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Jamais vu
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Please give me a remedy
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Algunas mujeres sueñan con el día de su boda por años.
Lucia Heartfilia, Lucy para sus dos amigos, no podía hablar de experiencia personal –ella prefería tener aventuras imaginarias en las que era una maga y trabajaba en un gremio para pagar su renta. Pero tenía una prima llamada Daphne quien solía organizar ceremonias en su jardín, sus considerables peluches los asistentes en sus "nupcias".
La cantidad de veces que presenció a Daphne contraer matrimonio con un cocodrilo que juraba era un dragón mecánico, era simplemente alarmante. Igualmente terrible era que estaba convencida de que también lo hacía cuando no se encontraban, una compañera de juegos nunca pareció importarle demasiado. La única vez que Lucy se le permitió ser la novia termino en un desastre cuando Daphne, en un ataque de celos, la mordió.
Lucy siempre pensó que Daphne era particularmente estúpida. Bonita, pero estúpida.
En su defensa, Daphne probablemente pensaba lo mismo de ella.
El problema de ser la única hija de uno de los caporegime de la Famiglia italiana en la ciudad de Fiore es que su boda no solo era un hecho inevitable, era su única opción. Tristemente la Famiglia nunca recibió el memo del movimiento feminista y las viejas tradiciones se mantenían vigentes.
Y así fue como Lucy se encontró a sí misma la soleada mañana de un domingo usando un costoso vestido blanco, con tacones tan delicados que se habrían roto bajo su peso si su padre no la hubiera forzado a hacer una dieta tres meses antes de la ceremonia.
Lucy tragó saliva.
La puerta del carro que la llevaría a la iglesia se cerró detrás de ella y por un momento pudo jurar que el aire solo no quería entrar en sus pulmones.
Debía ser el maldito corsé, decidió, poniéndose el cinturón de seguridad. O la maldita dieta.
Sus manos estaban temblando. ¿Por qué estaban temblando? ¿Y porque su corazón latía tan rápido como si quisiera provocarle un paro?
De pronto sentía ganas de llorar. Era tan terriblemente injusto que…
Cerró sus ojos con fuerza, sintiendo un escozor.
El carro avanzó y el movimiento la hizo irse un poco de lado antes de que pudiera sujetarse de la manija de la puerta. Realmente ese no era el mejor momento para perder su compostura. No podía llorar. Si lo hacía su maquillaje se correría y Aquarius la asesinaría lentamente.
Lo cual no sería tan terrible. Lo que sea que le evitara tener que desposar y dormir con ese monstruo.
Una respiración profunda… o tan profunda como la permitía el corsé.
Dos respiraciones.
Tres.
Cuatro.
No podía respirar. ¿Por qué todavía sentía que no podía respirar? Maldito corsé.
Quería abrir el corsé y quitarse el vestido. Y los tacones. Incluso estando sentada le dolían los pies. Lucy no era una chica muy alta, por lo que se tomó la decisión ejecutiva de que usaría tacones de doce centímetros. Bora habló con ella en la fiesta de su compromiso y le informó de la buena nueva.
Cinco.
Pensar en Bora era algo que no quería hacer. Ni en su altura, ni en su posición como hijo del Consigliere, ni en como la había llevado a un balcón cuando parecía que nadie se dio cuenta e intento besarla y tocarla. Repetirse a sí misma que en unos minutos sería su esposo y le debería obediencia hasta el día de su muerte no le daba ningún consuelo. Lucy no era Daphne. Lucy nunca quiso casarse. Lucy solo quería escribir y ser dejada en paz, lejos de la cárcel de oro en la que su padre la mantenía.
Sintió una lagrima caer por su mejilla y decidió que no podía evitarlo. Tal vez Aquarius realmente terminaría con su sufrimiento, lo cual serviría como su salvación.
Seis.
Por costumbre estiró su mano para sacar un pañuelo de su bolso y sintió el asiento vacío a su lado. Cierto. Su padre se había llevado su bolsa. Probablemente temía que intentaría escapar de nuevo.
Lo que necesitaba era un milagro, algo que se interpusiera en su camino y evitara su boda. Y algo que la sacara de la influencia de la Famiglia. Algo. Lo que fuera. Si todavía creyera en Dios como la buena hija católica que su padre juraba que era, se encontraría rezando con toda su fe. Pero incluso aunque su fe fuera prístina, Dios no escucharía a una mujer como ella.
Sus manos seguían temblado. Lucy se dio cuenta que ahora todo su cuerpo estaba temblando. Respirar ya no solo era complicado por el corsé, también por su súbita falta de control.
Sie…
El carro chocó. Y el tiempo se detuvo.
No lo vio directamente, ya que se encontraba más concentrada en su colapso mental, pero otro carro se estrelló con el suyo con tanta fuerza que lo saco del carril, golpeando el asiento contrario al suyo. Su conductor volanteó, intentando controlar el vehículo para no salir de la carretera. El mundo dio vueltas.
Un grito se quedó en su garganta, la fuerza del impacto tirando de ella hacia el frente y hacia la izquierda a la vez, pero su cinturón la sujetó con fuerza, manteniéndola en su lugar. Al aire dejo sus pulmones, pero por la presión del cinturón en esta ocasión. Se sintió ahogarse. Sus ojos se cerraron por instinto y sus manos intentaron agarrarse de lo que fuera.
Voy a morir. Voy a morir. Voy a morir.
El carro se detuvo y por un momento solo pudo escuchar su corazón.
'¿Qué?'
Lucy seguía temblando, sintiéndose aturdida por el previo impacto.
Un disparo. La ventana del conductor explotó en trozos de vidrio.
Quiso gritar de nuevo, pero se encontró paralizada. Su garganta solo no quería colaborar.
Miró como su conductor pareció intentar alcanzar la pistola que sabía que siempre llevaba junto el freno de mano, pero otro disparo resonó. Dos. Tres. Su mano se quedó inmóvil y su cuerpo pareció irse hacia delante. El movimiento el que tenía el cocodrilo de Daphne al ceder ante la gravedad.
No puede ser.
No puede ser.
¿Un ataque? ¿A ella? ¿El día de su boda?
Lucia no comprendía. No tenía sentido. Nadie se habría atrevido porque eso simplemente no se hacía. Las bodas rojas empezaban con la novia ya en el altar, durante la ceremonia o la celebración. Nunca antes, porque las mujeres simplemente eran un colateral no un objetivo; salvo escasas excepciones pero nunca atentando a alguien tan poco importante como ella.
¿Quién…?
Su puerta se abrió de golpe y fue tan inesperado que esta vez sí pudo gritar.
Lo primero que vio fue el cañón de una pistola, enfocada en ella.
Lo segundo fueron ojos tan oscuros que parecían negros.
"¿Qué? ¿Quién…?" Tartamudeó.
"¿Qué tenemos aquí?" Una sonrisa cruel, ojos divertidos. "Una novia. Enhorabuena."
Lucy decidió que estaba en shock, porque por algún motivo necesito toda su fuerza de voluntad para no soltar una risa histérica, lo cual realmente no era lo correcto en esa situación.
"Esto es justo lo que estaba buscando."
Mierda.
Al menos nunca llego a la iglesia.
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tbd
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