Ok, esto es una completa fumada.

Es la primera vez que me aventuro a hacer una historia "compleja" desde mi punto de vista. Tengo experiencia previa escribiendo historias de otras parejas de otros universos, pero no a esta escala, y me da algo de miedete cagarla.

Por eso, no esperéis una historia extremadamente mindblowing, no soy Isayama ni mucho menos para lograrlo que él logró con AoT (considerando que este fanfic también se lo debo por crear este mundo tan fabuloso), pero aquí estoy, para intentarlo aunque sea /carita aventurera/

Bue... sin mucho más que decir, espero que la disfrutéis tanto como yo al escribirla, y sentíos libres de comentar y opinar (siempre desde el respeto). Por ahora os dejo un capítulo algo cortito que sirve más de introducción y todo eso, y puede que se haga un poco aburrido.

¡Bye!


El pasillo se le hacía realmente largo, quizás más de lo que siempre llegó a creer que sería, incluso mucho más largo de lo que era en sus peores pesadillas. A pesar de que el exquisito decorado que la conformaba era simplemente atrapante, él acabó ignorándolo, enfocado únicamente en continuar su ruta hacia los jardines a los que tenía acceso todo el personal del castillo, y donde algunos de los oficiales se hallaban descansando, reposando en los bancos de madera, observando el paisaje de los árboles de cerezo mostrando sus bellos pétalos color rosado con fascinación, como si fuera la primera vez.

Se sintió reconfortado en cuanto su trasero hizo contacto con el banco de madera e imitó a sus compañeros, encontrando en ello un cierto escape y alivio a la presión y cansancio que había sentido durante toda la reunión. Una larga reunión de más de tres horas en las que su mente se enfocaba en mostrarse bien, con porte sereno y correcto, interviniendo en lo necesario y tratando de exprimir su ingenio para dar proposiciones interesantes y emplear un tono mínimamente atrapante, de esos que hacen que toda la atención se dirija a él.

Todo por impresionar a sus superiores. Todo por la ambición de cambiar el país.

A pesar de sólo ser un simple oficial del Ejército que sólo está ahí por cualquier motivo excepto el interés de que realmente merezca la pena tenerlo, sólo teniendo que guardar silencio por la mayor parte del tiempo, escuchando como toda una larga mesa de políticos veteranos expresaban sus opciones sobre las próximas medidas que se habrían de tomar con respecto al futuro de su país, estaba dispuesto a llamar a atención a toda costa. Ya fuera por ser el único de su estatus que mantenía una postura realmente profesional, por ser el único que ofrecía medidas medianamente rentables para los temas que se abordaban, o por ser quien mostraba una mayor neutralidad y versatilidad en temas de actitudes.

Si era honesto, la situación actual le parecía un asco. Una simple reunión ya le había hecho sentirse aún más indignado con la situación de su hogar.

Que si Hizuru debería hacer esto, que si Hizuru debería hacer lo otro. Que si guerra, guerra, guerra y más guerra.

Odiaba tanto que la mayoría de temas de los que se hablaba era sobre sembrar terror en otras regiones y crear conflictos, sólo para que así los representantes del Gobierno vivieran felices y pudieran mostrarle al mundo su superioridad tecnológica. Siempre sacaban a relucir temas como la belleza de las últimas bombas desarrolladas desde los laboratorios secretos y su futuro papel importante cuando se probaran con "x" país, y eso producía en él una profunda sensación de rechazo, a veces incluso haciéndole preguntarse qué mierda le había motivado a estar en este sitio, lidiando con molestos ancianos arrogantes.

Y luego, al recordar que era culpa de su personalidad impulsiva y determinaba, recordaba que debía creer en él mismo, que con perspicacia y trato podría llegar a un alto puesto, y, desde ahí, poder cambiar este pésimo sistema por uno más... diferente. Uno que abogara por la libertad y recurriera a guerras sólo cuando fuese necesario, que no tuviera que estar siempre buscando conflictos innecesarios sólo por ser engreídos.

—Supongo que todas esas decisiones quedarán en manos de la señora Azumabito —oyó decir a uno de los jóvenes que estuvo en la reunión —. Los altos cargos estarán pendientes de los documentos que se le deban entregar, aunque casi tienen el aprobado dado. Sabes que esa mujer no escatima en gastos, y mucho menos cuando hay beneficios económicos mayores tras él.

—Eh, pero al menos podemos tener una oportunidad de enfrentarnos a Marley en unos años. No estamos tan lejos de igualarlos.

"Ah, sí. Ese conflicto".

—Es complicado. Marley tiene muchas naciones a su favor y puede fácilmente pedir ayuda y reducirnos. No estamos hablando de cualquier mierda como los países vecinos, con los que hay conflictos y poco interés en aliarse con ellos. Son un blanco fácil al tener unos años de retraso tecnológicamente en comparación con nosotros y podríamos batirlos fácilmente. Otra cosa sería declararle la guerra a Marley, sabiendo que tienen a medio continente lamiéndoles el culo —había oído hablar a un tercero, rememorando con desagrado la causa de por qué el Ejército estaba tan activo.

—Puede ser. ¿Qué crees tú, Eren?

Su cabeza reaccionó ante el llamado de su nombre por parte de uno de los jóvenes de la conversación, quien al parecer había captado su presencia en aquel banco. Si bien no había entablado conversaciones previas con esos jóvenes de semblantes prácticamente desconocidos para él, sabía que sus discursos habían captado la atención de esos muchachos.

—Creo que mis intenciones son bastante obvias. No creáis que me he unido a este sistema de corrupción mierdoso que sólo busca la gloria y supremacía sobre todo el mundo para llenarme los bolsillos o volverme una falsa figura que admirar. He repetido numerosas veces que busco liberar este país de la miseria que trae la incertidumbre de vivir atados a conflictos letales, liberarlos de ser esclavos del horror que supone ser un país participante activo en guerras —pronunció, mientras bajaba un poco la cabeza y contemplaba sus manos. Manos que, si se detenía a pensarlo, en posteriores ocasiones portaron con asco y terror máquinas creadas específicamente para matar, para perforar la piel de las víctimas con efectividad y dolor, para arrebatar vidas a diestro y siniestro.

Para robar a personas de la libertad de vivir una vida, de tener sueños, esperanza. De poder sentir.

Si tan sólo lo veía desde su percepción, la guerra no era más que un obstinado robo de libertades de miles de personas a cambio de las de otras, hasta que esas sean robadas por otras miles de personas.

No dejaba de ser un ciclo de robar.

—Pero a lo mejor la gloria del país puede llevarnos a tener una importante fortuna.

—O no —lo interrumpió —. Puede que haya aún más miseria. Nadie sabe lo que va a ocurrir hasta llegar a ese punto, pero yo tampoco estoy dispuesto a sacrificar miles de vidas por un deseo tan egoísta como uno que dé resultado someter culturas y atemorizar a las naciones hasta el punto de que esto parezca una puta dictadura. Prefiero que este conflicto se detenga antes de que Hizuru empiece a flaquear y nos veamos en la verdadera ruina.

Los tres se volvieron a mirar tras sus palabras, sin saber demasiado qué pensar. En cierta forma, había una cierta inseguridad mostrada por parte de la mayoría de la región por estas políticas tan conflictivas y peligrosas, pero, por otra parte, la esperanza de encontrarse con riquezas y una mejor calidad de vida era pan de cada día para sus ciudadanos.

Y quizás también para paliar la culpa e incertidumbre de los militares.

—No sé qué mierda va a pasar en cuanto los documentos lleguen hasta la señora Azumabito —acabó hablando uno de ellos, rompiendo el pequeño silencio —. Pero lo más probable es que dentro de poco estés con un arma en tu mano causando una lluvia de sangre y asqueado. Vete preparándote.

Después de eso, recibieron un llamado de parte de uno de los mayores, quienes decían que ya se podían retirar del lugar y emplear el resto de la tarde en lo que desearan, ya que los altos cargos iban a mantener una reunión privada para decir qué cosas se podrían cambiar en el tratado antes de entregárselo a la señora Azumabito y obtener los resultados definitivos en unos días.

Hasta ese momento, podría respirar.

—Jaeger, tú te quedas aquí, con nosotros. Ahora te toca vigilar y ayudar a los guardias. No te alejes mucho de la sala.

—Sí, señor.

Sus hombros se bajaron ligeramente tras escuchar aquellas palabras, con la decepción de no poder salir de allí palpitando en su mirada. Estaba demasiado presionado entre esas paredes, como si de un pájaro enjaulado en una celda se tratase, y lo único que realmente deseaba era poder ponerse sus ropas normales y pasear por la ciudad como si de un alma pura se tratase, mezclándose con la gente y escuchando las cantarinas voces de las mujeres resonar en sus oídos, contagiándose del ambiente relajado del sitio, tan contrario a las frías y firmes paredes del recinto que tanto repudiaba.

No hubo más palabras entre ambos hombres. El otro se dedicó a seguir su camino hacia la sala donde la reunión se estaba llevando a cabo, dejando a Eren en medio del mar de sus cavilaciones y emociones, de manera que cuando él se dio cuenta de lo solo que estaba, decidió que se iba a quedar allí para gozar de los vivos colores de la naturaleza, sin ninguna clase de deseo de tener que entrar otra vez a mezclarse de nuevo con tantos montones de manos prácticamente empapadas en sangre, tal y como las suyas.

Los espacios bellos, poblados de pajaritos y colores vivos y naturales eran su distracción.

Sus manos rozaron con suavidad los pétalos de una de las flores que estaban plantadas allí, haciendo que por un momento se sintiera arrepentido de tocarla, como si sintiera la pureza de la misma quedándose impregnada en su mano y arrebatándole su belleza.

Como si el título de "ladrón de libertades" no le bastase.

No obstante, su mano no se apartó de ella ni un centímetro, aún prendida en el tacto tan agradable y ese olor penetrante que poseía, uno que hacía que todos sus pensamientos se disiparan y su mente se quedara en blanco, notando cómo incluso la sustancia llegara a lo más profundo de sus pulmones.

Había algo extraño con ese aroma... algo que hacía que su cabeza ardiera y sus ganas de retirar su mano se intensificaran, pero que a la vez le provocaba una sensación agradable que lo mantenía atado. Se sentía presionado por dos fuerzas importantes que conseguían proporcionarle un vértigo cada vez mayor, mientras sentía su mundo dar vueltas y su nariz casi incapaz de procesar algo que no fuera ese extraño aroma.

Y lo peor fue, que tras estar durante un tiempo que no fue capaz de contar en un limbo infinito del que quería escapar pero no podía, la sensación de vértigo se apoderó por completo de él al verse a sí mismo caer entre una interminable cantidad de árboles. Y menos mal que había apretado una especie de gatillo extraño casi por instinto, que hizo que pudiera mantenerse a una cierta distancia del suelo y un nuevo mareo lo invadiera.

Una única pregunta cruzaba en su mente mientras trataba de calmar el pánico.

¿Dónde mierda estaba?