Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Toei Animation.


- ...No olvides que debes de masticar mínimo treinta veces tu comida antes de tragarla, no hables con la boca llena, di "por favor" y "gracias", no avientes la comida, no vayas a pelearte con Milo, de hecho, mejor ignóralo todo lo que puedas...

Aioros detuvo su caminata alrededor del sofá donde estaba Aioria para recontar todas las cosas que le había dicho a su hermano que debía y no debía hacer. Hasta ese momento llevaba ochenta y siete, pero estaba seguro que no iba ni a la mitad.

- Usa las servilletas, no corras por todos lados, no quieras acaparar los postres sólo porque Hilda los va a traer, no quiero enterarme de que hiciste apuestas con Milo y Death Mask, eso me recuerda, no te vayas a pelear con Milo, mejor ni le hables...

- Eso ya lo dijiste - Aioria cruzó los brazos, sintiéndose un niño siendo regañado.

- Y lo repetiré hasta que te entre en tu cabezota.

- Si me comporto de forma diferente a lo que soy ¿eso no sería engañar a tu novia?

- No te comportarás tan diferente, sólo quiero que te comportes, es la primera vez que todos ustedes la conocerán, no quiero causar malas impresiones.

- De ser así deberías de hablar con todos, no sólo conmigo.

- Eso hice, así que puedes dejar de armar una escena - Aioros miró la hora de su teléfono celular y se sorprendió del horario, era tarde, puesto que Hilda llegaría en media hora - dejaremos esto aquí, necesito que vayas a abajo y traigas tres de las sillas plegables que usamos en tu cumpleaños.

- Bien.

Aioria se levantó del sofá y caminó hacia la puerta del sótano. Le gustaba ayudar a su hermano en todo lo que podía y siempre lo escuchaba; pero en esa ocasión debía de admitir que estaba cansado de las constantes quejas de Aioros con respecto de que ninguno de sus amigos supiera comportarse en las fiestas. Quería comprenderlo, después de todo era la primera vez que, por fin, conocería a su cuñada, pero el comportamiento de Aioros rayaba en lo psicótico.

No era como si ninguno supiera comportarse en realidad; Mu y Aldebarán sólo se enfrascaban en una conversación de indirectas sobre si medicina era mejor que veterinaria o al revés, Saga se la pasaba sentado en una silla al fondo, mirando a todos como si fueran viles insectos, Death Mask, ahora en su estado deprimido, sólo se emborrachaba y molestaba a las parejas, Shaka también se la pasaba sentado, pero era más perceptivo a tener una conversación o al menos intentarlo, Shura intentaba que todos probaran su comida, Camus también se sentaba con un libro para fingir que todo el mundo no existía, y Afrodita solía ser la persona a la que todos conocían y siempre estaba con alguien, al menos hasta que tenía que alejar a Death Mask de las parejas y llevárselo a casa; él y Milo sólo trataban de pasársela bien, haciéndose retos de bebida.

Después de todo sólo eran chicos divirtiéndose, cada uno a su manera. No veía nada malo en eso; pero Aioros estaba nervioso, incluso los había obligado a usar traje.

"Sin el traje no entrarán en mi casa"

Había dicho, antes de darles a todos una mirada de "te atreves a faltar y nunca me volverás a ver en tu vida". Y Aldebarán los había amenazado a todos con asistir, argumentando que el círculo estaba romiéndose y necesitaban pasar tiempo como amigos, como unidad, un discurso que Aioria no entendió por completo más que si no tenía un traje estaba en problemas con su amigo más grande.

Antes de abrir la puerta del sótano se detuvo en el espejo que estaba colgado a un lado y se miró. Se había afeitado en la mañana y usaba sólo una camisa verde claro y corbata negra, las mangas estaban arremangadas y definitivamente no iba a usar saco, tenía calor y le molestaba al momento de moverse. Pensaba que se veía decente, tal vez la corbata estaba un poco floja y la camisa desfajada, pero incluso se había peinado, sabía que Aioros apreciaría su esfuerzo y esperaba que fuera suficiente para no ser echado de su casa.

Suspiró con fastidio, abrió la puerta y antes de comenzar a bajar los doce escalones presionó el interruptor de la luz sólo para ver cómo el foco parpadeaba varias veces antes de apagarse por completo.

- Perfecto - susurró.

Antes de entrar miró en todo el pasillo algo con lo que pudiera evitar que la puerta se cerrara por completo y lo dejara encerrado, pero al no encontrar nada en el inmaculado lugar se quitó el zapato y lo dejó en el marco. Bajó lentamente por las escaleras y una vez que se libró de ellas inspeccionó toda la habitación en búsqueda de las dichosas sillas. La luz de la tarde entraba por los tragaluces del lado izquierdo de la habitación, así que no estaba tan a oscuras; pero el lugar era un desastre, estaba su abandonada caminadora, varias cajas con cosas, sus juguetes de la infancia y varias telarañas colgaban de todos lados, lo que le provocó escalofríos.

Las sillas estaban hasta el fondo, recargadas en el abandonado mueble que se suponía su padre arreglaría. Se acercó al lugar y agarró las sillas con asco, sintiendo como el polvo y las telarañas acumuladas se pegaban a su ropa. Adiós a dormir en su casa esa semana.

Apenas había dado un par de pasos cuando escuchó que la puerta se cerró. Fue un sonido suave, apenas perceptible, pero que lo había hecho contener la respiración. Estaba por soltar las sillas cuando escuchó el ruido de algo bajando rápidamente las escaleras.

- ¿Aioros?

Aioria sintió como su respiración se aceleraba y de repente quiso fundirse con el mueble a sus espaldas ante la falta de respuesta.

Entonces lo vio, asomándose un poco por el barandal, siendo iluminado por la luz que se filtraba. Ahí estaba un gato café de ojos verdes y patas blancas. Ambos se miraron a los ojos sin parpadear, en silencio, hasta que Aioria dio un paso hacia adelante para ver si el gato se movía.

Nada.

El chico de ojos verdes agarró una lata vieja que estaba ahí y la aventó hacia donde estaba el gato, fallando estrepitosamente.

Tanto el ruido como el movimiento de Aioria no provocaron ni un parpadeo en el gato.

- ¿Cuánto tarda en parpadear un gato?

Pensó en voz alta, y se anotó mentalmente la pregunta para cuando saliera de ahí y viera a Aldebarán, de seguro su amigo lo sabía. Esa última idea lo devolvió a la realidad y el sonido que lo había preocupado tiempo atrás, el de una puerta cerrándose, lo alertó.

Corrió hacia las escaleras y pateó no tan suave al gato para que dejara de estorbarle en uno de los escalones hasta que llegó a la puerta y comprobó su temor. Estaba cerrada; el estúpido gato había movido su zapato y la puerta se había cerrado.

Y pensando eso, ¿de dónde había salido ese gato?

- ¡Aioros! ¡Aioros! - comenzó a gritar mientras golpeaba la puerta - ¡Aio..! ¡Ahh!

Sus gritos de auxilio pasaron a ser de dolor cuando sintió las garras del gato incrustarse en su pantorrilla izquierda.

- ¡¿Qué carajo estúpido gato?! - gritó mientras se volteaba y miraba a su agresor.

Aioria nunca había estado en contacto tan cercano con un gato, los había visto pasar en la calle, y en su niñez Aldebarán había tenido uno, así que no sabía mucho sobre ellos o sus expresiones; pero estaba seguro que ese maldito gato lo estaba mirando con odio y furia.

Por toda respuesta el gato se paró sobre sus patas traseras y comenzó a rasguñar las piernas de Aioria mientras este se pegaba a la puerta y gritaba de dolor; al menos hasta que recordó la ley del más grande, entonces tomó al gato del lomo y lo levantó.

Esa fue la segunda peor idea de ese día, la primera fue hacerle caso a Aioros. El gato no tardó en contra atacar erizándose por completo y comenzando a moverse como si estuviera poseído hasta lograr que Aioria lo soltara, para atacarlo justo en el rostro.

Aioria comenzó a bajar los escalones, gritando y tratando de alejar al gato de su rostro, pero al llegar al quinto, un mal paso lo hizo perder el equilibrio y cayó.

Cuando recobró la conciencia la luz todavía se filtraba por los tragaluces, pero se escuchaban voces, música y pasos en la parte de arriba. Mientras estaba tirado en el suelo, pensaba en lo necesaria que era una limpieza en techo y lo adolorido que se sentía, sentía todo su cuerpo golpeado, particularizando el rostro.

- Ba-dee-ya, say, do you remember? / Ba-dee-ya, dancing in September / Ba-dee-ya, never was a cloudy day.

Cantó en voz baja la canción que apenas y alcanzaba a escuchar. Lento, sin dejar de cantar volteó la cabeza y lo primero que vio fue al gato recostado sobre el viejo mueble, moviendo su cola y mirándolo; los recuerdos de lo sucedido se arremolinaron en su mente y no tardó en recordar quién era, lo que hacía y lo que había pasado.

- ¿Qué mierda estás viendo, estúpido gato?

Dijo como si estuviera escupiendo cada letra, sólo le había costado una tarde para descubrir que odiaba a los gatos. Pero no había tiempo para eso, tenía un problema más grande por resolver.

Con cuidado se levantó del suelo y no le sorprendió ver su figura en el mismo, gracias a todo el polvo que estaba en el lugar y el que se había incrustado en su ropa. En definitiva, no podría volver a dormir en su cama, esperaba que Milo y sus padres le dieran asilo.

Comenzó a subir las escaleras mientras le dirigía una mirada al gato, para asegurarse que la bola de pelos no volviera a atacarlo, alegrándose de que al parecer el animal había optado por seguir mirándolo con odio desde el mueble. Al pararse frente a la puerta suspiró antes de golpearla con velocidad y gritar pidiendo auxilio.

Nadie respondió, y después de la cuarta canción Aioria se dio cuenta de que nadie iría a apoyarlo. Dejó de golpear y gritar; una risa al fondo, demasiado alta le hizo pensar que la fiesta estaba en pleno apogeo. Si las canciones eran en promedio de cuatro minutos y habían pasado cuatro, sospechaba que llevaba casi veinte minutos tocando, pero la realidad de cuanto tiempo llevaba encerrado era todo un misterio.

Entonces recordó que tenía su celular en su pantalón. Una fugaz sonrisa apareció en su rostro antes de encenderlo y ver que sólo tenía diez porciento de batería.

- Bien... diez porciento... mierda, puedo hacerlo, sólo tengo que pensar bien en a quién llamar - dijo, mientras se sentaba en uno de los escalones - Aioros está ocupado con su novia, Milo definitivamente no es una opción... tal vez Mu, Camus o Shaka... Aldebarán es el único que me contestará a tiempo.

Sin perder ni un minuto Aioria encendió su teléfono y buscó el contacto de su amigo. Nunca había marcado tan rápido el teléfono de alguien. El primer pitido lo tenía con los nervios de punta; el segundo lo tenía casi arrepintiéndose de llamarle a su gran amigo, tal vez Mu le hubiera contestado más rápido.

Después del tercero Aldebarán finalmente contestó.

- ¡Aioria! - dijo - Aioros te está buscando como loco, su novia se retrasó un poco y todos se pusieron un poco tensos aquí...

- ¡Aldebarán! No hay tiempo, estoy encerrado en...

La llamada se cortó y Aioria sintió que el alma se le iba. Su única oportunidad de salvación se había escapado entre los dedos, pero... el hecho de que la novia de Aioros se retrasara era llamativo, ¿y a qué se refería Aldebarán con "tensos"?

El recuerdo de la reunión después del catorce de febrero lo hizo pensar que algo pasaba. Ese día Milo y Shaka se habían ido, y aunque él los siguió ninguno de ellos quiso decirle qué era eso tan importante que tenían que hacer, y después de eso todo se había puesto extraño para él; todavía no se acostumbraba a los nuevos lugares y todas las reuniones sabatinas seguían sintiéndose "fuera de lugar".

Su profundo análisis fue interrumpido por las voces de algunos afuera, parados justo en frente de los tragaluces. Aunque Aioria no podía verlos, reconoció de inmediato las viejas botas de Milo, y los dos pares de zapatos iguales le hicieron pensar en los gemelos. Con los brazos extendidos hacia arriba apenas y alcanzaba a rozar la parte más baja de alguno de lo tragaluces, y estaban cerrados, así que le costaría abrirlos.

El olor a tabaco se precibió por todo el lugar, así que pudo adivinar que estaban fumando, eso le daría tiempo para idear un plan, tal vez podría arrojar algo a los vidrios y con un poco de suerte lo escucharían. Miró hacia todas direcciones, deteniéndose brevemente en el gato que lo miraba con atención, no se había movido nada y eso comenzó a asustarlo, pero entonces los vio, su salvación, pegados a las escaleras se encontraban varios sacos con tapas de botellas, eran de las recolecciones de Aioros, al menos ahora sabía dónde estaban esos sacos que tanto habían buscado el verano pasado.

Justo cuando estaba por aventar la primera tapa, la voz de Kanon hizo que se detuviera y se acercara más a la pared para escuchar.

- Esto es un maldito desastre - dijo - ¿sabes al menos si su novia sí va a venir? En estos momentos estaría jugando videojuegos con Baian o escuchando a Thetis practicar su francés.

- Él dijo que sí - esa fue la voz de Saga - y a esta hora la ciudad es un maldito desastre, lo sabes.

- Entonces... ¿has estado hablando de nuevo bien con Aioros? - el tono malicioso del gemelo menor fue percibido por sus dos familiares y su amigo atrapado cerca. Aioria no podía verlos, pero si vio como un pie se movió de arriba a abajo tres veces.

- Sólo es un comentario que dijo antes de salir corriendo lejos de mí, y de Shura, que también estaba en la habitación.

- ¿Cómo creen que será ella? - la voz de Milo sonó calmada, Aioria vio cómo una colilla de cigarro caía y era aplastada por la bota derecha - Shaka dijo que Aioros mencionó que era bonita, pero su palabra no cuenta.

- Aioros no va por menos de un siete - dijo Kanon - ¿recuerdas a esa chica con la que salió hace como seis años? ¿Cómo se llamaba?

- No recuerdo su nombre, pero no estaba tan mal.

Aioria miró sorprendido el par de piernas que había movido uno de los pies, nunca había escuchado un comentario tan... ni siquiera sabía cómo calificar el comentario de Saga, en Saga. Mientras miraba esos pies, no se percató de que Milo se había arrodillado en una pierna para recoger la colilla de su cigarro.

- Deberías dejar de fumar si vas a seguir jugando fútbol - el comentario casual de Kanon sacó a Aioria de su ensoñación.

- Lo dejaré de nuevo, lo prometo, Shijima también lo está dejando, lo dejaremos juntos.

- ¿Otra vez? Cada año dice lo mismo.

Aioria saltó y golpeó el tragaluz que estaba justo a lado de Milo, quien se agachó aún más al escuchar el ruido. Las miradas de ambos se encontraron, pero antes de que alguno pudiera decir o hacer algo Milo recibió un golpe en la nuca.

- Milo, ya viste quién viene - dijo Saga.

El griego menor se paró con su colilla en la mano y Aioria sólo pudo ver al par de botas irse del lugar, sin decir nada. Pensó que había ido a abrirle la puerta, así que caminó hacia la puerta y esperó pacientemente a que esta se abriera, pero después de tres canciones la esperanza disminuyó.

Resignado a pasar el resto de su vida en ese lugar abandonado por todos los dioses del Olimpo, Aioria se sentó en la parte más alta de la escalera y miró su marca en el suelo con cierto orgullo, al menos dejaría algo además de su cadáver y un teléfono sin batería.

¿Cuánto tardaba una persona en morir de inanición? Se moría del hambre y el rostro le ardía; pensar en sus heridas lo hizo voltear a ver el lugar donde estaba el gato, que seguía en ese lugar.

"Ese gato debe de estar endemoniado", pensó.

Con los codos en las rodillas y la cabeza recargada en las manos, el griego miró hacia los tragaluces; los gemelos se habían ido y la música había disminuido hasta el punto donde ya no pudo escuchar nada más. Los minutos pasaron y pasaron, y entre más tiempo pasaba más se preguntaba cuánto tardaría en morir, porque estaba demasiado aburrido y hambriento.

Ya había anochecido cuando escuchó voces en el pasillo. Eso le dio una luz de esperanza; se levantó presuroso de las escaleras, pero justo antes de tocar la puerta reconoció la voz de Camus y de una chica. Rápidamente se pegó a la puerta, tratando de escuchar quien era y de lo que hablaban, pero apenas y podía entender algo. Se le ocurrió mirar por la abertura de la cerradura reconociendo el cabello largo de su amigo, que en ese momento se encontraba al parecer abrazando a una chica de cabello plateado.

Su investigación se vio interrumpida cuando sintió que el gato estaba en su lado derecho. Ambos se miraron antes de que el gato se levantara de nuevo en dos patas, provocando que Aioria se cubriera la cara temiendo otro ataque, y comenzara a rasguñar la puerta con sus patas.

Antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía, la puerta se abrió y Aioria cayó al suelo, justo a los pies de Camus, quien lo miro con una ceja levantada.

- Entonces aquí estabas - dijo, antes de ver cómo el gato salía caminando hasta perderse en la sala de la casa - parece que tenías tu propia reunión.

- ¡Camus! ¡Mi salvador! - Aioria se sentó y rascó uno de sus rasguños, mientras veía que una de las manos de su amigo estaba en la espalda de la chica - ¿De qué me perdí?


COMENTARIOS:

Gracias por leer!

La continuación-qué sucedía mientras Aioria estaba encerrado será la próxima semana ;)