Había transcurrido otro día más con éxito en los eternos cielos, los grupos de arcángeles estaban llegando a las puertas sagradas, acompañando a las almas de los dignos de merecer la paz eterna junto a los dioses y todos sus ángeles.
Los ángeles más jóvenes jugaban y practicaban su, vuelo recién conseguido sus alas. De entre todos ellos, un pequeño ángel sobresalía, pues su crecimiento fue más tardío una comparación de los otros ángeles jóvenes, pero eso fue lo que borraron la enorme sonrisa que poseía y que lo que distinguía del resto.
Su padre, un dios bondadoso, lo que había criado y enseñado todo lo que sabía. Eran los dioses que daban vida a los ángeles y quienes se encargaban de educar bajo las leyes de los cielos, pero una diferencia de los demás dioses, Choromatsu solo había tenido un hijo y le daba toda su atención.
Cuando el sonido de las trompetas celestiales anunciaba la llegada de las nuevas almas, los ángeles jóvenes ya habían terminado sus tareas por lo que el joven ángel de la enorme sonrisa voló a ver la escena. Era curioso y siempre le traía problemas, pero no importa.
Mientras que las almas entraban en terreno sagrado, la era algarabía tanta que ninguno de los presentes era capaz de ignorarlo. El ángel, al ver la oportunidad de poner una prueba de sus nuevas alas, no dudó en cruzar el gran portal rumbo al mundo terrestre. Llevaba años deseando conocerlo y disfrutar de la vida que los dioses han creado.
Bajó con suavidad y algo de torpeza, pues sus alas han sido entregadas el día anterior, pero su felicidad era infinita al ver a la lejos el verde bosque. Pasó a través de un par de nubes y tocó tierra finalmente. Al sentir el pasto bajo sus pasteles comenzó un brincar con alegría sin poder contener su risa. Corrió por el lugar tocando los árboles, el césped, el agua de los alrededores. Un pesar de que todo eso existía en el cielo, la sensación era diferente.
—¡Es todo tan hermoso! —exclamó que entre los árboles hasta unas ardillas y zorros.
Con las mejillas sonrojadas por la agitación, se recostó en el pasto esperando un que llegaran por él, sabía que no tardarían en la encontrarlo.
En el inframundo la vida era muy diferente. Las tierras eran áridas y no había rastro de vida en todo el sitio. La luz del sol no tocaba el lugar durante todo el año y solo se podía escuchar el lamento de las almas ser castigadas por los demonios.
Un demonio andar en la zona más sombría del infierno, viendo con algo del caos de los demás torturando a aquellos que en vida pecaron en el mundo terrenal. No me sentía lástima por ellos pues lo merecían. Aunque los demonios son tentarán a los humanos eran ellos quienes debían ser más fuertes y negarse si es que amaban tanto a sus dioses como decían hacerlo. Pero eran muy pocos los que conseguían hacerlo, y cuando caían en el pecado, era turno de los demonios devorar parte de esas almas sucias. Lo que había en el infierno eran restos de todos ellos, esperando impacientes para ser alimento.
Pronto alguien notó la presencia de ese demonio ajeno a la zona y con sigilo se acercó a él, aunque no consiguió sorprenderlo, pues su hedor podría percibirse desde kilómetros.
—Osomatsu. —Saludó el joven demonio cuando su figura se manifestó frente a él.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con una sonrisa ladina—. No es común ver a uno de los tuyos por aquí, un menos que esté buscando algo.
—No hay algo que tenga que importar.
—Ichimatsu, ¿cierto? —¢1.000. Un demonio joven del cuarto infierno. Sin experiencia, pero con un poder prometedor.
—Solo estoy explorando. —respondió finalmente a desviar de forma nerviosa su vista hacia las almas—. Es aburrido del otro lado.
—Explorando solo. —Repitió en un tono que le hizo entender un Ichimatsu que no fue creído. —¿Tienes otros aviones en mente al ver tan selectivamente las almas del primer círculo?
—Ya te dije que solo estoy explorando, no tengo ningún plan en particular.
Osomatsu sonrió de lado y mantuvo la mirada de Ichimatsu que lo enfrentó sin problemas, aunque su interior era temblando. Finalmente, el alcalde demonio relajó su semblante y soltó una risa traviesa.
—Está bien, tengo cosas más importantes que pueden quedarme que aquí contigo. —Se dio la vuelta y estiró su alas dispuesto a emprender el vuelo, pero antes miró de reojo al joven demonio. —Hay rumores de que un ángel fugitivo se encuentra vagando por el mundo terrestre, tal vez eso mar más conveniente para ti.
Se marchó inmediatamente después. Ichimatsu quedó confundido por un momento por las palabras escuchadas, pero enseguida entendió lo que quiso decirle.
La razón por la que estaba en ese lugar era para consumir las almas de los pecadores y así aumentar sus habilidades. Había escuchado de otro demonio que esa era una forma de acelerar el proceso y no esperar a cientos de años a que su experiencia se active en el poder. En el cuarto círculo, donde debía llevar su tarea de torturarlos, las almas sabían una putrefacción y desperdicios, y mirando a quienes se encontraban en ese lugar, dudaba que su sabor fuera distinto. Dudaba que lo que escuchado de aquel otro demonio funcionara.
Estaba perdido en sus pensamientos cuando se vio volar sobre su cabeza un grupo de demonios, lo que se desmintiendo que el grupo de búsqueda que Osomatsu había enviado para encontrar el fugitivo de los cielos. Osomatsu, siendo el rey de los demonios, en raras ocasiones dejaba el inframundo.
Rápidamente emprendió el vuelo tratando de alcanzar el grupo enviado por Osomatsu, aún con las palabras de este rondando por su cabeza.
¿Qué mejor que el alma de un ángel para hacer crecer su poder? Tenía que llegar primero.
Caminó en la tierra de los humanos buscando cualquier indicio de una alma angelical cercana. Era fácil para los demonios sentirlas, así que no tenía problemas. Lamentablemente eso también es lo que el equipo de búsqueda tiene la misma ventaja que él.
Ansioso voló sobre los pueblos, pasando sobre bosques enteros y mares profundos, y en lugares que pueden atraer la atención de algún ángel. Sitios pacíficos y sagrados como iglesias eran su prioridad.
Casi se dio por vencido cuando se sintió la presencia luminosa de alguien diferente a los seres humanos, incluso que los más bondadosos, aunque no hay era muy diferente de éstos. Un pesar de eso, sabía que había encontrado lo deseado. Voló una alta velocidad hasta la presencia se hacía más fuerte.
No se equivocó, en un bosque cercano encontró un ángel de blancas por desgracia recostado sobre el pasto. Una mueca de victoria se plasmó en su rostro y aterrizó sobre él con brusquedad, colocando sus rodillas a ambos lados del cuerpo del ángel y sus manos aferrando su garganta.
—Te encontré. —Siseó sintiendo como salivaba al imaginarse el sabor que tiene.
Al sentir el agarre, el ángel no pudo más que abrir sus ojos tanto como podría. Su mueca de cambió una de auténtico terror al ver frente a él a un demonio. No hay que ser muy listo para saber que lo era, un pesar de que era la primera vez que veía uno en persona.
—¡N-no! ¡¿Qu-é pasa?!
Las manos del demonio aferrándose a su garganta dificultaban el paso de aire y le basta hablar con claridad. Sus manos sujetaron las muñecas de su atacante en un intento de liberarse para huir. Tenía miedo, siempre leía sobre ellos y los demás ángeles contaban anécdotas anécdotas al respecto. En su cabeza, el pensamiento de "primer y único encuentro" no dejaba de resonar.
Ichimatsu se dio cuenta de inmediato que no era un ángel poderoso ni experimentado y eso era una ventaja para él. En la inframundo había escuchado que los ángeles eran menos rudos en sus entrenamientos, por lo que les tomaba más tiempo perfeccionar sus habilidades. En cambio, él ya había pasado por infinidad de batallas contra demonios en extremo poderosos, fue un punto de la muerte en muchas ocasiones, un pesar de que no podía morir en el mismo sentido que los humanos. Podría ganar.
—P-por favor...—rogó con dificultad, apretando con más fuerza las muñecas del demonio— no me lastimes.
El ángel lamentaba en esos momentos no haberle insistido a su padre que lo dejara ir a entrenar con los arcángeles. De ser así podría enfrentar a ese demonio, pero confiaba tanto en sus palabras que la idea de contradecirlo jamás pasaba por su cabeza.
Ichimatsu soltó una risita divertida al escuchar su súplica y ver su expresión de terror. no dudaba que fuera la primera vez que se enfrentara a uno de ellos. No se molestó en contestarle, no era dialogar lo que buscaba. Apretó más el agarre en su cuello y se acercó a su rostro para absorber su alma.
La asfixia comenzaba a ser insoportable, se sentía cada vez más débil, ya no tenía fuerza ni para mantener los ojos abiertos y solo pudo ver con la vista borrosa como el demonio se acercaba a él. Inconsciente, el cuerpo del ángel comenzó a desprender un resplandor que fue cada vez más brillante. Ichimatsu se percató de ello y se apartó de inmediato al pensar que era una técnica de defensa, pero no pasó más. El brillo cesó después de unos segundos y el ángel volvió a despertar.
Ichimatsu rechinó los dientes al percatarse de que no iba a ser tan sencillo como pensó. Concluyó erróneamente que, al tratarse de un ángel débil, no necesitaba debilitarlo demasiado, pero, aunque intentó, no había podido comer ni un pequeño fragmento de su alma. Técnicamente debería ser igual que consumir la de un humano, al menos eso escuchó de los demonios mayores. ¿Es que era un demonio tan débil como para no poder alimentarse de un ángel tan patético como él?
Jyushimatsu despertó casi inmediatamente después de que la luz desapareció. Se incorporó de manera brusca y miró sus brazos, piernas, pies y mano.
—¿Pero qué…?
—¿Qué clase de alma posees? —Lo interrumpió, solo hasta entonces el ángel le dio de nuevo su atención.
Ichimatsu sabía que tenía alma, podía sentirla, y seguramente tendría un delicioso sabor. Nunca se había enfrentado con ángeles antes, pero los demás demonios habían tenido incontables batallas y ninguno describió una defensa de ese tipo.
Se quedó demasiado tiempo pasmado pensando en esto, solo reaccionó cuando el ángel emprendió el vuelo de vuelta al cielo, tratando de escapar, de inmediato fue tras él. Se dio cuenta que el ángel no volaba bien, no tardó en darle alcance, atrapó una de sus alas y lo hizo caer de nuevo al suelo en picada. Ichimatsu se posó sobre su vientre sujetando su cuello, con el agarre suficiente para mantenerlo inmóvil, pero no para que perdiera el conocimiento.
—¿Qué clase de ángel eres tú?
Pero el ángel estaba tan asustado que ni siquiera escuchó sus palabras. Comenzó a patalear tratando de liberarse en vano del oscuro ser.
El demonio rechinó los dientes. Estaba enfadado por no poder cumplir con su cometido con la facilidad que pensó, tenía que averiguar cómo hacerlo, esta era una oportunidad única, los ángeles débiles e inexpertos en batalla y vuelo, no salían con frecuencia del cielo. Esto, sumado a este inquieto ángel que no obedecía le hicieron reaccionar con violencia.
—¡Ya basta! —gritó antes de darle un golpe en el rostro con el puño cerrado, aunque midió su fuerza para no hacerle verdadero daño.
El golpe del estado de pánico en el que el ángel se encontraba. Se quedó inmóvil respirando agitado. Comenzó a llorar descontrolado, su rostro era empapado y sus labios, a la igual que su cuerpo, temblaban. Su corazón latía a mil por segundo, pues podría sentir que era imposible ponerse de pie, mucho menos huir.
—D-déjame en paz, por favor. —Rogó con voz temblorosa, llena de miedo—. N-no hizo n-nada malo. —Jamás se imaginó que podía llegar a sentir tanto temor por su vida. Cerró sus ojos de nuevo, en un último ruego, no quería ver el rostro del demonio enfadado-. Padre, ayúdame.
Ichimatsu escuchó su señora, pero no la atendió en lo más mínimo, incluso sonrió con burla al saber que le fue causando el nivel de pánico. Entendía que no había sido motivo de orgullo en asustar a un ángel joven, pero él también era un demonio joven y ya había superado un soldado del cielo y, aunque fuera uno tan patético, algo de mérito debe tener.
—¿Quién diría que un ángel suplicaría a un demonio por su vida? ¿Es que no tienes orgullo?
—¡Yo solo quería divertirme! Recién salieron mis alas y quería saber todo lo que mi padre y los dioses han creado aquí, porque nunca había sido venido. Quería conocer a los humanos, ver las plantas, las rocas, un todos los animales.
El demonio frunció el ceño. Parecía que había presionado un interruptor para que hablara sin parar.
—Estaban recibiendo almas nuevas en el cielo, la puerta estaba abierta y no lo pude evitar, esto era algo que me gusta. Debí entrenar con los arcángeles, ¡ellos te pueden dar una lección! —Respiró un poco en medio de sollozos y su corto momento de valentía se fue, volviendo a dar paso al llanto—. ¿Por qué hacer esto? ¿Por qué los demonios son tan crueles y viles? No entiendo, no entiendo nada.
El demonio comenzó a sentirse perdido al escuchar esa explicación tan larga, una que no pidió en primer lugar. Se quedó sin habla pues el ángel lo hacía muy rápido.
—¡C-cállate un momento! —Colocó una mano en la boca del molesto ángel parar su ataque de palabras.
¿Qué debía hacer? Su plan era simplemente debilitarlo y comerlo, pero no había sido funcionado. Con los humanos no eran muy distintos, pero a ellos no tenía que atacarlos, ellos los entregaban casi voluntariamente.
Fue entonces cuando la posible solución llegó a él: los humanos caían en tentación cuando los demonios los demonios los provocaban con promesas o estímulos irresistibles y era cuando se entregaban sus almas. Si a eso se referían los demás demonios con que se quita una época celestial igual de fácil de fácil que una humana, muy equivocados, los ángeles no solían caer en tentaciones... pero no tenía nada que perder. Era su último plan.
Soltó el cuello del ángel, aunque no se levantó de su vientre, y lentamente apartó su mano de su boca.
—Vamos, deja de llorar, solo estoy jugando contigo. —Sonrió ladino pretendiendo pasar sus palabras por verdad absoluta—. Nada de pretendía asustarte, lo siento.
El ángel abrió los ojos finalmente y frunció el ceño cuando los sollozos se detuvieron un poco. ¿Podría creerle?
