Disclaimer: El mundo de Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a J. . Esta historia es una adaptación de "Rebeca", de Daphne du Maurier.


Este fic participa en el Reto #52: "Séptimo aniversario" del Foro "Hogwarts a través de los años".


Condiciones elegidas: Nivel difícil. Categoría: Adaptando los clásicos.


N/A: Cuando cumplí quince años (hace años luz de eso), mi papá me regaló dos libros de literatura clásica: Los Tres Mosqueteros de Alexandre Dumas, y Rebeca. Desde entonces, este último se convirtió en mi uno de mis favoritos. Cuando leí las condiciones y categorías del reto, me propuse adaptarlo al mundo de Harry Potter, específicamente a un Dramione. Por la naturaleza de la historia original, puede que encuentren a Hermione Granger algo OoC, pero quería mantener el drama psicológico, el conflicto de pasiones e intereses que tienen los protagonistas, por lo que me tomé esa libertad como fanficker.

Quiero dedicar esta adaptación a mi papá, quien siempre me inculcó el amor a la lectura clásica y me animaba a escribir desde mi más tierna infancia. Un beso hasta el cielo, papi. ?ᅡᅠ


CAPÍTULO I

Hermione se despertó esa mañana con un sentimiento de nostalgia. Había vuelto a soñar que regresaba a Malfoy Manor. Se había visto en las puertas de hierro forjado que se encontraban en el límite de la propiedad, pero no podía entrar pues estaban bloqueadas y no llevaba su varita. Aún así, notó que todo dentro de la propiedad lucía completamente abandonado.

De repente, se vio atravesando las barreras como si fuera humo y caminaba por el ahora estrecho y descuidado camino de grava pues los altos setos de tejo habían reclamado más espacio luego de mucho tiempo sin nadie que los cortara. Estaban lejos de ostentar el esplendor que ella había conocido. Toda la vegetación lucía salvaje, entrelazando sus ramas, formando arcos por lo que debía agacharse para poder pasar. Arbustos nuevos y otros deformes intentaban detener su paso por el recto camino, que parecía mucho más largo que antes. En lugar de conducir a la casa, la llevó hacia uno de los jardines y sus laberintos de espesura impenetrable. Pudo ver que muchas de las antes hermosas y cuidadas plantas de flores, ahora crecían silvestres. Luego caminó por las amplias escaleras de piedra y de repente, la hermosa mansión señorial surgió de la oscuridad que le proporcionaba una neblina y los incontables matojos que se extendían por todas partes y su corazón había empezado a latir más rápido mientras algunas lágrimas rodaban por su rostro.

¡Ahí estaba Malfoy Manor, imponente y majestuosa como siempre!

Los cristales con forma de diamante de las ventanas del primer piso brillaban reflejando la luz de la luna en su sueño, las hermosas paredes de piedra estaban intactas y en todo su esplendor. Parecía como si acabaran de abandonarla, no así los jardines, que se alzaban salvajes, llenos de arbustos desconocidos, la hiedra aferrándose fuertemente a todo lo que encontraba a su paso y próximas a alcanzar la casa, enormes raíces aprisionando las plantas más pequeñas como si quisieran ahogarlas para imponer su fealdad. Los narcisos ya no existían debido a que la maleza había ahogado sus bulbos; los rododendros crecían incontrolables como si quisieran alcanzar el cielo, abrazados a otros arbustos que le robaban su antigua belleza. Vio a lo lejos la hermosa fuente pero estaba cubierta de maleza y algunas raíces la habían alcanzado y deteriorado su estructura. Trató de divisar el lago, más allá de los jardines, donde antes reposaban los pavos reales albinos, pero el descontrolado crecimiento de árboles hacía imposible identificar cualquier cosa a pesar de la luz de la luna.

Contrario al monstruoso aspecto de los jardines, la casa parecía mantener su esplendor de antaño. Se veía luz a través de las ventanas, la brisa nocturna ondeando suavemente los largos cortinajes. De un pronto a otro, se vio pasando por la puerta principal sin que ningún encantamiento la detuviera para luego caminar por el gran vestíbulo, escasamente iluminado pero suntuosamente decorado, con su magnífica alfombra cubriendo la mayor parte del piso de piedra. Los retratos de pálidos rostros de las paredes siguieron sus pasos y murmuraban entre ellos. Abriendo la pesada puerta de madera con pomo de bronce que conducía al salón, se adentró en la amplia habitación que lucía tal y como la recordaba, con la grandiosa araña de cristal en lo alto del techo. Aún crepitaba el fuego en la hermosa chimenea de mármol; sobre ella, el espejo con marco dorado devolvió su reflejo. En un rincón, Crookshanks, su querida mascota mitad gato, mitad kneazle color jengibre movía la cola feliz de escuchar a su ama.

Salió para dirigirse hacia la biblioteca, cuando de repente, una nube cubrió la luna y desapareció todo la ilusión. La casa se convirtió en ruinas, en la tumba de todos los miedos y sufrimientos que habían vivido. Nada de eso volvería. Al despertar, cuando recordara Malfoy Manor, lo haría sin amargura, sin pensar en que pudo haber vivido ahí sin tormentos. Recordaría todo sin dolor.

Pensaría en los hermosos jardines, en sus caminatas hasta alguno de los hermosos gazebos de piedra, quizá aquel cubierto hasta la cúpula con rosas de color salmón, amarillo y blanco; se recordaría cuidando alguna planta mágica en el invernadero o descansando bajo un árbol a la orilla del lago. Ninguno de esos recuerdos desaparecería como en su sueño; tampoco le causaban dolor. Ella se encontraba durmiendo a cientos de kilómetros, en otro país, lejos de personas conocidas que le recordaran aquellos tiempos; y dentro de poco, despertaría para iniciar un monótono pero feliz día. Llevaban una vida tranquila que antes no habían conocido. Ella no le contaría su sueño porque nunca hablaban de Malfoy Manor. Porque la mansión tal como la habían conocido, ya no existía.

~ oOo ~

Regresar estaba descartado.

Habían pasado algunos años pero aún sentían que volver no era seguro para su estabilidad emocional. Ocasionalmente, adivinaba que él había recurrido a la oclumancia porque su rostro, siempre hermoso, se volvía frío e inexpresivo; o tomaba sin medida whisky añejado de Ogden mientras hablaba sobre la última carta que había recibido de Inglaterra, cuyas noticias disfrutaban comentar por horas. Esa era su nueva y feliz realidad.

Todo había empezado seis años después de la Segunda Guerra Mágica.

Hermione había terminado por tercera vez con Ron hacía unos meses, pero esta vez no estaba dispuesta a ceder. Había descubierto que él mantenía una relación clandestina con una bruja mestiza que frecuentaba Sortilegios Weasley, y buscando un cambio de aires, pidió un permiso en el Ministerio de Magia Británico por tiempo indefinido. Luna le había comentado lo hermoso que era el Montecarlo mágico para vacacionar en primavera, así que reservó en uno de los mejores hoteles de ese paraíso turístico y se dispuso a disfrutar de unos hermosos días, lejos de todo lo que le recordaba a su exnovio; no era millonaria pero tenía ahorros que nunca había usado.

Hermione le agradecía a la vida que el paso del tiempo hubiera hecho que las personas olvidaran aquello de "heroína de guerra" para luego saludarla efusivamente, reconociéndole todo lo que había hecho por traer la paz al mundo mágico, como ocurrió los meses siguientes a la Batalla de Hogwarts. Ahora pasaba desapercibida y amaba esa libertad de poder disfrutar de un lugar como cualquier mortal.

Una tarde, luego de unos días de estar hospedada, se encontraba tomando su té con una porción de tarta de melaza, cuando en una mesa continua, escuchó a alguien murmurar:

—Es Draco Malfoy. Parece enfermo… dicen que no ha podido sobreponerse a la muerte de su esposa…

Hermione escasamente hacía vida social pues el trabajo como inefable era ahora su pasión, al punto que se reunía muy poco con Harry Potter y sus antiguos amigos. Centraba su atención en El Profeta sólo en las noticias que pudieran tener relación con su trabajo, y apenas ojeaba lo relacionado con la socialité. Así que ante la mención de su antiguo compañero de estudios a quien, además, tenía muchos años sin ver en persona, específicamente desde el juicio realizado a su familia al finalizar la guerra, Hermione buscó con la mirada al mago, y efectivamente, pudo comprobar que lucía algo más pálido y delgado, aunque exudaba elegancia por cada poro de su piel. Túnica azul oscura hecha a la medida y sin ninguna arruga, zapatos negros de cuero de dragón, cabello rubio platinado pulcramente peinado, andar pausado y decidido. Un elfo lo había guiado hacia una mesa cercana a la suya, y luego de ordenar en perfecto francés, había reparado en ella e inclinado levemente la cabeza a modo de saludo. Supuso que estaba igual de sorprendido, tan lejos de sus hogares y encontrándose precisamente ellos, antiguos enemigos, por decirlo de algún modo.

Hermione trató de seguir comiendo con tranquilidad pero con frecuencia sentía la mirada gris sobre ella y prefirió apurar su taza de té. Cuando se levantó, Draco también lo hizo y se acercó a saludarla con una amplia sonrisa y tono divertido, como si realmente le complaciera verla.

—¡Granger, qué sorpresa! Nunca imaginé encontrarme precisamente contigo en un lugar como Montecarlo.

—Hola, Malfoy. Pues ya vez… no sólo los ricos andan por acá. ¿Viniste a despilfarrar tu fortuna en alguno de los casinos? —sonreía asombrada de que él se comportara tan diferente a lo que recordaba.

—No he decidido nada aún. En realidad no tuve tiempo de planear algo —respondió frunciendo ligeramente el ceño.

—Me pregunto entonces qué te habrá traído por acá. Parvati Patil me ha comentado que tu mansión en primavera es todo un paraíso, sobre todo después de las remodelaciones que hiciste.

Draco, borrando su sonrisa como si Hermione hubiera cometido una indiscreción, respondió:

—Cierto, Malfoy Manor está ahora en todo su esplendor…

Luego de unos instantes de silencio, ella se percató que Draco se había quedado perdido en sus pensamientos, por lo que prefirió despedirse. Una vez en su habitación, Hermione reflexionó sobre las ironías de la vida. Encontrarse precisamente ellos en la Costa Azul. Tomando un libro, se sentó en el balcón con vista al mar, y se dispuso a olvidar lo acontecido, dejándose envolver por la narrativa de Charlotte Brontë y su Edward Rochester.

~ oOo ~

A la mañana siguiente, Hermione bajó a desayunar una hora después de lo usual. Creía que encontraría vacío el lugar por ser demasiado tarde, así que se sorprendió al encontrarse nuevamente con Draco, quien, pensó, quizá hubiera preferido hacerlo más temprano con tal de no encontrarse con ella. En medio del salón, algo perturbada y sintiendo que sería una tontería si se devolvía, se dirigió a la mesa acostumbrada, pero Draco se había levantado y con una amabilidad desconocida para ella, la invitó a acompañarlo.

—No es necesario, estoy acostumbrada a comer sola.

—También yo, pero no puedes ser tan descortés como para declinar mi invitación. Ayer no pudimos ponernos al día —sonreía mostrándole el camino hacia su mesa mientras le pedía al elfo que colocara un sitio para ella.

Una muy asombrada Hermione se sentó y Draco continuó comiendo con buen apetito, iniciando una conversación preguntándole sobre el trabajo y posteriormente sobre su relación con Weasley.

—No me extraña; no te imaginaba a su lado para toda la vida —comentó cuando resumió rápidamente su fracaso con Ronald.

Hermione se sorprendió cuando él le preguntó por sus padres. Para ella era un tema algo difícil de tratar, precisamente con él por ser ella una bruja nacida de muggles, pero Draco parecía completamente en paz con esos temas. Total, había sido juzgado, había ofrecido disculpas abiertamente a ella y a Harry luego del juicio, y después de eso, había trabajado arduamente para mejorar su imagen pública. Actualmente, eran pocos los que recordaban su pasado como mortífago. La joven bruja le contó que ellos vivían en Australia desde mucho antes de la Batalla de Hogwarts pues había tenido que modificar sus recuerdos. Lamentablemente no había podido revertir el hechizo pero se sentía tranquila al saber que había logrado salvarlos. Una vez al año los visitaba como cliente en su consultorio dental. Hermione hablaba con bastante ánimo sobre la profesión de sus padres, el amor que se profesaban y contándole algunos recuerdos de su infancia. Se sentía totalmente natural entablar una conversación con él, como si hubieran sido amigos desde siempre y ahora se hubiesen reencontrado; y lo más increíble, él parecía disfrutar de su compañía. Sin percatarse, habían pasado dos horas en el comedor, siendo Hermione la que había hablado la mayor parte del tiempo.

—Hace casi un año que no me sentía tan bien —confesó Draco—. Has logrado que me olvide de todos mis demonios por un buen rato. Al parecer tenemos algo en común. No tenemos familia y por lo que veo, fuera de algunos amigos leales, estamos solos en este mundo. Bueno… Tengo a mi tía Andrómeda, con quien imagino sabrás, hicimos las paces, y a Teddy, pero nos vemos poco; también tengo a mi madre, aunque ya ella no es la misma…

—Al menos tienes una hermosa propiedad a la que llamar un hogar…

Hermione inmediatamente se arrepintió de haber hecho ese comentario pues la expresión sombría volvió a sus ojos. Sintió que de nuevo había cometido un error al hablar de la mansión. Se preguntó por qué una propiedad halagada por todos, lo encerraban entre las paredes de la oclumancia.

—Una casa vacía… —murmuró luego de unos instantes sumido entre sus pensamientos—. ¿Qué planes tienes para hoy? —su expresión había vuelto a cambiar.

—Pues tenía pensado ir al museo…

—No seas aburrida, Granger. ¿Estás hablando en serio? ¿Acaso tienes cincuenta años? —soltó una carcajada al ver la mirada atónita de la muchacha—. Te invito a un tour en yate.

—Pero yo…

—No acepto negativas.

Draco conjuró un bonito sombrero para ella y luego, pasando el lobby del hotel, se dirigieron hacia el punto de aparición. Tomándola de un brazo para la aparición conjunta, segundos más tarde, estaban cerca del Yacht Club.

Hacía tiempo que Hermione no se divertía tanto. Lejos estaba el estirado Draco Malfoy que había conocido en Hogwarts; el chico mordaz que la menospreciaba se había convertido, en pocas horas, en un hombre alegre y encantador, y reía haciendo eco de la risa de Hermione, mostrándole un Montecarlo que ella no había descubierto hasta ese momento. Parecía casi irreal, él con un estilo más casual pero siempre elegante, ella con su cabello corto y más alborotado de lo acostumbrado debido al viento, sin maquillaje y vestida sencillamente al estilo muggle, pero a él no le parecía molestar su apariencia pues más tarde almorzaron en un lujoso restaurante y después, él propuso rentar un auto para recorrer diferentes paisajes sin tener que aparecerse y así conocer mejor la ciudad. Hermione se admiró de que supiera conducir.

—Tenemos negocios con muggles así que tuvimos que adaptarnos a ese mundo para no levantar sospechas ni violar el Estatuto Internacional del Secreto Mágico.

Esa respuesta la dejó con la boca abierta. Draco Malfoy en el mundo muggle. Indudablemente había cambiado.

Sin embargo, a tiempo que iban subiendo por la carretera hacia uno de los montes, poco a poco Draco se había vuelto sombrío. Llegando a la cima, detuvo el auto demasiado cerca de un precipicio y, de pie en aquel lugar desde donde se apreciaba el mar a sus pies, la situación puso nerviosa a Hermione. Parecía que en cualquier momento podría resbalar y caer. El mago veía el horizonte con expresión severa, de nuevo perdido en su mundo.

—¿Has estado antes acá? —Draco la vio como si no la conociera, y ella adivinó que quizá hacía rato él se había olvidado de su presencia—. Creo que es mejor que regresemos —sugirió intentando sonar natural.

—Lo siento… —la tomó con cuidado del brazo para alejarla del precipicio—. Fui un imprudente al traerte acá.

—¿Entonces sí habías venido?

—Hace mucho tiempo…

De regreso en el hotel, Hermione se encontró cenando sin compañía, pues Draco alegó tener unos asuntos pendientes que atender. Mientras comía algo liviano, recordó las noticias tiempo atrás. Había sido de conocimiento público la trágica muerte de Pansy Malfoy, de soltera Parkinson. Draco ni siquiera la había mencionado; ella tampoco había traído el tema a colación y estaba algo intrigada por la actitud del mago. Al despedirse esa tarde, él le había dicho que se verían al día siguiente, así que esperaba tener una oportunidad para despejar sus dudas.

~ oOo ~

Habían pasado dos semanas. Todos los días hacían excursiones a diferentes partes de la Costa Azul. Hermione había tomado un bonito bronceado en su piel y Draco la molestaba diciéndole que de no ser por él, ella probablemente hubiera seguido metida entre museos y pasando horas de aburrimiento en su habitación.

No hubo playa que no visitaran, restaurantes de diferentes categorías y estilos; incluso habían ido a la ópera dos veces.

Como si fuera lo más natural del mundo, en algún momento de esos quince días habían dejado de usar sus apellidos y sus nombres de pila salían tan fácil que ni se habían percatado del cambio. Nadie que los viera hubiera creído que hasta hace pocos días habían sido completos desconocidos y rivales en la infancia.

Aquella tarde, sentados en la arena frente al mar, esperaban la puesta del sol y, Hermione dejándose llevar por el increíble día que habían tenido en Niza, comentó:

—Desearía no irme nunca ni olvidar estos maravillosos días.

Draco se había quedado inmóvil, muy serio con la vista en el horizonte. Así pasaron varios minutos y Hermione se sintió incómoda al pensar que probablemente había removido algún recuerdo con sus palabras.

—He pasado por momentos realmente malos que me han dejado recuerdos amargos. Hace casi un año ocurrió algo que trastornó mi vida por completo, peor que haber recibido la marca, o tener al Lord Tenebroso en mi casa. Anhelo que todo lo vivido hasta aquel momento se borre de mis recuerdos. Quiero comenzar de nuevo. Cuando nos encontramos, me preguntaste qué hacía en Montecarlo. Me propuse cerrar una etapa de mi vida; pero a veces la mente me engaña y siento que revivo lo que tanto quiero olvidar. Eso me pasó aquella tarde cuando subimos a aquel precipicio. Pansy y yo estuvimos ahí hace años y no pude evitar que ciertos momentos volvieran a mí. Sin embargo, puedo decir que habernos reencontrado ha borrado ese pasado más que todas las cegadoras luces de Montecarlo. Si no fuera por ti, hace muchos días me hubiera marchado a Italia, Grecia o más lejos. Me has evitado esas correrías y puedo asegurar que he pasado los mejores momentos de mi vida a tu lado.

Draco se había vuelto hacia ella y la veía directamente a los ojos, y luego, se acercó un poco más a su rostro. Al no percibir ninguna objeción de su parte para ese acercamiento, él acortó el poco espacio entre ellos y la besó. Primero suave, algo nervioso, pero lentamente fue profundizando en su boca, y ella sentía que era el mejor beso que había recibido y era él, Draco Malfoy quien se lo daba.

Él suavemente la había recostado en la arena, y la veía como si ella fuera el mejor paisaje del mundo, acariciando la piel de sus mejillas y cuello. Sus ojos brillaban y sonreía feliz. Hermione sentía que su corazón quería salirse del pecho. Volvieron a besarse esta vez con más pasión, él acariciando con delicadeza sus caderas y muslos, y ella su cabello y espalda hasta que sintieron que debían detenerse por el bien del público presente en aquella playa. Se habían perdido de la caída del sol y ambos se carcajearon al notarlo, y después caminaron lentamente por la orilla de la playa, deseando que aquel momento no pasara nunca, que no tuvieran que irse de ahí jamás. Lamentablemente, Draco había programado un traslador, y al día siguiente regresaban a Inglaterra.

Hermione regresó a su apartamento después de pasar por Crookshanks a Grimmauld Place. Para su fortuna, a esa hora Harry y Ginny no estaban en casa por su trabajo, así que pronto estuvo en su cama rememorando lo vivido. Se sentía como una adolescente. Habían prometido seguir viéndose, y así lo hicieron, a diario, durante dos meses. Fue al cabo de ese tiempo que Draco, tomando las manos de la joven, le dijo:

—¡Cásate conmigo, Hermione! ¡Casémonos y nos vamos de luna de miel por las islas griegas! —Hermione se quedó atónita ante la propuesta. ¿Era acaso una broma?—. Sé que a lo mejor es demasiado pronto, pero estas semanas han sido las mejores de toda mi vida y quiero esto contigo. ¿Qué me dices? —Hermione asintió dejándose llevar por la emoción y luego de besarse apasionadamente, Draco continuó con algo de reserva—. A lo mejor imaginas una boda con un hermoso traje de novia, muchos invitados y una gran ceremonia. Pero yo ya tuve una boda así. Seguí las reglas. Me casé con una sangre pura en los jardines de Malfoy Manor en un evento catalogado la mejor boda del año por Corazón de Bruja. Quiero hacerlo diferente esta vez, sólo tú y yo… —la joven dudó qué responder—. O a lo mejor me he hecho ilusiones y tú no quieres esto y es mejor que te dé un tiempo para pensarlo mejor. Lo siento si me he dejado llevar —su expresión se había vuelto triste—. Me lo merezco por presumido. No recordaba nuestra historia antes de la guerra, que tengo esta marca, que aunque borrosa, no deja de recordarme quién fui.

Hermione se imaginó su vida como la señora Malfoy, viviendo en aquella casa donde había pasado uno de los momentos más terribles de su vida. Draco pareció adivinarlo pues le comentó:

—La mansión es enorme, ni siquiera tendrías que pasar por esa habitación si no quieres. En todo caso, fue renovada. Todo es muy distinto ahora.

—¡Acepto! —le dijo emocionada—. Y quiero hacerlo como tú lo dispongas —y volvieron a fundirse en un largo beso.

La tarde siguiente, Hermione había citado a Ginny, Harry y Luna para darles la noticia. Ella aún no les había contado que se había estado viendo con Draco así que tenía mucho que contar.

—Ahora comprendo por qué te quedaste tanto tiempo en Montecarlo —comentó Harry sin salir de su asombro—. Nunca habías tomado tantos días libres. Ya me decía Ginny que había algo detrás de esto… pero ¿Malfoy? ¿En serio, Hermione?

—Según he leído, ella hizo muchos cambios en la casa… ya no existen las mazmorras donde estuve encerrada aquellos meses —dijo Luna con aire pensativo—. Pansy era muy guapa, vestía exquisitamente y destacaba en todo. Solían dar unas fiestas tremendas en Malfoy Manor. Todo ocurrió de repente y fue una verdadera tragedia, pues se veía a leguas que él la adoraba —Hermione sintió una punzada en el corazón. Le dolía que su amiga fuera tan sincera o que no supiera buscar las palabras adecuadas para suavizar lo que pensaba.

—Pues si sigues la tradición con lo de las fiestas, nos invitas —dijo Ginny ganándose un codazo de Harry.

—¿Estás embarazada? —de pronto preguntó Luna con aire inocente—. ¿Es por eso que se casan tan pronto?

—¡Por supuesto que no!

—¿Entonces? —inquirió Harry, quien al parecer no terminaba de gustarle la idea.

—Déjala, Harry. Es su decisión. No son unos niños. Sabrán lo que quieren. Espero que tengas suerte, Hermione y que seas tan feliz como yo lo soy con Harry.

—Dicen que no es fácil llevar una mansión de esa magnitud —siguió Luna y Ginny le rodó los ojos—, pero tú siempre haces todo bien —dijo como si quisiera arreglar las cosas. Ginny y Harry asintieron.

—Prepárate para la reacción de Ron… no creo que se lo tome muy bien —le advirtió Harry. Ginny le frunció el ceño refunfuñando por la negatividad de su esposo y amiga.

Efectivamente, horas más tarde recibió un vociferador de Ronald en el que declaraba sin tapujos, toda su molestia.

"No puedo creer lo que me ha dicho Ginny. No sólo has tenido un romance con él los últimos meses, si no que también te vas a casar así, tan pronto. Si no fuera porque Harry lo ha confirmado, pensaría que es una de sus malas bromas. Tú con Malfoy… No sé qué decirte, Hermione. Te salvaste que su padre está muerto y su madre desquiciada. De otra forma estoy seguro que no se hubiera casado contigo. No creas que se ha enamorado de ti. Se rumora que aquella casa vacía lo debe estar volviendo loco, por eso te lo propuso. Ya no quiere estar solo. En todo caso, te deseo lo mejor, pero, Hermione, espero que no estés cometiendo un grave error del que te arrepientas después".

Hermione se quedó algo perpleja. Sabía que su ex novio no se lo iba a tomar nada bien, pero esto había superado lo que había imaginado que Ron diría. El problema es que podía tener razón. Draco en ningún momento le había dicho que estaba enamorado o que la amaba. Supuso que él no era de ese tipo de hombres, pero dedujo que de no quererla no lo habría propuesto.

Recordó lo poco que había logrado conocer de su vida privada en esos dos meses, todo de mano de revistas, pues ella no se atrevía preguntarle directamente. Pocos meses después de los juicios del Wizengamot donde su familia había quedado absuelta, había contraído matrimonio con Pansy Parkinson, quién, en un intento por mejorar la reputación de los Malfoy, se había encargado de realizar obras de bien social con familias muggles, fiestas en la mansión donde acudían las mejores familias del mundo mágico, entre otros eventos, por lo que con frecuencia salían en la portada de Corazón de Bruja, siempre sonrientes y felices. Sin embargo, dos años después de su boda, Lucius había muerto en un enfrentamiento a manos de unos rebeldes que habían tachado de traidor al patriarca. Narcissa no soportó la situación y tuvo que ser recluida unos meses en San Mungo debido a una severa crisis psicótica provocada por la pérdida de su esposo. Y el año pasado, Pansy había muerto en un trágico accidente.

Hermione sabía que ese matrimonio había sido arreglado, así que probablemente él no se había declarado, aunque en sus años de colegio, era evidente que había un sentimiento entre ellos. Sacudió su cabeza. No debía pensar en ella. Nunca.