Aclaraciones antes de leer:Este desmadre es básicamente PWP (Porn Without Plot/Plot? What Plot?).Bueno, tal vez sí hay un poco de plot.Narancia es mujer.Va a ser un oneshot. O tal vez no.Las escenas sexuales me salen de la verga.Los personajes son de Araki.Aclarado esto... Lea bajo su precaución.
Dado que era el más presentable, Bruno había sido el encargado de conseguir las habitaciones del hotel. Consiguió solo cuatro habitaciones (para el horror de Mista), ya que eran las únicas disponibles. Ahora faltaba lo más difícil: repartirlas.
—No voy a elegir una entre cuatro.— Declaró el pistolero. Cosas horribles pasaban cuando ese número del diablo era involucrado.
Demasiado cansado física y mentalmente como para lidiar con las estupideces de los mocosos, Abbacchio tomó una de las llaves al azar.
—Habitación 234.— Dijo en voz alta, antes de abandonar el estacionamiento para internarse al hotel. Era una fortuna que el recepcionista se hubiera quedado dormido en su silla otra vez: Hubiera sido difícil explicar por qué el albino estaba cubierto de sangre.
Absolutamente todos, incluyendo a Trish, la más nueva del grupo, sabían que lo había dicho en voz alta para Bucciarati. El hecho de que ellos iban a compartir habitación era eso, un hecho. La naturaleza exacta de la relación de ese par era un misterio, y ni siquiera Narancia era lo suficientemente imprudente como para preguntar. La verdadera cuestión era como se repartirían las tres habitaciones restantes los adolescentes.
—Giorno, ¿quieres compartir conmigo?— Preguntó Mista, mucho más tranquilo ahora que no tenía que elegir entre cuatro habitaciones.
—Claro.
Satisfecho con la respuesta del chico, Guido tomó una de las llaves y avanzó hacia el hotel, seguido por Giorno, quien sí tuvo la decencia de desearles buenas noches.
Fugo se sintió aliviado. Antes de la adición de Giorno (y extraoficialmente, Trish) al equipo, usualmente a él le tocaría compartir habitación con el pistolero, lo que no estaba del todo mal... El problema era su peculiar stand: era como lidiar con niños pequeños. Por supuesto, al ser Narancia y Trish mujeres, Pannacotta había asumido que ambas compartirían habitación, dejándolo a él solo en la última, algo más que bien recibido después de la caótica misión.
Fugo olvidaba que Trish podía ser una maldita diva.
—Descansen.— Dijo simplemente la pelirrosa, antes de tomar una llave y escabullirse antes de que cualquiera pudiera decir algo en contra.
—Tiene que ser una puta broma.— Siseó Fugo, repentinamente a punto de explotar. Sintió un no-tan-sutil golpe en el brazo, lo que atrajo su atención hacia la pequeña y desaliñada figura de Narancia.
—Yo tampoco quiero compartir habitación contigo, pero no tienes que ser un hijo de puta al respecto.— Espetó la de menor estatura, bastante ofendida por el comentario y el tono de voz.
Bucciarati se masajeó las sienes. No tenía problema con que un chico y una chica compartieran una habitación. Es decir, estaban en la mafia, preocuparse por detalles como esos hubiera sido ridículo (además de que estaba convencido de que nadie del grupo era 100% heterosexual). Pero Fugo y Narancia tenían una fuerte tendencia a sacarse de sus casillas mutuamente, y como en su grupo creían firmemente en la equidad de género, ninguno de los dos tenía reticencia para agarrarse a golpes, a veces incluso involucrando cualquier objeto punzocortante que tuvieran a mano.
Por unos segundos, Bruno incluso consideró intercambiar habitación con Fugo, con tal de evitar más conflictos, pero desechó la idea de inmediato: Había sido un día asquerosamente largo, Leone y él merecían su noche a solas.
—Van a compartir esa habitación, sin peros, sin discutir y sin matarse entre ustedes.— Dictaminó Bucciarati con una voz que no admitía réplicas, finalizando la disputa. Fugo accedió de mala gana.
Cuando llegaron a la habitación, lo primero que Fugo notó fue que solo había una cama. Tenía que ser una maldita broma. Para el colmo, ni siquiera era una cama matrimonial o algo así, sino una simple cama doble. A Narancia, por otro lado, pareció no importarle: su mal humor se había disipado en el camino: estar enojada por mucho tiempo no era lo suyo.
—Voy a darme una ducha. Estoy asquerosa.— Comentó, con una risita. Fugo le dio un vistazo rápido, aunque sabía que lo último era cierto. Narancia, como siempre, se había lanzando de forma irreflexiba al peligro. Ahora estaba despeinada, cubierta de sangre como la protagonista de cierta novela de Stephen King, y con la ropa en un estado deplorable. Parecía sacada de una película de terror.
— Está bien. Yo me voy a dormir.
La pelinegra se encerró en el baño, azotando la puerta en el proceso, solo para volver a abrirla a los cinco segundos.
—Fugo, ¿puedes darme tu camisa?— El aludido arqueó una ceja.
—¿Por qué?
—Bueno, no puedo meterme a la cama con esto.— Dijo mientras señalaba sus ensangrentadas prendas. —Y tampoco voy a dormir desnuda contigo.
El último comentario hizo enrojecer furiosamente al rubio. Por más que lo intentó, no pudo evitar que la imagen mental se filtrara en su cabeza. Narancia desnuda, en la misma habitación, en la misma cama, con su acanelada piel húmeda tras la ducha, a centímetros de él...
—Toma.
Fugo prácticamente le arrojó la camisa. Tenía miedo de que si permanecía más tiempo frente a él, la chica podría leer sus pensamientos de alguna forma.
—¡Gracias!— Exclamó, antes de azotar nuevamente la puerta del baño.
Mientras Narancia esperaba a que saliera el agua caliente, Fugo se metió a la cama tras quitarse los zapatos y la corbata. Su pantalón no era la opción más cómoda para dormir, pero no iba a quedarse en tanga si tenía que compartir habitación. Dejó una tenue luz de noche encendida para Narancia, se acomodó de lado, con su rostro apuntando al lado vacío de la cama y cerró los ojos, esperando sumirse en el mundo de Morfeo casi de inmediato.
Narancia se observó al espejo. La camisa de Fugo era bastante reveladora, pero cubría la parte superior de su torzo lo suficiente. De cintura para abajo, llevaba únicamente unas bragas de licra negras, las mismas que había usado todo el día. No se consideraba una persona tímida, pero honestamente esperaba que Fugo se encontrara en su quinto sueño y no tuviera que verla de esa forma.
Por otro lado, Pannacotta no tenía idea de por qué demonios no lograba quedarse dormido si estaba tan cansado. O bueno, sí lo sabía: su mente era un puto torbellino compuesto por recuerdos de esa tarde (Narancia malherida, al punto en que por un segundo creyó que estaba muerta), posibilidades (Narancia muerta, cosa que seguramente hubiera pasado de no ser por Gold Experience), situaciones paralelas (Narancia en la ducha, desnuda, las gotas de agua recorriendo su piel, o Narancia solo con su camisa puesta) y deseos (otra vez Narancia, esta vez entre sus brazos, vestida, desnuda, limpia, cubierta de sangre, como sea, pero viva)... En síntesis, Narancia era la razón de su insomnio.
La puerta del baño se abrió, dejando salir una oleada de vapor y a la dueña de sus pensamientos.
—¿Estás despierto, Fugo?
El chico no contestó. Habían un millón de motivos por los que consideraba que lo más prudente era fingir estar dormido: La posibilidad de que Narancia intentara iniciar una conversación y definitivamente no lo dejara dormir era la principal. Así que eso hizo: Fingió estar dormido.
La joven soltó un suspiro, mucho más relajada, y salió del baño mientras se secaba el cabello con una toalla. Intentando ser lo suficientemente cuidadosa para no despertar a su amigo, rodeó la cama y se metió bajo las sábanas, dejando la toalla tirada en el suelo: ponerse de pie y colgarla en algún lugar ni siquiera era una opción para Narancia.
La joven dio muchas, muchas vueltas en la cama, tratando de encontrar una posición cómoda para conciliar el sueño, pero simplemente no lo lograba. Siempre dormía con una almohada abrazada, pero Fugo tenía la segunda almohada bajo su cabeza. Consideró quitársela, pero decidió que eso pondría en riesgo su integridad física, así que descartó la idea.
Abrazándose a sí misma, permaneció unos minutos recostada de lado, su rostro frente al de su compañero. Era raro poder verlo tan tranquilo: Generalmente, cuando ella estaba cerca, el rubio terminaba gritando. Fugo era dinamita y Narancia fuego, pero al mismo tiempo, eran dos imanes de polaridades opuestas, destinados a atraerse entre sí. Narancia pensó que Fugo era guapo. En realidad, lo pensaba desde siempre, pero no tenía muchas oportunidades de apreciarlo. Sus ojos se deslizaron hacia abajo, apreciando el delicado cuello, los anchos y elegantes hombros desnudos, el delicado pecho... Y hasta ahí, porque eso era lo único que la sábana permitía ver. Se sintió sumamente tentada a tocarlo... Cosa que por supuesto hizo: Narancia no le temía a la muerte.
La actuación de Fugo casi se fue al demonio cuando sintió el delicado toque de un dedo deslizándose lentamente por su pómulo. Decir que lo tomó por sorpresa era poco. Sin embargo, no le molestó, por el contrario, el contacto le pareció agradable y un poco tierno... Por lo menos hasta que ese dedo comenzó a descender hasta su barbilla, siguiendo de largo hasta su cuello, para luego delinear una de sus clavículas, continuando hacia el hombro, regresando por el mismo camino para después descender hacia los pectorales... Y luego apartarse de golpe.
Sin atreverse a abrir los ojos, Fugo se preguntó si Narancia se había dado cuenta de que estaba despierto... Es decir, se había olvidado de respirar cuando el dedo pasó demasiado cerca de uno de sus pezones, eso debía ser sospechoso. Pero no, la chica era demasiado distraída para fijarse en esos detalles: la razón por la que se había detenido era porque no consideró correcto seguir toqueteando de esa forma a su amigo dormido.
Fugo sintió más movimiento en la cama. Narancia había cambiado de posición por centésima vez, ahora quedando sobre su espalda, con la mirada fija en el techo. Soltó un pequeño suspiro y cerró los ojos, tratando de quedarse dormida de una buena vez. Pero sencillamente, no lo lograba.
De repente, Narancia tuvo una de sus (desde su perspectiva) brillantes ideas: Había algo que funcionaba para hacerla dormir, aunque esa no era ni de cerca la razón principal por la que realizaba dicha actividad habitualmente. Pero bueno, necesitaba dormir, y esa era una táctica confiable para conseguirlo.
A demás, para que negarlo. Ver a Pannacotta Fugo semidesnudo la había calentado un poco.
—¿Fugo?— Llamó de nuevo, para asegurarse de que su compañero siguiera dormido. Al no obtener respuesta, deslizó tímidamente una mano bajo las sábanas.
Primero comenzó a acariciarse suavemente sobre el borde de la ropa interior, aún insegura de si era una buena idea hacer eso en una cama compartida o no, pero el agradable cosquilleo que ese roce envío a su columna la convenció de continuar. Cerró los ojos, tratando de pensar en algo que la ayudara a exitarse.
Generalmente, para esa clase de actividades utilizaba algunas de las revistas que le robaba a Mista, y un par de veces en las que había tenido la casa para ella sola, películas (también robadas de la habitación del pistolero). La mayoría era porno heterosexual, pero Narancia no discriminaba. En ese momento no contaba con apoyo gráfico, pero su imaginación podía hacer más que suficiente. Dejó que sus dedos acariciaran su monte de Venus aún sobre la ropa interior, cada vez haciendo un poco más de presión. No tenía a nadie en particular en la mente, por lo menos, no al inicio, pero mientras comenzaba a deslizar sus dedos bajo la tela, buscando directamente ese punto que le provocaba mayor placer, un rostro bastante conocido comenzó a materializarse.
Fugo sintió un poco de movimiento a su lado. ¿Por qué diablos no podía quedarse quieta? La próxima vez (si es que había una próxima) sería más rápido que Trish, y no le importaba si ella se enojaba. Ya hacía suficiente por Narancia soportándola todo el día, como para tener que hacerlo a la hora de dormir. Realmente quería echar un vistazo y averiguar qué diablos hacía, pero tenía miedo de que al descubrir que estaba despierto, la chica tratara de arrastrarlo a alguna exasperante conversación, así que prefirió quedarse con la duda. Y eso iba a hacer, hasta que escuchó un jadeo.
Definitivamente era la voz de Narancia: Era inconfundible, la tenía grabada a fuego en su memoria. Pero al mismo tiempo, era diferente. Fue un jadeo suave, necesitado... Y jodidamente sensual. Ahora que prestaba atención, su respiración también era más acelerada. Fugo no pudo evitar entreabrir un ojo. Y por segunda vez en la noche, olvidó cómo respirar.
La imagen no era completamente explícita, pues las sábanas la cubrían de cintura para abajo, pero el movimiento de su brazo la delataba. La otra mano de la chica se deslizaba sobre su abdomen descubierto. Dejó que su mirada subiera a su rostro, tratando de entender por qué demonios no se detuvo en cuanto se dio cuenta de que estaba siendo observada, y la respuesta fue obvia: Ni siquiera lo había notado. Sus ojos estaban firmemente cerrados, a diferencia de sus labios, ligeramente entreabiertos, que dejaban escapar más sonidos indecentes.
Sintió una ligera oleada de ira. ¿De verdad se estaba masturbando a unos centímetros de él? Bueno, tratándose de Narancia, no era tan descabellado. Es decir, la chica no era promiscua o exhibicionista, a menos no dentro de su conocimiento, pero era un puto desastre con patas... Pero esta vez, había algo que predominaba sobre la ira: Deseo. No necesitaba ver más (aunque sería una mentira decir que no lo deseaba) para que toda la sangre de su cuerpo decidiera cambiar de curso.
Narancia, desconociendo que contaba con público, aceleró el ritmo. Al principio, trató de desplazar la imagen mental de Fugo, pues no le parecía correcto pensar en uno de sus colegas de esa forma, pero el rubio se negaba a salir de su mente, y ella no estaba en condiciones para resistirse. Imaginó su torso desnudo, y luego, el resto de su cuerpo. Imaginó que la veía tocarse para él, que la observaba con hambre en los ojos, que sujetaba sus manos con esa brusquedad que lo caracterizaba, dejando que su mano libre se deslizara entre sus piernas, jugando con su humedad, haciéndola retorcerse de placer.
—¡Ah!
Esta vez no había sido solo un jadeo, sino un gemido, y Fugo no hubiera creído que su compañera podía emitir un sonido tan jodidamente provocativo de no estar presenciándolo de primera mano. Odió su estúpido pantalón, pues la presión provocada por este era casi insoportable. En ese momento no deseaba otra cosa más que desvestirse y tocarse con la maravillosa visión de Narancia y sus exquisitos gemidos (bueno, sí había una cosa que deseaba más que eso, solo que si se permitía pensar en ello, la presión empeoraría), pero si se dejaba llevar, se delataría.
"Tal vez quiere que la vea. Tal vez quiere que la toque. Tal vez quiere que la folle sobre este estúpido colchón hasta que se olvide de su nombre" decía la parte más primitiva de su cerebro. "No haría esto a lado mío si no deseara todo eso". Pero su parte más racional, a la que a veces odiaba, le decía que simplemente ella era esa clase de idiota, que no habían segundas intenciones de por medio. Así que apretó los puños, y cerró los ojos, creyendo que tal vez eso ayudaría, aunque en realidad su imaginación hacía las cosas peores (o mejores, dependiendo de la perspectiva). Como si necesitara otro recordatorios de su cercanía, uno de los pequeños pies de la chica rozó su pantorrilla, casi haciéndolo perder el control.
El Fugo de la mente de Narancia liberó sus muñecas para sujetar sus muslos y abrirlos con brusquedad. Ese Fugo no necesitaba palabras para comprender sus necesidades, y lo que necesitaba en ese momento era a él, entre sus piernas, introduciéndose de forma brusca, jalándola de las caderas para llegar más profundo, viéndola a los ojos mientras la follaba con el mismo salvajismo con el que peleaba. Tuvo que morderse los labios para no gemir demasiado fuerte.
Su respiración era cada vez más errática, al igual que el ritmo cardíaco de Fugo. Quería introducirse un par de dedos, pero esa no era la posición más adecuada para ello y estaba demasiado cerca para detenerse siquiera por un minuto. Su mano libre se dirigió a uno de sus pequeños pero sensibles pechos, estrujándolo con fuerza, obteniendo placer del dolor. Su otra mano se movía a un ritmo inhumano, casi con rudeza (como creía que lo haría Fugo), la humedad entre sus piernas generando un ruido igual de indecente que sus gemidos.
Fugo no sabía si eso era el cielo o el infierno.
Estaba cerca. Estaba tan malditamente cerca. El Fugo de su mente lo sabía (y el real lo presentía), así que aceleraba aún más el ritmo. Incluso podía imaginar el sonido de la violenta unión de sus cuerpos, y lo amaba. "Córrete para mi, Narancia", pedía (ordenaba) con una voz exquisitamente ronca. No estaba en condiciones de desobedecer.
—Mierda, Fugo... Por favor..— Balbuceó entre gemidos, lo suficientemente alto y claro para que el Fugo real la escuchara.
El susodicho abrió los ojos. Sorprendido, halagado. Excitado. Porque Narancia pensaba en él mientras se masturbaba, mientras se venía. Y al mismo tiempo, le obsequiaba la visión más gloriosa que había presenciado en su puta vida. Narancia, delirante, una mano en uno de sus pechos (apenas cubiertos por su propia camisa), la otra entre sus piernas, la espalda exquisitamente arqueada, el cuerpo demasiado tenso, el rostro contorsionado de placer. Narancia, Narancia, Narancia, Narancia, Narancia.
Y por si quedaba alguna duda de quién era el dueño de ese orgasmo, siguió gimiendo su nombre en voz alta.
—Fugo, Fugo, Fugo, Fugo, ¡FUGO!
Finalmente, se dejó derrumbar pesadamente sobre la cama, aún con los ojos cerrados, disfrutando de los espasmos residuales. Definitivamente, ese había sido uno de los mejores orgasmos de su vida. A demás de que cumplió con su propósito inicial, porque a los pocos minutos, casi sin darse cuenta, cayó profundamente dormida.
Por otro lado Fugo tenía, sin exagerar, la erección más dolorosa de su vida. Aún así, no se atrevía a moverse, temeroso de delatarse, incluso aunque podía adivinar por el ritmo de su respiración que la chica llevaba varios minutos dormida.
—¿Narancia?— Finalmente llamó con una voz que apenas reconoció como propia. No obtuvo respuesta.
A diferencia de Narancia, Fugo sí tuvo la decencia de atender sus necesidades en el baño.
Okay, sé que el final es algo decepcionante para alguno(a)s, pero esto es lo que quería escribir jsjsjhs. Igual y hago una segunda parte un poco más explícita.
