-Maldición, voy a morir—se decía a si misma atemorizada mientras corría por aquel distrito abandonado a mitad de la noche. Su cuerpo ya no soportaba más, había sufrido terriblemente durante tantos días, le dolía hasta respirar. No podía creer que su vida terminara allí, sola en el frio y obscuridad a manos de aquel demonio de largo cabello castaño y mirada penetrante.

Sus pisadas no hacían ruido, ninguna señal de vida había a la vista. De vez en cuando, una luminaria parpadeaba y esto exaltaba su corazón. Solo unos minutos atrás había estado cobijada en su cama, curando las heridas de la última batalla, contando sus moretones. Estaba herida, no solo su cuerpo sino también su alma, tenía días sintiendo que algo iba mal, quizá era el aviso cósmico que su vida terminaría esa noche. De vez en cuando tocaba su bolsillo, esperando sentir su pluma de transformación aparecer mágicamente, pero no… esta se había quedado en casa, junto a su intercomunicador.

Y entonces sucumbió. Sus rodillas tocaron el suelo y apenas si pudo poner sus manos para evitar irse de bruces. Las lágrimas le resbalaban por su rostro hasta llegar al piso, pero no era pesar lo que sentía, sino impotencia al verse superada. Sintió como aquel hombre se acercaba a sus espaldas, intento incorporarse en vano volviendo a caer. Esperaba aquel golpe que acabaría con su vida. Sus pies dejaron de tocar el suelo, no le había dado tiempo ni de sacarse la pijama o ponerse zapatos antes de huir de su departamento. Cerró los ojos mientras sintió como él la sujetaba. Paso uno de sus fuertes brazos por debajo de su pecho y el otro a la altura de sus hombros, envolviéndola, inmovilizándola por completo. Aquel demonio la acerco a su pecho, presionándola contra él. Por un momento pudo oler su esencia, sintió el calor y el aliento de su asesino en su cuello Era el fin.

-Ahora eres mía, Sailor Júpiter— le susurró al oído. Toda la piel de su cuerpo se estremeció ¡Pero qué diablos!, pensó para sí misma. Sus lágrimas cesaron y en vez de eso su rostro se ruborizó. No pudo evitar darse cuenta que aquel general movía su cabeza como si estuviera tratando de oler su cabello y su piel. Volvió a ruborizarse. Quiso decir algo pero las palabras no salían de su boca. Como pudo logró girarse y soltarse de su atadura para caer en el suelo a muy poca distancia de su agresor, pero no fue suficiente. En cuestión de segundos, su cuerpo estaba atrapado contra la fría pared de un edificio cercano y el calor que provenía del propio cuerpo de aquel hombre tan imponente. Al levantar la vista pudo ver esos ojos tan profundos inyectados de maldad. Sus miradas se cruzaron por segundos que parecían eternos. La chica volvió a sentir miedo y parpadeó. Esto sacó a su captor del estupor en el que parecía estar sumido y dibujo una media sonrisa en su rostro. Makoto lo miró tratando de descubrir lo que había detrás de ese gesto pero no hubo tiempo, Nephrite le tomó de la barbilla y con un gesto salvaje la besó.

El beso fue violento, sus labios la estrujaban mientras ella con las pocas fuerzas que le quedaban trataba de soltarse. La lengua del general luchaba por recorrer la boca de la chica, que impactada y con sus ojos bien abiertos no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Notó el sabor dulce de sus labios, y aunque aquel beso era exigente y deficiente de tacto, comenzaba a sentirse cálido y apasionado. No supo cuando su voluntad se rindió, sus ojos se cerraron y en cuestión de momentos se descubrió a si misma devolviendo el beso. Se soltó de su atadura pero en lugar de buscar escapar, introdujo sus dedos por debajo de la nuca de él y lo acercó más a ella. Por un momento sonrió por dentro pensando, que si este sería su último beso, debía ser el mejor de todos. Sus brazos ya rodeaban el cuello del general cuando sus labios se separaron.

Sus pies descalzos volvieron a tocar el suelo y sus rostros encendidos se miraron. El seguía abrazándola por la cintura sin despegarla de su cuerpo, pero ella se había echado para atrás para poder contemplarle mejor. De nuevo esa sonrisa de destello siniestro pero seductor apareció en sus labios mientras le decía – hola niña. —

Un par de días después…

-Makoto!, Makoto!—gritaba la chica de larga y suelta caballera rubia a su amiga que parecía estar en trance. –Venus llamando a Júpiter, responde Júpiter. —

-¿Qué? Perdón, ¿me hablabas?—respondió la castaña volviendo en sí y mirando a su compañera.

-¿Está todo bien contigo Makoto? Preguntó Rei. –Hace días que te ves un poco distraída, ¿te sucede algo que quieras contarnos?—

-No, no para nada chicas. —Contestó llevándose un brazo hacia atrás de su cabeza. —es solo que no he dormido bien estos días, la preparatoria y los enemigos me tienen un poco exhausta. —

-Es eso, o nuestra Makoto está otra vez enamorada de algún chico guapo que vio por ahí y no nos quieres decir nada eeeeh.- dijo Usagi. –Sí, eso debe ser! Porque apenas hace dos días mi Mamochan nos presentó a dos de sus compañeros de universidad y Makoto apenas si los miró… esto debe ser asunto serio!—insistió la chica provocando la mirada inquieta de todas menos de la aludida, que solo atino a sonrojarse.

-Me siento cansada, quizá me este resfriando y no he podido dormir bien Usagi, es todo. —Refunfuño mientras se ponía de pie y tomaba su bolso. –Además debo irme, tengo muchos deberes que hacer. —Dio la vuelta y comenzó a caminar mientras daba la espalda a sus amigas.- No se preocupen. —respondió haciendo un ademán con la mano para despedirse

-Creo que te excediste Usagi. —comentó Amy. La chica rubia se encogió de hombros al escuchar esto.

-Tal vez sí, ya sabemos que Usagi no tiene filtros. Pero yo creo que Makoto ha actuado extraño últimamente. Digo, casi no sale con nosotras, siempre anda distraída e incluso su carácter es algo diferente, como si estuviera molesta .-

-Tienes razón Rei. Además la otra tarde me comentó que había estado teniendo pesadillas, al parecer es un sueño donde la perseguían, querían quitarle una joya o algo parecido pero cada vez que veía en su mano, ella despertaba. —comentó la chica de cabello azul tratando de hacer memoria.

-¿Qué otra cosa te dijo Amy, recuerdas algún detalle más?- Luna se había soltado de los brazos de la chica para poder mirarla mejor.

-La verdad es todo. —

-¿Será posible que esté sucediendo Luna?—preguntó Artemis asustado, su mirada no se separó de su compañera tratando de adivinar la respuesta, al no lograrlo prosiguió. —Tal vez ha llegado el momento de contarles a las chicas aquella historia.- todas miraron al gato blanco con intriga, un secreto más estaba a punto de revelarse.

-Tienes razón Artemis, aprovechemos que Sailor Júpiter se ha ido, este es el momento.-

-Van a tener que ser más claro con lo que está pasando. —exclamó la Sailor de fuego mientras miraba con desaprobación a los gatos.

Atardecía en Tokio. Makoto entró a su casa y dejó sus zapatos junto a la puerta. Camino apesadumbrada y somnolienta hacia la cocina, donde dejó sobre la barra una bolsa con algunos víveres que compró de camino. Ansiaba irse a dormir, pero aún dio algunas vueltas haciendo un poco de aseo. Algunos minutos después dejó correr el agua en la regadera para que se calentase, mientras se desvestía poco a poco. El cuarto de baño se llenó de vapor rápidamente, así que abrió un poco la pequeña ventana para que el calor escapase. Mientras entraba a la ducha y comenzaba a sentir como el agua la envolvía pensó en sus amigas. ¿Acaso había sido muy ruda con ellas? ¿Se abrían enfadado? ¿Por qué Usagi pensaría que estaba enamorada? Claro que no! Solo había sido un sueño después de todo, una pesadilla bastante extraña. ¿Cómo es que aquel general, al que poco había visto antes, aparecería en su sueño de esa manera? ¿Por qué se sentía tan molesta entonces? Revolvió un poco su cabello para lavarlo y metió su rostro bajo el chorro de agua. ¿Por qué tenía ese sentimiento que no la dejaba dormir? Se sentía tan tonta y tenía tanta rabia consigo misma cada vez que se descubría deseando que aquel sueño, al menos ese beso, hubiese sido posible, deseaba que fuera cierto.

Secó su larga caballera castaña al salir de bañarse y volvió a anidarla delicadamente con una liga como le gustaba llevarlo. Se vistió a medias y lo restante lo cubrió con una bata de baño y se fue a acostar. No encendió la luz ya que el reflejo de la luna era suficiente para guiarse hasta la cama, pero el ruido de la cortina movida por el viento de la noche la puso en alerta, esperaba verlo ahí aunque no quisiera reconocerlo. Camino hacia aquella ventana para entrecerrarla un poco, estuvo a punto cuando una voz a sus espaldas le erizó la piel. – No deberías dejar las ventanas abiertas, un enemigo podría atacarte. —apenas le dio tiempo de voltear, pero el dueño de aquella voz ya estaba tan cerca que casi se tocaban. –Hola niña. —

Ío Casttle, el magnífico castillo de esmeraldas. Sus grandes columnas en forma de cristal irradian un brillo verde tan cósmico, que en ciertas épocas del año, es visible incluso desde el milenio de plata. Sus alrededores están protegidos por un imponente bosque de densa vegetación, con plantas tan brillantes y singulares que son la maravilla y orgullo de todo habitante del planeta Júpiter. Justo antes de llegar al castillo, un anillo formado exclusivamente de miles de rosas de todas las formas, colores y tamaños, da la bienvenida a los visitantes. Una maravilla creada y cuidada únicamente por la joven princesa, una chica alta de impactantes ojos verdes, largo y ondulado cabello castaño, esbelta figura y una piel tan blanca y suave como la más bella de las rosas que tan celosa ella custodiaba.

El planeta recientemente había pasado por días de profunda obscuridad. Júpiter se caracterizaba por ser el planeta más grande del sistema solar, y con ese privilegio su riqueza se justificaba. Las joyas más preciosas y poderosas eran elaboradas ahí. Las historias se contaban por miles acerca de los poderes que pudiera llegar a tener cualquier piedra preciosa, incluso la más pequeña. Aunado a esto, sus guerreros ostentaban el puesto de los hombres más fuertes de la galaxia, eran una raza valiente y poderosa, con una resistencia poco antes vista y sumamente disciplinados.

Pero todo esto podía llegar a ser una maldición. El planeta era constantemente atacado en busca de poder y riquezas, y aunque su pueblo sabia defenderse solo, los residentes pedían a gritos la intervención de los reyes del milenio de plata, máxima autoridad en el sistema solar, para que a través de ellos, el resto de los planetas y cuerpos celestes dejaran de atacarlos, al final de todo, ya se había derramado demasiada sangre. Se dice que este llamado de apoyo nunca fue debidamente atendido y al contrario de lo que se esperaba, el Milenio de plata lejos de ayudar, exigió al rey de Júpiter la total sumisión del planeta a su régimen, después de todo más valía tener del mismo lado a los seres más fuertes e inquebrantables que se conocían hasta entonces. La pena ante el rechazo de su nada sutil propuesta seria enfrentarse tanto al milenio como al resto de los planetas que ya formaban parte del imperio. El rey Tebe, pactó un tratado de paz, ofreciendo a su pequeña hija como una Sailor guardián al servicio del imperio, a cambio de ayuda para detener la devastación que se antojaba inminente. La princesa Mako poca resistencia había puesto ante tal ofrenda, ser una Sailor guardián era un honor para todas las princesas de cada uno de los planetas, aunque ignoraba porque la misma reina Serenity habría venido hasta tierras tan lejanas para asegurarse que ella aceptara de buena gana. El castillo había formado parte del intercambio, el bosque y la posibilidad de poner un jardín, un premio adicional.

Los años transcurrieron y la princesa creció hasta convertirse en una bella dama. Junto a su belleza, su corazón noble pero aguerrido y su inteligencia también maduraron. Es pues que se enamoró perdidamente de un joven noble proveniente de la tierra, planeta favorecido por la luna y su corte, un hombre alto y fuerte, largo cabello castaño, espíritu guerrero y alma de líder, -protegido por las estrellas- , a quien conoció durante las escapadas de la princesa Serenity para visitar a su amado, príncipe también de la tierra. La idea no agradaba en general en el castillo, el miedo latente de un revés rondaba a todos. Pero la princesa poca importancia le daba, ella lo conocía, sentía latir su corazón y miraba sus ojos… nunca había visto nada que no fuera amor en ellos. Era tanto el cariño que se profesaban que su amor había sido sellado con el anillo de Casio, símbolo de amor y fidelidad creado de las mismas entrañas del planeta que palpitaba bajo sus pies, una sublime pieza de joyería, tan bella como mortal.

Un día antes de la boda, que se llevaría a cabo en secreto ante tanta negativa, un emisario del reino de plata llegó a Júpiter y pidió a la princesa se presentará con urgencia a la luna, requerida por la misma reina. Aunque la princesa, en primera instancia, se negó a hacerlo, el juramente de su padre y su honor la llevaron a encontrarse con su amado en el bosque de una pequeña ciudad terrestre llamada Tokio, que le recordaba mucho a su planeta natal, cerca del más bello y frondoso roble. Debajo de él, la princesa prometió volver y casarse ahí mismo, como prueba de su amor, dejó el anillo dentro del árbol, besó a su amado y se marchó.

Pero la promesa jamás se cumplió. Pasaron meses antes de que volvieran a verse, todo en medio de una encarnizada lucha en el milenio de plata. El joven general Nephrite luchaba inquebrantable con la Sailor scout proveniente del planeta marte cuando la princesa de júpiter lo vio por primera vez… después de eso, todo fue terror y confusión. La bella dama de verde traje de marinera fue abatida y lo último que sus ojos alcanzaron a ver, fue a su amado empuñando una daga, aquella que le quitó la vida.

-Esa es una historia muy triste Luna- lloriqueó la chica de las coletas amarillas. —No me gustó. —

-Usagi!—exclamó la gata en forma de represalia.

-Te diste cuenta que esa historia tan triste es sobre nuestra amiga Makoto?—la chica del fuego hizo una pausa mientras miraba al cielo.—Pobre Makoto, sus vidas no han sido nada fáciles, no puedo comprender como es posible que su amor terminará asesinándola.—

-Pero Luna. —replicó Amy. —Bueno, eso explica un poco por qué Júpiter pelea a nuestro lado, aun así no logro entender, cuál sería la razón por la que la reina Serenity mandó llamar a Sailor Júpiter, según leí en los manuscritos que me dejaste, las sailors del sistema solar externo son guardianes de objetos o lugares muy especiales y no deben abandonar su puesto.—

-Como dices Amy? Porque dices que Makoto no debería pelear junto a nosotras?—preguntó dudosa Usagi.

-Como se ve que no pones atención en la escuela Usagi… Júpiter es un planeta del sistema solar externo no del interno como el resto de nosotras.—respondió Mercury.

El sonrojo de su rostro le parecía un gesto tan atractivo, casi a la par de ese par de ojos verdes tan profundos. Era una chica alta, pero él lo era más lo que le permitió oler su cabello recién lavado y mirar, aunque trataba de evitarlo, un poco por encima de los pliegues de su bata de baño que dejaba sutilmente al descubierto un poco de la redondez de su pecho. Sacudió la cabeza reprimiéndose solo y soltó a la chica lentamente.

Apenas se sintió liberada, ella pego un brinco hacia atrás para caer en posición de defensa, aunque no muy bien marcada.

-¡Tú!, ¿Qué… qué estás haciendo aquí?—preguntó titubeante.

-Te dije que volvería niña, no veo porque no me creíste. —respondió Nephrite mientras se acomodaba un mechón de cabello tras su oreja y sonreía como solo él solía hacerlo.

-Yo... es que yo… no pensé...—comenzó a responderle mientras bajaba la voz y su rostro volvía a encenderse. Sentía miedo, pero también su corazón latía a mil por hora de la emoción.

-Jajajaja, creíste que había sido un sueño. —le replicó. –Vaya niña. —volvió a resoplar mientras caminaba hacia la ventana para mirar por ella.

-No tienes que burlarte de mí, además… debes saber que no soy una niña. —le contestó en un tono de evidente molestia.

-Claro que no eres una niña, eso me es claro. —le sonrío mientras la miraba de reojo para comprobar una vez más el color rojizo en sus mejillas. – Pero bueno, si te molestó que te besará no lo haré más… aquella noche simplemente se me antojó.-

-¿Qué? ¡Claro que no quiero que me beses, nadie te lo ha pedido!… además tú no tienes nada que hacer aquí. Si lo que buscas es pelear, vamos afuera.—contesto fuera de sí, el sonrojo de su rostro se transformo en frustración al sentir que aquel hombre solo se estaba burlando de ella.

-Iremos a donde quieras Sailor Jupiter, pero será mejor que te vistas primero.- una vez más había logrado el sonrojo de la guerrera, mientras ella le daba la espalda intentando cubrirse un poco más, Nephrite caminó hacia fuera de la habitación y cerró la puerta tras él.

Un par de minutos después, Makoto salió de su habitación dispuesta para confrontar a su inesperada visita. Lo buscó con la mirada y lo encontró husmeando en la nevera. Entonces pensó en él, al que poco conocía, ¿Acaso ese ente del mal comería? –Te haré algo de comer si quieres.—le dijo mientras se acercaba a la cocina pillándolo por sorpresa. Él solo la miró y asintió con la cabeza, tomó un banco cerca de la barra y se sentó a observarla mientras preparaba algo. Ninguno de los dos sabía muy bien lo que estaba pasando, pero la escena les resultaba familiar.

-Dime Nephrite, ¿Qué haces aquí?.—preguntó Makoto mientras bajaba su taza de té a la mesa. -¿Acaso vienes a matarme?=.—

-Claro que no, si quisiera ya lo habría hecho.- resopló el general con un poco de enfado .—Estoy aquí porque….—sus palabras se ahogaron mientras fijaba su atención en la chica que lo miraba también sin parpadear –Vine aquí por ti.—

-¿Por mí?—

-¿No me recuerdas?.—preguntó con tristeza. –Dime, ¿Acaso tus recuerdos de tu vida pasada no han vuelto aún?—

-¿Mis recuerdos dices?-

Había sido unos meses atrás, Luna y Artemis les habían pedido a las chicas que fueran al templo Furikawa para poder desbloquear el resto de sus recuerdos de su vida anterior. Todas estaban ahí expectantes y un tanto intranquilas. Makoto había sentido miedo, lo recordaba muy bien. Tenía pavor al pensar que quizá, si recordaba algo de su pasado, sus recuerdos de esta vida, de su infancia, de sus padres pudieran perderse.

Una a una fueron viendo como volvían a ellas sus vidas, sus historias, sus amores y también sus muertes. Estuvieron hablando de eso por muchos días, aunque la chica de ojos verdes siempre había sentido que algo iba mal. Algunas cosas no le quedaban claro y cuando le preguntaba a sus compañeras aquellas la miraban con tristeza y buscaban cambiar el tema. Ella no recordaba su pasado de la misma manera, tenía recuerdos fugaces de su antigua infancia, jardines y castillos, frondosos bosques y el brillo de algo que aunque no la cegaba no lograba ver. El resto de las chicas recordaban a sus padres, recordaban como se habían vuelto Sailor Scouts, recordaban un príncipe en la tierra, aunque esto último vagamente. Ella no, no lograba recordar nada de eso. Luna le había comentado, que quizá su mente se estaba resistiendo a recordar y Makoto se culpaba por ello. Quizá había idealizado tanto el recuerdo de sus difuntos padres que su mente se negaba a creer que había mucho más antes, en su otra vida.

Lo ligeramente raposo de sus dedos la trajo de vuelta. Desde el otro lado de la barra del comedor él se había estirado para secar la lágrima que le salía de su ojo derecho. Ni siquiera se había dado cuenta, pero no estaba triste, su llanto era de frustración. El calor de su mano en su rostro la hizo sonrojar y giró la cabeza. Quizá no recordaba todo, pero si recordaba muy bien su muerte, el aroma a cerezos en flor en el aire, la suave caricia de los cabellos castaños en su rostro, ese último abrazo donde ella se sentía lo más pequeña, asustada y débil que jamás se sintió. Luego ese calor en su pecho que crecía desmesuradamente y que solo fue interrumpido por el frio del metal que volvía salir de su cuerpo bañado en su sangre. La última mirada a aquellos ojos de su asesino, cafés intensos, que la miraban fijamente mientras su mundo se volvía sombras. Los mismos ojos que la miraban desde el otro lado de la barra.

-Te recuerdo a ti.—respondió poniéndose de pie – te recuerdo muy bien, fuiste tú quien termino conmigo aquel día.—

-Supuse que recordarías eso.—respondió llevándose un mechón de cabello atrás de su oreja. -¿Pero dime, es todo lo que recuerdas?

-¿Qué más debería saber de ti?—le contestó mientras caminaba hacia él, encarándolo. El joven sonrió ante la pregunta y caminando también hacia ella le respondió.

-Deberías recordar que si aquel día yo acabé con tu vida, no fue más que un hechizo del cual no pude librarme, porque yo sería incapaz de hacer daño a la mujer que amo.- El la abrazó de nuevo, mirándola fijamente a los ojos esperando una respuesta, pero ella no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. Después de unos segundos que parecían eternos, se acercó a ella y una vez más la besó. Fue un beso tierno pero poderoso, tomó su rostro con sus manos mientras ella ponía las suyas en la espalda de él. Por la mente de Makoto pasaban tantas imágenes como aquel día en que sus recuerdos debían volver. El bajó sus manos hasta abrazarla y pegarla a su cuerpo. Cada rose de sus labios encendía una chispa en su interior. Ambos luchaban por permanecer así, sintiendo como la electricidad los recorría de principio a fin. –Tienes que recordarme—le susurró Nephrite antes de volver a besarla. Y así fue, cada beso desvelaba una historia en su mente que ella tampoco se atrevería a contar.

-¡No puedo más con esto! ¿Qué te está sucediendo Sailor Júpiter?—le gritó Venus a su compañera para llamar la atención.

-¡No sé a qué te refieres Venus!.— refunfuño ella.

-Nos pudieron haber lastimado por tu culpa, no estás viendo que nos están atacando y tu estas ahí pasmada.—volvió a recriminar la chica de larga cabellera rubia.

-¿Al final hice lo que querías no?—contesto ya bastante molesta.

- Chicas, es solo un entrenamiento, no deberían ponerse así.—trató de calmar las cosas Usagi pero ninguna de las dos voltearon a verla.

- Es muy irresponsable de tu parte que no estés poniendo atención a lo que sucede a tu alrededor, además en un ataque combinado como este debes seguir las ordenes que se te dan.—prosiguió Mina.

-¿Órdenes haz dicho?— replicó Makoto. Sus ojos parecían más grandes de lo normal mientras miraba penetrantemente a la guerrera de Venus. Una ligera brisa comenzaba a sentirse emanar de ella, meciendo sus cabellos y revolviendo las hojas secas tiradas en el suelo. A lo lejos, las sailors de Neptuno, Urano y Plutón las observaban.

-Detente Júpiter.— dijo Urano mientras brincaba hacia ellas. –El entrenamiento debe ser para aprender a pelear juntas, no entre nosotras, debes aprender a controlar ese temperamento.—

Makoto salió de su estupor y detuvo la energía que emanaba mientras observaba la cadencia del caminado de su compañera, siempre había sentido una admiración secreta por ella, pero incluso en ese momento, su presencia le molestaba.

-Voy a llevarme a esta chica conmigo si es posible.—dijo Urano tomando la mano de Júpiter—

Ambas se dirigieron hacia donde las demás sailors del sistema externo se encontraban mientras Amy, Rei y compañía intentaban volver al entrenamiento.

-¿Está todo bien contigo preciosa?- preguntó Haruka a Makoto. –El aurora que despides es tan fuerte que incluso Hotaru ha querido venir a ver qué sucede.—dijo mientras señalaba a la pequeña niña sentada en una roca cercana. –Antes que contestes cualquier cosa, recuerda que nosotras cuatro si somos capaces de controlarte, no como tus amigas.—

Makoto miró a cada una de las chicas que tenía enfrente, por alguna extraña razón toda esa frustración y enojo que sentía desde hace días atrás y que después de aquella noche con el general Nephrite, había incrementado al grado de ser incomodo estar con sus amigas, había desaparecido al ver estos rostros diferentes.

-No sé lo que me pasa—tartamudeo un poco – Es como si tuviera un fuego en mi interior tratando de salir pero que no debe hacerlo.—

-¿Has recordado algo de tu pasado Makoto?—Pregunto Setsuna.

-Si.— respondió entrecortadamente. –Más de lo que hubiera querido.—

-Y dinos. —Continúo Haruka. — ¿Lo has hecho tú sola, o alguien te ha ayudado?—

-¿Qué?.—Se sintió sorprendida, no esperaba que preguntara eso, sin embargo la chica de ojos verdes había tomado la decisión de no comentar con nadie lo que había estado pasando con Nephrite –Fue como un sueño, pero sé que fue verdad. —Tragó saliva –Yo sé que me han ocultado cosas, sé cómo me volví una Sailor Guardián y sé…-

-Nosotras también lo sabemos—se adelantó Michiru. –Sabemos todo aquello que pasó contigo durante el milenio de plata, lo que paso con tu planeta, tu reino, tus padres—hizo una pausa—tu príncipe, el anillo.—

-¿El anillo haz dicho?—la existencia del anillo tomó por sorpresa a Makoto, ella no recordaba nada de un anillo pero trataba de desviar la atención sobre el príncipe.

-¿Recuerdas el anillo?.—cuestionó Setsuna. La imponente chica de largos cabellos negros y mirada tranquila posó su atención en la cara de Makoto mientras reaccionaba a su pregunta. –Es importante para la seguridad del sistema solar, que si recuerdas el anillo de Casio debes decirnos, independientemente de tus sentimientos hacia él. Por si solo y en esta nueva rencarnación tuya el anillo ya no te es útil y lo mejor será que nosotras lo custodiemos.—

-Setsuna.—recriminó Haruka. –Estoy segura que si nuestra amiga Makoto recuerda el anillo es lo suficientemente leal a su princesa para hacer lo correcto con él— Haruka caminó de vuelta hacia Makoto y le tomó la mano mientras la miraba a los ojos. – Preciosa, nosotras conocemos ese fuego del que hablas y sabemos, que aquí con nosotras esta tu verdadero lugar. Eres como nosotras y confiamos que con el tiempo todo regrese a donde debe estar. Por eso es importante que nos cuentes todo lo que tu cabeza o tu corazón recuerden… y todo lo que tus ojos vean.-

-¿Qué tiene ese anillo del que tanto hablan de especial?—Makoto espero por unos breves momentos la respuesta, al no recibirla giró en sí misma para mirar a sus amigas a la distancia que habían dejado de entrenar y ahora miraban hacia donde ella se encontraba. –Veo que ustedes también me ocultan cosas, pero no hace falta que me lo digan, voy a averiguarlo y si ese anillo me pertenece seré yo quien lo resguarde.—comenzó a caminar rumbo a las demás chicas mientras se despedía de Haruka y compañía con la mano.

-No creo que nos haya dicho todo Haruka.—

-Lo sé Michiru. Si no quiere cooperar las cosas pueden ponerse complicadas. ¡Pero rayos! No permitiré que ese anillo caiga en las manos equivocadas.—

-¿No es ella la dueña legitima del anillo Haruka?— cuestionó Hotaru. – Tal vez es momento de decirle todo, al final de cuentas ella debería saberlo. Makoto no es nuestra enemiga.—

-Makoto no, pero no sé si Sailor Júpiter lo sea.—sentenció Setsuna.

-¿Pero ustedes lo sabían?- su voz se quebraba mientras pronunciaba estas palabras, con ambas manos estrujaba un pequeño pañuelo para tratar de controlarse. -¿Por qué no me habían dicho? Pensé que éramos amigas.—

-Somos tus amigas Makoto.—Respondió Rei acercándose a ella.—Cuando Luna y Artemis nos dijeron no supimos que hacer, como intervenir, ni siquiera si había algo que hacer, porque tampoco nos dices nada, como estas, lo que sientes, lo que está pasando en tu vida.—

-Ha sido toda culpa nuestra. —Dijo Luna mientras bajaba la cabeza. —Cuando todo esto pasó el Milenio de plata había sido amenazado fuertemente, y la reina Serenity no supo reaccionar muy bien a la situación. Quiso asegurarse que Júpiter estaría de su lado en la batalla y aunque siempre fue el planeta protector del reino, tenía miedo que destinaran los recursos para defenderse ellos mismos primero. Todo el tiempo se lamentó de cómo habían pasado las cosas contigo y tu planeta. Pero tú te veías tan bien, nunca dijiste nada y al contrario, luchaste con todas tus fuerzas hasta tu último aliento sin dudar. Nadie supo lo que pasaba por tu cabeza o tu corazón. Cuando les devolvimos a todas sus recuerdos, no creímos necesario regresar las cosas tristes que habían pasado.—

-¿Qué hay con el anillo? Preguntó Amy - ¿Acaso es el cuarto amuleto de la restauración?—

-¿Amuleto de la restauración?—preguntaron todas a la vez.

-Así es.—contestó Artemis.

El anillo de Casio era una joya de increíble poder, forjada a mano en el planeta Júpiter y cuya función era proteger y preservar. Al igual que los tres amuletos que custodian Urano, Neptuno y Plutón, el anillo era cuidado por Júpiter y garantizaba que en caso que la diosa de la destrucción fuera convocada, se pudiera salvaguardar con su poder, un lugar o grupo de personas determinadas.

Cuando el reino de la luna fue atacado en aquella ocasión, la Sailor Guardián encargada del cuidado del anillo no estaba en su planeta protegiéndolo, como el resto de las sailors del sistema externo. Ella estaba en la batalla, y en algún trágico giro del destino perdió el amuleto y el resultado había sido el ya conocido… o al menos eso era lo que se pensaba. Cuando las Sailors externas reunieron los amuletos, desconocían que el anillo había desaparecido.

-Yo no sé dónde está ese anillo. —musitó Makoto. -Y si lo tuviera no se lo daría a nadie. Por lo que logro entender ese anillo me pertenece. Yo soy su protectora – gritó esto último poniéndose de pie.

-¿A dónde vas?.—cuestionó Usagi. -¿Estás bien? Déjame acompañarte a tu casa Makoto.—

-No te preocupes Usagi, todo estará bien. Yo Makoto soy tu amiga, y estoy muy agradecida contigo por aceptarme como amiga también. Y como Sailor Júpiter soy tu protectora, mi lealtad esta con la familia real porque así se ha decidido y porque así lo he jurado.- estas últimas palabras aunque profundas habían sido incomodas para todos los presentes, Mina y las demás habían querido decir algo pero Makoto las interrumpió –Solo les pido que no me guardan más secretos y estaremos bien.—dicho esto tomó sus cosas y se fue.

La tarde había comenzado a caer, el rojo del cielo daba a aquel jardín un toque cálido y un tanto romántico. El otoño estaba a la mitad de su paso y las hojas cafés cubrían el suelo como alfombra musical con el crujir de las pisadas de quienes deambulaban por ahí. Fue este mismo ruido el que hizo voltear a Makoto y descubrir a Rei siguiéndole los pasos.

-No podía dejar que te fueras así. ¿En verdad estas bien?.— la chica de ojos verdes miró a su amiga y le sonrió.

-Claro que estoy bien. De hecho me siento mucho mejor que los demás días.—

-¿Hablas en serio?.—

Ambas caminaron hacia una banca cerca del lago y se sentaron.

-Es preferible saber lo que está sucediendo que vivir con la angustia de saber que tus amigas te ocultan cosas. Hace unos días me sentía atrapada, había una sombra en mi cabeza diciéndome que algo estaba pasando y no tenía idea. Me sentía culpable. —Suspiró y acomodo su fleco. —las miraba a ustedes, recordando su pasado y yo con estas lagunas, creí que estaba tan aferrada al recuerdo de mis padres que mi corazón no aceptaba nuevos recuerdos. Me hacía sentir excluida, más sola, como siempre he vivido. —

-Tu no estás sola, nos tienes a nosotras!—exclamó la chica de fuego mientras le tomaba la mano. –Usagi nos reunió a todas porque desde siempre estamos destinadas a estar juntas, y aunque tú y yo no seamos muy cercanas, yo entiendo por lo que estás pasando. Al final de cuentas, nosotras dos somos las más rudas del grupo y nos cuesta más expresar nuestros sentimientos—ambas sonrieron.

Las chicas siguieron charlando un rato más hasta casi caer la noche. Cuando por fin se despidieron Rei regresó por donde habían llegado mientras Makoto caminó un poco más adentrándose al bosque. Por un camino oculto entre algunas ramas había logrado llegar a un claro con un enorme y frondoso roble en medio. El ruido de la ciudad no se escuchaba, solo los grillos y la fauna propia del lugar y como única luz la luna se alcanzaba a ver brillar desde lo alto.

-Te he estado esperando.— dijo el alto y joven general saliendo de detrás del roble.

-Lo siento, estuve un tiempo con las chicas y al venir Rei me siguió.—

-Lo sé, no te preocupes.—le contesto mientras se acercaba a ella y acariciaba su mejilla. –Me alegra que hayas decidido venir.-

-Dijiste que tenías algo que mostrarme.—

-¿Está todo bien?.—

-Me lo han contado todo.—contestó bajando la cabeza y tratando de contener el llanto. Nephrite le tomó entre sus brazos y la atrajo a su pecho. –Me siento traicionada—prosiguió con la voz llorosa.

-Fuiste traicionada, ambos lo fuimos.—le contestó el mientras la abrazaba más fuerte. – Pero eso fue antes, en otra vida. En esta vida tus amigas te quieren y apoyan. Además ahora estamos juntos de nuevo y no te dejaré.- esas fueron sus últimas palabras antes de mirarse mutuamente y besarse tiernamente. Ella se sentía siempre tan pequeña a su lado, tan frágil e indefensa, pero era una sensación que disfrutaba mucho. Sentirse cuidada y rodeada de aquellos brazos tan fuertes que la alejaban de todo lo que quisiera dañarla.

El beso los consumía lentamente, ambos aferrados el uno del otro rosando sus labios en un beso dulce mezclado con un poco de sal de las lágrimas que apenas habían dejado de brotar de aquellos ojos verde esmeralda. Sus manos se movían en cortos espacios acariciando delicadamente al otro al compás de sus emociones.

De pronto aquello se transformó. El bosque se veía diez veces más frondoso y verde, las hojas secas del suelo habían desaparecido y en su lugar una niebla blanca y brillante danzaba al pie de los árboles y demás plantas que parecían había crecido de forma desmedida pero magnifica. El cielo estaba completamente negro, solo las estrellas y 4 magnificas lunas iluminaban la noche. El fuerte hombre de largos cabellos tomó a la chica y la alzo en sus brazos mientras ella sin despegar sus labios enredaba sus largas piernas alrededor del torso de él. Como aquella primera noche en que se habían visto meses atrás, el la aprisionó contra un tronco cercano mientras la besaba apasionadamente, chocando sus lenguas en una guerra que ninguno estaba dispuesto a perder.

Lo que pasó a continuación se dio solo. Sus pieles desnudas se frotaban en movimientos lentos como una danza celestial, y de pronto se tornaban rápidos como las olas chocando con la arena en una tormenta. El besaba su cuello mientras ella clavaba sus uñas en la espalda, su cabello sobre el suelo se llenaba de pequeños brotes de rocio que desaparecían cuando él se acercaba a besarla de nuevo en la cara. Sus cuerpos se mecían alejando la niebla y el sudor resbalaba cayendo en el suelo y formado un pequeño botón de flor. Después de un tiempo, ella sentada sobre de él lo abrazaba mientras se balanceaba de arriba hacia abajo restregando sus redondos senos en su pecho y él, tomándola de la espalda se preparaban para llegar al final de su aventura. Lo hicieron juntos, fue como una descarga eléctrica que los atravesó por completo, sus pieles se erizaron y el aliento por fin terminó con ese último beso antes de caer rendidos, se abrazaron y se dejaron llevar por el sueño.

Cuando el día clareo una gota de rocio cayó sobre su rostro, despertándola de aquel sueño tan profundo que hacía mucho tiempo no tenía. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la luz, pero tan pronto pudo su letargo cambió a un sentido de alarma, no sabía dónde se encontraba y su desnudez estaba cubierta solamente con la camisa de su acompañante… pero ¿Dónde estaba él?

Caminó un poco entre los árboles y descendió hasta llegar a un río. Ahí estaba él. En medio del agua con solo el torso de fuera y su largo cabello castaño echado hacia atrás. Ella lo contempló desde lejos, era un hombre muy atractivo con un siniestro encanto que aún conservaba sin necesidad de hechizos. Lo miró bañarse por un tiempo, miró el agua resbalar por su espalda y se sonrojó al apreciar las marcas que ella le había hecho con las uñas la noche anterior. El solo hecho de recordar la noche anterior ya la tenía confundida y muy apenada, aunque por dentro su corazón brincaba de júbilo. Así pues decidió acompañarlo y se metió al río. Nephrite la miró caminar hacia él y sonrío maliciosamente, a su vez el veía una chica realmente preciosa, de piel blanca como la nieve y de ojos tan verdes como el paisaje mismo, su largo cabello castaño y ondulado estaba suelto sobre sus hombros, quizá era la primera vez que lo miraba así.

-¿Dónde estamos?.—preguntó ella cuando estuvo cerca y después de haberse lavado el rostro.

-¿No lo recuerdas? esto es Júpiter.—respondió acomodándole un mechón de cabello tras la oreja. –Estamos en casa.-

El paisaje era impresionante y a la vez confuso. Cerca de ellos el campo era verde y frondoso, los árboles gigantes y un poco menos de neblina que la que había por la noche llenaba de gotas las plantas. El agua cristalina y fresca reflejaba aún el brillo de las lunas y algunas estrellas. Sin embargo, más allá de ellos la tierra cambiaba de ese tono verde a un tinte marrón y después a negro. En el horizonte unas nubes obscuras y algunos rayos marcaban una clara línea entre un paraíso y el inferno.

-Aquí es así de verde porque ti.—le dijo él antes que ella preguntará. – y allá es la realidad, lo que quedó del planeta después de la destrucción. ¿Haz notado que no hay aquí más que las plantas y nosotros? No hay animales, no hay aves ni y tampoco insectos. Esto que ves princesa, ha crecido solo porque tu estas aquí. Cuando nos vayamos todo volverá a ser árido y sin vida.—

-Pero ¿Por qué?.—

-Es lo que quedó después de las guerras, la gente se fue al igual que las bestias. Solo tú podrías volver este lugar a la vida, pero hacerlo tiene un costo muy alto.—

-¿Cuál costo?—

-Deberás estar aquí y renunciar a tu vida en la tierra. Pero como te he dicho es un precio muy alto para pagar. Nadie vive aquí nadie espera que lo hagas.— Nephrite le tomo de la barbilla y le dio un suave beso. –No pienses en ello, debemos irnos tus amigas pueden preocuparse por ti.-

Cuando volvieron a la tierra, aparecieron de nuevo frente al roble. Makoto sentía sus mejillas ardiendo, en su mente se agolpaban todos los recuerdos de la noche anterior y no podía creer que ella, siendo siempre una chica tan tranquila en asuntos del amor, aunque no lo pareciera, no pudiera dejar de besar a ese hombre cada que lo tenía enfrente. Cuando por fin se separaron y estaban a punto de tomar caminos diferentes para no levantar sospechas, un recuerdo fugaz atravesó su cabeza.

-Pon tu mano en el árbol.—dijo ella. El obedeció y ella a su vez hizo lo mismo. Ambos se miraron unos segundos y de pronto sucedió, de entre la corteza una fuerte luz de color esmeralda comenzó a surgir. Nephrite retiró un poco de corteza y sacó de las entrañas de aquel viejo roble aquel anillo que tanto andaba en boca de todos últimamente.

-Lo recordaste.—sonrió él.

-Yo no sé cómo, solo sentí que esto debíamos hacer.—

El miró el anillo embelesado por su belleza y resplandor. Era tanto el encanto que ejercía en él que ella pudo notarlo.

-Dime Nephrite ¿Tú necesitas este anillo?—

-Sí.—la respuesta le pilló por sorpresa. Ella había deseado que él contestará que no, que le pertenecía solo a ella. Notoriamente descompuesta ella se dio la vuelta y comenzó a caminar. –Entonces tómalo. Salió entre los arbustos dejando al general con el anillo en la mano y una expresión indescifrable en el rostro.

Decidió no ir a la escuela ese día, había comenzado a llover y además había vuelto muy tarde a casa. Eb cambio se volvió a bañar y preparaba un poco de comida cuando alguien tocó a su puerta.

-Me alegra ver que estas aquí.—le dijo Rei mientras entraba. -¿Cómo estás?—preguntó a la vez que la revisaba de arriba abajo.

-¿Tú que haces aquí? Te dije anoche que estaba bien.—contestó molesta por la intromisión.

-¿Estamos solas?—le susurró al oído la chica de larga caballera negra. Makoto asintió con la cabeza un tanto pasmada por el acercamiento.

-Lo he visto todo.—le confesó. –Te vi anoche en el bosque con Nephrite junto al roble. Necesito que me expliques que esta sucediendo.—

-¿Qué lo has visto todo? ¿Qué es lo que has visto?—preguntó asustada y exaltada, su corazón estuvo a punto de salir de su pecho.

-Bueno, he visto que se encontraron en el bosque, y que pues… él y tu… ya sabes, se besaron.— los ojos de la chica castaña se abrieron como platos. –Después han desaparecido y bien, te he estado buscando desde entonces.—

-¿Solo haz visto eso?—volvió a cuestionar mientras trataba de evitar un infarto.

-Que si, después de eso desaparecieron y no supe más. ¿Dime donde han estado? ¿Te ha hecho algo?—

-Todo está bien.—contestó Makoto –Supongo que ahora debo contarte, ven a comer.—

Ambas chicas se sentaron a la mesa y platicaron durante mucho tiempo. El rostro de Rei pasaba del asombro, al miedo y al asombro de nuevo. Cada una de las palabras que salían de la boca de Makoto estaban cuidadosamente escogidas para no revelar que el anillo de Casio no estaba en su poder, pero a Rei parecía no importarle eso y cuestionaba únicamente todos los detalles de la relación que acababa de presenciar. A su vez, Makoto se sentía más tranquila de por fin poder sacar de su pecho todo lo que había vivido los últimos meses, y en un momento de franca sinceridad le contó también de su fugaz viaje a Júpiter y lo que había pasado ahí. Rei la miraba incrédula, el té que había en su taza se había enfriado y apenas si le había dado un par de tragos.

-Y eso es todo hasta este momento.—suspiró.

-Es.. Vaya… yo no sabría por dónde empezar.—tartamudeo -¿Cómo te sientes con todo esto?.—

-No lo sé. Rei, te pido por favor que no le cuentes nada de esto a nadie. Yo aún no sé qué haré con todo necesito tiempo para procesarlo.— desde el otro lado de la mesa la chica del planeta de fuego le lanzó un amigable sonrisa a su interlocutora y con la mano extendida le juró guardar silencio.

El resto de la tarde, ambas se quedaron platicando de todo y de nada a la vez. Afuera la lluvia seguía cayendo en la ciudad lo que hacía el clima perfecto para reforzar una amistad.

Y los días fueron pasando, se convirtieron en semanas y estás en un par de meses. El corazón de la guerrera del trueno estaba destrozado, no había vuelto a ver su a general desde aquel día en el roble. Sentía temor porque él tenía aquel anillo que se ostentaba tan poderoso y apenas lo tuvo en sus manos desapareció. Pero también sentía odio, no podía más que sentirse usada y manipulada de la forma más cruel, incluso demasiado cruel para un demonio como ese. Se había cansado de esperarlo cada noche e incluso había tratado de encontrarlo en los alrededores de aquel parque pero nada. No logró descubrir como volver a Júpiter y no podía preguntarle a Luna. Rei observaba toda la frustración que emanaba de ella y solo podía acompañarla, hasta donde le fuera posible.

Aquella era una tarde de diciembre mientras deambulaba por el centro de la ciudad mirando sin mirar los aparadores llenos de decoración navideña. Su cumpleaños acaba de pasar y aunque no quería reconocerlo albergaba una esperanza de volver a verlo. La mataba por dentro toda aquella gente haciendo una vida normal, muy lejana de los peligros y amenazas que corrían diariamente. Ellos simplemente nacían, crecían, encontraban el amor y formaban una familia. Sus pensamientos estaban en eso cuando su intercomunicador comenzó a enloquecer. No sabía si responder o no, la última vez que se enfrentaron a una amenaza había salido de pleito con Sailor Venus una vez más, sabia en su interior que le guardaba un poco de rencor ya que ella si sabía más sobre su pasado y nunca le platicó, así que trataba de evitarla a como diera lugar. Pero el aparato no dejaba de sonar y fastidiada decidió contestar.

-Makoto, tienes que venir al parque es Nephrite.—se escuchó decir a Sailor Mars antes que se cortará el mensaje.

En aquel parque había un lago bastante amplio, con algunos miradores naturales llenos de árboles y flores que las parejas usaban para pasar una tarde romántica. Pero esa tarde no había amor en el aire, al contrario, los gritos de batalla y la energía de los combatientes era lo único que se podía apreciar en el cielo.

En el suelo, con un brazo mal herido el joven general se encontraba arrinconado. Su cuerpo tenia marcas de batalla y su rostro sangraba en algunos cortes. Frente a él, 3 siluetas femeninas se acercaban, si bien no estaban tan mal heridas también habían sufrido algunos ataques, pero era claro que ellas eran las vencedoras.

-Entréganos el anillo y podrás irte Nephrite.—ofreció Neptuno para terminar con la batalla.

-Este anillo no les pertenece.—respondió.

-Tampoco a ti, tu solo eres un simple terrestre con un golpe de suerte.—desdeño Urano.

Nephrite le dedico una media sonrisa, antes de dolerse más del brazo visiblemente roto.

-¿Qué está sucediendo aquí?- Preguntó Sailor Moon apareciendo por sorpresa junto con Mars, Mercury y Venus.

-Váyanse de aquí, este no es asunto suyo.—gritó la rubia de corto cabello.

-Así le hablas a tu princesa.—rio Nephrite.

-Tu cállate!.—le dijo lanzando un rayo más de energía contra el ya derrotado hombre. –Es mejor que nos entregues aquello por lo que venimos y podrás vivir. Sino igual te mataremos, la seguridad del sistema solar es más importante que una vida y más si es la tuya.—

-Haruka, detente.—gritó Sailor Mars.

-Ustedes no entienden lo que está sucediendo, es mejor que se retiren y nos dejen a nosotras trabajar. Esta es la clase de amenazas de las que se encarga una Sailor del sistema externo. La misión principal de ustedes es defender a la princesa y solo eso.—respondió Plutón.

-¿A qué misión te refieres?.—preguntó Amy.

-Nosotras somos las guardianes de los amuletos. Él tiene uno que nos pertenece y se lo vamos a quitar vivo o muerto.—

-Dirás que ese amuleto me pertenece a mi Neptune.—interrumpió Júpiter desde lo alto del mirador más cercano.

-Así que has venido preciosa.—dijo Urano.

Pero Júpiter no le puso mucha atención, su mirada se fijó en Nephrite que yacía recargado en escombros de la batalla sosteniendo su brazo lastimado. Su aspecto no era el mismo de aquel hombre que había contemplado bañándose en el río, pero sus ojos y su mirada si lo eran. Sin embargo, rápidamente desvió la mirada y saltó a donde se encontraban sus amigas para unirse a tan amena reunión.

-Si alguien va a reclamar el anillo seré yo. Así que váyanse yo me encargaré de esto sola.—dijo dirigiéndose hacia las sailors externas.

-Lo siento preciosa, pero eso dijiste la última vez y mira… decidiste entregarle tu amuleto a este demonio. No puedo confiar en ti de nuevo.—

-¿Tú le entregaste el anillo a Nephrite, Makoto?—cuestionaron las chicas.

-Esa es una historia muy larga que les contaré después.- La chica castaña caminó rumbo al general, pero su mirada era fría y distante, él sin embargo la miraba fijamente sin perderla de vista. Una vez frente a él se giró de nuevo hacia las demás sailors.

-Aquí solo hay una solución como yo lo veo…- miró a Haruka y compañía.—O luchan conmigo para llevarse el amuleto que por derecho me pertenece, o se van de aquí.—

-Será un placer derrotarte Sailor Júpiter.—

Ante los incrédulos ojos de las demás sailors, Urano y Júpiter comenzaron una batalla cuerpo a cuerpo. Ambas eran expertas peleadoras de artes marciales y no lograban hacerse daño. De vez en cuando alguna acertaba un golpe pero las fuerzas estaban tan equiparadas que era incluso absurdo continuar peleando.

-¡Deténganse!.—gritaba Usagi pero ninguna de las dos le obedecían. El resto de las chicas contenían a la princesa de la luna para que no entrara en el campo de batalla, mientras que las sailors externas observaban de brazos cruzados.

-¡Basta de juegos!.—gritó Urano mientras comenzaba a arrojar rayos de sus manos.

-Te estaba esperando.— contestó Makoto con un brillo inusual en sus ojos.

Y entonces las cosas salieron de control, los poderes iban y venían de un lado a otro sin previo aviso. Neptuno y Plutón habían encerrado a Sailor Moon y compañía en esferas protectoras por su seguridad y para evitar que intervinieran.

-No eres más que una niña tonta que se dejó engañar por este demonio.—le gritó Haruka a Makoto. – No eres esa princesa Júpiter que él tanto te contó. Eres una humana, como nosotras nada más.—al terminar de gritar esto, lanzó un rayo tan fuerte que tumbó a Júpiter contra una pila de escombros sacándola temporalmente de combate.

-Dame de una vez ese anillo, imbécil!.—dijo dirigiéndose a Nephrite y acertando otro golpe tan poderoso que hizo retumbar el suelo. El hermoso arillo de metal y esmeralda cayó de entre sus ropas y rodo hacia los pies de la Sailor quién se apresuró a levantarlo y sostenerlo frente a sus ojos para apreciarlo mejor. –Vaya que es precioso.—

-Ese anillo me pertenece a mí!.—se escuchó desde el otro extremo del lugar. De entre las piedras Sailor Júpiter emergió envuelta en un aura verde y con fuertes chispas eléctricas saliendo de su cuerpo. Las pequeñas rocas a sus pies se levantaban a cada paso. Sus ojos habían dejado de ser de un verde profundo para volverse negros e inexpresivos. Todo a su alrededor se detuvo, las chicas fueron liberadas de su burbuja pero tampoco se acercaban a ayudar. Neptuno y Plutón miraban con atención la escena. Con cada paso, las descargas eléctricas crecían y el viento que le rodeaba arreciaba al grado que las hojas de los árboles cercanos se movían incontrolables. Era una fuerza tan superior y destructiva que estaba cambiando el clima, nublando el día.

Haruka comenzó a sonreír, y su gesto se convirtió en una ligera risa. –Desde luego Sailor Júpiter, aquí tienes.- tomó el anillo y lo arrojó a las manos de la guerrera enfurecida.

-¿Pero qué?.—se cuestionaba Usagi que seguía sin entender la situación.

-Ahora debes controlarte y podrás venir con nosotras.—respondió la rubia.

Pero la chica no respondió, el viento comenzó a deslizar poco a poco a cada uno de los presentes. Algunas debieron cubrirse para evitar ser golpeadas por las rocas y piedras. Luna y Artemis acaban de llegar y miraban atónitos la escena. Nephrite se puso de pie y con las pocas fuerzas que le quedaban luchaba por acercarse a ella.

-Vamos tonta, ¡Déjalo salir todo!.—gritó Urano. –Te sientes prisionera, pobre niña indefensa que le quitaron sus flores, su estúpido castillo y su mediocre príncipe. Pobre princesita que tuvo que vivir una vida sin privaciones en el castillo de la luna yéndose de juerga con la princesa consentida en lugar de estar encerrada sola como nosotras en su propio castillo, escondida, esclava de un objeto sin voluntad. ¡Yo no te tengo lástima!—

-¡Cállate ya Sailor Urano, eres muy cruel!.—lloriqueó Sailor Moon desde lejos, sus lágrimas brotaban sin cesar al igual que las de sus compañeras. –Tú no sabes toda la verdad.—

-¿Y cuál es toda la verdad?—Preguntó mirando a Usagi y de vuelta a Makoto -¿Qué te traicionaron? ¿Qué la reina te usó para tener acceso a tu pueblo y tus recursos? ¿Qué no te dejaron casar? Dime pobre tonta ¿Sabías que fue precisamente el hombre al que amas el que los hecho de cabeza?

-¿Qué has dicho?.—gritó Mars impresionada.

- ¿Por qué no se lo dices tú, General Nephrite? Dile que fuiste tú quién corrió la voz que se casarían en secreto con el firme propósito de evitarlo.—

-Cállateeeeeeeeeeeeeee!.—gritó Júpiter con todas sus fuerzas, la onda expansiva fue tan fuerte que todas las guerreras salieron despedidas por el aire. Urano que se había cubierto los ojos ante la explosión alzó la vista solo para descubrir que un fuerte relámpago venia en contra de ella. Asustada pero satisfecha cerró los ojos y cruzo sus antebrazos para recibirlo, pero éste nunca llegó.

Cuando el humo y el polvo se dispersaron la imagen se aclaró. Nephrite había saltado frente a Haruka recibiendo de lleno el golpe.

Arreciaba la lluvia que había llegado tras aquel despliegue de poder, las gotas habían pasado de lejanas manchas en el suelo a turbios charcos fríos. En los rostros de las guerreras reinaba el desconcierto y la incredulidad, mientras que todo lo siguiente parecía correr en cámara lenta. Haruka sostuvo el cuerpo mal herido del general para depositarlo lentamente en el suelo y evitar un mayor daño. El resto de las chicas se acercaron para ayudarlo mientras Makoto con la mirada perdida permanecía en pie a la distancia. Amy revisaba el daño pero su cara denotaba lo que las demás ya sospechaban. Luna y Artemis corrieron hacia el lugar mientras Usagi y las demás clamaban por ayuda. De pronto aquellos orbes verde esmeralda volvieron a brillar y Sailor Júpiter pudo salir de su ensimismamiento. Con paso parsimonioso camino hacia las demás quienes le abrieron paso para que se acercase. Cuando llegó al cuerpo de su amado se arrodillo y lo tomó en brazos.

-¿Qué has hecho?.—le susurró impactada. Aquel hombre de cabellos largos y castaños abrió sus ojos y la miró.

-No podía permitir que hicieras algo de lo que pudieras arrepentirte.—le respondió con una voz quebrada por el dolor. –Al igual que aquella vez, no podía dejar que renunciaras a ser una Sailor Guardián.—

Las lágrimas de Makoto se perdían con la lluvia, en el suelo junto al charco de lodo, la sangre del general se mezclaba. Ella lo sostenía con fuerza mientras le acariciaba el rostro y limpiaba sus lágrimas. –Lo siento mucho.—le repetía al oído .—No me dejes, no puedes dejarme.—le imploraba.

-Jamás niña, estaré con las estrellas que te cuidan.— le sonrío, y con su último aliento tomó su rostro y la besó. Fue un beso tierno, un sutil rose de labios que termino en un parpadeo. El gallardo General Nephrite se convirtió en pequeñas hojas negras que el viento disipó, dejando a una chica con sus brazos vacíos y el corazón roto.

Había pasado los días siguientes a aquella trágica noche encerrada en su casa. Apenas si había recibido una vez la visita de las chicas en una tarde que se le antojaba eterna. Con su rostro trataba a toda forma de disimular el dolor que la aquejaba pero sus ojos no la dejaban mentir. Había llorado mucho hasta que un día simplemente dejó de hacerlo, sus hinchados parpados comenzaron a sanar pero el brillo de sus ojos esmeralda no volvía a ser el mismo.

Esa navidad había estado sola también. Pero aunque había puesto su máximo empeño en arreglarse y salir, al llegar a aquel roble en el parque sus esperanzas volvieron a quebrarse. No encontraba la manera de abrir un portal, ni siquiera sabía si el estaría ahí si lograba llegar a Júpiter. Cuando la noche cayó volvió a su casa. Y la tormenta del dolor volvía a arreciar.

La tarde de año nuevo, Rei y las demás fueron a buscarle. Casi bajo amenazas lograron hacer que se vistiera y bajará con ellas a los festejos de la ciudad. Se había puesto un lindo vestido verde con destellos que se pegaban a las formas ya un poco desnutridas de su cuerpo. Caminaron entre los puestos, vieron los espectáculos callejeros que se hacían en honor al año por venir, pero nada la hacía sonreír.

Cuando el momentos cúspide de la noche estaba por llegar, Usagi bailaba a lo lejos, un tanto torpe, con Mamoru que acaba de volver de un largo viaje. Makoto los miraba y sus pensamientos volaban. El resto de las chicas tenían una familia y un amor, pero ella no tenía nada de eso, la vida se había encargado de mostrarle que podría tenerlo pero al final, se lo arrebataba.

La cuenta regresiva comenzaba, y en aquel viejo salón donde habían decidido pasar la velada, las parejas se habían detenido en la pista para contar juntos el final de un año. Makoto se levantó de su lugar sin ser vista y caminó hacia el balcón donde se recargó en la baranda y miró al cielo. Ahí estaba la luna y más allá, estrellas grandes y brillantes. Por un momento se sintió un poco tonta de no saber si estaba viendo un planeta o una estrella cualquiera, y si era un planeta tampoco podría saber cuál era. Sonrío burlonamente para sí misma pensando en el remedo de princesa que hubiera sido – Pues yo no veo ningún resplandor verde.—refunfuño.

-Es porque no te has visto en un espejo últimamente.—escuchó a sus espaldas. Sus mejillas se tornaron de un tono rojizo al sentirse descubierta por Mamoru.

-¿Y Usagi?—preguntó para desviar la atención.

-Baila con las chicas.—contestó él.- ¿Qué haces aquí afuera en el frio?—preguntó.

-El ridículo por lo que puedo ver.—contestó entre dientes. Mamoru le respondió con una sonrisa.

-Yo tampoco sabría decirte quien es quien.- Makoto sonrío un poco. —Así es como me gusta verte, sonriendo. —volvió a decir él y ella de nuevo se sonrojo.

-Vamos adentro. Tienes razón hace frio. — pero antes que pudiera terminar de decir esto, Mamoru le puso sobre los hombros el saco que llevaba. Ella iba a objetar pero la tomó del brazo y la hizo caminar hacia una esquina del balcón que estaba cubierta con una enredadera

-Las chicas me han contado todo lo que paso en mi ausencia. —sentencio. –Siento mucho todo tu sufrimiento Makoto. –

Ella quería llorar, pero ya no había más lágrimas en sus ojos. – Estoy bien, sería una ingrata si me dejará caer en la depresión. Él se sacrificó por mí, para que yo no cargara sobre mis hombros ese acto abominable. –-

-También Haruka me ha contado todo, que ella y las chicas solo querían despertar a la guardiana del anillo que vive en ti. –

-No creo que haya algo viviendo en mí. —susurro.

-Al contrario Makoto, hay tantas cosas que viven en ti. —Mamoru tomó sus manos y le dejó una pequeña caja en ellas. – Es por eso que he traído esto para ti.—

La ojiverde tomó la cajita con sorpresa y la abrió, pero su emoción se disolvió en un segundo.

-Yo no lo quiero.—sentenció mientras sacaba el anillo y se lo devolvía al joven de cabello negro.

- ¿Acaso olvidaste el verdadero poder del anillo?. – preguntó él mientras la alcanzaba y volvía a poner la joya en sus manos. –Este anillo es capaz de restaurar después de la devastación más terrible.—

La joven miró el anillo en sus manos y pasó un dedo sobre la hermosa piedra que brillaba impaciente en él. Y entonces lo supo. Sus ojos antes muertos, recuperaron un brillo fugaz a la par que se abrían como nunca antes. -¿Estás diciendo?.—

-Ve ya.—le sonrío con alegría—No te preocupes por las chicas ellas entenderán.

Makoto se puso el anillo mientras miraba hacia adentro del salón por aquel enorme ventanal antiguo. Las chicas parecían estar en su mundo, con excepción de Rei que le miraba sonriente. Ella le devolvió la sonrisa y se quitó el saco para dárselo de vuelta a Mamoru.

-Muchas gracias Mamoru, cuídalas por mi.—una lágrima resbaló por su mejilla.

-Antes que te vayas, debo decirte algo.—volvió a tomarla por las manos. –En nombre del reino de la luna y de la nueva familia real, lamento mucho el daño que en otra o esta vida pudimos hacer a ti y a tus seres queridos. – Makoto no daba crédito a lo que escuchaba pero sonrío agradecida.—También te pido que vuelvas a visitarnos y te agradezco que estés de nuestro lado.—

-Siempre estaré de su lado.—

El joven le tomó de la barbilla y en un inocente acto le dio un ligero beso en los labios. Después dio un paso hacia atrás y miró como aquella chica siempre aguerrida, resuelta y entregada a su deber, acariciaba ese pequeño anillo haciendo salir un brillo intenso de él, después se desvanecía en forma de pequeños pétalos de flor. A lo lejos las demás chicas también observaban.

Todo a su alrededor había cambiado. Los campos eran verdes hasta donde la vista alcanzaba. Las nubes en el cielo se abrían paso para dejar ver en distintos puntos las 4 lunas que gobernaban por lo alto. Árboles y flores se mecían al ritmo de aquella brisa vespertina y los pájaros y los pequeños insectos hacían su aparición magistral.

Observó como una a una las flores de aquel bosque se abrían a su paso. Caminaba despacio con sus ojos abiertos mirando cada detalle, cada reflejo, cada rayo de sol y nada.

A lo lejos llamó su atención aquel imponente castillo y su mágico resplandor. - Ojala se acabará de encender en cuanto llegue aquí- pensaba para sí misma, al fin y al cabo no había visto el brillo en ninguna parte del firmamento cuando estaba en aquel viejo salón. En esto pensaba cuando entonces lo escuchó… el correr de un riachuelo. Y así lo supo.

Se quitó los zapatos y los dejó en el camino. Corrió piedras abajo sosteniéndose de aquellos árboles que hacía unos meses fueron testigos de su primera visita. Corrió desesperada en lo que a ella le parecía una carrera en cámara lenta. Brinco obstáculos, resbaló un par de veces y al fin llego al claro. Ahí estaba él, en medio del rio. Con sus pantalones doblados para no mojarlos y su camisa sin los botones de arriba. Su largo cabello castaño revuelto por el aire. Él la miró y sonrió. Caminaron despacio como queriendo disfrutar de cada paso hasta que al fin sus cuerpos se encontraron en la orilla. Él la tomó en sus brazos y dio algunas vueltas con ella en el aire. Cuando al fin la bajo la aprisionó contra su pecho. Ella aspiraba su aroma como si fuese adicta a él, acariciaba su espalda y con los ojos fuertemente cerrados suplicaba a la vida que no fuese un sueño.

-¿Acaso crees que estas soñando?.—le dijo él al oído.

-Si es así.—contestó ella. –No me despierten. –

Él la tomó nuevamente de los brazos y a unos milímetros de posar sus labios sobre los de ella le susurró.

-Esto no es un sueño niña. Al fin eres mía. —

-Siempre lo he sido.—le respondió antes de fundirse en aquel beso que los uniría para siempre.

-Mamochan, ¿A dónde se fue Makoto?.—preguntó Usagi mientras contemplaban junto con las demás chicas el cielo de aquella noche de inicio de año.

-¿Ves ese destello esmeralda en el cielo Usagi?. Ambos han vuelto a casa.—