-El mío aquí.

Sonriendo, Ginny se arremangó la túnica. El tatuador alzó su varita mágica y clavó la punta en la pálida piel de la chica.

Harry, Ron y Hermione hicieron una mueca de dolor cuando Ginny cerró los ojos con fuerza. Luna y Neville observaban a cierta distancia, ella masajeándose un poco el brazo izquierdo y él con la túnica aún levantada: Se podía ver el símbolo en su pantorrilla también.

Los seis abandonaron la casa de tatuajes un rato después y anduvieron juntos por la playa. El cielo estaba anaranjado: era un hermoso atardecer de verano.

-No puedo creer que lo hicimos -dijo Ron, maravillado, que andaba por la arena sin camisa, exhibiendo su tatuaje mágico recién hecho en el pecho: el símbolo de las Reliquias de la Muerte, con un número "6" dentro del círculo central.

-Ahora somos oficialmente Los Originales 6 -dijo Hermione, mirando su propio tatuaje, en la cintura, visible por encima de su bikini.

-Aun pienso que es un poco extraño haber elegido el símbolo de las Reliquias -dijo Harry, que pensaba que aquello de las Reliquias era algo para dejar en el pasado.

-No lo creo -dijo Neville-. Es el símbolo perfecto, algo que nos conecta a todos, no solo entre nosotros sino con la batalla que hemos luchado hace casi dos meses ya…

Los seis se dejaron caer en la arena a pocos pasos de la orilla del mar. Habían emprendido aquel viaje solos, ese verano, poco después de acabada la Segunda Guerra Mágica; y había sido, sin dudas, el mejor verano de sus vidas.

Harry miró su propio tatuaje con el símbolo que los seis se habían tatuado: en su caso, lo llevaba en el antebrazo, igual que Ginny.

-Pensé que se movería, o algo así, al ser mágico.

-No, la magia de estos tatuajes no tiene nada que ver con eso -dijo enseguida Hermione, que había sacado una crema para el cabello del canasto donde llevaban sus cosas y ahora se colocaba un poco-, son mágicos porque puedes agregarles encantamientos y hechizos.

-Deberíamos agregarle alguno -opinó Neville-. Los seis llevamos el mismo tatuaje, podría ser útil para comunicarnos, o algo así.

-Eso es… -Harry puso una mueca de horror-. ¿No sería como llevar una marca tenebrosa?

-Pero del bien, no del mal -opinó Luna-. Creo que Neville tiene razón, ¿no sería bonito?

-Un encantamiento de la confianza -sugirió Ginny-. Yo me sé uno. Lo aplicas a un objeto o cosa que varias personas comparten. Si algún día uno de ellos rompe la confianza del grupo, los demás lo sabrán.

-Parecido a lo que Hermione hizo con el pergamino del ejercito de Dumbledore -señaló Neville-. ¿Lo recuerdan? ¿En quinto año?

Todos asintieron, recordándolo.

-Oh, vamos, Ginny, no es necesario -dijo Hermione, sonriendo-. Aquella vez lo hicimos porque había mucha gente en la que no sabíamos si confiar o no.

-Yo creo que es buena idea -dijo Ron-. Así sabré si Hermione me engaña con otro alguna vez.

-¡Qué dices! -ella le dio un empujoncito, ambos rieron y luego se besaron en los labios. El olor a mar salado los inundaba a todos, el clima era cálido y relajante.

-De acuerdo, aquí va -Ginny sacó su varita-. Pónganse todos juntos. Debo apuntar a los seis tatuajes.

Se acercaron más entre todos, extendiendo brazos, piernas y sacando pecho (en el caso de Ron). Ginny empezó a pronunciar unas palabras, y de su varita salieron seis finos hilos dorados, que tocaron el tatuaje de cada uno y luego desaparecieron.

-Listo -dijo la chica-. Ya está hecho. Si algún día uno de nosotros traiciona la amistad de los seis… los demás deberíamos sentirlo de alguna forma.

-¿Deberíamos? No te incluyas tan rápido, Ginny, estoy seguro de que tú serás la primera que nos traicione -bromeó Ron, sonriendo ampliamente-. Ya me lo imagino: ni bien sea la hora de cenar esta noche, mi tatuaje empezará a picar o doler, y así sabré que te has metido a bañar primero cuando habíamos quedado en que hoy me tocaba a mí.

Todos rieron.

-No seas idiota, Ron -dijo Hermione-. Ese hechizo es solo para casos muy importantes. Tendría que tratarse de algo muy pero muy importante para que sintiéramos algo. Una traición muy grave. No creo que nunca pueda ocurrir algo así.

-Claro que no -dijo Neville, convencido-. Somos los mejores amigos. Nunca ninguno de nosotros traicionaría al grupo. Por eso nos hicimos los tatuajes. Los Originales 6. Los mejores amigos…

-Amigos para siempre, ¿no es así? -dijo Luna.

-Así es -dijo Harry, sonriendo-. Amigos para siempre.

Todos se sonrieron entre sí mientras el sol acababa de ocultarse tras el océano.


Los Originales 6

Cuando un asesino en serie amenaza con acabar para siempre con Harry, Ron, Hermione, Ginny, Luna y Neville, el grupo tendrá que luchar contra el reloj para descubrir de quién se trata y detenerlo antes de que complete su macabro plan. Sin embargo, las cosas se complican cuando descubren que se trata nada más y nada menos que de uno de ellos, uno de Los Originales 6.


15 años después


-¡Ohh, Harry! ¡Ohhhhh!

La cama se movía con el movimiento de los dos cuerpos. La chica encima de Harry movía sus caderas desnudas sobre él, acompañando la penetración, y él la sostenía por un costado mientras disfrutaba del movimiento, de la oscilación de esos grandes pechos desnudos sobre él.

Sintió que eyaculaba. Dejó que la sensación se apoderara de él y se sentó en la cama para abrazarla y besarla en los labios.

Más tarde, luego de que ambos se ducharan, se vistieron con sus túnicas de gala y se prepararon para dejar la casa.

-Vayamos con polvos flú -sugirió Harry, acercándose a la chimenea-. Habilitaron casi todas las chimeneas. Podemos aparecer en la de la sala común de Ravenclaw.

Ella sabía perfectamente por qué Harry no quería aparecer en la sala común de su propia casa, Gryffindor, pero no dijo nada.

-Claro, amor. Vamos.

Reunión de ex alumnos: Promoción 1998, rezaba una pancarta enorme colocada en el Gran Salón. Bajo ella, una gran cantidad de ex estudiantes, ahora todos de treinta y tres años, se apiñaban y mezclaban con familiares, parejas y amigos suyos, además de los profesores de Hogwarts.

-Hola, ¿cómo estás? -saludó Horace Slughorn a Millicent Bulstrode-. ¡Me alegra ver alumnos de mi casa!

En otra punta del salón, Justin Finch-Fletchley caminaba junto a su amigo de toda la vida, Ernie Macmillan, y se reencontraban con otros ex compañeros de Hufflepuff.

-¡Justin! ¡Ernie! -gritó un muchacho acercándose corriendo a ellos-. ¿Cómo están? ¡Tantos años!

-Muy bien, gracias -Ernie sonrió ampliamente.

-¡No puedo creer que ustedes dos acabaran juntos, chicos!

Hannah Abott sonreía junto a Ernie, tomándolo de la mano.

-Así es -confirmó la mujer-. Y somos dueños del Caldero Chorreante. Deberían pasar a tomar algo alguna vez…

Mientras hablaban, todos los demás ex alumnos de Hogwarts de la promoción 1998, que acabaron la escuela el mismo año de la derrota de Lord Voldemort, se servían bebidas y charlaban animadamente.

Había una vitrina en un costado del Gran Salón que habían colocado con un mensaje que decía Los que deberían estar aquí esta noche con nosotros, siempre los recordaremos, con fotografías de ex alumnos de esa promoción que habían caído en la batalla contra Voldemort.

Entre las fotografías, había una de Vincent Crabbe y, junto a ella, una de Lavender Brown.

-¿Qué diablos es esto? -dijo una voz indignada.

-Oh, Lavender, lo siento tanto -la profesora McGonagall, más anciana que nunca, se acababa de acercar con una expresión de consternación en el rostro típica de ella.

Lavender miraba la fotografía atónita, mientras Parvati a su lado se tapaba la boca para disimular la risa.

-Déjame explicarte, querida -dijo la profesora McGonagall-. Luego de la Segunda Guerra Mágica, alguien del Ministerio cometió un error y te registró como uno de los caídos en batalla. Hay un muchacho nuevo trabajando en el castillo, y él debía imprimir estas fotografías. Habrá revisado esos registros mal hechos. Es buen chico, pero aún no se desempaña tan bien como me… en fin, querida, lo siento…

-Me he cansado de decirle al Ministerio que NO ESTOY MUERTA -protestó Lavender, enfadada, mientras Parvati ya reía sin disimulo junto a ella-. ¡Ese hombre lobo ni siquiera llegó a morderme!

-Lo sé, querida, disculpa… ¡Oh, profesor Flitwick!

McGonagall se alejó hacia Flitwick, seguramente para escapar del embarazoso momento, mientras Parvati tiraba del brazo de Lavender y se la llevaba lejos de allí.

-Olvídalo -dijo Parvati-. Oye, mira, allí está Harry, con su novia…

-Lo sé -Lavender perdió la expresión de seriedad y la cambió por una de diversión-. Jamás volvieron a hablarse, ¿verdad?

-¿Estás loca? Luego de ese artículo en Corazón de Bruja, ¿crees que alguno de ellos se habrá dirigido la palabra otra vez?

Harry caminaba con expresión algo hosca de la mano con su novia… Cho Chang.

-Cho, creo que ya es hora -dijo él, bajando bastante la voz. Cho lo miró con temor.

-Harry, amor…

-Es un momento tan bueno como cualquier otro -le dijo él en un susurro-. Me voy al baño, ¿de acuerdo? Enseguida vengo.

Ella lo miró y asintió lentamente. Le dio un beso en los labios y se alejó hacia una mesa con alumnos de Ravenclaw, mientras Harry desaparecía fuera del Gran Salón y subía la escalera de mármol, fuera de la vista.

-¿Has visto a Hermione? -preguntó Parvati, buscando por el Gran Salón con la mirada, ávida por chismes de la actual vida de sus ex compañeros.

-No pensé que vendría, pero estaba por aquí -dijo Lavender, mirando alrededor también-. No sé dónde se metió ahora, pero definitivamente la vi hace un rato…

-¿Y Ginny? ¿Crees que venga?

-No, claro que no, ella no es de nuestra promoción. Es menor.

-Oh, claro, tienes razón -Parvati no pudo disimular la decepción en su tono de voz-. Hubiera sido genial verlas reunidas a esas tres, luego de todo el escándalo que hubo… ¡Oh, mira! Allí está Fay. Vamos a saludarla.

Se alejaron entre la multitud, y dos jóvenes se acercaron a la mesa tras ellas para servirse unas bebidas.

-¿Y qué hay de nuevo en tu vida? -preguntaba uno de ellos, un chico negro de pómulos marcados.

-De todo, Blaise -dijo Draco con una sonrisa, y alzó su vaso en un brindis-. El negocio funciona espectacular. Pero recuerda…

-Sí, sí, lo sé -Blaise asintió, brindando también mientras miraba alrededor con una mueca de asco-. No diré nada a nadie, Draco, puedes confiar en mí.

En otra parte del salón, Seamus Finnigan y Dean Thomas reían mientras charlaban junto a otra mesa llena de pasteles de calabaza.

-Oye, tenemos que saludar a Harry, ¿dónde se metió? -dijo Dean, mirando alrededor-. Hace años que no lo veo.

-Lo sé, lo vi entrar de la mano con Cho Chang…

-¿Qué no se había casado con Ginny Weasley? -dijo Dean, intrigado, alzando las cejas.

-Dean, ¿acaso vives en Narnia? ¿De verdad no lo sabes? -bajó la voz-. ¿No te has enterado?

-Seamus, no me digas que lees Corazón de Bruja -Dean empezó a reír con ganas.

-¡Claro que no! -se defendió él-. Mi mujer lo lee. Pero en fin… Luego te cuento, quiero saludar a Neville también. ¿Lo has visto?

-No, no sé dónde se metió -dijo Dean-. Hace un rato estaba por aquí, pero desapareció. ¿Y Ron?

Ambos miraban por todos lados, buscando con la mirada.

-A Ron lo saludé hace un rato -dijo Seamus-. Pero tampoco lo encuentro ahora…

En ese momento, se oyó un chillido que desagarró el aire.

Se hizo un silencio repentino en todo el salón.

-¿Qué ha sido eso?

Había rostros de temor y de consternación, y otros de curiosidad.

-¡Ha venido de los pisos superiores!

Hubo un instante más de silencio, y de pronto todos los ex alumnos salieron pisándose las túnicas de gala hacia el vestíbulo y las escaleras de mármol.

-¡Esperen! -gritaba la profesora McGonagall, ignorada por todos-. ¡Esperen aquí…!

Pero una multitud de ex alumnos subió hasta el primer piso, donde varios se detuvieron en seco.

Había un rastro de sangre que recorría todo el piso del corredor y daba la vuelta en un recodo.

Draco Malfoy apareció doblando una esquina y frunció el ceño, mirando la sangre. Todos se habían agrupado allí, y no podían dejar de mirar el piso manchado de rojo, en shock.

-Hay que seguirlo -dijo Lavender, señalando el final del pasillo.

Todos corrieron hacia adelante, y los gritos de McGonagall, que venía atrasada, no pudieron impedir que el gran grupo de ex alumnos siguiera con cautela el camino dibujado por la sangre en el corredor, hasta que doblaron el recodo…

Los gritos de horror resonaron en el aire y acribillaron la noche.

La reunión de ex alumnos acababa de convertirse en una escena de terror.

-Dios mío -Cho se llevó una mano a la boca, con las lágrimas brillando en sus ojos.

Ron acababa de aparecer entre los alumnos, y sus ojos estaban abiertos como platos.

-¡AHHH!

Todos se volvieron cuando un nuevo grito resonó en el aire. Era Neville, que acababa de aparecer allí sujetándose una pierna.

-¿Estás bien? -preguntó Seamus, acercándose a él. Pero, en ese momento, hubo otro grito de dolor.

Era Hermione. Venía caminando entre la gente, sujetándose la cintura con dolor.

Y entonces vio lo que había al final del corredor, y casi cae desmayada al suelo.

Porque Harry Potter estaba muerto.

Muerto y colgando de una lámpara por el cuello, sujetado con cuerdas, y perdiendo cuantiosa sangre sobre el piso de mármol del corredor.

Y en la pared, tras él, estaba el símbolo de las Reliquias de la Muerte, con un "6" dentro. Y, además, un mensaje escrito con sangre:

"Él es solo el primero. Pronto, habré acabado con todos Los Originales 6".

Ron, tan en shock como los demás, se sujetaba el pecho. Hermione se giró lentamente y se lo quedó mirando. Sus miradas de horror se cruzaron, por primera vez en años.

-Es… tu tatuaje -dijo ella, su voz temblando.

-¿Cómo dices? -le preguntó Ron, que parecía no entender absolutamente nada.

-El dolor que sientes -dijo ella, con lágrimas en los ojos-. Es tu tatuaje. Lo sé porque también lo siento.

Varias personas se habían girado a mirarlos, aunque la mayoría no podía quitar los ojos del cadáver que colgaba al final del pasillo.

Y entonces Ron lo entendió: su tatuaje se había encendido, como hierro ardiente clavado en su pecho, y Hermione y Neville sentían lo mismo.

Harry estaba muerto. Y uno de ellos seis había sido el asesino.