Más de lo que Puedes Masticar


Lo primero que sus sentidos llegaron a captar fue el suave aroma de la hierba fresca, como si hubiera sido rociada recientemente por la lluvia. Le siguieron otros olores igualmente naturales, pero no todos en la categoría de agradables, pero tampoco los catalogaría en el extremo opuesto. Aunque, pensándolo, estaba más en la esfera de lo desconcertado, no se supone que debería estar aquí, donde sea que caiga el término «aquí».

De hecho, sin moverse o realizar una acción que pueda hacerlo pasar como una persona del mundo de los vivos, intentó hacer memoria. Si no debía estar «aquí», solo significaba que había otro sitio en el que su presencia se requería o esperaba. Sus facciones se arrugaron mientras hacía un esfuerzo por intentar recordarlo, pero la memoria lo evade de forma sencilla. Solo llegaron trazos, incluso a pesar de los intentos que debieron parecer horas, y estos eran inconexos o, para ser más exacto, esa palabra era quedarse corto, todo era confuso.

«Una colina de espadas», pensó con extrañeza.

Su mente, cada vez que intentaba reavivar el sitio al que pertenecía, lo enviaba a ese lugar. ¿Era aquello lo más cercano que tenía a un hogar? Apenas y tenía una imagen clara, pero el solo hecho de ver una reproducción deformada servía para enviar sentimientos disonantes a su sistema. Sentía una repulsión instintiva, inexplicable e imposible de ubicar, pero lo desconcertaba más lo cómodo o, más precisamente, demasiado familiar como para negar la pertenencia.

Suspirando de exasperación y una creciente molestia, envió todo el asunto al fondo de su mente y decidió que, de haber algún tipo de respuesta en algún lugar, no lo conseguiría tumbado en la hierba de un sitio desconocido en medio de lo que suponía era la nada. Bien, definitivamente la situación no era fácil, pero, en primer lugar, ¿cuándo ha sido fácil?... ¿Cómo sabía que las cosas nunca le eran fáciles? Había un instinto allí que le advertía que nunca debía confiar en su suerte, pero lo enterró con igual rapidez.

Abriendo los ojos, se encontró donde creía. Un bosque, había percibido el olor de la madera y frutas, además de otros matices mucho más delicados. Siempre tuvo una buena nariz, pero se sentía extraña, como si, de hecho, la capacidad olfativa avanzada que estaba mostrando no fuera completamente desconocida, pero todavía era como si estuviera percibiendo otra cosa en lugar de su función original.

«¿En qué estoy pensando? ¿Una nariz para oler algo más que los alrededores? Debo estar más afectado de lo que pensaba si ya comencé a delirar».

Preparándose para ponerse de pie, intentó apretar los puños, pero se resistió en el momento en que percibió que había algo en su mano derecha. No era particularmente duro, todo lo contrario, pudo arrugarlo con facilidad y la textura era demasiado familiar como para pasarlo por alto, por lo que se irguió y quedó sentado en su sitio.

En su diestra, sin saber cómo o por qué, había una carta perfectamente sellada, incluso con cera, como si quisiera ofrecer algún tipo de sentimiento de opulencia. El único inconveniente era el sello que debió usarse para marcar la cera, porque tenía la forma de una estrella dentro de un circulo, el cual contaba con un par de alas cortas. Cualquiera que hubiera hecho algo así debería revisarse a sí mismo, elegir una marca tan infantil… ¿O lo había hecho él? Casi estuvo en pánico de que fuera culpa suya, por lo que siguió con la revisión. El papel era blanco y sin adornos, tampoco contaba con un destinatario ni un lugar de origen, mucho menos una estampilla, lo que solo aumentó su malestar y decidió abrirla. Si no era de él, era para él, salvo que fuera un ladrón de correspondencia, lo que, incluso si no podía negar con certeza, sabía que no era tal cosa.

Soltó un suspiro que no supo que estaba conteniendo al notar que esa abominación de sello no era culpa suya; esa no era su letra, y estaba su nombre. De hecho, estaba seguro de que se trataba de su nombre al sentir una especie de picazón en la lengua solo por intentar pronunciarlo. Y tenía el sentimiento de que, por alguna razón, podría ser peor de lo que ya era.

Luego de superar la primera ola de sentimiento raros, llegó la resolución. ¿Abandonado en un campo abierto, sin nadie alrededor, tras despertar de una inconsciencia y con una carta sospechosa en su mano que se dirigía a él? Demasiadas coincidencias ocurriendo, de esto estaba seguro, y si aquí no estaban las respuestas, sentiría que andaría perdido, por lo que comenzó a leer.


Querido Emiya,

Me alegra saber que has llegado sano y salvo a tu destino, si es que realmente estás leyendo esta carta y no ha caído en manos de otra persona, o fue destruida, perdida o cualquier posibilidad de nunca volver a tus manos. De ser así, es una pena, podrías llamar esto como el único tutorial que tendrás en esta nueva partida. Por otro lado, si eres tú, entonces sigamos adelante.

Como ya habrás notado, cumplí mi parte del trato con los ajustes discutidos de antemano, así que no hay nada por lo que debas preocuparte, pues no ha habido efectos secundarios sobre los que debas preocuparte en tu situación. Tal vez te sientas extraño y desorientado, pero es el sentimiento más normal dado lo que hice por ti. Solo debes tranquilizarte bajo el hecho de que sigues siendo quien eras antes, tu personalidad no se ha perdido.

Ahora que nos hemos puesto al día con la situación, creo que sería justo darte unas cuantas instrucciones antes de la partida. Considéralo una pequeña amabilidad de mi parte.

Tal vez te sorprenda un poco todo lo que te rodea, yo también fui sorprendido la primera vez que observé un lugar como ese donde algunas criaturas son capaces de realizar la Verdadera Magia. Solo te aconsejo que no entres en pánico, te mantengas calmado y con la mente abierta para evitar sorprenderte de más.

Mi siguiente consejo es relacionado con el primero. Mantente alerta, porque no todo es lo que parece. ¿Qué sería la vida sin un poco de diversión para condimentarla de forma correcta? Tendrás problemas por el camino, pero solo debes confiar en el poder de la amistad.

Por último, y no menos importante, es que hay ciertos "artefactos" que podrás reconocer a la vista, de eso estoy seguro. Te aconsejaría mantenerte alejado de ellos, pero, si quieres ver qué son capaces de hacer, supongo que es asunto tuyo. Mi consejo es que, incluso si te sientes coleccionista, no interactúes mucho con ellos.

Como el primero de muchos, has sido el que más me ha proporcionado entretenimiento, así que es justo de mi parte el devolverte el favor, ¿no es así? Pero, como has aprendido en tu longeva vida, incluso estos favores nunca son libres. Sabes qué eres, pero ¿te detuviste en algún momento a preguntarte qué querías? Por supuesto que no, esa no es la forma "Emiya" de hacer las cosas. Todos y cada uno tienen algo en común sin importar a dónde vaya, y es que, en algún momento de sus vidas, han elegido caminar de espaldas hacia la meta, siempre a trompicones. Pero ahora es tu momento, ahora no hay nada que pueda impedir que te preguntes a ti mismo qué es la libertad.

Te cuestionarás qué es el libre albedrio que nunca has tenido, y te preguntarás qué debes hacer. ¿Lucharás contra tu pasado actualmente inexistente como muestra de rebeldía liberal, o lo abrazaras gracias a la comodidad que otorga la sumisión? Solo el tiempo lo dirá, solo el tiempo sabrá si has vuelto o volverás a destruirte, solo el tiempo dirá si has decidido ser libre. Conocí a un hombre capaz de construir una ciudad en un lugar que nadie nunca esperó, ¿y sabes cuáles fueron sus palabras de sabiduría? "Un hombre elige, un esclavo obedece". ¿Qué será, Emiya? ¿Te aferrarás al Destino, los dioses y los reyes como un esclavo, o vivirás y morirás bajo tu elección como un hombre?

Aquí se separan nuestros caminos, pero ¿quién sabe? Tal vez podamos volver a reunirnos, siempre existe la posibilidad.

—Z.


A medida que leía la carta, el rostro de Emiya, quien se consideraba a sí mismo con una buena cara de póker, cambió durante la lectura completa. Al principio fue un poco de esperanza por ser capaz de aclarar la situación gracias a alguien a quien conocía. Luego siguió la incredulidad por las cosas que seguía soltando sin filtro o contexto, y lo peor era que lo entendía, al menos en varios aspectos, como la Verdadera Magia; además de dejarle en claro que seguía siendo él, cosa que ya sabía. Luego estaba la completa confusión con su cuestionamiento sobre la libertad. Al final, fue una mezcla extraña e inconexa que no sabía ubicar, pero se parecía un poco al alivio al tener una pista más o menos clara sobre lo que estaba pasando.

Lo primero fue entender el asunto por completo. Conocía al responsable, tal vez a un nivel íntimo si la interacción mediante el escrito dejaba algo en claro, pero, sinceramente, no se imaginaba llevándose bien con cualquier persona. Era, en cualquier caso, raro si tenía que decirlo él mismo, pero el hecho de que tenía la sensación de que sí había interactuado personalmente con el individuo de apariencia y nombre desconocido se le había pegado. ¿Lo peor? Tenía el presentimiento de que nada salía bien cuando esa persona estaba involucrada. Era algo parecido a un instinto primitivo que despertó, pero decidió matarlo para no desviar sus pensamientos.

Después de eso estaba la mención de la Verdadera Magia. Incluso si se consideraba a sí mismo un magus de tercera categoría —por alguna razón—, todavía recordaba los requisitos para la hechicería: efectos taumatúrgicos incapaces de ser replicados por medios humanos, como viajar en el tiempo, crear objetos de la nada misma en lugar de construcciones de Prana o… ¿qué? Su mente todavía estaba en la neblina, por lo que era difícil acceder a más recuerdos.

Tras rememorar, llegó el problema. ¿Criaturas capaces de replicar algo parecido a la Verdadera Magia? ¿Eran Especies Fantasmales? No, lo que sea que sean estas Especies Fantasmales, estaba seguro de que no eran capaces, al menos la mayoría, de realizar algo así. Bueno, dijo que era algo parecido, así que tal vez estaba exagerando las cosas o simplemente no debía ser algo sobre lo que preocuparse. Su lado racional le decía que no creyera lo último, pero era un asunto sobre lo que pensar en otra ocasión.

Ni siquiera dignificó con un pensamiento la conferencia sobre el libre albedrío, en su lugar, fue al punto más importante: su magecraft. Lo tenía completamente claro, casi como si fuera imposible arrancarle algo así. De hecho, Emiya recordaba los conceptos, los efectos, los requisitos, por lo que dejó la carta a un lado y nuevamente cerró los ojos. Abandonó el exterior para revisar su propio cuerpo, sus Circuitos Mágicos, el conducto de Od necesario para la realización de misterios taumatúrgicos en el mundo.

Su cuerpo se sentía… extraño, no había una mejor forma de describirlo. Los Circuitos estaban allí, pero simplemente era como si estuvieran muertos, por no haber una palabra mejor para comparar en ese preciso momento. Todavía era capaz de circular algo, podía sentirlo, pero no era lo correcto. Volvió a pensar, pero su mente nublada todavía impedía ser completamente coherente con algunos aspectos de su situación. Había más pensamientos en la neblina, tendría que ubicarlos para intentar desentrañarlos, pero, por ahora, con la situación explicada a medias y al menos con algo de conocimiento, solo quedaba una opción: salir de allí.

Bien, seguía sin saber la parte más importante y era ubicar el bosque que fungía como «aquí», pero ya no estaba tan indefenso. Está bien, no diría que consiguió todo, pero, nuevamente, permanecer estático nunca le sirvió de nada en la vida… ¿En qué vida? No, en otro momento. Sacudió la cabeza y se puso de pie.

Si la información era correcta, había bestias peligrosas, posiblemente monstruos capaces de poderosa taumaturgia que rivalizaba con la hechicería, y él estaba en un bosque desconocido sin rastro de civilización, si es que existía la civilización en primer lugar. Tendría que abrirse paso sin un mapa o direcciones mientras arriesgaba la vida al posiblemente enfrentar la fauna local, también desconcordia. ¿Lo más lamentable? Tenía la certeza de que esta no era la peor situación en la que había estado. Solo su suerte.

Mientras planeaba su movimiento, una sacudida de un arbusto frente a él disparó por completo los instintos afilados de su cuerpo. Sus piernas se separaron para ampliar su movilidad y ser capaz de dar un salto de ser necesario, mientras que sus brazos se dejaron caer para poder preparar… ¿qué, exactamente? No lo recordaba, pero sabía que era importante.

Su mente gritaba en alarma. ¿Era hora de encontrarse con los monstruos locales? Tal vez debió alejarse en lugar de quedarse pensando en un solo sitio donde cualquier cosa con un buen olfato podía encontrarlo. ¿Era demasiado tarde para dar media vuelta y correr? Lo más probable, enseñar la espalda a un depredador era invitar a ser asesinado. ¿Montar una defensa en ese mismo instante y bombardear con una lluvia de espadas? Sería correcto, pero ¿y si era solo un animal normal y simplemente lo mataba por una especulación, o tal vez sea una criatura no violenta?... Demasiado optimista, correr parecía cada vez más atractivo.

En el segundo en que le tomó a Emiya para pensar las posibilidades, lo que había causado, o ayudado a causar el alboroto salió, y la decepción apareció en el rostro del humano. Estaba esperando cualquier cosa luego de la carta de advertencia, como monstruos deformes e irreconocibles salidos de la imaginación de algún mal escritor morboso; si no, tal vez algo más natural pero mutado hasta ser apenas reconocible de su ser original; hasta aceptaría algo como un dragón, pero no… lo que sea eso.

Bien, comenzó con describirlo como nada aterrador, o por lo menos enviaría al manicomio a cualquiera que le pareciera aterrador lo que estaba frente a él. Incluso caía en la categoría contraria, por lo que de inmediato estuvo tentado a bajar la guardia si no tuviera experiencia —sin saber de dónde— con criaturas que cazaban usando la lindura. Los otros aspectos eran más extraños, pues tenía ¿cabello?, al menos eso parecía, de color verde esmeralda cuyo flequillo cubría la mitad del rostro, con una cabeza coronada con una especie de cuerno/aleta rosada. Su piel era tan blanca como papel al igual que la… ¿ropa? ¿Era eso ropa? Prefirió ignorarlo. ¿Lo mejor? Apenas y llegaba hasta su rodilla.

La mente de Emiya trabajaba a toda máquina para tratar de racionalizarlo todo. Le advirtieron de criaturas poderosas, pero esto… esto era lamentable, si podía ser sincero. De hecho, lo miró más de cerca y se notaba con magulladuras y su ropa/piel con manchas evidentes de suciedad acumulada. Parecía respirar de forma acelerada, y la debilidad de sus piernas, o patas, o apéndices, para ser más abierto a posibilidades, se notaban débiles y que apenas le sostenían, aunque más por agotamiento que por heridas.

Ahora bien, ¿qué hacer? Si era una trampa, fue de las mejores que hubiera visto en… ¿cuánto tiempo? Lo desconocía, pero sabía que fue demasiado como para darle importancia. Tal vez la gracia del asunto era apelar a los instintos protectores de quien viera la escena, lo que, atestiguaba, era efectivo.

Luego de otro segundo dentro de su mente, la criatura pareció notarlo y levantó la mirada. Sus ojos eran como un par de rubís, pero carecían de brillo y los encontró ensombrecidos por el miedo, la angustia y la duda. Si era una trampa, había funcionado, porque Emiya se quedó paralizado en el momento en que vio eso, en el momento en que la desesperación era tan palpable, como si aceptase cualquier cosa para evitar lo que estaba sucediendo, y solo traía recuerdos desagradables que no terminaban de desenterrarse.

En algún momento durante su distracción, la pequeña cosa no identificada corrió hasta él y se posicionó detrás de su pierna, lo que disparó otra alarma en la cabeza de Emiya. Estaba magullado y ahora se estaba escondiendo, lo que solo podía significar una cosa si esto era parte de las criaturas que avergonzaría a los magi: un depredador mucho más grande. Sí, solo su suerte.

Los perseguidores no tardaron en aparecer, y esta vez no sabía si debía estar decepcionado o pensar que ya lo esperaba. Humanos. Como siempre, el hombre tenía la necesidad de atormentar, incluso si ya estaba en la cima de la cadena alimenticia. ¿Cómo sabía que había tormento de por medio? Una vara electrificada de dos metros y lo que parecía ser un lanzador de redes por sí solo; al menos pensaba que era un lanzador de redes gracias al diseño.

En lugar de centrarse en el armamento, movió su vista para analizar a los visitantes. Eran solo dos, y cada uno portaba una de las armas antes mencionadas. Vestían de manera informal, cargados de suciedad, algunas rasgaduras y cierta familiaridad con el entorno. Todo en ellos gritaba «cazadores furtivos» por alguna razón, y conoció a unos cuantos de ellos en el pasado, o eso creía.

Los hombres al menos lo notaron en el mismo instante en que entraron al pequeño claro donde había estado reposando. El que llevaba la barra eléctrica dio un paso al frente, haciéndola arrojar un par de chispa a modo de intimidación. Fue tan efectivo como la rabieta de un niño, pero Emiya se quedó callado mientras la otra parte hablaba.

—Aparta del camino chico, estamos en un horario apretado aquí.

«¿Chico? ¿Está ciego? Al menos parezco de… ¿de cuánto?».

Emiya sacudió un poco la cabeza para apartar el dolor que comenzó a acumularse al intentar recordar algo tan básico como la edad que tenía. No era el momento, pero, al parecer, la otra parte lo tomó como una negativa a su anterior declaración, por lo que volvió a activar su aturdidor.

—¡Escúchame, niño, no vengas conmigo a jugar a ser un Ranger! ¡Apártate del camino, déjame agarrar ese pokemon y nadie sale herido!

Consiguió algo de información en esa segunda declaración. Lo más importante: sí eran cazadores furtivos, o por lo menos la versión de este lugar. El hecho de estar en un «horario apretado» y el deseo de discreción ayudaba a posicionarlos en el área de la ilegalidad, además, estos «Ranger» deberían ser su versión de los guardabosques. Lo único que lo dejó perdido era el otro término, «pokemon». Buscó en sus escasos recuerdos y no había nada, y tampoco el dolor de cabeza que le decía que lo sabía, pero estaba bloqueado, olvidado o lo que sea que le pasara a su cabeza. En resumidas cuentas, y con la forma en la que lo usaron, la especie de la criatura se llamaba «pokemon».

Ahora que tenía la situación establecida, no podía permitir que estas personas se llevaran a… Espera, ¿por qué debía tomarse la molestia? ¿Qué necesidad había de salir de su camino inexistente, meterse en problemas con personas que no conocía, para proteger una criatura apenas identificada?

Emiya bajó la mirada hasta la pequeña cosa que se aferraba a su pantalón de mezclilla azul. Esos ojos de rubí seguían mirándolo esperanzado, y lo que parecía un impulso salvaje comenzó a golpear su pecho. Era como si su instinto le estuviera gritando que debía proteger a la criatura, evitar que sufriera cualquier tipo de daño y castigar a los infractores que lastimaron algo tan carente de malicia… pero, ¿por qué? ¿Por qué tenía esta compulsión incontrolable de proteger?

—¡Suficiente con esta mierda! — el rugido del cazador furtivo sacó a Emiya de sus pensamientos —¡Te di tu oportunidad chico, no me culpes por esto!

El hombre llevó la mano hasta su bolsillo y, a pesar de que Emiya se preparó para que sacara un arma, se decepcionó por tercera vez en menos de treinta minutos. Agarró una especie de pequeña pelota roja y blanca que cabía en su puño, nada impresionante, por lo que, ¿qué planeaba hacer con ella? ¿Era una granada? No lo parecía, aunque, por otro lado, tenía un botón, por lo que era probable, pero el tamaño lo dejaba por fuera y, salvo que quisiera que le explotase en la mano, tendría un temporizador; solo sería cuestión de agarrar a la pequeña cosa de verde y blanco y salir de allí.

Tal fue la sorpresa cuando presionó el botón y el objeto se amplió hasta el tamaño de una bola se baseball, lo que no esperaba en ningún momento y su curiosidad, junto a su cautela, se disparó. En respuesta, llevó su mano hasta la parte de atrás de su espalda; tampoco es que pudiera poner en peligro el secreto de la taumaturgia.

Ambos intercambiaron miradas, y el hombre del lanzador de redes estaba intercalando los ojos entre ambos, expectante. Emiya no iba a hacer el primer movimiento, y claramente tuvo mucha más paciencia, porque el hombre del aturdidor arrojó la pelota/granada… ¿al cielo? Luego, para su cuarta sorpresa, esta se abrió por la mitad, dejando escapar una especie de rayo de energía rojo que impactó contra el suelo y, como si las sorpresas no terminaran, una criatura se manifestó en el lugar de impacto de la energía extraña.

¿Era un magus? Porque lo que acaba de pasar podía simplemente ser tratado como una invocación de familiar a través de un raro catalizador, y la bestia lucía, como mínimo, decente, pero, para alguien que había detenido catástrofes… ¿catástrofes? No, en otro momento, debía concentrarse. Las cosas habían cambiado por lo sucedido o, en pocas palabras, la presencia de lo que probablemente era un tipo avanzado de magecraft.

El animal/bestia/Especie Fantasmal, en resumidas cuentas, era algo así como mezclar un lobo con un perro de un hocico más corto y de orejas puntiagudas, pues estás permanecían erguidas. Tenía una altura de alrededor de un metro con una mezcla de pelaje: en la parte superior era negro, con la cola gris, el pecho y el estómago blanco con las patas del mismo tono que su lomo. ¿Era una amenaza? No lo sabía, así que iría a lo seguro.

El gatillo mental de Emiya, lo que podría llamarse como el interruptor de sus Circuitos, se disparó y sintió el Od invadiendo su sistema. No se tomó el tiempo en considerar que había algo extraño consigo mismo y comenzó con su trabajo, su único oficio especializado y la razón por la cual siempre será considerado un magus de tercera categoría: Gradiation Air, o Trazado, Rastreo o Proyección, cualquiera de las tres últimas opciones eran las utilizadas por Emiya. Su mente, de inmediato, repitió los pasos mientras sus labios murmuraban:

—Trace, On.

Juzgando el concepto de la creación. El primero de los siete pasos de la proyección, la base que componía su misterio, la capacidad de entender, determinar y evaluar lo que estaba a punto de crear a través de un plano en su cabeza previamente establecido. Debía comprender a un nivel íntimo el objetivo final de su taumaturgia.

Definición de la estructura básica. Una vez que se ha entendido verdaderamente el concepto del arma a punto de ser proyectada, se teoriza la configuración y el diseño final de lo que se va a construir, una creación hipotética que sea exacta en peso, balance, construcción, largo y cualquier aspecto del original.

Duplicando los materiales de composición. Emiya no solo copiaba una carcasa vacía del arma en su cabeza, no era simplemente una concepción de materiales al azar pegados de forma ingeniosa. Traía de regreso lo exactamente usado en la obra de arte, exactamente como fue usado.

Imitando la técnica de elaboración. Un herrero en sus últimos años, deseoso de crear una espada que no cayera en la categoría estándar o corta, un punto medio de perfecto balance y fuerza. Su empuñadura fue envuelta en cuero de calidad para lo que sería su último trabajo, la guarda no caía en la clásica cruz, sino que compartía más con una gladius en ese aspecto, mientras que el pomo era puntiagudo y capaz de herir de ser necesario. Una obra maestra ante sus ojos como un regalo póstumo.

Simpatizando con la experiencia de su crecimiento. Una hoja que vio muchas batallas durante la invasión sajona, pero fue incapaz de ganarse su propio nombre incluso si su portador fue habilidoso y leal. Por otro lado, el arma estaba contenta con servir a su propósito, y los años de guerra y carnicería que cargaba no eran para subestimar.

Reproduciendo los años acumulados. Su portador lo recibió como un obsequio, un leal caballero a Arturia… ¿Arturia? ¿No era el Rey Arthur? Al final, el caballero, tras sus años de guerra, fue herido por una flecha perdida que impactó en su rodilla y fue incapaz de recibir tratamiento a tiempo. A pesar de haberse recuperado, ya no era tan ágil como antes de su herida, por lo que dedicó los últimos años de su vida como instructor para cualquiera que tocara su puerta.

Superando todos los procesos de fabricación. El paso final, el momento en que los otros seis se juntan en la proyección.

En el momento en que Emiya cerró la mano en el arma que estaba por aparecer, fue que notó el error. A través de sus Circuitos no se sentía como el Od, no era el mismo sentimiento al cual estaba tan habituado tras años de experiencia. Por supuesto que, cuando el Prana circulaba por el cuerpo, la temperatura aumentaba, pero, en este momento, era como si su sangre, que bombeaba con salvajismo, fuese reemplazada por lava.

Apretando los dientes, evitó soltar un grito o quejido de dolor mientras el sufrimiento se abría paso por su piel y le quemaba cada centímetro. Era como si estuviera abriendo sus Circuitos por primera vez, o incluso peor, fue hace tanto tiempo que no podía recordarlo; pero fue capaz de soportarlo durante los pocos segundos en que el arma apareció en su mano y la oleada de Od que le recorría se atenuó.

El proceso solo duró unos segundos, pero se sintió a punto de desfallecer por ser tomado por sorpresa de tal manera. Lo sobrellevó porque, de nuevo, no fue lo peor que hubiera sufrido, pero tendría que hacer algo al respecto, incluso distraído podía sentir que no le quedaba mucho Prana. Nunca fue un magus particularmente bueno, pero no debería ser tan patético al respecto. Solo otro misterio más agregado a la lista, pues, por ahora, tenía que lidiar con algo.

Sacando el arma de detrás de su espalda, adquirió una posición básica de combate al sostenerla con las dos manos en dirección del oponente. El hombre sobre el que se basaba el uso actual de su espada no luchaba contra monstruos, pero tuvo que pelear con el lobo ocasional, y la experiencia de Emiya debería poder cubrir los aspectos más esotéricos del combate.

En el momento en que ambos humanos vieron el arma, abrieron los ojos con sorpresa, pero no tardaron en soltar una carcajada a tal punto que se doblaron o tosieron por casi ahogarse. ¿Qué era tan gracioso? Salvo que fuese algo demasiado duro, todo moriría por un buen acero, y ellos no parecían magi capaces de traer algo demasiado poderoso. Cada quien con lo suyo, supuso, pero seguiría siendo precavido, por lo que le hizo una señal al pequeño para que se alejara. Las cosas iban a ponerse serias en poco tiempo.

—¡He visto cosas estúpidas, pero tú ganas por mucho chico! Lástima que tengamos que matarte, serías un buen comediante.

Emiya solo bufó de forma audible. ¿Cuántas veces había escuchado cosas parecidas en el pasado? Demasiadas como para contarlas y seguir estando cuerdo, supuso.

—Supongo que no serás el último que me dirá eso.

—¡Bah! ¡Mightyena, Mordisco!

Tuvo ganas de volver a bufar por dar una orden tan básica, pero el deseo murió al ver cómo la criatura gruñó un poco y sus colmillos caninos adquirieron un brillo plateado. Eso definitivamente disparó alarmas, por si ya no tenía dudas de que era algún tipo de Especie Fantasmal. Y, apenas en un parpadeo, la cosa estuvo a punto de cerrar distancia entre ambos, era rápido, demasiado, eso lo reconocía, y comparado con humanos, muchas cosas eran más rápidas y fuertes. Emiya, para su desgracia, vivía para matar esas cosas más rápidas y fuertes.

Más por instinto, como en la mayoría de las situaciones, rodó a un lado apenas antes de que la dentellada se cerrase alrededor de su garganta. La bestia derrapó para detener su avance y gruñó contra el humano que se atrevió a esquivar, denotando su mal humor. ¿Emiya? Imprimió en su rostro su sonrisa arrogante de marca registrada y, si no supiera nada más, diría que el animal lo entendió, porque volvió a cargar con los caninos brillantes.

Ese fue el momento. Esta vez evadió con un paso lateral, como si fuera una estocada, pero ya había preparado el corte vertical y, sin una pizca de duda, bajó la espada. La hoja silbó en su camino de descenso, golpeando el punto exacto del cuello para decapitar. Esta vez el rostro de Emiya rompió su calma habitual al notar que la cuchilla no lo atravesó, ni siquiera brotó una gota de sangre, solamente rugió de dolor y fastidio antes de caer al suelo y rodar por el impacto que fue poderoso.

Apenas detuvo el impulso de revisar si su arma estaba en realidad afilada, porque el enemigo no se detuvo allí y cargó con otro intento de destrozarle la garganta. Esta vez, en lugar de atacar desde arriba, intentó abrirle el estómago; había criaturas cuyo lomo podría catalogarse como indestructible. Para su desgracia, y tal como esperaba gracias a su horrible suerte, no surtió efecto y pasó como otro golpe contundente que debilitó la postura e hizo que la cosa, o Mightyena, como lo llamaron, cayera por segunda vez.

Parecía ser demasiado orgulloso, porque repitió la acción de mordedura unas cuantas ocasiones más, todas las cuales Emiya esquivó y atacó a pesar de parecer una acción completamente inútil. ¿Qué más podía hacer? Ni en sueños se quedaría para convertirse en un juguete de masticar, además, moverse era la regla básica cuando había más objetivos hostiles presentes. Uno de sus ojos estaba siempre presente en la pareja humana, pero ninguno tenía ganas de actuar en el pequeño baila que estaba compartiendo con la criatura.

Bueno, esto se estaba haciendo ridículo y Emiya estaba seguro de que se cansaría primero. No estaba usando Refuerzo porque no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo al intentar mejorarlo con Prana, por lo que estaba dependiendo de su capacidad humana estándar e instintos, por lo que, para tomar un respiro, pateó a la bestia lo suficientemente lejos y dio un salto con ese impulso.

—¡Rugido!

Apenas pudo procesar la orden cuando Mightyena hizo exactamente eso y, a través del aire, notó el movimiento de las ondas a una velocidad que, si bien no era la del sonido, tampoco era algo que pudiera evadir en ese mismo instante y al ser tomado por sorpresa. Intentó interceptar la espada por puro instinto, pues el área era de unos tres metros cuadrados. No sirvió para nada, y hubo un fuerte dolor alrededor de sus orejas. Su equilibrio se perdió por varios segundos, tropezando en el lugar y con la visión tambaleante apenas vio el pelaje oscuro que se lanzaba. De hecho, fue el instinto cultivado a través del campo de batalla lo que le hizo mover el brazo para proteger su cuello.

Nuevamente, la previsión para la batalla de Emiya evitó que sufriera de una muerte instantánea, pero apretó los dientes cuando sintió que los colmillos se hundían como una cuchilla caliente a través de la mantequilla. Prácticamente no hubo resistencia, y si lo dejaba así, le iban a arrancar el antebrazo derecho cerca de la sección del codo. Al diablo con las consecuencias, Reforzó su cuerpo de golpe y se repitió la misma sensación que lo azotó durante la Proyección. Se obligó a resistirlo y esperar el efecto que no tardó en llegar, excepto que hubo una complicación: no se sentía más fuerte o rápido.

Cuando Mightyena intentó mover la cabeza para arrancar, en lugar de desprenderse de la extremidad, su cuerpo resistió y le sirvió para encontrar la respuesta que buscaba: Refuerzo hizo todo de forma literal y se volvió más resistente. Podía trabajar con eso, al menos pensaba. ¿Otro asunto lamentable? No era la mayor desventaja que hubiera tenido.

Emiya, cambiando la espada a la otra mano, golpeó con el pomo y solo consiguió hacer que la criatura se enojara y usara sus garras. La camiseta que estaba usando no resistió, pero al menos su cuerpo hizo un mejor trabajo en no derramar sus intestinos por todo el suelo, debía dar algo de crédito cuando no tuviera que escapar de una muerte segura. Continuó golpeando en repetidas ocasiones, lo que se convirtió en un intercambio de golpe por arañazo, al menos hasta que la punta del pomo se hundió en el ojo, el cual explotó en una mezcla asquerosa de sangre y le derramó encima.

La herida fue suficiente para ser liberado, momento que no perdió, pues volvió a dar una patada para hacer algo de distancia y permitirse un respiro. Quería cortar su manga y atar para evitar hemorragia, pero tendría que valerse con su cuerpo más resistente por ahora, no podía quitar los ojos del enemigo y menos ahora que tenía una debilidad. Era duro por fuera, pero el interior debía seguir siendo normal, ¿cómo fue capaz de pasar por alto algo tan básico? Culparía a la niebla en su memoria y seguiría adelante.

El hombre gritó el nombre de su mascota con ira y frustración, no había ni una sola muestra de preocupación. Si no hubiera estado a solo segundos de arrancarle un brazo, Emiya podría sentirse mal por la criatura. Desgraciadamente, comenzaba otro asalto y este fue con el movimiento con área de efecto. Al menos, esta vez tuvo la previsión para hacerse a un lado, pero no se detuvo allí y despegó hacia el Mightyena. No fue capaz de dar muchos pasos, otro Rugido, si así se llamaba en realidad la habilidad, le obligó a saltar hacia un lado mientras retrocedía. Era imposible acercarse de esa manera.

Emiya tuvo otro tirón de sus instintos y movió su espada hacia un costado, cortando la red que le habían arrojado. Al menos había descubierto que la hoja estaba lo suficientemente afilada para cortar un objeto de ese tipo en movimiento, pero, desgraciadamente, ese pequeño lapso de tiempo era más que suficiente para los instintos de una bestia. Otro Rugido logró desenfocar el equilibrio de Emiya, pero esta vez se preparó para recibirlo al verlo saltar.

La colisión nunca llegó, la cabeza de Mightyena se vio envuelta en una tenue luz púrpura antes de que la criatura decidiera cambiar bruscamente de dirección y estrellarse contra el suelo, logrando que su frente golpeara directamente una pequeña roca que sobresalía. ¿Había visto el contraataque y decidió evadir? No tenía sentido, se había demostrado que su piel —o pelaje, había que investigar— era invulnerable, acción que no tenía sentido. Tal vez el ojo lo volvió más precavido, pero, sea lo que sea, no bajaría la guardia por ese desliz.

Preparándose para una segunda embestida, ocurrió lo mismo, hubo un cambio de dirección brusco y la criatura cayó. ¿Qué demonios estaba pasando? Buscó los alrededores y notó que los humanos no estaban mirándolo ya, sino un punto lejano, por lo que siguió su línea de visión sin comprometer su defensa. Allí, con las manos levantadas y el extraño cuerno brillando, la pequeña cosa de blanco y verde estaba haciendo algo con la criatura en forma de lobo. ¿Qué era? No sabía y no importaba en este momento.

Hubo una decisión que tomar y para Emiya fue clara: mata al invocador, y el familiar desaparece. Todavía vigilante, viendo a la bestia gruñir al aire y arrojar dentelladas a la nada, corrió hacia los dos humanos que ya la estaba prestando atención. ¿Para su desgracia? Demasiado tarde. El primero, el de la vara aturdidora, levantó las manos para cubrirse del golpe descendente. La hoja afilada de un maestro herrero sin nombre cortó a través del metal de baja calidad, destrozando en el proceso la pelota en su otra mano, rebanando dedos y tajando sin esfuerzo y con profundidad a través de todo su torso. Apenas tuvo tiempo para gritar y retorcerse.

El segundo, que no creía lo que estaba viendo, no tuvo las agallas o la habilidad de salir del camino de la estocada que encontró su corazón. No prestó atención a los cuerpos y volvió a una posición defensiva, pues siguió escuchando al Mightyena, solo que esta vez sacudía la cabeza con fiereza, esparciendo sangre por el pasto. Emiya ya se estaba preparando para continuar la pelea, pero la bestia de lobo simplemente lo miró con su único ojo sano antes de escapar y perderse en los árboles.

Sin tomarlo como una verdadera señal de que todo había terminado, esperó. Pasó un completo minuto hasta que se sintió verdaderamente cómodo con soltar un pequeño suspiro y bajar la espada, pero todavía manteniéndola en el plano de la realidad por si necesitaba.

Decidiendo que todo había mejorado, fijó sus ojos donde había estado la cosa que había rescatado y ya no estaba. Buscó en derredor, pero el sitio estaba vacío. Emiya bufó ante eso y arrancó las partes de su atuendo que no estaban rasgadas para improvisar un vendaje; esto dejó la mayoría de su pecho expuesto.

«Al menos deberías decir gracias», pensó mientras tomaba asiento y comenzaba a atar.

Con un respiro ahora que sabía que no derramaría toda su sangre a través del brazo derecho, y que se podía curar con el tiempo, decidió pensar en su situación actual. Acaba de enfrentar a una criatura esencialmente indestructible con medios humanos conocidos, la cual estaba bajo órdenes de dos magi que hacían de cazadores furtivos. Y no era la situación más bizarra de su vida.

La bestia de lobo no fue un oponente particularmente difícil, sus patrones eran como los de cualquier animal de su tipo, y su velocidad, aunque superior, no rayaba en el ámbito de un Espíritu Heroico. Con respecto a sus habilidades, el hecho de poder afilar sus colmillos de esa manera y utilizar rugidos desorientadores no eran nada en especial. ¿Conclusión? Casi pudo matarlo algo que claramente no estaba en la cima de la cadena.

Mirando hacia los dos cadáveres, Emiya estiró la mano hasta tomar los restos de la pelota y se sorprendió. No era de naturaleza mágica, era mundano, al menos eso decían los componentes electrónicos arruinados. Esto solo empeoraba la situación, o por lo menos lo hacía lo suficientemente preocupante. ¿La tecnología había dado un salto tan brusco de la nada como para capturar Especies Fantasmales que vivían en el Lado Inverso del Mundo? No, eso no tenía sentido, porque la cosa de blanco y verde estaba aquí, y Emiya estaba seguro de no estar en el Inverso.

Haciendo una pausa en sus pensamientos, tal vez no todo iba de esa forma. ¿Podía ser una mezcla de tecnología y magia? Pero, de ser así, debió poder olerla… ¡Ahora lo recordaba! Su sentido para detectar la magia era su nariz, pero, entonces, ¿por qué no sentía nada? Simplemente la percibía mucho más desarrollada de lo normal, tanto que el olor a sangre comenzaba a marearlo.

Dejando de lado sus sentidos, volvió al presente. Si no eran Especies Fantasmales traídas del Inverso, y estando vivo como prueba suficiente de no estar tampoco allí, solo quedaba una opción y era la que decía la carta: esas cosas deambulaban de forma libre. Solo su suerte, nada más, nada menos.

Soltando un suspiro, olfateó nuevamente los componentes para ver si se había equivocado, pero captó otro aroma, o aromas si quería ser más exacto. Era como si se mezclara algo dulce, frutal y leñoso, por lo que miró en esa dirección con renovada curiosidad. Allí, caminando con las pequeñas manos llenas, se acercaba la cosa de blanco y verde a trompicones. Los objetos eran unos pequeños frutos de unos cuatro centímetros y azulados, pero que solo dos ocupaban sus manos por completo.

Mientras miraba al pequeño, este se acercó y dejó las bayas —al menos eso parecían— en el suelo. Ambos intercambiaron miradas por un momento hasta que el pokemon señaló la fruta, luego la boca de Emiya con timidez y al final la herida. No había que ser un genio para entenderlo, y haciendo un voto de confianza, estiró la mano. No llegó muy lejos, el pequeño le hizo una negativa para que se detuviera, a lo que el humano levantó una ceja.

Era obvio que el pequeño estaba nervioso, y parecía capaz de entender las sutilezas de las expresiones humanas, porque el levantamiento de la ceja lo puso peor. Le tomó un momento recobrar la compostura y señalar la espada, seguido de la baya y luego hizo mímica de aplastar, para, al final, repetir la primera pantomima.

Captando la indirecta, agarró la primera con su mano sana, sostuvo la espada con la diestra y golpeó el objeto en su palma. Duro. Estuvo bien la advertencia, por lo que golpeó otro par de veces hasta que logró ablandarla lo suficiente como para poder masticar con seguridad. Su cuerpo ya no estaba Reforzado, así que no quería correr ningún riesgo de perder dientes.

Incluso luego de los golpes resultó ser un trabajo tortuoso. En el momento en que tragó y comenzó a trabajar con la otra, sintió que algo estaba sucediendo con su cuerpo. No era desagradable o dañino, por lo que no se alertó. De hecho, era todo lo contrario, sentía que la sangre dejaba de salir de sus heridas, por lo que revisó mientras masticaba la segunda. La sangre en el exterior se coaguló en una costra, deteniendo la hemorragia.

—Algo interesante lo que tienen aquí. — comentó distraído tras tragar.

El pequeño oyente bajó la cabeza con timidez, a lo que Emiya no pudo evitar una sonrisa torcida. Si estos eran los monstruos, no le extrañaba que hubiera humanos como los que acababa de matar. Este pequeño estaba pidiendo ser asesinado, ¿dónde estaban sus padres, si es que tenía?

—¿Qué hay de tus cuidadores, chico? — en respuesta a la pregunta, negó con la cabeza —¿Estás solo entonces, chico?

Hubo otra negativa, lo que confundió, por lo que intercambiaron miradas otra vez. El pequeño volvió a mover la cabeza en negativa. ¿Qué estaba tratando de decir? ¿No entendía la pregunta? No, eso no debía ser, incluso el de tipo lobo entendía a los humanos, por lo que este no debía ser menos. Tal vez solo era un niño, pero, incluso así, tenía buena intuición ya que fue a buscar las bayas que acababa de usar. A menos que…

—Eres una chica, ¿verdad? — allí, un asentimiento —Entonces, chica, ¿tienes a alguien que te cuide?

Hubo una negativa y Emiya cerró los ojos mientras fruncía el ceño. Estaba con una criatura indefensa que incluso podía ser sometido por humanos. No podía simplemente dejarla incluso si ese no era su problema, pero ¿por qué? Si intentaba pensar en la razón de este impulso casi maniaco por querer ayudar, volvía a bloquearse y le impedía buscar más a fondo. Comenzaba a resultar fastidioso ese resultado, pero no podía hacer nada al respecto, o por lo menos no ahora.

—Sé que me voy a arrepentir de esto… — murmuró y luego suspiró —Puedes venir conmigo si quieres.

Ante el ofrecimiento, levantó la cabeza que en algún momento había bajado. Sus ojos mostraban una grata sorpresa antes de dejarle ver la completa felicidad del ser que estaba frente a él. Definitivamente habría caído en la trampa si hubiera sido una, su cautela se debilitaba ante esos ojos tan puros.

Apoyándose en la espada, se puso de pie e inspeccionó su cuerpo por última vez. No se sentía adormecido, el dolor había disminuido gracias a las bayas, además de que no estaba sangrando más. No estaba en perfectas condiciones, pero, si ocurría un ataque, podría actuar en un setenta por ciento de su capacidad. Con la ayuda de la pequeña podrían sobrellevar otro de esos lobos, si es que había más por los alrededores. Solo esperaba que estuviera en peligro de extinción.

Terminado con su cuerpo, quiso revisar la hoja. Cuando su reflejo se reveló, no pudo evitar fruncir el ceño. Se veía joven, de unos dieciséis a dieciocho, y la cara que le devolvía la mirada con ojos de plata le molestaba. No sabía la razón, pero su propia cara le ocasionaba ganas de pegarse, lo que sería preocupante si no estuviera averiguando una manera de hacerlo sin lastimarse. Su cabello era blanco, y de inmediato lo peinó, también odiaba llevarlo suelo.

Olvidando su aspecto, notó que no había perdido filo incluso tras golpear algo que era incapaz de atravesar. Era bueno, lo primero positivo que había sacado desde que estaba en este lugar. Lo segundo era que la proyección no se estaba degradando. Podría aceptar que la degradación ocurriera con mucha lentitud, pero no podía sentir ninguna, como si… como si no existiera Gaia. ¿Era eso? Su inexistencia podría explicar, al menos, este fenómeno. Simplemente otro misterio para otro momento.

—Supongo que no sabes dónde hay civilización.

La pequeña negó con la cabeza y Emiya suspiró. Se lo figuraba, pero no perdía nada por intentarlo, ¿o sí? Entonces seguiría su plan original: caminar al azar hasta encontrar un lugar habitado. Al menos sabía que existía la civilización gracias al par de cadáveres que había dejado y, de hecho, recordó algo.

Acercándose a los restos de los cazadores furtivos, registró los bolsillos del primero hasta encontrar una billetera. Arrojó cualquier papel de identificación y solo conservó el dinero, papel moneda de distintas tonalidades sepia bajo el nombre de «pokedólar». No había forma en el infierno en que usaría ese nombre.

—Espera, ¿el dinero lleva tu nombre?

La pequeña ladeó la cabeza, como si no entendiera. Era normal, de seguro no contaba con el conocimiento sobre el concepto básico de la economía humana.

—Eres un pokemon. — asintió —Y esa otra cosa, "Mightyena", ¿qué era?

Ante la pregunta, comenzó a mover las manos en varias señales que Emiya apenas podía identificar. ¿No existía una mejor manera de comunicarse? Estaba agradecido de que, al menos, pudieran entenderse. Tras un largo minuto de mímica, llegó a una conclusión.

—¿Dices que también es un pokemon? — preguntó mientras levantaba una ceja. La pequeña asintió. —Eso quiere decir que es el nombre de una especie sin parentesco, y la raza del anterior era "Mightyena", ¿correcto? — volvió a ladear la cabeza, como si considerara, y asintió con su habitual timidez. —Entonces, ¿qué eres?

Ante la pregunta, se señaló a sí misma como si quisiera decir «yo soy yo». No tenía sentido. Si encontraba a algún humano, tendría que preguntarle al respecto. Al menos llegó a la conclusión de que había otras especies, no sabía cuántas, pero lo tomaría de la siguiente manera: había suficiente variedad para llenar ecosistemas distintos. En consecuencia, cada uno debería tener sus propias habilidades, y al menos no todos deberían ser agresivos; la pequeña era una prueba suficiente de ello.

Teniendo toda la información que podría sacarle a una criatura que no hablaba, registró el otro cadáver por el dinero y utilizó la primera billetera negra para almacenarlo todo. Tendría que averiguar el valor monetario, pero, por ahora no estaba completamente limpio.

Su principal prioridad era encontrar una ciudad, hacer preguntas, averiguar su situación y tratar de volver a casa. Si tenía un lugar al cual volver, al menos. Sus recuerdos no eran confiables, porque no había nada sobre las criaturas antes de verlas.

—Pongámonos en marcha. ¿Algún lugar donde pueda lavarme?

La pequeña asintió. Bien, primero se lavaría a sí mismo y a la espada. No podía entrar a una ciudad o pueblo de esa manera. Por otro lado, tendría que intentar Proyectar una vaina y algo con lo que cubrir la espada, no sabía qué pensaba el lugar sobre la política sobre armas de fuego y armas blancas.

Al comenzar a caminar, se cercioró de que la pequeña pudiera seguirle el paso y lo ajustó en consecuencia. Esta tenía la cabeza gacha y lo miraba de reojo por algunos segundos antes de apartar la mirada. Solo podía esperar que la mayoría de criaturas fueran como esta, pero, conociendo su suerte, no podía esperar nada tan bueno.


§


Y eso sería todo por ahora para el primer capítulo del concurso «The Chains of Fate». Agradezco que se tomara el tiempo y espero que lo haya disfrutado.

Lo primero para tratar en esta nota es el tema de la clasificación y la violencia. Estoy basando esto más en el universo del manga de Pokémon, además de traerlo más a la realidad y esa dosis de crueldad, como ya habrán notado en este capítulo. Por otro lado, este es Archer, por lo que sus peleas trataré de no expandirme y que sean breves y sucias, o si debo extenderme, lo haré.

Con respecto a Archer, van a notar que es raro. Sí, no quiero usar la excusa de "pérdida de memoria", pero todo eso se explicará más adelante. Solo dejaré el bait de que este Archer, incluso si cuenta con la personalidad, no podrá ser tratado como el mismo Archer gracias a su circunstancia impuesto por cierta persona. Todo se aclarará a medida que pase el tiempo y será usado como recurso narrativo en lugar de excusa, y se puede deducir un poco al leer la carta de "Z".

Con respecto a la palabra "Pokemon", lo dejaré carente de acento como las palabras en inglés para diferenciarlo del título "Pokémon", así que cada quien ponga el acento donde cree que va, así como el término plural permanecerá singular.