Disclaimer: Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima.
Esto es para ti, baby Row, lo 100to por shikito pero hice mi mejor esfuerzo :(
Desde siempre, había existido un cierto ritmo que acompañaba a Juvia. Desde que era una niña, por tanto tiempo que ni siquiera podía recordar cuándo fue la primera vez que lo escuchó. Aunque, para ser sinceros, en realidad eran dos los ritmos que la acompañaban, aunque para uno de ellos sí podía recordar cuando llegó a su vida, justo después de que la puerta del orfanato se cerrara a su espalda en su primer día.
El segundo era el suave golpeteo de la lluvia, a veces casi inaudible, a veces ruidoso como las tormentas en el mar. La seguía desde aquel fatídico día, sin importar cuantos muñecos cosiera para alejarlo. Y, de acuerdo, quizás coser no podía modificar el clima de su nuevo hogar, pero no perdía nada teniendo esperanza, en especial cuando parecía que la lluvia amaba seguirla. Incluso en los buenos días, cuando el sol hacía su rara aparición en el cielo, bastaba con que pusiera un pie en la puerta de salida para que este se oscureciera. O quizás era tan sólo su ánimo el que hacía que la luz pareciera atenuarse. Quién sabe, a estas alturas estaba tan acostumbrada a la forma en que las cosas sucedían en su vida que no sabía decir cuál era la verdad.
El primer ritmo, aquel que no podía recordar cuando oyó por primera vez, era un sonido más amable. Era también suave, como una canción de cuna para dormir a los niños. De hecho, solía hacerla dormir cuando Juvia era aún un bebé o al menos eso era lo que su madre solía decir. Desafortunadamente, su madre no había tenido tiempo de explicarle que significaba la canción antes del accidente, pero Juvia había aprendido con el tiempo. Muchas horas en la biblioteca, lejos de la lluvia y los niños que solían burlarse de ella por lo menos le habían dado un montón de tiempo para leer diferentes libros. Libros sobre amor, sobre pena y dolor, sobre esperanzas y familias. Libros sobre almas gemelas.
Y es que eso era la canción, una canción del alma, el vínculo que compartía con su alma gemela, aún desconocida. La música que sonaba en sus cabezas cada vez que estaban lo suficientemente cerca del otro. Y que interesante punto era aquel. Su alma gemela había estado siempre cerca de ella, lo bastante cerca como para ser oída y aún así nunca había conseguido siquiera un pequeño vistazo de su existencia. Una y otra vez, desde que era poco más que un bebé, si le creía a su madre (y lo hacía), habían estado lo bastante cerca como para activar la canción.
¿Acaso su alma gemela vivía tan sólo unos departamentos más arriba o más abajo que el viejo hogar que había compartido con su madre? ¿Acaso habían compartido escuela cuando era niños, antes de que aprendieran el significado detrás de la melodía? Juvia solía cantarla en la escuela, a pesar de que sus profesores la reprendieran. Su madre, por su parte, solía sonreír y animarla a cantar cada vez que quisiera, diciendo que era la mejor manera de encontrar a aquella persona a quien el destino la había unido. Juvia había aprendido sus palabras como un mantra, aunque no tenía ánimo para cantar últimamente. Desde hace varios años, en realidad.
Y aún así, su alma gemela había permanecido cerca todo este tiempo. Juvia oía su canción por lo menos una vez a la semana, a través de toda su educación e incluso una vez asistió a la universidad. A veces incluso más de una vez. Cuando era más joven, Juvia solía mirar alrededor, intentando encontrar una persona cerca pero era siempre una multitud, una clase entera o un cuarto vacío. ¿Dónde estaba su alma gemela cuando, sola en su cuarto, oía aquella canción en su cabeza, repitiéndose una y otra vez? ¿Qué tan cerca era bastante cerca?
A través de los años, había visto muchas parejas encontrarse. Era siempre una hermosa vista, a pesar de que dolía un poco saber que ninguna de esas parejas era la suya. Las había visto a través de la ventana más de una vez, cuando uno de ellos, o a veces incluso ambos, reaccionaban al ritmo. Levantaban sus cabezas, buscando hasta que sus ojos inevitablemente se encontraban y corrían o caminaban hacia el otro, o a veces tan sólo se quedaban una eternidad compartiendo una mirada y memorizando el rostro de la otra persona.
Juvia recordaba con claridad una vez en la cual, sentada en el borde de una fuente mientras la lluvia caía a su alrededor, una pareja se había encontrado. Ella llevaba su paraguas ese día, y la canción había hecho su aparición hace ya un rato cuando vio a dos personas que casi habían chocado. Ambos habían levantado la vista y encontrado algo que Juvia no podía entender. Aún no sabía cómo se dieron cuenta de quienes eran, pero Juvia los había visto cantar en el medio de la lluvia, sin importarles el clima ni nadie más. Perdidos en el mundo que había creado para ellos mismos con sus había tarareado su canción aquel día, en voz baja y lentamente, pero nadie se le acercó ni tampoco vio a nadie cerca. Tan sólo ella y la pareja.
Su canción era tanto una bendición como una maldición, ya que le había hecho compañía en sus peores tiempos, cuando pensaba que no había nada más en su futuro que nubes grises en el horizonte. Al mismo tiempo, estaba tan acostumbrada a oírla y no encontrar a nadie que ya se había rendido y creía que su alma gemela había hecho lo mismo. Si no se habían encontrado en tanto tiempo, ¿por qué lo harían la próxima vez?
Honestamente, su alma gemela era la principal razón por la cual se había quedado en su oscura ciudad por tanto tiempo. Se había rendido en su búsqueda pero aún tenía la esperanza de encontrar su destino algún día. Su madre dijo muchas veces que la canción los guiaría a un encuentro y Juvia todavía creía en sus palabras pero… Pero no pasaba.Y con la canción apareciendo tan seguido, no creía que fuera a pasar pronto. Así que, le tocaba tomar una decisión.
Había recibido una nueva oferta de trabajo en una ciudad completamente diferente, muy lejos de su hogar actual. No era la primera vez que pasaba, pero si era la primera vez que aceptaría pues tal vez esto era una oportunidad de cambiar las cosas, tanto para ella como para su alma gemela . Quizás necesitaban alejarse para encontrar. Si la canción aparecía en un lugar diferente, de la nada, esta vez si buscaría ¿verdad? Y, quizás, su alma gemela también lo haría y por fin podrían encontrarse. O tal vez no. Pero al menos conseguiría una respuesta, ¿verdad?
Había sido una decisión difícil, y aún tenía miedo de que perdería la única constante en su vida, pero ya estaba hecho. Había enviado la mayoría de sus cosas la semana anterior mientras terminaba sus últimos negocios en la ciudad, así que sólo le quedaba tomar el pequeño bolso con las últimas de sus ropas y tomar el avión que la llevaría lejos.
La mañana amaneció lluviosa como siempre, así que tomó el paraguas para esperar el taxi que la llevaría al aeropuerto. Una vez llegó a su destino, la dejó en la entrada, algo triste pero sabiendo que sería muy molesto llevarlo consigo. Una cosa más que dejaba atrás. Se sentó cerca de la puerta de su vuelo y esperó, esperó, esperó y entonces escuchó la canción y su suave melodía. Se unió a su espera, quizás por la última vez y Juvia se preguntó si acaso era una señal. La gente pasaba a su alrededor, algunos con prisa, algunos con pasos calmados. La lluvia golpeaba en las ventanas de tanto en tanto, empujada por el viento.
Por fin llegó su turno de mostrar sus documentos y abordar por fin, en busca de su asiento. Era un vuelo repleto, al parecer, pero por suerte su fila tenía tan sólo dos asientos así que al menos no sería tan malo. Además, tenía el asiento del pasillo así que no tendría que preocuparse por levantarse y molestar a su compañero. No estaba tan mal. Juvia cerró los ojos cuando la carrera comenzó, despidiéndose en silencio de su alma gemela. El avión se elevó y la tierra se hizo más y más pequeña cada segundo.
La canción seguía con ella. Sus manos se empuñaron en el tejido de su falda mientras mordía su labio inferior. ¿Qué significaba esto? ¿Que tan cerca era lo bastante cerca? ¿Acaso su alma gemela compartía avión con ella o acaso había vivido una mentira toda su vida? No quería mirar a su alrededor, no quería decepcionarte otra vez y, al mismo tiempo, no quería perder esta oportunidad si es que acaso era una.
Fue entonces cuando lo escuchó. La canción, su canción, la canción de ambos, pero no sólo en su cabeza si no también en sus oídos. Algún estaba tarareando cerca, lo bastante cerca como para que pudiera escucharlo sin esforzarse. Lo bastante cerca como para seguirlo y encontrar a la persona detrás del sonido. El tarareo venía de su lado.
Giró su cabeza y vio a la persona que compartía su fila, un hombre de pelo oscuro que miraba a través de la ventana y tarareaba en voz baja mientras golpeteaba el vidrio al ritmo. Su camisa blanca se encontraba desabotonada y no parecía demasiado interesado en nada más que la ventana. La vista le quitó el aliento pero no estaba segura de cómo acercarse. ¿Qué podía decir?
Al final, no fue necesario que dijera nada. Al final, la única cosa que tenía que hacer era cantar. Y lo hizo, uniéndose a él en un dueto tan bajo que no podía ser oído por nadie más que ellos. Él se giró, sus movimientos un poco brusco por la velocidad, pero ella casi ni lo notó. Sus ojos se encontraron y ella sonrió, sintiéndose tímida de pronto. Aún así, él le devolvió la sonrisa, y aunque era un poco más apagada que la suya fue suficiente.
Juvia no podía recordar quién de los dos fue el primero en hablar, ni las primeras palabras que intercambiaron. Sí recordaba de qué hablaron, de sus vidas, curiosamente parecidas, su conexión, siempre presente pero distante, su futuro, si es que existía alguno. Y, ya que él también se mudaba, no había razón por la cual no pudiera explorar a dónde los llevaría su vínculo.
Notó que él era algo cerrado, no le gustaba hablar de sí mismo a pesar de que parecía estar haciendo un esfuerzo por ella. Su corazón parecía volar al saber que no había sido la única que había estado esperando por el momento en el cual la canción los uniría por fin, que al final de verdad había alguien que la apreciaba y quería en su vida.
El viaje pareció durar apenas un pestañeo, y Juvia sólo se dio cuenta de que había terminado cuando los parlantes anunciaron el pronto aterrizaje. Él se sobresaltó también y algo cruzó su mirada, algo que Juvia pensó era tristeza, asi que se apresuró a darle su teléfono mientras decía que deberían encontrarse de una apenas se hubiera acomodado. Él sonrió de nuevo ante esas palabras, y el sentimiento pasajero abandonó sus ojos.
Las puertas se abrieron y la gente comenzó a salir. Juvia no quería seguirlos, las horas que compartieron juntos parecían muy pocas después de una vida de espera, y no fue hasta que él la animó a hacerlo que finalmente se levantó para esperar en la línea. Lo dejó pasar primero, tan sólo para poder verlo por un poco más de tiempo, y fue entonces cuando tuvo una idea, caminando justo detrás del hombre que había estado esperando por tanto tiempo.
Tomó su mano antes de poder arrepentirse y la apretó con fuerza, sonrojándose mientras lo hacía. Él le devolvió el apretón y aunque no se giró, la guió fuera del avión paso a paso, sin titubear. Fuera, el sol brillaba en el cielo.
