-Disclaimer: La historia de desarrolla en japón y en Japón se considera la mayoría de edad a los 16 años-
El ruido, hay demasiado ruido. Gente hablando, teléfonos sonando y uno que otro bebé llorando. Abrió sus ojos lentamente dejando que poco a poco se adaptaran a la luz.
-No, no no no-
Se levantó de un salto del asiento del tren tratando de racionalizar donde rayos estaba, y mientras dos señoras peleaban por él asiento que recién había desocupado confirmó sus sospechas, se había quedado dormida y su estación se quedó atrás.
Se tallo el rostro con fuerza, como si la fricción de la piel fuese a activar una chispa que encendiera sus neuronas para que estas se pusieran a trabajar y encontraran una solución a su predicamento.
El eterno problema del trabajador promedio que va retrasado; A penas y podría llegar si tomaba un taxi en los próximos cinco minutos, pero si llegaba tarde el costo del taxi más la reducción por retardo la haría quedar en números negativos y no estaba en una situación que le permitiera el más mínimo gasto. Tendría que caminar a la escuela, y en tacones, llegaría como mucho quince minutos tarde. No es tanto.
Ese día no era su día. Había olvidado por completo que el nuevo alumno llegaría ese mismo día, ¿ Cómo podría ser esa su primera impresión? y además con un chico problema como él. Al final se pudo relajar con eso (o no tanto) pues el jovencito llegó dos horas tarde y en compañía de uno de sus más grandes dolores de cabeza, esto no proyectaba nada bueno, pero ¿Qué más daba? el nuevo alumno ya tenía historial criminal de cualquier manera, no había mucho que pudiera hacer por él por lo cual no tenía porque estresarse al respecto, o almenos eso le hubiera gustado hacer, la culpa de tratar de deslindarse del joven la abrumó inmediatamente ¿Porque se había vuelto maestra si no era para ayudar a los jóvenes? -Si, claro Sadayo. ¿Y cómo te salió eso la última vez?- refunfuñó a sí misma y refunfuñó aún más por lo que estaba a punto de hacer. Definitivamente perro viejo no aprende trucos nuevos.
-Deberías elegir mejor tus compañías- Le dijo en voz firme al recién llegado a vez que se movía para indicarle por dónde tenía que caminar. Mientras se dirigían al salón le dio el discurso completo sobre la puntualidad y ser un buen ciudadano, se mordió la lengua un par de veces sintiendo que se regañaba a sí misma.
Terminó de darle el pequeño tour con discurso incluido y le dio entrega de su horario y las actividades que tendría que hacer para ponerse al corriente con la clase. Estaba a punto de comentarle que si necesitaba ayuda con el trabajo de regularización que podría apoyarlo pero de inmediato se mordió la lengua para no hablar al recordar que no contaba con esa clase de tiempo, ya no más al menos y este pensamiento al acongojo poniéndola al borde de las lágrimas. Se dio la vuelta tan pronto sintió la primera formarse en sus ojos bajando la cabeza ligeramente rezando porque el chico nuevo no se había dado cuenta ¿Que clase de ejemplo estaría dando?
En fin. El resto del día pasó y así mismo dos meses corrieron. Después de cierto escándalo con un profesor las cosas se habían puesto tensas en la institución. Justo lo que necesitaba, más problemas en el área de trabajo.
De alguna manera todo le explotó en la cara cuando tres de sus alumnos descubrieron su bochornoso secreto pero para ser sinceros no le sorprendía mucho, los chicos a final de cuentas estaban pasando por "esa" edad, y tampoco le sorprendió en lo absoluto que justamente fueran el par de chicos problema y un añadido sin importancia, honestamente ni se acordaba de quién era el tercero.
Daba lo mismo, había acordado el silencio de Akira y podía ser un chico problema pero no parecía ser un traidor, a este punto ambos estaban en el mismo barco, sus vidas en el instituto se encontraban en la cuerda floja
Pasaron algunos días sin novedad alguna hasta que por fin una de las pesadillas que le quitaban el sueño por las noches cobró vida y su colega la señorita Chouno la acorralaba física y emocionalmente con un bombardeo de preguntas.
Y de pronto ¿Qué era esto? ¿Un pequeño rayo de compasión? ¿Había Dios por fin recordado a esta oveja descarriada? Era el mismísimo Akira quien la rescataba de su predicamento. Quizá para eso están las ovejas descarriadas, para rescatarse las unas a las otras. Pero esto desembocaba en un nuevo problema, ahora le debía una, y no era cualquiera, esta era mórbidamente obesa. No le quedó de otra más que darle al joven su número telefónico y estar disponible para saldar su deuda.
Lastimosamente el llamado al deber no se hizo esperar, aunque para su sorpresa no quería permisos especiales en el aula o aprovechar su posición como maestra. Solo quería que le hiciera la limpieza. A saber que clase de problemas de abandono tendría porque más bien parecía que lo que quería era una madre.
Permíteme ver si entendí correctamente, Solo quieres que venga a limpiar, lavar esta…¿Ropa? -Dijo mientras acercaba el arapo a su nariz y arrepintiéndose de inmediato- Y hacer café ¿Sólo eso?. -Sí- Contestó el menor sin rechistar-
No podía mentirse, se sentía algo ofendida de que la hubiera visto con ese vestuario sugerente, que tenga ese pase libre y lo que él quería era que le hicieran las labores del hogar. Su orgullo estaba herido al punto que decidió que solo le cocinaría fideos instantáneos fríos.
-Y estamos de acuerdo en que el único favor que te estoy haciendo aquí es que puedas contratarme, aun tienes que pagar ¿Correcto? - El chico asintió- ¿De donde pretendes conseguir el di...-se detuvo suspirando ya cansada de todo- ¿Sabes que? no es mi problema mientras pagues. -esto solo es un ganar ganar para mi.- murmuro para si misma, igual no podía darse el lujo de rechazar clientes con los pocos que tenía.
Y así esta vida secreta comenzó, ahora además de ocultar su empleo tenía que ocultar que le estaba dando servicio a uno de sus alumnos, por suerte ambos eran bastante discretos y no levantaban sospechas, ni siquiera el grupo de amigos del chico sospechaba nada.
Conforme pasaron las semanas y las visitas se fueron acumulando comenzó a conocer mejor a Akira. Conocer datos meniales como que le gustaba rentar películas y series del videoclub o que en realidad no necesitaba lentes, solo los usaba porque se le veían bien, cosa en la que estaba de acuerdo. Cuando ese último pensamiento cruzó por su cabeza tuvo que detener lo que estaba haciendo, se dio un par de palmadas algo fuertes en las mejillas -¿Pero qué estás pensando Sadayo?- Pensó nerviosa y alterada, No podía tener una opinión de ese tipo de un chico tan joven y mucho menos de un alumno suyo. No pudo concentrarse por el resto de la noche en su labor y una vez que el chico llegó simplemente tomó el dinero y se retiró de manera torpe sin siquiera mirarlo a los ojos, pero aun así pudo sentir que el menor se había desconcertado por su comportamiento.
Una vez en casa sintió vergüenza de sí misma ¿Que iba a hacer al día siguiente? Es su alumno, no podía evitarlo en la escuela ¿O si?. Y dándole vueltas a esa posibilidad se quedó dormida sin siquiera darse cuenta.
Normalmente en sus sueños era libre, pero en esta ocasión la agitación en su corazón la mantuvo presa, soñaba con el joven Akira, lo veía y lucía radiante y jovial con ese toque burlesco tan característico suyo, en su sueño no podía evitar sentirse atraída hacia él, la jalaba una fuerza con la que no podía combatir y sinceramente tampoco quería hacerlo.
La mañana llegó, y como por milagro se despertó antes de que la alarma sonara, parecía que ese día sería de los buenos, y mejor hacerlo valer porque de esos hay pocos. Por primera vez en mucho tiempo no se sentía cansada al tomar el tren, es más hasta lo sentía más vibrante que en otros días. Llegó a tiempo al trabajo y sin tener que correr, estaba contenta, arreglaba su papeleo con una sonrisa y tarareando, sus tímidos y alegres cánticos se vieron interrumpidos por la vibración de su celular, miró la pantalla y el peso del universo le cayó en los hombros cuando reconoció el número en la pantalla.
Discretamente contestó el teléfono mirando a los lados asegurándose que sus colegas no escucharan nada. -Te veremos donde siempre- Dijo la voz del otro lado y colgó. Mientras el sonido de la línea cortada hacia eco en su cabeza y la ensordecia, miró de reojo el calendario, no entendía lo que estaba pasando, acababa de hacer un pago y aún faltaban 15 días para que tuviese que dar el siguiente. Sintió la frustración apoderarse de su cuerpo, por fin había ahorrado suficiente para comprar el set de inciensos relajantes que le habían recomendado para descansar mejor, pero ahora con este imprevisto lo mejor sería guardar el dinero. Sintió su cuerpo caer, como si sus huesos se hubiesen hecho polvo y nada sostuviera su carne.
-¿Está todo bien, maestra?- Esa voz la hizo pasar de la frustración a la vergüenza en un pestañeo, aclaró su garganta y miró al joven directo a los ojos - Si, todo bien ¿Se te ofrece algo Kurusu?- el joven se inclinó colocando su mano en el escritorio dejando discretamente una cajita a vez que le guiñaba un ojo -Sólo quería saber si ya podía llevarme esto- Dijo a vez que tomaba una hoja del escritorio- Lo necesito para estudiar - Kawakami a penas se estaba recuperando del sobresalto que le provocó la cercanía del chico y solo atino a asentir con la cabeza, cuando volvió la vista a su escritorio no pudo evitar sonreír mientras abría la cajita del pastel de castella para tomar aunque sea un pellizco, necesitaba tomar fuerza de donde pudiera.
