Sentada bajo la luz del crepúsculo se encontraba una joven de pelo blanco leyendo unas cuantas cartas, con una genuina calma de la cual estaba segura que no había sentido en toda su vida, después de todo, la guerra había terminado, sus crestas fueron removidas y todo respiraba cierto aire de paz que era incapaz de no sonreír ante eso.
-Podría acostumbrarme a estos momentos.- Decía la chica con una sonrisa de satisfacción, aunque poco le duro.- sin embargo, el costo de toda está paz fue demasiado alto, sin contar que aún hay mucho que reconstruir y las cenizas de la guerra no se tardan en volver a encenderse.- decía antes de suspirar Lysithea Von Ordelia, tras recordar a toda la gente que murió en la cruenta guerra de 5 años y medio que azoló a todo Fódlan, después de todo, que el continente se haya unificado con el triunfo de la Alianza, no significado que todos los problemas se hayan solucionado repentinamente.
Aún había mucho que reconstruir y sanar, y la melancolía como la tristeza tras la guerra será un peso que llevaran cada uno de los afectados por ella, sobre todo para los participantes, Lysithea había visto a muchos de sus conocidos perder la vida durante el conflicto, ella misma había matado a cientos de personas, recordando especialmente como había matado a Hubert y a Dorothea en Embar.
Al heredero Vestra fue alguien que mató casi sin arrepentimiento, no le tenían ningún apego emocional pese a que ambos habían sido parte de la academia de oficiales, por lo que su muerte no fue algo que ella había lamentado, al menos hasta conocer la carta con la ultima voluntad de él, Lysithea pudo apreciar que el mago oscuro no se haya llevado la verdad de los agarthans a la tumba, y que haya pensando fuera de su total devoción por Edelgard en el futuro de Fódlan. Sin embargo, la muerte de Dorothea fue muy distinto, no eran amigas, pero Lysithea si que tenía más cariño a Dorothea en general, habían participado en muchos seminarios de magia juntas durante la academia, y ella junto a Hilda prepararon a todas las chicas para el gran baile de Garreg Mach, Lysithea no quería matarla, pero Dorothea no parecía querer rendirse, por lo que a Lysithea no le quedo más remedió que atacarla con su magia más fuerte, Hades Ω, el grito de Dorothea al recibir ese hechizo es algo que aún lo atormenta por las noches.
-Estas manos estarán por siempre marcadas con la sangre de la gente que tuve que matar.- decía Lysithea mientras miraba las palmas de sus manos con una notable melancolía, era el cargo de conciencia que marca a todos los que ganan estos conflictos, y pese que el sentimiento probablemente no vaya irse jamás, Lysithea recordó con una dulce sonrisa otra cosa más al mirarse las manos.
-La sangre de todos aquellos que maté marcara mi pasado, pero este anillo marcara mi futuro, tanto mi felicidad como esposa y mi responsabilidad de solucionar todas las consecuencias que dejo está guerra, como la futura reina de Fódlan- Lysithea miraba al bello anillo que su prometido, que anteriormente fue tanto su antiguo profesor como lider en la guerra le había dado luego de que finalmente, hayan podido extirparle las crestas, aquellos signos que habían arruinado su vida, o al menos lo habían hecho hasta ese entonces.
-Byleth, mi amor, prometo terminar de arreglar los problemas del territorio de Ordelia lo más pronto posible, solo han pasado 8 lunas desde que tuvimos que separarnos, pero ya falta poco, y cuando volvamos a vernos, juro por el apellido de mis padres que seremos finalmente felices, y que esa felicidad será igual a toda la gente de Fodlan.- Lysithea se notaba resuelta, su voz tenía tanto anhelo como seguridad, ella iba a casarse con Byleth Eisner, actual rey de Fodlan designado tanto por Claude y abalado por la iglesia de Seiros, si bien ella nunca pensó que fuera a convertirse en reina, la verdad es que tampoco había pensado en hacer algo a futuro, después de todo, ella solo le quedarían poco más de 4 años de vida, nunca pensó en hacer algo más que en asegurar la tranquilidad de sus padres y esperar su muerte, hasta que cierto mercenario convertido en profesor llego a su vida.
-Solo un poco más Byleth, no falta mucho para poder volver a estar juntos.- decía Lysithea sonriendo mientras volvía a ver su anillo de compromiso, Aunque luego su atención se desvió hacia los pasos que sentía que se acercaban atrás suyo.-¿Papá?- decía Lysithea al ver a su padre junto a un juego de té acercarse a la mesa donde estaba antes leyendo las cartas.
-Pensé que esta hermosa tarde podría ser aún más disfrutable con una buena taza de té y la compañía de mi hermosa hija, aunque en un tiempo voy a tener que referirme a usted como majestad- decía el señor Ordelia con una sonrisa confortable, mientras dejaba las tazas en la mesa.
-No seas ridículo.-le decía Lysithea mientras se reía levemente, aceptando el té que había preparado su padre, tal como se esperaba de él, era sumamente dulce- ¿5 cucharadas de azucar?
-casi, pero fueron 6.- decía a gusto su padre mientras tomaba otro sorbo del té- es así como un verdadero Ordelia toma su té, como bien sabrás.
-No podría estar más de acuerdo con eso.- asentía Lysithea volviendo a tomar de la taza, la vida siempre le fue cruel, fue usada y desechada como un experimento cuando era niña, su vida fue acortada por esto ultimo, y solo en la academia de oficiales sintió que las cosas llegaron a mejorar, pero luego estalló la guerra recordándole lo ligada que estaban las tragedias a su vida, por todas esas oscuras memorias y por todos esos momentos agridulces que le dio la vida en su pasado, ella disfrutaría de lo dulce que es este momento, junto a su padre y sus esperanzas a futuro representados en el anillo de su mano con la cual está tomando la taza.
-Sí, definitivamente es un dulce té.
