio una mamada increíble. Su lengua caliente me envolvía y succionaba de manera magistral, era tan jodidamente delicioso que terminé empujando su cabeza, guiando los movimientos.
Eren me complació sin resistencia, guiando uno de sus dedos hacia mi ano. Me estimuló vagamente sin meterlo, presionó la punta de su dedo contra la sensible zona tanteando apenas. Entonces, su boca se unió a su mano y directamente hundió su lengua en mi agujero.
Tuve un delicioso espasmo en ese momento. El placer se disparó por mi venas y eché la cabeza hacia atrás, arqueando ligeramente mi espalda, sintiéndome muy cerca de correrme. Pero Eren continuó explorándome con su lengua, dejando un montón de espesa saliva dentro. Ya ni podía pensar con claridad, mucho menos cuando un largo dedo me atravesó hundiéndose por completo en mí.
De lo demás no estoy muy seguro. Sólo recuerdo haberme corrido copiosamente cuando tenía dos dedos dentro ensanchándome y golpeando sin piedad contra mi próstata. Cuando la deliciosa sensación se alejó un poco, me encontré con Eren poniéndose un condón y debo de admitir que la escena me dejó sin habla.
Tenía una polla fantástica, grande y gruesa. Las venas hinchadas se le marcaban y la punta brillaba con el líquido pre-seminal. Estaba tan maravillado ante su sensualidad que casi de forma inconsciente abrí las piernas cuando él volvió a acercarse. Eren sostuvo mis muslos, separándolos para observar mi agujero contrayéndose, esperando por él.
Le escuché gemir mientras comenzaba a restregar su pene contra mi ano. No lo metió, simplemente se quedó ahí, torturándome, hasta que comencé a gemir y mover las caderas en desesperación, empujándome hacia su cuerpo. Eren no tardó demasiado en darme lo que quería. Con un beso profundo y mojado, me penetró lentamente hasta que llegó a la base. Hubo una punzada de dolor que se fue tan rápido como llegó. Pronto estaba acostumbrado a su tamaño, así que no tuvo reparo en comenzar con su brutales movimientos.
Entraba y salía de mí, sosteniéndome por los muslos y golpeando a conciencia contra mi próstata en cada profunda embestida. Era tan salvaje y despiadado que la mesa chirriaba y mis gemidos resonaban por toda la cocina. Nunca me había gustado tener sexo en lugares que no fueran apropiados para ello, pero ahora sobre esa maldita mesa, con ese hombre de ensueño cogiéndome como un jodido animal, acababa de darme cuenta lo erróneo que era ese pensamiento.
Eren podría follarme en donde quisiera y yo se lo agradecería de por vida.
De un momento a otro Eren se detuvo. La oleada de placer en mí también se cortó. Con la respiración agitada y las mejillas coloradas, le miré confundido. Pero él, lejos de contestarme, salió de mí y me giró. Mi pecho quedó contra la mesa, mis pies tocaban el suelo y mi trasero quedó completamente a su merced. Me agité, el corazón me latió como loco cuando le sentí repartir besos en mi nuca mientras su cuerpo se ceñía sobre mi espalda.
Entonces, justo cuando mordía mi hombro de manera juguetona, él volvió a penetrarme. La inesperada sensación me obligó a gemir y recargar la frente contra la mesa. Pero ni siquiera tuvo piedad. Eren arremetió con fuerza, su piel húmeda chocando contra la mía provocando un sonido morboso que sólo elevó mi excitación.
No podía pensar más. No cuando esa polla golpeaba mi próstata y sus gemidos resonaban en mis oídos. Pronto sólo podía jadear y pedir por más, sentía su agitado aliento chocando contra mi piel llenándome de escalofríos y elevando el placer en mí.
—¡Sí, sí, ahí! —gemí abrumado, apretando el bonito mantel de la mesa entre mis dedos, cuando de una certera estocada casi me hizo sentir el cielo— Más, más.
Y me lo dio. Se empujó hasta el fondo, sus testículos chocando contra mis nalgas y la fricción aumentando. tenía la respiración entrecortada, el cuerpo me temblaba y mi cordura se perdió cuando acaricié mi polla al ritmo de sus salvajes movimientos. Disfruté cada una de esas precisas embestidas, mientras él jadeaba con fuerza y hundía sus dedos en mi piel.
El orgasmo estaba tan cerca, casi perdí el razonamiento cuando él soltó un golpe contra mi nalga. El dolor se convirtió en un delicioso espasmo de placer y gemí abiertamente ante la sensación. Eren rugió, volviendo a darme una nalgada que casi me hizo lloriquear y temblar bajo su cuerpo.
Joder, era increíble.
—¿Te gusta que te golpee, bebé? Te pones realemente apretado cuando lo hago —rugió en mi oído, con ese atractivo acento alemán, antes de soltarme otra fantástica nalgada. Mi piel ardió y cosquilleó, pero eso aumentó la sensación de placer en mí.
Eren siguió estimulándome. Con cada profundo movimiento de pelvis, él abusaba de mi próstata casi llevándome a la locura. Eren gimió, mi interior pulsó a su alrededor y separó mis nalgas nada más para observar como su polla gruesa resbalaba con facilidad dentro de mí.
No tardé demasiado para venirme. Sólo recuerdo que mi cuerpo se deshizo en espasmos calientes mientras mi semen se disparaba y hacía un desastre sobre el suelo y parte del mantel. Eren me siguió poco después, embistió de manera animal hasta que alcanzó su propio orgasmo y libero su espesa y ardiente semilla dentro del condón.
Las respiraciones agitadas fueron el único sonido en la cocina. Le sentí recargarse ligeramente contra mi espalda mientras dejaba pequeños besos por mi hombro y acariciaba mis costados con amor.
—Voy a tener que deshacerme de este mantel —dije más para mí, arrugando la nariz. Me gustaba mucho ese mantel, pero realmente no me creía capaz de seguir usándolo después de haberlo ensuciado de esa forma.
Eren se rió y succionó la piel de mi nuca para dejar una marca ahí. Me estremecí soltando un jadeo repentino, pero se lo permití por completo. Luego le sentí retirarse de mi interior para quitarse el preservativo, provocándome una extraña sensación de abandono. Cuando me sentí incómodo de seguir en la misma posición, quise moverme pero mis piernas no respondieron y casi me caigo directo al suelo de no ser porque él fue más rápido y me sostuvo entre sus brazos.
Maldición, realmente podía acostumbrarme a eso.
Nos miramos directamente. Un montón de sentimientos bonitos se asentaron en mi estómago y terminé sonrojándome cuando caí en cuenta que acababa de tener el mejor polvo de mi vida con Eren.
—Déjame ayudarte, mi amor —susurró lentamente y así, como si no pesara demasiado, me cargó entre sus brazos, llevándome hacia la sala para acomodarme sobre el suave sofá.
No sé mucho sobre lo que pasó después. Hubieron algunos besos, más caricias y un par de rondas más sobre ese sofá, en el suelo y tal vez por toda la casa, hasta que terminamos completamente cansados en mi habitación. Él recostado en la cama y yo sobre su cuerpo, apenas pudiendo recuperar la respiración.
Me consintió con besos delicados y caricias amorosas por mi espalda. Escuché suspiros de amor en mis oídos; me repetía constantemente lo mucho que me quería mientras me besaba hasta quedar sin aliento.
—¿Estás seguro de querer estar con alguien como yo? —pregunté de pronto tras sentir un repentino golpe de inseguridad sacudiéndome. Era demasiado bueno como para ser realidad.
—¿"Alguien como tú"? —repitió con el ceño medio fruncido.
—Eren, tengo casi cuarenta años y un hijo adolescente —dije sintiendo una burbuja de malestar en mi interior—. Creo que mereces algo mejor. Tú eres joven, tienes un futuro brillante y sé que tarde o temprano encontrarás a la persona correcta para casarte y...
—Te quiero —me interrumpió, dándose la vuelta para mantenerme bajo su cuerpo. El movimiento fue tan repentino que sólo pude mirarlo sorprendido—. Te quiero a ti, Levi. Te quise desde el primer momento en que te vi. Sabía que estabas casado, que tenías un hijo y una vida feliz, pero aún así te deseaba y me sentía tan culpable por quererte —se sinceró. Tenía los ojos llenos de lágrimas y parecía haber una batalla de emociones en su interior—. Cuando me enteré de tu divorcio y de la cosa tan detestable que te había hecho Erwin, realmente quise golpearlo muy fuerte. ¿Cómo había podido engañar a alguien tan malditamente perfecto como tú?
Eren se pausó un segundo, respiró lentamente y volvió a observarme con esos magníficos ojos.
—Yo quería ir a por ti desde ese preciso instante, pero sabía que no sería lo correcto. Tú debías sanar tu corazón, las heridas que esa infidelidad te había dejado, así que no me importó esperar —soltó deslizando su dedo pulgar sobre mi mejilla caliente—. Y lo hice, esperé y me acerqué poco a poco a ti usando excusas terribles, sólo porque quería verte. Porque verte, Levi, transforma mis peores días en los mejores... Así que no pienses que no eres suficiente para mí, o que tu edad es un impedimento, o que me molesta que estés divorciado. Levi, nada de eso me importa. Ni la edad, ni tu divorcio, ni nada —dijo animándose a dejar un beso corto sobre mis labios—. Además, yo de verdad quiero a Leben. Me encanta pasar tiempo junto a él, es un niño muy adorable e inteligente, y creo que ya se dio cuenta que me gustas —Eren parpadeó, me regaló una sonrisa chiquita y acarició mi frente con cuidado, llevándose hacia atrás algunos de mis cabellos—. Por favor, déjame entrar en tu vida y quédate en la mía para siempre.
Su sinceridad me golpeó tan fuerte que no encontré palabras para responderle. Solamente pude asentir muchas veces y le acerqué a mí para poder besarlo, queriendo transmitirle todas las bonitas emociones que mi corazón estaba sintiendo en ese momento.
—Al parecer me tomará un poco más de tiempo arreglar el jardín —murmuró juguetón, tras romper el beso, mientras comenzaba a restregar su cuerpo contra el mío. Sentí su polla medio despierta golpeando en mi piel y solamente pude enredar mis piernas en su cadera.
—No importa —dije envolviendo mis brazos tras su cuello—, estoy seguro que valdrá la pena.
FIN.
N/A: Holi, crayoliiiiis. Ayyy, no saben cómo me gustó escribir este one-shot, jsjsjs . Tenía ganas de algo bonito y candente, y esto salió (?) JAJAJAJAJA. Sé que no es la gran cosa, ni tiene una trama increíble, pero a veces me gusta escribir cositas así para relajarme. Ahora mismo no he tenido días muy buenos, pero escribir sobre mi OTP siempre me alivia mucho.
¿Qué me dicen? ¿Les gustó? Espero que sí. También usé un OC aquí, jajajaja. No sé por qué, pero me gusta imaginar a Levi con un hijo, jsishjs . Btw, por si les interesa, Leben significa «vida» y es de origen alemán . Tardé mucho para elegir el nombre, la verdad XD. Me pasé horas navegando en páginas de mamás y bebés, pero creo que valió la pena, JAJAJAJA.
Bueno, eso sería todo de mi parte . Ya saben que si la historia les gustó, siempre pueden apoyarme con un bonito comentario, eso de verdad me ayuda muchísimo a continuar .
Tengan un día espléndido. Les quiero mucho, muchísimo.
