Hola a todas las personas interesadas en leer este one shot. Aquí estoy yo de nuevo escribiendo de esta ship que tanto amo que es el SessRin. Les cuento brevemente que este one shot forma parte de un reto para el que me nominaron en Wattpad el cual consiste en escribir 20 songfics. Es decir, escribir relatos inspirados en canciones.
Ya que FFnet no me permite publicar para diversos fandoms, decidí publicarlo aquí solo como formato de one-shot. Estaré escribiendo más de estos one shot inspirados en canciones para diferentes fandoms, así que estén al pendiente. En el caso de este shot, está inspirado en la canción Dulce locura de La oreja de Van Gogh, una canción hermosa la cual les recomiendo que escuchen antes de proceder a la lectura.
Si se animan a leerlo, agradezco de antemano sus lecturas, comentarios o favs, espero sea de su agrado.
* Disclaimer: Los personajes de InuYasha pertenecen a Rumiko Takahashi, yo los utilizo sin fines de lucro solo para realizar este fanfic.
* Línea de tiempo: Universo alterno ubicado en la época actual
* Clasificación: T(+13)
* Total de palabras: 3,882
*Advertencias: Ligero OOC. Este one shot NO tiene un final feliz
Dulce Locura
Vendo el inventario de recuerdos de la historia
Más bonita que en la vida escuché
Vendo hasta el cartel donde se anuncia el estreno
Del momento que en la vida viviré
¿Cuánto tiempo había pasado desde que estaba tirada en el piso llorando de esa manera abrumadora y desesperada? Bien pudieron pasar horas, pero, aunque así fuera, a Rin le daba lo mismo, ya todo le daba igual.
Unos hipidos acongojados surgían del interior de su espinado corazón, viajando por su pecho, escapando por su garganta, perdiéndose solitariamente en el aire. Las saladas lágrimas que sabían asquerosamente amargas cortaban su piel surcando sus mejillas, perdiéndose en sus temblorosos labios.
"Debo parar, debo detenerme, esto no puede seguir así". Pensó para sí misma. A pesar de esto, aunque se lo suplicaba a su cerebro sin descanso este no la obedecía, por el contrario, parecía divertirle el seguirla torturando en su melancolía. Incluso sus irritados ojos castaños se movieron frente suyo, contemplando nuevamente todos los recuerdos esparcidos en el suelo.
Todas sus angustiantes memorias de la persona a quien tanto amaba y se había alejado de ella seguían ahí, contenidas en fotografías, cartas, entradas al cine, flores marchitas y un sinfín de objetos más.
—Sesshomaru… ¿Por qué te fuiste?
Susurró en un murmullo entrecortado mientras observaba una fotografía en el álbum que se encontraba en la caja en donde guardaba todos sus recuerdos. En ella, se podía apreciar un muchacho alto y bien parecido, con largo cabello plateado y hermosos orbes de color dorado, un apuesto hombre capaz de arrancar un suspiro de cualquier mujer que tuviera la fortuna de toparse con él.
Y a su lado se encontraba ella. Una dulce jovencita de estatura baja, con largo cabello café oscuro y brillantes ojos de un hermoso castaño.
En su rostro se apreciaba una enorme y alegre sonrisa, mientras que, en el rostro de su acompañante, a pesar de que se le notaba una apenas muy perceptible sonrisa en la comisura de sus labios, sus facciones lucían tan serenas y relajadas que no se necesitaba ser un genio para comprender que él también estaba contento.
Ese apuesto hombre la sostenía dulcemente por su cintura, mientras que ella tenía alzada la mano, mostrándole a la cámara un hermoso anillo de rubíes en su dedo anular izquierdo. La simple frase "Nos comprometimos" estaba escrita justo debajo de la fotografía pegada en el álbum con unas letras claras y estilizadas.
— ¿Cómo se supone que continúe sin ti a partir de ahora?
Rin se llevó las manos a su rostro en un gesto frustrado, al tiempo que más lágrimas surcaban por sus mejillas. El hermoso anillo de la fotografía seguía adornando su dedo, tal y como si este formara parte de su cuerpo.
Cuando fue capaz de tranquilizarse un poco, tomó con manos temblorosas e inseguras el álbum de fotografías y se dedicó a observarlo con detenimiento. Ella lo sabía mejor que nadie, que en tales circunstancias eso era lo peor que podía hacer, por desgracia no podía evitarlo. Necesitaba aferrarse a lo poco que le quedaba en vida de ese hombre que fue… no, más bien, que era el amor de su vida. No estaba dispuesta a dejarlo ir.
Más fotografías de ella junto con el atractivo muchacho de cabello platinado continuaron pasando frente a sus nostálgicos ojos. Irremediablemente la sensación de vacío se extendió a su pecho, enviando punzadas de tormentoso dolor a su corazón.
Ese hombre era Sesshomaru Taisho, quien fue su novio por más de tres maravillosos años de relación. Una maravillosa persona de la cual Rin no pudo evitar enamorarse perdidamente, y el cual la hizo sentirse más que afortunada cuando le pidió matrimonio.
Pero, como una jugada cruel del destino, su prometido perdió la vida en un aparatoso accidente automovilístico a plena noche, apenas a escasos quince días de su tan ansiada boda.
Vendo una cámara gastada que captaba
la mirada que en la vida grabaré
Vendo hasta el cartel donde se anuncia el estreno
Del momento que en la vida viviré
De eso ya habían pasado seis meses, y de nuevo ahí se encontraba Rin. Llegando al departamento en el que por más de un año compartió su vida junto con su amado Sesshomaru. No importaba que ya hubiera pasado tanto tiempo desde que le dio su último adiós, ella lo seguía extrañando como el primer día, fue como si con su muerte, le hubieran arrancado una gran parte de su corazón, una parte que no era capaz de sanar ni llenar con nada.
Día tras día, seguía llegando de su empleo en la agencia de publicidad, lugar en donde, por lo que ella consideraba un milagro, cruzó miradas con ese increíble hombre que le robó el aliento casi desde que se conocieron.
Y noche tras noche, esa triste escena se repetía. Se tiraba a la cama a llorar, y a maldecir a la vida por haberle quitado al que tuvo que ser su compañero de vida. Cada rincón, cada objeto, cada sombra en ese departamento se lo seguía recordando. Ella casi podía verlo nuevamente en la cocina, observándola con atención mientras preparaba el desayuno cada mañana para ambos antes de irse a trabajar.
Aun podía percibir su silueta sentada en los pequeños sofás de la sala mientras leía un libro, y este le tomaba amorosamente la mano para pedirle en silencio que se sentara a su lado.
El lado de su cama aún tenía su forma, sus sabanas y almohadas aún tenían su varonil y exquisito aroma. Rin aún sentía su calor protector extenderse y embargar todo su frágil cuerpo en esas noches solitarias.
Su piel aún se erizaba de éxtasis y añoranza cuando recordaba esas noches donde le hizo el amor de esa forma tan pasional pero tierna a la vez, esa increíble manera en la que solo él sabía amarla.
Seguía sumergida en todas esas sensaciones, en todos los sucesos contenidos en fotografías de todos los maravillosos momentos que vivieron juntos. Sus cumpleaños, sus salidas con familiares y amigos, sus viajes en pareja, hasta llegar a esa última foto.
Esa maravillosa noche en donde su amado Sesshomaru la llevó a la azotea del departamento, ese hermoso lugar en donde ambos disfrutaban de ir ahí para observar juntos las estrellas, y en una reunión sorpresa con sus familiares y amigos más cercanos, le propuso matrimonio.
La siguiente fotografía debía ser la de su boda. Ella luciendo su hermoso vestido de novia, y él, luciendo más atractivo de lo que ya era con su traje negro formal. Debían estar en ella, apreciándose completamente dichosos ya como marido y mujer, pero esa fotografía era solo un amargo sueño, ese recuerdo nunca iba a existir. Por otro lado, esos dos elegantes trajes se encontraban envueltos en bolsas de plástico al fondo del armario, tan solo acumulando polvo.
Entiendo que te fueras y ahora pago mi condena
Pero no me pidas que quiera vivir
Rin pasó de la tristeza a la rabia en cuestión de un parpadeo. Cerró el álbum para después arrojarlo furiosamente al fondo del armario. Tomó el pequeño paquete a unos metros de ella, el cual contenía todas las invitaciones para la boda, y sin pensarlo dos veces comenzó a hacerlos añicos entre sus manos.
— ¿Por qué te fuiste? Vuelve conmigo por favor. No puedo seguir así, no puedo vivir sin ti.
Susurró una y otra vez, con su mirada perdida a la nada, el rostro palidecido y los ojos hundidos en dolor, mientras dejaba caer los pequeños trozos de papel al suelo, los cuales parecían más bien sus ilusiones destrozadas.
Sin tu luna, sin tu sol, sin tu dulce locura
Me vuelvo pequeña y menuda
La noche te sueña y se burla
Te intento abrazar y te esfumas
Desde su partida se percibía tan débil e insignificante. Cuando él murió, ya nunca pudo volver a ser la misma, y por más intentos que hizo, creía que jamás podría volver a ser esa mujer alegre y risueña que tanto apreciaban todos.
Ahora era como un cadáver andante, incapaz de sonreír, o experimentar otra cosa que no fuera una profunda nostalgia y mortal tristeza. Su apetito se había ido, bien pudo haber perdido unos cuatro o más kilos desde el funeral.
Como sus fuerzas le permitieron, se levantó del suelo para dirigirse a la enorme y solitaria cama, lugar en donde se recostó hecha un ovillo, perdiéndose en sus arrepentimientos. Y es que Rin no solo experimentaba el incesante dolor por la pérdida de Sesshomaru, había otro sentimiento maldito oculto en un rincón de su corazón, algo que no se había atrevido a confesarle a nadie.
Ella también experimentaba una intensa culpa, temores que surgieron de nuevo esa noche por medio de un sueño, sueños que no dejaban de cazarla desde que comenzó su duelo.
— ¡Sesshomaru, mira, tienes que ver esto, por favor!
El joven de relajados orbes dorados separó la vista de la pantalla de la computadora y los dirigió con interés a su prometida. Ella se acercó presurosa a su lado, para después extender un catálogo en el escritorio.
—¿Qué opinas de estos lindos centros de mesa? —Preguntó ilusionada, recargando tiernamente su cabeza contra su hombro—Las personas que los elaboran forman diversas figuras de animales con los pañuelos, ¡además los acompañan con las flores a tu elección! ¿Verdad que son hermosos? ¿Podemos elegir estos centros de mesa para la boda?
Sesshomaru asintió levemente con la cabeza, acercó su mano al hermoso rostro de su futura esposa para posarla delicadamente contra su mejilla, mientras opinaba con un tono bajo y sereno:
—Si crees que es lo mejor y es lo que deseas, entonces esos serán nuestros centros de mesa.
Rin hizo un pequeño puchero, a pesar de eso, se dejó consentir por las caricias que recibía en su rostro, al alegarle con una voz falsamente caprichosa:
—Me gusta que cedas de inmediato a cada cosa que deseo para nuestra boda, y sé que esta es tu forma de ser, pero… Mi muy amado futuro esposo ¿no crees que puedas fingir cuando menos un poco de emoción y participar más en las elecciones de las cosas para nuestra boda?
Sesshomaru cerró lentamente sus ojos, Rin lo escuchó exhalar un bajo y acompasado suspiro para enseguida responderle sin abandonar las caricias en su rostro:
—Cualquier cosa que elijas estará bien, ya que eres tú quien toma estas decisiones.
—¿Y qué tal si termino eligiendo adornos demasiado extraños, o, por el contrario, cosas demasiado caras? ¿Aun así seguiría estando bien?
— Si. La boda estará bien de cualquier manera. Sabes bien que estos eventos sociales no me interesan. Si es un evento sencillo, o por el contrario suntuoso, eso carece de valor para mí. Mientras seas tú a quien despose, lo demás carecerá de importancia. Lo más importante en esa boda para mí, serás tú, mi futura esposa.
El corazón de Rin bailó de alegría. La sonrisa en su rostro aumentó, demostrando lo mucho que amaba a su prometido. Apoyó su mano contra la suya para después acercarse lentamente a ese varonil rostro, en un ansiado intento por saborear sus labios.
Sin embargo, apenas a unos segundos de conseguir el tan ansiado tacto, la imagen de Sesshomaru desapareció y todo oscureció alrededor de Rin. Desde su muerte, ese sueño siempre se burlaba de ella de esa espantosa manera. Se lo entregaba unos segundos, para después arrebatárselo.
"Sesshomaru me amaba tanto y tenía esos sentimientos tan hermosos por mí. Y a pesar de eso, yo fui una tonta insegura que se atrevió a desconfiar de él".
Se escuchó de pronto ese acongojado pensamiento que no dejaba de acecharla, mientras la imagen anterior era sustituida por una escena en donde Sesshomaru tomaba una pequeña maleta y se ponía su largo abrigo color canela.
—¿Te vas de nuevo? —Preguntó Rin sin poder disimular su descontento.
— Si. —Contestó su prometido, mientras revisaba distraídamente unos documentos antes de echarlos en la maleta de mano.
— Sabes que incluso aunque yo sea tan noble y tranquila, cualquiera sospecharía si vas a ver a tu ex novia apenas unas semanas antes de nuestra boda… ¿verdad? Señaló Rin, forzando una sonrisa tranquila. Sesshomaru se dio la vuelta, dedicándole una mirada sospechosa e indescifrable. Se miraron intensamente por un breve momento en silencio, hasta que el joven de cabello plateado le dio la espalda, y agregó con indiferencia:
—Te lo dije antes y lo repetiré de nuevo… Solo estoy viendo a Kagura por unos asuntos de negocios, eso es todo, no debes darle más importancia de la necesaria a esto.
Rin se mordió el labio inferior, intentando controlar sus celos e inseguridades, desafortunadamente le fue imposible ¿cómo podría serlo si sabía lo pasional que fue la relación de esos dos?
No quería que le afectara de esa manera. Rin en el fondo siempre fue algo insegura, una persona demasiado empática que hacía todo lo necesario para evitar conflictos. Aun cuando su prometido intentaba hacerla sentir como la mujer más maravillosa y hermosa sobre la faz del planeta, si se comparaba con otras, sobre todo como en el caso de Kagura (mujeres despampanantes a su forma de ver), ella se percibía en desventaja, imaginaba que tenía todas las de perder.
Fue por esta razón que por más que intento mantenerse racional y serena, le fue imposible. En un arrebato desesperado e impredecible, le gritó con amargura antes de que saliera del departamento:
—¡Intenté que no me importara, pero no puedo! ¡Por muchas excusas que me des, no puedo dejar de sospechar, y eso es porque esta es ya la tercera vez que vas a verla! ¡No puedo dejar de morir de celos! ¡Tengo un intenso miedo de perderte!
Rin apretó sus manos fuertemente en puño. Una vez dejó salir todos esos pensamientos que la atosigaban, un nudo se formó en su garganta, al tiempo que sentía una opresión extenderse en su pecho que casi le obstruía la respiración.
Observó con ojos humedecidos a Sesshomaru el cual aún le daba la espalda. Sin ser capaz de agregar algo más, esperó pacientemente su respuesta. Para su confusión, él le contestó sin siquiera volverse a verla, sin cambiar ese tono inexpresivo, el cual terminó de hacer añicos su corazón:
—Creí que te había demostrado muchas veces antes lo importante que eres para mí, que eres tú ya la única mujer en el mundo con quien quiero pasar el resto de mis días. El tener que ver a Kagura para este asunto solo fue una extraña y nada agradable coincidencia, pero por desgracia no puede evitarse. Rin… Solo puedo pedirte que confíes en mí, que te aferres a la idea de que tú eres el amor de mi vida.
— Aún estás a tiempo de arrepentirte. —Interrumpió Rin con sus palabras inundadas en dolor mezcladas con incontrolables celos—. Ya que es imposible para ti dejar de verla… ¡aún estás a tiempo de romper nuestro compromiso y largarte con ella!
Después de eso ya no agregó nada más, se dio la media vuelta y se dirigió corriendo a su habitación a encerrarse, escuchando detrás de ella como su prometido la llamaba una y otra vez.
Sesshomaru intentó hablar con ella a través de la puerta, pero Rin se negó a escucharlo y salir de la habitación. Para agregarle más sal a la herida, tras unos minutos, su prometido se dio por vencido y salió del departamento. Lo último que le dijo fue que volverían a hablar del asunto una vez regresara.
Era justo en ese momento, cuando los sueños de Rin se tornaban en horribles pesadillas, ya que no sucedió. Ya no fueron capaces de hablar pues fue en esa terrible noche cuando Sesshomaru ya no llegó a su destino y perdió la vida.
Rin no solo tuvo que vivir sin su compañía desde entonces, también tuvo que hacerlo con la culpa de que las últimas palabras que cruzó con el amor de su vida, fueron esas frases llenas de rabia, que la última vez que hablaron lo hicieron en medio de esa desastrosa discusión.
Desde la partida de Sesshomaru, Rin tuvo que aprender a vivir con su ausencia, y con esos crueles sueños en donde revivía esa discusión una y otra vez. Esa vorágine de sueños donde intentaba alcanzarlo y nunca lograba llegar hacia él. Luego mutaban a pesadillas donde su mente le repetía a cada instante que ella tenía la culpa de todo.
"En verdad… ¿a esto se le puede llamar vida?" Llegó a pensar Rin en más de una ocasión al despertar de esas incesantes pesadillas.
Por insistencia de su familia y sus amistades cercanas, Rin tomó la decisión de mudarse de ese departamento y pasar una temporada viviendo con sus padres, al menos en lo que lograra estar emocionalmente más estable.
Sintiendo el corazón pesado, esforzándose al máximo por mitigar su dolor, Rin comenzó a empacar con ayuda de sus mejores amigas, Kagome y Sango. Gracias a ellas, logró que esa no se convirtiera en una tarea tan pesada ni masoquista para ella.
Así pasaron dos días, en los cuales ya estaba todo casi listo para la mudanza de Rin. Una vez sus amigas se fueron, Rin cenó un ligero plato de yogurt con frutas para después disponerse a dormir. Esa era su intención, sin embargo, al fondo del armario ya casi vacío vio algo que le llamó poderosamente la atención.
Se acercó con pasos inseguros, llevándose la mano a la boca y ahogando una exclamación de asombroso al reconocer ese objeto: el maletín de mano con el que Sesshomaru salió a carretera esa fatídica noche en la que ya no regresó.
Ella sabía mejor que nadie que ese objeto se encontraba ahí, pues le entregaron todas las pertenencias de su prometido que encontraron en el coche. A pesar de esto, el dolor de saber lo que realmente estaba haciendo en esos viajes le superaba, era incapaz de enfrentar su realidad, por ese motivo lo había dejado oculto en el armario.
"Lo mejor será que se lo entregue a su hermano, InuYasha". Reflexionó Rin, acercándose al maletín y tomándolo con manos temblorosas. En su estado inseguro, no pudo percatarse que el maletín estaba abierto, motivo por el cual cuando dejó el objeto cerca de la puerta del departamento, un sobre amarillo salió de él y cayó al piso, justo a unos metros de sus pies.
El corazón de Rin dio un vuelco cuando observó el sobre con atención, y se percató que este tenía escrito el con la caligrafía pulcra de Sesshomaru: "Para mi futura esposa".
Sabía que no debía, que observar el contenido de ese sobre solo iba a desquebrajar su corazón, el cual, por fin tras esos desgastantes meses, por fin comenzaba el proceso de sanación.
A pesar de saberlo, su curiosidad, y lo mucho que aún lo amaba hicieron mella en ella, obligándola a ignorar sus auto advertencias, y tomar el sobre con firmeza entre sus manos para ver su contenido.
Cuando lo hizo, la boca de Rin se abrió sola desmesuradamente, aunque lo intentaba, no podía hablar ni gritar pues su garganta se había secado. Su cuerpo solo pudo comenzar a temblar levemente, mientras que sus ojos se entrecerraron en una mueca que dejaba entrever lo destrozada que se sentía en realidad.
Eran las escrituras correspondientes a la compra de una hermosa casa de campo. Una hermosa casita de estilo rural, la cual cada vez que viajaban lejos de la ciudad donde vivían y Rin veía, siempre había externado lo mucho que le gustaría vivir ahí.
Los papeles correspondientes a la compra estaban firmados por Sesshomaru como el comprador, y por Kagura como la agente de bienes raíces.
Detrás de todos los papeles había una fotografía, en la cual estaba escrito debajo: "Nuestra casa en donde viviremos ya como un matrimonio". Justo a su lado, estaba un pequeño post it en donde también había escrito: "El primer regalo que te daré como tu esposo".
Él siempre hizo esas cosas para ella. Muy a menudo, desde que comenzaron a vivir juntos, le dejaba notas en post it con recordatorios o simples mensajes para decirle lo importante que Rin era para él. Le quedó más que claro que Sesshomaru había preparado ese sobre para darle la sorpresa de que había comprado esa tan ansiada casa para mudarse en ella una vez se casaran.
Rin se inclinó sobre su estómago, arrojó el sobre para después proferir un prolongado y desgarrador grito que incluso hasta lastimó sus cuerdas vocales, en la única manera que encontró para externar el intenso dolor que la mataba por dentro.
Después permaneció llorando tendidamente por un largo rato más, hasta que sus vacíos y cansados ojos se alzaron hasta el techo. Cuando hizo esta acción, pareció descubrir que era lo que tenía que hacer.
Subiré cada noche a buscar
A tu luna en mi tejado
El recuerdo de un abrazo
Que aún me hace tiritar
Con pasos lentos y temblorosos, como si estuviera en un extraño trance, Rin subió las escaleras metálicas para llegar a la azotea del departamento. La pálida luna y las estrellas que hasta parecían brillar con timidez le dieron una compasiva bienvenida.
La jovencita que parecía un cadáver andante llegó a la orilla de la azotea, y bajó la vista, apreciando la inmensa cantidad de metros que separaban el cielo al suelo de asfalto de las calles del primer piso.
Se abrazó a sí misma. Una sonrisa torcida y deforme apareció en su boca antes de que murmurara con voz entrecortada, hablándole a la nada:
—Mi querido Sesshomaru… ¿puedes recordar todas las noches que pasamos aquí mirando a la luna y las estrellas? ¿recuerdas cuando me abrazabas, besabas, y me repetías mil veces que yo era más hermosa incluso que la misma luna?
¿Creíste que yo iba a cometer tal pecado? Ahora, tras encontrar ese sobre, no puedo dejar de pensarlo… Que a causa de mis rabietas e inseguridades yo ocasioné tu muerte.
Tú solo querías lo mejor para mí, siempre lo deseaste, y aun así yo fui una estúpida que se atrevió a dudar de ti, del inmenso amor que siempre me profesaste.
¿Pensaste que sería yo misma la que te alejaría de mi lado? Tal vez fue un castigo, la vida me castigó arrebatándome de mí. Pero, Sesshomaru, ahora seré yo quien burlará a la vida, ya sé lo que tengo que hacer.
Sin tu luna, sin tu sol, sin tu dulce locura
Llorando como un día de lluvia
Mi alma despega y te busca
En un viaje del que nunca volverá
Rin cerró sus ojos, sintiendo la humedad de sus últimas lágrimas derramadas paseándose por sus pálidas mejillas. Extendió sus brazos a sus costados y aflojó su cuerpo. Se dejó caer hacia delante, lanzándose hacia el vacío.
La gravedad se encargó de hacer su trabajo, atrayendo inevitablemente el cuerpo de la que una vez fue una alegre jovencita llena de esperanza. El cuerpo cayó de ese veinteavo piso hasta el primer piso en el asfalto. Un ruido sordo y crujiente marcó el fin de su vida.
"Sesshomaru, discúlpame, pero después de esto ya no puedo más. No quiero seguir viviendo este castigo eterno de no tenerte a mi lado. Si yo tengo suerte, y la vida se compadece de mí, tal vez algún día nuestras almas vuelvan a encontrarse".
