Hola, hola, Luna de Acero reportándose.

Un RivaMin (Levi x Armin) bien pornoso. Un regalo para Nicola Ackerman y una promesa que pronto retomaré Todo para mi, lo terminaré, lo juro, mientras tanto puedes ir devorando este bocadillo. Amén.

Disculpen los errores, no lo he corregido adecuadamente.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime, la historia si es de mi completa invención.

Advertencias: Bueno, universo canon, maltratos, palabras altisonantes, lemon explícito, un poco de sadomasoquismo, bondage, bueno, esos condimentos que me gustan. Ya están advertidos.-


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"El castigo más justo es aquel que uno mismo se impone".

Simón Bolívar

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Armin tenía ojeras que eran imposibles de disimular. Le había perdido el miedo a las pesadillas, ya estaba bastante acostumbrado podíamos decir, incluso la muerte era un concepto un tanto tranquilizador. Terminar de una vez la ansiedad, el sufrimiento, el ver como los acontecimientos estaban tomando un rumbo cada vez más violento mientras él solo podía quedarse a un costado observando.

Impotente.

Inútil.

Pero no podía renunciar, no podía entregarse con tanta facilidad, porque después de todo su vida era una condena de la que no podía huir, porque no era completamente suya, porque aún le quedaba en la boca el sabor de haber tomado vidas de otros para prolongarse, para existir, para seguir respirando, de manera que era imperioso seguir subsistiendo. No por elección, sino por mandato.

Él le había arrebatado la vida a Berthold, incluso si había sido de manera inconsciente. Nadie le había contado, y él tenía miedo de preguntar sobre eso, ¿cuáles fueron sus últimas palabras? ¿Berthold sufrió, sintió pánico o estaba entregado, resignado? Ojalá hubiera estado inconsciente para no haber sentido nada. Sus propios pensamientos se volvían parásitos internos que le iban devorando las esperanzas, que lo obligaban a reflexionar una y otra vez sobre todas esas cosas que no podía cambiar, el pasado era abrumador, una larga cadena atada a una roca que no se podía abandonar o desprender.

El presente no era mejor, sentía que poco a poco se estaba alejando de Eren, o que Eren estaba tomando distancia, tanto de él como de Mikasa. Todos habían transitado por terrenos escabrosos, por situaciones más que suficientes para perder la cordura, y sin embargo sentía que tanto él como Mikasa podían seguir fieles a su esencia, que aún se podía lograr que los erdianos vivieran en paz sin tener que apuntar con un arma al resto del mundo. Elegía seguir creyendo en ese ideal.

Paz era una palabra que se hacía cada vez más inalcanzable, era lo suficientemente inteligente para darse cuenta que los sueños de un puñado de inocentes niños ahora eran una utopía, pero eso no era motivo suficiente para renunciar. Incluso el comandante Smith había luchado sabiéndose derrotado y él no quería cambiar su opinión, porque sentía que los argumentos de su mejor amigo estaban errados. Cada vez que conversaban al respecto notaba que la grieta que se había instalado entre ellos crecía.

Había sin embargo dos pequeños refugios, pero ambos estaban mudos. Uno era su mejor amiga, que aunque lo escuchaba solo asentía o soltaba uno que otro monólogo que no aportaba demasiado, el otro era Annie, la visitaba regularmente motivado por una fuerza desconocida, un impulso que lo empujaba a acercarse pero que no reconocía como propio y sin embargo lo cumplía. ¿La chica lo escucharía, estaría consciente de sus monólogos? A decir verdad, era bastante solitario.

En años anteriores podía dialogar con mayor soltura con la ahora comandante Hange, sin embargo en estos momentos la misma se encontraba abrumada, corriendo de reunión en reunión con la realeza, los altos mandos, al nuevo puerto, los soldados marleyanos que venían en buques, el trabajo se le había multiplicado por mil y faltaban manos para poder responder a todo. Internamente la admiraba y se sentía aliviado que ese peso no hubiera caído en sus hombros, porque aún no estaba preparado para enfrentar tanto.

Había momentos, como ahora, en los que quería gritar, en los que quería permitirse enloquecer, quería buscar al capitán Levi y gritarle, enojarse por haberle dado el privilegio de continuar con vida, ¿siquiera era un privilegio? Él no lo había pedido. ¿Por qué? ¿Por qué él? Ya lo habían discutido un par de veces. Él no había sido favorecido, el único que había sido liberado era Erwin. A él le habían puesto la carga de ser el elegido para permanecer en ese infierno y se sentía terriblemente injusto.

Ni siquiera podía quejarse, ¿de qué? No respondía a un cargo jerárquico que lo estuviera presionando como a la comandante, no tenía el peso de tomar decisiones importantes como Eren, de vez en cuando debía acceder a ese poder impuesto que escondía en su interior solo para seguir tomando más y más vidas. Ya no quería, se resistía a aceptar que necesitaba convertirse en un asesino por el bien de Erdia, no le parecía suficiente. ¿Acaso no podía tratar de dialogar con el mundo? ¿Por qué todo tenía que ser tan deprimente?

A lo mejor se le estaban confundiendo los pensamientos porque estaba ebrio… terminó la botella que parecía estar pegada a sus dedos y balanceándose en medio de la noche fue arrastrando sus pies hasta el cuarto del capitán. Alguien iba a escuchar sus quejas y que se jodiera el más fuerte de la humanidad por haber decidido salvarlo. Antes de tocar a la puerta de su destino, con la razón nublada aún por los humores del vino, supo que ir a hacerle un escándalo al mejor soldado de toda Erdia (eso si no contaba a Mikasa que parecía igualarlo o superarlo por momentos) devendría en una paliza ejemplar.

¿Y qué? Tal vez la necesitaba después de todo. Tocó con todas sus fuerzas, sintiéndose a cada momento más y más molesto, pero sería mentir decir que no se despabiló un poco al sentir los pasos del capitán y el chirrido de la puerta al abrirse. Levi podía ser muy aterrador incluso sin proponérselo, a la luz de la antorcha del pasillo, con el cabello algo revuelto y unas ojeras enormes, a Armin se le congelaron todas las palabras en la boca.

—¿Y ahora qué? —fue todo lo que dijo con su inexpresividad habitual.

Armin balbuceó alguna estupidez y Levi quiso cerrar la puerta, no se esperaba el empellón del soldado que ingresó por la fuerza, cerró a sus espaldas y lo miró con molestia.

—Ve a buscar a tus amiguitos y que se hagan cargo de tu borrachera, mocoso, tengo cosas importantes que hacer para estar perdiendo mi valioso tiempo —advirtió en un tono calmo.

—usted… usted me va a escuchar un par de cositas, capitán —masticó las palabras Armin, resoplando agitado—. ¡Todo es su maldita culpa!

—¿Ah?

—¡Usted escogió mal!

—Otra vez la misma mierda —resopló cansado y se cruzó de brazos.

—Yo no debería estar vivo, no debería…

—Pues nada se puede hacer, el pasado es lo que es y no se puede modificar, yo no tengo arrepentimientos.

—Es tan fácil para usted, decirlo, yo soy el que debe cargar con esta maldición —dijo con los ojos húmedos, pero el hombre no parecía conmovido en absoluto.

—¿Y qué? ¿Acaso crees que eres el único que lleva una carga? Mira a tu alrededor y fíjate, todos estamos hundidos en esta mierda hasta la coronilla, vuelve cuando tengas algo nuevo para decir.

Quiso abrir la puerta pero Armin se interpuso, esta vez Levi endureció sus facciones.

—Quítate o te patearé tan fuerte que te haré papilla.

—Haga lo que crea mejor, no… mejor haga lo que no le vaya a generar arrepentimientos, capitán.

—Tanta inteligencia para nada, aún me sigo preguntando qué carajos te vio Erwin.

—¿Y qué vio usted, eh? ¿Una alternativa para delegar las responsabilidades y liberar al comandante?

Levi lo observó por largos segundos y finalmente respondió sin titubear.

—Esperanza.

La respuesta tomó desprevenido al muchacho, hubiera preferido un golpe, una frase hiriente, cualquier cosa menos eso.

—Yo no… no soy la esperanza de nadie, de nada. Viviendo una vida prestada, ni siquiera eso, una vida robada, saqueada, ¡mierda!

—Eres la peor clase de ebrio que existe, esos que se compadecen de sí mismos, das asco.

—¡Capitán! Por favor, por favor —dijo cayendo derrotado, arrodillándose frente a ese oscuro hombre como si se tratara de la figura de un santo—, castígueme.

—¿Ah? ¿Con qué motivo haría tal cosa, mocoso?

—Porque lo merezco, se lo suplico.

—No, no te lo mereces, sin embargo parece que lo necesitas después de todo. Sin embargo si te hago algo y te hiero, en el estado calamitoso en el que te encuentras, quien sabe, tal vez te conviertas y reventemos todos como sapos aplastados en este mugriento edificio —lo levantó de la solapa del cuello, abrió la puerta y lo arrastró hasta el pasillo donde lo dejó caer como una bolsa de papas, hincó una rodilla y lo agarró con rudeza del cabello para acercar su rostro y le susurró sobre el mismo—. Si mañana, una vez que estés sobrio y en tus sentidos, sigues creyendo que necesitas que te dé una lección, entonces ve a las barracas abandonadas después de que todos estén dormidos. Pero te advierto una cosa, Armin, una vez que inicie tu purgación no me detendré incluso si te conviertes en el asqueroso titán que portas. Así que ya lo sabes.

Luego se puso de pie y cerró la puerta con excesiva fuerza.

Estuvo debatiendo qué hacer durante el día siguiente, un poco ausente de sus quehaceres, perdido en sus reflexiones. ¿Había sido un error ir en busca de una expiación a manos del capitán? ¿Qué le diera una paliza que lo dejara de cama arreglaría en algo sus sentimientos? ¿Era necesario?

No, no lo era. Entonces… ¿qué hacía en ese oscuro y frío lugar? Se puso de pie al escuchar pasos dirigiéndose a su posición, un llameante fuego acercándose, hizo que sintiera nervios. Aún tenía tiempo de huir, sin embargo… ¿era necesidad o curiosidad lo que hacía que sus pies se mantuvieran pegados al suelo?

Cuando tuvo al capitán frente suyo, supo que era tarde para echarse atrás, tampoco es como si quisiera. Ya estaba ahí, enfrentaría lo que viniera, aunque no supiera a qué se atenía.

—Sígueme —dijo la figura de autoridad mientras caminaba hacia el fondo de la construcción.

Estaba vestido todo de negro, con el nuevo uniforme de la Legión, y venía además con el nuevo equipo tridimensional bien ceñido al cuerpo. Incluso en un momento así el capitán siempre era precavido.

Entraron a un salón bajo tierra, similar a los sótanos del castillo. Acomodó la antorcha en un lugar alto y luego se giró, caminó hasta donde Armin y aunque había cierta diferencia en sus alturas, al hablarle parecía como si Levi midiera tres metros.

—He venido a darte el castigo que tanto necesitas, cadete, porque aunque se supone que ya eres un líder de escuadrón a mis ojos sigues siendo un simple soldado. No voy a dejarte escapar, así me supliques, y no te daré la posibilidad que te conviertas en esa mierda horripilante que llevas por dentro, no me voy a detener aunque llores y grites, aclarados los términos, empecemos que no pienso estar toda la noche en esta faena. Desnúdate.

Armin lo miró sorprendido y comenzó a acatar la primera orden, ¿hacía falta estar desnudo? Sus dedos temblaban al tratar de desabotonar su camisa, creyó que el capitán giraría la mirada pero no, seguía de pie frente a él, observando cuidadosamente cada detalle, en cierta manera esto se sentía muy incómodo, ¿pero acaso no había sido él quien había solicitado su ayuda? Debía continuar.

Una vez que terminó, dejó su ropa y botas apiladas sobre una roída mesa a un costado.

—Híncate —pidió Levi—. Manos detrás de la espalda.

Le impactó que lo amordazara, pero supuso que era para evitar que se mordiera o se lastimara la boca. A continuación Levi sacó una cuerda roja de un espesor grueso y lo primero que hizo fue enredarla alrededor de sus brazos por detrás de su espalda, seguramente para que no pudiera moverlos, al igual que sus manos, pero luego con la cuerda le cruzó el pecho varias veces y con varios nudos. Armin estaba impactado de que el capitán fuera tan hábil con una soga. Una vez que terminó realmente no podía moverse en absoluto, excepto sus piernas. Levi caminó a su alrededor observándolo con detenimiento, metió uno de sus dedos entre una de las cuerdas que cruzaban uno de los hombros del rubio y observó la pálida piel debajo teniéndose lentamente de rosa.

—¿Te molesta, cadete? —dijo perforándolo con sus ojos de acero y Armin dudó pero finalmente asintió—. Entonces está bien, porque es completamente mi intención que te duela.

Lo escuchó arrastrar un cajón de madera que puso frente a él, escuchó como estrujaba unos ceñidos guantes de cuero que ajustó a sus poderosas manos y se sentó sobre el mismo, imponente, como un soberano observando a un esclavo. Armin sintió su saliva escurrirse de la comisura de su boca, pero es que no podía hablar, ni cerrarla adecuadamente, sin dudas se vería lamentable.

No se esperaba que Levi lo tomara de la cabellera con una rudeza espantosa y lo obligara a acostarse boca abajo sobre las piernas del capitán. Armin balbuceó pero con la mordaza no se entendió nada. Tampoco le dio tiempo a replicar, toda la palma derecha de Levi se asentó con gran fuerza sobre uno de sus glúteos y el joven de inmediato sintió que se le subía el estómago de lugar. ¿Rezongar? Era imposible.

—Calla y acepta tu castigo, Armin, jódete, tuviste la posibilidad de evitarlo, ahora no te tendré compasión.

Cinco, seis, siete, de un lado del otro, el joven se movía como pescado fuera del agua, por lo que Levi le apretó la nuca con uno de sus codos y empujó con fuerza dejándolo casi sin aire, solo sus piernas se movían con desesperación. Esto era mucho más de lo que hubiera imaginado, además… que lo nalgueara era un tanto… bizarro. El calor le subía por las piernas, le ardía, le escocía, ya había perdido la cuenta de las veces que lo había golpeado, sentía que la piel se le iba a desgarrar y comenzó a llorar profusamente, atorándose y atragantándose debido a la mordaza. Cuando creyó que iba a sangrar (que aunque estaba su piel muy roja e hinchada lejos estaba de lastimarlo así, era solo la sensación del chico) Levi se detuvo abruptamente. Armin sentía ganas de vomitar y lloriqueaba aún.

—¿Y te llamas a ti mismo un soldado de la Legión? ¡Aguanta un poco que recién empiezo!

Lo siguiente fue cuando menos extraño, comenzó a arañar (con los guantes puestos) desde la parte de atrás de las rodillas de Armin hasta el inicio de las nalgas, hundía los dedos con sadismo y los arrastraba hacia arriba, al principio no parecía la gran cosa, pero a medida que el tiempo transcurría el muchacho volvió otra vez a intentar gritar como condenado, aquí el capitán puso su codo contra el centro de su columna vertebral y apretó con brutalidad dejándolo inmóvil.

—¿Ya estás arrepentido, mocoso? Ya no eres tan valiente, ¿cierto? Tus bolas se deben haber metido dentro de tu cuerpo del miedo y ni siquiera he intentado ponerme creativo.

¿Levi siempre daría esa clase de castigos? ¡Qué terrible persona era el capitán! Pero Armin lo sabía, Armin deseaba recibir dolor, necesitaba expiar sus pecados a través del dolor.

El sargento volvió a detenerse y no se movió por varios minutos, Armin no sabía qué sucedía, no podía girar demasiado su cabeza por la posición y las ataduras, pero… ¿qué estaba haciendo? Solo notó que miraba su trasero y piernas, como admirando el trabajo que estaba realizando. Una ola de adrenalina lo embargó y se excitó, inevitablemente. ¡Qué momento más terrible para tener una erección! Ni él estaba seguro de porqué su cuerpo reaccionaba de ese modo, tal vez sería el miedo, quien sabe.

Se estremeció al sentir la mano desnuda del capitán sobre su piel magullada, ¿en qué momento se había quitado los guantes? Con tanto sollozo y berreo no lo había escuchado. Le recorría con delicadeza por dentro de los muslos, sin ningún tipo de vergüenza hasta toparse con sus testículos, ¿pero qué clase de castigo era ese? Se removió incómodo y recibió un golpe en la espalda bastante fuerte.

—¡Quieto, fierecilla! Haré contigo lo que me plazca y me vale una mierda si no te gusta, no estoy aquí para complacerte.

Armin dejó de resistirse, era inútil, además había algo de relajante en sentir las yemas duras y curtidas del capitán explorándole de una manera tan… íntima. Su pene se movió en un espasmo al sentir como le acariciaba los testículos. Joder, esto de castigo nada, esto, esto era, joder.

—El rojo le sienta a tu piel —escuchó la voz ronca y pesada del capitán y cerró los ojos mordiendo el pedazo de tela que tenía sobre la boca.

Gritó en sorpresa cuando recibió un golpe sutil en las bolas, seguido de otro y otro, eran como palmadas, no llegaban a ser extremas, pero definitivamente dolía, cada vez que los dedos impactaban sentía que quería devolver el estómago y fue imposible evitar retorcerse.

—¡Aguanta, mocoso!

Finalmente dejó de torturarlo, espesos hilos de saliva le colgaban de la boca, junto con mocos y lágrimas, sudor también, sentía el flequillo adherirse a su frente. Pero se puso nuevamente en alerta cuando sintió que el capitán escupía entre sus nalgas, un gargajo espeso que se deslizó bien adentro, su corazón latía como loco y se olvidó de todos los golpes y dolores en un instante.

—Relájate.

Fue todo el preámbulo antes de sentir una falange embadurnando su ano, cerró los ojos y se entregó. Ya no estaba seguro de lo que estaba sucediendo y tampoco quería pensar mucho al respecto, simplemente se dejó hacer porque era excitante, porque tal vez estaba buscando eso desde un principio o no, pero había aceptado todo al quedarse y obedecer.

El dedo empujó y se hizo lugar con rapidez hasta la base del nudillo, Armin emitió un quejido y se tensó, pero la otra mano del capitán le acarició la cabellera, como instándolo a que no opusiera resistencia. Era molesto, dolía un tanto, quería que lo sacara, pero sabía que eso no iba a suceder. Con sapiencia, Levi sacó e introdujo el dedo varias veces, aflojándolo, expandiéndolo y en pocos minutos le coló el segundo, recién entonces pudo alcanzar la próstata del joven que abrió los ojos, estaba en shock. Levi presionó ese punto una y otra y otra vez, las piernas de Armin temblaron como así su cuerpo, su estómago, el muchacho dejó colgar su cabeza e instintivamente empujó sus caderas. El dolor de su piel golpeada, los lazos que lo ataban, los dedos del capitán explorándolo tan profundo, todo se le arremolinaba en la cabeza y lo sumía en una especie de sopor que nunca antes había experimentado. Su pene se movía al ritmo de las embestidas de la mano del capitán, goteando líquido pre seminal, exhibiendo el disfrute que estaba sintiendo.

—Déjalo salir.

No pudo aguantar mucho más después de esa orden y acabó de una manera copiosa, espesa y abundante sobre el piso de ese lugar. Respiraba agitado, sumido en el disfrute del reciente orgasmo.

Levi le quitó la mordaza y pudo respirar mejor.

—No he terminado contigo —le advirtió, mientras lo quitaba de sus piernas. Armin se acostó en el suelo, jadeando, cansado y derrotado.

Levi puso su capa sobre el suelo, lo levantó con facilidad metiendo sus brazos debajo de las axilas del joven y lo dejó arrodillado. Se acercó por el frente y lo observó desde arriba.

—¿Listo?

Armin asintió notando como las fuerzas le regresaban poco a poco, después de todo era un titán y la recuperación de su cuerpo rápida. El capitán se abrió el pantalón y sacó su pene, erecto y venoso, con un tamaño promedio, pero no por eso le sorprendió menos al rubio.

—Abre la boca y no se te ocurra morderme o te arrancaré los ojos de sus cuencas, ¿entendido?

No pensaba desobedecer, el Armin arrodillado y deplorable ahí, no era el de siempre, era un Armin que estaba renaciendo, que estaba expiando sus culpas y quería recibir todo el castigo posible. Abrió grande su boca y lo engulló todo lo que pudo. Claro que lo hacía mal, jamás había hecho algo como eso, sin embargo, ¿cómo explicarlo? Era excitante, nunca había pensado que el capitán… que Levi sería capaz de hacer esto con él. Se sentía bien.

El hombre le agarró la cabeza con ambas manos y lo manejó a su antojo, podía sentir que se metía hasta aplastarle la campanilla contra la garganta. Se sofocaba, tosía y volvía a chupársela aunque no supiera y lo hiciera pésimo.

—Ya, para —dijo con disgusto el hombre mientras lo tomaba por el flequillo—. Creo que ha sido suficiente.

—Ca-capitán, m-más, más por favor —le pidió jadeando.

Levi casi sonrió.

—Después no te quejes.

Lo tiró sobre la caja y le abrió las piernas, escupió de nuevo y lo exploró a consciencia con sus dedos, Armin echó la cabeza atrás y gimió con gusto, mostrándole lo mucho que estaba disfrutando.

—¿Más?

—Sí, sí.

—¿Mis dedos no son suficientes para este asqueroso agujero tuyo?

—No, capitán, por favor.

¿Cómo terminaba uno suplicando que lo sodomicen cuando todo había empezado por un simple castigo? Bueno, lo cierto es que con Levi, nada era simple.

Le agarró de las caderas con una mano, apretando con cierta brutalidad, tal como era la naturaleza de ese hombre violento, pero había algo de adictivo en ese trato. Inspiró cuando sintió que lo invadía, trató de relajarse, un pene era muy diferente a un par de dedos.

Se mordió los labios, Levi se tomó su tiempo.

—Respira, mocos, vamos a ir despacio con esto, no porque te tenga consideración, pero si te lastimas puedo terminar muerto.

—N-no, no se preocupe, yo no… ¡ah!

—Entonces, ya que tengo permiso, dejemos las delicadezas.

Se empujó hasta la base y Armin dejó salir un grito, joder, se sentía tan malditamente bien, entre doloroso y agradable todo junto. El dolor no duró mucho, Levi comenzó un mete saca a toda marcha, pensar era imposible, apenas si podía respirar, golpeaba repetidamente su punto más sensible y lo dejaba hecho una masa deforme de jadeos y temblores. No supo cuánto tiempo fue, pero casi pierde la consciencia cuando eyaculó con fuerza mientras era sometido sobre ese cajón de madera. Manchó todo su abdomen y sus muslos se contrajeron marcando todos sus músculos. Levi continuó unos minutos más y justo cuando gruñó al sentir próximo su orgasmo… el cajón colapsó y se hicieron con el suelo de inmediato.

Eran una maraña de sudor, madera, cuerdas, respiraciones entrecortadas y dolor.

Luego del desastre, el capitán tuvo que cortar la cuerda para liberar a Armin. El cuerpo le quedó marcado por todas partes, aunque lastimosamente las lindas marcas rojas en su culos estaban desapareciendo, maldita regeneración titán.

Lo ayudó a limpiarse con unos trapos y un balde con agua que el capitán consiguió vaya a saber de dónde. Se vistieron en completo silencio y finalmente volvieron hacia el edificio correspondiente. Metros antes de llegar, Armin le habló en voz baja.

—Capitán… gracias por el castigo.

—¿Gracias? —bufó molesto—. Tendrás que hacer mucho para compensarme, ya lo sabes.

—Con gusto, señor.

Levi se giró y miró al rubio de soslayo, le dejó la antorcha y se internó en la oscuridad.

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By Luna de Acero.-