La invitada de Mr. Warwick
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Winchester, Inglaterra
1880
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Se levantó de la incómoda silla dirigiéndose a la ventana mientras, Mr Utterson bebía un poco más cómodamente en su asiento mirando de reojo a su colega, Mr Warwick, quien parecía estar absorto en lo que estuviera al otro lado de la ventana. En contraste con su alto y rubio colega, Utterson era un hombre que pasaba la mediana edad, rechoncho y bajo en cuyo rostro se apreciaba un espeso bigote que semejaba a un grueso cepillo para caballos.
—Aun no me ha dicho por qué me mandó llamar Warwick —comenzó a decir con calma tras servirse otro vaso de Whisky—. Que debo decirle, se ve Usted estupendamente luego de los últimos tres entierros que tuvo que pedir a la oficina de Pompas Fúnebres, en menos de seis meses.
—Mi querido Utterson —Warwick giró sobre sí mismo volviendo a la silla y al Whisky—, lamentablemente he presenciado tantas pérdidas en la familia que, temo, me he vuelto algo insensible. Espero no piense mal de mi por esto, he desarrollado una coraza algo fuerte que ya no me permite llorar por cada tía o primo que pierdo.
—Bueno… imagino uno se endurece un poco cuando se trata de una familia tan extensa como la suya.
—Tiene razón en parte, supongo. Aunque no puedo negar que me resulte molesto tener que interrumpir mis actividades para acudir a este tipo de eventos, pero al ser yo el de más confianza todos acuden a mi —mintió.
Mr. Utterson observó con detenimiento el rostro inexpresivo de su cliente quien parecía totalmente inalterable ante tantos sucesos tristes, no podía apartar la mirada de sus ojos avellana, pequeños y fríos además de la espesa uniceja que iba de un lado a otro de su afilado rostro. Misma que era motivo de pláticas curiosas entre las jóvenes y Señoras del pueblo que solían visitarlo de cuando en cuando cada vez que este iba a la casa familiar. Aunque Mr. Warwick solía excusarse y pocas veces llegaba a recibirlas.
No solo sus facciones llamaban la atención de las jóvenes sino sus rentas de miles de libras al año. Utterson se imaginaba que cualquiera de ellas moriría por llevar el título de Señora Warwick a pesar de que eso supusiera poco y nada en una época tan ajetreada como esa. Sin embargo, el heredero de la casa de los Warwick jamás había mostrado algún tipo de interés en matrimoniarse o dejarse ver con alguna de las bonitas muchachas de la ciudad.
—¿Volverá al Extranjero, Warwick?
—No por ahora querido Utterson, estoy esperando a una visita que llegará en los próximos días.
—Ya veo…es bueno ver que la residencia de los Warwick gozará de tanta actividad otra vez luego de verla tan silenciosa estos últimos años.
—El motivo por el que mandé llamarlo —dijo al fin—, es porque, nuevamente, necesito pedir de favor que se hagan las fotografías correspondientes a los parientes que recién fallecieron aprovechando que la gente de Pompas Fúnebres tardará unos días más en llegar.
—Por supuesto, mi fotógrafo, Einfield, estará libre y dispuesto a venir por la mañana a preparar los cuerpos y hacer su mejor trabajo como a usted le gusta.
—Me parece excelente que pueda acudir cuando antes porque no quiero que los cuerpos empiecen a descomponerse. Necesito que conserven lo mejor de ellos ya que requiero que esas fotografías salgan excelentes.
—Sé de buena fuente que le gusta mantener vivo el recuerdo de su familia a través de las fotografías, ¿me equivoco? —Utterson trataba de no mirarlo ya que el tema le causaba incomodidad.
—Es correcto, no me avergüenzo de la muerte sino que la celebro ¿entiende a lo que me refiero?
—Disculpe, pero me temo que no le entiendo —respondió turbado.
—No hay nada que disculpar —Warwick observó un momento la puerta cerrada al final del pasillo donde, presuntamente, estaba la biblioteca —. Soy un hombre de costumbres diversas.
Utterson miró de reojo la misma puerta cerrada sintiendo escalofríos al escuchar las palabras de su cliente. Bien se decía que los Warwick eran raros y excéntricos pero el hombre que tenía al frente parecía llevar esos conceptos al extremo, antes hubiera preferido saber si su cliente era adicto a estupefacientes o al opio a que le fuera revelado ese detalle tan perturbador sobre la muerte. Se estremeció sin ser visto rogando a Dios que aquella visita terminara pronto.
—Enfield se presentará aqui mañana temprano, ¿le parece bien? —Utterson se puso de pie con la intención de retirarse cuanto antes de esa casa.
—Me parece excelente. Veo que se retira Utterson, espere que el mayordomo lo llevara hasta la puerta —Utterson se despidió colocándose el sombrero.
Warwick hizo una señal y James, el mayordomo, se dejó ver por la puerta escoltando a Mr. Utterson. Apenas este salió del salón, Warwick quedó envuelto en la penumbra de la noche mirando con sus ojos fieros a la nada mientras caminaba hacia la puerta cerrada llevando la botella de Whisky en la mano. No era necesario que subiera desde el inframundo hasta aquella casa solo por querer presenciar un par de funerales, puesto que sus colegas no entendían del todo esa afición, sin embargo Radamanthys, Warwick en el mundo mortal, tenía sus propias ideas y disfrutaba bastante con esos eventos.
Lo gozaba en grande ya que él mismo era incapaz de morir así qué ver completo el ciclo de la vida con sus propios ojos era un espectáculo que jamás se perdía.
—Mr. Utterson se ha retirado ya, amo —James regresó un momento después llevando una pequeña bandeja de plata con un sobre encima—. Este telegrama llegó para usted por la tarde.
Radamanthys tomó el papel de la bandeja leyendo el remitente, la visita que estaba esperando le anunciaba que había llegado a Inglaterra y estaba en camino, según leyó, pidiendo al mayordomo que se quedara un momento ya que le daría un par de instrucciones más.
—Frau Heinstein llegará en dos días desde el puerto de Liverpool —indicó con calma—, por favor que le preparen una habitación. Así mismo, el fotógrafo vendrá mañana temprano, avísame cuando haya llegado para recibirlo personalmente.
—Como ordene amo.
—Puedes retirarte a descansar, yo me quedaré aqui un par de horas más.
Sin decir más el mayordomo cruzó la puerta cerrándola detrás de sí mientras Radamanthys releía el telegrama; Frau Heinstein era de las que evaluaba una situación y, de ser necesario, usaría su tiempo para viajar desde su castillo en Alemania hasta Warwick Manor, la enorme quinta ubicada en los campos, de Winchester. El telegrama no indicaba si la joven llegaría sola o acompañada.
—Espero que la visita de esa mujer no traiga malos augurios.
Dejó el papel sobre la mesa sirviéndose otro vaso de Whisky mientras observaba el gran escudo de armas sobre la chimenea del salón contiguo: el escudo de armas de la familia Warwick dos Wyverns color rojo intenso dándose la espalda sobre un fondo blanco. Radamanthys lo analizó con satisfacción ya que, él mismo había mandado diseñarlo varios años atrás solicitando que fuera el escudo oficial de la casa familiar. Petición que a todos les pareció, por demás, prepotente pero este había insistido mucho en ello, sin embargo luego de tanto tiempo aquello no era más que un mero símbolo, los escudos ya no importaban en esa época donde la gente pasaba más tiempo tratando de sobrevivir que regocijándose de glorias pasadas.
Una vez que la botella estuvo vacía, se retiró a descansar.
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El mayordomo observó con interés el que su amo se hubiera levantado tan temprano, en comparación con los señores de otras casas que, era sabido, solían poner un pie fuera de la cama casi al medio día. Pero el amo Warwick gustaba de levantarse casi al amanecer pidiendo el desayuno y el baño a horas muy específicas.
—El fotógrafo no tardara en llegar —decía a su mayordomo—, es mejor que asista temprano a la cita para que pase la mayor parte del día trabajando.
—Entiendo Señor. El salón ya está dispuesto para que se lleve la sesión, sé que a su familia gusta usarlo para estos propósitos.
—Has hecho bien. En efecto, es el sitio más apropiado —decía mientras estaba delante del espejo de la habitación —. Pide a la servidumbre que cubran todos los espejos con un paño grueso, no queremos descuidar las buenas costumbres mientras estemos de luto.
—Así se hará.
Warwick terminó de ajustarse la corbata, cerrarse el chaleco y acomodarse el saco oscuro
para quedar presentable ante la visita del fotógrafo quien llamó a la puerta de la gran residencia tan solo unos cuantos minutos después. Este lo recibió personalmente apenas James lo dejó pasar. El hombrecillo llamado Enfield llevaba cierto tiempo trabajando para la oficina de fotografía local, apenas entró dejó la pesada cámara y su equipo en el suelo saludándolos sin efusión. Así mismo indico que iba acompañado por dos asistentes que llevaban otros elementos para la sesión así como soportes para el cuerpo y la cabeza.
—Me alegra que haya podido acudir a esta cita a pesar de la hora —tras decir esto se guardó el pequeño reloj redondo en el bolsillo de su chaleco.
—Es mucho mejor empezar desde temprano Mr. Warwick, este trabajo puede tomarnos todo el día.
—Magnífico. En el salón encontrará ya todo dispuesto para su trabajo.
—¿Dónde están ellos y cuántos son?
—Arriba y son tres —hubiera podido pedir a su mayordomo dar todas las indicaciones pero deseaba hacerlo en persona.
Se había hecho colocar a los recién fallecidos en una habitación con cama amplia pues eran tres personas: una tía, su esposo y una hija adolescente. Radamanthys los acompañó para deleitarse por un momento con aquella visión; la familia habitaba aquella casa y, por razones que prefería guardarse, los tres se enfermaron en cosa de pocas semanas. El joven recibió un telegrama avisando del lamentable fallecimiento apenas unos días después ya que, el mayordomo, fue quien dio aviso mientras él estaba de visita en la residencia de su buen colega Vermeer. Rápidamente Radamanthys dejó lo que estaba haciendo para trasladarse hasta Inglaterra cuanto antes y presenciar todo el evento de primera mano.
—Que lamentable… —comentó uno de los asistentes en voz baja— una familia completa.
—Todos murieron de Tisis —indicó Warwick serio—, una pena que un padecimiento así se los haya llevado y más a la chica, sólo tenía catorce años.
—Es terrible. No se preocupe, ponemos manos a la obra.
—Le agradezco mucho su esfuerzo —respondió puntual mientras los tres hombres comenzaron el traslado de los cuerpos.
El salón era la habitación cerrada ubicada a un lado de la recepción, seleccionada por tener la mejor iluminación y los sillones de damasco más amplios y de alto respaldo. Además estaba bien decorada y varios retratos familiares de anchos marcos se dejaban ver en las altas paredes empapeladas con tonos borgoña. A Warwick le gustaba esa en particular para los retratos que solicitaba constantemente.
Salió un momento dejando que los tres hombres bajaran los cuerpos y los acomodaran como fuera conveniente, en el salón ya había dispuestos algunos arreglos florales de gran tamaño para ambientar mejor los retratos. Los sirvientes los llevaron como muestra de simpatía y daban un toque dramático a la escenografía, Warwick tomo asiento en el salón al mismo tiempo que se fumaba un cigarrillo pues ver a los tres hombres trabajar era un espectáculo interesante.
Los cuerpos lucían sus mejores vestidos y, a pesar de llevar los ojos cerrados, había algo en ellos que ciertamente hacía que Warwick no pudiera quitarles los ojos de encima, sentía una mezcla de morbosidad y simpatía por los muertos. Así fue que la joven quedó en el centro del sillón, la acomodaron lo mejor que pudieron colocando un soporte por detrás de ella para que sujetara su cabeza y esta no se ladeara en todo momento, remataron la postura colocando una flor en sus manos cruzadas sobre su regazo.
—¿Gusta que le pintemos los ojos por encima de los párpados?
—No —respondió el anfitrión levantándose de la silla con respaldo alto yendo hacia ellos—, creo que es mejor que les dejen los ojos cerrados.
—De acuerdo.
El padre de la adolescente fue colocado a la derecha de esta, entre los tres hombres lograron acomodarlo colocando un sombrero de copa alta en su cabeza sostenida, de igual forma, por un soporte trasero. Sus manos fueron puestas sobre sus piernas y, finalmente, la esposa. La querida tía Warwick, una mujer de mediana edad a la que había visto rebosando de vida hacía un año más o menos y que ahora estaba siendo colocada para su fotografía fúnebre.
A ella se le había recogido el cabello en un grueso moño y colocado a la izquierda de su hija, llevaba su chal más fino y le fue colocado un broche en el cuello de su vestido.
—Lucen magníficos —Warwick abrió mucho los ojos contemplando fascinado aquella composición a la luz de la mañana.
—Si está de acuerdo con la postura de los cuerpos —comenzó a decir Enfield montando la cámara frente al sillón—, daré inicio a la exposición. Tomará, como ya sabe, varias horas el capturar la imagen.
—Excelente, me agrada mucho como los colocaron.
Salió del salón en seguida dejando a los tres hombres completar el trabajo ya que no deseaba estorbar. Fue con paso lento por el Hall yendo hacía el salón al otro lado de la casa pues deseaba beber un poco mientras los fotógrafos estaban en lo suyo. Solicitó que le trajeran una botella de Whisky mientras se acomodaba en una silla frente a la ventana.
El resto del día lo paso arreglando los detalles del funeral con el representante de la oficina de Pompas Fúnebres, Mr. Wotton, quien se presentó en Warwick Manor ya pasado el mediodía. Ambos discutieron las últimas dos horas sobre la disposición de los cuerpos en la apretada cripta familiar ubicada en el cementerio de la iglesia local.
—Estamos arreglando una segunda parcela Mr. Warwick, me temo que su familia ya ha ocupado casi tres cuartas partes del territorio. Estamos sorprendidos de lo amplia que es y el poco tiempo en que han ido falleciendo.
—Lo sé, me gustaría preguntarle al párroco si es posible que nos permitieran enterrarlos en las cercanías de la casa, así ya no tendrían que disponer terreno para nosotros.
—¿Cómo dice? —preguntó el agente funerario sorprendido— No sería prudente enterrarlos fuera de terrenos de la iglesia, sería impuro tener cuerpos muertos en el jardín trasero de su casa y sus pobres cuerpos no tendrían asegurada la entrada a los cielos de nuestro Señor.
—Comprendo, siendo así le encargo mucho añadir otra parcela a nuestro nombre o bien, iniciar la construcción de un mausoleo especial y déjeme saber los costos a cubrir.
—Un mausoleo entero sería lo más apropiado Warwick, así tendría a toda la familia junta bajo el mismo techo.
—Eso sería grandioso —pensó imaginando la magnífica construcción de mármol blanco y enrejado negro.
—Lo veré mañana temprano para preparar los cuerpos y realizar el funeral cuanto antes.
—Perfecto.
El agente salió de la residencia al atardecer, habían discutido por horas y lo único que Radamanthys quería era cenar y retirarse a dormir pues mañana llegaría su invitada.
—¿Ya está dispuesta la habitación de Frau Heinstein? —miro inquisitivamente al mayordomo quien afirmó que así era— Excelente. Prepara la mía pues me iré a la cama temprano.
—Como indique, amo.
Enfield terminó el trabajo antes del atardecer sin embargo había que reacomodar toda la habitación tal cual la encontraron, los cuerpos se quedarían en el salón ya que los recogerían por la mañana, según indicó el amo de la casa, tan solo les retiraron los soportes y les recargaron las cabezas en el alto respaldo del sofá.
—¿Está seguro que quiere que los dejemos aquí? —preguntó el fotógrafo algo consternado.
—Si, los pondrán en sus ataúdes por la mañana y es más complejo subirlos y volverlos a bajar. No es muy ortodoxo dejarlos así, pero es práctico.
—Como guste. Le mandaré los daguerrotipos apenas estén listos —Warwick pagó el servicio y los tres hombres salieron con prisas—, le agradezco el pago del trabajo.
Se retiró a su habitación con una sonrisa maliciosa en los labios.
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El carruaje fúnebre llegó un par de horas después del amanecer, Radamanthys ya estaba totalmente preparado a esa hora. Así mismo, esperaba la llegada de Frau Heinstein quien, al parecer, se aproximaba puesto que un carro iba con paso veloz por el único camino hacia Warwick Manor. El se quedó en la puerta esperando mientras la gente de Pompas Fúnebres preparaba las cajas para meter los tres cuerpos.
Del carruaje recién llegado bajo una mujer muy blanca que llevaba puesto un vestido oscuro de viaje y el cabello negro como la pez estaba recogido bajo su sombrerito. Ella lo miró con interés mientras el lacayo bajaba el baúl del carro.
—Bienvenida a Warwick Manor, Frau Heinstein —beso su mano en señal de cortesía mientras la joven lo miraba dibujando una leve sonrisa en sus labios.
—Veo que he llegado en mal momento —señaló con la mirada la presencia de la gente de Pompas Fúnebres—, no sabía que estaba atendiendo un asunto de esta naturaleza —la joven hablaba un buen inglés bajo su marcado acento alemán.
—Es correcto aunque no pude mencionarlo en mi última carta ya que todo esto pasó muy rápido. El funeral será esta tarde, me temo. Debo asistir aunque se que sería descortés dejarla sola en casa —indicó poniéndose los guantes negros.
—No se preocupe por eso, iré con usted ya que estoy importunando con mi visita.
—El mayordomo la llevará a su habitación y en seguida mandaré pedir que suban el baúl hasta su habitación —decía mientras ambos entraban en la residencia.
—Le agradezco.
James la guió mientras este y el chofer ayudaban a subir el baúl dejando a Warwick atender el acomodo del salón para el funeral. Unos minutos más tarde Frau Heinstein bajo ya ataviada con su vestido negro de seda y un tocado apropiado para la ocasión encontrándose con que estaban acomodando ya los cuerpos en sus cajas de la mejor forma posible mientras ella observaba a su anfitrión llevar su sombrero de copa en la mano. La joven miraba con curiosidad la forma en que Radamanthys observaba todo aquel espectáculo.
—Veo que está disfrutando este mal momento por el que pasa su familia —dijo con reproche—, es grosero estar alegre en un funeral.
—No actuo groseramente, solo me regocijo con la muerte. Bien le he mencionado que disfruto con estos eventos.
—Lo sé y lo encuentro retorcido —respondió la joven mirándolo duramente con sus ojos violáceos—. ¿Cuánto tiempo guardará luto?
—Dos meses, de acuerdo con la etiqueta de la ocasión y mi relación familiar con los fallecidos.
—Es poco tiempo.
Los cuerpos ya estaban dentro de sus respectivos ataúdes montados en una tarima en el centro del salón donde, previamente, les habían hecho sus fotos. Diferentes arreglos florales fueron dispuestos a su alrededor mientras los muebles fueron pegados a las paredes para permitir el paso entre los tres. Frau Heinstein esperaba ver más personas y revuelo en esa casa, como solía ser en un funeral, sin embargo le sorprendió no ver llegar más que a unos cuantos asistentes al evento.
—¿No vendrá su familia? —susurró.
—No, ellos viven lejos pero algunos vecinos vendrán a dejar sus condolencias antes de que partamos a la iglesia a depositar los cuerpos.
Algunos de los asistentes miraban a Frau Heinstein con algo de extrañeza, no era normal ver a una extranjera en un evento tan íntimo como ese, no obstante, bien sabían de las extravagancias de Mr. Warwick, asi que suponían que la presencia de una joven como esa era otra de sus ocurrencias. El solo indicaba que ella había llegado en un mal momento pese a estar ya programada su visita a la residencia.
Tras varias horas de funeral, dio inicio la procesión al cementerio y, luego del entierro, el evento quedaría completo.
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Volvieron a la casa al anochecer y, tras descender del carro, entraron rápidamente.
—Si me disculpa, iré a cambiarme para la cena —indicó Frau Heinstein subiendo las escaleras a su habitación.
Radamanthys se sentó un momento en el mismo salón borgoña ya que había sido un día muy largo. Solicitó la cena cuanto antes pues no habían comido nada desde la mañana. Tras ser dispuesta en el comedor, Frau Heinstein se unió a él momentos más tarde.
—Creo que es momento que me digas, ¿que te trajo hasta acá? —este dejó de lado las formalidades hablándole más allegado.
—Herr Heinstein está en un viaje de negocios en Londres y como no tengo agrado por la gran ciudad pensé que sería mejor visitarte. No sabía que parte de tu familia aun vive. Pensé que ustedes, los sirvientes del inframundo, no tenían lazos con nuestro mundo mortal.
—Todo lo contrario, mientras el gran Hades no esté en tierra nosotros podemos ir a casa, si la tenemos claro, y estar ahí por temporadas breves. No estamos obligados a permanecer en las oscuras tierras del más allá todo el tiempo.
—¿Es eso cierto?
—Lo es —percibió un brillo en los ojos de la joven quien pareciera que iba a tocar el mismo tema que ya llevaba tiempo tratando con él—. Veo que tu visita está enfocada a lo mismo de siempre, ¿es correcto?
—Si, desde que te encontré la primera vez no he perdido el interés en formar parte del ejército de Hades, tal y como hiciera mi ancestro, la fallecida hermana de mi tatarabuela en la pasada guerra santa. No imagino un honor más grande para una Heinstein que ayudar a un dios inmenso como Hades.
—Supongo que todo esto lo leíste… —no pudo completar la frase pues bien sabía donde lo había leído ella.
—Si, como sabes, la documentación al respecto es impresionante y detallada —la joven comía lentamente sin dejar de hablar y sin dejar de mirar a Warwick con interés—, he leído los archivos cientos de veces encontrando grandiosos datos nuevos.
Un interés que él sabía hacía donde iba encaminado.
—Como bien sabes entonces, el Señor Hades aparece en tierra cada 243 años, han pasado 137 desde la última guerra santa así que me temo que no te tocará formar parte de su ejército pues aún faltan 110 años para su siguiente venida. Si las matemáticas no me fallan, será alguna descendiente tuya quien ocupe ese puesto.
—Eso lo sé.
—¿Entonces por qué insistir Frau Heinstein? O ¿hay alguna otra cosa que te inquiete de sobremanera como para haber venido hasta acá nuevamente?
—Han ocurrido algunos sucesos complicados en casa y aproveché el viaje de mi esposo para dejar el castillo por unos días —respondió al fin.
—Si claro… —la observó de soslayo sabiendo bien a qué se refería.
—Los Heinstein hemos sido benefactores de nuestra ciudad desde hace varios siglos, es normal que pidamos cosas a cambio —indicó ella con seriedad—, a veces alguno de nosotros se sobrepasa es cierto pero, siempre compensamos lo que hacemos.
—Hacer las cosas que ustedes hacen… no es solo pedir cosas a cambio, querida Señora. Sé que es difícil de reconocer pero, eso que ustedes hacen, es extremo incluso para mi.
—Y me lo dice el hombre que contagió de Tisis a su supuesta "querida" tia y a toda su familia solo para verlos morir y enterrarlos él mismo.
Radamanthys no pudo evitar sonreír ante ese hecho.
—Soy afortunado al tener una familia tan extensa, deshacerme de uno o dos al año no es gran cosa. Dentro de poco nacerán más y así sucesivamente. Claro que no pretendía que todos se contagiaran.
—¿Y qué harás cuando no te queden más familiares que aniquilar?
—Bueno… soy cuidadoso en no eliminarlos a todos —respondió con malicia.
—No entiendo por qué lo haces —inquirió ella—, nosotros como familia nos protegemos los unos a los otros. Jamás haríamos algo así entre nosotros.
—No querida —indicó sonriendo mirándola con ojos fieros— es porque ustedes se cuidan la espalda todo el tiempo, no es tanto protección es desconfianza según veo. Yo me encargo de mi familia ya que no puedo reprimir la sed de sangre que siento desde la pasada batalla.
Lanzó un profundo suspiro antes de continuar.
—No hay enfrentamientos que librar desde hace cien años y conforme nos hemos modernizado las personas solo piensan en tonterías —se sirvió una copa de vino mirando el líquido en la botella—. Asesinar desconocidos no me produce placer alguno y las calles de ciudades como Londres están repletas de desposeídos lo que me resulta asqueroso, ¡qué mejor que un ambiente como la casa familiar en esta pequeña ciudad para hacer lo que me venga en gana! Tengo que matar el tiempo los próximos 110 años.
—¿Y qué me dices de "yacer con una mujer"? —la joven le lanzó una mirada seductora que Radamanthys no supo interpretar— ¿algo así te produciría placer?
—¿A dónde quieres llegar con eso? —la miro con seriedad sin intensiones de seguir el juego.
—Lo sabes bien. Sabes que te he deseado desde que te vi por primera vez —la joven sostuvo una copa de vino sin dejar de mirarlo—, no dejo de pensar en llevarte a la cama y sacarte tu conservador traje negro.
—Para tu mala suerte no tengo la necesidad de dejarme llevar por eso —se sirvió otra copa sin ánimos de seguir esa conversación—. Los tres jueces siempre hemos sido los mismos desde hace mucho tiempo, Hades se asegura de que no tengamos ninguna necesidad física más que lo básico mientras estemos en el mundo mortal, los placeres de la carne no me atraen. Creo que te lo he dicho en varias ocasiones.
—Estaré ahí cuando cambies de parecer —lo miró sonriente—, se mucho más al respecto de lo que imaginas.
Radamanthys no dijo nada más. En esa época en la que estaban había muchas apariencias que guardar y, si bien era divertido tener dobles vidas, él prefería tener la vida de un asesino discreto que la de un seductor aunque no faltaban las ricas aristócratas que se acercaban a él con intenciones diversas. La realidad era que solo era mortal en apariencia y matrimoniarse o relacionarse con una mujer ordinaria era algo que jamás haría pues su dios Hades lo mataría sin pensarlo dos veces.
—Quisiera que me dijeras qué pasó en tu ciudad —cambió el tema abruptamente para distraerla de esos pensamientos—, ¿con quién se te pasó la mano que tuviste que huir?
—No estoy huyendo —respondió la joven evasiva dejando la copa sobre la mesa—, solo me aleje de casa unos días. Volveré cuando mi esposo tenga que regresar. Esperaré a que se calmen un poco las cosas por allá.
—¿Qué ocurrió entonces?
—¿Es posible que hablemos de eso mañana? Ha sido un día largo y ya pasan de las nueve.
—De acuerdo —esbozo una sonrisa irónica mientras ella se retiraba a dormir.
Apenas ella salió del comedor este se levantó y fue con paso lento a la chimenea apagada sin dejar de pensar en lo que acababan de charlar. Los archivos que Frau Heinstein tenía, lo había olvidado por completo, lo que estaba ahí escrito lo perturbaba.
¿Cuánto tiempo se quedaría ella de visita? Pensó que necesitaba encontrar el modo de sacarla de la casa antes de que no quisiera irse y, de paso, retirarse él también. Sacó una conclusión útil antes de subir a su alcoba, era momento de redactar una carta. Antes de dormir cerró la puerta con llave.
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Continuará
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Notas: Esta Frau Heinstein es ancestro de la Pandora del que conocemos y descendiente de la del (no tiene relación con Lost Canvas o Next Dimension, es un OC en si).
*Tisis: Tuberculosis.
