Muy buenos días, tardes y noches, queridos lectores de esta página!

Cómo están? Se encuentran bien en medio de esta eterna pandemia? Han sido vacunados?

Por mi parte, tenía pensado publicar este one-shot la semana entrante, pero como hoy rendí un examen final (el último antes de la tesis) y aprobé, la inspiración me vino al instante y tuve que aprovechar para finalizar este fic.

Solo diré que lo disfruten como yo lo hice al escribirlo.

Sin más palabras que agregar, aclararé que no soy dueño de ningún personaje, todo corresponde a su respectivo dueño.


SABBATICAL YEAR

Expeliendo un funesto bufido cansino, el dios de los mares se dejó caer desprolijamente sobre su trono en Atlantis, ignorando las miradas curiosas de sus súbditos, como así también la de aquellos que se consideraban aún su familia sin importar de los deslices que pudiesen haber efectuar a lo largo de los siglos.

Masajeándose las sienes, el Olímpico terminó por soltar un ahogado grito de frustración, espantando a varios de los habitantes submarinos, sean meros animales acuáticos o guardias reales.

-Poseidón! – clamó una bella mujer de verde armadura y cabello azabache.

Aun sí su molestia era bastante notoria, el nombrado decidió resignarse a soportar las imperiosas ansias de continuar gritando, solo para enfrentarse al rostro de su amada esposa, aquella que luego de tanto tiempo permanecía a su lado.

-Lo siento, Anfitrite…- musitó el hijo de Kronos, dejándose tocar la fas por dicha mujer, la cual buscaba indicios de algún daño.

-Qué ha ocurrido padre? No sueles actuar de esta manera? – preocupado a su manera, un joven adulto con rasgos similares al Olímpico pero una cola de pez, inquirió mientras se aproximaba a la pareja.

Tomando las delicadas extremidades superiores de su esposa y llevándolas hasta los labios para depositar castos besos de agradecimiento, Poseidón dedicó posteriormente una mirada comprensiva a su hijo mayor, notando cómo bajo su fachada regia escondía el agotado temple que su trabajo le otorgaba.

-Tú tío ocurrió, Tritón- fue todo lo que dijo el hombre mayor.

Aquellas palabras bastaron para que las únicas personas junto al monarca farfullaran hastiados, pues personalmente no anhelaban pasar más de cinco segundos junto a él, no solo por sus extensas peroratas aburridas, sino que por también por sus actitudes indeseables hacia todos los que le rodeaban.

Contento al ver cómo su familia compartía el mismo sentimiento de perturbación por Zeus, el monarca submarino relajó un poco los hombros, queriendo más que nada quitarse el acumulado estrés que atentaba con romperle la cabeza debido a las migrañas. En respuesta a su acción física, Anfitrite no perdió tiempo alguno, eligiendo tomar lugar en el regazo de su esposo y abrazarlo comprensivamente, mientras que el hijo de ambos volteaba para evitar ver el intercambio cariñoso.

Pues si bien habían pasado siglos de ver lo mismo, aún le seguía pareciendo incómodo.

-Algunas veces desearía actuar como Hades e ignorar por completo las reuniones que convoca- manifestó la progenie que el Titán del Tiempo tuvo con Rea.

-Perséfone muchas veces se jacta de lo bueno que es no ir al Concejo en el Monte Olimpo. Tal vez nosotros podríamos hacer lo mismo- rememorando una de sus tantas pláticas que tenía con la hija de Deméter, la pelinegra comentó.

Una enarcada ceja demostró la incredulidad que hallaba ante tal sugerencia Poseidón, teniendo de inmediato un tácito debate con su esposa cuando esta alejó apenas unos centímetros su rostro de la curvatura del cuello con el fin de mirarle fijo a los ojos.

-Querida…- casi como si estuviese regañando a una infante, el gobernante acuático musitó.

-Di lo que quieras, pero admite que esa idea es tentadora- replicó al instante la hija de Nereo, golpeteando repetidas veces con su falange índice diestro en el atlético pecho de Olímpico.

Pese a querer mostrarse renuente, principalmente con gestos faciales que le daban gracia a la fémina en su regazo, Poseidón tuvo que admitir para sí mismo que era demasiada veraz tal observación.

-Madre tiene razón. Deberías de darle una oportunidad a esa elección- mirando por encima del hombro siniestro, el más joven de los tres presentes en la sala del trono habló.

-Mmh…No lo sé. Habrían tantos problemas si desaparezco como si nada- dubitativo, el monarca comenzó a tener en cuenta la idea que Anfitrite había propuesto.

-Oh, vamos! Tú y yo sabemos perfectamente que Atlantis es aún más tranquilo que los dominios de Hades. Básicamente los únicos problemas en los últimos años fue durante las dos guerras que conseguimos ganar- no pudiendo creer las excusas que su marido intentaba usar, la fémina se puso de pie instantáneamente antes de proceder a girar sobre su propio eje con los brazos en paralelo al suelo.

Demostrando así su infalible punto de vista.

-Vale…digamos que acepto tu idea- dio inicio a la vocalización de pensamientos el mandatario submarino.

-Sí! – izó ambas extremidades superiores la dama, avergonzando de momento a Tritón.

-Estoy hablando hipotéticamente, cariño- divertido con los manierismos de su reina, Poseidón aclaró.

-Oh…- musitó Anfitrite, entristeciéndose al creer que su sueño se esfumaba.

-Como decía, supongamos que veo con buenos ojos tu propuesta. Quién se haría cargo de todo mientras no estamos? Porque no seré irresponsable como mi hermano menor y dejar mi reino sin gobernante temporal- retomó la dicción el Olímpico, demostrando su mayor razón para desistir de la idea que la mujer frente a él sugirió.

Aquello hizo que la diosa se percatara del pequeño detalle que había salteado entre tanta animosidad, obligándola a fruncir el entrecejo para demostrar que estaba pensando minuciosamente en alguna solución acorde para dicho problema.

Por un súbito momento, los dos hombres en la sala notaron que la mujer había dejado de respirar y pestañear, confundiéndolos. Mas la reacción por parte de ella no se hizo esperar, tomándolos por sorpresa cuando ejecutó un sonoro aplauso en simultáneo que esbozaba una radiante sonrisa.

-Trit…- virando en dirección a su hijo, la mujer comenzó a hablar con demasiada dulzura.

Solo para que dicha persona a punto de ser nombrada le detuviese al alzar ambas manos en señal de alto.

-No…No, no, no…Ni siquiera lo pienses, madre- Tritón se apresuró en renegar lo que su progenitora estaba por sugerir.

-Pero por qué, hijo!? Acaso no quieres que tus padres disfruten un poco de descanso? – acusó la reina de Atlantis, cruzándose de brazos antes de regresar al regazo de su esposo.

Quien para seguirle la corriente, optó por fingir enojo.

De no ser por los años de vida que poseía, la deidad más joven entre ellos habría caído en las artimañas de Anfitrite. No obstante, esto ya no era así, por lo que sencillamente enarcó una ceja y enseñó una sonrisa torcida.

-Primero que nada, eso ya no funciona en mí. Tal vez con Kymopoleia, pero definitivamente no conmigo- sacudiendo sutilmente la cabeza en movimientos laterales, el joven dios de los mares, a comparación de su padre, expresó.

-Oh…- repitiendo una vez más en el día su monosílabo depresivo, la bella fémina musitó, valiéndole un beso en la coronilla por parte del hijo de Kronos.

-Segundo, lamento informarles que yo también quiero vacaciones. Y nada ni nadie me detendrá de disfrutarlas- ignorando la apócrifa tristeza de la mujer que lo concibió, Tritón terminó por esclarecer las razones de su negación.

Tras la revelación, el matrimonio cruzó miradas curiosas en silencio por unos eternos segundos, hasta que finalmente empezaron a reírse. El hijo de ambos, por su lado, supuso que se mofaban a su costa, reaccionando de la manera más acorde posible, siendo esta el bufar como un niño y mirar a un costado.

Lo que empeoró la diversión de sus padres durante unos minutos más hasta que consiguieron menguar las carcajadas.

-Vale, entiendo tu punto hijo. Pero aun así, sí tú no puedes ser mi reemplazo…entonces quién? – dejando sutilmente claro que aceptaba la propuesta de Anfitrite, la cual comenzó a besarle las mejillas, Poseidón inquirió dudoso por las suplencias que surgirían.

Dicha interrogante sembró indecisión en la sala del trono submarino, sumergiendo a cada uno de ellos en un debate interno y personal, descartando a cuanta persona perteneciente a sus filas se les ocurría. Ninguno se movió centímetro alguno de sus lugares, abstraídos completamente del mundo exterior, intentando llegar a una resolución concreta que satisfaga las expectativas de los presentes.

Casi como si fuese un acto de los Destinos, las cabezas del trío se alzaron bruscamente, intercambiando miradas decididas en conjunto a sonrisas orgullosas, todo por haber llegado a una misma respuesta sin siquiera haber abierto sus bocas.


Catorce pares de ojos permanecieron fijos en la figura que acababa de ingresar a la Sala del Concejo en el Monte Olimpo, descreyendo absolutamente que fuese real la presencia entre ellos, aunque dudando por momentos cuando esta misma no parecía mostrar la más remota señal de respeto hacia sus personas.

A paso lento, la figura masculina de firme porte, cabello azabache y penetrantes ojos verde agua, se acercó al trono que se hallaba a la siniestra de Zeus, asombrando nuevamente a todos los presentes cuando sin problemas tomó asiento y dejó a un lado un imponente tridente.

-Qué? – inquirió el varón recién llegado a los demás, descubriendo que no le quitaban los ojos de encima.

La interrogante despabiló a todos los presentes, recapacitando y tomando nota de que la nueva persona entre ellos no era un mero espejismo producto por algún enemigo a enfrentar. Y si bien esto era bueno, no dejaban de incrementar las propias preguntas que poseían en relación a ello.

-Qué crees que estás haciendo aquí, semidiós?! – la voz del monarca de los cielos tronó en todo el Olimpo, asustando inclusive algunos transeúntes mortales de la ciudad ya que el ruido se escuchó hasta allí.

Siendo un día totalmente soleado y despejado.

-Eh? Acaso mi padre no les dijo nada? – confundido, el implicado levó apenas la cabeza hacia la izquierda y trató de averiguar.

-Obviamente no estaríamos preguntándote qué haces aquí en caso de saberlo…- bufó una dama de oscuro cabello negro y orbes grises, las cuales parecían analizar profusamente al inesperado invitado.

Esto llamó demasiado la atención del ojiverde, pues creía que todo había sido explicado con anterioridad. Pese a ello, no malgastó tiempo en enfadarse con su progenitor, decidiendo como alternativa soltar un cansino suspiro con el fin de prepararse para la hecatombe que se ocasionaría.

-Y bien? No piensas respondernos, muchacho? – una pelirroja ordenó, al mismo tiempo que fulminaba con la mirada al susodicho y preparaba su arco en caso de tener que tomar represalias.

-Geez…Solo estoy reemplazando a mi padre mientras él, Lady Anfitrite y Tritón se toman unas vacaciones- rascándose la parte posterior de la cabeza en señal de incomodidad, el hijo de dicho dios Olímpico declaró.

Solo para que así se desatara el pandemónium.

Los gritos no se hicieron de esperar.

Insultos a personas que no estaban comenzaron a escucharse.

Amenazas de muerte inclusive se pronunciaron.

Hasta intentos de querer golpearse uno a otros empezaron a efectuarse.

Una clara demostración de fastidio se presentó en el rostro del reemplazo que Poseidón tenía, siendo que el rechinar de dientes empezó a hacerse eco en la habitación, silenciando paulatinamente a todos en el instante que le vieron tomar el tridente y atentar con estrellarlo contra el suelo de mármol si no se callaban.

-Podemos fingir nada más que soy mi padre para terminar con esta reunión? Tengo todo un reino que cuidar por si no están enterados- espetó el pelinegro, haciendo rebotar su pie derecho en todo momento.

-No! Y antes quiero que expliques el por qué mi hermano no vendrá más, Perseo Jackson! – exigió Zeus, sin notar que su esposa giraba los ojos exasperada debido a tanto dramatismo.

-Creo que ya lo expliqué, tío. Él, su esposa y Tritón se fueron de vacaciones. A mí simplemente me dieron este puesto de manera temporal para evitar que sus deberes queden sin cumplir- emulando la reacción de Hera mientras se dejaba caer en "su" trono, Perseo alegó.

-Veo muy difícil que mi hermano haya hecho tales acciones. Incluso si su excusa es pasar tiempo en familia- escéptica, Deméter murmuró audiblemente.

-Bah! A quién le importa eso!? Si el mocoso está aquí, entonces significa que puedo pelear contra él todas las veces que desee! – despreciando las palabras de su tía, el dios de la guerra exclamó con braveza.

-Emh..sí, respecto a eso…- desviando la mirada hacia la hoguera que cuidaba Hestia meticulosamente, el hijo de Sally Jackson musitó.

-Qué? – escupió su monosílaba pregunta, Ares.

-No voy a tener tanto tiempo como para perder mis descansos contigo. De hecho, tengo una lista que cumplir durante un año- Perseo explicó lo mejor posible, extrayendo del bolsillo derecho de su campera una tira blanca que antes era parte de un cuaderno, totalmente escrita en ambos lados.

Más de una ceja se enarcó en la sala, enseñando incredulidad por las palabras explayadas. Previo a que alguien más se levantara, Hermes recorrió la distancia que le separaba del semidiós en un parpadeo, apropiándose del papel donde estaban escritos numerosos tips.

Los cuales empezaron a provocarle una carcajada, la cual tuvo que contagiar a sus pares tras tenderles la lista para que la leyeran también.

Decir que las risas inundaron el lugar, era un eufemismo.

Sin olvidar que las quejas no escasearon.

-Golpear a Zeus cuando sea un idiota. Tratar de no dormir cuando Athena hable. Vigilar a Hermes para que no robe. Ser paciente con Deméter…- en voz alta, e intentando amainar la perpetua sonrisa que adoptó, Afrodita hizo saber lo que tanto debía seguir Perseo.

-Mataré a ese Barba Percebe cuando regrese…- maldijo la diosa de la sabiduría, quien a falta de su némesis tuvo que conformarse con odiar al hijo de este.

-Sabes que no soy él, cierto? – notando lo que la descendiente de Metis hacía, Jackson interpeló sarcásticamente.

Un gruñido gutural fue la única respuesta que recibió el ojiverde, teniendo que girar nuevamente los ojos y aceptar en su interior que los próximos doce meses solo serían un martirio para él.

-Esto significa que ya no tendré que verte en el campamento? – una voz tomó por sorpresa a todos con tal pregunta, siendo un recién despierto Dionisio.

-A menos que me quieras allí de visita…pues no- encogiéndose de hombros, Percy alegó.

-Sí! Primero Annie Bell se fue a Grecia, y ahora tú estarás fuera de mi vista! Esto merece un festejo! – exclamó emocionado el regordete hombre que apestaba a alcohol, inclusive si no podía beberlo debido a su penitencia.

-…La lista dice algo en relación a Dionisio? – musitó curioso el rey del Olimpo.

-Emh…aguarda un momento…no, no, esta es graciosa pero es para Ares, no, no, aquí está! Que un exocétido le golpee en la cara- releyendo el papel, Apolo comenzó a descartar las labores del semidiós hasta hallar la que requería Zeus.

-Un qu…? – quiso preguntar el implicado principal, pero terminó siendo interrumpido por un objeto que le saltó hasta el rostro.

SLAP!

-Un pez volador- con cara de palo, el reemplazo de Poseidón enunció luego de golpear con la base del tridente contra el suelo.

-Cómo hiciste eso? – tratando de encontrarle lógica a lo que vio, Hefesto formuló su interrogante.

-Mi padre me bendijo para cumplir este trabajo- comunicó el interpelado, depositando el arma divina sobre su regazo para después retomar la postura desganada que tenía previamente.

En definitiva, para Percy Jackson, este trabajo provisional no se asimilaría en nada de lo que se había imaginado. Sin embargo no tenía quejas que poner, ya que necesitaba una vía de escape para los constantes recuerdos que tenía de Annabeth, con la cual habían finalizado la relación de noviazgo por motivos de causa mayor.

-Este será un año muy, pero muy, largo…- susurró el semidiós bendito, tratando de no dormirse cuando Athena empezó a dar su monólogo.


Si era honesto consigo mismo, Perseo podía determinar que una parte de él estaba totalmente complacido con el trabajo que llevaba a cabo ya que aquellos que debía dirigir estaban felices por recibir ayuda en tareas superfluas, así como también acompañándolos en guardias, o visitar a demás integrantes del mundo divino que reconocían a Atlantis como su hogar para cuestionarles si requerían algo en particular.

Obviamente los coqueteos por parte de nereidas, oceánides y náyades no tardaron en vocalizarle, realizando sus máximos esfuerzos en atraer la atención, además del libido, de aquella persona a cargo. Este mismo, encontrada gracioso lo que hacían, aunque también conseguían perturbarlo cuando no aceptaban una negativa a los avances e intentaban someterlo, obligándolo a recurrir al escape furtivo.

Con esta última acción, el pelinegro fue dirigido inconscientemente a un destino que en verdad no tenía para nada planeado.

-Qué haces en mi campamento, muchacho? – exigió de inmediato Artemis, viendo cómo un Percy salvaje apareció de entre los árboles.

Haciendo que las cazadoras se asusten por tan repentino suceso, para consecuentemente tomar sus arcos y apuntarle al semidiós bendecido.

-Escóndeme! – replicó agitado Jackson, mirando desesperado su retaguardia.

Tomada por sorpresa con tal respuesta, la dios de la luna bajó su propio arco, sumiéndose a la curiosidad que de igual manera compartían sus seguidoras.

-Explícate, cabeza de algas- en esta ocasión interpeló Thalia, avanzando hasta el frente junto a la Olímpica.

-Estaba con las náyades…- comenzó a parlar el pelinegro, mas fue interrumpido por una joven cazadora.

-Lo sabía! Eres un perverso que solo trataba de aprovecharse de e…! – se quejó la seguidora de Artemisa.

Sin embargo ella también tuvo su dicción entorpecida por un hastiado ojiverde.

-Como decía, estaba con las náyades para preguntarles si necesitaban algo en particular para mejorar el medio donde viven. Algo que he estado haciendo con todos los súbditos de mi padre- retomó la palabra el hijo de Poseidón, sin dejar de ver hacia los costados, más asustado de sus perseguidoras que de las mujeres vestidas de plateado.

-Pero…- a sabiendas que ahora comenzarían a detallar los motivos de su estado paranoico, la diosa de la luna incentivó a que prosiguiera.

-Pero apenas si pude hablar con ellas unos minutos antes de que empezaran a coquetear e intentar abrazarme por la fuerza. A partir de allí las cosas solo se pusieron peores, pues cuando intenté retirarme todas ellas clamaron que me tomarían- cabizbajo, el hijo de Sally Jackson alegó.

-Y tú, siendo quien eres, huiste. O me equivoco? – esbozando apenas una mueca sardónica, la teniente de la caza inquirió.

Un asentimiento, por parte del único varón presente en el claro, sirvió como respuesta.

-Sabes que puedes aparecerte con la bendición de tu padre, no? – compartiendo el estado de ánimo que su media hermana punk, Artemisa formuló una interrogante.

Los ojos verdes de Percy se abrieron exageradamente al escuchar las palabras de la pelirroja. Aun así, en el instante que planeaba contestar, varias cacofonías ahogadas por el follaje se hicieron más entendibles, siendo esta un sinfín de gritos femeninos que reclamaban su nombre de forma desesperada.

En vísperas de que no podía perder más tiempo, Percy olvidó por completo la última indicación de la diosa Olímpica, eligiendo en su lugar el esconderse entre la manada de lobos que descansaban cerca de una tienda de campaña. Los animales, sorprendidos, apenas reaccionaron en consecuencia al tener que hacerse a un lado cuando el pelinegro se zambulló entre ellos, tomando luego a varios de los mismos con el fin de acomodarlos sobre su cuerpo, borrando así su existencia visual de todas las féminas.

-Wow…- atinó a decir una de las cazadoras más jóvenes, girando posteriormente su cabeza en dirección al camino por donde apareció en primer lugar el semidiós.

-Lord Perseo! Dónde se escon…EEEP! – los gritos finalmente se hicieron entendibles, siendo al menos una decena de ninfas de agua dulce que corrían a gran velocidad.

Quienes detuvieron con brusquedad tanto los gritos como la esprintada, al divisar la molesta mirada argentada de Artemisa.

-Puedo saber que hacen fuera de su lago, náyades? – interrogó la hija de Leto.

-Yo…Nosotras….Perdónenos, Lady Artemisa! – temblando de terror, la ninfa que parecía liderar la búsqueda hincó su rodilla al suelo, siendo emulada rápidamente por sus pares.

-Aún no responden a mi pregunta- estableció la pelirroja, quien adoptó su figura adulta para imponer más respeto.

Lo que por poco hace que las náyades se desmayen en sus lugares, arrepintiéndose en su totalidad de atosigar a quien actualmente era el gobernante de los mares.

-Qué buscaban al decir "Lord Perseo"? Acaso mi primo les hizo algo? – Thalia Grace tomó la palabra, dando un hacia delante y desplegando su lanza, haciendo danzar chispas en la punta afilada.

En milisegundos las ninfas de agua dulce reaccionaron ante la fingida acusación de la teniente, irguiéndose en sincronía y fulminando con la mirada a la susodicha.

-No digas eso de él! – inició la líder de las náyades.

-Lord Perseo es una buena persona! – prosiguió una fémina de la naturaleza que parecía llevar un vestido translúcido.

-Ha estado ayudándonos a todos sin pedir algo a cambio! – como si estuviese al borde de las lágrimas por las sospechas mal infundadas que tenía hacia Percy, una tercera ninfa acuática clamó.

-Será un gran gobernante cuando Lord Poseidón decida retirarse totalmente! – aseguró una cuarta mujer, quien llevaba su cabello decorado con flores de lagos.

-Nosotras solo queríamos agradecérselo! – continuó otra dama de agua dulce, bajando los hombros al perder toda su furia hacia Thalia.

Tácitos cruces de miradas entre las mujeres vestidas con parkas demostró que debían de creer lo que Perseo les dijo anteriormente, arruinando así a determinadas cazadoras sus anhelos de cobrar venganza en el pelinegro por las malas experiencias que habían sufrido en el pasado.

Librando un suspiro contenido, Artemisa reacomodó el arco en la espalda, así como también guardando un flecha en el carcaj. Un leve ademán con la extremidad superior diestra hizo que sus seguidoras acataran la silenciosa orden de romper la guardia y retomar sus descansos, permitiéndole así que ella tomase las riendas de la situación.

-Regresen a su hábitats, mis cazadores y yo estamos a punto de dejar este claro, lo que pronto hará que monstruos ronden por aquí- la deidad anunció, hallando innecesario el ofrecerles santuario al saber que sus intenciones hacia Percy eran mal recibidas para ella.

-Pero…! – una sexta ninfa de agua dulce quiso protestar.

-Jackson desapareció al transformarse en vapor al cruzarse conmigo. Apenas si tuve tiempo para amenazarle- mintió la diosa de la luna, alabando mentalmente al pelinegro que ni siquiera se había movido en todo este tiempo.

Aquello terminó por desanimar a la náyades, decidiendo que nada más podían hacer al respecto. Inclinando sus cabeza por respeto a la pelirroja, cada una de ellas se retiró rápidamente del claro, regresando a sus hogares para soñar posibles futuras interacciones con el hijo de Poseidón.

Aguardando para que la distancia entre su caza y las ninfas fuese lo suficientemente extensa, Artemisa de inmediato dio media vuelta y se acercó a dónde todos sus lobos estaban descansando, ignorando en su totalidad la existencia de un joven adulto varón bajo todos ellos.

-Ya se fueron, Perseo Jackson. Puedes dejar de esconderte- declaró la Olímpica mientras sus seguidoras dejaban los quehaceres para ver lo que sucedía.

Acto seguido, el nombrado adoptó una brusca postura sentada, arrastrando consigo a un par de lobos medio dormidos que tenían sus cabezas sobre los hombros, así como también un pequeño cachorro que trataba de hacerle daño a la camiseta que el semidiós bendecido usaba.

-…Cómo lo haces? – curiosa, una niña cazadora preguntó al mismo tiempo que señalaba la buena convivencia del varón con los depredadores.

-He lidiado con animales antes, como Grover o Clarisse- alegó Percy, obteniendo risas por parte de su prima.

Poniéndose de pie con cuidado, el pelinegro dejó que los lobos más grandes siguieran dormitando, aunque atinó a ver curioso cómo el más pequeño de ellos insistía en morder con graciosa ferocidad su camiseta. Al intentar separarlo, solo consiguió que dicho chucho aullara estruendosamente, callándose de nuevo cuando Percy le permitió morder la camiseta como estaba haciéndolo segundos atrás.

-Esto es común? – señalando la pequeño lobo que no caía al suelo gracias a la fuerza de su mordida, Jackson interpeló.

-Si soy honesta, no- replicó la Olímpica, imposible de negar que encontraba hilarante la interacción.

Intentándolo una vez más, Percy vio apático cómo el minúsculo animal lloriqueaba dramáticamente.

-Puedo quedármelo? – dudoso, y con pocas opciones llegándole a la mente, cuestionó el hijo de Poseidón.

-No- todas las mujeres, indiferente de sus edades, respondieron al unísono.

-Pues no puedo quitarme la camiseta para dársela tampoco, tan audaz no soy- declaró el pelinegro, demostrándoles que dicho animal se calmaba cuando tenía la oportunidad de morder la tela.


El tiempo había pasado desde que el segundo hijo varón de Kronos había decidido espontáneamente irse de vacaciones con su esposa e hijo, dejando a cargo de todo un reino submarino al único semidiós viviente que llevaba sangre olímpica en sus venas.

Las relaciones con sus nuevos "compañeros" de trabajo eran medianamente estables. Por supuesto surgían discusiones, como así también incesantes intentos de coqueteos frustrados por cierta diosa del amor. Sin embargo, solo con una persona de momento el pelinegro no hablaba, siendo esta la diosa de la luna, lo que atrajo mucho atención ajena y preguntas en consecuencia.

Interrogantes que nunca consiguieron respuestas por parte de los implicados, quienes habían acordado un tácito acuerdo durante una de las tantas reuniones del Concejo.

Dejando aquello de lado, Perseo Jackson solo podía ver con desinterés el tedioso parloteo que Deméter mantenía sin parar por los últimos veinte minutos. Si bien las primeras veces que entabló una plática amistosa con ella, se dispuso a escuchar pacientemente los reproches que tenía en relación al matrimonio de Hades y Perséfone, al cabo de una semana él comenzó a mostrar sutiles señales de fatiga.

Admitía que empatizó con la mujer de trigueña tez y claros cabellos. No obstante, la obsesión que presentaba hacia dicha pareja le hizo comprender el por qué todos escapaban cada vez que las reuniones del Concejo llegaban a su fin.

Incluso el pelinegro consiguió un método instintivo para hacerle creer a la mujer que le escuchaba en todo momento, siendo que debía efectuar dos movimientos de afirmación y una de negación cada cierto tiempo determinado.

-…y por eso es que mi hija debió buscar un mejor hombre antes de que ese monstruo de Hades la secuestrara- finalizó de despotricar la segunda hija de Kronos y Rea.

-Terminaste? – más brusco de lo que esperaba, la interrogante escapó de los labios masculinos mientras apoyaba perezosamente el mentón sobre la palma de su mano siniestra.

-Perdona? – sorprendida por la forma de hablar que tenía su amable sobrino, Deméter replicó con otra pregunta.

-Te das cuenta que llevamos días, muchos días, con esta misma historia? "Mi hija fue secuestrada". "Mi hermano es un monstruo". "Desearía haber tenido dos hermanos en lugar de tres". "Si hubiese comido cereal, Perséfone estaría conmigo". Ya estoy cansado de escuchar lo mismo! – hastiado, Percy tomó una postura más recta antes de mover la extremidad superior derecha para imitar una boca que emulaba las quejas de su tía.

-Pero qué…! – trató de exclamar la fémina, poniéndose de pie y mirando de forma amenazante al pelinegro.

-Pero nada! Admite que solo te quejas y quejas cada vez que tu hija se va con su esposo! Por el amor de todo lo sagrado, llevan milenios juntos y aún no lo superas! – emulando el accionar de la diosa, el hijo de Sally Jackson le llevó ambas manos a la cabeza, casi a punto de arrancarse los pelos por lo exasperante que era la situación.

Desconocido para ambos, fuera de las puertas del Concejo se hallaba una multitud de deidades griegas que tenían sus oídos pegados a la barrera que les separaba de volver a encontrarse con Deméter. En un principio solo lidiaban con sus labores diarias, mas esto duró muy poco cuando el grito de Percy hizo eco con claridad en todo el lugar, obligando que poco a poco los chismosos quisieran escuchar lo que pasaba.

-Eres un insolente! Creí que todo este tiempo eras una buena persona y solo demostraste ser como los demás! – ofendida, la diosa de la cosecha clamó furibunda.

-Tú nos convertiste en esta clase de persona! Tú y tus constantes parloteos sobre Perséfone! Déjala vivir sus vida en tranquilidad! – señalándola acusatoriamente, Jackson replicó feroz.

-Debería de maldecirte por todo eso! – acortando la brecha que le separaba con Perseo, la mujer adulta proclamó mientras alzaba su mano derecha en tentativa de abofetearle.

-A ti deberían de maldecirte por ser una mala madre! – imitándola al dar un paso al frente para quedar a centímetros del rostro grácil y delicado de la Olímpica, el semidiós a cargo de Atlantis refutó sin filtro alguno.

Como si ella hubiese recibido aquella bofetada que estuvo a punto de propinar, la diosa retrocedió levemente unos pasos ante tal declaración. En los ojos verde agua del joven adulto ella podía percibir la furia de los mares, casi como si fuese una reminiscencia de su ausente padre.

-Q…Qué? – musitó desconcertada la deidad griega.

-Dime algo, cuántos hijos semidioses tienes? De hecho, mejor respóndeme cuántos hijos griegos y romanos, por separado, tienes? – soltó pregunta tras pregunta el reemplazo de Poseidón, dando pasos al frente para evitar que la mujer escapara.

-Yo…- Deméter balbuceó dudosa.

-Lo ves! Ni siquiera lo sabes! Siempre es Perséfone esto, Perséfone aquello, pero nunca te acuerdas del resto! Ni de Katie, ni Miranda, ni Despena, ni siquiera Arión! – expresando la impotencia que sus amigos o medios hermanos tenían en relación a su respectiva madre, Percy prosiguió con su diatriba.

-Eso no es cierto…- negándose a aceptar la realidad de los hechos por mero orgullo, la hermana de Hera y Hestia alegó, aunque muy dentro suyo sabía que todo era cierto y le dolía.

-Oh, en serio? Puedes decirme cuándo fue la última vez que los viste personalmente? – sardónico y ponzoñoso, el pelinegro trató de averiguar.

Una vez más, la habitual mujer que nunca dejaba de quejarse por las "desgracias" que su hija vivía junto al hombre que la raptó, quedó en silencio.

-Qué tal si le haces un favor al mundo, como también a ti misma principalmente, y vas a visitar al resto de tus hijos los meses que Perséfone está con su esposo? – a pesar de mantener el tono venenoso por lo irresponsable que era como madre la diosa, Percy pudo serenarse un poco.

-No puedo, las restricciones…- quiso excusarse la hermosa dama, mas se detuvo al divisar la molestia en los ojos verde de quien la enfrentaba.

-Ya, detente allí! No quiero más pretextos! Haremos esto, visitarás el campamento griego como Ceres y el romano como Deméter! – volviendo a señalarle en reproche, el semidiós dejó en claro el plan que pensaba llevar a cabo para acabar de una vez por todas con las quejas de la diosa de la agricultura.

-Pe…! – una vez más trató de oponerse la mujer adulta, solo para ser tomada de la mano y arrastrada por su sobrino hasta las puertas del Concejo en dirección al elevador que los llevaría al mundo mortal.

-Sin peros! Nos vamos ahora mismo y te vigilaré el resto de la temporada visitando a tus otros hijos para que te olvides un poco de Perséfone! – ignorando la gente que había estado tras las gigantescas puertas, Perseo entrelazó sus dedos en las delgadas falanges de la diosa para asegurarse que no se escapara, oprimiendo con apuro los botones del ascensor y bajando a grandes velocidades.

Insospechado por muchos, entre la multitud curiosa que previamente estuvo oyendo a escondidas la discusión que se establecía en el Concejo, cierto matrimonio que reinaba en el Inframundo se hallaba presente. Así como tal, dicho dúo no salía aún de su estupefacción, maravillados con la maestría que tuvo un mero semidiós que apenas había superado la mayoría de edad para domar la terquedad de una deidad Olímpica que era conocida por más de dos mil años.

-Amor…- llamó la hija de Deméter y Zeus.

-Sí? – aún atónito, Hades consiguió replicar.

-No me importa si ese joven se convierte dentro de algunos años en un maniático homicida peor que Kronos…se ha ganado el paraíso- sin quitar la vista del elevador en donde su progenitora se fue, Perséfone notificó.


Para cualquier persona que los viese, diría que era graciosa la situación, donde un enfurruñado pelinegro ojiverde parecía querer escapar de una perseverante mujer con largos cabellos del mismo tono pero con orbes grises. Lo que nadie sabía en verdad, era que tal persecución estaba siendo atestiguada por decenas de ojos desde hace varias horas.

-Por favor! – exclamó la mujer, quien a pesar de estar haciendo una escena, no deseaba empeorarla.

-No! – fue la respuesta que dio el joven adulto, negándose a mirar hacia atrás.

-Voy a gritar si no me haces caso! – manteniendo el tono de voz previo, ella habló nuevamente.

-Ya lo estás haciendo por si no lo notaste! – girando hacia la derecha en una calle muy transitada de la urbe neoyorkina, el varón alegó.

-Entonces seguiré haciéndolo hasta que te detengas y me obedezcas! – apurando el paso para no perderle pisada, la mujer gritó.

Lamentablemente para dicha fémina, al doblar en la esquina pudo ver con ojos grandes cómo su objetivo esprintaba a toda velocidad entre el gentío, demostrando así la tenacidad innata que poseía para no doblegarse a los caprichos ajenos.

Pese a ello, la dama de esplendorosa belleza, la cual causaba envidia en muchas mortales inclusive si estaba vestida como la dueña de una renombrada empresa, vio el escape del pelinegro como un reto. Demostrando gran habilidad, ella emuló el accionar, corriendo presurosamente mientras usaba tacones altos.

-Podrás correr pero no esconderte, Perseo! – una vez más exclamó la dueña de los ojos grises analíticos.

-Ya déjame tranquilo, Athena! Vete a molestar a Ares! – imploró el semidiós, eludiendo transeúntes inocentes que por poco terminaban derribados.

-No hasta que me muestres esa biblioteca! – más asertiva, la diosa de la sabiduría reclamó.

-Que te den! Nunca lo haré! – carente de filtro vocal alguno, el reemplazo de Poseidón respondió.

-Eres un…! – frunciendo el ceño, la mujer se detuvo momentáneamente para sujetar su largo cabello en una coleta y quitarse los tacones, procediendo posteriormente a correr no solo de manera más cómoda sino que también más rápida.

Detalle que no pasó por alto para Jackson, puesto que sus instintos de supervivencia le gritaron por huir más a prisa.

Tal vez haya sido lo más estúpido que decidió hacer en su vida, pero por una fracción de segundo Percy eligió mirar por encima del hombro derecho lo que pasaba atrás. Decir que terminó asustado era una subestimación, ya que la distancia entre ambos seres griegos se había reducido casi al máximo.

-Ay carajo…- musitó nervioso el hombre.

La hija de Metis pudo escuchar las palabras del varón, sonriendo inconscientemente. Aunque no lo dijese en voz alta, estaba encontrando jovial la persecución, casi como si un viejo recuerdo de la Grecia Antigua volviera a reproducirse, donde también persiguió a otro hijo de Poseidón con la finalidad de obligarlo a dejarle leer la biblioteca que poseía.

Apenas si ambos tenían tiempo para ver si algún coche estaba cerca cuando cruzaban las calles con total irresponsabilidad, consiguiendo así llegar hasta un extenso espacio verde donde mucha menos gente circulaba. Lugar que selló el destino de Percy, pues al mirar impulsivamente una vez más hacia atrás, terminó por tropezarse con un pequeño desnivel, dejándolo a la merced de cierta diosa.

-Te dije que nunca podrías esconderte de mí, Perseo Jackson- por instinto, Athena se sentó sobre el abdomen del semidiós y le sujetó los brazos por encima de la cabeza, inmovilizándolo totalmente gracias a su fuerza.

Detalle que nunca olvidó el pelinegro, siendo esta una de las razones por las cuales escapaba en un principio.

-Ahora quiero que me lleves a Atlantis y me dejes ver todo lo que hay allí abajo- comandó la diosa, sonriente por haber subyugado al hijo de su rival.

-Eso sonó tan mal…- dejando de forcejear, Percy espetó con cara de palo.

Algunos segundos tardó la fémina en comprender la sugerencia del joven hombre, provocándole una amalgama de vergüenza y enfado por ello.

Sin embargo, anticipándose al posible castigo que le hubiese impuesto bajo una ira ciega, un Mensaje Iris surgió a la derecha de ambos.

-Oye, Perseo. Te llamaba para saber cóm…Oh, veo que interrumpo algo- el rostro de Tritón se enseñó, saludando jovialmente en un comienzo, para consecuentemente mirar con seriedad lo que sucedía.

-Eh!? No! Aguarda, ayúd…! – notando cómo su salvación estaba a punto de cortar la llamada, Percy clamó desesperado.

-Pudiste comunicarte con él, hijo? – desde lejos se oyó la voz de Anfitrite.

-Sí, madre. Pero actualmente está padeciendo un código Egeo- volteando para mirar a alguien que no se podía ver desde la niebla, la progenie de los reyes atlantes enunció.

-La cabeza de búho está tratando de violar a mi hijo?! – esta vez fue la voz de Poseidón la que se emitió.

-Eso es mentira! No estoy haciend…! – quiso defenderse Athena, aun sujetando al tozudo semidiós.

-Bueno, los dejo con lo suyo entonces. Cuídense y traten de no romper juramentos mientras seguimos de vacaciones- se despidió Tritón, agitando distraídamente su mano derecha para deshacer la niebla con la que se comunicaban.

Dejando al dúo totalmente perplejos.

Percibiendo apenas que las fuerzas de la mujer aminoraban, Percy adoptó una postura sentada, acortando la brecha entre ambos mucho más, al punto en que los ojos grises miraban fijamente a los verde agua.

-Un libro por día- parló el joven hombre, sin molestarse en sacudir los brazos para que fuese liberado del asimiento que le sometían.

-Tres! – refutó al instante la mujer.

-Uno. Lo tomas o lo dejas- sin dar el brazo a torcer, Perseo reafirmó su postura.

Una última mirada desafiante y que prometía mucho dolor, por parte de la diosa, hizo que el pelinegro se replanteara su oferta.

-Un libro por día…y tú decides el castigo para Tritón cuando regrese de las vacaciones- repitió nuevamente Percy, valiéndole un apretón en las manos por parte de Athena, para después ponderar sus palabras con un detalle final.

Esto último dibujó una brillante sonrisa en el rostro de la diosa de la sabiduría.


A paso lento caminaban Percy y cierta mujer cuyo rostro estaba oculto bajo una capucha marrón, siendo que el primero había ofrecido su brazo diestro para que ella lo tomara y tuviese así mayor estabilidad, agradeciendo con una pequeña sonrisa la amabilidad.

-Gracias por acompañarme- musitó tranquila la mujer de mediana estatura, mirando divertida con sus ojos como llamas al pelinegro.

-Siempre estaré dispuesto a hacer lo que me pida, Lady Hestia- con inusual respeto, el hijo de Poseidón respondió, emulando el gesto facial.

-Entonces quiero que de una vez por todas empieces a llamarme por mi nombre nada más, Perseo- amonestó la primogénita de Kronos y Rea, quitándose la capucha y transformando su vestimenta en algo más contemporáneo al salir de los límites del Campamento Mestizo.

-Hestia será como te llame entonces- lúdico, Jackson alegó, deteniéndose en un cruce peatonal para esperar que los semáforo le permitan el paso.

Una fugaz bofetada le valió al semidiós por tal respuesta, consiguiendo luego que ambos empezaran a reír. Sin más retrasos, retomando el andar parsimonioso entre la multitud de mortales que apenas les dirigía una sencilla mirada al pasar, lo que les agradaba aún más a la dupla.

Prácticamente, desde el día en que había aceptado el trabajo que su padre le ofreció, Percy acompañaba a Hestia en una caminata desde la hoguera en el Campamento hasta la que se localizaba en la Sala del Concejo, compartiendo pláticas mundanas de lo que habían hecho el día anterior, o los planes que tenían para la jornada actual.

Era un tiempo de paz para ambos, donde él no debía de preocuparse por las tareas que le fueron encargadas, mientras que ella no tendría que lidiar con los desplantes que sus hermanos generaban por nimiedades. Inclusive, en algunas ocasiones, se demoraban adrede en sus viajes, decidiendo que era mejor apreciar el paisaje de los parques o simplemente comer algún bocadillo que habían preparado antes de la marcha.

-Percy…- la suave voz cálida de la diosa atrajo la dispersa mente del semidiós.

-Sucede algo, Hestia? – deteniéndose frente lo que parecía ser un café, el hijo de Sally Jackson replicó.

-Estás distraído. Quieres que paremos un rato? – sugirió la última Olímpica, señalando una banca aledaña del parque que cruzaban.

-No es necesario. Yo solo…solo recordaba el cómo empezamos a pasar tiempo así. No tienes nada de qué preocuparte- negándose, el ojiverde tranquilizó a la deidad con una sonrisa torcida antes de explicarse.

La mujer le dedicó una suspicaz mirada por unos segundos, relajándose posteriormente y asentir segura de las palabras que escuchó con anterioridad. Un tenue aumento de fuerza le demostró al reemplazo de Poseidón que ella no le deseaba mal alguno, sino que todo lo contrario, anhelaba su seguridad tanto física como mental.

Algo que él compartía de igual manera para con ella.

Fue por esto mismo, que impulsiva e inconscientemente el pelinegro depositó un casto beso en la coronilla de la diosa mientras continuaban caminando. Acción a la que ella no tomó represalias más allá de afianzar un poco más su abrazo.

En un cómodo silencio, la pareja prosiguió hasta conseguir llegar al Empire State, pidiéndole "cortésmente" al guardia la tarjeta especial con el fin de utilizar el elevador. Un compartido bufido exasperado por la música que resonaba dentro del cubículo no se hizo de esperar, solo para convertirse segundos posteriores en una sonora risotada por lo similares que sus pensamientos eran al respecto.

-Alguien debería decirle a Apolo que cambie la música- tras controlarse, Percy comentó.

-Crees que no se ha intentado antes? Por qué piensas que los dioses no solemos usar este elevador? – demostrando una ladina faceta que solo reservaba para aquellos en quienes confiaba, respondió Hestia.

-Vale, lo entiendo. Pero al menos podrían habernos avisado que no solo sufriríamos en nuestras búsquedas, sino que también usando este ascensor al verlos a ustedes- comprensivo con ella, el semidiós bendito bromeó luego con la idea de un castigo injusto.

-Y dónde está la diversión en eso? – apoyando la cabeza en el hombro de la compañía que tenía en el momento, la diosa del hogar alegó interrogativamente.

-Eres diabólica, lo sabías? – consiguió pronunciar el varón justo a tiempo, oyendo el timbre del elevador que indicaba la llegada a su destino.

Un inesperado pisotón hizo aullar de dolor a Perseo, agachándose al instante para revisar que su pie derecho estuviese sano en simultáneo que la perpetradora escapaba risueña entre la gente del lugar, quienes detuvieron sus quehaceres ante el extraño y ensoñador espectáculo.

-Oye! Regresa! – reclamó entre siseos gritados, Jackson.

Alzándose a duras penas y cojeando algunos segundos hasta que el dolor se disipara, el semidiós caminó rápidamente hasta la Sala del Concejo. Caminata que de forma súbita se transformó en una esprintada desesperada al escuchar el grito de la diosa que le acompañó hasta hace unos segundos atrás.

Brusco, Percy empujó las puertas de la habitación, topándose con una imagen que le enfureció de sobremanera, al punto en que el suelo temblaba violentamente mientras un tridente aparecía en la extremidad superior diestra.

Arma con la cual golpeó a un par de adultos revoltosos que discutían por un robo, derribándolos estruendosamente ante los atónitos ojos del resto del Concejo.

-QUÉ RAYOS PIENSAN QUE ESTÁN HACIENDO!? – exigió saber Perseo, posicionándose delante de una llorosa deidad como si de un escudo se tratase.

Lágrimas que eran derramadas por cómo habían dejado Apolo y Hermes su hoguera, totalmente destruida y con las eternas brasas desperdigadas por el suelo. Años de trabajo y cuidado desperdiciados por una infantil disputa.

-ACASO NO HAN VISTO LO QUE HICIERON!? – una vez más exclamó furibundo el hijo de Poseidón, con sus ojos oscureciéndose que los movimientos telúricos empeorando al ver que los brazos de Hestia le rodeaban la cintura y humedad se traspasaba por la espalda.

-Basta…- susurró la diosa del hogar, no queriendo que su compañero de viajes se enojara también y terminase haciendo una locura.

Por su parte, el dúo de dioses que estuvo involucrado en el incidente se percató del daño que generaron, como así también del llanto que su amable tía emitía. Hecho que les hizo sentir peor que nunca, pues habían destruido lo único que ella apreciaba a nivel material.

-Tía Hest…- quiso hablar el dios de los mensajeros, mas nunca concluyó la sentencia debido a los mortales ojos que tenía el actual regente de Atlantis.

Apolo ni siquiera se atrevió a decir algo, dedicándose a mirar directamente el suelo por la vergüenza.

-Levantarán cada una de las brasas con las manos y las regresarán en la posición que estaban. Fui claro? – con una peligrosa calma, el tono del semidiós se transformó en una totalmente ronco, casi igual al que su progenitor empleaba cada vez que alguien hacía una estupidez fenomenal.

Sin darles tiempo a poner alguna excusa, Percy giró sobre su eje y enfrentó el rostro afligido de la diosa del hogar, dedicándose al instante a eliminar todo rastro de lágrimas antes de besarle la frente, llevándosela así hasta el trono que ocupaba temporalmente.

-Yo no…- quiso decir ella.

-Tienes mi permiso. Puedes usarlo cuantas veces quieras- anunció el pelinegro con una gentil mueca.

-Gracias- pudo musitar Hestia, tomándole la mano al hombre que estaba de pie a su lado, cuidándola con una sonrisa única para ella.

La cual borraba cada vez que debía vigilar el castigo de dos Olímpicos.


-Hasta qué hora piensas seguir discutiendo? – inquirió un aburrido Percy Jackson, quien falló en su tarea de quedarse despierto durante uno de los discursos que Athena brindaba.

Descubriendo en el proceso que había sido tapado por un manto que tenía la calidez de Hestia y encima había un papel por parte de la diosa de la sabiduría indicando que estaría leyendo un libro de la biblioteca de Atlantis. Sin contar obviamente la sonora disputa que cuatro personas llevaban a cabo a meros metros de distancia.

-Nos estabas espiando, Perseo?! – pidió imperativamente saber la reina del Olimpo.

-Medio difícil catalogarlo así cuando estuve dormido todo este tiempo…- mirando de soslayo el reloj de pulsera que cargaba, el hijo de Poseidón replicó adormilado.

-Eso no importa, punk. Lárgate de aquí, esto es privado- chasqueando la lengua, Ares comandó hastiado.

-Están hablando de los engaños de Zeus, no? – inquirió Percy, ignorando magníficamente al dios de la guerra.

-No- como si de un acto orquestado por los Sinos se tratase, Afrodita y Hefestos hablando en sincronía.

Para consecuentemente mirarse con asco.

-Están pidiendo que Hera les dé el divorcio de una vez por todas? – irguiéndose con cuidado mientras guardaba el papel que Athena le dejó y doblaba la manta de Hestia, Percy preguntó nuevamente.

-Sí- esta vez fueron los dos dioses previos más Ares los que contestaron.

-Pero ella no quiere hacerlo porque si tiene un mal matrimonio, entonces todos deben tener uno igual? – por tercera vez en relación al tema, el pelinegro trató de averiguar.

-Sí- se sumó Hera a la respuesta popular.

-…Ya veo- comprendiendo el peso de la situación, dijo Perseo, dejando de manera prolija el accesorio que la diosa del hogar le brindó en su sueño sobre el trono.

Afirmándose en su tridente y viendo perezoso al cuarteto en silencio, el semidiós bendito empezó a cuestionarse internamente en la carencia de ideas lógicas, para un mortal, que ellos poseían.

-Puedo sugerir una idea que podría beneficiarles en partes iguales? – alzando la mano siniestra y hablando en voz alta, Percy atrajo de nuevo a atención de los Olímpicos frente a él.

Escepticismo se plasmó en cada rostro, sean masculinos o femeninos. Un pequeño ademán de la diosa del amor indicó al reemplazo de Poseidón que empezara a hablar.

-Recuerdan las cadenas con las que atraparon a Zeus hace mucho tiempo? – dio inicio a una nueva pregunta el pelinegro de ojos verde agua.

Un asentimiento en silencio por parte de las cuatro deidades le permitió al semidiós continuar con su parla.

-Por qué no le pides a Hefestos que forje un cinturón de castidad de dicho material? Con una única llave que tendrás escondida en todo momento, usándola solo una vez al mes luego de volver loco a Zeus con distintos vestidos o sugerencias- mirando en todo momento a la hija menor de Kronos y Rea, el ojiverde explayó la idea que tuvo.

-Esa…no es una mala idea- abriendo grande sus ojos, mientras se replanteaba la sugerencia de su sobrino, la esposa del rey de los cielos murmuró audible.

-Y yo que gano de todo ello? – la deidad de las forjas interpeló con voz tosca, prefiriendo estar al lado de su madre que la diosa del amor.

-Bueno, Hera podría deshacer el matrimonio entre ambos como un pago justo. Claro está en que Afrodita deberá ayudarla a conseguir todo tipo de vestidos para que ella usa uno al día- parándose derecho tras despabilarse totalmente, Perseo comentó, rascándose el mentón en un ademán pensativo.

-Brillante! Escuchaste eso Hera!? Oh por nosotros! Puedo enseñarte incluso unos bailes de regazo muy sensuales con los cuales Zeus se volverá loco por ti nada más! – emocionada por cómo iba tomando forma la solución para todos ellos, la progenie de Ouranos clamó.

Sin embargo, un carraspeo detuvo toda alegría.

-Y yo que pinto en todo esto? – quiso saber su rol en el plan, Ares.

-…Das apoyo motivacional con música de Rocky IV- con cara de palo, Percy respondió.

-Me gusta, me gusta mucho esa idea- sonriente, el padre de Clarisse La Rue anunció, mirando con grandes ánimos al resto de los dioses.

A partir de allí, numerosos hechos transcurrieron en un corto plazo de tiempo, el cual fue atestiguado por todo el Concejo excepto un ignorante Zeus que dedicaba su jornada diaria a mimar el arma divina que disponía o a observar ávidamente mujeres mortales desde la altura.

Lastimeramente para él, y alegría de cuatro personas, un día sin especificar ingresó a la Sala caminando de manera particular, casi como si le costara ejecutar una secuencia de pasos normales. Lo cual atrajo mucho curiosidad y preguntas, cuyas respuestas solo conocían determinadas personas presentes pero fingían estar atónitos para no crear sospechas.

A su vez, los dioses también hallaron extraña la actitud de Hera, pues empezó a usar vestidos más reveladores frente a todos y realizaba pequeños manierismos sugerentes cada vez que su esposo le miraba nervioso, empeorando aún más su situación pues inclusive llegaba a sudar profusamente.

Los días pasaron lentamente para el rey del Olimpo, luciendo como un animal enjaulado cada vez que su esposa le dedicaba una pequeña sonrisa o guiño, deseando más que nada quitarse aquello con lo que le aprisionó mientras dormía. Lentos y monótonos días que lo iban enloqueciendo, teniendo que atestiguar coqueteos, bailes, e inclusive sesiones personales en donde él no podía tocar nada de nada.

Pese a todo ello, los esfuerzos de cierto cuarteto llegaron a su fin en el ocaso del mes, momento donde Hera haría uso de la llave que escondía, siendo esta la prueba de fuego para ver si Hefestos y Afrodita podían divorciarse de una vez por todas.

Decir que un aullido de alivio tronó en toda New York aquella noche, es un eufemismo.

Decir que un sollozo angustiante resonó horas después, también era un eufemismo.

Cuando Hestia intuyó que el culpable de todo era Percy, le acorraló e interrogó al respecto, enterándose cómo su sobrino herrero había forjado un maquiavélico accesorio que Hera usaría en su esposo al mismo tiempo que aprendía lecciones de seducción con la diosa del amor. Todo para convertir a Zeus en un hombre totalmente dependiente de su esposa.

-Y Ares que rol cumplía? – curiosa por no escuchar la participación del dios de la guerra, la mujer de ojos como brasas ardientes preguntó.

-Apoyo motivacional con música de Rocky IV- al igual que tiempo atrás, Percy repitió su repuesta, pudiéndose escuchar a lo lejos el dichoso tarareo.


Estirando sus brazos en alto para relajar las tensiones del cuerpo, la figura de un hombre adulto pelinegro con ojos verde agua empujó las enormes puertas del Concejo, siendo recibido por numerosas miradas repletas de sorpresa.

-Muy buenos días, hermanos y sobrinos! Cómo estuvieron todo este tiempo que me ausenté? – feliz como pez en el agua, el hombre que vestía como un pescador de bahía clamó.

No obstante, su creencia de ser recibido con abrazos o palmadas en la espalda murieron al instante que reclamos le avasallaron.

-Poseidón, dónde está Perseo! Me dijo que iba a cuidar de mis lobos mientras estuviese en el Campamento Mestizo! – la diosa de la caza expresó.

-Él me iba a llevar de nuevo a la biblioteca de Atlantis! Íbamos a leer sobre la guerra contra Pontus! – Athena se hizo escuchar, luciendo desesperada.

-Se supone que visitaríamos el Campamento Jupiter dentro de tres días para visitar a mis hijos! Ahora qué haré? No estoy segura de evitar pensar en Perséfone durante ese tiempo! – en una situación peor, Deméter chilló casi al borde del llanto.

Y así fue cómo las protestas incrementaron su volumen, al punto de casi quedar sordo.

Buscando apoyo en la única persona que depositaría toda su confianza de manera ciega, el rey de Atlantis empezó a girar la cabeza en dirección a la hoguera, solo para toparse con la visión de unas brasas crepitando armoniosamente.

-Dónde está Hestia? - inquirió el esposo de Anfitrite.

-Con Percy- replicó Hera quien cruzó las piernas y provocó un poco de nerviosismo en su esposo.

-Y dónde están? - reservándose los comentarios de cuan raro hallaba tal dúo, preguntó de nuevo Poseidón.

-Lo último que supe fue que él iba a enseñarle a nadar- tratando de hacer memoria, Hefestos alegó mientras acariciaba un nuevo anillo de bodas.

-Un momento. Acaso ellos están...? - estupefacto por la implicación, balbuceó el pelinegro de ojos verdes.

-Es solo platónico...por ahora-dijo Afrodita, no muy segura al final pues la relación entre la hija de Kronos y el joven adulto semidiós le resultaba confusa.


Tranquilo pasaba su día Leo junto a cierta bella mujer que anteriormente vivía en una desolada isla. Por alguna razón, Calipso había decidido que visitar el Campamento Mestizo en lugar de seguir recorriendo el extenso país.

Obviamente esto no fue problema alguno para el hijo de Hefestos, pues si ella era feliz, entonces él también lo era. Además de que serviría para reponer víveres u objetos necesarios para cuestiones privadas.

Aun así, mientras la titánide compartía un poco de su tiempo con las hijas de Deméter al momento de cuidar los campos florales, Valdez quedó totalmente mudo al divisar cierto suceso frente a sus ojos.

En el lago se encontraban dos figuras, una masculina y otra femenina, totalmente ajenos del mundo que le rodeaban, flotando sobre el cristalino líquido sobre sus espaldas mientras se tomaban las manos en una paz imperturbable.

-Calipso! Calipso, tienes que ver esto! Hay un Percy nutria y una Hestia nutria en el lago! – volteando para dirigirle la palabra a su novia, el joven herrero con rasgos de duende exclamó.

-…Qué? Acaso estás bien, Leo? – mirando por encima del hombro izquierdo al varón, la mandataria de Ogygia cuestionó preocupada por lo que suponía un desvarío.

Ofendido por el tono con el que ella le respondió, Leo regresó su atención al lago, descubriendo cómo el dúo de nutrias humanas/divinas giraban sobre sus ejes antes de refregarse la cara para eliminar las gotas de agua que podrían tener en los ojos.

-Calipso! Calipso, en serio debes ver esto! Percy nutria y Hestia nutria entraron en proceso de centrifugado! – ansioso para que alguien le creyera, Valdez volvió a gritarle al grupo en donde mujer de cabello color caramelo estaba.

-Lo digo en serio, Leo. Si te sientes mal, ve a dormir un poco. Pasar tanto tiempo en la forja está provocándote alucinaciones. El Percy nutria no existe- declaró la fémina, usando una pequeña pala para cavar y permitir que los hijos de Deméter más jóvenes depositen algunas semillas.

Impotencia sentía el semidiós, deseando más que nada tener algo con qué grabar lo que atestiguaba, pero maldiciendo entre dientes al olvidarse su cinturón en la cabina de su padre.

Además, como si la vida se burlara de él, observó cómo la pareja tenían sobre sus torsos algunas nueces, las cuales abrieron segundos posteriores con unas pinzas. Todo sin derramar un ápice de descarte en el agua.

-Calipso! Por el amor de los dioses, tienes que venir! La Hestia nutria y el Percy nutria están rompiendo nueces sobre sus pechos para comerlas! – jalándose los pelos ante lo irreal que le parecía todo, Leo terminó por abandonar su lugar para buscar a la titánide y arrastrarla para que lo viese con sus propios ojos.

-…Leo- apática, la ex prisionera de una isla solitaria, parló.

-Los puedes ver!? Están allí! – dedicándose a solo mirar el perfil derecho de la mujer, el semidiós enunció emocionado.

-Leo…no hay nada en el lago- señalando dicho cuerpo de agua, Calipso musitó sin humor alguno.

-Exact…Espera, qué? NO! NO PUEDE SER! ESTABAN ALLÍ HACE UNOS SEGUNDOS! ESTABAN HACIENDO COSAS DE NUTRIAS! – primero luciendo orgulloso de que pudiese corroborar sus palabras, Leo Valdez volteó bruscamente la cabeza al procesar cada singular palabra que su novia expresó.

Para así perder la cabeza.

Y para que Calipso bufara cansinamente.

-Ven. Te llevaré a tu cabina para que descanses. Juro que trabajar tanto está afectándote- como si lidiara con una persona convaleciente, la fémina de cabellos claros asió la mano del joven herrero con el fin de llevárselo a dormir.

-NO! JURO QUE NO INVENTÉ NADA, CALIPSO! NO ESTOY LOCO! EL PERCY NUTRIA EXISTE! EXISTE! – fue lo último que se le oyó decir a Valdez antes de que la puerta de su cabina se cerrara.


Fin del one-shot amados lectores!

Qué les pareció?

Fue divertido de leer?

Se esperaban que Poseidón sucumbiera ante la idea de su esposa e hijo?

Percy resultó ser un buen reemplazo durante el año que estuvo?

Gustó de la relación platónica entre el pelinegro y Hestia?

Zeus será para siempre la perra de Hera gracias al cinturón de castidad?

Hades y Perséfone tendrán una vida tranquila ahora que Deméter tiene que visitar a otros hijos?

Athena podrá ingresar a la biblioteca de Atlantis tras el regreso de Poseidón?

Qué habrá sucedido entre Artemisa y Percy para que ambos evitaran mirarse por algún tiempo?

Acaso el Percy nutria existe o fue todo un producto de la imaginación de Leo?

Por favor dejen sus comentarios, opiniones, dudas, etc. Solo así sabré cómo mejorar en el futuro.

Saludos y hasta la próxima!

PD: En serio, dejen sus reviews para saber lo que piensan.