Harry en muchos sentidos, no era un niño como cualquiera. Una de sus muchas particularidades era que era daltónico. Podía distinguir bien rojos y verdes, siempre que fueran puros, pero no el resto, ni combinaciones.

Los doctores en la escuela decían que estaba mintiendo, ya que ese tipo de daltonismo no existía. Pero los adultos decían que mentía sobre todo. Harry sabía lo que veía y lo que no.

Así es como consideraba que lo único interesante sobre sí mismo eran sus ojos, que no eran grises como el resto de su cuerpo.

Disfrutaba mucho de estar en el jardín, ya que se veía lleno de color. Era un respiro en medio de la estéril casa de sus tíos.

Un día llegó una carta para él. Saltó a sus ojos de inmediato por la tinta color verde. Nunca había visto tinta tan brillante. Embobado como estaba, tomaron su carta.

Por suerte llegaron muchas otras.

Hagrid era un hombre muy bueno, pero bastante malo para explicar cosas. Como dejar para último momento la explicación de sus padres.

—¿Es por mi cicatriz que no puedo ver bien los colores? —Preguntó para sí mismo. Para su sorpresa, el barbudo tenía una respuesta.

—Oh, no. Los magos no pueden ver colores hasta que no miran a los ojos a su alma gemela. Es muy romántico. El primer color que puedes ver es el color de los ojos. Estos reflejan la conexión de almas. Otros colores se ganan a través de un toque, un beso, generar recuerdos juntos… No te preocupes, estoy seguro que en Hogwarts encontrarás a alguien que te de tu primer color.

Harry estaba muy ocupado pensando cómo podía ser que viera dos colores, para mencionarlo.


Luego de un tiempo decidió que su pareja destinada probablemente era una persona de ojos verdes, y más grande que él. Ninguna de las personas que conocía desde niño tenían ojos verdes. Y por lo que había podido averiguar, sus padres habían estado escapando de Voldemort y tenían muy poco contacto con el exterior.

Además, a su alrededor podía ver cómo se formaban parejas. Todos sabían de inmediato al verse a los ojos, o ya sabían desde niños porque se conocían desde pequeños.

Casos como el suyo, que no tenían idea, eran muy pocos.


A final de año descubrió que había estado equivocado al asumir que el rojo no podía ser el color de ojos. La cosa detrás de la cabeza de Quirrell tenía unos ojos rojos terribles.

Pero más perturbador había sido despertar al día siguiente y descubrir que podía distinguir el amarillo.


En segundo año encontró un extraño diario tirado. Cuando empezó a conversar con Tom de pronto pudo ver un rayón de tinta.

"¿Tom?" Escribió extrañado.

"Harry… Mira a tu alrededor. Dime si notas un cambio."

Y Harry lo hizo. Al principio no estaba seguro de qué debía notar, pero de pronto se dió cuenta de que las hojas del cuaderno se estaban tornando de un extraño color.

Soltó el diario y se acurrucó en la cama. No entendía. ¿Cómo podía ser?

Tardó un rato en tomar valor y agarrar de nuevo el diario. En el momento en el cual lo hizo, fue absorbido dentro.

Miró a su alrededor y vio un joven sentado en la cama, escribiendo en el cuaderno. Sus ojos eran de un hermoso color desconocido. Harry asumía que era azul, pero tendría que confirmarlo luego con un libro, como había hecho en otras ocasiones.

"Ese soy yo," escuchó una voz en su cabeza. "Hasta hace un rato mi pequeño mundo de recuerdos era monocromo. ¿Sabes lo que eso significa?"

Harry negó con la cabeza, confundido.

"No. Déjame salir."

"No puedo hacerlo hasta que me escuches. No me voy a arriesgar a que me abandones de nuevo."

"Estás equivocado, no soy tu destino. Es… ¡eres un libro!"

La escena cambió y Harry observó a Tom buscando un libro entre las estanterías de la biblioteca. De espaldas a él, casi podía creer que le hablaba el recuerdo.

"Vamos. Sé que me tiraste porque tú también ves un nuevo color. Porque estoy en esta forma puede que no sea el color de mis ojos, pero…"

"No. Mira, no puede ser, ya veía otros colores."

"Ah… Bueno, eso tiene sentido. Ya nos habíamos conocido. ¿Fue tu primer color el azul?"

"No."

"¿Ya sabes quién es tu alma gemela?"

"No estoy seguro pero…"

"¿Pero…?"

"Hay un mago oscuro… estando en un diario por 50 años no habrás escuchado hablar de él…"

"Lord Voldemort."

La escena cambió abruptamente y Harry pudo observar a Tom escribiendo su nombre en el aire y haciendo que las letras giren. Las cambiaba de lugar una y otra vez.

"Lord Voldemort es mi pasado, presente y futuro."

Se le heló la sangre al ver cómo con las letras del nombre de Tom se formaba el de Voldemort.

"No vas a dejarme salir nunca. Vas a matarme aquí."

"No… nunca. Estoy seguro de que mi yo del presente nunca te lastimaría."

"Intentó matarme…"

Harry le contó de la Piedra Filosofal. Tom le contó de su crianza, del bombardeo de Londres, de su pánico a morir y de su soledad.

Al principio Harry no lo entendía, pero con los meses pudo empezar a entender el complejo carácter de Tom. Y también sobre qué era realmente. No era una simple memoria, era un fragmento.


En cuarto año cuando todo el mundo pensaba que se metió en el torneo para llamar la atención, Tom era su único consuelo.

Es más, se ofreció a hacer las pruebas en su lugar. Harry al principio no estaba seguro de qué hacer, pero Tom lo coaccionó entre palabras dulces y lógica pura de que él conocía mucho más sobre magia.

Como no tenía otra cosa en la que pasar su tiempo, practicaba toda clase de hechizos y teoría mágica. Tom amaba mandarle tarea.

Harry no recordaba bien cómo fueron las pruebas. Posesión lo llamaba Tom. La actitud de todos cambió luego de la primera prueba, pero Harry aún así sentía que las cosas no eran lo mismo.

El día de la última prueba despertó súbitamente atado a una lápida. Desorientado vio a Pettigrew con el diario en la mano. Harry sabía que para que la posesión fuera efectiva debía de estar en contacto con el diario.

—Eso es mío —protestó intentando desatarse.

—No, Potter, es mío —dijo una voz el lo que parecía un horrible bebé de ojos rojos. Harry lo había visto en un sueño antes.

—Voldemort… yo… ¿Tom te explicó?

—El chico parecía estar bajo la ilusión ridícula de muchas tonterías.

—No son tonterías.

—Potter, yo no veo ningún color.

Pero Harry estaba convencido, así que esperó su oportunidad. Cuando fue liberado se lanzó a él y lo besó. Un murmullo extrañado se expandió entre los presentes.

Cuando Harry se separó no pudo ver ningún color nuevo, pero dado que tenía varios ya, pensó que eso no significaba nada. Hasta las siguientes palabras de Voldemort.

—Nada.

A pesar de que Voldemort había intentado matarlo una y otra vez, Harry sintió que eso verdaderamente le rompió el corazón.

Pronto tuvo que huir. Agarró el diario y la copa y huyó apenas esquivando los ataques.

No serían hasta muchas horas después que notaría que podía ver el morado.


En el verano fue a la casa de Sirius. El lugar era horrible y los adultos se negaban a dejarlos limpiar con magia, lo cual era un desperdicio de tiempo.

Quizá eso era lo que había resultado por ayudarlo. Cuando puso la mano en el colgante y le dió la misma sensación que tocar a Tom. Se lo guardó, y habló con Tom al respecto.

Tom le explicó que había otros fragmentos como él. Y que estaba seguro que ese era uno.

El Tom del medallón sólo hablaba en Parsel y era bastante malhumorado. Pero hicieron un enorme descubrimiento. El medallón hacía un tiempo que podía ver el rojo.

Bajo las fragmentadas instrucciones del medallón, Harry recuperó la tiara en Hogwarts. Los cuatro tuvieron una muy extraña conversación dentro del diario. La tiara, sin embargo, no veía ningún color.

Ahora era obvio para Tom lo que sucedía. Distintos fragmentos del original estaban recibiendo los colores. Voldemort no estaba recibiendo ninguno.

Otra cosa que comprendieron es que cuanto más nuevos eran los fragmentos, menos podrían comunicarse. Harry deseaba poder juntarlos, pero Tom le explicó que eso era sólo posible con el original.

Empezó a soñar con el Ministerio. Y no era el único. Tom también. Eso hizo que tuvieran una pequeña teoría sobre la conexión entre ellos. Y por qué Harry siempre vio dos colores.


Miró a su alrededor y tomó la profecía. Un montón de tonterías, a su modo de ver. Pero entonces aparecieron los Mortífagos. Amenazó con romperla si no lo llevaban con Voldemort. Y entonces apareció. Harry había practicado para este momento.

~Soy un horcrux, y tú destinado. No has visto colores porque los están viendo los fragmentos de tu alma.

Voldemort lo miró estupefacto por el uso de la lengua de serpientes y por lo dicho.

~Llévame contigo. Puedo demostrarlo si me das el tiempo.

De pronto llegó Dumbledore. Voldemort estiró la mano y Harry corrió para tomarla. Desaparecieron de allí entre gritos de confusión.


—Dices que tienes mis horocruxes.

—Ah, sí.

Harry sacó los tres que tenía.

—Teorizamos que como tú aún no recibes ningún color, igual que la tiara, la copa tiene uno.

El medallón se abrió y murmuró en Parsel su propio asentimiento.

Harry metió la mano en los bolsillos, nervioso.

—Es altamente probable que recibas uno si… um… profundizamos el contacto.

Voldemort lo miró extrañado.

—Ah. Lo siento. Probablemente no estés interesado en besuquearte con un adolescente.

—¿Y tú acaso quieres besarme? ¿A pesar de cómo luzco?

Harry parpadeó y esbozó una suave sonrisa.

—Sí.

Voldemort lo miró extrañado. Tomó los horocruxes y lo encerró en una habitación.

Harry se sintió terriblemente solo por primera vez en muchos años.


Unos días después finalmente se encontró con Voldemort. El mago lo miraba contemplativo.

—Ve vivido toda mi vida sin un alma gemela, no necesito una ahora.

Harry apretó los labios. Por supuesto que no. Nadie nunca lo quería.

—Sin embargo, si estás dispuesto a jurarme tu lealtad, puedo darte a Tom.

El rostro de Harry se iluminó. Extrañaba a Tom. Asintió con rapidez.

—Eres mi destinado. No tenía intenciones de luchar contigo desde que lo entendí.

Estaba triste con el rechazo, pero al menos recuperaría a Tom.

—Tendrás que quedarte aquí. No estás seguro con Dumbledore.

Asintió con pesar. Tom muchas veces había dicho que Dumbledore lo mataría si supiera.


Aún después de hacer un juramento inquebrantable, Harry estuvo solo por días. A veces lloraba un poco por saber que no podría estar nunca con su destinado. Pero pensaba que quizás al quedarse aquí tendría una oportunidad.

Un día alguien golpeó a la puerta. Harry miró extrañado ya que los elfos normalmente aparecían su comida sin ruido alguno.

—Adelante —indicó con voz rasposa por el desuso.

La puerta se abrió y allí parado estaba Tom. Físicamente presente. Alto, cabello ondulado, aunque sus ojos eran rojos.

—Te hice esperar —declaró antes de acercarse a abrazarlo—. Ahora puedo tocarte —murmuró entre sus cabellos.

Harry comenzó a temblar y se aferró a él con fuerza.

—¿Estoy soñando?

—No, Harry. Estoy aquí. ¿No lo prometió acaso mi otro yo?

Sí. Voldemort lo había prometido, pero Harry nunca pensó que sería en otra forma que el diario.

—Desearía poder ver el color de tus ojos… pero supongo que debería agradecer poder tenerte entre mis brazos. Mi otro yo es idiota, pero agradezco que lo sea. Me dió la oportunidad de estar contigo porque yo sí lo anhelaba.

Se separó y con una sonrisa depositó un suave beso en los labios de Harry.

—Cuando la guerra termine, lo convenceré de que nos deje irnos juntos a vivir a otro lugar. Mientras tanto… podemos estudiar, conocernos y planear —dijo Tom entrelazando sus manos.

Harry apenas podía creerlo. Asintió enmudecido. Tom sonrió y lo besó de nuevo, profundizando por un momento.

—Por ahora, esta es nuestra casa. Ya no serás un prisionero. Y…

Harry lo miró curioso. Tras unos momentos comprendió que Tom podía ver un nuevo color. Sonrió alegre al respecto.

—Tom…

—¿Sí, Harry?

—Te amo —declaró alzándose en la punta de sus pies y besándolo.

Quizá nada había salido como lo planeaba, pero teniendo a Tom entre sus brazos, sentía que había obtenido más de lo que nunca imaginó.