A/N: Qué, ya os creíais que no iba a cumplir mi promesa, ¿verdad? Personas de poca fe…
Mi galaxy brain: ¿y si te olvidaras de lo mucho que odias escribir escenas de peleas e hicieras un fic entero solo de Chloe y Beca peleando?
Yo: mmm, no sé yo…
El angelito en mi hombro derecho: ¿y si te centras mejor en los fics que ya tienes empezados?
Yo: es cierto, debería hacer eso.
El diablillo en mi hombro izquierdo: pero piensa en L-A-S P-O-S-I-B-I-L-I-D-A-D-E-S, en el D-R-AM-A.
Yo: *se me iluminan los ojos* *me sale la misma sonrisa de satisfacción que Aubrey tenía mientras veía a Beca y Chloe discutir a gritos en su retiro*
MEET ME IN THE AFTERGLOW
.
Hey
It's all me, in my head
I'm the one who burned us down
.
- Sabes… – jadea Beca, doblándose a la cintura para apoyar ambas manos en sus rodillas y dejar de notar ese pinchazo agudo en su costado cada vez que respira –. Ayer me alegraba de verte – guiña los ojos en una mueca dolorida hacia Aubrey –. Ahora… ya no tanto.
La excapitana de las Bellas sonríe, interpretando las palabras de Beca de la forma que más le conviene: como un cumplido. Echa los hombros hacia atrás, rectos, irguiéndose en una postura orgullosa.
- ¡Muy bien! – exclama Aubrey, paseando su mirada por las Bellas en distintos estados de agotamiento que tiene frente a ella –. ¡Eso ha estado muy cerquita de estar casi bien! – arruga la nariz y suelta una risita emocionada.
- ¿Significa eso que esta noche podremos dormir en una cama como personas normales y corrientes? – inquiere Flo, de pie al lado de Beca.
La morena se incorpora, sorbiéndose la nariz. Pasa a aplicar presión con una mano sobre la zona dolorida de su costado y asiente para demostrar que a ella también le interesa saber la respuesta de Aubrey.
- A estas alturas – dice Amy la Gorda, su pelo encrespado y sudoroso pegado a su frente por encima de la bandana rosa que se puso para evitar precisamente eso –, yo me conformo con una ducha de agua caliente.
Cynthia Rose emite un quejido.
- Uf, ya ves – suspira con expresión soñadora.
- ¡Todo eso tendrá que esperar! – interrumpe Aubrey, alzando las manos para acallarlas.
- ¿Más? – musita Amy, incrédula, desde su posición en el extremo de la fila.
- Hay un ejercicio que quiero que hagáis – continúa la exBella, haciendo caso omiso –, antes de declarar el día por terminado.
- Puedes declararme a mí por terminada.
Beca se lleva una mano a la boca para disimular la risa que casi se le escapa al escuchar el comentario de Flo, pero intercambia una mirada cómplice con ella.
- Es muy sencillo – empieza a explicar Aubrey, alzando la voz para ser escuchada por encima del murmullo de las Bellas –. El ejercicio consiste en remar hacia el embarcadero.
Cuando la rubia señala a algo tras sus espaldas, todas las chicas se giran para ver de qué se trata. Beca se fija por primera vez en la hilera de botes azules que están a la orilla del lago, con los culos encallados en la tierra para que no se escapen.
- ¿Sí, Stace? – dice Aubrey cuando la morena alza la mano para preguntar algo.
- No hay botes suficientes para todas – observa, apuntando con un dedo desinteresado hacia la fila de barquitas.
- Eso es porque tenéis que trabajar en parejas.
- Woop – exclama Amy –. Me pido al Hobbit – y, como para dejar clara su elección, enrosca uno de sus brazos alrededor de los hombros de Beca, estrujándola contra el lateral de sus pechos.
- ¡En realidad…! – interviene Aubrey, su voz tensa como siempre que algo altera sus planes tan cuidadosamente detallados –. Amy – carraspea y trata de suavizar su tono con una sonrisa algo forzada –, estaba pensando que Beca y Chloe deberían trabajar juntas en este ejercicio.
- ¿Por qué? – discute Amy, todavía sin soltar a Beca.
Aubrey permanece sonriendo, pero Beca ve perfectamente la forma en que las aletas de su nariz se dilatan y contraen en un movimiento lleno de disimulada frustración.
- Porque Beca y Chloe han perdido su ritmo como co-capitanas de las Bellas – explica de la misma forma que uno hablaría con un bebé recién nacido –, y por eso vuestro barco va a la deriva y directo a estrellarse contra un arrecife.
Por el rabillo del ojo, Beca capta la mueca dolorida de Chloe ante la imagen que Aubrey ha pintado de su liderazgo.
- Así que – prosigue la rubia –, ¿qué mejor forma de recuperarlo que remando juntas hacia un mismo objetivo? – y hace un grandioso gesto con las manos para señalar las barcas, el lago, y el embarcadero que las espera en la orilla opuesta.
Amy finalmente retira su brazo de los hombros de Beca.
- Vale – acepta con aparente despreocupación –. Pero entonces me pido ir con Flo – pide, señalando a la latina, que parece tan sorprendida por la elección de Amy como las demás Bellas –. Las bellezas exóticas como nosotras tenemos que mantenernos unidas, ¿verdad?
- No creo… – empieza a decir Flo, poco convencida, especialmente al ver el extraño movimiento que Amy hace con una de sus manos, como si estuviera haciendo un saludo secreto que solo ellas debieran conocer.
- Además – prosigue la australiana –, te he visto los brazos cuando haces tus piruetas – flexiona uno de sus bíceps –, y esos son los músculos de una ganadora.
Flo parece sorprendida por el cumplido —y no es de extrañar porque Amy la Gorda no suele hacerlos sobre nadie que no sea ella misma—, pero se repone rápido y sonríe a la Bella, encogiéndose de hombros de forma algo coqueta.
- Eh, discrepo – exclama Stacie –. ¿Has visto los brazos de Chloe?
Al escuchar su nombre, la pelirroja sufre un extraño momento de vergüenza y curva sus manos alrededor de sus bíceps como si estuviera intentando ocultarlos de las miradas curiosas de sus compañeras.
- Chicas, ¡chicas! – Aubrey pide orden antes de que el tema se vaya de mano –. Primero, no es una competición – aclara –. Y, segundo, yo me he encargado de hacer los equipos porque hay un truc…
- ¡Pero yo me he pedido ir con Flo! – interrumpe Amy, indignada.
- ¡Amy, no puedes escoger…! – Aubrey, claramente estresada, se corta a sí misma para coger una abrupta respiración.
Se pincha el puente de la nariz, los ojos cerrados con firmeza. Cuando vuelve a abrirlos, hace un gesto con la mano, empujando hacia abajo con la palma estirada al mismo tiempo que suelta una exhalación prolongada, para obligarse a mantener la calma.
- Vale, haz lo que quieras – se resigna con una brusca sacudida de la cabeza –. Reorganizaré las parejas.
Y, con un suspiro de derrota, Aubrey baja la mirada a la hoja que lleva enganchada en la tablilla. Frunce el ceño, sus ojos recorriendo lo que sea que tiene ahí escrito, mientras sus labios se mueven silenciosamente alrededor de palabras que solo ella conoce.
- ¡Bien! – exclama de repente, haciendo que más de una Bella de un respingo –. Amy y Flo, vosotras iréis en la barca uno.
Amy sonríe e inmediatamente se gira hacia Flo. Se golpea en el pecho con un puño dos veces sobre el corazón y señala a Flo con el índice, haciendo un puchero con los labios para lanzarle un beso desde la distancia.
Flo no parece saber si quiere reírse o volverse invisible.
- Lo que estaba intentando explicaros – dice Aubrey –, es que este ejercicio tiene un truco. Por eso había hecho yo las parejas – le lanza una mirada a Amy, que no se da para nada por aludida porque empieza a estudiar con exagerado interés el paisaje que las rodea.
La exBella mete una de sus manos en el bolsillo delantero de su falda caqui y saca lo que, a primera vista, parece un pequeño ovillo de lana.
- Antes hemos estado fomentando el trabajo en equipo, pero ahora vamos a ejercitar vuestra coordinación – mientras habla, sus dedos se ocupan en deshacer el nudo que mantiene el ovillo unido –. Vais a remar juntas, pero solo podréis usar una mano.
Levanta el ovillo en el aire y suelta todos los dedos menos el pulgar, el índice y el corazón, que mantiene sujetando los extremos para que no se caiga al suelo. De esta forma, el ovillo se deshace y desvela, que en realidad, es un manojo de cuerdas blancas.
- Uh, bondage – exclama Stacie, de repente interesada en la actividad –. Sexy.
Aubrey pone los ojos en blanco, pero pide a la primera pareja de Bellas que den un paso al frente. Siguiendo sus indicaciones, Amy y Flo extienden sus brazos opuestos frente a ellas, uno al lado del otro.
Aubrey escoge una de las tiras de cuerda blanca y la enrosca un par de veces alrededor de sus muñecas, atándola con un nudo firme. Luego, les señala la barca azul con un 1 pintado en negro en la parte trasera.
Beca llega a escuchar la conversación que mantienen antes de que se alejen demasiado.
- Tú debes de tener experiencia con las barcas, ¿no? – pregunta Amy –. De cuando viniste a Estados Unidos.
Flo sacude la cabeza, incrédula.
- Amy, tengo una Visa de estudiante.
- ¿Eso qué es? ¿Un tipo de lancha?
De repente, Beca siente una enorme oleada de gratitud hacia Aubrey por su insistencia en organizar ella las parejas para este ejercicio. Si no, le habría tocado soportar a Amy y no cree que, precisamente hoy, precisamente ahora, tenga la paciencia para eso.
- Stace, tú irás con Emily en la barca dos – informa la rubia.
Stacie regala un guiño ligón a la Heredera que hace que la joven se sonroje hasta las puntas de las orejas. Mientras Aubrey ata sus muñecas juntas, le ordena a Stacie que "se comporte en presencia de menores".
- Aw, no te pongas celosa, Bree – responde Stacie con un burlón puchero de los labios.
Aubrey se limita a poner los ojos en blanco y hacer caso omiso.
- Cynthia Rose, te toca con Lilly en la tres.
- Ah, por supuesto – Cynthia Rose da un paso al frente con una sacudida de cabeza resignada –. La única mujer negra y me emparejan con la psicópata…
Extiende su brazo izquierdo junto al derecho de Lilly y observa cómo Aubrey une sus muñecas con la cuerda blanca con la misma actitud que un preso al que le están poniendo las esposas antes de llevarle al patíbulo.
- Espero que tengáis una ouija a mano – comenta a la excapitana en tono casual –, porque mi espíritu no descansará hasta que acabéis todas conmigo en el fondo de ese lago.
Y tras esa macabra promesa, emprende el camino hacia la barca que le ha sido asignada, arrastrando por sus manos atadas a una Lilly que parece estar encontrando una cantidad escalofriante de deleite en el ejercicio.
Aubrey se vuelve hacia las dos Bellas restantes, sin contar con las co-capitanas, y anuncia:
- Jessica y Ashley, vuestra barca es la cuatro.
Las dos amigas dejan escapar dos pequeños gritos de alegría al ver que les va a tocar juntas y se sonríen. Se acercan a Aubrey dando saltitos emocionados, cogidas de las manos que tendrán que llevar atadas.
- Esta prueba está hecha para nosotras – le dice Jessica a Ashley, ¿o es Ashley a Jessica?, mientras Aubrey anuda la cuerda en sus muñecas.
- Vamos a arrasar – concuerda Jessica. O Ashley.
Beca las observa correr hacia su barca asignada con el ceño fruncido y los brazos firmemente cruzados en su pecho.
- Creía que no era una competición – comenta, sarcástica.
- Y no lo es – Aubrey sonríe, sus ojos desafiantes –. Pero aquí en el Retiro Fallen Leaves no censuramos la motivación. Unos clientes emocionados son unos clientes satisfechos – proclama con un firme asentimiento –. Vuestra barca es la cinco, por cierto.
Chloe inmediatamente da un paso al frente y le ofrece su brazo izquierdo a Aubrey. Se mece en el sitio, emocionada, su amplia sonrisa alcanzando nuevos niveles de potencia cegadora al ensancharse más todavía.
La rubia arquea una ceja desafiante al ver que Beca permanece inmóvil, y Chloe se gira para mirarla por encima del hombro con expresión expectante.
La morena suspira y pone los ojos en blanco de manera tan exagerada que siente un tirón en un nervio óptico. Genial, lo que me faltaba ya: quedarme ciega, piensa para sí misma mientras se pone de nuevo junto a Chloe.
- Tu brazo izquierdo, Beca – pide Aubrey con excesiva corrección.
- Esto no parece muy seguro – comenta Beca, su mirada crítica firme en la cuerda blanca que la rubia enrosca alrededor de su muñeca y la de Chloe.
- Nunca ha pasado nada.
- Eso no significa que no pueda pasar algo.
Mientras habla, Aubrey la agarra por los hombros para obligarla a girar sobre sus talones. Comienza a empujarla por el camino de tierra hacia la orilla en la que están aparcados los botes, donde las Bellas esperan por ellas pacientemente.
- ¿Ni siquiera nos vas a dar chalecos salvavidas como los de esta mañana?
- No te van a hacer falta – le asegura la exBella sin prestarle demasiada atención.
Con algo de torpeza, Beca y Chloe logran subirse al bote usando solo una mano para estabilizarse, y toman asiento en la tabla del medio con sus espaldas hacia el lago.
Beca posa una mano en el extremo del remo que le corresponde y agradece que la barca esté encallada en la orilla y no se bambolee con cada movimiento, porque entonces habría sido incluso más difícil subirse.
- ¿Y si nos caemos al agua? – pregunta con una mirada fulminante hacia Aubrey –. ¡No vamos a poder nadar! – enfatiza su preocupación alzando su mano izquierda y agitándola en el aire.
Su gesto da un tirón al brazo de Chloe, que deja escapar una exclamación ahogada de sorpresa. Choca con Beca, desequilibrada, y se ve obligada a doblar el codo también para no ser manejada como una marioneta.
- Trabaja con la naturaleza, no contra ella, y ya verás cómo no te pasa nada – aconseja Aubrey. Apoya su bota en el borde trasero de la barca y esboza una sonrisa torcida –. Si no, nada como una situación de vida o muerte para solucionar todos vuestros problemas – dice instantes antes de dar un empujón.
Beca ni siquiera tiene opción de soltar la exclamación histérica que tiene preparada en la punta de la lengua: se le queda atascada en la garganta junto con todo el aire de sus pulmones cuando la barca se sacude.
El culo de la barca resbala por las piedrecillas de la orilla y, con un cabeceo, queda flotando en las calmadas aguas del lago.
Las manos de Beca salen disparadas a lo que tiene más cerca para agarrarse: el borde del bote, y la tabla sobre la que están sentadas; y, a pesar del susto, se da cuenta de que Chloe hace lo mismo a su lado.
Beca afloja sus dedos cuando se da cuenta de que están estables sobre el agua y no van a volcar. Curva su mano izquierda alrededor de la superficie rugosa de la madera de su remo y lo empuja de manera tentativa.
- ¡Un cliente muerto no es un cliente satisfecho! – le grita a Aubrey.
La rubia sonríe, pero no dice nada. En su lugar, camina por la orilla con paso animado y repite el proceso con todas las barcas hasta que no queda ninguna Bella en tierra firme.
- Espero que casi morir me gane por fin el privilegio de acceder al Wi-Fi – musita Beca entre dientes en tono fastidiado.
La sonrisa Chloe se marchita poco a poco por los bordes hasta desaparecer por completo, y su ceño se frunce.
- ¿No puedes sobrevivir un fin de semana sin usar el ordenador? – pregunta, su rostro girado de forma que Beca no pueda ver su expresión, aparentemente ocupada en enganchar su remo en el soporte metálico.
Beca aprieta la mandíbula, porque algo en el tono acusatorio de Chloe presiona un nervio equivocado.
- Sí puedo – responde con cierta sequedad, tratando de hacer pasar su remo por los bordes abiertos del enganche –. Pero tengo que entregar un trabajo el lunes y todavía no he empezado.
Chloe se detiene por completo y se gira hacia ella.
- ¿Y qué has estado haciendo todas las tardes que decías que ibas a la biblioteca?
Hay una sombra dolida en su azul bebé a la que Beca no quiere, no puede, hacer frente, de modo que se vuelve hacia su remo y descarga su frustración en él.
Su impaciencia y sus movimientos bruscos acaban por actuar en su contra: da un golpe con el remo en el soporte metálico, con tal mala suerte de que rebota en uno de los extremos y se le escapa de entre los dedos.
Chloe protesta cuando, instintivamente, Beca intenta cogerlo con ambas manos para evitar que caiga al agua y, sin querer, acaba dando un fuerte tirón que casi podría haberle dislocado el brazo del hombro a la pelirroja.
Y, al final, el remo cae con un chapoteo al agua.
- Mierda, joder – maldice Beca, asomándose para ver si se ha hundido al fondo del lago, y deja escapar un resoplido aliviado al encontrarlo flotando tranquilamente al lado de la barca –. Uf, gracias a dios.
- Oh, yo estoy bien, no te preocupes – responde Chloe, sarcástica, mientras rueda el hombro izquierdo para suavizar el dolor.
- No ha sido adrede – se defiende Beca, recuperando el remo del agua.
En otra época, Beca se habría disculpado como una persona decente.
En otra época, se habría asegurado de que no le hubiera hecho daño a Chloe antes de pensar siquiera en el remo.
En otra época, se estarían riendo con tantas ganas que no tendrían fuerzas para remar.
Pero Beca no sabe exactamente qué ha cambiado entre ellas, qué ha pasado desde entonces hasta ahora para que no sean capaces de actuar como siempre, para que todas sus conversaciones vayan cargadas de resentimiento.
Bueno, eso es mentira.
Sabe qué ha cambiado, qué ha pasado, y es total y absolutamente culpa suya.
Y eso le hace sentir tan culpable que cada pequeña cosa que Chloe le diga o haga es como presión sobre un moratón recién hecho, como una losa de cincuenta kilos sobre su pecho, y reacciona a la defensiva.
Y, por supuesto, las cantidades inhumanas de estrés que siente por literalmente todo en su vida en este momento tampoco ayudan a la situación.
Y, después de apenas haber pegado ojo durante la noche por el dolor de cuerpo que viene con dormir directamente sobre el suelo, después de haberse pasado todo el día corriendo de un lado para otro bajo el sol, Beca está agotada.
Y, y, y.
Está agotada, está harta, está estresada, está enfadada, está triste, está confundida, está asustada.
Está.
El amargo hilo de sus pensamientos se corta abruptamente, interrumpido por una salpicadura. No es un sonido que esté fuera de lugar, pero llama la atención de Beca por lo cerca que suena. Tanto, de hecho, que un par de gotas aterrizan en la piel enrojecida de su pierna y brazo izquierdos.
Agacha la cabeza y observa los pequeños puntos transparentes tan fijamente que cualquiera diría que es la primera vez que ve agua.
Al alzar la mirada descubre fácilmente a las culpables: la barca de Jessica y Ashley se ha puesto a su altura y las están adelantando con insultante facilidad, lo cual no es difícil, ya que Beca y Chloe van a la deriva y ambas Bellas reman en perfecta sincronía.
Jessica —o Ashley— les saluda y sonríe, pero Ashley —o Jessica—, se inclina hacia Jessica —o Ashley—, para susurrarle algo al oído con una sonrisa triunfal y Beca puede ver perfectamente la palabra "ganar" caer de sus labios.
Vuelve a resurgir la llama de competitividad que se había ido extinguiendo poco a poco con el paso de los años en el pecho de Beca, sofocada por lo fácil que se había vuelto ganar para las Bellas, por la falta de un rival que les opusiera verdadera resistencia.
Es pequeña, apenas una chispa en comparación con la hoguera que rugía tras las costillas de Beca en su primer año en Barden, pero es suficiente para devolverla a la vida.
Coge su remo con energías renovadas y se gira para poder mirar a Chloe.
- Hagamos esto.
- ¿Sí? – animada, Chloe estira toda su postura y sonríe.
Su rostro se ilumina entero con el brillo de la esperanza, de la ilusión, y le recuerda a Beca lo mucho que lleva sin ver esas emociones en Chloe, cuando antes eran inherentes a ella. Vuelve a atragantarse con la culpa, y desvía la mirada.
- Cuanto antes lleguemos, antes acabaremos con este circo – responde Beca con cierta sequedad y un corto y brusco asentimiento.
La luminosidad de Chloe flaquea, y la bola de la culpa se hace más grande en la garganta de Beca.
Su mejor amiga parece a punto de regañarle, o demostrar que no está de acuerdo con ella. Pero, en el último momento, Chloe se traga las palabras y se limita a asentir también, como si hubiera decidido que hay batallas que simplemente no merece la pena ganar.
- Bien – dice de forma algo abrupta –. La clave es remar al mismo tiempo, así que yo propongo contar hasta tres antes de empezar.
Beca tensa los dedos alrededor de la resbaladiza madera de su remo, todavía húmedo por el baño accidental que se dio en el lago.
- Vale, me parece bien – afirma encogiéndose de hombros –. ¿A la de tres, o después de tres?
El peso de su culpa se alivia un poco al ver la suave risa que su broma arranca de labios de Chloe, que se curvan en el inicio de una sonrisa. La pelirroja pone los ojos en blanco y da una pequeña sacudida de cabeza.
- A la de tres – responde Chloe –. Siempre a la de tres.
Esta pequeña tregua parece una buena señal, así que optan por aprovecharla al máximo.
Todo va bien al principio: Chloe cuenta hasta tres y Beca la escucha, atenta como lleva un tiempo sin estarlo. En una extraña muestra de coordinación, sus remos se hunden juntos en el lago y reemergen juntos.
Pronto, sin embargo, descubren que esta es una de esas cosas que parece de lo más fácil en la teoría, pero que, una vez lo pones en práctica, queda claro que es mucho más complicado de mantener en el tiempo.
A la tercera o cuarta remada, cuando la cuenta que cada una lleva en su cabeza empieza a desincronizarse, pierden el ritmo. La barca deja de avanzar hacia atrás y pasa a girar sobre sí misma en el agua.
- Vas demasiado rápido – le regaña Chloe.
- Y tú demasiado lenta – rebate Beca, frustrada.
La barca completa el primer círculo, y comienza el siguiente.
- Si vamos despacio nos será más fácil mantener la coordinación – trata de razonar Chloe.
- Pero a ese ritmo no vamos a llegar ni mañana.
La pelirroja exhala una respiración exasperada y la barca dibuja el tercer círculo en el agua.
- No se trata de llegar las primeras, Beca.
Beca suelta una risa sarcástica.
- Sí, claro.
- Ves competiciones donde no las hay – protesta Chloe –. Y, sin embargo, donde sí las hay…
Nunca llega a terminar su pensamiento en voz alta, porque se interrumpe a sí misma con brusquedad, como si solo en el último instante se hubiera dado cuenta de lo que ha estado a punto de decir y hubiera callado a tiempo.
Beca frunce el ceño.
- ¿Donde sí las hay, qué? – le urge, con la mosca tras la oreja.
Chloe sacude la cabeza, más para sí misma que para Beca, y se mantiene en silencio.
Beca va a insistirle en que, oh, por favor, termine lo que había estado a punto de decir; pero el movimiento de la barca al terminar un círculo más la distrae y descarga su frustración sobre eso, en lugar de sobre Chloe.
- Mira, como demos una vuelta más me voy a tirar por la borda – amenaza Beca sin una pizca de broma, empujando su remo con un movimiento tan brusco que el bote se agita peligrosamente sobre el agua.
- Volvamos a empezar desde cero, ¿vale? – ofrece Chloe en tono cansado.
Pero Beca no está escuchando.
Suelta su remo con un gesto frustrado de la mano y sacude la cabeza, aceptando su derrota prematura porque ya no le quedan energías para seguir peleando con el lago y su falta de cooperación.
Mira a su alrededor para ver si las demás Bellas están teniendo tantas dificultades como ellas, por eso de que "mal de muchos, consuelo de tontos", y se da cuenta de que son la única barca que todavía no ha llegado a la otra orilla.
Y, sin embargo, a pesar de no haber hecho nada más que dar vueltas sobre sí mismas, ya sea por la corriente o porque ir en círculos al final es una buena estrategia, han avanzado un buen tramo: ahora están flotando sin rumbo en el centro del lago.
- Sabes, creo que si nos dejemos llevar sin hacer nada… – se encoge de hombros, despreocupada –. Terminaremos por llegar al otro lado.
A Chloe no parece hacerle mucha gracia su sugerencia. Sacude la cabeza en un gesto que derrocha incredulidad, hastío, y le lanza una mirada algo turbia, algo fuera de lugar en su habitualmente dulce rostro.
- Por supuesto que tú solución es no hacer nada – musita con un resoplido sarcástico.
Beca se incorpora y gira la cabeza hacia Chloe con tanta rapidez que es un milagro que no se haga daño en las cervicales. Frunce el ceño, su cuerpo tenso y a la defensiva.
- ¿Qué insinúas?
Espera que Chloe lo desestime con un barrido de la mano, que suspire y le diga que nada, que lo ignore, porque eso es lo que ha estado haciendo todo el año cada vez que se encontraban en una situación similar.
Sin embargo, Chloe también debe de haber llegado a su límite, debe de haber agotado toda su paciencia, porque responde con la verdad:
- Que esa actitud es precisamente por lo que hemos acabado aquí, Beca – Chloe hace un vago gesto de la mano hacia las Bellas, el lago, y el retiro de Aubrey.
La morena no puede evitar dar un respingo, herida por la acusación.
- Ah, ¿ahora es solo mi culpa que seamos una desgracia nacional?
- ¡No…! – Chloe se corta a sí misma y suelta una exhalación forzosa, obligándose a mantener la calma –. No estoy diciendo que sea solo culpa tuya. Es culpa de todas. Pero no sirve de nada que yo me mate para mantener a las Bellas interesadas si luego tú, la capitana, llegas tarde a los ensayos con la música sin hacer, o los terminas quince minutos antes ¡porque tienes que irte a no se sabe dónde!
- Pues tan mala capitana no debo ser si, a pesar de todo, estoy aquí ahora, ¿no? – rebate.
- ¡Pero es como si no estuvieras! – estalla Chloe, su voz llena de resentimiento –. ¡Te necesito en mi equipo, a mi lado, apoyándome! ¡De nada me sirve que estés aquí si no paras de cuestionar cada una de mis decisiones!
Beca responde con un bufido despectivo.
- Perdona si todavía no entiendo qué es lo que estamos haciendo aquí – exclama agitando su mano libre.
Las aletas de la nariz de Chloe se expanden y contraen, y Beca puede ver el movimiento de su mandíbula cuando aprieta los dientes para calmarse, o tragarse lo que sea que quería decir en realidad.
- Estamos redescubriendo nuestro sonido.
- ¿Ah, sí? ¿Y cómo? – pregunta, sarcástica –. ¿Trepando cuerdas, nadando en barro, y cantando canciones que nunca estarían en nuestro repertorio? – suelta una risa seca, exasperada, falta de humor –. No sabemos cómo ganar a Das Sound Machine, ¡pero haciendo esto seguro que no!
- ¡Eso no lo sabes!
Beca le lanza una mirada escéptica a la que Chloe responde con una mueca frustrada.
- No tenemos el privilegio de quedarnos quietas a esperar que la situación se arregle por sí sola – le recrimina Chloe –. Eso es lo que hemos estado haciendo y somos un mayor desastre ahora que cuando empezó el año. El campeonato está a la vuelta de la esquina…
- Lo que me faltaba, maldito campeonato… – musita Beca por lo bajini, moviendo la cabeza en una sacudida alterada.
- …y necesitamos toda la ayuda posible – continúa la pelirroja, sin haber oído, o sin querer oír, el comentario de Beca –. Y si Aubrey cree que esto puede ayudarnos… – alza las manos en el aire, arrastrando la de Beca con ella –. ¡No está de más probar!
La morena estalla antes siquiera de darse cuenta ella misma de que iba a suceder:
- ¡Tengo cosas más importantes que hacer! – grita, agitando su mano libre en el aire al lado de su cabeza.
Chloe parece enmudecer durante unos segundos, pero sus ojos destellan con un brillo enfurecido que alerta de lo que está por venir.
- ¿Qué hay más importante que esto? – pregunta con forzada calma.
Beca, ahora que un trocito de la verdad, de lo que ha estado pensando todo el fin de semana, se le ha escapado, se siente agotada y sin fuerzas para continuar peleando más tiempo con su mejor amiga.
- Nada, olvídalo – desestima en un suspiro, sacudiendo la cabeza y ocultando su rostro con el pretexto de comprobar que su remo siga bien enganchado.
Pero Chloe es como una depredadora que ha captado la esencia de una presa deliciosa en las proximidades después de semanas sin comer.
Esboza una sonrisa sardónica, como si hubiera estado esperando esa respuesta por parte de Beca, y se gira en el banco de la barca todo lo que sus manos unidas le permiten, inclinándose sobre la morena.
El azul de sus ojos, intenso y preciso, arde con un triunfo perverso, con una rabia que lleva cociéndose dentro de ella a fuego lento todo un año y por fin ha alcanzado su punto de ebullición.
- No, ¿crees que no nos hemos dado cuenta de que últimamente estás ausente?
Beca cierra los ojos y coge una profunda respiración para calmarse, para armarse de valor, porque se dice a sí misma que si Chloe ha sido capaz de exponer toda la basura que han estado barriendo bajo la alfombra, ella también puede.
Y está cansada de ahogarse en culpa, de soportar el peso de los secretos.
Sin embargo, Chloe sigue hablando, ya sea porque tiene más cosas que decir o porque Beca se ha quedado demasiado tiempo en silencio y cree que no va a darle una respuesta.
- Se supone que tienes que dar ejemplo, pero si las Bellas ven que…
Ahí, Chloe pierde a Beca.
Con un largo gruñido irritado, Beca deja caer la cabeza hacia atrás hasta que cuelga, sin fuerza alguna, entre sus hombros, y la sacude mirando al cielo. Le da igual parecer un niño de cinco años en plena rabieta.
- ¡Oh, por el amor de…! ¡Hay más cosas en el mundo aparte de las Bellas, Chloe! – le grita a las nubes, como si ellas tuvieran la culpa de su enfado.
Se lleva una mano a la frente, presionando los dedos en la línea de su pelo para mantener a raya el molesto pulsar entre sus sienes y tras sus ojos. Se pasa la lengua por los dientes superiores y sacude la cabeza en una negativa.
- Sabes qué, no puedo más – exclama, decidida, extendiendo ambas manos estiradas en el aire en señal de rendición –. No pienso hacer esto ahora.
Olvidándose por un instante de dónde está, Beca se levanta con toda la intención de largarse de allí. Sin embargo, un tirón en su brazo derecho y el bamboleo de la barca por el cambio en la distribución del peso, rápidamente le recuerdan que no tiene escapatoria.
Y, por si eso no fuera suficiente, la risa sarcástica de Chloe también ayuda a refrescarle la memoria.
- ¿Y a dónde piensas ir? – le pregunta, burlona –. Esta vez no puedes salir corriendo, Beca.
La morena se vuelve a sentar en el banco de madera, el ceño fruncido. Hace el amago de ir a cruzar los brazos sobre su pecho, pero otro tirón en su muñeca le recuerda que no puede y los deja caer sobre sus piernas con un resoplido.
Cuando se gira a hacerle frente a Chloe, lo hace con los ojos entrecerrados en actitud de sospecha.
- ¿Esta vez? – repite, con calma, pero la suficiente frialdad en su voz como para dejar claro que no agradece lo que sea que Chloe ha intentado insinuar.
- No te hagas la tonta – le recrimina la pelirroja, molesta –. Llevas todo el año desapareciendo sin avisar en cuanto te damos la espalda una milésima de segundo. Cualquiera diría que estás huyendo de…
La risa seca, fuerte e incrédula de Beca, la interrumpe bruscamente.
- ¿Yo estoy huyendo? – exclama la morena –. ¿Y qué hay de ti, Chloe? Yo estaré ausente, pero tú estás obsesionada. ¡Todas lo estáis! – abarca con un amplio gesto de su brazo libre hacia el embarcadero, donde el resto de las Bellas están tomando el sol –. Vamos a graduarnos y la única que está pensando en qué hacer después soy yo.
Chloe frunce el ceño, el azul bebé de sus ojos duro como el hielo de la Antártida.
- ¿Qué hay de malo en centrarse en las Bellas? – pregunta con auténtica seriedad, a pesar del bufido incrédulo que esas palabras le ganan –. Esta ha sido mi familia durante siete años.
- ¡Sí, porque te da miedo marcharte! – grita Beca, sin comprender cómo Chloe no puede ver que ese es precisamente el problema –. Pero al final todas nos iremos, ¿y entonces qué? ¡Échale pelotas, tía!
Chloe parece recular un poco en el asiento, aunque Beca no tiene claro si es por el violento aspaviento que ha hecho con sus manos unidas, o porque su respuesta ha sido como un puñetazo al estómago para ella.
Se decanta más por la segunda opción, porque hasta la propia Beca sabe que ha sido un golpe bajo.
- No todos tenemos tu capacidad para vivir siempre con un pie fuera de la puerta, Beca – responde Chloe, cortante.
Ouch, piensa Beca. Golpe bajo devuelto.
La acusación escuece. Escuece como las primeras gotas de agua oxigenada sobre una herida abierta. Escuece, porque es cierta. Y Beca, en un gesto que derrocha orgullo y cabezonería, aprieta la mandíbula y fija la mirada al frente.
Si no la ve, quizá pueda fingir que no existe, quizá pueda ignorar el regusto amargo que le ha dejado en la boca la verdad que Chloe acaba de forzar a bajar por su garganta.
Se enorgullece de haber cambiado —haber crecido, sí, esa es la expresión correcta— y ya no ser la misma Beca que en su primer año en Barden gastaba tanta energía en mantener a todo el mundo a un brazo de distancia de su corazón para evitar ser herida.
Pero si lo que dice Chloe es cierto —y lo es, Beca ni siquiera va a malgastar su aliento en tratar de negarlo porque sería absurdo—, entonces quizá no ha cambiado, no ha crecido, tanto como creía.
¿Es posible que el motivo oculto tras mantener tantas cosas en secreto sea que, en realidad, le proporciona una excusa para empezar a marcar distancias con las Bellas?
¿Es posible que le dé tanto miedo que se estén quedando sin tiempo, que ha decidido de manera inconsciente alejarse antes de que sea ella la que se quede atrás con las manos vacías y el corazón roto?
- ¿Entonces qué? ¿Nos vas a dejar plantadas? – pregunta Chloe. Su voz, algo áspera de tanto cantar y animar a sus compañeras a gritos durante el día, y la falta de adecuada hidratación, se rompe hacia el final; pero Chloe, orgullosa, sigue adelante –. ¿Vas a pasar porque el campeonato es después de la graduación?
Si su acusación anterior había escocido, esta abrasa.
Si su acusación anterior escocía como el agua oxigenada sobre una herida abierta, esta abrasa como el contacto de un hierro incandescente sobre una herida abierta que necesita ser cauterizada de manera urgente.
Si su acusación anterior escocía porque era cierta, esta abrasa por la traición que supone que Chloe pueda pensar algo así de ella.
Beca se vuelve rápidamente hacia Chloe. Lleva una exclamación indignada en la punta de la lengua, pero se le atraganta al ver la fina capa acuosa que se ha formado sobre el párpado inferior de la pelirroja.
Chloe traga saliva y mantiene la mirada fija hacia delante, como si no quisiera, o no pudiera, mirarla a la cara.
Quizá por miedo a lo que pudiera ver en la expresión de Beca, a que, inconscientemente, le confirmase todas sus sospechas. O quizá porque, si la mira a la cara, no será capaz de seguir manteniendo las lágrimas a raya.
Cuando Beca por fin es capaz de darle voz a su indignación, le falta fuerza, le falta el aire.
- ¿Qué...? – exhala, sacudiendo la cabeza en un gesto incrédulo –. ¿De verdad me crees capaz de haceros eso? – y si su tono suena dolido, si su ceño se frunce, su mirada se entristece y sus hombros se hunden, no importa, porque Chloe está haciendo todo lo posible por no mirarla a la cara.
Pero Beca sí la está mirando a ella. Fijamente, mientras se pregunta cómo demonios han acabado así, cómo han llegado a este punto, cómo se han podido perder, torcer y enredar tanto sus caminos.
Por eso capta el breve temblor de los labios de Chloe antes de que esta los apriete hasta formar una fina línea, el tensar y destensar de los músculos de su mandíbula bajo su piel, el movimiento irritado de las aletas de su nariz.
Beca se pregunta: ¿qué tienes tú por lo que estar tan enfadada?, instantes antes de que el ardiente azul bebé de Chloe se fije en ella y desintegre todo tipo de pensamientos del interior de su cabeza.
- ¡No lo sé, Beca! ¡Ya no sé de lo que eres capaz! – exclama, furiosa –. Si me lo hubieras preguntado hace un año te habría dicho sin dudar un instante que no, que jamás, pero ahora… Desde que empezamos el curso estás muy rara y no sé…
Chloe se queda sin voz abruptamente.
Sacude la cabeza y, cuando vuelve a cruzar su mirada con la de Beca, la morena puede ver toda la desesperación que ha estado tratando de ocultarle hasta ahora, sin filtros ni disfraces para hacerla pasar por algo que no es.
Es tanta, y tan fuerte, que Beca se ve obligada a apartar la mirada y agachar la cabeza.
- No sé qué te pasa – continúa Chloe tras coger aire –. No sé si estás agobiada por la situación de las Bellas, o porque es tu último año en Barden…
Beca no trata de ocultar su mueca de desaprobación ante el uso del singular que hace la pelirroja.
- He intentado darte tiempo y espacio, con la esperanza de que vinieras a mí por cuenta propia cuando estuvieras preparada, pero cada día estás más rara, y más distante, y… Es como si no te conociera.
Las palabras caen de la boca de Chloe en forma de confesión, llenas de remordimientos y culpabilidad: hunden sus hombros, ahogan su voz e inundan sus ojos de unas lágrimas que no terminan de caer por pura cabezonería.
Beca traga saliva y mantiene la mirada gacha, sintiendo la desolación de su mejor amiga instalarse en el interior de su pecho como un órgano más que se niega a pasar desapercibido, a ser ignorado.
- La Beca que yo conozco, la Beca que es mi mejor amiga, no guardaría tantos secretos, no se pasaría el año entero esquivándonos, dándonos plantón, y estando ausente cada vez que la necesitamos – enumera Chloe, aunque sin acusar.
Aún así, cada uno de sus fallos de este año son para Beca como si Chloe estuviera clavando con fuerza su dedo en una zona tierna de su brazo en la que ya tiene un moratón que ella misma se ha provocado.
Necesita de todo su autocontrol para no dar un respingo con cada pinchazo.
- Ya no sé cómo ayudarte – suspira Chloe, desolada.
- Está bien – interrumpe Beca, incapaz de escuchar uno más de sus errores sin sentir que va a perder la cabeza.
Alza su mano libre y cierra los ojos un instante. Coge una profunda respiración con la que pretende calmar el temblor interno de todo su cuerpo al mismo que llenarse del valor que necesita para tener esta conversación.
- Estoy de becaria en un estudio y un productor musical quiere oír mi trabajo, ¿vale? – admite de corrido, soltándolo todo en el mismo aliento porque, si se para, teme no ser capaz de volver a empezar.
Cuando mira a Chloe, con algo de miedo por cuál va a ser su reacción, se queda sorprendida al ver la calma con la que acoge esta nueva pieza de información: como si no fuera más que un grano de arena donde Beca veía una montaña.
- Vale – acepta la pelirroja con pasmosa facilidad, sin siquiera parpadear. Su ceño se frunce, pero no parece un gesto de enfado, sino más bien motivado por la confusión al presentir el miedo de Beca –. ¿Y por qué nos habías ocultado algo así?
La morena ahora se siente tan estúpida, preguntándose si quizá podría haberse ahorrado un año entero de secretos, de engaños, de medias respuestas, de estrés aparentemente innecesario, si tan solo le hubiera dicho la verdad a Chloe desde el principio.
¿Y si hubiera decidido confiar en Chloe?
Más importante, ¿por qué no confió en Chloe?
Beca se siente irritada, y eso traspasa claramente a su tono de voz cuando responde a la pregunta:
- ¡Porque Dios me libre de intentar algo fuera de este grupo! – se defiende con un agitar exaltado de las manos.
Curiosamente, su irritación parece presionar los botones equivocados en Chloe. Es como gasolina sobre el fuego amainado de su enfado: lo hacen reavivar y rugir con la fuerza de la indignación.
- ¿En serio? ¿Tú sabes lo preocupada que he estado, que hemos estado? ¡No teníamos ni idea de lo que te pasaba porque no hablabas con nadie! Ni conmigo, ni con las Bellas, ¡hasta Jesse me dijo que lleva tres meses sin saber de ti!
Beca no tiene claro qué la empuja a responder, a admitir eso precisamente ahora, pero de repente las palabras —la verdad— brotan de entre sus labios como el agua de un manantial tras un mes de fuertes lluvias: imparable, incontrolable.
- Jesse ya lo sabe – ve la forma en que Chloe detiene todo movimiento, en que frunce el ceño y sacude la cabeza, confundida; y el agua continúa brotando con consecuencias devastadoras –. Lo ha sabido todo desde el principio.
Chloe parece quedarse completamente congelada.
Abre la boca como para ir a responder, pero nada sale de ella: ni un sonido, ni una sola respiración. Sus ojos están tan vacíos de emoción como las ruinas de una ciudad tras haber recibido el impacto de una bomba.
Algo dentro de Beca se estremece al ver a Chloe Beale quedarse sin palabras.
- Pero no le culpes a él – se escucha a sí misma decir, sin control alguno sobre sus palabras venenosas –, yo se lo pedí. Le pedí que me cubriera si alguna vez le preguntabais, y, por lo que veo, sigue haciéndolo.
Beca sabe que debería parar, dejarlo ahí antes de causar más daño, pero es incapaz.
Ahora que ha desvelado uno de sus secretos mejores guardados, es como si los demás estuvieran impacientes por salir a la luz y se le acumulan en la boca, en la punta de la lengua, empujándose y pisándose unos a otros por ver quién es el primero en explotar.
Aunque eso no es del todo cierto.
La cruda realidad es que Beca está avergonzada, está dolida, está acorralada. Y algo que no ha cambiado con los años es que tiende a reaccionar igual que un animal salvaje: atacando, con las garras por delante.
- Sigue haciéndolo, incluso a pesar de que ya no estamos juntos – esboza una sonrisa amarga –. Porque sí, Jesse lleva tres meses sin saber nada de mí porque rompí con él… – mueve la cabeza para señalar lo obvio de lo que va a decir a continuación –, hace tres meses.
Beca está segura de que si le hubiera dado una bofetada a Chloe, o un puñetazo en toda la nariz, luciría menos dolida y sorprendida de lo que está ahora.
Está segura de que, si le preguntase, Chloe habría preferido una bofetada o un puñetazo antes que esta serie de golpes bajos, de traiciones que dejan en evidencia que hay una brecha en su amistad.
Pero Beca sigue adelante, a pesar de que con cada palabra se le va tensando el pecho de tal forma que le es difícil respirar.
Se dice a sí misma que, ya que ha lanzado una bola de demolición contra los cimientos de su amistad con Chloe, qué menos que soltar el resto de las bombas que le quedan en el bolsillo hasta que no queden más que ruinas, cenizas y polvo.
- Si seguíamos intentando hacer funcionar algo que, sinceramente, nunca funcionó, solo íbamos a conseguir hacernos daño o, peor, odiarnos. Y no quería arriesgarme a perderle para siempre por algo que no merecía la pena.
¿Y no es de lo más irónico?
- Pero, oye, has conseguido lo que querías: enhorabuena, ya conoces todos mis secretos – felicita, aunque de manera que derrocha sarcasmo –. Espero que estés contenta.
El silencio que se hace en cuanto Beca por fin se queda callada es sepulcral.
Lo apacible e idílico del paisaje que las rodea contrasta de manera notable con la tensión contenida entre las dos paredes invisibles de la barca: el sol brilla con fuerza en un cielo azul despejado, los pájaros cantan y el lago está tan tranquilo que es más bien un enorme espejo.
Debería estar diluviando con fuerza, deberían caer rayos y truenos tan potentes que la tierra temblara y pareciera que estuviera a punto de romperse el cielo en cientos de diminutos pedazos.
Eso encajaría mejor con el frío que se ha instalado en el interior del bote igual que la niebla en un pueblo marino al atardecer.
Si antes ya había una grieta entre ellas que causaba que, a pesar de estar sentadas casi hombro con hombro y —literalmente— unidas por las manos, sintieran como que estaban en lados opuestos del Gran Cañón de Colorado; los secretos de Beca solo han acentuado esa sensación.
Ahora la distancia emocional es insalvable.
Ahora, es como si cada una estuviera en extremos diferentes del país, del mundo, del universo.
Nunca una barca de madera había parecido tan inmensa.
Por el rabillo del ojo, Beca puede ver cómo Chloe está tratando desesperadamente mantenerse estoica, no perder la compostura, mientras procesa toda esa nueva información y los sentimientos que le genera.
Beca creía que se sentiría mejor una vez hubiera aireado por fin todos sus secretos y ya no existieran muros entre ellas. Creía que el pie sobre su pecho, la piedra en su garganta, el peso en sus hombros, desaparecerían sin dejar rastro.
Poof, como si nunca hubieran existido.
Pero lo único que es capaz de sentir ahora mismo es culpa.
Y odio. Odio hacia sí misma: por haber creado los secretos en primer lugar, por no haber confiado desde el principio, por haberse dejado controlar por su miedo, por haberle hecho tanto daño a Chloe.
Con estos pensamientos dando vueltas en bucle en su cabeza, no es de extrañar que le sorprenda la risa de Chloe.
Es de todo menos un sonido de felicidad, de diversión. Y la oscuridad y amargura que transmite hace que un escalofrío trepe por la columna vertebral de Beca y la sacuda por dentro igual que un terremoto de máxima magnitud.
- Sabes que llegué a pensar… – empieza a decir Chloe –. Todas esas veces que decías que ibas a estar con Jesse, y luego Jesse me decía que no te había visto en todo el día; todas esas tardes que de repente empezaste a pasar en la biblioteca cuando nunca en tus tres años en Barden la habías pisado… ¡Ni siquiera sabía que tú supieras dónde estaba!
Se sonríe a sí misma, sarcástica.
- Llegué a pensar que quizá habías conocido a alguien, que quizá tu gran secreto era que estabas engañando a Jesse – admite Chloe.
Es curioso, piensa Beca.
Si hubieran tenido esta conversación en cualquier otro momento, en otras circunstancias radicalmente diferentes, sabe que todo habría sido dicho entre risas histéricas por lo absurdo de la situación.
Pero, tal y como están las cosas, están más al borde de las lágrimas que de las carcajadas.
- ¿No es de lo más absurdo? – pregunta Chloe, retórica.
Y, a pesar de todo, Beca no puede evitar sonreírse por dentro ante la acertada elección de palabras por parte de su mejor amiga. Quizá al final no estén tan fuera de harmonía como Aubrey cree.
- Las excusas que nuestro cerebro llega a inventarse con tal de no ver lo que de verdad está ocurriendo… – Chloe emite una risa seca, irónica, cargada de cierto autodesprecio –. Prefería creer que estabas engañando a un novio que, aparentemente, ni siquiera tenías, antes que aceptar la cruda realidad: que has estado mintiéndonos todo el año.
Esta vez no trata de darle a Beca el beneficio de la duda, no deja espacios entre los renglones de su discurso con la esperanza de que la morena los llene de explicaciones lógicas, les dé forma y sentido, haga que todo encaje por fin.
Chloe tiene perfectamente claro lo que ha pasado, lo que Beca ha hecho, y sus palabras trasladan sus sentimientos: es una acusación directa, afilada, y llena por dentro de diminutas traiciones que sirven de metralla.
Golpea a Beca y es como soportar cientos de pequeños cortes de papel en su cuerpo, en su corazón, en su alma.
Debería desarmarla por completo, sin embargo, consigue el efecto contrario: Beca coge la acusación con manoplas de cocina, tratándola como la patata caliente que es, y se la devuelve a Chloe.
- Tampoco vayas de víctima.
La pelirroja le lanza una mirada fría a través de sus ojos entrecerrados.
- ¿Acaso pretendes decirme que es mi culpa que tú nos hayas estado mintiendo? Muy maduro, Beca.
- No – responde la morena con sequedad y desaprobación –. Solo digo que tampoco facilitaste precisamente que te contara la verdad. Cada vez que intentaba hablar contigo, daba igual el tema, te las apañabas para que fuera una conversación sobre las Bellas y el Mundial.
Chloe suelta un resoplido desdeñoso.
- ¿Y qué querías que hiciera, Beca? No, en serio, dime, ¿qué se suponía que debía hacer si nunca estabas, nunca tenías tiempo para hablar de las Bellas? – inquiere con un interés que es al mismo tiempo genuino, desesperado, y sarcástico.
Se lleva su mano libre al pecho en un gesto afectado que derrocha burla y clava su mirada turbia en Beca.
- Perdona que las tres veces que me preguntaste si podíamos hablar, te sacase el tema del equipo que capitaneamos juntas y la competición en la que, debo recordarte, tú apostaste nuestro futuro.
Igual que un perro que acaba de recibir una reprimenda, Beca calla y agacha la mirada.
- Si dejaras por un instante de esparcir tu mierda a los demás, te darías cuenta de que las únicas manos que están manchadas son las tuyas – sentencia Chloe.
Beca sabía que el juego de las culpas es peligroso.
Es un arma de doble filo que corta a todo quien pretende empuñarla, una serpiente salvaje que, más veces que no, se las apaña para retorcerse contra tu voluntad y acaba propinando mordiscos envenenados a la mano que le da de comer.
Antes de que te des cuenta, la balanza que empezaba inclinándose a tu favor —porque tú habías puesto los bloques de manera que así lo hiciera— empieza a igualarse hasta que, de golpe, se pone en tu contra.
Y aun así, Beca ha intentado jugar a él, ha intentado hacer trampas, ha intentado salir ganando.
Siente una pequeña chispa de orgullo en su pecho al ver a Chloe plantar los pies firmes en el suelo y negarse a seguir siendo obligada a tragar mierda que no le pertenece, porque Beca no ha logrado muchas cosas en su vida, pero este pequeño triunfo sí puede anotárselo.
No quiere adjudicarse un mérito que pertenece en un 99% a Chloe, pero le gusta creer que aportó su pequeño grano de arena al, vez sí y vez también, repetirle a Chloe que sus opiniones eran igual de importantes que las de los demás y también merecían ser escuchadas.
No puede evitarlo: sonríe.
Chloe, desprevenida por ese cambio radical en su actitud, por la sinceridad de un gesto que, hasta ahora, solo había servido para demostrar amargura, frunce el ceño con clara confusión. Ladea la cabeza y entrecierra los ojos, observando a Beca casi con sospecha.
- ¿Qué?
Beca suspira una risa carente de fuerza.
- Nada, es que... La Chloe de mi primer año en Barden nunca me habría llamado la atención de esta forma – se encoge de hombros. Al ver que Chloe va a protestar, probablemente para justificar su dureza, Beca sacude la cabeza –. No, está bien. Me lo merezco por completo.
Chloe, aunque todavía algo confundida por este inesperado giro de la conversación, parece perder un poco de su fuelle. Deja de mantener sus hombros en una tensa línea y estos se hunden hacia delante, no en derrota, sino más bien con alivio.
- Esa Chloe nunca habría empezado a discutir en primer lugar – responde tras una breve pausa –. Habría dejado que te salieras con la tuya.
Beca asiente, su mirada gacha.
- Que conste que... Prefiero a esta nueva Chloe – admite en voz queda, casi tímida.
La pelirroja emite un largo y sentido suspiro que parece salir directamente de su alma. Deja caer la cabeza hacia delante, entre sus clavículas. Se queda así un par de segundos, y luego la sacude suavemente como con incredulidad.
- ¿Qué estamos haciendo, Bec? – inquiere de forma un tanto ahogada por la presión de su barbilla sobre su garganta.
Alza la cabeza para clavar su mirada perdida en la morena.
- ¿Recuperar nuestro sonido? – dice Beca, guiñando los ojos y exponiendo sus dientes en una mueca insegura.
La mirada exasperada de Chloe le deja claro que todavía no es momento de andarse con bromas y burlas, que Chloe necesita que mantenga la compostura un poco más y se tome esta charla con la seriedad que merece.
Carraspea, azorada.
- Perdón – se disculpa –. Por todo – clarifica con un vago gesto de su mano libre. Clava la mirada en un trozo de madera astillada en el suelo de la barca, al lado de su deportiva manchada de barro –. No lo decía en serio. Os quiero a todas, y me encanta ser una Bella, pero… – suspira –. Estoy tan estresada que…
Chloe escucha atentamente lo que tiene que decir en su defensa hasta ese momento, en el que interrumpe a Beca con un sonido de negación y una simple sacudida de cabeza que derrocha desaprobación.
- No puedes pagar siempre tu frustración con nosotras – recrimina, lanzándole una mirada firme por debajo de sus pestañas –. No es justo.
Beca asiente para demostrar que es consciente de ello.
- Lo sé, no pretendo usarlo como excusa, solo… – se rasca la nariz con un nudillo, nerviosa –. Creo que subestimé mi capacidad para gestionar tantas cosas a la vez: las Bellas, las prácticas, las clases, mi relación con Jesse… – guiña los ojos –. He estado todo el año haciendo malabares y negándome a admitir que estaba dejando caer algunas pelotas por el camino porque no podía con todo.
- Sí podías – asegura Chloe sin un ápice de duda –. Pero no tú sola. Si nos lo hubieras dicho nos habríamos organizado para ponerte las cosas más fáciles.
- Pero ya sabes cómo soy – Beca se pone los ojos en blanco a sí misma con un encogimiento de hombros avergonzado.
Chloe resopla.
- Cabezota.
- Yo iba a decir independiente – ríe Beca, esbozando una sonrisa dolorida –, pero supongo que eso también sirve.
- Lo que todavía no entiendo – Chloe frunce el ceño y agita la cabeza en un movimiento de confusión –, es por qué motivo no nos contaste lo de tus prácticas en la discográfica. ¿Creías que no lo aceptaríamos, que no te apoyaríamos?
Los plurales de Chloe suenan forzados, cautelosos, deliberados. No ruedan por su lengua de forma natural como el resto de las palabras, sino que hay unas pausas casi imperceptibles justo delante, como si tuviera que pensarlos, como si fueran en contra de su primer instinto.
Seguro que se cree que es capaz de disimularlo perfectamente, y quizá lo sea, pero a Beca no logra engañarla. Frunce el ceño y lanza una mirada molesta a Chloe desde debajo de sus pestañas.
¿Por qué no dice lo que realmente está pensando y sintiendo, sin censuras? ¿Acaso no es ese el propósito de esta conversación?
- No me preocupaba decírselo a las chicas, sino a ti – la admisión cae de labios de Beca en voz queda, pequeña, como si quisiera que se perdiera en la brisa inexistente, en el escaso espacio que las separa, y así nunca llegase a oídos de Chloe.
Agacha la cabeza, pero no sin ver antes la forma en que la pelirroja palidece, la expresión de dolorida sorpresa que cruza como un relámpago por su rostro. Chloe se tensa a su lado, congelada.
- ¿A mí? – inquiere, sus ojos ardiendo de indignación e incredulidad –. Yo nunca… ¿Cómo puedes pensar…? – pero parece estar tan conmocionada por la confesión de Beca que no le salen las palabras.
- Yo hice la apuesta con John y Gail, ¿recuerdas? – responde la morena, posando una mano sobre su pecho –. Yo decidí jugárnoslo todo a una única carta. Y ahí estabas tú, exigiéndole a las chicas dedicación absoluta durante los próximos meses, cuando me enteré de que me habían cogido para las prácticas.
Suspira y clava sus ojos entrecerrados en el agua del lago, para ver si el reflejo cegador del sol sobre la cristalina superficie le quema las retinas y así ya no tiene que hacer frente a la desolación en el rostro de Chloe.
- Era mi culpa que hubiéramos acabado metidas en semejante lío, pero no podía dejar pasar la oportunidad… Me sentía egoísta, una hipócrita. Y, sí – asiente, haciendo una mueca –, al principio me daba miedo contártelo por si me decías que las dejara. Habrías tenido todo el derecho del mundo a pedírmelo.
Chloe sacude la cabeza en una negativa, como si quisiera espantar las palabras para que no llegasen a sus oídos porque el daño que le están causando es insoportable y ya ha sobrepasado su límite.
- ¿Y Jesse?
El "¿por qué a él sí y a mí no?" nunca es dicho en voz alta, pero va tan implícito en la pregunta que Beca puede escuchar el eco de las palabras retumbar por el interior hueco de su pecho de todos modos.
- Sinceramente – descansa el codo en el remo que todavía tiene suspendido sobre sus piernas, y hunde la frente en su mano –. El único motivo por el que Jesse lo sabía era porque necesitaba que alguien me llevara hasta allí mi primer día – advierte la mirada, abochornada por su comportamiento.
- No – niega Chloe, cortante –. ¿Por qué tampoco nos contaste que habías roto con Jesse? – clarifica, fijando su mirada dura en la morena.
Beca titubea, insegura de si decirlo tal cual fue o suavizarlo ligeramente para que no suene tan brusco. Pero su consciencia culpable empuja las palabras a caer de la punta de su lengua, a lanzarse de cabeza al vacío, en su forma más cruda.
- Porque para entonces estaba tan atrapada en mi propia red de mentiras que no os lo podía contar sin tener que admitir todo lo demás. Porque necesitaba poder seguir usándole como excusa.
- ¿Y ya está? ¿Pensabas seguir apilando mentira sobre mentira como un castillo de naipes? – Chloe resopla una risa sarcástica y hace un gesto vago con su mano libre extendida –. ¿Y si no hubiéramos venido aquí, Beca? ¿Acaso pensabas contárnoslo o habrías esperado a que hiciéramos el ridículo frente al mundo entero —otra vez— para decirnos la verdad? – sacude la cabeza y le lanza una mirada fría –. O quizá ni eso. Quizá estabas deseando que perdiéramos para que las Bellas dejasen de existir y nunca tuvieras que desvelar tus secretos.
Beca se vuelve hacia Chloe envuelta en las llamas de su indignación.
- No me mola nada lo que estás insinuando – advierte en tono terso, sus ojos entrecerrados quemando agujeros en su mejor amiga.
- Ya, bueno – exclama Chloe encogiéndose de hombros –. A mí tampoco me mola nada que, aparentemente, no confíes en nos...
Beca rechina los dientes con tanta fuerza que le da grima, y hace un brusco aspaviento con sus manos, agitándolas a ambos lados de sus oídos como si con eso pretendiera espantar las palabras de Chloe.
Por el motivo que sea, la pelirroja parece negarse a aceptar que la raíz de todos los problemas que han estado teniendo este año no viene de la relación de Beca con las Bellas, sino de su relación con Chloe.
Y Beca no sabe si es porque Chloe no termina de verlo, o si está siendo tan obtusa a propósito porque no quiere verlo.
Pero lo único que está consiguiendo es que todas las casillas que están avanzando por fin al tener esta conversación queden anuladas y se vean obligadas a retroceder a su posición inicial cada vez que Chloe se escuda tras las Bellas para no hacer frente a la cruda realidad.
- ¿Puedes dejar de hablar en plural? – pide Beca en medio de un estallido de impaciencia, aunque la irritación en su tono lo hace sonar más como una exigencia.
Al darse cuenta de su brusquedad, cierra los ojos un instante y coge aire por la nariz. Extiende una mano a modo de disculpa, en una petición a Chloe de que le dé un momento para recomponerse.
- No tienes que fingir que te importa que haya ocultado cosas a las Bellas – se explica de forma más calmada –. Todos sabemos que lo que verdaderamente te molesta es que te las haya ocultado a ti.
La mirada de Chloe se endurece y su rostro se contrae en la más breve mueca de desagrado.
- Vale, ¿quieres abrir esa caja de Pandora? – pregunta de manera retórica, asintiendo despacio para sí misma –. Abrámosla.
Desliza su pierna izquierda por encima de la balda en la que están sentadas de manera que se coloca a horcajadas, su cuerpo enfrentado por completo al perfil de Beca.
- Aunque, primero – extiende una mano como pidiendo silencio –, quiero dejar claro que por supuesto que me molesta que también hayas estado mintiendo a las Bellas. Somos una familia siempre, no solo cuando te conviene, Beca – le recuerda con cierta sequedad –. Y si te crees por un instante que ellas no están preocupadas y no se dan cuenta de que algo te pasa, estás muy equivocada.
Chloe se inclina ligeramente hacia delante, acortando el espacio que las separa mientras la mira fijamente para que no pueda rehuirla, para que nada de lo que está diciendo se lo lleve el viento y no golpee a Beca en todo el pecho.
- Todas, y digo todas – clava el dedo índice en la madera del banco para recalcarlo –, han venido al menos cinco veces a preguntarme qué te ocurría y si había algo que pudieran hacer para ayudarte.
Beca traga saliva, avergonzada, arrepentida.
- Así que, sí – continúa Chloe –. Me molesta. No te haces ni idea de cuánto me molesta. Pero, ¿quieres hacerlo personal? – ladea la cabeza de forma casi desafiante, como un boxeador tentaría a su contrincante en una pelea para que fuera a atacarle con todo lo que tiene –. Pues vamos a hacerlo personal.
Asiente, decidida, y procede a no malgastar ni un solo instante, quizá por miedo a perder su propio coraje, a dejar que la vocecita en su cabeza que tiende a dejar los conflictos pasar la convenza de que es mejor pasar página.
- ¿Por qué no confiaste en mí?
- No es un tema de confianza – responde Beca, su voz tensa y exasperada, a pesar de que sabe que lo que está diciendo es mentira.
Ella misma se ha hecho exactamente esa pregunta hace apenas un rato, pero es consciente de que su respuesta es una amalgama de pequeñas piezas que tendrían que ser diseccionadas por partes, una a una.
Y supondría desvelar sus últimos dos secretos, los únicos que le quedan.
Pensaría en ellos como sus "ases en la manga", si no fuera porque son precisamente lo contrario. El as en la manga es esa jugada que te guardas como último recurso, para emplearla cuando todas tus demás ideas han fallado, porque sabes que es imparable. Infalible.
Beca, sin embargo, preferiría no tener nunca que desvelar estas cartas. De hecho, le gustaría guardárselas tan arriba en la manga que alcancen el Narnia de la ropa. Para que nunca sean vistas por nadie, ni siquiera por ella.
- ¡Pues claro que lo es! – exclama Chloe inmediatamente con una risa desdeñosa. La acompaña de una mirada acusatoria para dejar claro que sabe que Beca está intentando negarlo y no lo va a conseguir –. Aunque la pregunta correcta más bien es: ¿en qué momento dejaste de confiar en mí? – su expresión se vuelve dolorida –. ¿De verdad alguna vez he hecho, o dicho, algo que te hiciera pensar que no te apoyaría a perseguir tus sueños?
- No – admite Beca, la mirada gacha.
- ¿Entonces…?
- ¡Simplemente no quería que pensaras que las Bellas ya no me importaban, que ya no eran una prioridad! Y sabía – busca los ojos de Chloe, casi retándola a que se atreva a negarle lo que va a decir a continuación –, que era lo primero que se te iba a pasar por la cabeza en cuanto te lo dijera.
Chloe abre la boca. La cierra. Vuelve a abrirla.
- ¡Pero esa era justo la impresión que nos dabas al estar siempre ausente y llegar a los ensayos con las manos vacías! – exclama, agitada.
- ¡Eso lo sé ahora! Pero en ese momento no me daba cuenta, solo sabía que con cada mentira iba haciéndose más profundo el hoyo que yo misma me estaba cavando y… No sabía cómo ponerle fin.
Chloe coge una profunda respiración para calmarse, para frenarse a sí misma de seguir haciendo círculos alrededor de los mismos cuatro temas de los que están hablando todo el rato en lugar de abordar la verdadera patata caliente.
- Nada de eso explica qué te pasa conmigo – dice en la voz más tranquila de la que es capaz.
Beca inmediatamente se cierra en banda.
Puede sentir algo en su interior hacer click, y es como si estuviera petrificada por debajo de su piel. Observa las dos cartas que le quedan y vuelve a pegárselas al pecho, aterrorizada de lo que supondría si se viera obligada a usar una de ellas.
- No me pasa nada contigo – niega automáticamente.
Chloe resopla, exasperada, y agita la cabeza.
- No – advierte con un filo peligroso en su tono –. Tú querías hacerlo personal, así que, responde a mi pregunta: ¿qué cambió del verano a ahora? – una vez más, se inclina hacia delante, desafiante –. ¿Cómo se puede pasar de ser inseparables durante dos meses y quedarnos hablando hasta las tantas de la madrugada, noche sí y noche también; a que, de repente, ni me hables, ni me…?
La voz de Chloe se quiebra y se ve obligada a girar el rostro bruscamente hacia un lado. Se queda inmóvil unos eternos instantes en los que se limita a simplemente respirar con toda la calma de la que es capaz, la cual, es poca.
Beca puede ver el subir y bajar de su garganta, la mano que Chloe alza para secarse una lágrima de su mejilla con cierto desprecio.
Es entonces que Beca se da cuenta, con una sensación helada que se expande por todo su cuerpo y parece vaciar sus venas de sangre, dejar su corazón hueco, reseco y agrietado, que Chloe nunca le había ocultado sus lágrimas.
Ya fueran de felicidad, de risa o de tristeza, siempre había dejado que estuvieran a la vista.
Tiene que cerrar los ojos también porque es pura agonía lo que se enrosca alrededor de sus costillas como una boa constrictor y no le deja respirar. Lo único que quiere, que anhela, es alargar una mano hacia Chloe.
Pero no puede.
No puede, porque si toca a Chloe ahora mismo se le va a caer la verdad de la boca: que esos dos meses que pasaron completamente solas en la casa de las Bellas fueron los mejores de toda su vida. Pero que también lo cambiaron todo.
El verano desenterró sentimientos en Beca que no sabía que estaban ahí, tan bien escondidos bajo capa tras capa de tierra que se habían fosilizado.
No puede olvidar el peso de los huesos en sus manos, no puede devolverlos al agujero del que los sacó y sepultarlos bajo seis metros de arena, no puede pasar la vista de largo y fingir que no se da cuenta de que el suelo está revuelto.
No puede, no puede, no puede.
Chloe vuelve la cabeza una vez ha logrado recuperar la compostura, aunque es tan frágil que Beca puede ver cada una de las grietas que recorren la fachada y amenazan con fracturarla en mil pedazos diminutos, irreparables.
Le parte el corazón.
Pero no puede, no puede, no puede.
¿…verdad?
- …A que – retoma Chloe tras coger una temblorosa respiración –, ni me hables, ni me mires, ni soportes siquiera estar más de cinco minutos a solas conmigo en una habitación.
Alza una mano entre sus cuerpos para detener a Beca antes de que pueda soltarle alguna excusa genérica, a pesar de que la morena no tiene intención de abrir la boca porque todavía está luchando contra la sensación de vértigo.
- Y no te atrevas a decirme que es que estás estresada, o demasiado ocupada, o que era para evitar todo esto – hace un vago gesto con la misma mano para abarcar el momento presente –, porque: y una mierda.
Alza la barbilla y clava su débil mirada interrogante en Beca, los párpados entornados con sospecha.
- Sé que pasa algo más que no me estás contando y por lo que me estás alejando de ti, y… – sacude la cabeza en un gesto derrotado –. No sé qué puede ser.
Beca trata de tragarse el nudo en su garganta, trata de disolverlo con su saliva, pero la obstrucción permanece. Inamovible, impasible.
Con todo su cuerpo temblando, despega sus dos últimos ases de su pecho y los observa detenidamente. Sabe que no le queda más remedio que poner uno de ellos sobre la mesa, pero la pregunta es cuál.
Dentro de dos malas opciones, ¿cuál es el mal menor?
- ¿Por qué no quieres graduarte con nosotras? – pregunta en voz algo temblorosa. Ve una chispa de enfado saltar en el azul bebé de Chloe, pero sigue adelante como un coche sin frenos, arrasando con todo lo que se cruza por su camino –. ¿Por qué prefieres seguir malgastando tu tiempo en Barden cuando podrías estar haciendo cosas mejores?
Una suave exclamación indignada escapa de la garganta de Chloe.
- ¡Porque me da miedo! – exclama como si fuera obvio –. No espero que lo entiendas, Beca, pero las Bellas son mi vida. Y cuando digo eso, no lo digo de forma dramática, sino – alza una mano, juntando el índice con el pulgar –, literalmente.
Beca frunce el ceño, en desacuerdo, pero permanece en silencio.
- Tú y las chicas – prosigue Chloe, señalándolas con un vago gesto de su mano libre –, todas tenéis vuestras pasiones, cosas en las que brillais. Pero yo no – se lleva la mano al pecho –. Las Bellas son todo lo que sé hacer, lo único que se me da bien. Así que, ¿por qué irme?
Beca se debate entre la desesperación y la desolación absoluta.
Mira con creciente incredulidad a Chloe, y siente la boa constrictor enroscada en su pecho apretar su agarre mortal centímetro a centímetro con cada auténtica barbaridad que cae de labios de Chloe.
¿Cómo puede creerse que eso sea cierto? ¿Cómo puede alguien como Chloe no ver que es la persona más especial que existe en el universo?
Está tan anonadada que, por un instante, lo único que puede hacer es parpadear, con la boca abierta para emitir una larga lista de protestas que nunca llegaron a tomar forma porque el shock le ha robado la voz.
- ¡Porque nosotras nos vamos! – responde por fin tras un espeso silencio, su voz cargada de exasperante obviedad –. Y lo siento por Emily, y por las pasadas y futuras generaciones de Bellas, pero somos nosotras – imita el gesto anterior de Chloe al aplanar la palma de su mano sobre su pecho –, las que hacemos de las Bellas, las Bellas. Somos nosotras tu familia. Y no va a ser lo mismo si no estamos aquí contigo.
Ve que lo que está diciendo está despertando algo en Chloe.
Es una verdad contra la que Chloe ha declarado una guerra interna en la que todavía ningún bando se ha declarado vencedor. Una verdad que no quiere ver, a la que no quiere enfrentarse por todas las consecuencias que implica.
Es su propio fósil, sepultado a siete metros de profundidad con la esperanza de que eso le ayude a olvidarse de su existencia, pero que cada vez que su mirada tropieza accidentalmente con la tierra revuelta solo sirve para recordarle que sigue ahí.
Y sigue siendo tan verdad como el día en que lo descubrió.
Ahora, al escucharlo en boca de otra persona, se ha vuelto casi imposible para Chloe el seguir negándoselo a sí misma. La guerra se acaba de decantar drásticamente a favor de la verdad, y todo gracias a —por culpa de— Beca.
- Vete a Nueva York – continúa presionando la morena –. Vete a Los Ángeles, a Miami, a Washington o San Francisco. Vuelve a Portland con tus padres, ¡o quédate en Atlanta! – sacude las manos en el aire para demostrar que da igual –. Pero sal de Barden. Vete.
Coge una amplia bocanada de aire y trata de suavizar su exasperación antes de decir lo siguiente:
- El mundo está lleno de personas que te necesitan, Chloe – asegura –. Y...
- ¿Cómo quién? – le interrumpe la pelirroja.
Sus ojos están anegados de lágrimas y a Beca se le escapa de golpe todo el aire de sus pulmones igual que si le hubieran dado un puñetazo en el estómago al darse cuenta que la pregunta de Chloe va totalmente en serio.
Chloe quiere una respuesta, necesita una respuesta, porque ella misma no es capaz de ver cuál es.
Beca parpadea en una rápida ráfaga; y es tanto para demostrar y procesar su propia incredulidad, como para luchar contra las ganas repentinas de echarse a llorar que le han entrado por sorpresa.
- ¡Yo! – la palabra explota de su boca, impulsada por su desolación, antes siquiera de que Beca sea del todo consciente de que había cruzado por su mente. Pero está tan alterada que ni siquiera se molesta en tratar de desmentirse a sí misma –. Yo te necesito, Chloe.
La pelirroja suelta una risa sardónica y mueve la cabeza en lo que parece un gesto de negación, de rechazo.
Desesperada, Beca coloca el primero de sus ases en la manga sobre la mesa.
- Vale, ¿quieres saber qué me pasa contigo? – pregunta con un pequeño asentimiento, volviendo su cuerpo por completo hacia Chloe –. Esto es lo que pasa: ¡no quiero dejarte atrás! ¡No puedo dejarte atrás!
Traga saliva a duras penas, sus ojos llenos de lágrimas contenidas.
- No vas a estar para recibirme con una sonrisa comprensiva y un abrazo cálido después de un día de mierda. No voy a escuchar tu voz armonizar con la mía cuando me pongo a cantar sin darme cuenta. No tendré quien me arrastre a sitios que luego me encantan y que no se enfade cuando no lo admita por puro orgullo.
Chloe se seca una nueva lágrima cuando se desliza por su mejilla y clava su mirada acuosa en Beca.
- Eso dices, pero te has apañado bastante bien este año sin mí.
Beca suelta una risa algo histérica, algo estrangulada por el nudo de emociones que se ha atado bien fuerte alrededor de su garganta.
- ¿Estás de coña? – exclama con una sonrisa que es más una mueca que otra cosa –. ¿Esto es apañármelas bien? Abre los ojos, Chloe.
Hace un gesto circular con su brazo para abarcar sus alrededores porque está claro que su mejor amiga se ha olvidado de por qué —por culpa de quién— exactamente han acabado en una barca, en medio de un lago, atadas de manos.
- Este año no he hecho más que ir tropezando de desastre en desastre y todo porque soy una imbécil y pensé que si creaba yo una brecha entre nosotras haría más fácil el perderte al final del curso. Sorprendentemente, no ha funcionado.
Guiña los ojos y expone los dientes en una mueca, aferrándose al sarcasmo como a un clavo ardiendo, con uñas y dientes, porque es lo único que está evitando que se eche a llorar como un bebé.
- Lo único que para lo que ha servido es para que me dé cuenta de lo mucho que te voy a echar de menos y no creo... – se le rompe la voz y se sacude la cabeza a sí misma con un gesto fastidiado.
Tiene que tragar saliva con gran esfuerzo para contener un sollozo y coger una respiración temblorosa que sacude su pecho entero.
- No sé si podré hacerlo otra vez, Chloe – admite en apenas un hilo de voz, tratando de sonreír pero siendo capaz solo de apretar sus labios juntos para que no escape ni un solo quejido de entre ellos –. La vida adulta ya es suficientemente aterradora por sí sola como para tener que enfrentarme a ella sin mi mejor amiga a mi lado, dándome la mano a cada paso del camino.
Chloe ya se ha dado por vencida a la hora de tratar de secar las lágrimas que ruedan de manera intermitente por sus mejillas. Tampoco trata de ocultarlas a la vista. Simplemente deja que sigan su curso natural, silenciosas, solo dejando las marcas de pequeños ríos en su piel.
- ¿Y qué hago si me voy de Barden? – pregunta, su mirada perdida en Beca –. No sé... – agita la cabeza, estresada, y se lleva una mano a los ojos como si estuviera a punto de echarse a llorar con fuerza.
Conmovida hasta el punto del dolor, desesperada por poner fin al obvio sufrimiento de Chloe, Beca hace una oferta sin pensar.
- Vente conmigo – las palabras se atropellan unas a otras al caer de su boca y traen un fuerte rubor a sus mejillas cuando se da cuenta de lo que acaba de proponer.
La mirada de Chloe salta a ella desde detrás de sus dedos, sorprendida, y la confianza de Beca titubea. Le horroriza lo egoísta de su oferta, y rápidamente busca una forma de arreglarlo, de disimularlo.
- Tú misma dijiste antes que si os hubiera pedido ayuda, habría podido con todo, ¿no? – dice con suavidad –. Pues déjanos ayudarte. Tú siempre has estado ahí para nosotras, ahora es nuestro turno.
Chloe no parece convencida, y solo sacude la cabeza como si estuviera tratando de aclarársela para ser capaz de pensar.
- Incluso si me quedara en Barden – murmura de manera pensativa, frotando sus labios juntos cuando una lágrima perdida los inunda en agua salada –, no estarías sola. Eres mi mejor amiga, eso no cambiará por la distancia.
Beca, ya a la defensiva por ver que ninguno de sus argumentos está funcionando y quizá tendría más suerte si se pusiera a discutir con una pared de ladrillo, se crispa como un gato con el lomo erizado.
- A lo mejor sí.
- ¿Qué...?
Si Beca creía que había visto a Chloe en shock antes, ahora se da cuenta de que eso no es siquiera equiparable a la sombra de puro pavor que parece robar todo signo de vida de los ojos de la pelirroja, y el color de sus mejillas.
- ¿Y si sí cambia? – desafía Beca. No pretende que sea una amenaza, sino el planteamiento una posibilidad que deben barajar –. ¿Y si ya no es suficiente, te has parado a pensar en eso alguna vez?
- ¿Qué estás diciendo...? – Chloe parece profundamente confundida, como si el susto hubiera dejado su cerebro frito. Frunce el ceño y clava su mirada lagrimosa en Beca con intensidad, a la espera de una explicación –. ¿Suficiente para qué?
Aunque se nota que Chloe está haciendo un gran esfuerzo por tratar de comprender a qué se refiere Beca, la morena no puede evitar sentir una pequeña ola de irritación agitarse con violencia tras sus costillas.
- ¡Para mí! – exclama –. ¿Y si necesito más?
- ¿... Más?
Chloe coge una temblorosa y húmeda respiración a través de sus labios antes de sacudir la cabeza, sin fuerzas, en un gesto derrotado. Sus ojos llorosos y desolados se cruzan con la mirada desesperada de Beca, y se encoge de hombros de manera casi imperceptible.
- ¿Qué más necesitas? – pregunta, su voz rota y congestionada –. Ya he dado todo de mí, Beca, no creo que tenga nada... – no llega a terminar la frase, dejando que su silencio hable por sí solo.
Beca traga saliva a duras penas, temblando.
Mira el único as que le queda, el más aterrador de todos, sujeto entre sus manos en un agarre de hierro que daría a pensar que tiene miedo de que Chloe se lo arrebate, pero en realidad es su último intento de frenarse a sí misma de ponerlo sobre la mesa.
Coge aire para armarse de valor y…
El bote da una fuerte sacudida al encallarse la parte frontal en la arena de la orilla del lago. Pasa de flotar tranquilamente a la deriva a detenerse de golpe, y la brusquedad con la que se frena lanza a Beca y Chloe hacia delante.
Ambas se agarran como pueden al borde, a los remos, al asiento, y evitan por los pelos caerse de culo al suelo húmedo de la barca.
- ¡Ey, las capis siguen vivas! – anuncia la voz rasposa de Cynthia Rose desde donde está tumbada a la sombra de los árboles con las demás Bellas unos metros más allá.
- ¡Ya era hora! – grita Stacie, levantándose.
Le pide ayuda a CR para limpiarse los restos de hojas y césped que se le haya quedado enganchada en la ropa y su larga coleta, y la afroamericana está más que encantada de quitárselos con sus manos.
- ¡Tengo tanta hambre que mi estómago se está comiendo a sí mismo! – Amy la Gorda se une a las protestas, reclutando a Jessica y Ashley para que la ayuden a levantarse sin tener que hacer ella esfuerzo alguno.
El estallido de sonido es tan repentino, contrasta tanto con la conversación en tonos quedos que habían estado teniendo Beca y Chloe en el lago, que los oídos de Beca pitan y se queda congelada en el sitio.
Algo llama su atención y baja la mirada para ver el agarre de hierro que todavía tiene en su último as.
Quiere llorar: de alivio, de frustración, de desesperación.
En cambio, se traga sus emociones. Las empuja de nuevo en dirección descendente por su garganta hasta que llegan al fondo de su estómago y se quedan ahí, como el lodo en el fondo del lago.
Parpadea y ve que Aubrey se está acercando a ellas con una curiosa mezcla de emociones en su rostro: preocupación, intriga, arrepentimiento, duda; entre otras que Beca no alcanza a identificar.
A su derecha, Chloe se seca las lágrimas apresuradamente, con disimulo. Se sorbe la nariz y se pinta una sonrisa en los labios que carece de convicción, pero no parece ser capaz de más por el momento.
Aubrey, por supuesto, se da cuenta.
- ¿Todo bien? – inquiere con aparente tranquilidad, aunque su intensa mirada, que salta de una Bella a otra en busca de pistas de lo que ha podido ocurrir, desvela que sabe perfectamente que la respuesta a su pregunta es un "no" rotundo.
Chloe asiente, emitiendo un "mmhh" afirmativo, y se aclara la garganta antes de hablar para que su voz no delate que hace apenas cinco segundos estaba llorando.
- Al final no hemos hecho tu ejercicio – se disculpa, torciendo la boca.
- No pasa nada – asegura Aubrey, esbozando una sonrisa forzadamente casual. Su mirada, sin embargo, se desvía de Chloe a Beca, que permanece en silencio absoluto y sin mover ni un solo músculo, antes de volver a centrarse en Chloe –. Creo que ha logrado su objetivo de todos modos.
Eso parece sacar a la morena de su estupor emocional. Se levanta, con músculos que protestan y funcionan de manera torpe, y hacen que se tambalee peligrosamente en el suelo inestable de la barca.
Arrastra a Chloe tras ella cuando da los dos pasos que la separan del morro del bote y estira su mano atada frente a su cuerpo hacia Aubrey en una petición que, aunque silenciosa, no puede ser más clara.
Aubrey le lanza una mirada cautelosa.
Parece poco convencida de si estará a salvo si se acerca demasiado a Beca, como si la morena fuera un tigre de bengala paseando nerviosamente tras los barrotes de su celda y Aubrey llevara un bistec sangriento en la mano.
Al final, saca unas gruesas tijeras de jardinería de los bolsillos traseros de su falda caqui y, con una facilidad que resulta casi insultante, corta de un simple golpe la gruesa cuerda blanca que mantenía sus manos juntas.
Beca se masajea la muñeca dolorida por la falta de circulación y, por el rabillo del ojo, ve a Chloe hacer lo mismo a su lado.
Se baja del bote a tierra firme con algo de torpeza y rehúye las manos de Aubrey que intentan ayudarla. Ante su rechazo, la excapitana simplemente se vuelve a Chloe y le ofrece su ayuda a ella en su lugar.
Sin decir palabra alguna, Beca se aleja a paso rápido por la orilla del lago.
No sabe a dónde va, solo sabe que necesita que sea lejos.
El resto de la tarde pasa como un borrón para Beca.
Un momento está poniendo toda la distancia posible entre Chloe, la nube emocional que su conversación había creado sobre la barca, y ella; y al siguiente, en tan solo un parpadeo, ya es de noche y vuelve a estar en el punto de partida.
Da un suave empujón al culo de la barca, ahora vacía y volcada para que no se lo lleve la corriente, justo por encima de la curva del cinco pintado de blanco. La suela embarrada de sus deportivas deja una marca.
Las ventanas del comedor, situado en la parte superior de la suave cuesta descendente que lleva hasta la orilla del lago, están iluminadas con el cálido brillo de las luces y guían a Beca desde la distancia como si fueran fuegos fatuos.
Se muere de sed y, aunque no tiene nada de hambre, sabe que debería comer algo para compensar por tanto ejercicio físico —y emocional— bajo los rayos del sol.
Para bien o para mal, el comedor está desierto cuando Beca empuja la puerta abierta hacia dentro y asoma la cabeza, temerosa de lo que puede estar esperando por ella dentro de las cuatro paredes de tableado de madera.
Sin embargo, a juzgar por las mesas todavía llenas de migas, las marcas redondas provocadas por la condensación de los vasos y alguna que otra servilleta caída, han acabado de cenar hace poco.
Beca se acerca al mostrador. Pasa de largo frente a las múltiples torres de bandejas de plástico y solo se detiene en la sección de la cubertería para coger un vaso. Luego, se dirige directa a donde están las jarras de agua.
Bebe con avidez, agradeciendo el líquido fresco. Rellena el vaso tres veces, las necesarias para no sentir más el ardor de la sed en la base de su garganta y las suficientes para dejar su estómago deliciosamente encharcado.
Al devolver la jarra al mostrador se fija en que todavía no han recogido la bandeja del pan. Sigue sin apetito alguno, de modo que, de tener que forzarse a comer algo, supone que el pan será lo que mejor le entre.
Acaba de darle un mordisco a un trozo cuando una puerta se abre a su espalda y una voz alegre la saluda:
- Oh, ¡hola, Beca!
La morena gira sobre sus talones, los dientes todavía cerrados en una esquina de su loncha de pan de molde. Arquea las cejas al ver a Emily con los dos brazos enroscados alrededor de dos grandes bolsas de nubes para tostar.
- ¿Qué tal tu paseo? – inquiere la Heredera, sujetando una de las bolsas con su barbilla para poder rodearla mejor con su brazo.
- Um… – confundida, Beca frunce el ceño y hace un ligero movimiento de cabeza.
- Chloe nos dijo que te habías ido a dar una vuelta para que te diera el aire – explica Emily sin perder la sonrisa ni un solo instante –. Demasiado sol en la cabeza, ¿verdad? – asiente, comprensiva.
Beca tiene que contener una risa histérica.
- Eh, sí… Justo… Fue justo por eso, sí – miente, aprovechando la excusa que Chloe se había molestado en inventarse para ella.
La sonrisa de Emily se amplía.
- Si tienes hambre…
- Oh, no, no te preocupes – desestima Beca con un batir de la mano con la que sujeta la loncha de pan de molde.
- …creo que Chloe te guardó un plato de comida en la cocina – continúa Emily al mismo tiempo. Señala con un gesto de su barbilla sobre su hombro hacia la puerta vaivén por la que acaba de aparecer.
Beca agacha la cabeza y asiente porque, ¿cómo va a decir que no a eso?
- Vamos a encender una hoguera para tostarlas – la Heredera agita las bolsas de nubes que tiene en los brazos –. Únete cuando acabes, intentaré que las chicas no se las coman todas.
- Lo haré – promete –. Gracias, Em.
Emily parece crecer cinco centímetros enteros al escucharla. Y como es imposible permanecer impasible ante su exuberante entusiasmo, Beca se encuentra a sí misma regalándole una sonrisa de vuelta, lo más sincera que es capaz.
La alta figura de la Bella desaparece por la puerta del comedor, la cual cierra tras de sí enganchando el pie en el borde, y Beca vuelve a quedarse totalmente sola en la caseta de madera.
Con un suspiro, hace el corto camino hasta la cocina y la puerta vaivén se agita con una serie de suaves woosh una vez la cruza.
Beca no tiene problema alguno en admitir que le sorprendió descubrir que Aubrey tenía contratados a un equipo de cocineros que se encargaba de preparar las comidas y recoger el comedor, y otro que se encargaba de mantener el retiro limpio.
Estaba convencida de que iban a ser uno más de sus supuestos ejercicios para fomentar el trabajo en equipo.
Afortunadamente, a esta hora la cocina está vacía, los platos limpios apilados en enormes organizadores de metal para que escurran el agua del fregado y se queden secos para el desayuno de la mañana siguiente.
Los fluorescentes del techo están apagados. Lo único que ilumina la cocina en la escasa luz amarillenta que se cuela a través de la ventana cerrada, de vidrio opaco, que la comunica con el comedor.
Beca lo prefiere así.
Un plato solitario descansa en una de las mesas metálicas que en las que los cocineros apoyan las enormes bandejas cargadas de comida. Está tapado por otro plato para no atraer a las moscas, y Beca lo hace girar entre sus dedos tras levantarlo.
Una pequeña porción de macarrones con queso, no más que una cucharada de servir, y unas cinco tiras de pollo rebozado ocupan la mitad del plato llano. En la otra mitad, hay un simple bollo de pan.
Beca coge un tenedor del cubo agujereado en el que están escurriendo y revuelve los pegajosos macarrones de manera desinteresada.
Está masticando su primera tira de pollo rebozado cuando escucha la puerta de la cocina abrirse a su espalda una vez más. Automáticamente, asume que es Emily otra vez, y no se gira a saludarla.
- ¿Ya os habéis quedado sin nubes? – pregunta en tono ligeramente bromista.
Le extraña no recibir respuesta de manera inmediata, ni que Emily aparezca por alguno de sus lados para dirigirse a por una bolsa más a la despensa.
Frunce el ceño y se traga el pollo que tiene en la boca al mismo tiempo que se gira hacia la entrada. Casi se atraganta con un trozo de rebozado que se le va al fondo de la garganta al coger aire bruscamente.
No es Emily. Por supuesto que no es Emily.
- Em me dijo que estabas aquí – explica Chloe, torciendo la boca. Sus manos nerviosas parecen buscar unos bolsillos en los que hundirse, solo para recordar que lleva pantalones de deporte y esconderse tras su espalda.
Por supuesto que Emily se lo dijo. Beca se pondría los ojos en blanco a sí misma si no estuviera en modo pánico.
- Creo que tenemos que hablar… – dice Chloe.
- ¿Más? – intenta bromear para quitarle peso al asunto, para disimular el terror que esas cuatro palabras han despertado en ella, pero se nota que no le pone ánimo.
El humor brilla por su ausencia.
Beca deja el tenedor sobre el plato y lo empuja lejos de ella. Si antes no tenía hambre alguna, ahora ni siquiera tiene ganas para fingir que sí. El simple olor de los macarrones con queso es suficiente para revolverle el estómago.
- Ibas a decirme algo – sigue Chloe, acercándose un paso –. Antes – clarifica con un suave movimiento de la cabeza hacia atrás y otro paso –. En el bote, justo antes de que tocáramos la orilla.
Beca traga saliva y desvía la mirada.
- No era nada importante – asegura con un encogimiento de hombros.
- Sí lo era – refuta Chloe al instante, sin perder ni un segundo, con confianza arrolladora –. Llevo toda la tarde pensando en lo que estuvimos hablando – su tono es tranquilo y sospechosamente casual –, y en a qué podías haber estado refiriéndote cuando decías que necesitabas más…
Da otro paso hacia delante y Beca se aprieta contra el borde metálico de la mesa.
- Y creo que ya sé lo que era – Chloe asiente cuando las cejas de Beca se arquean por sí solas en un gesto interrogante.
Su corazón, sin embargo, se detiene por completo. Beca curva los dedos alrededor del borde de la mesa hasta el punto de que se le ponen blancos para mantenerse en pie porque teme que le fallen las piernas en cualquier momento.
- ¿Por qué dejaste a Jesse?
La pregunta de Chloe coge a Beca tan por sorpresa que tiene que contener las ganas de agitar la cabeza para asegurarse de que ha escuchado bien. Abre la boca, pero la vuelve a cerrar al darse cuenta de que no sabe qué decir.
- Eh, um… – tartamudea, desequilibrada –. Ya te lo dije, porque ya no funcionaba.
- ¿Y…? – insta Chloe, sus ojos ardiendo.
- No quería perderle como amigo.
- ¿Y…?
Donde Chloe parece ir ganando seguridad con cada una de sus respuestas, Beca va perdiendo la suya con cada una de sus preguntas. Su voz se va haciendo cada vez más pequeña hasta no ser más que un hilo.
- Porque tengo sentimientos por otra persona – confiesa de forma apenas audible.
Pero están solas en una cocina llena de mobiliario metálico, que genera un eco traicionero en el que su secreto reverbera y se amplifica hasta que llega a oídos de Beca como algo más parecido a un grito que a un susurro.
Los ojos de Chloe destellan en la semi penumbra.
- ¿Quién? – exige.
Beca desvía la mirada al suelo y niega con la cabeza. Aunque hubiera sido capaz de decirlo en voz alta, no habría podido hacer que las palabras pasen a través del nudo marinero que estrangula su garganta.
Chloe no parece molesta por su silencio, sino que más bien es el viento bajo sus alas.
- ¿Es alguien con quien pasaste el verano? – pregunta llena de certeza –. ¿Alguien a quien llevas ignorando todo el año? ¿Alguien a quien no quieres dejar atrás? ¿Alguien a quien necesitas?
Con cada pregunta, Beca siente el aire escapar de sus pulmones en una lenta tortura. La cabeza empieza a darle vueltas a un ritmo vertiginoso por la falta de oxígeno que vuelve todo su mundo un borrón indiscernible.
Excepto una cosa.
Una cosa que permanece siempre constante, siempre clara.
Chloe.
Beca no la ha visto moverse, pero está mucho más cerca que antes cuando se inclina sobre ella para susurrar la última pregunta prácticamente sobre sus labios apretados en una firme línea para que no tiemblen.
- ¿Alguien con quien quieres más?
Beca asiente a duras penas, sintiéndose completamente desconectada de su cuerpo, como si estuviera flotando en el aire por encima de él.
De repente, Chloe se le echa encima.
Actuando en puro instinto, sin pensar para nada en lo que está haciendo, Beca se aparta. Dobla la cintura hacia atrás para esquivarla, hasta el punto de que se clava la mesa dolorosamente en una vértebra; los ojos cerrados como si esperase un golpe.
- ¿Qué haces? – exclama Chloe, entre exasperada, irritada, curiosa y divertida.
Beca abre los ojos de golpe y casi desea no haberlo hecho, porque entonces se da cuenta de lo absurdo de su reacción. Reza para que un agujero se abra bajo sus pies y se la trague entera de un único bocado.
- ¡No lo sé! – exclama de vuelta, su voz cómicamente aguda –. ¿Qué haces tú? ¡Pensé que ibas a pegarme!
- ¿Por qué iba a querer pegarte? – responde Chloe, imitando su tono, consciente o inconscientemente.
- ¡Y yo que sé! ¡Razones no te faltan, precisamente!
- ¡Iba a besarte! – clarifica Chloe, habiéndose decidido por la exasperación.
Una sensación, fría y cálida al mismo tiempo, se extiende por todo el cuerpo de Beca desde la base de su cuello hasta las puntas de los dedos de sus pies. Tiene que luchar contra las ganas de estremecerse.
- Oh – la palabra escapa involuntariamente de entre sus labios envuelta en una exhalación –. Bueno, ¿y por qué has parado? – increpa.
Chloe abre la boca para protestar, pero Beca puede pensar en mejores formas con las que darles uso a sus labios que hablando en círculos.
Da el medio paso hacia delante que es necesario para acortar la distancia entre sus cuerpos y su mano se cierra en un firme puño alrededor de la pechera de la camiseta rosa de deporte de Chloe, tirando de ella hacia abajo.
El primer roce de sus labios es torpe, pero rápidamente sus bocas se amoldan, se adaptan, se acostumbran a esta nueva forma de contacto hasta ahora desconocida para ellas, y la reciben con ganas.
- Eres muy irritante – murmura Chloe, las palabras aplastadas contra sus labios porque no quiere separarse de ella –. Lo sabes, ¿verdad?
Beca suspira y persigue su boca.
- Cállate y bésame.
Las manos de Chloe no malgastan tiempo.
Beca nota el roce delicado de sus dedos subir por su cuello, recorrer la afilada línea de su mandíbula hasta que sus mejillas están siendo acunadas entre la calidez de sus palmas ahuecadas.
Sus cuerpos se juntan y Chloe acorrala a Beca contra la mesa una vez más, pero esta vez tiene los suaves besos de la pelirroja, sus juguetones mordiscos a su labio inferior, para distraerla de la molesta sensación del borde metálico presionando la base de su columna.
Ya no queda espacio para sus manos en la camiseta deportiva, de modo que Beca traza los valles y montañas de sus costillas como si fueran las teclas de un piano y estuviera buscando la melodía perfecta.
La encuentra en el quedo jadeo que Chloe deja escapar cuando cuela sus manos por debajo de la suelta tela rosa y sus dedos se expanden sobre piel caliente, ligeramente pegajosa por el sudor acumulado durante el día.
Chloe separa sus labios a base de certeros roces de su lengua y Beca gime al sentirla explorar el interior de su boca, la rugosidad de su paladar, la zona inferior de su propia lengua.
Están tan perdidas la una en la otra que no escuchan la puerta vaivén de la cocina abrirse con un woosh. No son conscientes de que tienen compañía, hasta que Beca siente la presencia de alguien pasar por su lado.
Se separa de Chloe de un brinco, la piel de sus brazos erizada por la corriente fría que la persona ha provocado con su cuerpo.
Gira el cuello todo lo que es capaz en su posición y ve a Stacie dirigirse con absoluta tranquilidad hacia la despensa de la cocina, como si no acabase de pillar a sus capitanas comiéndose la boca sobre la mesa de la comida.
- ¡Stacie! – exclama, su voz estrangulada e histérica.
La morena lanza una mirada por encima de su hombro, sin detenerse.
- Oh, por mi no os cortéis – les tranquiliza agitando una mano en su dirección –. Solo vengo a por un poco de chocolate con el que acompañar a las nubes. A Emily se le ha olvidado cogerlo.
Beca escucha la queda risa de Chloe en su oído, donde la pelirroja ha enterrado la cara en su cuello, y se estremece entera.
- Deberíamos ir a la hoguera – murmura Chloe, aunque en su voz se puede escuchar claramente su reticencia.
- Mmm… ¿Las Bellas, solas, con fuego? – Beca suma los factores en su cabeza y todos los resultados acaban en desastre, los ponga en el orden que sea.
Chloe descansa su frente en la de Beca y roza sus narices.
- Aubrey nos está vigilando, tranquilas – les informa Stacie al reaparecer de la despensa, tres tabletas de chocolate en las manos.
Beca da un brinco, habiéndose olvidado por un glorioso instante de la presencia de la otra Bella en la cocina gracias a la intoxicante cercanía de Chloe. Vuelve la cabeza hacia atrás a tiempo de ver cómo Stacie cierra la despensa con un golpe de cadera.
Ni siquiera parpadea al pasar por su lado, como si la imagen de Beca y Chloe enroscadas una alrededor de la otra en actitud amorosa no fuera nada nuevo ni destacable para ella.
- Sois demasiadas para la pobre Aubrey – ríe Chloe.
- Oh, no estés tan segura – los ojos de Stacie relucen con un brillo que hace sentir sucia a Beca –. Las apariencias engañan, tú deberías saberlo mejor que nadie – se pausa un instante para lanzarles una sonrisa pícara –. Especialmente ahora.
Beca se tensa y entorna sus ojos para mirar a Stacie.
- ¿Eso qué significa? – desafía.
Pero Stacie tiene toda su atención centrada en Chloe.
- Dime, ¿es tan peleona como parece?
- ¡Ey! – protesta Beca.
- No lo sé todavía – responde Chloe con una sonrisa enigmática.
- Oh, vaya, sabía que tenía que haberme quedado detrás de la puerta un rato más – se lamenta Stacie con un chasquido de lengua pesaroso. Parece recuperarse rápidamente de su pena, porque se encoge de hombros y le guiña un ojo a Chloe –. Ya me dirás cuando lo averigües.
Chloe solo ríe, y no hace nada para tranquilizar a Beca.
- ¡Oye! ¡Estoy aquí delante! – les recuerda.
La mirada verde de Stacie por fin cae sobre Beca.
- Lo mismo te digo a ti – le sonríe, ligona –. Ya me contarás, tengo una teoría que refutar sobre las pelirrojas.
- ¡No pienso…! – intenta negar Beca.
Pero Stacie se aleja con un certero latigazo de su larga coleta, sin interés alguno en escuchar lo que tiene que decir, y deja a Beca hablando con el vaivén de la puerta de la cocina y la risa de Chloe resonando en sus oídos.
- Vamos a la hoguera, anda – Chloe entrelaza sus dedos y da un tirón de ella hacia la salida.
Beca se resiste.
- ¿No le vas a decir nada, verdad?
- No tengo nada que decirle.
- Pero cuando lo tengas.
Chloe se vuelve inmediatamente hacia ella con una amplia sonrisa que recuerda a Beca a un tiburón que acaba de oler sangre.
- Beca Mitchell – exclama en tono bajo, fingiendo escandalizarse –. ¿Me estás haciendo una proposición indecente? Porque tendrá que esperar a cuando no compartamos tienda de campaña con ocho chicas más.
Beca pone los ojos en blanco, pero siente un fuerte rubor expandirse por su cuello y orejas. Chloe debe decidir apiadarse de ella, porque suelta una alegre carcajada y le da un juguetón apretón a sus dedos entrelazados.
- No te preocupes, no le diré nada a Stacie. Incluso cuando haya algo que contar – promete, depositando un breve beso en labios de Beca –. Tus secretos están a salvo conmigo.
Beca le roba dos besos más antes de que Chloe se separe y vuelva a tirar de ella hacia la puerta.
- Ahora, vamos – ordena con una amplia sonrisa –. Tenemos un equipo que capitanear, una competición que ganar, y planes de graduación que hacer.
Beca se deja llevar con gusto, sintiendo su pecho tirante, pero esta vez porque está tan lleno de felicidad que parece que está a punto de explotar igual que un globo con demasiado aire en su interior.
Quizá haberse quedado atrapadas en una barca a la deriva en medio de un lago era justo lo que necesitaban.
Quién iba a decirlo.
(Aubrey Posen.)
.
Hey
It's all me, just don't go
Meet me in the afterglow
.
A/N: He estado todo el día de hoy escribiendo como una loca, a contrarreloj, estirando las horas al máximo para que me diera tiempo a acabar este one-shot y poder publicarlo hoy. He ido un poco al límite, pero al final he llegado.
Pd. Basado en ese episodio de la quinta temporada de The Fosters en el que Stef y Lena se van de escapada de fin de semana a un retiro espiritual para parejas. Ah, y en Afterglow, de Taylor Swift.
Pd2. Volvemos a vernos el jueves que viene ;)
