Solo Tú…
DISCLAIMER: Los personajes de Ranma ½ son propiedad de Rumiko yo solo los tome prestados para realizar esta historia que si es de mi pertenencia. Este es un U.A.
Esta historia forma parte de la dinámica "Historias eróticas de personajes secundarios" lanzada por la página "Mundo Fanfics"
El movimiento de su cadera era constante y certero, todo su cuerpo actuaba instintivamente. Un fuerte gemido escapó de sus labios cuando las manos masculinas de su amante sujetaron con fuerzas sus glúteos, sabía que esa acción le dejaría marcas al día siguiente, pero lejos de molestarle solo aumentaba su deseo.
Sus manos se afirmaron contra el abdomen masculino en busca de soporte, apenas entreabrió sus ojos para ver como la cabellera contrastaba contra el blanco de la almohada del futon, pero sonrió satisfecha al ver como su amante mantenía sus ojos cerrados a la vez que se mordía el labio en un intento de soportar la danza que ella le brindaba. Por un momento creyó escuchar el eco de un trueno lejano, pero a estas alturas el mundo podría estar ardiendo como el mismo infierno, y nada le impediría con lo que se llevaba a cabo dentro de esas paredes.
¿Cuándo tiempo llevaba manteniendo esa relación?
Más del que se podría haber imaginado, a pesar de que eran meses, casi un año para ser más precisos. El recuerdo del día a estas alturas podría resultar lejano, aunque siendo sincera eso jamás lo seria para ella, esa fecha seguiría grabada nítidamente en su memoria, sin mencionar que el clima que acontecía en el exterior solo lograba resaltar con más fuerza ese acontecimiento, como si de un dejavu se tratara.
Mezclar dolor, heridas y varias botellas de sake había sido el detonante para que su vida y la de su amante cambiaran por completo.
Su rostro se contrajo a la vez que un gemido mezclado entre sorpresa y deleite salió de sus labios, mientras que su espalda era acariciada por la suave tela del futon, para pro siguiente su mirada chocara contra una avellana, iba a reprocharle por la acción, pero al notar la sonrisa en esos labios masculinos, sumado a ese detalle tan particular que lo caracterizaba, prefirió dejarlo pasar por alto. ¿Por qué nunca se dio la oportunidad de ver lo atractivo que era?, sabía la respuesta, su concentración estaba dirigida en resguardar las barreras que evitaban que alguien llegara a ver las heridas que su corazón, haciendo que los demás hombres fueran insignificantes a su vista. Estaba arrepentida de su comportamiento.
—¿Dónde estabas? —el tono roncó junto a su oído ocasionó que toda su piel se erizara. Hizo una mueca de disgusto en respuesta, rehusándose a hablar, las conversaciones jamás existieron durante los encuentros que compartían, era una regla que, a pesar de no haber sido expresada en voz alta, ambos la sabían llevar a cabo. Además, era la primera vez que dejaba que su mente la dominara, siempre dejo que esta permaneciera en blanco, y que su cuerpo actuara por sí mismo, preso de la pasión que sentía.
Su pelvis se balanceó, en una invitación para que continuara, pero la figura masculina entre sus piernas permanecía inmóvil. Su corazón se agitó al sentir como desde su posición su amante la analizaba con meticulosidad, tan profundamente como si quisiera llegar hasta el lugar más recóndito de su alma.
«Algo ha cambiado» pensó con temor, a la vez que una alarma se encendía en su cerebro, la mirada que recibía del castaño no era la misma, ese brillo no era el característico que le brindaba cuando ambos se encontraban presos de la pasión y la lujuria, claro que no, ella la conocía a la perfección, está en cambio le brindaba sentimientos ambiguos que la atemorizaban y a la vez ilusionaban a ese musculo que yacía en su interior, el cual había caído preso de un sentimiento que en el último tiempo le hacía tambalear su raciocinio.
—R…— hizo el intentó por llamarlo, pero un poderoso embiste de su amante ocasionó que su espalda se curvara en un movimiento de deleite, haciendo que el nombre fuera cambiado por un gemido sorpresivo.
Sus manos se aferraron con fuerza en la espalda masculina, en busca de soporte ante el aumento de los embistes que recibía. El característico cosquilleo que recorría por todo su cuerpo comenzó a rodearla, hasta acumularse en su pelvis. Un gemido en forma de grito fue pronunciado por sus labios, retumbando en toda la habitación. Perdió el conocimiento por un lapso de algunos segundos, el gruñido masculino fue como un eco lejano para su compresión, pero la sensación de como la esencia de él llenaba su interior anunció que este también había llegado a su culminación.
—Me encanta ver como tus facciones se contraen en medio del orgasmo —la voz masculina fue como un gruñido, que ocasionó en su interior una sensación de cosquilleo—, pero ambos sabemos que este es solo el comienzo.
Ukyo solo logró cerrar sus ojos cuando su amante retomaba sus movimientos, una sonrisa imperceptible apenas curvo en sus labios. Ella sabía que él era demasiado competente e insaciable en el sexo, ambos disfrutaban cada minuto que compartían juntos al máximo, conociendo que estos encuentros eran ocasionales y no podían darse el gusto de desperdiciarlos.
Horas más tarde, su cuerpo se encontraba en forma lánguida, debido a lo satisfecho y agotado después de la cantidad de orgasmos. Su cabeza descansaba sobre el pecho masculino, dejando que los latidos de su amante la arrullaran como si de una canción de cuna se tratara.
—Diablos, podría acostumbrarme a esto.
Las alarmas se activaron en su cerebro, esa simple oración abría un sinfín de posibilidades a las cuales no estaba segura de querer enfrentar. No por que fuera una cobarde, pero había algunas cosas que imposibilitaban el que se concretaran.
«Definitivamente algo cambio» pensó temerosa, principalmente cuando fue muy cuidadosa a la hora de ocultar el sentimiento que su corazón comenzaba a sentir cuando estaba a su lado, en su relación la palabra "Amor" no iba involucrada.
—Tsubasa es un verdadero idiota, que no se merece una esposa como tú.
El recordar que era casada era una de las tantas cosas que imposibilitaban una relación con el hombre que descansaba a su lado. Ryoga Hibiki era el socio y mano de derecha de su esposo. Un esposo con el cual lleva más de quince años de un matrimonio que desde el tercer año empezó a fragmentarse sin que ella se logrará hacer algo para evitarlo.
La juventud hace que las personas cometan equivocaciones, la inexperiencia ayuda a que esta se realice. El cumplir su sueño de convertirse en una chef conocida estuvo a su alcance cuando Tsubasa le hizo el ofrecimiento de trabajar para el restaurant principal de la cadena que pertenecía a su familia.
La propuesta de matrimonio llegó cuando comenzó a ser vanagloriada por diferentes celebridades que alababan sus platillos. La emoción le nubló la cordura al grado de terminar aceptando, cuando el amor no estaba presente entre ellos. Un error que con el paso del tiempo le costaría demasiado caro.
—Soy egoísta, pero quiero que seas solo mía —admitió con tristeza.
Su corazón se aceleró ante la propuesta que sutilmente le envió, sin comprender como Ryoga quería cambiar la relación que ambos compartían preguntándose, cuando pasaron de tener simplemente sexo a querer formalizarlo. Ese sentimiento que sentía, era compartido con Ryoga, pero eran tantas las dudas y miedos que la rodeaban que era difícil dejar que se concretaran.
Todos en su entorno conocían que su esposo llevaba años que mantenía diferentes aventuras, quería dejarlo, pero el contrato que mantenían era inquebrantable, si solicitaba el divorcio prácticamente perdería todo lo que logró con tantos años de esfuerzos. Hasta la fecha no estaba segura que Tsubasa sospechara de su infidelidad, si lo hacía no lo mencionaba o en su defecto le restaba importancia haciendo la vista a un lado, para concentrarse en su propia vida.
—Es tarde —mencionó Ryoga mirando distraídamente su reloj—. Después de una ducha me iré.
Ukyo en silencio vio como la figura masculina se deshacía el contacto, para ponerse de pie y segundos después ver como avanzaba hasta perderse dentro del baño de la habitación.
El nudo que sentía en su pecho aumentaba a cada segundo, mientras el sonido del agua de la ducha abierta rompía el silencio que reinaba en ese cuarto. Sin ser capaz de reclamarle sobre su repentino interés de marcharse finalizando abruptamente sus planes de compartir juntos ese fin de semana en una cabaña que alquiló.
No comprendía que era que lo que le impulsaba a querer formalizar con ella, cuando era claro que ella estaba rota emocionalmente, solo se mantenía en pie al resguardarse en el único lugar en el cual podía ser feliz. Entre ollas y sartenes su creatividad fluía con libertad logrando que su mente se alejara de la amarga realidad que vivía.
No estaba segura de cuánto tiempo llevaba metida en sus pensamientos, pero la repentina aparición de Ryoga en la habitación la regresó de golpe.
—¿Realmente tienes que irte? —cuestionó con temor, al ver como este solo empezaba a vestirse sin atreverse a mirarla, ignorando por completo su presencia.
—Olvide que tenía un viaje programado.
Sus manos empuñaron la suave tela de la sabana que cubría su desnudes, tratando de aceptar que el tono frío que empleó al responder era la consecuencia de su indecisión.
—Entiendo, espero que tu viaje sea bueno —murmuró con suavidad.
Ryoga solo asintió en respuesta, cuando estuvo vestido abandonó la habitación sin siquiera darle un beso de despedida.
Una a una, varias lágrimas empezaron a descender por sus mejillas, aunque comprendía su molestia y eso era favorable para mantener los límites que marcaban su atípica relación, era imposible que la sensación de soledad y abandono no la embargara por completo.
—¡Lo siento! —su voz era apenas un susurro doloroso al saber que posiblemente acababa de perder a un hombre al cual realmente la valoraba, solo por culpa de sus inseguridades.
.
.
.
Los días transcurrían con lentitud, pronto se cumpliría un mes de esa jornada tan dolorosa y con ellos las esperanzas de Ukyo iban en disminución, las discusiones que solían tener con Ryoga eran algo que no pasaba de más de dos días, antes que alguno de los dos terminara cediendo, pero esta vez su celular permanecía en un silencio que solo incrementaba el amargo sabor de la soledad.
—¿Te has enterado? —cuestionó Tsubasa, desde el otro extremo de la mesa de su restaurant.
—Sabes que el husmear la vida de los demás no es mi fuerte —el tono amargo brillaba en cada letra, la cual era ocultada por una sonrisa vacía que adornaba sus labios. Jamás le gusto ese comportamiento y la prueba clara de ello que a pesar de conocer cada una de sus aventuras, nunca intentó enfrentarlo, prefería que el creyera que no estaba al tanto de nada, antes de tenerlo rondando a su alrededor. Tal como lo estaban haciendo ahora, manteniendo la farsa que su esposo le había solicitado compartir, una cena en pareja frente a varios conocidos solo para aplacar los rumores de una posible separación debido a la reciente infidelidad de este.
—Siempre tan dulce, querida —rebatió con el mismo nivel de sarcasmo—. Mi querido Ryoga Hibiki acaba de romper la sociedad que teníamos.
El tenedor quedo a medio camino de su boca, a la vez que un escalofrió recorrió por su espina dorsal, con cuidado dejó el cubierto sobre su plato, repentinamente su apetito acababa de desaparecer.
—No, no estaba enterada —admitió con sorpresa.
—Supuestamente un proyecto le surgió en Nerima, su ciudad natal. Lo malo es que no puedo encontrar a un nuevo socio debido a los rumores que circulan.
«¡Qué nivel de Hipocresía!» pensó hastiada ante el descaro de su esposo, ella se tenía que ver arrastrada ante la falta de voluntad de mantener sus pantalones en su lugar.
—En fin, es un malagradecido. Lo bueno que todavía te tengo a ti, mi bella Ukyo, esta noche reserve una de las mejores habitaciones de un hotel internacional para nosotros.
Su estómago se estremeció ante la invitación. Tsubasa jamás terminaba de sorprenderla con su osadía, principalmente cuando ambos llevaban años sin compartir la misma cama.
Horas más tarde, recostada sobre su cama contemplaba como el cristal de la ventana de su habitación era impactado por la lluvia constante que azotaba la ciudad, escapar de las garras de Tsubasa no requirió de mucho esfuerzo, al contrario, se lo veía aliviado de su negativa, seguramente estaría en estos momentos disfrutando de su amante.
Un sollozó involuntario escapó de sus labios, la opción de que Ryoga la dejara era una de las que siempre tenía presente, pero por más que se mentalizó, vivirla en carne propia era mil veces más dolorosa. Esa noche por primera vez terminó abriendo su mente para lograr tomar una decisión que cambiaría su vida a futuro.
A la mañana siguiente, sus pasos eran firmes a medida que ingresaba en el restaurant, pasando de largo del comedor y la cocina, llegó a la zona de la oficina que su esposo usaba, el pequeño escritorio que era destinado para su secretaria estaba vacío, un puesto que era innecesario tener, ya que el gerente cumplía ese rol, pero Tsubasa se mantuvo firme en su decisión de mantenerla.
Iba a llamar, pero su mano quedo a medio camino al escuchar los gemidos femeninos que provenían de adentro, armándose de fuerza abrió de improviso la puerta, ver la figura de su esposo sobre su secretaria ambos desnudos, haciéndolo como animales salvajes sobre el sofá de este, le produjo una mueca de asco.
La sorpresa era reflejada en la mirada del castaño, quien se separó de golpe de su amante, fue tan ridícula, que le ocasionaba incredulidad ¿Acaso creía que ignoraba sus aventuras? Desde su lugar Ukyo permaneció de pie sin decir una palabra mientras observaba como ambos empezaban a vestirse con rapidez. Con una reverencia a medias la secretaria abandonó la oficina.
El silencio los envolvía por completo, Tsubasa abrió la ventana para que el aroma a sexo se diluyera lentamente. Ukyo agradecía ese gesto, ya que su estómago se encontraba sensible y las arcadas no demoraban en aparecer.
—Ukyo, yo…
—No quiero tus excusas—lo interrumpió—. Pasaré por alto este desliz, solo si intentamos solucionar nuestra situación.
Su mirada se cristalizó involuntariamente por llevar a cabo la idea que tenía en mente, principalmente al ver la mirada llena de esperanza de su esposo.
El nudo imaginario que atenazaba en su garganta era asfixiante, con cuidado se sentó en la silla frente al rustico escritorio que adornaba la oficina preparándose mentalmente para enfrentar una de las conversaciones más importantes de su vida. Una que terminaría borrando la alegría de Tsubasa.
Continuara…
